martes, 31 de diciembre de 2024

Rien de Rien (nada de nada), a propósito de un debate reciente

Por Julio Carranza

Recientemente ha surgido un debate debido a que mi colega, amigo y notable académico Arturo López Levy, ha hecho una crítica* a dos académicos cubanos residentes también fuera de Cuba debido a que en sus análisis sobre la economía (ambos han sido excelentes economistas y también amigos) han expresado que el bloqueo no es tal, sino solo sanciones y que para solucionar los problemas de la economía cubana no hay que mencionarlo ni tenerlo en cuenta, o posponerlo para después,(https://youtu.be/Qi92Nrze1b4?si=Vbv20813DhZyeOX-) Arturo ha dicho que más allá de cualquier análisis crítico válido, los tremendos efectos del bloqueo no se pueden desconocer en ningún análisis, que eso cuando menos daña la honestidad académica, criterio que yo comparto. Ahora le han pedido a Arturo debatir eso en directo, creo que no será difícil para el hacerlo, es una razón fácil de demostrar. Es su decisión. Ahora lo que yo pienso al respecto:

Lo de menos es como se le llame, Cuba está sometida a sanciones serias y unilaterales, todos lo saben. Basta solo estar fuera del sistema Swift para tener dificultades enormes y hay muchísimo más que eso. No considerar esto como parte de la realidad es no ver o no querer verla. Eso no quita para nada las insuficiencias y errores cometidos por Cuba en su economía, lo cual suma fuertemente a los malos resultados. Las dos cosas son parte de la realidad. Lo de la arbitraria lista famosa** le pone la tapa al pomo, porque eso desata un protocolo de restricciones internacionales enormes.

Ahora bien: que la modificación de eso está por fuera del poder del gobierno cubano es cierto y, por lo tanto, hay que transformar profundamente y avanzar a pesar de eso, hay que asumirlo como un dato. Sobre esto tampoco hay dudas y lo hemos repetido y argumentado hasta la saciedad, pero poner el bloqueo --embargo, sanciones o como quieran llamarle-- fuera del análisis o “dejarlo para después”, sin al menos condenarlo claramente por parte de los que se le oponen y lo ven como una violación criminal a los derechos de una nación, o apoyarlo claramente, y no de manera disfrazada, en el caso de aquellos que quieren un caos en Cuba y medir sus efectos, es no ver parte de la realidad, y la realidad es el todo. El papel de la ciencia es explicar el todo; no le está permitido a la ciencia hacer abstracción de parte de la realidad. Son la política y la ideología, y no la ciencia, las que, a conveniencia, hacen abstracción de partes de la realidad. Es eso lo que entiendo que dice Arturo y lo comparto.

Es como si aprietas a alguien por el cuello y, cuando jadea, dices: “Miren si es incapaz que ya ni respirar sabe”. Además, es una afirmación cínica y por supuesto que de académica Rien de rien (nada de nada) --como diría Edith Piaf.

Obvio que el bloqueo o las sanciones, incluida la lista, no es todo ni es sobre lo que se puede actuar; pero está en todo, sin dudas de ningún tipo. Aceptar eso no es necesariamente estar a favor o no del gobierno ni nada, es solo entender con honestidad la realidad. A ver si ahora, que está en el poder de nuevo y nuevas sanciones podrán venir, los que antes se han declarado antitrumpistas mantienen el mismo discurso de manera consecuente y clara. Por mi parte no espero ni necesito absolutamente ninguna comprensión sobre lo que digo. Es lo que pienso honestamente.

Que digan lo que quieran, lo que pienso está dicho aquí y en tantas otras cosas que hemos escrito en extenso y en detalles. Nada que agregar por mi parte. Lo del debate que se propone, depende que Arturo lo acepte y, en caso positivo, debería ser en su espacio, que fue donde surgió la polémica. 

En lo que a mi concierne, no tiene sentido discutir más un absurdo. Hay que debatir con mayor calado lo fundamental, y el tiempo apremia.

29 de Diciembre 2024
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** Inclusión de Cuba en la lista de países que patrocinan el terrorismo (Trump)

Edith Piaf interpreta "Non, Je Ne Regrette Rien": https://www.youtube.com/watch?v=7I7u_XLtFa0

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lunes, 30 de diciembre de 2024

La música puede reducir la angustia y la agitación de personas con demencia

Europa Press:  

Madrid. Un nuevo estudio de la Universidad Anglia Ruskin (ARU) de Cambridge (Reino Unido), publicado en la revista Nature Mental Health, mostró por primera vez los motivos por los que la música puede reducir la angustia y la agitación de las personas con demencia avanzada.

Se calcula que en el Reino Unido hay un millón de personas con demencia y más de la mitad están diagnosticadas de demencia avanzada, que puede requerir cuidados especializados y suele ir acompañada de comportamientos como agitación, agresividad, deambulación y resistencia a los cuidados.

La investigación revela los distintos beneficios de la musicoterapia, identifica mecanismos que explican por qué la música puede tener estos efectos y ofrece un plan para aplicar una musicoterapia eficaz a las personas con demencia avanzada.

La musicoterapia, administrada por terapeutas formados, puede incluir cantar, tocar o escuchar música. El terapeuta también puede identificar formas específicas de utilizar la música en la rutina diaria de los familiares y cuidadores.

El nuevo estudio, dirigido por Naomi Thompson, de la Universidad Anglia Ruskin (ARU) de Cambridge (Reino Unido), es la primera revisión realista de la atención musicoterapéutica a la demencia, que combina la investigación académica con las aportaciones de las partes interesadas para elaborar directrices que permitan realizar intervenciones personalizadas.

La investigación demuestra que, si la musicoterapia se diseña en función de las necesidades individuales, puede conseguir una reducción inmediata y a corto plazo de la agitación y la ansiedad de las personas con demencia avanzada, así como mejoras en la atención, el compromiso, el estado de alerta y el humor. Las interacciones musicales pueden ayudar a las personas a sentirse más seguras y orientadas en su entorno, lo que puede reducir los niveles de angustia y mejorar el bienestar.

La música activa recuerdos

Este efecto se produce porque la música, ya sea tocando, cantando o escuchando, proporciona estimulación cognitiva y sensorial, activa redes a ambos lados del cerebro que permiten acceder a las capacidades y recuerdos que le quedan a la persona, y ayuda a las personas a gestionar sus emociones y mantener la calma. La música también puede reducir el estrés fisiológico, especialmente en el sistema nervioso autónomo.

Los recuerdos evocados por la música, sobre todo los desencadenados por música conocida, se evocan más rápidamente y son más positivos y específicos que los recuerdos evocados sin música, y a menudo se refieren a momentos anteriores de la vida de la persona. Las canciones de cuando la persona tenía entre 10 y 30 años son las más eficaces.

Como forma de comunicación no verbal, la música es accesible independientemente del deterioro cognitivo o la capacidad musical, y ofrece oportunidades de interacción social con el personal, los cuidadores y otros pacientes o residentes de residencias.

Formación en musicoterapia

El estudio recomienda que los musicoterapeutas formen a otros profesionales, garantizando que todo el personal implicado en el cuidado de personas con demencia avanzada pueda utilizar la música, independientemente de su experiencia. Debe disponerse de recursos, como instrumentos musicales e información sobre cómo elaborar listas de reproducción personalizadas, y debe animarse a las familias a utilizar la música para ayudar a sus parientes.

