sábado, 29 de agosto de 2020

La veleta


 Cuando era niño –11 o 12 años—vi esa veleta en una tienda de la calle San José (que en realidad se llama San Martín), cerca de mi casa. Yo siempre había visto las veletas donde iban: encima de los molinos de viento, halando agua, nunca así de cerca, mucho menos en la vitrina de una tienda, así que me llamó mucho la atención.

Como era el camino que seguía para ir a la biblioteca del Capitolio, veía a menudo la veleta. Un día me animé y pregunté al dependiente su precio. No recuerdo bien lo que costaba –era de aluminio—, creo que 15 o 20 pesos, por lo que estuve algún tiempo reuniendo monedas. Me privé, eso sí lo recuerdo, de unos cuantos cines y algún que otro helado. El día que reuní la cantidad fui a la tienda saltando y la compré. No es que estuviera pensando en cavar un pozo; sencillamente me gustaba la veleta, un curioso artefacto que los vientos movían allá arriba, y me dio por tenerla.

Por entonces vivía en la calle Gervasio, entre Zanja y San José. Allí transcurrió mi adolescencia. Eran los primeros años de la Revolución. Entré al bachillerato, me hice miliciano, me fui a alfabetizar, hice de dependiente en un bar, fui aprendiz de dibujante en el semanario Mella, y después pasé mi servicio militar obligatorio, donde empecé a tocar la guitarra. Viviendo todavía allí, en la frontera de tres barrios habaneros –San Leopoldo, Cayo Hueso y Dragones—, llegó 1967 y me tocó desmovilizarme. Como es sabido, al día siguiente empecé en la televisión.

Un año más tarde me fui a vivir para 23 y 24, en El Vedado, y en mi brevísimo equipaje iba la veleta. La puse en un rincón, como había estado siempre. La verdad es que nunca le hice mucho caso, pero fue una presencia que se me hizo familiar, que me gustaba ver aunque fuera fugazmente, cuando de pronto aparecía.

Viviendo en aquel apartamento compuse muchas canciones, me fui a pescar a África, fui y volví 2 veces a la guerra de Angola, y visité unos cuantos países, todo gracias a mi oficio. Dieciocho años después me mudé más oeste, buscando los árboles y los pájaros que me faltaban desde niño (por no mentar al río). Entre mis libros y cintas estaba mi vieja veleta, siempre con su vaquita, sin destacarse mucho, en el fondo de una caja en la que iban más libros y más cintas.

Los tres lustros que pasé en la Asamblea Nacional, estuvo conmigo la veleta. Empecé el proyecto de los estudios de grabación –y los terminé— con la casi imperceptible pero incesante compañía de la veleta; hice las giras por prisiones con su presencia ocasional; viajé medio mundo y en el año 2000 volví a mudarme. Un día Carmen Cantillo me preguntó para qué quería aquel tareco y me encogí de hombros.

En su discreto rincón esa veleta me acompañó cuando nació cada uno de mis hijos, cuando compuse todas mis canciones, cuando me enamoré, cuando soñaba, cuando venían amigos o se iban. Todos mis perros nacieron y murieron estando ella conmigo. El proyecto Ojalá, mis compañeros de trabajo, la gira por los barrios, el día que Fidel nos hizo la visita.

Hace unos días, por descuido, fue echada a la basura. La mañana siguiente, cuando nos dimos cuenta, corrimos a abrir todos los latones de la calle, pero el camión pasó temprano.

Ojalá alguien la encuentre y la guarde.

miércoles, 26 de agosto de 2020

Carmen Zayas Bazán: ¿furtiva destinataria de Ismaelillo?

