Fue a través del Villa, del Chino Héctor Villaverde, amigo común y casi ancestral, que llegó hace unos días la noticia de que Conte, el hermano Antonio Conte, había fallecido de un ataque cardíaco en Miami.
Quiero reunir en esta nota algunas referencias de su poesía, recuerdos comunes, homenajes a la amistad persistente y compartir esta noticia que todavía no ha tenido espacio en ningún medio de comunicación de la Isla, hasta donde sé. En algunos medios –sobre todo digitales– de otros lugares ha aparecido la noticia, muchas veces manipulada a favor de los desencuentros y las obsesiones a veces patológicas que viven algunos sectores en relación con la Isla.
Por eso me pongo a hilvanar estas líneas, tomando, montando textos que reuní rápidamente en estos días, entre la nostalgia y la tristeza, para recordar a alguien que fue un hermano –por las coincidencias de origen de clase, por la obra que escribimos desde la misma poética, por las ideas que compartimos sobre la vida, la historia, la revolución– aunque viviéramos los últimos 20 años en lugares distintos y las coincidencias se redujeran.
Quiero hacerlo para que no sólo se encuentren ahora en internet –y después en la memoria– las notas que he estado viendo, y para que se conozcan, también y sobre todo aquí, estas palabras de recordación y de homenaje para un poeta cuya obra pertenece a la cultura cubana –haya muerto donde haya muerto. Y para que se hable algo de su vida –con sus contradicciones, fulgores, tristezas y alegrías: como toda vida. Para que comiencen a aparecer con esta nota urgente, entre la manipulación y el silencio, otras aproximaciones que le hagan justicia –compleja: como toda justicia– a su obra y a su vida.
No quería ni quiero hacer una de esas notas necrológicas al uso, que casi siempre detesto por las concesiones que a veces hacen al formalismo y a las coyunturas y porque generalmente son textos en los que no caben el afecto o la pasión, ni los matices. Por eso quiero, en todo caso, ofrecer aquí las informaciones imprescindibles, pero desde el ángulo de este montaje de referencias, recuerdos e imágenes.
Conte es uno de los poetas de la llamada generación del Caimán porque allí publicamos nuestra presentación de credenciales, en el primer número, en el Opus 1, de 1966. En aquel temprano y apasionado manifiesto titulado “Nos pronunciamos” confesábamos que “no renunciamos a los llamados temas no sociales porque no creemos en temas no sociales. El amor, el conflicto del hombre con la muerte, son circunstancias que afectan a todos, como es íntimo, personal, el auténtico fervor revolucionario” y “consideramos que toda palabra cabe en la poesía, ya sea carajo o corazón”.
Tres años después, en 1969, apareció el primer libro de Conte, Afiche rojo, en la Colección David de la UNEAC, que se había iniciado en 1967 con un texto ganador en la primera edición del concurso homónimo, Cabeza de zanahoria, también el libro iniciático de otro poeta del Caimán, Luis Rogelio Nogueras, Wichy. Entre los años 67 y 68 aparecerían en esa misma colección las primeras obras de otros poetas de aquella generación: Félix Contreras, Sigifredo Alvarez Conesa y José Yanes, este último recientemente fallecido fuera de la Isla.
Reuniendo y releyendo al paso los textos para compartir en esta nota encontré el ejemplar de aquel Afiche rojo, con esta dedicatoria: “Antonio Conte cuelga de los cuernos de “diablito” de Victorino (la hermanada) este afichazo con la esperanza en que después del cielo Víctor me quiera un poco más, un cosmos de amor. Octubre. Año lunar”. En aquel Afiche estaba su poesía vallejiana e inquietante, amorosa y aguda. Ahí nos traía los poemas que había escrito para las diversas mujeres que había amado o amaba, junto a declaraciones de principio que la época convulsa y transformadora nos solicitaba todos los días:
REVOLUCION
disparato inclusive las trastiendas.
el amor es un tango, me dijeron dos vírgenes
creadas por la imaginación.
que nadie crea que mañana estaremos complacidos
de tener lo que sea.
cuando se piensa en ti, suave es el sueño, y el pensar
ambiciona la ternura más honda; pero escucha:
nunca te vayas a creer que el mundo
se puede componer sembrando panes.
La amistad que la dedicatoria anterior delata había comenzado a nacer un poco antes, en la redacción de la revista Mella, junto a Villaverde, Silvio Rodriguez, Virgilio Martínez, Guillermo Rosales y otros periodistas jóvenes de entonces. Además de la poesía, el periodismo y después el cine serían terrenos de la creación en que coincidiríamos de una manera u otra en los años siguientes cuando Conte fue sucesivamente reportero de la revista Cuba, guionista de documentales en la Sección Fílmica del MINFAR y jefe de redacción de la revista Cine Cubano, en el ICAIC: cargo que había ejercido hasta 1985 Wichy Nogueras.
