Isla Negra 17/481
casa de poesía y literaturas
abril 2021 - (abril 2004)
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Noé Jitrik
Rivera, Buenos Aires, Argentina - 1928
Arte poética
a Paco Urondo
Hay algo que titila en el plexo
hay una punta hiriente a la altura del poder de maldición
nada puede salir de este derrumbe
sólo lo que queda después de una gran devastación, la paciencia
un recuerdo ha trepado por la memoria y se intensifica
los focos revientan sobre la perplejidad
¿es posible que hayamos llegado a tal extremo?
debo excluirte, hijito querido, ruidito del amor
de las maldades calientes a las que no puedo renunciar
me sube el pavor y se me atranca entre los dedos
balbuceo y el tormento se desorbita
las palabras
las palabras
un clima inalcanzable
para siempre el borde
nunca el abismo.
Salvatore Quasimodo
Modica, Italia -1901 – 1968
En el follaje de los sauces
Y cómo podíamos cantar
con el pie extranjero sobre el corazón,
entre muertos abandonados en las plazas
sobre la hierba dura de hielo, al lamento
de cordero de los niños, al grito negro
de la madre que iba hacia el hijo
crucificado en el palo del telégrafo.
En el follaje de los sauces, por voto,
nuestra lira habíamos colgado,
oscilaba ligera en el triste viento.
versión al castellano, Gabriel Impaglione
Dardo Dorronzoro
San Andrés de Giles, Argentina -1913. / secuestrado en Luján el 25 de junio de 1976
Los amigos
Yo tenia un amigo
y otro amigo
y muchos amigos.
Alguno traía su guitarra,
otro su aventura
y otro su soledad y su tristeza.
Aquí, en esta mano, hay alguna lágrima, todavía,
de aquel tiempo;
algún recuerdo
que me llega a veces como un galope de caballos,
como un perfume
o como un dolor
buscando lugar en la sangre.
Yo tenía amigos
que se fueron a buscar la muerte.
Otros se convirtieron en maiz,
en guitarra, en canciones;
otros se convirtieron en ciudad,
en puerto, en mueble de oficina,
y algún otro, como yo,
se convirtió en poema.
Miguel Ángel Bustos
Buenos Aires, Argentina – 1932 / 1976. Asesinado por la dictadura.
¡Escuchemos!
Escuchemos
que viene la mañana.
de hombros alzados a las nubes,
escuchemos su empujón en el pecho.
Que traemos amores
brotados de la noche al día.
Muriendo van los besos
en bocas golpeadas y dormidas.
Vueltos al sueño,
que viene abrazando la vida.
Escuchemos el fragor de la noche que viene doliendo.
¡Escuchemos al corazón de la mañana!
Cada aurora nos compran el alma.
Niños de lejanas manos
queman el aire.
Brasa a brasa
nuestras voces lamen el viento. Corazón de la mañana,
ni luz arriba.
Cómete la noche y avanza.
Del libro “Fragmentos fantásticos”, Buenos Aires, 1965
Carlos Aprea
La Plata, Argentina - 1955
Dictados al desvelo
I
para que la tropa de palabras
se desboque
y caiga de sorpresa
sobre el papel.
II
la niebla es mi hermana
y me abraza.
Sin cielo
ni consuelo
ánima rodeada
de haber sido.
III
camino
del matadero.
Velase a si mismo
uno.
Corazón de regreso,
el expatriado.
IV
apartada
que arde
y seduce a la oscuridad.
V
como un bosque,
un niño perdido
es todo
lo que queda de nosotros.
VI
en el mundo
las cosas
que no acaban de morir
y no renacen
contagian su infortunio.
VII
con sus brazos
y me dijo al oído:
me voy yendo.
VIII
de la pantalla
nadie.
Aquí
al menos una imagen
sin definición.
IX
de vos
hoy llora
por mí.
Todo lo que disfruté
no alcanza.
X
es el mismo.
Nosotros
lo desconocemos.
Ya no esta
la sed
ni el agua.
Juan Cameron
Valparaiso, Chile -1947
No lees entras en el texto
El versificador cuenta contigo
te escribe saca de tu memoria en blanco
sus imágenes
El versificador es un mago un hipnotista
No es nada más que un versificador.
Santiago Risso
Lima, Perú - 1967
Zurita:
El mar del Callao está picado.