Por Emilia Sánchez Herrera*
Ismaelillo, primera colección poética impresa de José Martí, nació con un sino contradictorio: fue un texto programático para el Modernismo hispanoamericano, a pesar de haber sido desconocido, en 1882, por los más sobresalientes integrantes de ese movimiento literario; fue una recopilación hecha con afecto entrañable -estando dedicada al hijo- pero el propio autor, negado a divulgarla, la guardó celosamente, de modo que los pocos volúmenes a los cuales permitiera ver la luz fueron aquellos regalados a escasos amigos  y llevaban una nota explicativa de arrepentimiento por haber sido escritos. Unos han creído que, con esa actitud, el héroe cubano se culpaba por dejar volar la imaginación al margen  de los sucesos urgentes en la guerra libertadora. Otros aprecian el repudio en causas más íntimas.
Martí reconoció Ismaelillo como su primer libro de poemas. Nunca aceptó que se incluyeran, en su producción literaria, los versos anteriores a ese cuaderno, hecho demostrativo de cómo tuvo plena conciencia de la poética novedosa presente en él, de la dimensión imaginaria que allí proponía. Y ello avalaba el convencimiento del autor en su condición de texto-germen, portador de múltiples posibles paradojas.
Se sabe que el Modernismo fue una manifestación cultural constitutivamente contradictoria. Una implícita y particular antinomia ha dado lugar a que su estimación posterior haya sido realizada desde perspectivas divergentes, según los cánones de las épocas sucesivas. Hoy, se  evalúa a partir del discurso sincrético que aceptó diversas culturas en la matriz americana, de la creación de un universo lingüístico modernizante, de la genuina expresión contracultural en la voz criolla contra el proyecto colonizador. El logro modernista se aprecia ahora, sobre todo, por su “experimentalismo estilístico y el re-planteamiento de percepciones de la naturaleza y de la realidad social e individual”[i]Ismaelillo, de José Martí, fue iniciador de esa plurivalencia textual.
En el prólogo del libro, el autor establece que fue escrito para un niño, aunque la dedicatoria se explicita en este sentido: Hijo: espantado de todo, me refugio en ti. / Tengo fe en el mejoramiento humano, en la vida futura, en la utilidad de la virtud, y en ti. Siendo evidente que el mensaje -tanto de ese texto anunciador como de los poemas que lo continúan- está cargado de valores éticos sobrepasadores de la mentalidad infantil, de conceptos complejos manifestados por imágenes muy elaboradas, ¿a quién, en realidad, puede haber dirigido su obra el poeta?, ¿qué persona debía estar vinculada al pequeño José Francisco, entonces de cuatro años, para recibir, de primera mano, cualquier comunicación dirigida a él?. 
Esas palabras no son para un niño, ni tratan sobre un niño. Más bien, quieren declarar (a alguien) lo que significa un niño (el propio hijo) para el hombre que permanece  en una extraña urbe gigantesca, lejos de su tierra y familia. Dan, además, la entrada a unos poemas que excluyen cualquier otra voz que no sea la del padre. Representan el refugio textual de aquel que se siente inmensamente solo. A partir de estos presupuestos, se pudiera pensar que el objetivo encubierto de estos versos era el de conmover a una mujer, Carmen Zayas Bazán, la madre del niño y esposa del poeta, quien le había abandonado desde 1880, y en 1882 estaba en Cuba junto al hijo, mientras Martí vivía la desgarrada experiencia del exilio en Norteamérica, después de una segunda deportación de la patria como consecuencia de los preparativos de la Guerra Chiquita[ii].
El investigador Enrico Mario Santi, en un iluminador trabajo sobre este tema, vincula el nombre del libro con ese asunto. Explica cómo, según el Antiguo Testamento, Ismael -hijo del patriarca hebreo Abraham y de su esclava Agar- sufre junto a su madre dos destierros en el desierto, hasta donde Jehová haría llegar, mediante un ángel, una profecía que dictaminaría la potencia del muchacho en el futuro. Desde entonces, Ismael será el ser humano que logrará encarnar las fuerzas de la naturaleza en las condiciones más difíciles, al punto de vencer el exilio que representaba aquel destierro. De hecho, será el que consiga superar la soledad, el que por la fuerza y la habilidad en el uso del arco se impondrá al destino, representado por el desierto.
De modo que, en la situación familiar de José Martí, la alegoría bíblica era oportuna. Estaba angustiado por el destino de su hijo, quien -según la axiología martiana- no había marchado con su madre al desierto, sino salido de él, de Norteamérica. Dicho de otro modo, Carmen, con su escapada, estaba negando al hijo el cumplimiento de su destino, que era precisamente vivir en el desierto para hacerse fuerte, y el esposo  estaba reclamando su atención y receptividad adulta, a través de la fábula bíblica, para tratar de rescatarla, a ella y al hijo, de una vida eternamente sin sentido. 
En el subtexto del libro martiano cabrían las palabras del ángel mediador, cuando se dirige a Agar: (…) tendrás un hijo y le pondrás por nombre Ismael, porque el Señor escuchó tu aflicción. Será arisco como un potro salvaje; luchará contra todos, y todos contra él, pero él afirmará su casa aunque sus hermanos se opongan[iii]. Se pudiera pensar que la voz de Martí se hizo eco de aquella profecía y que él, ubicado en la posición del mensajero que hablaba a la madre y no al hijo, quería mostrar cómo, si ella privaba al niño de su destino, también se estaba alejando del suyo, que no era otro que vivir al lado del hombre que reclamaba, de modo indirecto, su compañía.
Ismaelillo, por tanto, podría ser el libro escrito para la camagüeyana Carmen Zayas Bazán, quien por su parte, en carta fechada el 21 de marzo de 1882 -el mismo año de la aparición del libro- solicitaba desde Cuba la atención del esposo, para ella y su descendencia. Allí manifestaba: Sólo te diré que una vez que acepté esta pobreza tuya y fui conforme con los riesgos que traía consigo, y Guatemala es testigo de lo que en ella sufrí, contenta de lo que después vino no lo he sido jamás, porque creo, sin duda equivocada a tu juicio, que no era hora de sacrificios sin frutos, ni justo ante ninguna conciencia, prescindir de deberes que no podían cumplirse al mismo tiempo que ese otro ideal tuyo.[iv] Es evidente que, a pesar de los reproches que mediaban entre la pareja, ambos trataban de justificar sus actitudes con la intención de limar asperezas. La reconciliación llegó ocho meses después de la publicación de aquel libro.
Y son muy ilustrativos los recursos literarios presentes en Ismaelillo, atendiendo a supuestos propósitos aproximativos de Martí hacia Carmen. En primer orden, los poemas exponen con claridad la necesidad afectiva que él tenía de sus seres más queridos:
Mi mano, que así embrida/ Potros y hienas,/ Va, mansa y obediente,/ Donde él la lleva (…) Su sangre, pues, anima/ Mis falcas venas:/ ¡Con su gozo mi sangre/ Se hincha o se seca (“Príncipe enano”)
¡Un niño que me llama/ Flotando veo! (“Sueno despierto”)
Y yo doy los redondos/ Brazos fragantes,/ Por dos brazos menudos/ Que halarme saben,/ Y a mi pálido cuello/ Recios colgarse,/ Y de místicos lirios/ Collar labrarme/ ¡Lejos de mi por siempre,/ Brazos fragantes! (“Brazos fragantes”)
Por las mañanas/ Mi pequeñuelo/ Me despertaba/ Con un gran beso  (“Mi caballero”)
 Mi espíritu encendido/ Me echa a raudales/ Por las mejillas secas/ Lágrimas suaves (“Musa traviesa”)
Mas yo vasallo/ De otro rey vivo,/ Un rey desnudo,/ Blanco y rollizo (“Mi reyecillo”)
Así mis pensamientos/ Rebosan en mí vívidos,/ Y en crespa espuma de oro/ Besas tus pies sumisos (“Penachos vívidos”)
Tú flotas sobre todo,/ Hijo del alma (…) No es, no, la luz del día/ La que me llama,/ Sino tus manecitas/ En mi almohada./ Me hablan de que estás lejos/ ¡Locuras me hablan! (“Hijo del alma”)
Pero voy triste/ Porque en los mares/ Por nadie puedo/ Verter mi sangre (“Amor errante”)
Es que un beso invisible/ Me da el hermoso/ Niño que va sentado/ Sobre mi hombro (“Sobre mi hombro”)
No temo yo ni curo/ De ejércitos pujantes,/ De tentaciones sordas,/ Ni vírgenes voraces/ Él vuela en torno mío,/ Él gira, él para, él bate (“Tábanos fieros”)
Dos alitas blancas/ Que llenas de miedo/ Temblando me llaman  (“Tórtola blanca”)
Dígame mi labriego/ ¿Cómo es que ha andado…? (“Valle lozano”)
Mas está ausente/ Mi despensero,/ Y de otro vino/ Yo nunca bebo (“Mi despensero”)
Traidor! ¿Con qué arma de oro/ Me has cautivado? (“Rosilla nueva”)
Con idéntico sentido, en todo el libro el poeta utilizó, en regidor y considerable número, términos femeninos que sugerían en los textos una transferencia de valores masculinos hacia el área semántica del género opuesto, atendiendo a que, generalmente, la carga ética positiva descansara en las designaciones femeninas (hecho enfatizado, a la vez, desde la posición contraria, pues los valores masculinos con frecuencia llevaban signos negativos), lo cual propugnaba, subliminalmente, una estimación amable de la mujer, sin siquiera mencionarla[v]. Se puede comprobar el procedimiento desarrollado por Martí, específicamente con respecto a los sustantivos, en los quince poemas del cuaderno:
·       “Príncipe enano” destaca fiesta, quedejas, corona, almohada, espuela, mano, nieve, sangre, senda, cueva, imagen, sombra, nubes, armas, pelea, banda, onda y vida, a favor de la idea del regreso del hijo.
·       “Sueño despierto” utiliza espumas y arenas para solicitar la presencia del niño ausente.
·       “Brazos fragantes” subraya rosa, sangre, sienes, plumas, aves, piel, mariposas, alas y carnes como denominaciones  que perfilan el abrazo ansiado. 
·        “Mi caballero” objetiva el recuerdo de pasados encuentros  en mañanas, horcajadas, bridas y espuelas.  
·       “Musa traviesa” proclama al hijo, como esencia de la creación, a partir de musa, alas, musilla, nubes, boda, luz, vida, sangre, tierra, montaña, alba, mejillas, mirra, puerta, lágrimas, risas, alma, mariposas, hojas, plumas, águilas, ideas, caja, tintas, mesa, onda, manos, péñola, sed, pureza, taza, carnes, escala.
·        “Mi reyecillo” usa tierras, frente, lealtad, espalda para justificar la enseñanza que el padre quisiera trasmitir.
·        “Penachos vívidos” insiste en la angustia permanente por la falta del niño, dada por taza, burbujas, playas, mañana, carreras, espumas.
·        “Hijo del alma” hiperboliza al recuerdo supliendo la separación, por  alma, noche, oleadas, alba, espuma, aguas, puerta, sombra, calma, penas, alas, flores, mañana, manecitas, almohada, locuras, cosas, tierras, olas, frente, mano, estrellas, miradas.
·        “Amor errante” postula la apremiante necesidad de la compañía desde olas, carnes ciudades, sangre, ondas, nubes, joyas, voz, frente, brisas, mejillas, alas, sombra, flores, aves
·       “Sobre mi hombro” reitera la urgencia de la presencia del pequeño con sienes, penas, tormenta, mano.
·        “Tábanos fieros” presenta al hijo como el más definitivo recurso de salvación, valiéndose de trompa, horda, envidia, carne, moneda, honra, armas, copa, manos, mirra, virgen, espada, caterva, nieves, gotas, nubes, muchedumbre, tierra, niebla, raíces, faldas, alas, almas, hopa, astas, aspa, carne, fauces, falanges, lágrimas, voces, agua, sangre, polvareda, corazas, hierba, sierpes, flámulas, grietas, derrota, orilla, tentaciones, vírgenes, clava, lluvia, chispas, dagas, abeja, tropa, vía.
·        “Tórtola blanca” remite a la añoranza  por alfombra, luces, sala, otomanas, alas, alma, danza, fiera, copas, espuma, manos, palomas, águilas, palabra, cárcel, vida, risas, lava, llamas, violas, gentes, mariposas, alfombra, tórtola, champaña, fiesta, alitas.
·        “Valle lozano” exige el vínculo amoroso a través de noche, flores, tierra, dagas, manos.
·        “Mi despensero” establece el valor absoluto de la ausencia desde bolsa, copa.
·        “Rosilla nueva” expone la ternura hacia el niño a partir de arma, coraza, nieve, rosillas.
Con idéntica perspectiva usó Martí  la marca femenina en la simbología de corte modernista que él mismo inaugurara: “la almohada” será el descanso para la reflexión, “la espuela” un incentivo para la espera, “la mano” una personificación del hablante hombre, “la sangre” la confirmación de la voluntad y el espíritu, “la rosa” una vida nueva, “la pluma” el arma o la idea, “la luz” el destino o el refugio, “la taza” o “la copa” el continente bello de lo bueno, “las alas” la protección y la libertad.
Es ilustrativo para el tema cómo se contraponen, en Ismaelillo, esos conceptos positivos y negativos dentro de la poética martiana, caracterizada por incorporar lo ético a lo estético. Tomando como ejemplo sólo un texto, el emblemático “Príncipe enano”, se observa, desde la apreciación particular del sujeto poético, que:
·       los ojos lejanos (del niño) se convierten en (las) estrellas (que pueden volar, brillar, palpitar y relampaguear)
·        el hijo ausente representa (la) corona, (la) almohada, (la) espuela
·        el lóbrego antro (dado por la separación entre padre e hijo, con la consecuente  soledad del primero) es iluminado por (una) pálida estrella con fulgor de ópalo (modernista objetivación de la presencia ausente)
·       el sol (desde su valencia de fuerza agresiva) se puede transformar en (las) nubes que parezcan (unas) bandas de colores y de batallas
·       el niño en sí mismo encarna (una) fiesta
En una superior gradación de subjetivivad, el autor optó por hacer un cambio arbitrario de género dentro de la construcción de sus tropos, a fin de garantizar que el valor de lo femenino, con intención afectiva, quedara subrayado en el libro: “Él” (referido al hijo) se convierte en “(la) abeja”, “diablillo con alas de ángel” pasa a ser “(la) musa”, “diablo ángel” será “(la) musilla”, “el hijo” es “(la) Poesía”.
La convivencia entre José Martí y Carmen Zayas Bazán fue breve, de apenas seis años. Entre 1877 y 1891 tuvo la pareja tres separaciones que parecen haber obedecido a las grandes diferencias en sus perspectivas vitales. Pero la historiografía, privilegiando al hombre patriota y creador, no ha sido totalmente justa con la mujer. En la biografía que escribiera Jorge Mañach sobre Martí, se lee que, mientras él escribía Ismaelillo, inmerso en el desarraigo, las necesidades y la soledad, “allá en la casona paterna del Camagüey, entre el resplandor de las tinajas, Carmen recordaba sin entusiasmo los días grises y fríos de Brooklyn, los meetings que le sustraían al esposo, el hogar difícil”[vi].
Sin embargo, la vida no parece haber sido, tampoco para ella, color de rosa. Carmen tuvo que afrontar, junto al hijo, penurias económicas y morales, tanto en Cuba como en el extranjero, sin protección familiar alguna. En una epístola de 1886 destinada al esposo, después de casi tres años de subsistencia común, escribió: “(…) cuando me casé con usted hasta de mis pequeños gustos prescindí, y anulé de tal manera mi personalidad que cualquiera hubiera sospechado no era yo capaz de un pensamiento propio; lo que hice al principio por placer, llena del amor inmenso que le tenía, mi abnegación de madre me dio fuerzas para llevarlo a cabo después (…) desde que supe que su alma no entendía la mía no me creo con el derecho de pedir nada (…) quise venir, pues eran muchos los tormentos que en un país extraño sin amigos sin conocer el idioma y enferma sufría (…) Puede usted siempre tenerme no respeto, pues de usted más que de nadie merezco admiración. De mi hijo esté tranquilo, en mi alma no caben miserias, lo enseñaré a que lo ame siempre”[vii]. Hay hechos que hablan por sí solos. Al conocer la muerte de Martí, ella no dudó en reclamar la entrega de sus restos a las autoridades españolas, ni en denunciar, a través de la prensa, el manejo sucio que con ellos se haría. Una carta pública suya lo confirma:
“La Habana, el 23 de mayo de 1895
Sr. Director de La Lucha
Muy señor mío:
Ya que aparece en ese periódico la solicitud de una conferencia que pretendí con el señor General Arderíus, acto que suponía esencialmente privado, ruego a usted publique también que lo que me proponía obtener de aquella autoridad era que nos facilitara, a mi hijo y a mí, el modo de conseguir el cadáver de mi marido, para hacerlo enterrar en el panteón de mi familia, y quedo a sus órdenes, s.s.q.b.s.m.,
Carmen Z. de Martí” [viii]
Esa viuda del héroe no desmayó hasta recopilar la papelería dispersa del escritor, para darla en custodia a Gonzalo de Quesada y Aróstegui. Es la misma producción que originó las actuales Obras Completas. No hay que dudar de que el Apóstol reconociera la definida personalidad de su esposa. En una misiva de 1881, precisamente por los días en que preparaba la impresión de Ismaelillo, desde Nueva York le comunicaba: “(…) Cuando te miro y me miro, y veo qué terribles penas ahogo, y qué vivas penas sufres, me das tristeza. Hoy, sobre el dolor de ver perdida para siempre la almohada en que pensé que podría reclinar mi cabeza, tengo el dolor inmenso de amar con locura a una tierra a la que no puedo ya volver. (…) Pero no he de cometer la injusticia de pedirte que estimes una grandeza meramente individual, secreta e improductiva.”[ix]
Un escritor con mayúsculas como José Martí, quien inauguró  variados recursos de modernidad, exige interpretaciones infinitas. En su obra poética “hay que acostumbrarse a la presencia de estructuras textuales -tanto ideológicas como estilísticas- conflictivas, ambiguas, antitéticas, o de signo velado”[x]. Lo innegable, en Ismaelillo, es que los motivos poemáticos exponen un requerimiento amoroso urgente que bien pudiera trascender al hijo para dirigirse hacia la mujer con la cual el poeta había unido su vida. Quizás por ello le disgustara que este libro, luego de impreso, fuera conocido. Cabría suponer, también, que su proyección masculina se resintiera después de mostrar aquel reclamo. Para el futuro, quedó en el libro el balbuceo humano dentro de bellísimos versos renovadores.