La música también puede beneficiar al personal asistencial y a los familiares al reducir sus niveles de estrés y mejorar su bienestar. Puede proporcionar momentos significativos que pueden ser diferentes de las interacciones habituales de los cuidadores, puede fomentar la empatía y puede ayudar al personal a relacionarse mejor con la persona con demencia, especialmente en momentos de mayor angustia.

El estudio incluyó entrevistas con el personal y los musicoterapeutas de las salas de demencia del Cambridgeshire and Peterborough NHS Foundation Trust, una revisión sistemática de las investigaciones publicadas y una encuesta nacional de profesionales sanitarios. Los investigadores también colaboraron con la organización benéfica de enfermería especializada en demencia Dementia UK.

La autora principal, Naomi Thompson, del Instituto de Investigación en Musicoterapia de Cambridge de la Universidad Anglia Ruskin, señaló que "con una población que envejece y un número creciente de personas diagnosticadas de demencia, la música es una forma relativamente sencilla y rentable de mejorar la calidad de vida de los afectados".

"Nuestro estudio no sólo demuestra por qué la musicoterapia tiene éxito (satisfaciendo la necesidad de estimulación de la persona, apoyando la familiaridad a través de los recuerdos, fomentando las relaciones y la expresión emocional y, sobre todo, ayudando a reducir la angustia y la ansiedad), sino que también allana el camino para su uso más amplio en la atención a la demencia", añadió Thompson.

"La música, en particular la música grabada, es una forma accesible para el personal y las familias de ayudar a gestionar la angustia, y los musicoterapeutas pueden asesorar sobre cómo adaptar la música a cada persona. Del mismo modo que un médico prescribe medicamentos con una dosis y frecuencia específicas, un musicoterapeuta puede esbozar un programa individualizado, estableciendo cómo debe utilizarse la música a lo largo del día de una persona para reducir su angustia y mejorar su bienestar", finalizó.

https://www.jornada.com.mx/noticia/2024/12/27/ciencia-y-tecnologia/la-musica-puede-reducir-la-angustia-y-la-agitacion-de-personas-con-demencia-8465

domingo, 29 de diciembre de 2024

Desde San Antonio de los Baños

Buenos días.

Hoy, después de 15 días sin salir a la calle,
decidí dar una vuelta (ya que me sentía mucho mejor) y visitar los alrededores de la Quintica. Como casi siempre, nuestro agradecido río ofrecía sus aguas y paisaje limpios y bellos. En el restaurant un grupo de personas parece celebraban una fiesta privada. Antes crucé por el Bosquecito y vi que estaba vacío, sólo unos niños columpiándose y el lugar parecía desierto y abandonado, con muchas ramas en el suelo destrozadas y varios corpulentos árboles caídos. Lo que parecía indicar que nadie estaba a cargo de aquel lugar.

Más adelante en el área del acueducto la gran chimenea y el “destapado” tanque me recordaron otros tiempos en que ambos fueron útiles cumpliendo el papel para el que fueron construidos ambos.

Veinte años atrás, en fechas como éstas, tanto la Quintica, como el Bosquecito y el fenecido Club Amigos del Río bullían de personas celebrando, de distintas formas, estas fechas.

Acaso ¿no es posible recuperar estos lugares y otros más que languidecen ante los ojos de todos nosotros?

Comprendemos por la difícil situación que atraviesa el País, pero no puede ser una justificación eterna para nada o poco hacer.

La Fundación Ariguanabo surgió para ayudar a rescatar el patrimonio cultural y el construido, ambos ligados en una solución dialéctica indisoluble. Pensemos en eso en todo momento.

Saludos y abrazos a todos.

Giraldo Alayón García.

Diciembre 26, 2024

sábado, 28 de diciembre de 2024

Las cartas de Ray Bradbury: “No me dan miedo los robots sino la gente”

 Por Jacinto Antón

“Creo que va a haber que cambiar las fechas de la nueva edición de Crónicas marcianas”, escribió el 7 de julio de 1996 Ray Bradbury al editor Lou Aronica al ver que la fecha original que daba su libro de 1950 para el inicio de la conquista humana del planeta rojo era 1999 —luego se desarrollaba hasta 2026— y la cosa estaba aún muy verde. “Será mejor posponerlo unos 30 años, ¿no? ¿Para hacerlo coincidir con la expedición a Marte? Por favor, que alguien haga un cálculo aproximado y me contáis, ¿vale? La primera fecha en vez de 1999 podría ser 2029 y luego habría que calcular a partir de ahí, ¿de acuerdo? Así la NASA tendrá más de 30 años [de 1996 a 2029] para cumplir mi profecía”. La carta del escritor de ciencia ficción a quien más se asocia con Marte (con perdón de H. G. Wells y Edgard Rice Burroughs) y que pidió que sus cenizas sean llevadas y esparcidas allí cuando quiera que llegue la primera expedición (¿2029?, ya veremos, vuelve a estar muy cerca), es una de las que puede leerse en la interesantísima selección de su correspondencia que compone el volumen Recuerdo, que acaba de editar en castellano Minotauro (traducción del inglés de Pilar de la Peña Minguell).

Bradbury en los 80

El tomo, de medio millar de páginas, incluye casi trescientas cartas entre las enviadas y las recibidas por el autor de Crónicas marcianas y Fahrenheit 451. El libro proporciona una mirada excepcional sobre la vida y la creación de Bradbury (1920-2012) y pone de manifiesto la extensión de los contactos del escritor de Waukegan (Illinois) y lo abundante de su correspondencia. Entre los correspondientes que aparecen en el libro figuran otros autores, editores, cineastas, amigos, admiradores y familiares (un carta es a su mujer Maggie, a la que se ha sabido que engañaba). Bradbury se carteó, entre otros muchos, con Graham Greene, W. Somerset Maugham, Bertrand Russell (con el que debatió sobre Fahrenheit 451), Gore Vidal (gran fan de Crónicas marcianas y al que Bradbury le habla de “nuestro querido Truman” y su El arpa de hierba), August Derleth, Stephen King o ¡Anaïs Nin! (“admiradora fiel”, aunque sin duda tenían distintas ideas sobre Venus); y con grandes directores de cine como John Huston, Federico Fellini y François Truffaut. Sorprende encontrar correspondencia con personajes tan inesperados como Richard Bach (para el que la literatura moderna era “Saint-Exupéry y Bradbury”), el mimo Marcel Marceau (que quería hacer convertir los relatos de Bradbury en pantomimas), Leon Uris, John Fitzgerald Kennedy o los dos presidentes Bush (las cartas son con motivo de la concesión de premios).

La selección de misivas, que lleva por título el de uno de los poemas más emotivos del escritor, en el que cuenta cómo encontró de mayor la nota que se había dejado a sí mismo a los 12 años en un nido de ardilla en un árbol (puro Bradbury), está dividida en 12 secciones en función de con quién se intercambiaron las cartas (mentores, escritores noveles, literatos contemporáneos, cineastas, editores y editoriales, agentes, amigos y familia), además de varias oficiales y algunas reflexiones de Bradbury. Las cartas, destaca el editor de las mismas, Jonathan R. Eller, que ha realizado una tarea monumental buscándolas por numerosos archivos y colecciones y que las contextualiza una por una, “ofrecen la primera mirada sostenida a su vida interior, desde los últimos años de su adolescencia hasta su novena década”.