Las olas revuelven incontenibles garfios,
bateas, escafandras
y demás pecados mortales.
El tono muscular del paraíso
es gris vespertino
lejos, lejos, lejos
“Lejos, —no son— esas perdidas cordilleras de Chile”.
Zurita:
Ayer visité Vigil, y toda luz de esperanza
se hizo añicos. Un centro de rehabilitación.
Niños, ancianos, niños, ancianos. Todos
—los que podían—
con las manos juntitas en pos de esperanza.
Y zas, me estrello contra el piso de lo imposible.
No puedo escribir arañando el dolor.
Cómodo frente a la pantalla —también gris— del computador.
Lo que pasa en mi puerto, esta ciudad de bisagras
y puertas que rechinan, no es más que dolor. Inmenso
como la proa de un mar inverosímil
en su abrazo mortal. Perú, perú, al Norte de
tu país. Todas las naciones son nombres comunes.
Pues las mismas montañas de Chile avanzando
se detienen en un Perú de abismos incontenibles.
Zurita:
Ayer visité Vigil. Y luego me vanaglorié con tus palabras
hacia mi Prosa de Nueva York. Y ahora —de seguro— repetiré,
reptaré el plato de la miseria esperando palabras
tuyas, laudatorias, a este poema que escribo
con gran incontinencia azul.
El paraíso es una chuita de patas naranjas
con alas mutiladas en el horizonte sempiterno.
Zurita, poeta:
Lloré ayer una sangre que no es mía.
El dolor, la pesadumbre de encontrarme poeta
en un puerto perdido. Aquel puerto del Callao
baña las aguas de Valparaíso. Y todo es lo mismo.
Palabras como Hartazgo, Ardor, Injusticia
son ambulantes en las calles saturadas
de pútrida brisa marinera.
Cómo no agarrar un poema.
Leerlo a todo pulmón
y resolver el mundo en una caricia.
Pero la poesía no sirve para nada.
Un poeta y su puta caminan extraviados
en las calles del puerto como si fuese
Nueva York. Ése es otro poema.
—Aquí están extraviados—
Aquí el puerto existe en el maretazo
de unos ojazos que calzan la omisión de la felicidad.
Zurita, hermano:
Ayer visité Vigil. No hice shoping. No hice luz
a las buenas costumbres de jironear. Agarré un periódico roído
y al abanicarme, en el frío, congelé el vuelo de dos mariposas
que visitaban el Hospital. Intenté cegarme, amoníaco por aquí,
por allá. Ya tú lo habías hecho. No era necesario redimir al mundo.
Era imprescindible Zurita. Cambiar de una vez.
Escupir en la cara a quien te jode, a quien jode al mundo
con el abrazo de los puñales circenses de la fanfarria.
Zurita, Raúl:
Te guardo en este poema como un revólver
con el gatillo de la esperanza en la poesía.
No todo se ha perdido Zurita. Aún es sostenible
la perfección del abrazo sincero. Caen máscaras
de hielo y las bisagras explosionan. Sonidos abundan
en los puertos, el mar da coletazos a todo movimiento
imperceptible. Ayer, como te dije, Zurita, visité Vigil.
“Qué tanta vaina Risso, ya cuéntame de una vez”, observó
con la mejilla bronceada Zurita. Y yo quedé solo
en el pabellón.
Z:
Ayer visité Vigil. Un telegrama, un email, una palabra.
Tan sólo una letra. La última, por favor:
Imploro a la poesía que de una vez resuelva el dolor.
Lágrimas de Dios en barlovento
se alzan en vuelo, remontando pasos perdidos, ajenos.
De una buena vez Zurita, te diré sin balbucear,
directo, como una cachetada a tu mejilla incendiada.
K.O. a tus palabras poeta. No hay ninguna posibilidad:
Zurita:
En el Callao las bisagras no avanzan.
No hay puertas que se abran. Es gran mentira todo.
Ayer visité Vigil, y vi niños, bebes,
como mi Pierpaolo o mi Gianfranco,
hijitos míos de mi corazón,
un tipito con la testa de sueños infantiles hasta la frente.
Y arriba, la cabeza en diagonal,
como escapando de un mundo injusto.
Otro tipito, bebé viejo, no Lao Tsé,
sino en Vigil. Aquel Hospital
de “Rehabilitación” donde amé más a mi esposa.
Paola lloró frente a un periódico mural.