En esos años Conte fue combatiente internacionalista en Angola. De allá trajo, sobre todo, la experiencia cruda de la guerra y un libro de poemas con el que ganaría primera mención en el concurso de la UNEAC en 1979: Con la prisa del fuego, que sería publicado dos años más tarde por la Editorial Letras Cubanas. La dedicatoria del ejemplar que tengo aquí ahora está fechada en 1983 y dice: “Antonio Conte dona estos versos de amor y combate a Víctor y su familia de ternura, y los ama hoy, mañana y siempre”.
Los poemas de ese libro son sobre todo documentos de aquella experiencia vivida por el poeta en tierras africanas: de las gentes y los contextos y los paisajes que conoció, vivió y sufrió. Son por lo
general textos sin métricas ni rimas evidentes, dentro de esa línea de tono conversacional que
define su poesía escrita en esos años. Pero también hay ejemplos de poemas medidos con destreza y sabiduría, como el soneto que dedica a Nicolás Guillén y este otro, “para Eliseo Diego, innumerable”:
HACE CALOR AQUÍ
Vivo callando en juego con las balas,
cañones de dos filos, aguaceros;
y tantos, tantos besos prisioneros
como versos habitan en sus salas.
Vivo al sol, al insomnio, a las galas
de ser sin ser yo mismo, franco y fiero,
empuñando la noche en el acero
de un fusil y un recuerdo con dos alas
para volar a donde usted responde
por las cosas ocultas y habituales;
para hablar con usted, que se me esconde
en tiernos laberintos tan amables,
que estamos, usted y yo, quién sabe dónde,
peleando con mis armas y sus sables.
Conte distribuyó amistad y amor en las dedicatorias de sus libros y de sus poemas y en la cotidianidad inaplazable de la vida. Por eso seguramente encontré hace muy pocos días este comentario escrito por Silvio en su blog en evolución Segunda cita (www.segundacita.blogspot.com):
Ayer se nos fue Antonio Conte, uno de los poetas que menciono en la notita que dejé en la tumba de Vallejo, la segunda vez que estuve en París. Conte fue mi amigo y quiero creer que lo fue hasta el día de ayer, porque desde hace años vivía fuera de Cuba y hacía mucho que no nos comunicábamos. Yo nunca he dejado de sentirme su amigo y así continuaré. Antonio era una persona maravillosa, un gran admirador de Vallejo, por quien le puso César a su hijo. Siempre lo recuerdo cuando vivía con Macucha y su hijito, en el apartamento de 84, a una cuadra de 5ta Avenida. Verde amor expansivo a la eternidad de Antonio Conte.
1 de agosto de 2012 08:32
1 de agosto de 2012 08:32
En el momento en que leía ese comentario de Silvio probablemente comenzó a escribirse esta crónica de la amistad para Conte. Allí escribí: “Conte fue un hermanito querido entre los poetas de nuestra generación, la del Caimán Barbudo, vallejiano de raíz, ingenuo, sonriente y sufridor. (…) Ahora, buscando rápidamente cosas de Conte aquí en la compu para compartirlas con ustedes, encontré la lista de canciones y poemas del concierto Sivio y nosotros, con el que recordamos en el patio del Centro Pablo el primer concierto público de Silvio, Teresita y nosotros, organizado por los poetas del Caimán en Bellas Artes, en julio del 67”. En Silvio y nosotros, el actor Jorge Perugorría leyó textos de los poetas de nuestra generación, en un montaje que alternaba la poesía escrita con la poesía cantada de las obras de Silvio. Allí se escuchó este poema vallejiano de Conte:
INFANCIA
los niños, allá afuera
gritan, despedazan el césped,
ambicionan la esfera musculosa para patearla;
se escurren entre cercas, se golpean,
se abrazan fuera del tiempo
como si con eso entrelazaran los continentes.
los niños, allá afuera
les van creciendo el corazón a travesuras,
a rasguños, a reírse de los mayores,
y se sienten felices de tirotear los pájaros.
los niños, allá afuera
gritan, despedazan el césped,
ambicionan la esfera musculosa para patearla;
se escurren entre cercas, se golpean,
se abrazan fuera del tiempo
como si con eso entrelazaran los continentes.
los niños, allá afuera
les van creciendo el corazón a travesuras,
a rasguños, a reírse de los mayores,
y se sienten felices de tirotear los pájaros.
El poema recordaba una de las temáticas presentes en la obra poética de Conte y de sus compañeros de generación, la visión cercana y crítica de la infancia, y a mí me recordó ahora la mención que hace Silvio de la familia de Conte, de Macuchita, y los hijos de ambos, con nombres-homenajes a Vallejo: César Abraham y Trilce.
