Por Jorge Fuentes*
La última vez que vi a Evo Morales fue el 20 de octubre en la tarde. Con el fotógrafo norteamericano Noah Friedman-Rudovsky, lo había acompañado durante varias jornadas. El 19 pasamos la noche en un hotel de Villa Tunari, en El Chapare y al otro día, a las 5 de la mañana, nos sentamos a la mesa en una gran nave donde el movimiento campesino había organizado el desayuno, consistente en un gran plato de pescado frito, sopa, arroz y yuca. Había allí unas doscientas personas y a eso de las siete, salimos a pie con el presidente hacia el colegio electoral donde debía ejercer el voto. Fui filmando detrás de él, mientras Noah se adelantaba con otra cámara; Evo se viraba constantemente a hablar con la gente o regresaba sobre sus pasos al oír a alguien conocido que lo llamaba, y eso me permitía tener siempre un buen plano que aproveché, prácticamente, hasta que echó la boleta en la urna.
Regresamos a Villa Tunari y dejamos al presidente en la alcaldía, para dos horas más tarde reunirnos con él en el avión que nos trasladaría a La Paz. Lo vi muy sereno y contento de cómo habían ido las cosas en aquella zona en la que se inició como líder sindical de los cocaleros y dirigente político. Le comenté a Noah que este era su mundo y tuve que repetirlo, porque el americano no copió la metáfora ni que me estaba refiriendo a un ambiente específico del que la vida como presidente no había podido separarlo. Se notaba cansado el Evo, ocupó como siempre el primer asiento derecho del avión, pero en cuanto despegamos fue a acostarse y me cedió su puesto desde el que había mayor visibilidad, creo que no adivinaba todo lo que iba a pasar a partir de esa misma noche.
Aterrizamos en el aeropuerto de El Alto y nos despedimos con la idea de verlo el próximo día, pero eso ya no fue posible. A las ocho la radio y la televisión dieron el parte del Tribunal Superior Electoral que decía que con un corte del 83% de los votos, la candidatura del MAS, integrada por Evo Morales y Álvaro García Linera, había ganado con el 45.28, seguida de Carlos Mesa del Comité Ciudadano con 38.16, Chi Hyun Chung del Partido Democrático Cristiano con 8.77 y Oscar Ortiz, de Bolivia dice No, con 4.5.
Tal y como estaban las cosas se esperaba una segunda vuelta, ya que la ley electoral establece que para vencer en la primera es necesario el 51 por ciento o sacando el 40, un 10 por ciento o más sobre el que mayor cantidad de votos obtenga. Pero el presidente confiaba en el voto de su mundo, el movimiento campesino indígena, que en todas las elecciones anteriores le había dado el triunfo.
Al siguiente día, con todos los votos contados, se dio la noticia de que Evo había superado a Carlos Mesa por más del 10 por ciento. Esta vez lo supe por Noah que entró por un momento a la casa en la que estábamos viviendo y también me dijo que la oposición estaba organizando una manifestación frente al TSE. Me explicó que iba a tratar de llegar a la presidencia y se fue, pero me dejó una cámara y una mini grabadora. Ya estaba entrada la noche y hacía mucho frío, tomé un taxi y me dirigí a la Plaza Murillo, el MAS se había movilizado y tenía tomado el lugar, agitaban banderas, un ciego cantaba cuecas, la gente bailaba. Me dediqué a filmar al ciego que era un excelente cantante y podía ser un elemento importante si hacíamos un documental con el material rodado. Con algún trabajo conseguí otro taxi, porque con motivo de las elecciones había feriado y pocos carros en la calle, quería pasar por el centro a ver como estaban las cosas y al mismo tiempo ir acercándome al TSE que se encontraba cerca. Noté que muchas personas se movían en la misma dirección en que yo iba y al llegar al final del Prado vi la multitud que ocupaba varias cuadras de la avenida. Me situé en el puente que hay arriba de la calle para tener una visión general, pero no podía escuchar lo que gritaban y bajé. Al principio los gritos eran de “fraude” y más tarde, “indio cochino”, “indio asqueroso”, “indio, aprende a bañarte”, “indio de mierda”. Enseguida se me hizo evidente que más que una crisis de institucionalidad por un supuesto error del TSE era una crisis de intolerancia clasista.