No comprendí ese dolor hasta ahora Zurita.
Ya no prendas fuego a tu rostro.
Este “poema” no vale nada
al escuchar el pasillo de los quemados.
Al enterarme, Zurita, que un niño,
con la ternura y la belleza de mis hijos,
señala travieso con muñones
a la fogata que hace aDiós
a sus manitas.
No tengo perdón Zurita.
He escrito este poema
y te lo enviaré por email
con mis dedos talqueados
de eXtrema finura.
Beatríz Saavedra
Culiacán, México – 1971
Paso sucesivo
En el espejo del tiempo
El declive pierde tu latido
Que deslinda la palabra
en la biforme causa
de olvidar el sonido apacible.
Ahora la sucesiva forma de quien mira
el inexistente perfecto
sabe que los sueños a veces son vigilia inaccesible
Y aquella voz que no se alza
acomete con fuego temerario
al principio y al orden cíclico
en el éxtasis sucesivo
de tiempo ilimitado.
Víctor Manuel Ramos
Honduras -1946
A Miguel Hernández, Soneto imperfecto con estrambote
Tan temprano, tan temprano, para la España
Toro tomado por los cuernos y con guadaña
Sin domar, Iberia de pastores. Las frases
De tu poeta, el de las nanas en hojas de cebolla,
De tu muchacho que no cesa tras la luna
Ni tras los republicanos que desenrollan
La madeja de los gritos de todos a una.
No ves Miguel que tu oveja era la historia,
El viento del pueblo que tu silbo impulsó.
No te enteras de que, sobre el barro, con tus pasos
Eres perito en certeras banderillas
Puestas en el enemigo. Tu voz venció.
Y España ha librado al mundo los abrazos:
A manos llenas.
25 de octubre de 2010.
Jorge Varela
Merlo, Buenos Aires, Argentina
Que tal vez provenga de vitrinas antiguas
De roperos olvidados
De cuartos con la misma fragancia del olvido
Me ha vuelto a rozar la muerte
Y lo único que surge en mí
Como signo de la memoria latente
Es esa ráfaga de amor
Vacía de significado
Camino orgulloso con mi traje prestado
Y no puedo olvidarme de mí.
Y ante esto crujen mis nervios
Como el ruido callado de la sangre
El brusco temblor de la mañana
Me devuelven como un barco perdido al océano
Leve
Suntuoso en su propia existencia.
¿Qué es lo que queda
Si ya estoy en otra parte?
Pienso en los viajantes
En lo ridículo de la distancia
En el deseo desprendido de sí mismo.
No, no pienso.
Soy a cada momento
El remolino de hojas secas sobre el pedregal
Que parecen honrar al espíritu muerto con su danza
Pienso y no puedo contestarme
Si es que el espíritu muere con el cuerpo.
¿Pero qué es lo que queda
Si a cada instante estamos en otra parte?
Todo es una danza perpleja sobre los arboles:
El que fuimos
El que jamás volveremos a ser
El incrédulo que pide a gritos
No enterarse de nada más,
No por haber perdido la curiosidad
Sino porque le duele el dolor.
En estos días todo es una danza perpleja:
El traje prestado que visto
Y al que honro llevándolo,
El océano en su ondulación permanente sobre mí,
El temblor de la mañana
Que enaltece la bellas mujeres caminando al sol
Y esa pequeña pelota de goma
Con la que jugaba cuando era niño
Rogando que el día no se terminara.
Waldo Leiva
Cuba - 1943
La soledad, ese golpe de agua
Para Santiago Feliú
Duele la soledad,
esa piedra sin rumbo cayendo en el vacío,
ese golpe de agua que se deshace en ondas
que no tienen destino.
Es cierto Santi,
resulta insultante que la soledad
dependa del amor para salvarse.
Hoy estuve buscando una palabra,
una canción, tal vez, donde volvieras,
donde el frío no evitara la necesidad
de soportar la herida de tu ausencia,
de desterrar la decepción y el ultraje
que parecen adueñarse de cada latido,
que nos convocan a desistir,
a atemperarnos,
a aceptar esa maldita avalancha
que intenta sepultar el aroma del viento,
el esplendor inalcanzable de las estrellas.
Tu guitarra está ahí,
sigue doliendo su bordón desgarrado
su aguda prima, el misterio de pájaro volcánico
respirando en su madera viva.