[i] Iván Schulman: “Discursos de transformación, textos metafóricos”, en: El Sol en la nieve: Julián del Casal. La Habana, Casa de las Américas, 1999, p. 10
[ii] La proposición de esta idea, con argumentos plausibles, la presenta Enrico Mario Santi en su trabajo “Ismaelillo, Martí y el Modernismo”, en Revista Iberoamericana, número 137, Oct-Dic, 1986. Por su contundencia e interés, le he seguido la pista. Santi propone la comprobación de su interpretación en otro libro martiano, Versos Sencillos de 1891, cuando ya la ruptura matrimonial era definitiva, y aparece nuevamente, en el poema XLII, la figura de Agar. Allí, ella ha recibido una “perla triste” que aborrece y echa al mar, aunque luego clame por su regreso. ¿Quiso expresar Martí, en este poema, las actitudes irreconciliables entre él y Carmen? ¿Era la “perla triste” una objetivación del sentimiento martiano? 
[iii] La Biblia: Antiguo Testamento. V. 16 y 21.
[iv] Fragmento tomado de “En defensa de Carmen Zayas Bazán” de Gina Picart. Trabajo impreso.
[v] Este detalle está sólo mencionado por Santi en su artículo
[vi] Jorge Mañach: Martí. El Apóstol. La Habana, Ed. De Ciencias Sociales, 1990, p 142. Tanto se acuñó esta versión de Carmen que en la correspondencia de Gabriela Mistral a Mañach aparece el comentario siguiente sobre la estancia del héroe en Guatemala: “(…) que Martí había vuelto al país con…aquella horrible señora. (¿Es mexicana esa señora Bazán?)”. Ver Cira Romero: Quiero que me quieran. La Habana, Ed. Arte y Literatura, 2009, p. 298.
[vii] Gina Picart. Ob. Cit.
[viii] Idem.
[ix] José Martí: Obras Completas, tomo 20. La Habana, Ed. Nacional de Cuba, 1965, p. 488. En 1891, luego de la separación última del matrimonio, Martí publicó Versos Sencillos, libro que contenía la estrofa siguiente: “Rápida como un reflejo,/ Dos veces vi el alma, dos:/ Cuando murió el pobre viejo,/ Cuando ella me dijo adiós.” Según un comentario de Gabriela Mistral, Martí había explicado a su amigo Luis Baralt que la imagen se debió a dos momentos especiales de su vida: al morírsele el padre y al separarse de la mujer que lo quiso. Ver: Cira Romero. Ob. Cit., p. 265.
[x] Iván Schulman define, en este sentido, Modernismo y  modernidad: Ob. Cit., p. 15.
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*Emilia Sánchez Herrera: poeta y ensayista camagüeyana, graduada de Filología en la Universidad Central de Las Villas, Master en Cultura Latinoamericana. Trabajó como asesora en Radio Cadena Agramonte y como profesora en la Universidad de Camagüey.

