Democracia, medios de comunicación y
realidades
Darío Machado / Cubadebate / http://www.cubadebate.cu/opinion/2016/08/18/democracia-medios-de-comunicacion-y-realidades/#.V7ebpmXgDzM
18 de agosto de 2016
La necesidad imperiosa de defender la
soberanía y la independencia de la nación como condición sine qua non para
construir, ampliar y profundizar nuestra democracia, desde nuestras raíces y
según nuestros principios y tradiciones, requirió de la sociedad cubana en
revolución la posposición de deseos, objetivos, propósitos y planes
individuales y grupales, en aras de garantizar la posibilidad de construir una vida
propia en todos los sentidos, en lo económico, lo social, lo político, lo
cultural, un modo de vida propio, un modelo de democracia real y sostenible
cubana, no digitada desde afuera, sino pensada y realizada desde y con el
pueblo trabajador.
Luego de una larga puja de más de medio
siglo con el Estado imperialista estadounidense y con la luz larga de la
dirección de la revolución socialista Cuba obtuvo una victoria histórica,
cuando el gobierno de los Estados Unidos reconoció en diciembre de 2014 que no
pudo arrodillarla con las agresiones y la guerra económica y decidieron cambiar
de táctica. Con ello se abrió una nueva etapa, mucho más difícil y complicada
que se libra hoy y librará en lo adelante en el terreno de la economía
nacional, pero sobre todo en el terreno de las ideas y los símbolos, del
sentido de la vida, de la cultura.
Sostener esa victoria y seguir adelante
sería imposible con un país fragmentado por intereses económicos y políticos
corporativos y utilitarios, fácilmente absorbible por el capital y por el poder
político estadounidense, plagado por el clientelismo y la politiquería,
manejada por partidos políticos sin raigambre popular y con una prensa
manipulada por intereses egoístas. Creer lo contrario es cuando menos una
ignorancia supina.
Si hoy podemos discutir sobre nuestro
presente y nuestro futuro es gracias a nuestra justa y justificada cultura de
la resistencia, a la cohesión nacional anclada en el rumbo socialista de la
construcción social. Pero sostener esa victoria y seguir adelante tampoco será
posible sin una renovada mentalidad, sin una actividad revolucionaria
transformadora, sin métodos y estilo nuevos en la labor ideológica y política y
en la comunicación social.
La herencia cultural de nuestra historia
revolucionaria no puede ser interpretada cabalmente hoy de otro modo que en
clave socialista, mucho menos puede ser re-interpretada para arrimar la sardina
a la brasa del liberalismo y desconociendo que la contradicción entre los
intereses del poderoso Estado imperialista estadounidense y los intereses de la
nación cubana, sigue vigente, y que en lo adelante adoptará nuevas y
multiplicadas formas de revelación a las cuales es nuestro deber patriótico
prestar la mayor atención.
Desconocer que las maneras existentes hoy
de desinformar, confundir e influir tendenciosamente en cualquier sociedad con
medios tanto públicos como secretos se han desarrollado y sofisticado a niveles
impensables en la época de la república neocolonial y que esas capacidades son
empleadas de las más diversas formas con fines de dominación es algo que solo
pueden hacer los ignorantes o los malintencionados.
Adaptarse a las nuevas realidades no
significa renunciar a nuestra historia, a nuestro legado, a los principios que
son las armas ideológicas y políticas con las que la revolución ha defendido la
seguridad, la independencia y la soberanía nacional de los cubanos, sino
comprender que el mundo ha cambiado y está cambiando vertiginosamente y que
sobrevivirán y tendrán éxito las ideas y los propósitos que sean capaces de
renovarse sin perder su esencia.
La responsabilidad del periodismo
La sociedad espera que sus medios de
comunicación cumplan con la responsabilidad de estar al servicio de sus
necesidades de información, organizativas, educativas y culturales.
Cualquier persona o grupo que tenga la
posibilidad de comunicar algo a través de los medios masivos de comunicación
concentra en ese momento un poder de influencia multiplicado, con el que puede
comunicar lo que considera noticioso, lo que decide informar, lo que quiere que
otros oigan, lean y piensen, en fin las valoraciones que decide compartir con
el público, a todo lo cual efectivamente tienen derecho las personas y los
medios, siempre dentro de la ley.