Eller destaca algunos rasgos de Bradbury que se revelan en las cartas, como que no le importaban las etiquetas de género y que siempre intentó mantenerse fiel a las características tan personales de su prosa (ese estilo poético y metafórico inmediatamente reconocible) y a su exploración de las complejidades del corazón humano, aunque al principio el mercado le solicitara otra cosa. A lo largo de la correspondencia va surgiendo un retrato completísimo de Bradbury con sus muchas luces (su entusiasmo, su alegría vital y su sentido de la maravilla, su generosidad) y sus sombras (inseguridad, vanidad, dificultad para aceptar las críticas, zalamería con los poderosos, el pánico a escribir ficción en formato de novela, pues se consideraba autor de relatos, o el miedo a las influencias). Pero, sobre todo, recalca Eller, en las cartas nos aparece ese escritor irrepetible que “se centraba en las cosas que mejor conocía: las esperanzas y los miedos, los sueños y las pesadillas, los amores y los odios que surgen de la infancia y nos acompañan toda la vida”. O como le escribe el propio Bradbury al crítico cultural Russell Kirk en 1967: “En el fondo, por encima de todo, lo que me mueve la mayoría de las veces es una inmensa gratitud por haber tenido esta ocasión única de estar vivo, de vivir una experiencia milagrosa que nunca deja de ser extraordinaria a la par que desconcertante”.

La primera carta del libro es muy significativa: a Edgar Rice Burroughs, el creador de Tarzán y de tantas novelas de fantasía. En ella, un joven Bradbury le pide en 1937 a Burroughs si quiere acudir a una sesión de su grupo de fans de la ciencia ficción en una cafetería de Los Ángeles. El veterano autor declinó confesándole su renuencia a hablar en público. Otros maestros del género con los que Bradbury tuvo correspondencia fue con Robert A. Heinlein (Tropas del espacio), Jack Williamson (Más oscuro de lo que creéis), Henry Hasse (con el que Bradbury colaboró en su primera venta de un relato), Theodore Sturgeon (que le escribe que es el único autor del que ha tenido celos), Richard Matheson, Frederik Pohl o Henry Kuttner, su principal mentor en sus primeros años en el proceloso mundo del pulp de ciencia ficción y fantasía de los años de antes y durante la Segunda Guerra Mundial, en la que Bradbury no combatió (inhabilitado, hizo un servicio alternativo escribiendo guiones radiofónicos para campañas de donación de sangre). A otras dos leyendas de la ciencia ficción, Leigh Brackett y Edmond Hamilton, amigos y mentores, les escribe en 1950 que ha conocido a Fritz Lang y que este le ha contado cosas fascinantes sobre la Alemania nazi como que Goebbels le ofreció dirigir la industria cinematográfica del país y Lang “salió por piernas”. Comenta que Lang le ha contado que “Hitler confiscó todas las copias de La mujer en la luna porque desvelaba el secreto del cohete V-2″. En otra carta, de 1951, les escribe una recomendación muy raybradburyana, con tintes de su admirado Robert Frost, que merece encuadrarse: “Bueno, chicos, pescad, navegad, construid, escribid, echad unas cabezadas, montad a caballo, flotad ligeros por las tardes doradas que se avecinan”. A otro de sus grandes mentores, el crítico de arte e historiador del Renacimiento Bernard Berenson (1865-1959), Bradbury le escribe en 1958: “No puedo rebelarme contra lo que llevo en las venas. Las películas, las máquinas y la naturaleza, todo mezclado con magos, ferias y demás, encuentran un modo de resolver los problemas a través de mi obra”.

Atraviesan las cartas, con mucha información biográfica, momentos tan destacados en la vida de Bradbury como el nacimiento de sus cuatro hijas, o la vez que vio a Laurel y Hardy en persona. O cuando de niño le pidió un autógrafo a W. C. Fields y este le devolvió el lápiz y el papel y le dijo: “¡Toma, pequeño hijo de puta!”. El miedo al avión, lo desengaños y sinsabores de algunos proyectos o la tormentosa, o la tormentosa relación con John Huston por su colaboración en Moby Dick, aunque le supuso ver a Gregory Peck cuando le ponían la pata de marfil que lleva en la película (”no os imagináis lo simpático que es”, escribe a sus “queridos mamá y papá” en abril de 1954). Están también su amor por el teatro, por Bernard Shaw, por Shakespeare, por Frost. Y toda su lista de otros amores: “Quasimodo, los dinosaurios, Buck Rogers, Tarzán, la Exposición Internacional de Chicago y la de Nueva York, la historia de la arquitectura, H. G. Wells, Julio Verne, 10.000 películas, El príncipe Valiente (¡me carteé durante treinta años con su dibujante Hal Foster!), la radio antigua, Fred Allen, Melville…”. Y sus recomendaciones: “Lea un poema todas las noches de su vida”, “ame los libros con toda su alma y sumérjase en ellos”. O la constatación de que “hasta el fin de nuestros días, mantenernos contemplativos, cuerdos, de buen humor, es nuestra única misión, en medio de ciudades que nos tientan con la inhumanidad y de pasiones que amenazan con atravesarnos la piel con agujas invisibles”. Ya en 1948 escribía: “El Futuro (¡con mayúscula!) se acerca rápidamente. La era de los cohetes se nos echa encima”. En 1961 una carta revela que Hitchcock le llamó para que colaborara en el proyecto de hacer una película basada en el relato de Daphne du Maurier Los pájaros. No encontró fechas.

A destacar las cartas que intercambiaron Stephen King (que se proclama gran admirador) y Bradbury a propósito de La feria de las tinieblasBradbury explica la génesis de ese libro, una de las más hermosas plasmaciones del amor paterno filial (si tiene cuentas pendientes con su progenitor, léala y hará las paces), en una carta que muestra su inmensa capacidad de conmover y conmoverse. Con esa novela, “hice algo precioso sin saberlo. Le escribí una oda a mi padre. No caí en la cuenta hasta una noche de 1965, unos años después de que se publicara. Como no podía dormir, me levanté y deambulé por mi biblioteca, encontré la novela, releí algunos fragmentos, me eché a llorar. Mi padre estaba atrapado en aquellas páginas para siempre, ¡como el padre del libro! Ojalá hubiera vivido para leerse allí y sentirse orgulloso de su valentía en nombre de su querido hijo. Aun cuando escribo esto me conmueve recordar el estallido de alegría y de angustia con el que descubrí que mi padre estaba ahí para siempre, al menos para mí, atrapado en el papel, plasmado en las páginas, y hermoso de contemplar”. Y remacha de La feria de las tinieblas: “Quiero esa novela por encima de todo lo que he escrito en mi vida. La querré, y a las personas que la habitan, a mi padre y al señor Eléctrico, y a Will y a Jim, las dos mitades de mí mismo fuertemente tentadas y puestas a prueba, hasta el final de mis días”.

Particularmente emotivo, por lo que representan ambos en la historia de la ciencia ficción, es asimismo el intercambio epistolar con Arthur C. Clarke, y la carta que este le escribe a Bradbury el 11 de agosto de 1992 recordando la muerte en abril de ese año de Asimov, el tercer mosquetero: “Aún estoy triste por lo de Isaac. Empieza a quedarse muy sola la meseta de los dinosaurios, ¿no te parece?”.