Margarita y yo, esa fría mañana de febrero,
dejábamos una casa, un sueño, un flamboyán herido.
Íbamos a fundar otra dimensión
y nos negábamos a aceptar
que ya tu corazón no tendría idioma
que dejarían de volar las gaviotas,
que el vacío estaba sobre ti.
Santí, querido Santi, poeta irreductible
duele la soledad, estoy de acuerdo,
pero no es un iceberg tu corazón
aunque sigo preguntándome si vivimos
en un solitario mundo sin porqué.
12 de febrero, 2021.
Pedro de Oraá
La Habana, Cuba - 1931
Del huésped inculto
Lee desaforadamente
cuanto libro tiene ante sí
este absoluto analfabeto.
Es decir, los escruta
de tapa a tapa como esa máquina
que perfora la montaña del subsuelo
y sabemos que está ahí,
entre los volúmenes y bloques de papeles,
por esa perfecta caverna
con que los traspasa y marca
la bala de su exilibris.
De què le sirve su falaz erudición
a tal parásito de la literatura:
nunca será suficiente su voracidad
para exterminar la memoria
en tanta página depositada.
Isabel de los Ángeles Ruano
Guatemala - 1945
II
Ciudad: escondes un ángel
en tu quemante muralla de misterios.
Vivladi estremece en la penumbra
y vibra en los últimos relojes del crepúsculo.
Muchas muertes te acechan
y tu palpitar se agita en las luces
crepusculares
que se yerguen por sobre torres misteriosas.
En sombras aisladas tejíamos la aurora
con una silenciosa rueda mitológica.
Y yo entretanto construía, entre espejismos y palabras,
el nuevo engranaje de los sueños.
Los muros perdidos, publicado en 2013 por Catafixia Editorial.
Susana Szwarc
Quitilipi, Argentina -1954
Definición
cuál pesa menos, un lleno
o un vacío. No alcanza
la respuesta porque ve
otros ojos.
El observador determina
que semejante situación:
la sequía, el calor, pero
sobre todo el largo trayecto
con baldes repletos,
es dramática para una mujer.
Mientras la mira
caminar con los baldes
le informa: es un drama.
-Pesa vacío. Lleno pesa menos,
dice, la del balde
y ofrece agua. Silencio.
Junta.
Envuelta en la mirada
que le avisó, su andar se hace
pesado. Tiene sed.
Teodoro Lecman
Buenos Aires, Argentina
antisemitismo
que dylan cambió su nombre
por el antisemitismo:
conveniente
y valiente
acá muchos lo hicieron:
pertenecen a partidos de izquierda,
llamados obreros,
o a la falsa epopeya
de una pobre prostituta
que cesó en el tiempo
y hasta un racista
demasiado vasco quizás, zuviría,
se hizo llamar wast,
bien conveniente,
anglosajón,
previsor de los tiempos ya presentes entonces.
yo me haré llamar wang
o nueva delhi,
hundiéndome en el ganges
y en bollywood
quizás en honor al new deal
de los tiempos que vendrán
con G5,
con mucho je-5, después del G20
y del jodéte multinacional.
te darán bezos
y stickers en el culo.
Graciela Maturo
Santa Fe, Argentina - 1928
A Silvia florecida
para Silvia Longoni
pero sí de las sombras
que ayer oscurecieron este amado jardín.
Solo a ti puedo hablarte del morir silencioso,
de la flor del desierto que sueña con ser mar,
del pájaro de miel que llama al sol en la
madrugada.
Tu cuerpo se hizo lluvia de blanca arena
tu alma es una lámpara viviente
que inunda el bello hoy, virginal y vivaz.
–En noches de milagros junto al vino
cantabas y reías por nosotros, con llanto.
Llorabas por el triste y el doliente, reías
por el amor del luto y las campanas
entretejiendo juegos del abismo y el cielo–
La fina garza ha derrotado las tinieblas.
Te nombramos serena y florecida
desde el jardín en sombras.
Danos un gajo de tu paz
una semilla de tu gracia.
6 de mayo de 2020.
Julio Escoto
Honduras -1954
Recuerdos
de cedro a las seis de la tarde. La que espió
mis soledades de niño en un patio
encendido bajo acacias y buganvilias.
La que fue mi madre y lee el silabario de mis silencios.
La que amainó mis lluvias cerebrales.
