Entrevista al Historiador de la Ciudad de La Habana, Eusebio Leal Spengler
enero 15, 2013
Por: Magda Resik Aguirre
El 2012 la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana mantuvo su
notable obra de rescate y preservación del patrimonio, y aquella otra menos
visible, pero tan humana y profunda, relacionada con la vida de los pobladores
de la capital cubana ¿Cuáles el Historiador nos resaltaría?
Ha sido un año realmente muy importante y el recuento puede comenzar por la
línea del Malecón tradicional, para la cual avanza un proyecto renovador. Se
culminaron las obras del hotel Terral. El hotel Terral que aporta un elemento
moderno a la concepción del desarrollo integral de la ciudad; con un discurso
estructural y visual que confirma la posibilidad de insertar una obra con
visión contemporánea en un contexto histórico, y lo resuelve bellamente. Lo
importante es no solamente la idea de que debe ser así, sino de que sea
resuelto con belleza y con armonía.
En ese espacio tan singular para la ciudad, se realizó la compatibilización
de muchos organismos para garantizar el soterrado de los principales
servicios y protegerlos ante el deterioro ambiental. Muy diversas instituciones
respondieron a esta acción propuesta por la Oficina del Historiador.
Debemos sostenerla económicamente y garantizar, cuando sea posible, el
establecimiento de las conexiones de redes enteramente nuevas de agua, fibra
óptica, electricidad, desechos líquidos, gas… y que se llegue a un grado de
goce y disfrute de los servicios que la ciudad aporta, con mucha mayor
calidad.
Ese tramo del Malecón representa una tarea muy difícil porque estamos
frente a un ecosistema modificado: el agua del mar penetra con más frecuencia,
los edificios estaban ya muy dañados, las redes exhibían un estado crítico. Y
además, el Malecón es el paseo del mar, pero también es la calle San Lázaro.
Todo lo que hacemos por el Malecón tiene una repercusión directa sobre la calle
San Lázaro y sobre esa vía, que es una alternativa cuando ese paseo marítimo se
cierra a causa de las inclemencias del tiempo.
A veces se nos dice que las obras avanzan lentamente, pero hay que verlas
en el contexto de la posibilidad real. Este año hemos tenido la suerte de un
invierno mitigado: no se produjeron grandes penetraciones del mar, no han
ocurrido días de lluvias continuas que paralicen las obras.
En el caso específico del Malecón, cuando empleamos ese término
“lentamente”, lo que sí queda claro es que para la inversión en el Malecón no
vale la pena maquillar un edificio, sino que hay que trabajarlo de adentro
hacia afuera y dejarlo totalmente curado.
Esa es una doctrina para toda la obra que realiza la Oficina del
Historiador. Por ejemplo, si recorres hoy la ciudad – hablando de lo más
significativo –, puedes detenerte en el Cementerio de La Habana, la gran
necrópolis donde con suma paciencia y dedicación, más de 40 panteones
históricos, incluyendo el gran pórtico, han sido terminados.
Pero si observas la Colina Universitaria, que es como el ágora de la
ciudad, vas a reparar en que para el 60 aniversario de la Marcha de las
Antorchas, el próximo 28 de enero – que es además un aniversario redondo del
nacimiento de José Martí –, el Rectorado y el Paraninfo quedarán terminados.
Será una hermosa noticia para la ciudad, contemplar cómo a ese panorama se unen
la Plaza Cadenas, la Biblioteca y la Facultad de Derecho ya restauradas.
Cualquiera podría decir: si la Oficina del Historiador se encarga más que
nada del Centro Histórico de La Habana, a qué se debe que expanda sus acciones,
por ejemplo, en un caso tan específico como la Universidad de La Habana.
Es que la Universidad es un símbolo grande de Cuba; es una imagen tan
representativa de nuestra capital. Pocas ciudades en el mundo tienen el
privilegio de mostrar un paraninfo universitario con semejante belleza, ni un
campus con esa historia: enmarca la participación de la juventud cubana en las
luchas de la nación, desde la ejecución de los estudiantes de 1871 hasta la
tentativa de José Antonio Echevarría de llegar a protegerse a los muros de la
Universidad, y caer allí precisamente, a un lado del campus, lo cual aumenta el
valor de esa gesta y su simbología.