martes, 25 de agosto de 2020

Ciclónicos errores

Por Giordan Rodríguez Milanés

¨¿Dónde se metió Paloma?¨

¨Paloma voló¨.

Eran las dos frases que más nos soltaban por teléfono nuestros oyentes un día de noviembre del 2008. Al mediodía, luego de terminar de dirigir el noticiero radial Granma en la Noticia, con el actual Premio Nacional de la Radio Ernesto Martínez Robles y la locutora Argelia Verdecia, nos encerramos en el estudio número dos a realizar los mensajes más tétricos y espeluznantes, probablemente, de toda la historia de la radiodifusión cubana. Así nos lo había pedido el entonces primer secretario del PCC, Luis Rafael Virelles Barreda.

Y no era para menos, ¨Paloma¨ era un huracán categoría 4, que se acercaba al golfo del Guacanayabo. Los modelos de pronóstico daban que entraría por un lugar entre la costa de Manzanillo y la desembocadura del rio Cauto. ¨Tírenle fotos a la ciudad, porque después de hoy no va a ser la misma. Habrá que reconstruirla después de hoy¨, decía Virelles por los micrófonos de Radio Granma alrededor de la dos de la tarde.

Había terminado de editar los mensajes propagandísticos y, ante la duda de Pedro Espronceda, director general de Radio Granma en aquellos momentos, de que podían ser muy fuertes y crear pánico, se los pusimos al dirigente partidista. Éste nos dijo: ¨Esa es la cosa. Hay que meterle miedo a la gente porque la gente no cree. Por Manzanillo hace un montón de años no pasa un huracán, y aquí nadie sabe bien lo que es eso. Hay muchos resistiéndose a la evacuación en un municipio con más del sesenta por ciento del fondo habitacional en regular o mal estado. Y Paloma viene con vientos de más de 200 km/h sostenidos¨. Lo había dicho el Doctor Rubiera en el noticiero de la una de la tarde. ¨Y Rubiera no suele equivocarse en cuestiones de huracanes¨.

Había otras dos razones para que los manzanilleros se portaran incrédulos. Una de orden antropológico: los babbalaos y espiritistas más afamados de la zona –pródiga en tales sacerdocios- aseguraban que nada iba a pasar. Muchos ancianos sostenían que nuestra ciudad estaría protegida por La Campana de La Demajagua y los espíritus de los negros liberados por Céspedes el 10 de octubre de 1868, caídos en el primer combate mambí contra los españoles.

La segunda razón: un garrafal error profesional de este servidor, cometido tres años antes, en el 2005. Era el 18 de julio y se acercaba el huracán Denis. El doctor José Rubiera había dicho en un parte matutino que era poco probable afectara el sur de Granma, aunque una posible trayectoria del cono daba cierta posibilidad. Estábamos en fase de alerta decretada por la Defensa Civil, pero la prioridad editorial era darle cobertura a una asamblea en la que participaba Machado Ventura en la Facultad de Ciencias Médicas. El periodista Pedro Vera Portales dudaba de la apreciación de los especialistas. Llamó por teléfono al operador del Radar de Pilón, y grabó su respuesta: ¨ ¿¡Qué no viene para arriba de nosotros!? Si estoy viendo a ese animal que nos va a dar un…¨ Hubo que editar, claro. Fuimos nosotros desde Radio Granma quienes dimos la alarma a los municipios costeros, a pesar del inmediato regaño de las autoridades del ICRT provincial de entonces y de la esfera ideológica del Partido. En Niquero había un apagón para la zona de su emisora, y la verdad es que no había ninguna percepción del peligro. Tampoco en Pilón. Es sabido que el huracán Denis sorprendió a esos municipios cuando tocó tierra cerca de Cabo Cruz y siguió hacia el oeste. Dejó 14 muertos en Granma por lo que, como resultado de un informe de la jefatura del Ejército Oriental sobre las causas, se procedió a actualizar los planes de defensa civil ante huracanes. Mi error garrafal no fue por lo que nos regañaron a Vera Portales y a mí. Dar a conocer lo que nos había dicho el operador del radar de Pilón, sin pedirle permiso a nadie, estuvo bien y lo volvería a hacer en circunstancias similares. (Por cierto, en un siguiente parte extraordinario el Doctor Rubiera rectificó)

Mi error fue, precisamente, por lo que no nos regañaron.

Sobre las nueve de la noche en Manzanillo sólo llueve y hay viento de tormenta. Dirijo la cobertura especial desde la cabina de Radio Granma. Georgina Mendoza, entonces subdirectora de programación de la emisora, hace la locución y apoya con la coordinación y el manejo de la retroalimentación por los teléfonos. No tenemos redes sociales. Comenzamos a recibir llamadas desde el reparto La Pesquera: ¨El mar se está retirando¨, ¨el mar se está retirando¨. Alguien dice: ¨Eso fue lo mismo que pasó cuando el ciclón de Santa Cruz¨. Georgina llama al Consejo de Defensa Municipal y nos orientan avisarles a todos los vecinos de las zonas cercanas al litoral. Van a ser evacuados con urgencia. Llamo a Vera Portales a su casa, y le paso la información para que la diera de último minuto. Vera Portales da la noticia pero, como los manzanilleros somos tan descreídos con los ciclones, considero que el periodista no ha sido convincente. Al rato lo vuelvo a llamar y le pido que reitere y suba la parada, que tengo reportes de que la gente está metida en la zona que habitualmente ocupa el mar sacando crustáceos del fango. Ahí metí la pata. Vera Portales, una leyenda viva del periodismo radial manzanillero, un maestro de la oralidad, subió el tono, se puso dramático, hasta inclusive se refirió al tsunami ocurrido en Asia en diciembre del 2004, lo cual estaba muy fresco en la mente de las personas.