La que me educó. La que le dio malicia
perpetua a la desnudez. La adolescente
húmeda y cetrina que hizo volcar
mi pubertad sobre los abismos del sexo
dejándome ciego para la ingenuidad.
La negra inglesa que percudía mis camisas
y hablaba en trenzas mágicas. La que
depositó un beso francés en mi mejilla
y la que me prestó un libro de Hesse.
La que vino de la niebla
y portaba una luz. Una anciana lenca
que mostraba con sus ojos
la inutilidad del perdón. Aquella
que me repitió en tres hijos y la otra
que amonedaba el interés y la vanidad
como caracolas de vidrio. La mujer
de la que sólo vi su rostro gemelo del mío
en la ventanilla de un tren vespertino
que partía de París a Port Bou.
La brasileña cuyos párpados refulgían
en la oscuridad y la sudanesa que nunca tocó
mi mano para no contaminarse de mi locura.
La que modelaban mis sueños
y la que emergió del sueño para hacerse realidad.
La que vino y se instaló y sanó
mi corazón encalando las paredes
con certidumbre. La que tenía magia en
la yema de los dedos y la que me enseñó
a reír al despertarme por las mañanas.
La que presagiaba las fases de la luna
y la que compartía mi insomnio.
Aquella que lloraba bajo la lluvia y dijo adiós
sin conocernos. Esta a la que aparezco en sus
pesadillas. La que leyó la mitad de mis libros
y la que barre mi casa y endulza el café.
La que supo lo que aventuraba la línea de mi mano
y se le encaneció la mirada. La que me espera
y la que ya cruzó la página del tiempo
donde debíamos encontrarnos.
La que ve mustiarse las colinas de Tegucigalpa
mientras acaricia el retrato de su hija. La que tocará
mi final caja de pino como con devoción
y la que gozará mi muerte. La que está
por nacer y transitará vestida de rojo
una calle con mi nombre. La que desentejó
la casa donde nací y develó
mis secretos. La que desconfiaba
de mi tranquilidad.
La irresistible, la imponderable, la eterna,
la que vio luces en el cielo. Esas mujeres
son la misma. Como Hégel
llamé a su puerta y la puerta
era sólo el espejo de mi anticipación.
Supe que me pertenecieron pero el desengaño
me instruye que soy sólo
su recuerdo, un alga adherida a su memoria.
El tiempo me dirá
que fui como la sombra guardada tras el ojo.
Desaparecerán
cuando se apague la luz y volveré a la misma
todos seremos ella.
A Helen Umaña, amiga y hermana de Gypsy.
Gabriel Impaglione
Moròn, Argentina – Italia -1958
A los pescadores de Reta
Cuando recibí barba y bandera
las orillas estiraban su soliloquio entre los pájaros
y no había sino huecos espumosos
en el lugar donde se multiplicaron las barcazas.
Quién sabe dónde las redes,
en qué graves mareas se hundieron los oficios.
Llegaban cegando la luz horizontal del crepúsculo
cargados de plata refulgente,
agotados y sonrientes bajo sus sombreros.
Victoriosos burladores de arcanos marinos
llegaban a la costa montando las rompientes,
blandían puños mordidos por las cuerdas.
Allí latían revelaciones de ultramar,
se narraba la gran ciudad del agua y el salitre,
comenzaba la contabilidad pieza por pieza
de mano en mano, centavo a centavo.
Cantaban al cardumen como al sol y al amor.
Llegué tarde al vértigo del oleaje,
al perfume exacto de la rosa de los vientos.
Allí, de pie, en otro siglo de huellas descalzas
tan solo un roido barco hundido en la arena
y lejos la estela de los pesqueros invisibles
sobre cuya ruta aun trazan su círculo las gaviotas.
De vez en cuando un viejo pescador emerge
vestido de algas, de peces de relámpago,
y desata los nudos marineros de los vientos
mientras un niño, calladamente alegre
rompe el límite del agua con la risa.
en Explicaciones con mar y otros elementos, Trento, 2007.