Pero, además, allí están los grandes monumentos al Padre Félix Varela, a
José de la Luz y Caballero; están el Alma Máter, el Archivo, el Aula Magna, que
fue el escenario de la Reforma Universitaria y de la fundación de la FEU
promovida por Julio Antonio Mella.
Como al hablar de la necrópolis, en nuestra civilización, en nuestra
cultura, tiene un peso muy importante ese lugar donde colocamos la memoria de
los nuestros.
En el Centro Histórico de La Habana el deterioro habitacional fue una
herencia de dejadez y deterioro acumulados incluso mucho antes de 1959. La
Oficina en coordinación con las autoridades municipales, ha venido
desarrollando un trabajo sistemático encaminado a concederle a los seres
humanos que pueblan este espacio un lugar donde vivir con una dignidad y
decoro. ¿Cómo podría explicarnos, a la altura de este año 2013, la filosofía
que sostiene la Oficina con respecto a esa habitabilidad de la ciudad y al
trabajo social?
De todo esto, lo más importante es la vivienda; porque la última referencia
y la primera, el punto de partida de toda persona es su casa. Y comprendo y
además siento como mío el sentimiento de orfandad que invade a las personas
cuando llueve, cuando pasa un ciclón, sobre todo para los que habitan en esas
antiguas casonas que devinieron hogar de muchos.
En este año nosotros construimos y restauramos más de cien conjuntos
habitacionales, con beneficio para cientos de personas. Se han emplazado
Alamar, en zonas de Capdevila y en Cojímar, para dar viviendas a familias que
no tenían absolutamente nada y que vivían en las peores condiciones. Hoy tienen
un hogar digno, gratuito, marcando el carácter social de la Revolución, en un
período en el cual ya, lógicamente, todas estas gratuidades comienzan a verse
limitadas por una nueva realidad económica de la cual Cuba no está exenta. Y yo
creo que llegó el momento de que esto sea así – para hablarles con el corazón –
en el camino de que se aprecie más lo que se hace. A veces uno tiene la sensación
de que lo que se ha construido con tanto esfuerzo por la nación después no se
aprecia; después se pone una puntilla en la fachada, se cuelgan ropas sucias en
un balcón, ya sea en el Malecón o en cualquier otro lugar. Aquí intervienen,
desde luego, otras disciplinas: la educación ciudadana, la acción de las
organizaciones sociales y públicas, el carácter real y práctico del gobierno
local, del Poder Popular.
Pero, además de la vivienda, hay otra dimensión, que es el espacio público
que la acompaña. Las personas salen a la calle y no pueden internarse en la
selva, en un territorio de nadie, donde todo se modifica y cambia
arbitrariamente; donde la señalética no existe; donde las personas lanzan los
desechos a la calle sin compasión con los que la limpian y cuidan todos los
días.
De ahí la opción de crear parques públicos; mantener funcionando un sistema
de fuentes y la zona restaurada y recuperada absolutamente pulcra. Mantenemos
un apoyo al gobierno municipal para que realice esa labor en toda el área de La
Habana Vieja.
Como parte de esa habitabilidad, nos ocupamos del confort del Hogar Materno
Infantil, del Centro de Salud Mental, del Centro de Niños Discapacitados, de
las numerosas escuelas que todos los años reciben de la Oficina un apoyo en su
restauración o en los útiles escolares. También, la preparación de todo aquello
que es sostén de la docencia, quiere decir, centros culturales como el de La
Colmenita, establecida aquí.
También una cosa muy sensible: la reconstrucción de la antigua Casa Cuna,
en la calle Muralla, hogar de niños sin amparo filial, ya concluida y en uso.