También en la correspondencia con Graham Greene (que le escribe a Bradbury que “Ballard y usted son los únicos autores de ciencia ficción cuyos libros agradezco, porque ninguno de los dos es solo un escritor de ciencia ficción, sino todo un artista”) hay un momento muy conmovedor, cuando Bradbury le adjunta uno de sus cuentos favoritos Bendígame, padre, ese precioso relato de pecado y redención que “confío en que apele a un lado de su persona que he detectado en muchos de sus novelas y relatos”. Bradbury, al que le encantaba ese cuento (quien firma se lo oyó contar en directo en una memorable ocasión con lágrimas en los ojos), le dice a Greene que lo escribió “para perdonarme por pecados cometidos a los 13 años”. Y este le contesta en tono muy Greenesiano: “¡Estoy convencido de que sus pecados le han sido perdonados!”. En una carta, Thomas Steinbeck le indica que su padre, John Steinbeck, admiraba su cuento El emisario y también La guadaña, probablemente el relato más desolador de Bradbury (según quien esto escribe).

El capítulo de cineastas es muy jugoso. Empezando por la correspondencia con John Huston, que le hizo sudar tinta a Bradbury durante su trabajo de nueve meses en 1953-54 como guionista de Moby Dickuna labor ciclópea que alteró profundamente al escritor“Ahora que he entrado por un extremo de Moby y salido por el otro”, escribe a Huston en junio de 1954, al acabar, “no siento otra cosa que respeto por personas como tú, que podéis mantener ese ritmo de trabajo un año sí y otro también sin que os salgan úlceras intestinales. Mi huida del guion rumbo a Italia no fue muy distinta de la huida de Jonás para evitar la ira de Dios”. La relación con Truffaut (por la versión que este hizo de Fahrenheit 451) fue muy distinta y trabaron una gran amistad. “Otro director me habría hecho una película de Bond”, dice al respecto (pese a que era fan de Ian Fleming), agradecido, Bradbury. “Te admiro muchísimo, querido Bradbury”, le escribe en otra correspondencia amable Federico Fellini. En una carta de 2007 a Tenny Chonin, director de la división de desarrollo artístico de Disney, Bradbury, gran fan de Fantasía, evoca cómo conoció al creador de Disneylandia, con el que colaboró en numerosos proyectos y al que elogiaba sin reservas. También recuerda que la primera visita al parque la hizo con ¡Charles Laughton! 

Otra carta a subrayar es una en la que Bradbury recuerda de dónde surgió el precioso pasaje de El vino del estío en el que el niño Douglas Spaulding, su alter ego, estrena unas zapatillas de deporte nuevas, uno de los grandes acontecimientos del verano en Green Town. Un buen número de cartas están dirigidas a su agente Don Congdon. Le explica en 1953 que algunas de sus ideas de Fahrenheit 451 provienen ¡de Ortega y Gasset! También le confiesa (1961) sus esperanzas con la administración Kennedy (“uno de los nuestros”) que se verán brutalmente destruidas con el magnicidio de Dallas, ante el que se muestra conmocionado y escribe que ojalá existieran las máquinas del tiempo para volver a ese día aciago y cambiarlo (¿se inspiró en ese comentario Stephen King para su novela 22/11/63?). La posición política de Bradbury, votante demócrata, aparece en cartas como la abierta al partido republicano que publicó en 1952 y en la que pedía “devolver a McCarthy y a sus amigos al Salem del siglo XVIII”. En otra carta elocuente del mismo año afirma que seguirá luchando por la paz y las causas justas “aunque siga habiendo capullos reaccionarios como MCarthy, Perón, Franco, etc”.

En las cartas del hombre que nos hizo soñar con el futuro aparece una consideración sobre los robots (1974) que muestra lo que hubiera podido opinar de la actual polémica sobre la Inteligencia Artificial (IA). “Y en cuanto a los robots a los que dices temer”, le escribe al autor británico Brian Sibley, “¿por qué temer algo? ¿Por qué no crear con ello? No me dan miedo los robots. Me da miedo la gente, la gente, la gente. Quiero que sigan siendo humanos. Puedo ayudar a humanizarlos con el uso sabio y maravilloso de los libros, las películas, los robots, y mis propios pensamientos, mis manos y mi corazón (…) Pero ¿los robots? Dios, los adoro. Los usaré humanamente para enseñar todo lo de arriba. Mi voz saldrá de ellos y será una voz maravillosa”.

https://elpais.com/cultura/2024-12-21/las-cartas-de-ray-bradbury-no-me-dan-miedo-los-robots-sino-la-gente.html

jueves, 26 de diciembre de 2024

El mensaje de la Asamblea de Cineastas

Por Jorge Fuentes

Después de más de un año de la memorable asamblea del cine Chaplin, la Asamblea de Cineastas se pronuncia, a propósito del nuevo año, no sólo con lucidez, sino con una serenidad que tengo que aplaudir. La Asamblea está sembrando la posibilidad de una cultura del diálogo y tendrá que seguir haciéndolo, porque tal cultura no existe entre nosotros. 

Nos es más fácil, llegado el momento, dialogar hacia afuera que hacia dentro. Esto viene dado porque empezamos por creer que adentro no pasa nada , o lo disimulamos, o cuando pasa lo convertimos en una versión triunfalista, también inmovilista. Entendamos que no se puede ejercer la dictadura del pensamiento. Con el pensamiento no hay medida de fuerza que valga. 

Creo que la Asamblea ha aprendido más que sus interlocutores. Al final lo que se necesita son muchas asambleas que ejerzan la democracia popular, directa y partícipativa. Una democracia que sólo tenga como límites la constitución y las leyes, aún cuando estas pudieran ser variadas dentro de la legalidad, si así fuera necesario.

¿Es eso contrarrevolucionaro? ¿Afecta eso a la Revolución? ¿Es este solamente un asunto de los cineastas? ¿Se puede hacer arte sin la más mínima seguridad espiritual, legal y material? Estoy convencido de que nuestra actual situación económica, dificulta las posibilidades de entendimiento que produzcan un diálogo sectorial progresista, incluso aquellos intercambios e incorporación de ideas decisivos, como sucede con el plan económico. 

Lo que piden los cineastas (y otros sectores) al margen de esta  o aquella cosa, es participación en las decisiones. Están en su derecho y el socialismo que se los enseñó, porque así no es en casi ningún lugar del mundo, debiera sentirse feliz con lo que pudo sembrar.  

Felicidades a la Asamblea, y a los jóvenes que no me canso de conocer, por la Navidad y  por el nuevo año, aniversario 66 del triunfo de nuestra revolución.

miércoles, 25 de diciembre de 2024

Canción de Navidad

El fin de año huele a compras,
enhorabuenas y postales
con votos de renovación.
Y yo, que sé del otro mundo
que pide vida en los portales,
me doy a hacer una canción.

La gente luce estar de acuerdo,
maravillosamente todo
parece afín al celebrar.
Unos festejan sus millones,
otros, la camisita limpia,
y hay quien no sabe qué es brindar.

Mi canción no es del cielo,
las estrellas, la luna,
porque a ti te la entrego,
que no tienes ninguna.

Mi canción no es tan sólo
de quien pueda escucharla,
porque a veces el sordo
lleva más para amarla.

Tener no es signo de malvado
y no tener tampoco es prueba
de que acompañe la virtud.
Pero el que nace bien parado,
en procurarse lo que anhela
no tiene que invertir salud.

Por eso canto a quien no escucha,
a quien no dejan escucharme,
a quien ya nunca me escuchó,
al que en su cotidiana lucha
me da razones para amarle,
a aquel que nadie le cantó.

Mi canción no es del cielo,
las estrellas, la luna,
porque a ti te la entrego,
que no tienes ninguna.

Mi canción no es tan sólo
de quien pueda escucharla,
porque a veces el sordo
lleva más para amarla.