Julio Llinás
Insoportable buena fe,/ es tan difícil decir a una mujer que es fea,/ a un viejo amigo que es inútil y cobarde,/ es tan difícil decir a un mal poeta/ que sus infames versos hieden,/ que sus libritos dan grima,/ que sus metáforas son abominables,/ que la listita de sus premios/ es desgarradora,/ es tan difícil hablar con una lengua pura/ de cristal y plata fresca y lúcida saliva,/ decir a un hombre notorio que es imbécil,/ que si no mide el flujo/ de sus tonterías/ puede morir como un pez,/ es tan difícil soportar al literato orondo/ que ha estado dando en Londres/ sus conferencias para monos,/ es tan difícil y tan duro/ ir a lugares, almuerzos,/ inauguraciones de aeróstatos,/ escuchar la radio, los recitadores/ de trámite melifluo, los sermones,/ es tan difícil recibir llamadas telefónicas/ y libros dedicados,/ rehusar invitaciones,/ hollar las vanidades,/ que envenenan el mundo,/ es tan difícil flotar, volar, arder/ como las naves,/ como los pájaros sagrados/ y algunos pocos libros de platino,/ es tan difícil y tan necesario/ abominar del dinero/ y del poder/ y seguir siendo un hombre.
Hugo Toscaraday
Buenos Aires, Argentina – 1957
El viejo Whitman, a la sombra de un almendro
sería poca cosa, frente a tanto amor.
Los hombres, los hombres van camino a casa,
regresan de la diaria tarea en el campo
y no hay desaliento en ellos, ni rechazo.
La suave templanza los anima.
Dinamitarme el corazón, con la luz de esta mañana,
sería poca cosa, frente a tanta vida.
Hay días, que me siento como la constelación de géminis,
porque yo soy el otro también, a cada instante.
Ahora estoy viendo a tres muchachas negras,
que ríen calle abajo y cada una de ellas,
es como un templo de cobre labrado.
Todo esto me conmueve.
Mientras un mozo de caballeriza y su amada,
junto al río, semejan árboles rendidos.
Luis Benítez
Buenos Aires, Argentina -1956
Todo lo que diré de ti
en tus ojos de hierro hoy se oxida el dolor.
En la mañana que tiembla
y en el sol que la entibia
en el final de la noche con garras de muerto
en todos los lugares comunes a saber:
luna
lluvia
estrellas
está tu origen y el origen de tu nombre.
Eres el cuchillo que corta el pan de los pobres
y la mano que enciende el cigarro del triste.
Bienvenida gritan mis cosas mi pasado
juguetes lápices caricias bienvenida
mis años verdes y mis años grises
la alegría de los hombres que ahora puedo ver.
Mi amada con boca de diosa pagana
borracha en su manto que sonríe
mi amada con promesas de espanto
mi amada una y mil veces viva y definitiva.
Paul Polansky
Mason City, Estados Unidos – 1942 - 2021
Cuba libre
entre el río y el castillo
donde se puede disfrutar ron de verdad.
Yo bebí una noche con el dueño,
él venía desde La Habana en los años 60
a entrenar pilotos checos para volar Migs rusos.
Todavía lamentaba no regresar a casa
como los otros pilotos
que volvían a Cuba con mujeres checas.
“Supongo que a tus colegas les gustan
rubias, ojos azules, y
pechugas grandes,” dije bromeando.
Me miró fijo
como si yo hubiera bebido
demasiados cuba libre
(probablemente era cierto).
Entonces se acercó como si quisiera
susurrarme un secreto de Estado.
“Todas las mujeres eran gitanas.”
Puso sus manos en mis hombros
y me dió la bienvenida
a su club de baile en el sótano.
“Ellas son las únicas mujeres
en este país de fornicadores,” –dijo –
“las únicas que tienen alma.”
Laura Antillano
Caracas, Venezuela -1950
De Poemas para H2O
A tras-luz
cobija el cuerpo
naciente,
nicho iluminado de la madre,
cuenca de agua limpia
derrota
toda mancha
humedece
con brillo
revela nueva piel
arranca maleza,
quejumbre,
quiebre,
deja lugar
a la transparencia.
Roberto Roversi
Bologna, Italia – 1923 –2012
La bomba de Hiroshima
La bomba de Hiroshima
quemó mutilando las últimas palabras.
Los huesos calcinados
reverberan el cielo sin aliento.
La hierba para siempre ha invertido el verde,
el árbol tiene su tronco congelado
para siempre, la naturaleza desaparece
para siempre, en el horror del hombre
dentro de un fuego de muerte.