Y no podemos dejar de referirnos al antiguo Convento de Belén, donde miles
de personas anualmente reciben distintos tipos de beneficios en otro esfuerzo
coordinado con el Sistema Nacional de Salud, otorgándole a estos servicios un
carácter muy personal, muy propio del cuidado meticuloso que caracteriza el
accionar de los trabajadores de nuestra Dirección de Asuntos Humanitarios.
Estas y otras acciones toman muy en cuenta las características de la
comunidad residente en el Centro Histórico.
Se trata de un mundo particular. Aquí la gente compra, vive por la mañana,
por la tarde y por la noche; solo salen los que tienen trabajo fuera. Y esa es
una masa que tiende a concentrarse en el Centro Histórico. A ellos les gusta
esto, el mundo fuera de aquí les resulta un poco ajeno; no son los paseantes de
los repartos y urbanizaciones modernas. Es cierto que hace mucho la muralla que
enmarcaba a La Habana colonial no existe; pero sus puertas simbólicamente se
abren y cierran todos los días con el cañonazo del alba – que ya no existe,
pero muchos recuerdan – y el de las nueve de la noche, cuya señal escuchamos
con absoluta exactitud todos los días.
El pasado 2012 los trabajos emprendidos por la Oficina en la zona del
litoral, delineada por la Avenida del Puerto, han conquistado la atención de
residentes y forasteros. Se van descolgando muelles herrumbrosos y avanza una
visión renovada en ese diálogo necesario con el mar y el puerto. ¿Cuál es la
filosofía de futuro para el área de la bahía?
Se realizó una compatibilización con las entidades que han trabajado la
conservación de las aguas marinas, del litoral y el entorno de la Bahía de La
Habana. Entre ellos, el grupo estatal que se encarga del saneamiento,
conservación y desarrollo de la bahía habanera, el Ministerio de Ciencia,
Tecnología y Medio Ambiente como organismo rector en este aspecto; los centros
fabriles emplazados en el área, el Instituto de Planificación Física, entre
otras muchas instituciones cuya ejecutoria ha estado estrechamente relacionada
con el puerto habanero. La Oficina, con el liderazgo de nuestro Plan
Maestro, y cumpliendo un mandato del gobierno central, ha estudiado
detalladamente ese borde y comenzó a realizar las inmediatas acciones que le
competen.
Necesariamente, se trasladarán a los nuevos espacios industriales del
puerto del Mariel, las actividades fabriles y portuarias de mayor envergadura.
Pero será un proceso escalonado, que beneficiará a la Bahía de La Habana como
espacio de contemplación, como lugar de arribo turístico y actividades
culturales y no como un muelle para la descarga de mercancías destinadas a toda
Cuba, lo cual obliga a una transformación, una metamorfosis, la reutilización
de todo lo posible y a una búsqueda de soluciones enteramente nuevas.
En ello influye la limpieza de la bahía, todavía un tema que nos golpea
duramente aunque muchas mañanas los paseantes pueden observar ya a esos enormes
pelícanos, que regresan como evocación de un pasado prehistórico, sobrevolando
el mar o podemos ver de pronto un alboroto de sardinas en su seno. Esto quiere
decir que los trabajos que se han adelantado han mejorado el medio ambiente, a
pesar de que todavía existen elementos de contaminación dramáticos, como es,
por ejemplo, el caso de la refinería. Es un elemento de contaminación, y
subrayo dramático, pero no podemos hacer otra cosa sino esperar ese traslado
organizado y estudiado por las entidades correspondientes.
Hemos avanzado con el Ministerio de Transporte en la entrega de todos los
muelles antiguos y en desuso, que se vienen reconvirtiendo. Por ejemplo, el
Muelle para los bomberos del mar, que atienden toda esta zona; el muelle
restaurado de los Antiguos Almacenes San José, que acoge a los artesanos; el
Muelle de la Madera y el Tabaco, que será la sede de un importante centro
fabril-cultural: donde se producirá cerveza y malta. Hablamos de algo que va a
ocurrir en un tiempo breve, entre marzo y abril de 2013, y todo quedará
remozado con el complemento de los jardines, el aparcamiento, la señalética…
En este momento grandes grúas del Ministerio de Transporte están retirando
y dragando toda la zona de los envejecidos muelles y se colocarán los nuevos ya
terminados, lo cual supone que toda la Avenida del Puerto interior, y
particularmente la Alameda de Paula, sufrirá un cambio tal que ni los propios
habaneros se van a poder sustraer del asombro ante el nuevo panorama.