Hay una diferencia entre la libertad de expresión,
de pensar y hablar sin hipocresía, y la acción e intención de multiplicar los
criterios propios a través de los medios masivos, de reclamar la atención y el
tiempo de los demás, lo que convierte en un hecho macro-social una iniciativa
personal o grupal. Es ahí donde corresponde a la ley jugar su papel regulador
para asegurar la equidad dentro de las reglas socialmente consensuadas y
legalmente establecidas. De ahí también los requerimientos profesionales y
éticos en el ejercicio del periodismo.
Se trata también de considerar la actividad
comunicacional de nuestros medios como un instrumento insustituible de
promoción y defensa de nuestra cultura, nuestro modo de vida, nuestra
independencia y soberanía nacional, un arma para contrarrestar la influencia
múltiple de los símbolos y patrones del capitalismo neoliberal que busca hoy
interpretar a su modo las transformaciones económicas en curso en la sociedad
cubana y mimetizarse para identificarlas con las claves de su sistema, de su
lógica fundada en el predominio absoluto de la propiedad privada.
Es la propiedad privada la que ha generado
en la historia humana el afán de lucro, el interés individual y corporativo, el
egoísmo, el consumismo y una desenfrenada competencia que ha dañado y enfermado
la naturaleza y las relaciones sociales, en particular el ejercicio de la
política y de la actividad comunicativa, y ha convertido a la democracia en
muchos países en un chiste de mal gusto, y a escala internacional en objeto de
la más perversa manipulación ideológica.
En Cuba, la responsabilidad de responder
eficientemente a la agenda pública es compartida por periodistas,
comunicadores, realizadores, directivos de los medios y también por el Estado y
por el Partido, este último, por su calidad de fuerza dirigente superior de la
sociedad cubana, calidad que le ha sido otorgada por mandato histórico,
político y jurídico, carga sobre sus hombros la mayor responsabilidad.
Los medios de comunicación que son
propiedad social constituyen una inversión de la sociedad cubana, de nuestros
ciudadanos, no son propiedad de nadie en particular, no son propiedad exclusiva
del Estado, del Partido o de sus directivos, sino de toda la sociedad.
Al no ser propiedad de nadie en particular,
nadie tiene derecho individual a decidir lo que se convertirá masivamente en
materia de atención social. El criterio principal tiene que serlo el que dicta
la agenda pública. De ahí la responsabilidad de los medios de conciliar con
esta última su agenda y la agenda política. De ahí también la importancia de la
responsabilidad compartida, de la mirada colectiva y especialmente de la
existencia de normas consensuadas, legalmente aprobadas y constitucionalmente
respaldadas, que aseguren, más allá de los criterios individuales de personas
sean o no militantes revolucionarios, desempeñen o no responsabilidades
administrativas o políticas, el derecho de la ciudadanía a estar debidamente
informada sobre cualquier asunto de interés social, que aseguren que no haya
temas tabú, que no se oculte información para evadir responsabilidades, que no
se desinforme, que no se confunda, que haya veracidad en lo que se publica, que
exista transparencia, siempre dentro de las normas legales y de la ética
profesional.
Nuestros medios de comunicación social
necesitan esas normativas jurídicas para, aun en medio de las constantes
amenazas y golpes bajos del Estado imperialista estadounidense y de las
trasnacionales, en particular las de los medios de comunicación, así como de
otros poderes nortecéntricos económicos, políticos o militares, conquistar toda
la democracia posible.
En esa dirección a la sociedad cubana le
falta mucho por hacer.
Es deber del Estado socialista cubano
empoderar de modo ascendente a la sociedad, lo que incluye también los medios
de comunicación, la actividad comunicativa.
Ese empoderamiento no puede consistir en
ningún caso, trátese de los medios de comunicación social, de una empresa, un
hospital o una organización social, etc., en la generación de entes que se
resuman en sí mismos, que no tengan responsabilidad para con la sociedad, lo
que terminaría en una suerte de privatización dentro del esquema de la
propiedad social y con una actuación que contribuiría a marginarse de la ley.
Del mismo modo que la sociedad cuida su
economía con el fundamento del predominio de la propiedad social y la legalidad
que la ampara, mientras coexisten formas cooperativas y privadas que operan
dentro de la ley, otro tanto corresponde hacer con la comunicación social.
El desafío
La sociedad cubana mantiene la oportunidad
de desarrollar un modelo de comunicación social amplio, flexible, participativo
y socialmente responsable en el que quepan formas no estatales de gestión de
los medios de comunicación, junto a los medios gestionados estatalmente, pero
unos y otros dentro de la ley, todos -sean medios tradicionales o digitales-,
si tienen su sede en el territorio nacional, tienen que sujetarse a las leyes
cubanas.