(diciembre de 1988)

sábado, 21 de diciembre de 2024

Cubano

Por Guillermo Rodríguez Rivera


Me alcé en La Demajagua

y muy poco después

recorrí el largo cuerpo de la isla

al lado del Titan;

si buscan con paciencia encontraran mi rostro

perdido, casi irreconocible,

entre esa masa que en agosto de 1933

se echó a la calle, ansiosa

de ajustarle las cuentas al tirano;

me golpearon y torturaron en los años cincuenta

y abandoné mis libros de estudiante,

mis herramientas, mis poemas,

mi pequeño negocio, mis dos bueyes

para volverme ese soldado que lo arriesgara todo

cerrándole el paso a los americanos

en los años sesenta.


Pero quiero recordar, tambien,

que he vivido del contrabando por trescientos años

y ni se sabe cuántos burlándome de todo, a mi,

el hijo de españoles negociantes y negros cimarrones,

de trashumantes chinos y gallegos y haitianos,

de isleños, de judios y de árabes;

a mi, el rey del trago y de la mesa y de la fiesta,

el canalla rumbero,

el guardián de su casa, el sostén de sus hijos, el amante hipotético de todas las                mujeres,

hay que marchar delante.


Hay que ser el Mayor en la llanura,

el genio de Marti pasando hambre,

Ernesto Che Guevara durmiendo sobre el suelo,

igual que sus soldados

o Fidel en el Moncada.


Para las ordenes absurdas

tengo el “se acata pero no se cumple”

y la risa en los labios.

Necesito saber a donde voy

y ver que llego.


Ténganlo todo en cuenta, compañeros.

jueves, 19 de diciembre de 2024

Al día siguiente...

19 de diciembre de 1969 (viernes)

 

Comenzamos a bajar desde el Sahara español, por lo que hemos pasado por Mauritania, Senegal, Guinea portuguesa, Guinea, Sierra Leona, Liberia, Costa de Marfil, Ghana, Togo, Dahomey, Camerún y Gabón. Hemos visto la costa varias veces, pero no sé en cual de esos países. Ahora estamos frente al Congo portugués, a donde es muy probable que entremos. Nos encontramos en los 5º de latitud sur, 3º longitud oeste.

 

El contacto con el “Mar del Plata” lo haremos frente a Sudáfrica, con posibilidades de entrar a puerto.

 

También es probable que tengamos que entrar de nuevo a Las Palmas, para hacer petróleo antes de marchar rumbo a Cuba (no sé cuándo llegaremos).

 

Leí otros seis capítulos de Sinuhé y me dormí después de las 2.

miércoles, 18 de diciembre de 2024

Un día como hoy, hace 55 años...

De mi diario, a bordo del buque madre Océano Pacífico:

18 de diciembre (jueves)

Hoy es la cosa.

Almorcé y estoy algo nervioso porque sé que de un momento a otro me vendrán a buscar.

Hoy todos se divierten a costa de todos,

Los certificados no están terminados aún, pero quedan pocos.

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Ya me tiraron.

Tomé en el camarote de Gregorio.

Hubo ofendidos, alterados, propasados, pero cuando a uno se le ocurrió mencionarme yo mismo me zambullí y después serví de verdugo.

A muchos les tocó más de una vez.

Estoy borracho. Creo que no podré cantar .

La tripulación se desató como una horda.

La gente sudaba y respiraba, sedienta de los oficiales.

Los perseguían por las tripas de la nave y los arrojaban a la piscina de agua salada.

Fue una fiesta de subordinados.

El único que se salvó -por supuesto- fue Batista, el capitán, que lo miraba todo con su tabaco sonriente.

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A la 5 de la tarde pasamos la línea del Ecuador: latitud 0, longitud 5º oeste.

martes, 17 de diciembre de 2024

La guitarra voladora me cantó de madrugada

El 17 de diciembre de 1965, fallece María Teresa Vera.

Por Miguel Ojeda*

La guitarra voladora 
me cantó de madrugada .
Sobre su frente, un diciembre 
con 17 campanas 
pero un febrero 6 
me anunció tu clarinada .

En mi sueño, un Guanajay, 
un Artemisa mañana 
con la María tan niña
con sus poderes de anciana.

Me contó de pocas hembras 
que escribían y cantaban,
de machismos ancestrales 
y una Teresa que espanta 
si no crees en sus llamadas.
Su madre que sueña soles, 
padre a la lontananza, 
20 años que son uno,
20 años de esperanzas.

Me habló antes de un febrero 
con 6 duendes a su espalda, 
bohemia y trova de joven, 
Corona que bien la ampara, 
Zequeira cual Miguelito,
Hierrezuelo en alboradas.

Viajes y discos inmensos, 
ese Sexteto Occidente 
que escandaliza a LaHabana, 
Justa García y La Verges 
en un cuarteto fantasma.

La Historia se escribe a manos 
cuando esta Vera - montaña 
se reinventa en cada nota 
de su cubana garganta.

Ahora parte la guitarra 
que vino tan de mañana;  
en un futuro infinito 
se reinventa en cada aula 
de los alumnos de entonces 
que son Hoy y visten flamas.

María Teresa que viste 
la guitarra que se calza.

¡ A tu Vera yo te sigo;  
20 años, tu mirada !
_________________________

*Miguel Ojeda.
Maestro de radialistas.
Distinción por la cultura cubana.
Laureado de la cultura.
Sellos, Micrófonos y  Medallas de La Radio Cubana.

lunes, 16 de diciembre de 2024

A 10 años de la fugaz reconciliación EEUU-Cuba

Al mediodía del 17 de diciembre de 2014, el presidente Barack Obama en Washington y el presidente Raúl Castro en La Habana asombraron al mundo con un anuncio televisivo simultáneo: Estados Unidos y Cuba habían acordado normalizar relaciones diplomáticas y poner fin a más de medio siglo de amargo conflicto. “Como resultado de un diálogo al más alto nivel”, informó el presidente Castro a su país, “hemos logrado avanzar hacia la solución de algunos temas de interés mutuo”.

El lenguaje de Obama fue mucho más dramático. “Hoy, Estados Unidos elige soltar las cadenas del pasado para alcanzar un mejor futuro: para el pueblo cubano, el pueblo estadunidense, para todo nuestro hemisferio y para el mundo”, anunció. En la privacidad de la Oficina Oval, Obama fue aún más efusivo. “Como diría Joe Biden”, comentó el presidente a sus asistentes en la Casa Blanca, “este es un acuerdo chingón”.

Y lo era. Por coincidencia, nosotros dos nos encontrábamos en La Habana el “17 D”, como llaman hoy los cubanos a esa fecha icónica, cuando se divulgó la noticia del dramático acontecimiento. La euforia pública fue instantánea. La gente desfiló en las calles para celebrar, los autos sonaban el claxon, las iglesias tocaban las campanas. Meseros y conductores de autobuses nos estrechaban la mano, chocaban nuestras palmas en alto, incluso nos abrazaban. “Por fin podré comprar una nueva camioneta Ford”, exclamó un chofer de los clásicos automóviles estadunidenses que dan servicio de taxi en Cuba, resumiendo las esperanzas del pueblo cubano por un futuro mejor.