Cuando hoy viajas camino al Centro Histórico puedes contemplar los trabajos
de conservación del parque consagrado al mayor general Antonio Maceo; los
proyectos del hotel Packard, frente a la Cárcel de La Habana, donde unimos
esfuerzos con ALMEST, empresa de las Fuerzas Armadas; se está trabajando
por parte de los museos militares en el otrora Palacio Presidencial, hoy Museo
de la Revolución; en homenaje a Cirilo Villaverde y al 200 aniversario de su
natalicio, la Oficina terminó la Plaza del Ángel, la iglesia y su entorno.
Vamos ahora a comenzar las obras en el monumento – el más difícil y el más
dañado siempre por el mar – del Mayor General Calixto García. Retomaremos todos
los jardines ubicados frente al Hotel Nacional, de cara al mar – esa exedra de
piedra que ha quedado como abandonada. Se colocará la enseña nacional junto al
monumento al General de División Henry Reeve, que aparece como olvidado y a
veces víctima de la revoltura del carnaval. Todas acciones que irán
diferenciando y preservando sitios significativos de nuestra ciudad.
Si continuamos viaje, cuando entramos al Centro Histórico, entre el
Castillo de la Punta y el monumento al Generalísimo Máximo Gómez – cuya fuente
está funcionando -, y subimos esa especie de puente y aparece ante nosotros La
Habana Vieja, podemos disfrutar de los jardines públicos, el Anfiteatro y su
gran programación cultural, el parque infantil La Maestranza.
Inmediatamente después nos sorprende la belleza de la Plaza de Armas, la
terminación de los grandes salones del Palacio de los Capitanes Generales; las
obras en ejecución para devolver su esplendor al antiguo Palacio del Segundo
Cabo; las del edificio de los Prácticos del Puerto.
Al lado, un lugar memorial para los habaneros, una de las obras más
importantes de la ingeniería cubana, que fue precisamente el paso, a través del
lecho de la Bahía, de un túnel que se construyó entre los años 1909 y 1911 para
drenar las aguas albañales hacia la Plaza del Chivo. Ese emisor estaba tupido,
dañado. De conjunto con el Instituto Nacional de Recursos Hidráulicos, con
Aguas de La Habana, Aguas de Barcelona, la Agencia Española de Cooperación
Internacional para el Desarrollo (AECID) y la Oficina del Historiador de la Ciudad,
se concluyó el proyecto, eliminando la contaminación ambiental. Surgió
entonces esa suerte de cubo de cristal donde se exhibe y enmascara la Cámara de
Rejas del alcantarillado de la ciudad, que una vez más demuestra la posibilidad
de realizar intervenciones con un diseño contemporáneo en un contexto
histórico.
El propio “cubo” se ha convertido en una especie de museo al aire libre de
esa joya de la ingeniería.
Sí, porque se puede subir por una escalera, se puede observar la operación
habitual, leer las pancartas que cuentan la historia. Y hay un palmar
colocado en este sitio; con mucho esfuerzo hemos logrado que permanezca vivo,
pase el invierno y llegue al verano para consolidarse.
Es el primer anuncio de lo que va pasando en la Avenida San Pedro hasta
encontrar la Alameda de Paula, donde se espléndida la Plaza de San Francisco,
la Catedral Ortodoxa Rusa, el Palacio del Obispo Espada…
Todo ha sido proyectado y concebido con sus distintas funciones. Se ha
estudiado la renovación de puertos en todas partes del mundo y para definir lo
que convenía a Cuba.