El creciente desarrollo y la ampliación de
las nuevas tecnologías de la información y la comunicación ha multiplicado los
espacios informativos, han surgido blogs, periódicos digitales, páginas Web,
espacios en los que individuos y grupos de individuos tratan los más diversos
temas. Cuando eso se genere en Cuba, es deber y obligación respetar la ley.
Corresponde al Estado la obligación de asegurar que todos la observen.
Ese papel del Estado en modo alguno lo
convierte en “absolutista”. Cumplir con ese mandato es simplemente actuar
dentro de la ley y evitar que a nombre de la libertad de expresión y de criterio
se incumpla lo consensuado socialmente y establecido legalmente.
La carencia de normativas legales
específicas que regulen la comunicación social, a tono con los nuevos tiempos,
actualizadas frente a las nuevas realidades, socialmente consensuadas y debidamente
aprobadas por las estructuras autorizadas de nuestra institucionalidad da lugar
al oportunismo y la especulación, pero tampoco contribuyen a eliminar las
trabas que ponen a una comunicación a tono con las necesidades sociales y las
nuevas realidades, aquellos que no están en capacidad de cambiar su mentalidad.
Esas normas son hoy más que nunca
necesarias.
Ellas son las que regularán no solo la
actuación de los medios de comunicación social tradicionales o digitales, sino
también la propia actuación de los organismos del Estado y la actuación del
Partido, evitando el secretismo, la corrupción informativa, la subestimación
del público y de los comunicadores, el abuso de poder, el vicio de censurar
todo lo que sea de difícil comprensión o exprese un conflicto real de la
sociedad, como si con su ocultación ello quedara resuelto o simplemente no
existiese.
Como sucede con cualquier otro tema social,
es obvio que las normas no bastan, hace falta voluntad y buen criterio. Al
partido corresponde un papel activo, eficiente, en impulsar ese cambio
imprescindible en la sociedad cubana para el cual están preparados los
periodistas cubanos y el pueblo cubano. Y están preparados precisamente como
resultado de la actividad educativa, formativa y orientadora de la revolución
socialista.
La lentitud en enfrontar la nueva realidad
solamente profundiza la contradicción entre las necesidades informativas y
comunicacionales de la sociedad cubana actual, y la falta de respuesta política
a esas necesidades.
Pueblo, medios de comunicación,
periodistas, comunicadores, Estado revolucionario y partido, todos unidos en un
diálogo franco, crítico y autocrítico sobre el tema de la comunicación social,
procurando un entendimiento que responda eficazmente a nuestra realidad y que no
abra fisuras por donde penetre el oportunismo ni la intención aviesa de
dividir, de fragmentar, de lesionar la cohesión sociopolítica de la sociedad
cubana, imprescindible precisamente para corregir nuestras carencias.
Considerar al Estado y al Gobierno
revolucionario entes de los cual hay que diferenciarse por definición, es una
actitud que lejos de cohesionar, divide. La relación de la sociedad civil con
el Estado, si se considera algo que debe ser “alternativo”, implica que unas
veces el asunto es “del Estado”, otras “de la Sociedad Civil”, nunca de ambos.
Lo anterior en modo alguno implica, ni puede implicar, que hay que ver las
cosas del mismo modo, actuar del mismo modo, pensar del mismo modo, la
diferencia y la disidencia son naturales en cualquier sociedad humana, sino que
significa simplemente no desunirse a priori.
El Partido Comunista de Cuba ha
generalizado un debate nacional que lo incluye no solo como sujeto, sino
también como objeto, como tema a discutir. Esa discusión para que sea constructiva
debe partir de presupuestos veraces. En este llamado al análisis de nuestra
realidad no se ha planteado otra condición como no se la de la mayor libertad
de opinión y de palabra, el elemental decoro y la honestidad. Al no poner
ninguna condición tampoco pide incondicionalidad. Discutir sobre
incondicionalidad sería un falso problema, un desvío de los contenidos
verdaderamente sustantivos que la sociedad cubana debe enfrontar y resolver en
beneficio de todos.
La tarea de conquistar toda la democracia posible
exige de todos un cambio de mentalidad. No todos los ciudadanos, militantes o
no, dirigentes políticos o no, cuadros administrativos o trabajadores en
general, han desarrollado las cualidades de tolerancia, reconocimiento de la
opinión diferente o contraria, reconocimiento de los derechos. Se necesita aún
mucha crítica y autocrítica en nuestra sociedad. Las ideas continúan jugando su
papel junto con los acontecimientos, la batalla por una economía mejor para un
país mejor marcha a la par de la batalla ideológica.