Después de más de 50 años de constante hostilidad en Estados Unidos hacia Cuba –con predominio de peligrosos episodios de la guerra fría, como la invasión de Playa Girón, la Crisis de los Misiles, conjuras asesinas de la CIA, la violencia terrorista de los exiliados y el persistente bloqueo comercial estadunidense–, la reconciliación entre Washington y La Habana restableció plenos lazos diplomáticos, normalizó los viajes de estadunidenses, expandió el comercio e inició la colaboración en áreas claves de interés mutuo. En marzo de 2016, Obama se convirtió en el primer presidente estadunidense en viajar a La Habana desde la revolución. “He venido a sepultar el último remanente de la guerra fría en las Américas”, declaró en su mensaje al pueblo cubano. “La ruta en la que estamos ahora continuará más allá de mi gobierno”.

El optimismo de Obama resultó equivocado. Hacia finales del segundo año del gobierno de Donald Trump, la histórica apertura hacia La Habana estaba prácticamente cerrada. Una por una, Trump rescindió las autorizaciones ejecutivas de Obama al viaje y el comercio, remplazándolas con un montón de nuevas y duras sanciones, las cuales se mantuvieron casi sin alteración en la era de Biden.

Diez años después de la apertura, la euforia y el dinamismo económico que generó han desaparecido. La economía cubana casi ha colapsado, golpeada por la enorme escasez de alimentos, medicinas, combustible y electricidad, que ha creado una funesta crisis humanitaria para el pueblo. Los que pueden abandonan la isla en tropel; los que no, enfrentan crecientes privaciones. Diez años después de las grandes esperanzas generadas por la reconciliación, muchos cubanos experimentan un profundo sentimiento de desesperación ante el futuro.

Y puede que lo peor esté por venir. Con la resurrección de Donald Trump, y su designación del extremista de derecha Marco Rubio como secretario de Estado, Cuba enfrenta un retorno a la era de la guerra fría, de intervención en busca de un cambio de régimen. A medida que crezcan las tensiones en los próximos meses, el décimo aniversario de la reconciliación sirve de recordatorio de que existe una alternativa productiva a una postura de hostilidad y cambio de régimen: una alternativa que debería ser atractiva para un presidente decidido a reducir la migración irregular, bloquear la influencia hemisférica de China y Rusia, y evitar conflictos sin sentido en el extranjero.

La deténte cubana

El acuerdo histórico entre Estados Unidos y Cuba fue producto de la valentía política y de un tenaz compromiso de ambas partes con la diplomacia creativa. La valentía pertenece en su mayor parte a Obama, quien estaba decidido a enfrentar un intrincado desafío de política exterior que había atormentado a diez de sus predecesores en la Casa Blanca. Obama sentía también intensa presión de importantes naciones latinoamericanas, encabezadas por México, para que cumpliera sus promesas de campaña de 2008, de “escribir un nuevo capítulo” en la historia de las relaciones cubano-estadunidenses.

Al principio de su segundo término presidencial, en los primeros meses de 2013, Obama encargó a su consejero adjunto de seguridad nacional, Benjamin Rhodes, abrir un canal trasero hacia Cuba con el objetivo de cambiar fundamentalmente el futuro de las relaciones entre los dos países. Con astucia, decidió evitar ir paso a paso y buscar en cambio un paquete completo. “Si voy a hacer esto”, instruyó a Rhodes, “quiero hacer lo más que podamos de una vez”.

La diplomacia ultrasecreta entre Washington y La Habana ocurrió durante reuniones furtivas en Canadá, Trinidad y Tobago y, finalmente, en el Vaticano, en Roma. Rhodes y Ricardo Zúñiga, especialista de Seguridad Nacional sobre América Latina, representaron a Obama; Raúl Castro asignó a su hijo, el mayor Alejandro Castro, y a otro funcionario militar. En el curso de 18 meses, los dos lados negociaron tanto un intercambio de prisioneros –canjeando al subcontratista de Usaid Alan Gross y a un infiltrado de alto nivel de la CIA, capturados en La Habana, por tres agentes cubanos, parte de los “cinco de Cuba”, encarcelados en Estados Unidos desde 1998– como el proceso para normalizar las relaciones. El 16 de diciembre, el presidente Obama llamó directamente a Raúl Castro desde la Oficina Oval para concluir los detalles del acuerdo. “En esa habitación”, relató un asistente de la Casa Blanca que estuvo presente, “había una percepción de un momento histórico”.

En sus presentaciones televisivas, los dos presidentes delinearon los contornos de una nueva relación. Como gesto humanitario, Cuba acordó liberar a 53 presos políticos y colaborar con la Cruz Roja Internacional y Naciones Unidas sobre derechos humanos y condiciones de las prisiones. Obama se comprometió a revisar la designación de Cuba como Estado patrocinador de terrorismo y aflojar las restricciones al viaje y el comercio. Ambos países acordaron reinaugurar formalmente sus embajadas, que fueron cerradas cuando el gobierno de Dwight Eisenhower rompió relaciones diplomáticas con Cuba, en enero de 1961, pero reabrieron como “secciones de interés” durante el gobierno de James Carter.

El proceso de normalización avanzó con rapidez. Después de una revisión oficial, en abril de 2015 la Casa Blanca retiró a Cuba de la lista de estados patrocinadores del terrorismo internacional, y ambos países reabrieron oficialmente sus embajadas ese verano. En preparación para su histórico viaje a la isla, en marzo de 2016, Obama aflojó significativamente las restricciones a los derechos de los estadunidenses a visitar la isla, permitiendo que los viajeros individuales se trasladaran bajo la amplia categoría “persona a persona”. Para facilitar los viajes, el gobierno reanudó el servicio aéreo comercial regular; por primera vez en más de medio siglo, los viajeros pudieron volar de Cuba a Estados Unidos en aerolíneas como American Airlines, Delta, United y Jet Blue. Obama también autorizó que los cruceros de su país atracaran en puertos cubanos. “Tenemos enorme confianza en el pueblo estadunidense como embajador de las cosas que nos importan”, dijo en su momento el hombre clave de la Casa Blanca en Cuba, Benjamin Rhodes. “Creemos que es la mejor forma de conectar al pueblo cubano con el mundo”.

Compromiso positivo: una historia de éxito

La luna de miel de la détente con Cuba duró apenas dos años. Pero incluso en ese corto lapso, produjo resultados mesurables. Aunque los derechistas de línea dura, encabezados por el senador Marco Rubio y el ex senador Robert Menendez, atacaron a Obama por no negociar la capitulación del gobierno cubano, la breve era de reconciliación tuvo un éxito abrumador, según cualquier norma razonable de objetivos de política exterior.

Para expandir la cooperación en áreas de intereses estratégicos e internacionales mutuos, Washington y La Habana establecieron una comisión bilateral para supervisar el trabajo de 18 grupos de trabajo diplomático, incluso en temas de seguridad nacional como migración y combate al narcotráfico y al terrorismo. Dos de los grupos también emprendieron pláticas sobre asuntos contenciosos: derechos humanos y reclamos sobre propiedad.

El relajamiento de restricciones a los viajes expandió la libertad de viajar para residentes en Estados Unidos que deseaban ver Cuba por sí mismos. Durante el primer año de la normalización, el número de visitantes estadunidenses a Cuba creció de 92 mil a 163 mil; después de que Obama restauró el servicio aéreo comercial y autorizó que los cruceros incluyeran puertos cubanos, las compuertas del viaje estadunidense a la isla se abrieron de modo exponencial. Además de los 517 mil cubanos que visitaron a sus familias en 2016, más de otros 600 mil viajeros estadunidenses pusieron pie en la isla en 2016 y 2017, antes de que las restricciones impuestas por Trump entraran en vigor.