No olvides que la Habana Vieja es hoy un parque nacional. Hay momentos en
que las guaguas de los turistas que vienen desde Varadero, o directamente desde
La Habana, forman lo que suelo llamar una muralla de metal a la orilla del
mar.
Pero te voy a hablar con franqueza: estas cientos de personas me interesan
mucho porque Cuba es una isla, y es muy bueno que vengan visitantes de todas
partes del mundo, que se hable en todas las lenguas, que puedan ver lo que
tiene nuestro país, no solo lo que le dio graciosamente la natura, sino aquello
que hemos construido. Pero más todavía me interesan los cubanos. Por eso es que
el fin de semana y casi todos los días, son miles y miles de personas que están
paseando, disfrutando, sin desdichas que temer, con un tránsito restringido que
favorece a los transeúntes y un sistema de seguridad integral.
Si seguimos este recorrido imaginario llevados de la mano por usted, ¿qué
otras novedades no excluiría de la ruta?
Podríamos llegarnos a la calle de Obispo, y disfrutar de la sastrería que
perteneció a Nicanor Mella, el padre de Julio Antonio, que vuelve a funcionar
como lo que fue. Tendríamos que visitar la farmacia Johnson, destruida por el
fuego y absolutamente terminada, con lujo de detalles. Eso fue un compromiso
público; porque cuando uno llegó allí y vio aquello destruido, apenas
concluido, daban ganas de llorar; pero allí surgió una promesa pública de que
se terminaría. Y se terminó.
Otra zona interesante es en las inmediaciones del Café Lucero en la calle
Aguiar, un área donde la comunidad se unió a través de su líder natural, un
maestro peluquero y barbero, Gilberto Valladares (Papito) un joven que ha
llevado adelante durante años un rescate de la memoria del oficio en La Habana,
y que no conforme con eso y no conforme con arreglar su casa y convertirla en museo
de la barbería, ha unido a la comunidad a su proyecto Artecorte, abrió una
escuela para ese oficio de larga tradición habanera; ha adornado esa cuadra al
estilo de un boulevard, ha llenado de exposiciones la calle y la ha convertido
en algo verdaderamente atractivo e interesante, movilizando a toda la
comunidad.
Todo se va levantando sobre las ruinas que parecían irrecuperables y
solamente con la imagen de un antes y un después se puede aquilatar el
esfuerzo. Otro ejemplo podría ser el Sloppy Joe´s uno de los bares más famosos
del mundo por el cual pasaron todos los artistas de cine, los grandes
deportistas, los notables artistas e intelectuales de Cuba y el mundo. Se
filmaron allí películas como Nuestro hombre en La Habana. Eso estaba destruido,
lleno de árboles. La famosa barra, de no se sabe cuántos metros, ya está
terminada. Pasen por allí para que lo vean. Y enfrente, la nueva sede del
Teatro Lírico, y al lado el Museo de los Bomberos Charles Magoon.
Quiere decir, que se van formando conjuntos; como puntos de partida, como
palancas a partir de las cuales la ciudad puede de cualquier forma prosperar,
para ella y para los que la habitan.
Se mantiene esa política de la Oficina de ir concentrando las acciones
alrededor de núcleos restaurados desde donde se va dinamizando la ciudad
toda.
Sí. La gente vio llegar, por ejemplo, las locomotoras; cuarenta y dos
locomotoras. Quedan solamente seis por restaurar. Las demás van pasando al
museo en Cristina o se van exponiendo frente a la Terminal de trenes y se va
mostrando el conjunto poderoso de esas obras.
Hace poco un grupo de vecinos se presentó pidiendo que el parque de
Carlitos Aguirre, que está en el corazón de Centro Habana, fuese restaurado. La
palabra se cumplió. El monumento y el jardín fueron restaurados totalmente. ¿Y
qué decir de La Cochera, detrás del antiguo hospital de la Policía, uno de los
lugares más celebrados? Alejo Carpentier me hablaba de aquel lugar en la calle
Maloja. ¿Cómo era posible dejar abandonada aquella fachada? Estaba a
punto de destruirse y ya puedes ver cómo se restauró.