En este debate se está poniendo a prueba
nuevamente el reconocimiento del partido en la sociedad cubana y su capacidad
autocrítica. La sociedad cubana espera, no solo el reconocimiento de errores y
deficiencias, sino junto con ello y a renglón seguido respuestas
revolucionarias, eficientes para superarlos.
El momento actual, en el que nos debatimos
una vez más por nuestra soberanía e independencia nacional, en el que está en
marcha una guerra de símbolos y el fantasma del retroceso social y político
toca a nuestras puertas de la mano del mismo imperialismo del cual nos liberó
la revolución de enero de 1959, es necesaria y urgente una acción
revolucionaria que ponga nuestra comunicación social, junto con el pueblo
trabajador, nuestra intelectualidad, en particular el periodismo
revolucionario, patriótico, antiimperialista, contrahegemónico, socialista, en
la vanguardia de la batalla de ideas. No hay espacio ni tiempo para permitirnos
la lentitud ni para poner en duda el imperativo de un cambio de fondo, con
orden e inteligencia, en el terreno de la comunicación social.
¿Con los jóvenes o con los castradores?
Fernando Ravsberg / Cartas de Cuba / http://cartasdesdecuba.com/con-los-jovenes-o-con-los-castradores/
18 de agosto 2016
Quienes castigan a los periodistas por
publicar verdades promueven la mentira, la simulación y la doble moral.
Escamotean al pueblo de Cuba el acceso a la información veraz, lo cual
convierte al ciudadano en un elemento fácilmente manipulable.
La Revolución Cubana, siendo apenas una
niña, les dijo a los ciudadanos que no creyeran, que leyeran. Décadas después
la burocracia nacida de sus entrañas parece decidida a censurar a los que
escriben, para limitar a los que ya pueden leer.
Lo acusan de hacer pública información de una reunión de
la Unión de Periodista (UPEC) y cabría preguntarse ¿por qué
razón son secretos los debates de una asociación profesional?, ¿temen que el
enemigo se entere de que la prensa cubana no funciona bien?
Si los medios de prensa nacionales
pertenecen al pueblo, legalmente podría considerarse una estafa esconder los
problemas, debates y críticas que hay en su interior al legítimo propietario,
es decir a los 11 millones de cubanos que, además, los financian.
¿Dónde está el peligro de revelar lo que se
debate en la UPEC?, ni que se tratara de la discusión del plan de defensa del
Estado Mayor de las Fuerzas Armadas Revolucionarias. ¿Qué debate periodístico
podría afectar la seguridad nacional?
Acusan a José de publicar sin la
autorización de Karina pero ¿debería haber pedido permiso?. Si alguien hace
declaraciones de interés nacional que no quiere ver publicadas, debe aclarar
que son “off the record”, de lo contrario se pueden utilizar en los medios.
La alocución proviene nada menos que de la
Subdirectora del periódico oficial del Partido Comunista y fue expresada en una
reunión en la que participaban decenas de periodistas y autoridades de la UPEC.
¿Por qué escondérselas entonces a la ciudadanía?
Declaran a José culpable de publicar en su
blog y en las redes pronunciamientos críticos sin permiso del director del
medio en el que labora. Esto es una contradicción, si se trata de una “bitácora
personal”, ¿porque pedir permiso al jefe en el centro de trabajo?
Lo que parece estar ocurriendo es una
extensión de la censura al ciberespacio. Empezó con una guerra ideológica
contra los medios no oficiales. “Trabajan para el enemigo”, dijeron los voceros
del extremismo en un recorrido por las universidades pero nadie los tomó en
serio.
Algunos jóvenes renunciaron a los medios no
oficiales, otros abandonaron los oficiales, unos cuantos emigraron y hay
quienes, burlándose de la prohibición, siguen trabajando en ambos. El poder de
los censores ya no es lo que era pero no se les debe subestimar.
Adujeron que los medios “alternativos”
responden a una estrategia del enemigo pero cuando dejan sin trabajo a un
periodista cubano por lo que publicó en su blog personal, demuestran que “el
enemigo” es una excusa para extender su poder al ciberespacio.
Karina Marrón no trabaja para el “enemigo”
ni José Ramírez es corresponsal de Radio Martí. Son periodistas cubanos,
jóvenes que se quedan en Cuba a pesar de la irracional política informativa y
de salarios que no llegan a mediados de mes.