¡Lo que se forma en Manzanillo esa noche! Miles de manzanilleros abandonan sus casas y, sin esperar los ómnibus que enviaría el Consejo de Defensa, salen a pasodoble para las alturas de la ciudad. Cargan las pertenencias que podían en lo que podían. A esa hora el realizador Eduardo Bertó Vieto va camino a la emisora, a relevarme. Cuenta que se apura una familia calle Maceo arriba, cargada de cosas, y en una carretilla llevan el televisor y un cerdo cuando, de momento, una de las mujeres grita: ¨ ¡Mamá, fulano!… ¡Hay que virar que se nos quedó mamá!¨. No sé si sería una broma de Eduardo. Llega al estudio empapado y muerto de la risa.

Al cabo de unos minutos nos llama el radialista Héctor Reina Matos, que es licenciado en Geografía, y nos explica que el mar volverá poco a poco, y que no tiene nada que ver con posibles penetraciones del mar por surgencia, ni mucho menos con tsunamis. También Hilario Iglesias, padre de la realizadora Yasmina Iglesias, me saca del disparate. Me explica que ese fenómeno se da cuando el viento sopla muy fuerte en zonas costeras de poca profundidad, en dirección contraria al sentido de las olas. Y que el nivel del mar volvería a donde siempre gradualmente pues el huracán se iba a alejar de la costa. Luego el Doctor Rubiera también lo aclara.

Al amanecer la gente la emprendió con nosotros ¨los mentirosos esos de la emisora que viven asustando a uno¨, entre choteos y reconvenciones. Cuando en la Mesa Redonda de esa tarde, Fidel le preguntó a Lázaro Expósito por Manzanillo, éste respondió que ¨hubo un poco de pánico¨, y el Comandante replicó: ¨No Lazarito, yo conozco a esa gente de Manzanillo, no son gente de pánicos. Ninguna medida preventiva estuvo demás¨. Supongo que eso me salvó de que me botaran de la radio, once años antes.

Pero no nos salva de la falta de credibilidad entre los manzanilleros en asuntos de tormenta. Por eso, tres años después, ante la apreciación de los meteorólogos de que el huracán Paloma llegaría con fuerza 4 al Golfo de Guacanayabo, y la opinión de las autoridades de que arrasaría con la ciudad; realizo la propaganda más espeluznante de mi vida. Pero a las dos y media de la tarde en Manzanillo no hay ni una brisita platanera, y el sol campea por su respeto. Y Pedro Espronceda llamándome a la cordura, a pesar de ir en contra de lo orientado por el Primer Secretario. ¨Vamos a poner primero los mensajes menos fuertes¨. Y le hago caso. Y menos mal que le hago caso porque al rato me llama Hilario, igual que tres años antes, que es geógrafo y había sido Primer Oficial de la Flota Atunera, y me dice:

¨No te lances, que esa Paloma se le perdió a todos los colombófilos¨. ¨Compay, pero Rubiera y el Observatorio de la Florida dicen que viene con fuerza cuatro para arriba de Manzanillo¨

¨Que yo te digo que se le perdió a todo el mundo, muchacho. Si ese bicho viniera por el Golfo, con la posición que dieron en el parte del mediodía, ya aquí estuviera lloviendo y hubiera vientos. No te lances¨.

Y no me lancé aquel día de noviembre. Menos mal porque Paloma voló, y apareció como a las dos horas por Santa Cruz del Sur con fuerza 3 y debilitándose debido a la cizalladura del viento por una vaguada superior. Lo recordé la noche en que Laura salió al mar por Manzanillo, y en casa ni nos despeinamos. Y en la mañana muchos manzanilleros, otra vez, que si ¨por aquí no pasan ciclones¨, que si ¨La Campana de La Demajagua nos protege¨.

Hasta el día menos pensado.

domingo, 23 de agosto de 2020

Creer o no creer

Por Ernesto Padrón
Resulta que los médicos cubanos de la Brigada Henry Reeve son “espías”, “esclavos”, “falsos médicos” y “la principal fuente de ingresos del régimen cubano”. No sé cómo se las arreglan los miembros de la brigada para hacer espionaje, organizar actos subversivos y al mismo tiempo curar a los heridos por terremotos o huracanes, o a los enfermos de Ébola, Cólera o Covid19. Yo me rompo la cabeza y no acabo de entenderlo.
Si a esa diversidad de funciones le suman que lo hacen obligados —recuerden se trata de trabajo esclavo—; y que no poseen toda la preparación médica necesaria, entonces el asombro me obliga a preguntar: ¿Cómo se las arreglan para tener esa cifra tan enorme de consultas, operaciones, vidas salvadas y acciones de prevención de salud? 
Por otro lado, en las fotos no se les ve cara de esclavos aterrorizados.  Recuerdo incluso al médico de la brigada que enfermó de ébola en África, el cual al curarse regresó a continuar combatiendo la enfermedad… ¿Alguien me puede explicar eso? ¿Y qué me dicen de sus familiares? Se les ve muy orgullosos, en vez de atormentados por la violación de los derechos humanos de sus padres, hijos, esposas o esposos. Esas actitudes me desconciertan. 
Pero sigamos con el razonamiento: si Cuba les cobra tanto dinero a esas naciones que ayuda —recuerden que es su mayor fuente de ingresos— ¿cómo es posible entonces que sean más de sesenta países, la mayoría pobres, los que soliciten esa colaboración médica? Y para colmo, ahora con la pandemia de la Covid19 hasta países desarrollados han cometido ese sacrilegio. 
¿Será que las acusaciones de Trump, Pompeo, Bolsonaro, Lenín Moreno, la Áñez y la prensa replicadora son una colosal MENTIRA? No, no puede ser. Se trata de gobernantes, electos o golpistas, que defienden la democracia, los derechos humanos, la justicia social, y son paladines de la salud púbica. Más bien devotos de la salud pública. Nada más observar lo bien que combaten la pandemia. Y la prensa de esos países no publica nada que no tenga una base. Sus periodistas siempre buscan pruebas y jamás fabrican mentiras por el puro placer de complacer a los ricos dueños de esos medios.  
Hasta vi un dibujo en uno de esos periódicos donde un campesino pobre intentaba pagarle a uno de los médicos cubanos; y este, aterrorizado le hace señas, pues detrás de él tiene a una especie de comisario político que lo está vigilando. Esa caricatura hizo que se me enredaran más los razonamientos: ¿Los campesinos pobres tienen dinero para pagarse un médico? ¿La plantilla de la brigada también tiene un personal para vigilar a los médicos? Eso quiere decir que cuando envían ciento cincuenta galenos, la mitad son comisarios políticos? ¿O hacen multioficio? 
Pero aquí me acecha otra interrogante: si se trata de una campaña de difamación contra los médicos cubanos ¿a qué se debe? ¿Cuál es la causa? ¿Les duele el ejemplo de este pequeño país? ¿Será que esa bondad y solidaridad hieren profundamente las bases del capitalismo? ¿Por qué esos gobiernos tan defensores de los derechos humanos no preparan unas brigadas médicas —con las condiciones que tanto pregonan— y las envían a los países más necesitados por la pandemia? ¿No pueden? 
Pero finalmente mi desconcierto mayor ha sido cuando me enteré de que la Brigada Henry Reeve está propuesta para recibir el Premio Novel de la Paz. ¡Y la cantidad enorme de personalidades, organizaciones sociales y personas de todo el mundo que están apoyando esa iniciativa! ¿Es que el mundo se ha vueto loco? 
Sinceramente, no lo creo.

jueves, 20 de agosto de 2020

Guillermo por las otras islas: Mallorca e Ibiza[1] (1998-2009)

Según su documento nacional de identidad Guillermo Rodríguez Rivera nació en Santiago de Cuba el 1 de agosto de 1943. Él siempre dudó de la veracidad del día: “Mi mamá me dijo que fue el 21; y ella estaba allá”. 
Por Gonçal López Nadal 