Erigimos también el monumento a Confucio en el Barrio Chino, que tanta
admiración y simpatía ha causado allí ese gesto, ese homenaje al sabio
proverbial unido a todo el espíritu de conservación del patrimonio material,
inmaterial, espiritual y a todo el proyecto mismo de la nación china.
Y ahora que entró usted al Barrio Chino, ¿con qué filosofía la Oficina ha
asumido ese espacio tan singular?
Preservar. Nosotros no vamos allí, ni hemos estado nunca con la finalidad
de hacer lo que la Oficina quiere. Se logró, primero, concentrar el Barrio
Chino territorialmente en la zona que realmente ocupó. Estaba difuminado de manera
tal, que parecía que los límites eran el punto donde se colocó el arco frente a
la antigua central telefónica, en las inmediaciones de las calles Belascoaín,
San Lázaro, Reina y Galiano. Eso nunca fue así. El Barrio Chino era Zanja, el
pedazo del cuchillo, Rayo… por esa zona.
Colocamos allí la señalética en español y en chino; ayudamos a las
sociedades chinas y sus descendientes y protegemos a los venerables, los
pocos chinos de nación que quedan, quienes vinieron en una emigración de
pobreza, buscaron en Cuba una esperanza y se fundieron con el pueblo cubano.
Recuerdo que Flor Loynaz, inspiradora de tantas cosas que alguna vez hice,
me decía: “Una vez me llamó la atención una lápida que estaba en el cementerio
chino, y entonces busqué la traducción. No sé por qué aquello me
intrigaba. Y la traducción era la siguiente, o la interpretación: «Si las
frutas de Cuba son tan dulces como las de China, y si el cielo de China es tan
azul como el de Cuba, ¿qué importa entonces morir en China o en Cuba?»”.
Con ese espíritu de respeto, concordia, unión, ponderación del carácter
positivo de la presencia china en Cuba, de su fusión a la nación por la sangre
y por la cultura, que tiene tan altos representantes en la intelectualidad, en
el mundo del arte, en el mundo de las ciencias; todo eso trae como consecuencia
que la Oficina haya contribuido y contribuya, y que lo último que hemos hecho
sea precisamente la colocación, en acto solemne y público, del monumento de
Confucio, en el terreno donde estuvo el teatro Shanghai.
Interpretando el más noble espíritu de lo cubano, la Oficina despliega una
política de solidaridad con otros centros históricos del país y un intercambio
de iguales en cuanto a experiencias. ¿Podría acercarnos a lo más relevante de
esa práctica en el año que recién concluyó?
Tú has dicho con justicia: entre iguales. Nosotros de hecho hemos
establecido una red, que nos ayuda a mantenernos en comunicación. El Plan
Maestro, en La Habana, es como una especie de epicentro para esas
comunicaciones y un punto de referencia para el intercambio entre las
siete ciudades que son patrimonio nacional, y las que como Camagüey, Santiago
de Cuba, Cienfuegos o Trinidad son o tienen parte declarada Patrimonio de
la Humanidad por la UNESCO.
Entonces, mantenemos una relación armónica con el apoyo de la cooperación
internacional, para solidificar esa red con medios, con intercambios que nos
permitan, además, actualizar el concepto del manejo y gestión de los centros
históricos.
Pondero mucho la labor y los resultados del trabajo que en este momento la
Oficina del Conservador ha realizado en Santiago de Cuba bajo la dirección de
Omar López; un esfuerzo tremendo después de una devastación sin parangón que
coincidía, además, con el quinientos aniversario de la fundación de Santiago y
con el cuarto centenario o jubileo de la Virgen de la Caridad del Cobre,
Patrona de Cuba. ¡Con qué entereza ellos han enfrentado las secuelas de ese
fenómeno natural! Y lógicamente, a esa entereza sólo podemos corresponder con
nuestra disposición para apoyarles en cuanto esté en nuestras manos.