Seguramente, ellos tienen la esperanza de
que el socialismo cubano pueda ser próspero y la prensa racional. Estigmatizar
a los jóvenes por decir lo que piensan y publicar lo que creen los empuja a la
migración más de lo que lo hace la Ley de Ajuste Cubano.
Ningún dirigente político quedará para
semilla, lo más que podrán hacer es sembrarlas en las almas más jóvenes pero
para germinar estas necesitan espacio, necesitan que su voz se oiga y necesitan
ejercer el poder que un día, irremediablemente, estará en sus manos.
Fueron jóvenes los que se alzaron en la
manigua, los que derrocaron a los dictadores Machado y Batista, los que
terminaron con la Enmienda Platt, los que alfabetizaron al país, los que
construyeron la biotecnología y los que curan a cientos de miles de personas
por todo el mundo.
La nación no tiene nada que temer de la
juventud cubana, por el contrario, debería proteger a sus jóvenes, impedir que
se les castigue por ser auténticos o por pretender construir una sociedad
mejor, lo cual es el más sano instinto de la juventud.
Un viejo guerrillero latinoamericano me dijo
una vez que la juventud sin rebeldía es sumisión precoz. Castigar a jóvenes por
ser valientes y expresar lo que piensan es dar rienda suelta a los castradores,
esos que solo pueden convertir a Cuba en una nación estéril.
Gracias, Pánfilo
Cristina Escobar
/ El Toque / https://eltoque.com/blog/gracias-panfilo
18 de agosto,
2016
Estudié
Periodismo en Cuba. Por elección. Es la mejor profesión del mundo. También
aquí. Dos meses después de graduarme estuve frente a un micrófono en la
Televisión Nacional, y yo soy solo una de tantos. He sido testigo de eventos
históricos y he tenido la responsabilidad y la oportunidad de contarlo para una
amplísima audiencia.
Sin embargo, confieso que me gustaría
trabajar en “Vivir del Cuento”. Si tuviera talento para escribir ficción, o
para hacer reír, me encantaría participar en la creación de los guiones de ese
programa, el de más audiencia de la televisión cubana.
Hace continuamente lo que yo quisiera ver
en nuestra prensa. Muestra las contradicciones de nuestra economía, critica al
carretillero que vende comida a un excesivo precio, y relata como nadie la
pesadilla que es la doble moneda. Y llega más lejos todavía: tiene entre sus
invitados al presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, que no se quiso
reunir con la prensa nacional, pero sí asistir al programa humorístico.
“Vivir del cuento” no gusta solamente por
hacer reír. Los cubanos se ven identificados con Pánfilo, el protagonista;
Chequera, el amigo dicharachero; Cachita, la cuentapropista; o Chacón, el adinerado
especulador. Se parece a nuestra historia de todos los días. Contradictoria,
desafiante, austera, cambiante.
Pánfilo es como cualquier cubano que vive
en Cuba y pertenece a esa generación, incluso a otras más jóvenes. Vive
descubriendo los tiempos que cambian, le cuesta, pero va al parque a conectarse
en la Wifi, y de vez en cuando se involucra en algún pequeño negocio, que suele
salirle mal.
Demuestra que todavía queda nuestra más
importante riqueza en la producción audiovisual: el talento de guionistas,
directores y actores. Salen al aire con los mismos recursos que el más
inadvertido de los programas, y sin embargo, el valor agregado que ponen sus
tres guionistas, el exigente director, y sus brillantes actores, dejan claro
que la televisión que gusta se puede hacer siempre que haya una buena idea bien
ejecutada.
Reflejan Cuba con una narrativa que no
encontramos en la prensa. Es verdad que no tienen rigores como la necesidad de
acceder a fuentes siempre esquivas; no se les interpreta como el más oficial de
los discursos; y al final… no importan, es ficción, no es la realidad. Y así,
se llevan la audiencia que yo sueño esté a las 8 de la noche, pero realmente
espera las 8:30.
La verdad, el Periodismo es lo que mejor se
me da, y no me me atrevería a semejante intrusismo, pero, ahora mismo, yo
quisiera trabajar en “Vivir del Cuento”. Porque no lo trajo nadie, ni es un
invento desde los márgenes. Se produce y se transmite por la misma televisión
que cada programa informativo. Si ellos pueden contar la Cuba que cambia,
nosotros también.