domingo, 27 de noviembre de 2022

La voz de su amo

Por Juan M Ferran Oliva

E

n 1893 un pintor londinense llamado Francis Barraud recibió como herencia de su fallecido hermano un fonógrafo, cilindros caseros y un fox terrier llamado Nipper. Llamó su atención que el perro, al reproducir grabaciones con la voz del difunto, se colocaba frente a la trompeta, ladeaba la cabeza y aparentemente escuchaba la voz de quien había sido su amo. Es lo que se cuenta. Puede que sólo le llamara la atención el sonido seguramente desfigurado en aquella grabación primitiva. Barraud  se inspiró en la escena y pinceló un cuadro que llamó la voz de su amo[1]. Con propósitos comerciales sustituyo el fonógrafo Edison-Bell de rollos por uno de discos.

La desaparecida Victor Talking Machine Company fundada en 1901, compró los derechos del cuadro que se convertiría en su logotipo. De un buen inicio la empresa fue pionera en la producción de equipos parlantes y de discos. Dominó el mercado mediante la grabación de los cantantes más reconocidos del momento en todos los géneros. La música popular ostentaba el sello negro, el rojo accedían sólo géneros cultos. 

En 1923 la empresa comenzaría a fabricar discos de grabación doble en sustitución de los de una sola cara. Con anterioridad los producía mediante la grabación acústica que no utilizaba electricidad; grababa sobre un patrón de cera que tras un tratamiento químico lograba estampaciones metálicas aplicadas a una prensa de la que salía el disco. En la propia fecha introdujo su nueva Victrola ortofónica con la más avanzada tecnología en reproducción de sonido, junto a sus nuevos discos grabados eléctricamente con micrófonos. Tanto la Victor como sus competidoras se esforzaron en diseñar un equipo más elegante que las cajas con su aparatosa trompeta. En 1930 fue vendida a la RCA[2], otro líder en la industria del gramófono y en grabaciones.

¡Cuánto ha llovido desde entonces y en qué medida se ha transformado la técnica sonora! Los discos originales de 77 revoluciones por minuto fueron sustituidos por otros de 33 rpm que mejoraban la acústica. Después vinieron otros adelantos hasta el gran salto digital. Asombra pensar que hoy en día en una simple memoria (flash memory)pueden acumularse cientos de discos, filmes, programas y otras formas digitalizadas. Como diría Don Hilarión, el boticario de La Verbena de la Paloma:

 hoy las ciencias adelantan, que es una barbaridad.

Hace años compré un disco Víctor sello rojo con la interpretación de la habanera A la luz de la luna. La cantaban el tenor Enrico Caruso y el barítono Emilio de Gogorza[3],  una joya discográfica en aquel momento.  La hallé en una casa de libros de uso escondida entre otros discos con interpretaciones pasadas de moda y de dudosa calidad. La entregué a alguien que podía reproducirla y conservarla. No volví a tenerla. Por suerte la técnica resolvió mi inquietud. Actualmente está al alcance de quienes tienen acceso al You Tube de Internet, que, dicho sea de paso, se caracteriza por mensajes reaccionarios directos o solapados subliminalmente. El disco, a una cara, debió ser grabado antes de 1920, fecha en que murió el gran tenor.

El logotipo en cuestión me sugiere la postura de aquellos gobiernos domesticados que al igual que el perrito, escuchan y siguen la voz que les llega desde Washington. Pienso particularmente en los miembros de la anacrónica OTAN. También los hay en nuestra América.

Roma pagaba a los traidores, pero los despreciaba. Es probable que el establishment norteamericano también desdeñe a sus perritos.





[1]   His Master's Voice

[3] Emilio de Gogorza (1872-1949), barítono estadounidense de padres españoles. No incursionó en la ópera pero adquirió renombre en sus conciertos y recitales.

viernes, 25 de noviembre de 2022

lunes, 21 de noviembre de 2022

Pablo

Te conocí rasgando
el pecho de la muerte un día.
Tú no sabías nada
y eras tú quien la llevaba
de la mano.

Y así tú seguirás,
sin reparar en tu ventaja:
que eres tú quien la lleva,
quien la doma y la amortaja,
caminando.

Eres un espacio que se vuelve
sin espina y que se pierde
en la alegría de volverse.
Pero ya tu voz se está quedando,
ya tu mano está grabando
todo un nombre con sus dientes.

Quién que no haya visto la tristeza
con sus cuatro mil cabezas
puede oírte con descanso.
Quién que no haya amado largamente
y convivido con lo extraño
de este tiempo sin remansos.

Te conocí pegado
a la pared del cielo un día.
Ibas llevando entonces
bajo el brazo una guajira
y caminando,
caminando.

(1969)