Ivan de la Nuez,  Carlos Barbáchano,  Reinaldo Gonzalez,
Olga Cabrera, Julio Carranza y Anabel Rodríguez, Sept 1998
En la primavera de 1998 recibí de la Dirección de la Cátedra Iberoamericana de nuestra universidad balear el grato encargo de organizar el evento: “Cuba, 100 años después”.   De inmediato me puse en ello y acudí a mis amigos cubanos -el geógrafo Ramón Estévez Pazó y la historiadora Gloria León- y mi primo el diplomático español Rafael Dezcallar, para recabar asesoramiento. Fue Ramón quien me habló por primera vez de Guillermo Rodríguez Rivera.   Pasados casi veinte años, en la tarde del 17 de mayo de 2017, un mensaje telefónico de Ramón me notificaba su fallecimiento.
Conocí a Guillermo a principios de julio del 98. Nos citó Gloria en su bonita atalaya del Malecón, un lugar muy adecuado pues propiciaba lo que meses después comprobaría embelesado por la declamación que el maestro nos regaló en Palma. A ella regresaré tras una introducción sobre aquella cita. De tal foro, que yo sepa, nada se ha escrito sino solo con carácter estrictamente privado[2]. Mucha más repercusión tuvo una actividad previa similar celebrada en Madrid en a finales de noviembre de 1994: Esta, bajo el cartel de “La Isla Entera”, reunió a unas dos docenas de poetas cubanos -entre ellos, Guillermo Rodríguez Rivera- residentes dentro (13) y fuera (11) de la isla. Su coordinador fue Carlos Barbáchano, Agregado Cultural en la embajada española en La Habana; sus sedes fueron la Universidad Complutense y la Casa de América[3]. Dicha tribuna sería el germen de la revista Encuentro de la cultura cubana cuya andadura (54 números) discurrió entre el año 1996 y el 2009.  
Sin otras intenciones que las meramente reivindicativas -aquella fue mi primera actividad con Cuba como motivo y telón de fondo- creo debo señalar la identidad de los contribuyentes para constatar el alto nivel del coloquio. Acompañaron a Guillermo y a Gloria: el politicólogo Roberto González, los historiadores Jordi  Maluquer de Motes, Olga Cabrera  y Eusebio Leal; el economista Julio Carranza, los escritores Abilio Estévez, Carlos Barbáchano,  Reinaldo González e  Iván de la Nuez, el periodista Román Orozco, la antropóloga Natalia Bolívar, el sociólogo Juli Busquets, el experto en cooperación José Manuel Iglesias Caruncho, el diplomático Rafael Dezcallar y el exembajador de Cuba en España y por entonces Rector del ISRI[4], Oscar García. De Madrid llegó para escucharlos y participar activamente Anabel Rodríguez. Estuvieron muy cercanos -aceptaron asistir sin poder llegar a hacerlo-: Alfredo Guevara, Ion de la Riva y Mauricio Vicent. Agradecieron la invitación, pero desistieron por razón de agenda Monseñor Carlos Manuel de Céspedes, Jesús Díaz y Eliseo Alberto "Lichi". Hubo un veto no reemplazado: Alejandro Durán. 