La corriente de viajeros estadunidenses dio un impulso inmediato a la economía cubana, en particular al tambaleante sector privado. El número de emprendedores cubanos que atendían a los turistas –taxistas, restauranteros, guías de turistas, artistas, músicos, hoteleros privados, entre otros– se multiplicó de la noche a la mañana. Los alquileres de Airbnb ilustran el dramático impacto financiero.

En 2015, cuando Obama autorizó a Airbnb a empezar a trabajar con propietarios cubanos de casas que querían alquilar habitaciones a visitantes estadunidenses, el sitio registró unas 2 mil reservaciones; para 2019 el número se había elevado a 35 mil. Cuba se convirtió en el mercado de crecimiento más rápido de Airbnb, lo que expandió en mucho las oportunidades de empleo para dueños de viviendas, cocineros, limpiadores de casas, pintores, carpinteros, choferes y guías. Durante el viaje de Obama a La Habana, en marzo de 2016, un miembro republicano de su comitiva de negocios, el ex secretario de Comercio Carlos Gutierrez, caracterizó la estrategia del presidente como “una gran jornada de derechos humanos” porque favoreció la causa de independencia económica individual y libertad para que los cubanos “desarrollen su propia visión de futuro”.

El viaje presidencial incluyó también a ejecutivos de alto nivel de Airbnb, PayPal, Google y los hoteles Marriott, entre otros representantes empresariales. Junto con Obama, se reunieron con varios cientos de emprendedores cubanos, lo que envió una clara señal de apoyo al sector privado. En un despliegue de “diplomacia beisbolera”, Obama llevó también a los Mantarrayas de Tampa Bay a que dieran un juego de exhibición con un equipo cubano de estrellas. Incluso, Obama apareció como invitado en el programa de televisión más popular de Cuba, expresando su gratitud por la amabilidad y apoyo que recibió durante su visita. Y ante el gobierno de la isla, expresó su certeza de que Cuba y Estados Unidos, que habían sido enemigos cercanos durante más de medio siglo, podrían coexistir de manera pacífica y así lo harían. “El bloqueo va a terminar”, predijo Obama durante una conferencia de prensa con Raúl Castro. “Este es un nuevo día entre las dos naciones”.

El retroceso trumpista

En los días siguientes al viaje de Obama, funcionarios de la Casa Blanca creían con optimismo que el proceso de normalización de relaciones entre Estados Unidos y Cuba no sólo era exitoso, sino también “irreversible”. “El hecho del asunto es que el pueblo estadunidense y el cubano, de manera abrumadora, desean que esto ocurra”, dijo Ben Rhodes en junio de 2016. “Alguien que quiera descarrilar este proceso tendría que trabajar contra los deseos abrumadores de su propio pueblo”, afirmó. “Este barco ha zarpado”.

Sin duda, la apertura de Obama hacia Cuba fue inmensamente popular tanto en su país como en el extranjero. Los aliados de Washington en todo el mundo la aplaudieron, el papa Francisco la bendijo, al pueblo cubano le encantó, y el público estadunidense en general la apoyó, con inclusión de más de la mitad de los cubano-estadunidenses. Incluso, una revisión interdepartamental realizada en los primeros cinco meses de Trump en el cargo concluyó que el compromiso positivo de Obama fue un éxito de política exterior. Pero, si bien el compromiso produjo resultados dramáticos, en especial en el frente diplomático, dos años no fueron tiempo suficiente para que echara raíces. Ningún sector interno significativo, en particular los poderosos consorcios empresariales estadunidenses, desarrolló un interés suficiente en esa política como para invertir escaso capital político en defenderlo de Donald Trump.

Durante la campaña presidencial de 2016, Trump prometió a los conservadores cubano-estadunidenses que desmantelaría la política de Obama. El 16 de junio de 2017, repudió la normalización y resucitó el cambio de régimen, diciendo a una vociferante multitud de cubano-estadunidenses en Miami: “Con efecto inmediato, cancelo el pacto completamente unilateral del pasado gobierno con Cuba”. Nuevas reglamentaciones restringieron los viajes, impusieron límites a las remesas y bloquearon los negocios con compañías cubanas manejadas por los militares, entre ellas la mayoría de los hoteles. Los grupos de trabajo diplomático que atendían asuntos de interés mutuo fueron desarticulados.

Ese otoño, después de que varios ejecutivos de la embajada estadunidense reportaron misteriosos síntomas neurológicos (conocidos más tarde como “síndrome de La Habana”), el Departamento de Estado redujo el personal a un grupo esquelético y expulsó a la mayor parte del personal de la embajada cubana. Con eso el trabajo diplomático se redujo al mínimo y se detuvo el proceso de visados, lo que puso fin a los intercambios culturales y educativos.

En 2019, el consejero de Seguridad Nacional John Boltón lanzó la política de “máxima presión” para cortar todos los envíos de intercambio extranjero hacia Cuba. El gobierno eliminó los viajes educativos de persona a persona, prohibió que los visitantes permanecieran en la mayoría de los hoteles y redujo drásticamente el servicio aéreo. Interrumpió los embarques de petróleo venezolano a Cuba mediante sanciones a los transportistas y presionó a países latinoamericanos para que cancelaran sus convenios de servicio médico con Cuba. Trump puso en práctica el Título III de la Ley de Libertad Cubana y Solidaridad Democrática de 1996 para desalentar a los inversionistas extranjeros, amenazándolos con litigios en tribunales estadunidenses por lucrar con propiedades nacionalizadas.

En sus meses finales, el gobierno limitó las remesas familiares de cubano-estadunidenses y luego obligó a Western Union a dejar de hacer envíos a la isla. En una acción de despido, pocas semanas antes del ascenso de Joe Biden al poder, Trump volvió a colocar a Cuba en la lista del Departamento de Estado de gobiernos patrocinadores del terrorismo, con lo que coartó la capacidad de Cuba de participar en actividad financiera internacional.

En conjunto, estas medidas constituyeron las sanciones más severas desde que se impuso el bloqueo en la década de 1960 y tienen un costo anual de miles de millones de dólares para la economía cubana. Luego vino el Covid-19. Afectada por problemas estructurales típicos de las economías de planificación central y debilitada por las sanciones estadunidenses, la economía cubana era como un paciente con condiciones preexistentes. La industria turística estuvo cerrada durante casi dos años, con pérdida de ingresos por más de 6 mil millones de dólares. Las visitas familiares cesaron, lo que cerró el principal canal que quedaba para las remesas, las cuales cayeron de 3 mil 700 millones de dólares estimados en 2019 a 2 mil 400 millones en 2020 y mil 900 millones en 2021. Para cuando Trump dejó el cargo, Cuba estaba en crisis y poca huella quedaba de la política de compromiso de Obama.

Biden: medidas a medias

La elección de Joe Biden en 2020 parecía prometer algún alivio. Durante la campaña, criticó el impacto de las políticas de Trump sobre las familias cubanas y prometió restaurar la política de normalización de Obama “en gran parte”. Pero nunca lo hizo. La política interna tuvo que ver, como siempre ocurre con la política hacia Cuba. El primer jefe de gabinete de Biden, Ron Klain, era un veterano de la estrecha derrota de Al Gore en 2000, luego de que el entonces presidente Bill Clinton devolvió a Elián González, de 6 años, a su padre en Cuba. Esa acción desató una tormenta en la comunidad cubano-estadunidense de Miami que costó la presidencia a Gore. Para Klain, Cuba siguió siendo el “tercer riel” de la política en Florida. El estilo personal de Biden también tuvo su parte. En asuntos contenciosos, gustaba de consultar con antiguos colegas del Senado. Con respecto a Cuba, lo hizo con el presidente del Comité de Relaciones Exteriores, Bob Menendez, senador demócrata por Nueva Jersey, feroz opositor a cualquier compromiso, cuyo voto de calidad en el dividido Senado era esencial para la agenda legislativa de Biden.