Filas de carros buscan la frontera,
apenas caidas las barreras
de alambre de púa
la gente bebe en las manos rotas
y corre fuerte a esperar lejos
en la llanura, ruinas donde revisar
negras manchas de lava miedo;
en el sol la guerra fue sepelida
con los últimos soldato de piedra dura.
En Japón una nueva ciudad
crece ahora fúnebre violenta
sobre hombres sin vida que al sol
se desollan en las fosas.
Y aquí, es Italia, no entiende, calla,
se contenta de mármoles, de paz
trabajosa, de oraciones oficiales,
de rezos que exorcizan los males.
En el mundo las ocasiones perdidas
son como piedras arrojadas al mar;
en los lugares devastados por la lepra
o refugiados a la sombra a maldecir
no un grano de polvo en el fondo
del ojo encantado que los domina.
Todos los muertos ya fueron olvidados.
El vientre de la esperanza
en el polvo bajo una espada antigua;
años interminables, sin amor,
se clavan con el fuego en la fatiga.
versión del italiano Gabriel Impaglione
Wang Wei
China – S. XVII
Al despedirnos, él me ha citado
para cuando se abran las flores del ciruelo.
Anoche le eché de menos.
Me levanté y salí al patio a ver el árbol.
Víctor Casaus
La Habana, Cuba
Contradicciones
pero no conoce el Kubla Khan de Coleridge
Esta mujer arde como en las vísperas de los cataclismos
y las revoluciones
cuando nos encerramos a interpretar su cuerpo
en este cuarto
pero no ha leido no conoce a Goethe el nombre
de Werther no le dice nada
Esta mujer florece al contacto de mis uñas
pero no sonríe si le digo que mi infancia
son recuerdos de un patio de Sevilla
Esta mujer acostumbra a mirarme y sus ojos
son poco más que la alegría del mundo
pero no puede decirme exactamente lo que piensa
de este verso de Vallejo
Esta mujer no conoce a Goethe ni a Coleridge
pero hay que ver las piernas que sostienen
su estatura
En: Perfume (y secuencia) de mujer, Col. Nuestra voz para vos, CC Pablo de laTorriente Brau, Cuba- 2009
Gabriel Jiménez Emán
Caracas, Venezuela – 1950
Las madres
Van de un lado a otro
y no hacen nada preciso
pero bajo sus dedos
todo ocurre.
Nunca están completamente sentadas
o de pie
y cuando se acuestan
nadie las ve.
Las madres no existen.
Sólo aparecen
o desaparecen
Antonio Aliberti
Sicilia, Italia -1938 –Argentina -2000
El saludo
se llevaba la mano a la cabeza
(había usado gorra alguna vez)
y saludaba con una reverencia.
A veces la gente salía
sólo para cruzarse con mi abuelo:
no era un saludo como tantos,
sino una ceremonia,
como cuando uno despierta de mañana
y ve la punta del sol en la cortina.
Cuando el día está nublado parece más largo.
No recibir su saludo era lo mismo.
Pero de pronto se le dio por mirarse al espejo
y no pudo reconocerse.
Entonces se sentó a buscarse adentro,
como quien se sumerge en una laguna de sueños.
Y los sueños tienen sus riesgos:
se parecen al agua turbia de un estanque,
al humo espiralado que llena la memoria.
A veces quisiera ir a visitarlo,
hacerle señas, llamarlo por el nombre;
pero no sabría responderme
porque está en su propio sueño,
que es posterior a mí,
y yo lo vería como si todavía no hubiera nacido,
como si todavía no tuviera nombre
y todo estuviera aún por suceder.
Vivimos en un mundo de cartón.
Ninguna cosa ha sido nunca.
O acaso sea sólo una metáfora,
como la gorra que alguna vez usó.
Alejandra Pizarnik
Argentina – 1936 -1972
Futuro
Me dicen
tienes la vida por delante
pero yo miro
y no veo nada.
-Revista co-fundadora del Festival Internacional de Poesía Palabra en el mundo-
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Isla Negra
no se vende ni se compra ni se alquila, es publicación de poesía y literaturas. Isla Negra es territorio de amantes, porque el amor es poesía. Isla Negra es arma cargada de futuro, herramienta de auroras repartidas. Breviario periódico de la cultura universal. Estante virtual de biblioteca en Casa de Poesía.
“Poesía/ Perdóname / por haberte ayudado a comprender / que no estás hecha solo de palabras”- Roque Dalton