Estamos realizando obras por mandato en Birán que quedó dañado por las
aguas; en el santuario del Cobre, en la casa de la difunta compañera Vilma
Espín en San Jerónimo; en la casa de Frank País en Santiago de Cuba.
En Camagüey, es admirable lo realizado en el Centro Histórico bajo la
dirección tan acertada del Historiador de la Ciudad, Joseíto – como le
llamamos con cariño.
También un trabajo enorme se ha desarrollado en Cienfuegos, bajo la
dirección del Conservador, nuestro hermano Irán. Las obras realizadas allí: con
qué fuerza, con qué buena voluntad.
Apoyamos el brillante trabajo que se hace en Trinidad, bajo la dirección de
Carpio y en Baracoa – con Hartman, que es una fuente de entusiasmo, de alegría;
un trabajador incansable –, cómo han visto levantarse su catedral, reconstruir
el Centro Histórico, conservar el medio ambiente.
Quiere decir, la obra de nuestra Oficina conlleva también nutrirse de esos
ejemplos, de cosas extraordinarias que se hacen con muy pocos medios en otros
lugares de Cuba y que, a veces, obligan a sonrojar a los que disponen de más.
Un ejemplo conmovedor es el del Centro Histórico de Ciego de Ávila, que no
está entre las siete ciudades fundacionales y, sin embargo, lo realizado allí
es extraordinario. La Dirección de Patrimonio Cultural en Ciego de Ávila, bajo
la conducción tan acertada de Norma; el trabajo que está desarrollando en este
momento el Consejo Nacional del Patrimonio Cultural, bajo la dirección de
Gladys Collazo; el que se trata de llevar adelante en Matanzas con acciones
como la restauración de sus teatros; el trabajo en Bayamo, en el Centro
Histórico, una de las ciudades más importantes; lo que hay que hacer en
Remedios, lo que se está haciendo ya en Sancti Spíritus; lo que hay que
preservar y continuar interviniendo en lugares del patrimonio natural o
material, como es el caso del Valle de Viñales y el de Yumurí, o de los parques
nacionales como el Desembarco del Granma o el Alejandro de Humboldt.
Es decir, Cuba tiene mucho y, como tiene mucho, tiene el deber de hacer
mucho.
La Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana, con su obra de
preservación patrimonial y su profunda preocupación social, está proponiéndonos
una filosofía ciudadana. ¿Cómo nos la definiría usted?
Queremos fomentar una cultura de aprecio por lo que se tiene.
No fomentamos un culto estéril a lo pretérito, pero estamos convencidos
de que al futuro sólo se puede ir desde el pasado. Hay que reafirmar los
conceptos de identidad, el sentimiento nacional, el patriotismo, sin
considerarnos el ombligo de la Tierra, pero conociendo cuánto hemos aportado a
la cultura general universal.
Debemos ir al detalle. Hay que cuidar lo que se tiene.
Hace poco vinieron a verme del Zoológico de La Habana. En su entrada, de
cara a la calle 26, forman parte de la visión de varias generaciones de cubanos
las esculturas de Rita Longa y adentro existe una fuente cuya escultura
maravillosa con la imagen de dos niñas había sido inexplicablemente golpeada,
arañada, pintada, deteriorada. Hace poco terminamos la restauración de esas
imágenes, que son como la respuesta a tu pregunta. En esas generaciones
futuras y en esos niños y niñas como los esculpidos en mármol, sobrevive el
sentimiento martiano de que los niños son la esperanza del mundo porque son los
que saben amar.
Y la pregunta es: ¿hasta qué punto amamos nosotros de verdad a nuestro
país? No el amor ridículo, como decía Martí, que puede tenerse por un pedacito
de tierra, sino ese amor por lo que ella significa, por lo que es, por lo que
vale, por lo que debe representar. La Oficina lucha por eso. La Oficina lucha y
ha luchado por el culto al Padre de la Patria, por el culto a los padres
fundadores, por el culto a la celebración pública y solemne de actos muy
importantes. Cuidar de lo que podríamos llamar nosotros los santos lugares.
