viernes, 6 de junio de 2025

Changuito

Alguna vez conté que, a fines de 1967, cuando se hizo el primer Festival de la Canción en Varadero, Odilio Urfé me pidió que me sumara a un grupo de trovadores que estaban tocando en actividades colaterales que se hacían en el cabaret del hotel Kawama. Allí estaban Marta Valdés, Teresita Fernández y Martín Rojas, quien cerraba el espectáculo acompañado de su formidable Sonorama 6. 

Sonorama fue una agrupación que, por no haber grabado discos, no trascendió lo que merecía. Además de su director y arreglista Martín Rojas, tenía a Enrique Plá en la batería, a Carlos del Puerto en el bajo eléctrico, a Eduardo Ramos en la segunda guitarra y a Changuito en las tumbadoras.

 

Todos eran músicos enormes, todos tenían mucho que enseñarme; pero confieso que con uno de los que más fácil empatía hice fue con el Chango. Los cueros en sus manos hablaban un lenguaje insólito; una riqueza de matices y timbres que, hasta aquel momento de mi vida, nunca había escuchado en directo.

 

Semanas después, ya en La Habana, empezamos a colaborar y en los ensayos vi que se le ocurrían ideas increíbles de acompañamiento. Y gracias a él comprendí que la percusión cubana cabía perfectamente en mis canciones.

 

Tiempo después se alió con el genio de Juanito Formell y convirtió la batería en ese sonido diverso y grandioso que hizo escuela, que el mundo ha disfrutado a través de VanVan.

 

Gloria eterna a José Luis Quintana –Changuito—, uno de los más grandes percusionistas que ha dado nuestra tierra.

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