Como no podía ser de otra manera, las ponencias suscitaron vivos debates; Los moderadores nos las veíamos apenados para poner freno a tanta apreciación mayormente apasionada. Las sesiones proseguían en el almuerzo en la misma sede y acababan cuando el portero del Centre Cultural “Sa Nostra” amenazaba con encerrarnos con lo que se echaba a perder la cena en el hotel Saratoga que acogía a los expedicionarios. De lo allí sucedido, que, repito, fue mucho y muy bueno, yo destacaría especialmente tres momentos: el tiempo extra solicitado por buena parte de los presentes para alargar sin límite la exposición del proyecto económico de una Cuba forzosamente independiente: todos fueron oídos ante la precisa oratoria de Juli Carranza[5]. El intercambio de pareceres entre voces tan brillantes, dos primeras espadas, como la de Eusebio Leal e Iván de la Nuez; el silencio se podía rasgar con una navaja. Y la lectura, en tono grave, tierno, cálido y directo, del comienzo del ensayo En el camino de la mar que posteriormente sería rebautizado, Nosotros, los cubanos por su autor, Guillermo Rodríguez Rivera. Su voz, con sus compases y silencios muy bien medidos, dejó a la audiencia del todo engatusada. Muchos conferenciantes sabían de sus dotes seductoras; los otros las percibimos aquella tarde de una Palma ya casi otoñal.
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Guillermo, Sussita y yo, Son Comparet 2007 
En algo más de una década, entre finales del 1998 y octubre del 2009, Guillermo anduvo por las islas Baleares en otras cuatro ocasiones.  En realidad, le faltó asentar sus reales en Menorca y Formentera.  Tras su primer desembarco en el encuentro citado, en el otoño del 2001Guillermo aterrizó en Palma para impartir un curso en calidad de profesor visitante en el departamento de filología española, latín y lenguas modernas de nuestra universidad. Sus clases versaron sobre la poesía contemporánea en América Latina. La universidad se encuentra en la carretera de Valldemossa, a 7,5 quilómetros del centro de Palma, A diario se trasladaba en autobús tomándose un largo tiempo por la consabida lentitud de su caminar. Nunca emitió la más mínima queja; antes lo contrario, supo desenvolverse a la perfección. Y eso que, para llegar a su residencia, una pensión demasiado convencional regida hábilmente por una andaluza muy dadivosa y de grandes alegrías, debía subir un número considerable de escalones. Fueron sucesivas las ocasiones que me deleitó haciéndome el cuento de la vida cotidiana en la casa. Sus descripciones eran muy vivas y, sobre todo, verdaderamente ocurrentes; desternillantes, incluso. A buen seguro, la jodedera debía ser el menú diario ya que con su sorna y satería habitual lograría extraer los misterios más divertidos de quienes componían aquel habitáculo de la calle Jardín Botánico, junto a la Misericordia, frente al mismísimo Cristo de la Sangre. Durante sus días en Mallorca, más de un fin de semana lo pasó en nuestra casa de Son Servera, "Son Comparet"; ahí fue testigo de aquellos restos del naufragio que generó un huracán absolutamente imprevisible que nos golpeó de lleno acabando con casi todos los árboles -cipreses en la casa, pinos fuera- y tejados, setos, postes eléctricos y telefónicos. El panorama era impropio de un lugar tan celosamente protegido por la mano de Dios, como lo es la isla de Mallorca. Él, que conocía sobradamente las caricias de tales fenómenos en un Caribe que no puede sustraerse a ellos, quedó asombrado ante la magnitud del daño. Solo las conversaciones, imperecederas, y el buen humor lograron disfrutar del mejor ambiente para resistir tanto estropicio.
No fue por ello, sin embargo, que Guillermo tardó en volver a aterrizar en Palma. Pudo haberlo hecho antes, concretamente en el verano del 2006 pero el proyecto para el que venía como gran experto y maestro de ceremonias -el curso que él mismo  bautizaría  “De Cuba traigo un cantar” se vio lamentablemente abortado por mor de la logística aérea: pese a haberlo negociado previamente, la compañía Air Europa no ofreció los precios pactados de ida y vuelta en una semana y el regreso del trío residente en Cuba (Guillermo y  Leonardo Padura en La Habana  y Miguel Ángel Castro Machado en Baracoa) iba a demorar cuatro semanas[6]. principios de julio, me encontraba en La Habana y tras consultas al maestro en “La quimera del Oro”[7], debimos ceder a los imperativos de la realidad, teniendo que dar por suspendido aquel simpático curso de verano[8]. La espinilla musical, sin embargo, reverdeció antes de que acabara el año y de nuevo nuestras presiones al (así llamaba Guillermo a Toni Bennassar, Director de la Cátedra Iberoamericana de la Universitat de les Illes Balears) dieron sus frutos. Se repetiría la idea inicial, pero en formato más constreñido: dos maestros lidiarían durante tres sesiones matinales, un total de 12 horas sin apenas intermedios.
Un nuevo seminario de título conveniente por razones meramente académicas -“El Ajiaco cubano en la música y en la literatura”- convocaría para la primera semana de mayo a dos maestros cubanos, uno anclado en la Habana, Guillermo. Otro, Abilio Estévez, ya por entonces residente en Barcelona. Los epígrafes de sus respectivas disertaciones evocan, cada uno a su manera, por dónde iban a ir los tiros. Guillermo y Abilio estructuraron su exposición en tres frentes. Comenzaba el primero abriendo el abanico de la polifónica variante que circunscriben el cantar en la isla: 1.  La cultura cubana: los hijos de España y África en el Caribe. La contradanza y el danzón. Las hijas casi negras: la rumba y la conga.  2. Los hijos casi blancos: la canción trovadoresca y el bolero. Y 3. El hijo mulato: el son y sus derivaciones y fusiones.  Abilio concluía la faena poniendo sus miras en el bolero. (La primera idea en la génesis de ambos cursos había sido abordar estrictamente este tipo de canción): 1. Trasfondo histórico 2. Evolución y repercusión social y 3. Presencia en la literatura y en el cine cubano. No hace falta, creo, entre en matices sobre el éxito del curso. Los dos maestros cumplieron con creces tanto en sus formas, precisión frente a diletantismo, sobriedad ante frivolidad -eso sí, nunca faltó el glamour imprescindible-, vibrantes uno y otro, como también en unos contenidos que rayaron, sino la superaron, la perfección. Sus sermones eran sabiamente interrumpidos por la emisión de las voces que inmortalizaron aquellas letras. Orejas, rabos, paseíllos a hombros en la jerga de la fiesta española.
No se cierran aquí los pasos dados por Guillermo en su tercera visita a Mallorca. Un viernes por la tarde se le invitó a asistir -y a participar- a un evento social en el que habría abundante presencia cubana. Orquestaba la activista cultural Ivis Acosta, afincada en la isla y anfitriona de ilustres huéspedes como, entre otros, Pedro Luis Ferrer. Enterada Ivis de sus andares por la isla y de sus pinitos como guitarrista, le ofreció el escenario para agasajar a propios y extraños. Que Guillermo nos deleitase con sus acordes no sería noticia si no fuera que el marco que acogió a este cubano de pro era la casa natal del mismísimo Valeriano Weyler y Nicolau, entonces y ahora Centro de Conservación del Patrimonio (ARCA).  Quien conociera al maestro podrá imaginar su rostro de alarma aparentemente amagado bajo esa sonrisa tan penetrante y sutil que sólo él lograba esbozar. Dudo que su primer y único recital mallorquín fuera divulgado entre sus compadres y compatriotas; apenas lo comentamos en mis visitas posteriores ya en su morada en Calzada.   Queda ahí como una de las pequeñas bromas que le deparó su travesía por la isla en la que naciera aquel verdugo de tantos y tantos mambises, de tantas y tantos cubanos[9]
Pep Servera, Dariem POPzo, Guillermo,
Xisco Maturan, Gonçal
Al igual que en su viaje anterior en el último de los que realizaría a Mallorca Guillermo quiso abreviar horas de vuelo e hilvanarlo y hacer escala previa, que no técnica, en Granada.  La estancia de Milena su hija en la ciudad de Lorca le aconsejaba proceder a tal triangulación. Entraba por el entonces aeropuerto de Barajas; de ahí enlazaba hacia Andalucía para cruzar el mar y aterrizar en Son Sant Joan. Así sucedió cuando posibles tareas en Madrid nos permitieron extenderle un brazo y traerlo a Mallorca. Así pasó durante la primera semana de diciembre del mismo año 2007.   De nuevo fue el Mariscal Bernaza quien atendió nuestras voces, convirtiéndose Guillermo en uno de los bastiones más firmes de la Cátedra Iberoamericana. Su estancia en Palma fue muy breve pues entró y salió en menos de tres días. En esta ocasión la excusa académica vino de la mano de la colaboración de nuestra universidad con centros de difusión cultural entre los cuales figuraba la librería, y foro de debate: <Ágora>. Fue ahí donde se organizó la prédica de Guillermo. Bajo la batuta de su factotum, la infatigable Ramona Pérez, el profesor fue contador de historias, declamó, recitó, narró e hizo las delicias de un auditorio ya incondicional en el que sobresalía un buen hombre de Santander cuyo nombre, Prudencio, hacía honor a su condición de extremada prudencia. Don Pru, como ya le llamaba Guillermo, había conocido al maestro en primavera del 2003 cuando se apuntó a mi enésimo viaje a La Habana. Desde entonces, Don Prudencio Ontavilla devino el principal acompañante de Guillermo en sus deambulares, acompasados, por Palma. Ya había disfrutado oyéndolo disertar sobre la musicología caribeña en la facultad de humanidades y, por supuesto, no quiso perderse ningún momento a su idolatrado maestro. Y lograría mantener esa tenacidad, desplazándose a Ibiza año y medio después. De Guillermo y de Marlen fueron los últimos de quienes se despidió en abril del 2013 (?) al salir de La Habana para nunca más volver. Poco después, contraería una leucemia –amagada por un molesto herpes que le impediría regresar a su Baracoa y pasar por la Habana para estar con Guillermo. De aquel fugaz paso, el último que diera Guillermo por Mallorca, queda el cartel que la entrañable Ramona hiciera diseñar, pasquín que figura entre las ilustraciones colgadas en la red y por tanto fácilmente visible cuando uno rastrea por internet las huellas del maestro. Así lo pude comprobar hace nada yo mismo restando un tanto absorto cuando por un desliz semántico, el Gonçal de mi nombre fue cambiado por el de Guillem, Guillermo en catalán. ¿Bromas o gajes? A elegir. 
No pasaron dos años y Guillermo de nuevo acudía a la llamada de las Baleares y a primero de septiembre del 2009 entraba por vez primera en la Pitiusa mayor: Ibiza. Ahora lo hacía en su calidad de co-coordinador de un nuevo curso de verano. Por la efeméride no costará demasiado adivinar que de nuevo Cuba iba a constituir el epicentro del cónclave:  50 años de Revolución. Él se encargaría de abrirlo y de cerrarlo. Y bien que lo hizo. Sin la dimensión estelar ni el equipo de expertos del primero de los eventos reseñados, el congreso ibicenco también iba a conocer de una buena pléyade de especialistas y estudiosos, así como de un auditorio entusiasmado en el que volvía a destacar el bueno de Don Pru. Su disponibilidad y apoyo permitió volver a contar con Abilio - que disertó sobre el teatro- y con Carlos Barbáchano que lo hizo sobre el cine. Otros nombres se incorporaban a esta suerte de encuentros académicos, esta vez con menos cubanos -Milena Rodríguez que habló de poesía, Pio Emilio Serrano, que lo hizo  de “la otra Cuba” y el profesor Jesús Alpízar, quien trató sobre aspectos científicos y tecnológicos- que españoles -José Manuel Martín Medem y yo mismo nos  encargamos  de estructurar su historia; el profesor David Ginard  habló de las relaciones históricas entre Fidel Castro y Francisco Franco; el diplomático Gabriel Alou sobre la revolución en el contexto internacional; el profesor Xisco Maturana expuso los ciclos ideológicos-pragmáticos en los programas económicos,  el profesor Alfons  González ofreció un muestrario de la imaginería a  través de carteles y vallas propagandistas y   la socióloga  Margalida Mulet hablo sobre la vida en la calle. El documental: “Antes de la Revolución” de la serie "Los caminos de la Revolución" y esa gran película que fue, es y seguirá siendo “Memorias del subdesarrollo”, ayudaron a hacer más atractivas aquellas sesiones de tarde en las que se hizo un repaso sobre las rosas y las espinas de la Revolución. Como no podía ser de otra manera, Guillermo cerró la fiesta con unas palabras muy sentidas en torno a lo que yo le había encargado: el legado de la Revolución. Su lucidez le valió un aplauso, un reconocimiento unánime. 
Si las sesiones fueron especialmente densas, con ricos debates en los que la voz de maestro se hizo especialmente palpable, los pequeños conciliábulos que les seguían se prestaban al intercambio de buenas y divertidas maneras en las que Guillermo volvió a mostrar su jovialidad, entereza y amenidad. Xisco Maturana, presente en algunos de los ágapes de visitas previas le solicitó recitar el soneto, “anónimo” dedicado al plan alimentario, sin duda uno de los poemas más celebrado por el cubano de a pie (“El mango dulce, fruto de Cracovia …Hay comida en la tele y en la prensa”). Las mañanas se antojaban de obligado descanso, tras un desayuno señor en un confortable hotel que daba a la playa de las Figueretes.  Charlas de lujo con José Manuel Martín Medem, con Pio Serrano, con Don Pru y el amigo Joan Mir, -compañero de armas y puñetazos en varios de mis desplazamientos a Cuba-, y con un Guillermo radiante por haber llegado al centro neurálgico de aquella contracultura que había irrumpido en los felices sesenta, aunque apenas había dejado huella en Cuba. 
Guillermo y Milena, Ibiza, septiembre 2009
Así discurrieron sus cinco aterrizajes en las Baleares, cuatro en la mayor de las islas, uno en las Pitiusas y cartaginesa. Sin duda, estas islas del Mediterráneo absorbieron la mayor parte (sino todos) de sus destinos europeos y, por supuesto, españoles. Que yo sepa a partir del 2010, Guillermo redujo sus salidas del país.  En septiembre dio un salto a México formando parte de la delegación académica que acompañaba a Silvio Rodríguez en la ceremonia de su investidura de Doctor Honoris Causa por la universidad de Veracruz. En dicho acto también se impuso el doctorado honorífico a Eusebio Leal, representado por el Vicerrector del Colegio de San Jerónimo, Félix Julio Alfonso. Guillermo a menudo me hacía el cuento de éste y otros viajes anteriores por América Latina, especialmente del que había realizado en septiembre de 2005 a Mar del Plata, en ocasión de la “Contra Cumbre” frente a la de las Américas en el que coincidió, entre otros, con Abel Prieto y Sergio Guerra. Seguramente haría un tanto igual, con el ineludible tabaco no prendido entre los dedos, sobre sus días en Baleares a los contertulios que acudían a sus distintas moradas habaneras, transmitiéndoles como sólo él sabía hacer todas las sensaciones y todas aquellas cosas buenas que él había vivido, disfrutado y compartido. 
Son Comparet 15 de agosto de 2020