No se puede ir al cementerio a poner allí una orquesta en nombre de la
cultura. De ninguna manera. Al cementerio se va a meditar, se va a recordar, se
va a poner flores. Al paredón que perpetúa el símbolo de los estudiantes de
medicina asesinados en 1871, van los jóvenes a inclinar la frente y a pensar en
el sacrificio de tantas generaciones para poder llegar hasta aquí.
Todavía sentimos el corazón contrito cuando escuchamos a Sara González
interpretar aquella canción conmovedora. ¡Cuántas vidas preciosas, cuántas
generaciones, qué juventud como aquella! Eso explica la restauración de la casa
de Frank; por eso la restauración continua del muro donde cayó José Antonio;
por eso el Aula Magna de la Universidad; por eso el paredón donde fueron
sacrificados los estudiantes; por eso los monumentos públicos; por eso Martí.
No un Martí fragmentado para tomar lo que nos conviene a veces en una cita,
sino un Martí literal, sacando de sus letras el espíritu.
En ese sentido, compartimos con la Sociedad Cultural José Martí y con el
Centro de Estudios Martianos, la publicación de todo lo concerniente al
Apóstol. Y utilizamos los medios de comunicación, como hoy lo hacemos, mediante
Habana Radio, nuestra programación cultural, las Rutas y Andares, la revista
Opus, la editorial Boloña, para salir a combatir por todo lo que amamos.
Hace
unos días se terminaba la gran restauración del Cristo de La Habana. Pues bien:
la hicimos, desde la concepción del proyecto hasta buscar ese mármol estatuario
en Carrara, a donde fue a adquirirlo Gilma Madera en su tiempo para realizar
esa obra hermosa de cara al puerto de La Habana. Me alegra muchísimo que,
aunque hayamos tardado un poco de tiempo, esté ahí hermosamente concluida, como
parte de un conjunto monumental, el de las grandes fortalezas militares
coloniales, donde trabajamos durante largos años, ofreciendo nuestro apoyo al
esfuerzo enorme que hicieron las Fuerzas Armadas. Y ahí están, se cuentan por
miles, los cubanos que suben y las personas de todas partes del mundo que
disfrutan de la ceremonia del cañonazo de las nueve, visitan el Castillo de los
Tres Reyes del Morro y suben ahora a la renovada Plaza del Cristo.
¿Podemos sentirnos orgullosos de La Habana que habitamos?
Pienso que no, que hay que trabajar mucho, que hay sentir un dolor
profundo, por ejemplo, cuando vemos un automóvil abrir la ventanilla y
lanzar basura o una lata de cerveza la calle.
A mí me han criticado por haber auspiciado el colocar rejas en torno al
monumento a Antonio Maceo. Yo quisiera quitar esa reja mañana. Pero ese parque
debería ser todos los días como un campo de flores, donde los niños rindieran
culto al que no fumaba ni bebía, al que se derrumbó a los 51 años dirigiendo un
ejército libertador frente a un adversario mil veces más poderoso. Ese
sitio sagrado debería estar permanentemente lleno de flores, de himnos, de
cantos… y no de beodos y una chusma que pierde el concepto de Patria y de
sentido nacional, y que algunos a veces quieren llamar demagógicamente pueblo.
No es posible. El pueblo es el pueblo trabajador, el que levanta, el que
construye, el que hace; el que se despierta todos los días para honrar el
trabajo; el que se descubre cuando siente el himno; el que siente emoción
cuando se iza la bandera de esta isla irreductible.
Eso es lo que sueño; con una Habana más cuidada, que no se espere que todo
lo hagan otros, el gobierno, el Historiador y su gente… sino que cada quien
haga algo por su ciudad, se enoje cuando la laceren y trate de salvarla. La
Habana no pertenece a esta generación; pertenece a los que la hicieron;
pertenece en un sentido real y transitorio a nosotros, pero es un legado que
hay que proteger para las generaciones futuras.
Tomado de: http://www.eusebioleal.cu/tribuna/la-habana-patrimonio-de-la-humanidad/