Bajo presión de América Latina, Biden ofreció algunas medidas a medias para evitar un boicot de la novena Cumbre de las Américas, celebrada en 2022. Eliminó limitaciones a las remesas y restauró en parte el viaje de persona a persona, pero mantuvo la prohibición de hospedarse en hoteles del gobierno. Luego de un retraso de dos años, aprobó cambios de reglamentos para ayudar al sector privado emergente cubano, pero mantuvo restricciones financieras que limitaban su capacidad de aprovechar las nuevas reglas. Más importante es que dejó a Cuba en la lista de estados patrocinadores del terrorismo, pese a que el secretario de Estado admitió en público, y el presidente mismo en privado, que no tenía por qué estar allí.

El resultado ha sido una incoherente política híbrida, con elementos de compromiso injertados en la política trumpista de cambio de régimen. Al acercarse la era Biden a su fin, pocos indicios hay de que el presidente vaya a utilizar sus últimos días en el cargo para cumplir las promesas sobre política hacia Cuba que hizo en 2020.

Trump recargado

El regreso de Donald Trump a la Casa Blanca podría presagiar un retorno a la “máxima presión”, en especial con Marco Rubio como secretario de Estado y Michael Waltz como consejero de Seguridad Nacional. Rubio y los cubano-estadunidenses del Capitolio sin duda la impulsarán, como hicieron en el primer gobierno de Trump. Señalarán que 72 por ciento de los cubano-estadunidenses de Florida votaron por él y que una encuesta reciente de la Universidad Internacional de Florida (UIF) encontró que casi tres cuartas partes de ellos apoyan la máxima presión para promover un cambio de régimen.

Sin embargo, reiniciar la máxima presión agitaría un avispero. Luego de ocho años de intensas sanciones exacerbadas por los errores políticos del gobierno cubano, la isla padece una crisis económica y social sin precedente. La vida es tan difícil y las perspectivas para el futuro tan sombrías, que más de un millón de cubanos –casi 10 por ciento de la población– han emigrado en los diez años pasados. De ellos, tres cuartas partes se han dirigido a Estados Unidos: 650 mil han llegado sin documentos a la frontera sur. Si Trump adopta políticas que profundicen la crisis cubana, la nueva avalancha de migrantes podría empequeñecer esos números, lo que complicaría seriamente sus planes de poner fin a la inmigración irregular.

No es probable que los cubano-estadunidenses apoyen cerrar la frontera sur a migrantes cubanos, y la ley de inmigración prohíbe la discriminación con base en la nacionalidad. Si el gobierno intenta hacer una excepción para los cubanos, esa política sin duda será disputada en tribunales. Los planes de Trump de deportar a inmigrantes indocumentados podrían enfrentar problemas aún mayores. Al separar a migrantes cubanos recientes de sus familias, muchas de las cuales pagaron miles de dólares a traficantes para que los trajeran, se causaría una tormenta política en el sur de Florida. Setenta y dos por ciento de los participantes en la encuesta de la UIF apoyan el perdón humanitario para cubanos inmigrantes y la mitad planean traer a Estados Unidos a familiares que permanecen en Cuba.

En política exterior, sanciones más severas contra Cuba complicarían las relaciones con México. La presidenta Claudia Sheinbaum apoya a Cuba enviando petróleo barato. En 2023, su mentor y predecesor, Andrés Manuel López Obrador, advirtió al gobierno de Biden que la migración cubana disparada por las sanciones estadunidenses causaba problemas a México y complicaba la cooperación con Washington en temas migratorios. La cooperación con México, como aprendió Trump en su primer periodo, es indispensable para limitar la migración indocumentada y el tráfico de narcóticos por la frontera sur, ambas prioridades para Trump.

Agravar las sanciones contra Cuba también podría complicar el deseo de Trump de mejorar relaciones con Rusia. Los vínculos de Moscú con La Habana se han estrechado en años recientes, extendiéndose más allá de la cooperación económica hacia una “asociación estratégica”. Cuba ha defendido la argumentación rusa para la invasión de Ucrania, lo que la convierte en un aliado valioso en el Sur Global. Y Putin sin duda valora tener un enclave en el vecindario cercano a Estados Unidos, aunque sea sólo como una espina geopolítica al lado de Washington. En suma, Rusia tiene un claro interés en la supervivencia del régimen cubano.

Si las sanciones logran desestabilizar a Cuba al punto de que el Estado caiga y surja la violencia, la presión de los cubano-estadunidenses para una intervención militar de Washington será inmensa. Funcionarios electos cubano-estadunidenses exigieron intervención en julio de 2021, en respuesta a la supresión gubernamental de manifestaciones en toda la isla, aun cuando esas manifestaciones, pacíficas en su mayoría, sólo duraron pocos días. La intervención estadunidense envenenaría las relaciones con América Latina por una generación.

Es notoria la inclinación de Donald Trump por las transacciones. Prometió a los cubano-estadunidenses que sería duro con Cuba si votaban por él y lo hicieron, en números casi sin precedente. Pero también es notorio que actúa por interés propio, de modo que, si una política de apretar tuercas con Cuba le causa fuertes dificultades para realizar su política de inmigración –el centro de su atractivo electoral–, podría optar por no hacer nada o incluso buscar alternativas que impliquen cierto nivel de compromiso. Enviar alimentos y medicinas como ayuda humanitaria, canalizados por medio del Comité Internacional de la Cruz Roja y la organización Cáritas de la Iglesia católica, reduciría la presión migratoria sin beneficiar directamente al gobierno. Autorizar medidas para facilitar el desarrollo del sector privado cubano, al que Trump dijo apoyar en su primer periodo, tendría el mismo resultado.

La lección principal de la fugaz reconciliación que comenzó hace 10 años, el 17 de diciembre de 2014, es que el compromiso beneficia a ambos países, y que líderes audaces y decididos pueden lograrlo. El entusiasmo con que cubanos, estadunidenses y personas de todo el mundo abrazaron la perspectiva de paz entre Estados Unidos y Cuba subrayó cuánta falta hace esa reconciliación. Tanto Barack Obama como Raúl Castro hablaron de reconstruir puentes entre sus naciones, y ambos reconocieron que sería difícil poner fin a décadas de animosidad.

Ha resultado más difícil de lo que cualquiera esperaba en los días felices que siguieron a aquel 17 de diciembre, pero los vínculos que ligan a Cuba y Estados Unidos –de familia, comercio, cultura y los intereses compartidos que resultan de vivir uno al lado del otro– vencerán con el tiempo la resistencia incluso de los políticos más recalcitrantes. Como reconoció Henry Kissinger hace medio siglo, el “antagonismo perpetuo” entre Estados Unidos y Cuba no necesita ser algo normal.

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*Peter Kornbluh y William M. LeoGrande son coautores de Diplomacia encubierta con Cuba: Historia de negociaciones secretas entre Washington y La Habana (Fondo de Cultura Económica, 2015). Este artículo está adaptado de un artículo en Foreign Policy.

Traducción: Jorge Anaya

https://www.jornada.com.mx/noticia/2024/12/16/opinion/a-10-anos-de-la-fugaz-reconciliacion-eu-cuba-1986