Trilce Editores se llama precisamente la casa que publicó el otro libro de Conte que tengo aquí ahora. Se titula Ausencias y peldaños y su publicación está fechada en Santa Fe de Bogotá en el mes de junio de 1996. Se trata de un inusual volumen dúplex, que incluye en realidad dos libros inversamente yustapuestos: el de Conte y el de Luz Helena Cordero, su compañera de entonces, titulado Óyeme con los ojos. Conte dedicó así el volumen que tengo aquí el 17 de octubre del 96: “Hermano Víctor, hermana María: siempre, siempre con Ausencias y peldaños los llevo lejos de los ojos, muy cerca del corazón”.
En esa contradictoria mezcla de lejanías y cercanías estuvimos todos los años restantes, hasta ahora. Sólo nos vimos en una ocasión, pocos años después, en Miami, después que Conte se moviera hacia aquella ciudad desde Bogotá, donde se le uniría su compañera colombiana. Ese pasó no se concretó, al menos de manera estable, y Conte quedó viviendo allí hasta el 31 de julio pasado. En aquel momento no hubo nuevos libros dedicados, pero sí la alegría de un reencuentro cercano en una tercera fase diferente, mutuamente respetada, en la que la amistad sobrevivía –vive– entre las lejanías y las cercanías.
Nunca hablamos de su decisión de quedar viviendo en Bogotá en los 90 (¡ah, esos 90!) y tampoco de su decisión posterior de trasladar su lugar de residencia a Miami. Siempre pensé que aquel movimiento tuvo que ver con necesidades de estabilidad económica, porque tenía familiares viviendo allí desde muchos años atrás. Lo vi entonces en un momento difícil, porque acababa de llegar y vivía todavía en la casa de un familiar. La continuidad de la relación amorosa no se produciría, según supe. Probablemente el aspecto económico se resolvió poco después. No sé cómo le fue posteriormente en el importante terreno de los amores y los afectos, que fue una necesidad y una práctica constante en la vida de Conte. Triste y vallejiano, amante mundial (para robar un verso de un hermano común, Juan Gelman) y practicante y creyente de la amistad, sobre todo la que se afinca en las coincidencias (aunque éstas se reduzcan, a veces dramáticamente) y entre las lejanías y las cercanías: las memorables y las jodidas.
No sé si en los años posteriores, en esta década pasada de los 2000, publicó algún libro de poemas. Ahora, en las noticias breves de estos días, he visto un título que no conozco. Busqué en los magníficos archivos oceánicos, inabarcables –a veces confusos– de internet, pero no encontré mucho, después de navegar espesamente en la avalancha de información sobre una persona con el mismo nombre y apellido que tiene al parecer notoriedad en aspectos del deporte y de los negocios no transparentes. Recordé el título del primer libro de Conte, Grises, inédito en aquellos años, y que no sé si incluiría en alguna recopilación posterior.
Profesionalmente Conte se dedicó durante estos años al periodismo, hasta su jubilación hace poco tiempo. Trabajó como redactor y corrector, según leí en estos días, en una agencia de noticias radicada en Miami. Conozco las características de la producción periodística de esa entidad porque he recibido, durante años, sus boletines enviados a través del correo electrónico. Nunca vi trabajos de Conte incluidos en ellos, al menos hasta que comencé a borrarlos sin leerlos para no ocupar el tiempo en mensajes que no rebasaban la chismografía política de tercer orden y la persistencia de noticias risibles sobre la realidad de la Isla en la que yo vivía.
Ahora una amiga ha enviado al blog Segunda Cita una crónica de Conte del año 2009 que ella encontró en estos días en internet. No sé dónde se publicaría inicialmente. Quisiera encontrar otros textos como ese, homenaje a la memoria personal y a la memoria cultural de aquellos años que he estado recordando en esta crónica. En la suya, titulada “De donde son los poetas”, Conte recuerda el día en que se preparó, en el patio de la casa de Guillermo Rodríguez Rivera, una foto en la que aparecerían, sentados junto a César Vallejo algunos de los poetas de la generación del Caimán: el propio Guillermo, Wichy, Silvio, Raúl Rivero, Conte y el que ahora teclea.
Voy a publicar en estos días esa crónica, con una pequeña introducción sobre la foto generacional-vallejiana que después ha tenido momentos importantes de difusión, como su inclusión en el disco Érase que se era, de Silvio.
Y voy a enviar ahora, para publicarla en los lugares publicables, esta crónica que aquí termina dedicada a Conte y, con él, a la poesía, la hermandad, las dedicatorias y la vida.
Víctor Casaus