[1] El presento texto recoge y amplia el publicado, en verano del 2017, bajo el mismo título, en la revista de Artemisa La Diana. Al no disponer de copia alguna no sé ni número ni páginas. Agradezco a Marlén López León su ayuda en la publicación de este recuerdo personal de Guillermo.
[2]Hace escasamente unas semanas, Julio Carranza recordaba en las redes sociales su paseo con Eusebio Leal en ocasión del simposio: “Un encuentro lindo, lleno de anécdotas, por ahí están las fotos. Una tarde le dije, Eusebio, vamos a andar Palma, fue una caminata de más de dos horas, solo salimos él y yo, conversamos mucho ese día. En cualquier momento oportuno te cuento más detalles. Por cierto, fue en esa ocasión que él visitó la plaza en Palma de Mallorca donde se encuentra una estatua de (Fray)  Junípero Serra con un niño indígena (la misma que fue vandalizada hace unas semanas) y por alguna razón a Eusebio le interesó mucho, tanto que autoridades de allí acordaron encargar una reproducción y enviársela a La Habana (la operación fue financiada por Iberostar), es la que está hoy en la Plaza de San Francisco al costado de la Basílica Menor.” (4 agosto 2020). Agradezco a Juli Carranza sus fotos del evento de Palma  
[3]El evento fue organizado por la Secretaría de Estado de Cooperación para Iberoamérica. Debo a  Carlos Barbáchano esta información. https://elpais.com/diario/1994/11/21/cultura/785372401_850215.html
[4] Instituto Superior de Relaciones Internacionales Raúl Roa. 
[5] De hecho, la ponencia se convirtió en la presentación del libro reciente publicado en Caracas (Editorial Nueva Sociedad) Cuba: la reestructuración de la economía. Una propuesta para el debate. De Julio Carranza Valdés, Luis Gutiérrez Urdaneta y Pedro Monreal González.  
[6] El curso, programado para los días 17 y 23 de julio, era sobre el bolero. Junto al trío citado, iban a participar otros dos cubanos residentes en España:  Teresa Delgado y Abilio Estévez, así como el diplomático español- exconsejero de Cultura y Cooperación en la embajada en la Habana- Josep María Rodríguez Coso. 
[7] Así llamaba yo a su casa de 19 y 30 del Vedado. La explicación es sencilla: cada vez que iba a visitarle me entraba pánico imaginar que la morada podría precipitarse hacia el Fanguito. Su asociación con la cabaña, siempre balanceante, en la que Charlot habitaba en la película The gold rush, (1925) traducida en España como “La Quimera del Oro”.  era inevitable. Desde 1999 y durante varios años, en mis sucesivas visitas a La Habana, “la quimera del oro” se convirtió en centro de tertulias inolvidables. Eran habituales los malogrados Roberto González y Gloria León, así como Amparo López y Juli Carranza; alguna vez vino Carlos Alzugaray. Posteriormente, alternamos sede con la que Roberto y Amparo tenían en Línea- Malecón.   
[8]  El mismo Guillermo lo deja por escrito: “Después estuvimos implicados Padura y yo en un proyecto que no llegó a materializarse: hacer una suerte de curso sobre la música popular cubana, que se llevaría a cabo en Palma de Mallorca, con el auspicio de la Universidad de las Islas Baleares y la gestión del común amigo Gonçal López Nadal. Alguna vez estuvimos Gonçal y yo, en el ámbito de Padura en Mantilla”. En “Padura, la literatura y el compromiso. (10 de mayo de 2014)” Las Crónicas de Segunda Cita. Ediciones La Memoria, Centro Cultural Pablo de la Torriente Brau. La Habana, 2016. Pág. 221.
[9] En octubre del 2018 se estrenó en Palma el documental de la productora mallorquina QuindropLa cadira i el general (La silla y el general). Dirigido por Peter Echave, la película aborda las figuras del Titán de Bronce, Antonio Maceo Grajales, y del Marqués de Tenerife, Valeriano y Nicolau. La presentación de la cinta coincidió -¡!!por pura casualidad!!!- con el traslado a la Habana de la silla del héroe mambí. Desde entonces se exhibe en el Palacio de los Capitanes Generales. Su presentación en La Habana, junto a la del documental de la misma productora Bayo y el Che, se están viendo retrasados por la evolución del covid 19. Quien firma este texto quiso aprovechar la ocasión para solicitar a los representantes de las instituciones mallorquines presentes en el estreno que el general Weyler, a quien tildó de asesino, dejara de ser considerado como una persona ilustre de la isla. La réplica vino de un coronel quien defendió los valores patrios del Capitán General de Cuba, tachando de indecente la propuesta. Hoy, casi dos años después, el retrato del verdugo de Maceo y de dos decenas de miles de cubanos permanece colgado en las paredes del Consell Insular de Mallorca.