Catorce años les resulta (a los blancos y mestizos racistas y los indios ingenuos) demasiado, se supone que ya es hora de volver a la normalidad (su normalidad). Están cansados de ver cholas en los ministerios y en otros cargos públicos, les molesta ese color tierra de los indígenas en lugares desacostumbrados, que quien los represente en el mundo sea un indio, que ese indio haya cambiado el país como ellos no pudieron y cambiado la realidad de que Bolivia fuera, junto con Haití, el segundo país más pobre de Latinoamérica. Les molesta también ver la juventud de los ministros, ministras, diputados y diputadas, muchos de ellos indígenas.
Evo podría tener todos los defectos, pero la solución no era Mesa (de quien parece han olvidado toda su historia con y después del Goni).
Cuando entrevisté a Evo por primera vez, hace 10 años, le pregunté que si las fuerzas revolucionarias habían llegado al poder o al gobierno, si aquello era una revolución o un cambio hacia un gobierno bueno. Por suerte para la memoria, esa entrevista no sólo está, fragmentada, en el documental que hice, se publicó completa en la revista Casa de las Américas. Temía que no hubiera calado en grandes mayorías el compromiso moral e ideológico necesario para cambiar radicalmente las cosas. Estoy seguro de que ningún otro presidente le ha dedicado tantas horas de trabajo activo al cargo (comenzando todos los días a las cinco de la mañana), cambiando todo el estilo de la burocracia palaciega. Tampoco nadie en su cargo ha visitado tantas veces los departamentos y los municipios. Pero han creado una leyenda negra con todos sus defectos, reales e inventados por la propaganda reaccionaria.
Hay una extraordinaria confusión a la hora de separar lo esencial de lo secundario y la oposición (desde Mesa hasta ¨el chino¨ Chi y ahora Camacho) se dedica a dar por ciertas las leyendas y las exageraciones. Mucha gente educada en la democracia burguesa necesita de la alternancia que es truco viejo para justificar más de lo mismo. Lo que está en crisis es la democracia representativa que debe ceder ante la participación popular, en una institucionalidad donde todos los seres humanos sean iguales, lo cual es inaceptable para muchos en Bolivia donde el racismo es un hecho estructural.
Los burgueses y los miembros de la alta clase media (en algunos casos también indígenas) quieren hacer creer que cualquier gobierno electo los representará a todos, presentan como de todos al estado y al gobierno. Caer en esa trampa es de una ingenuidad inadmisible. Un gobierno de Carlos Mesa o de Fernando Camacho será reaccionario y racista como lo fueron los anteriores al de Evo durante muchos años, defenderá los intereses que le corresponde como cualquier otro gobierno burgués, intereses que conocemos bien.
Al regresar me he mantenido informado, se ha desatado el golpe de estado que tenían preparado mucho antes de las elecciones. Se puede hacer trampas, pero no una trampa de casi 700,000 votos, ganar en 6 de los 9 departamentos y tener mayoría en la cámara y el senado. Consultemos a expertos en el asunto y nos dirán que esa trampa es demasiada trampa y no puede hacerse. Pero la OEA que desde el principio estaba por la segunda vuelta, declaró en su informe de auditoría: ¨…teniendo en cuenta las proyecciones estadísticas resulta positivo que el candidato Morales haya quedado en primer lugar y el candidato Carlos Mesa, de Comunidad Ciudadana en segundo. Sin embargo, resulta improbable estadísticamente que Morales haya obtenido el 10% de diferencia para evitar una segunda vuelta¨. De cualquier modo, en la OEA no se podía confiar, el propio Evo les había pedido que las conclusiones fueran técnicas y no políticas lo cual era un imposible.
La posición de nuevas elecciones sin Evo y Lineras, la del golpe, desconoce la auditoría de la OEA. Cuando se promovió una auditoría vinculante, los racistas y los ingenuos, pedían segunda vuelta, eso se fue transformando con los paros, las manifestaciones, las golpizas y humillaciones a los más humildes y en las últimas horas con los motines de policías.
La contrarrevolución está de fiesta, tanto que se le ha dado poca importancia al documento de la OEA del que sólo puede inferirse que hay que ir a segunda vuelta. La OEA acepta que Evo ganó la primera vuelta, del mismo modo que lo aceptaron todos los candidatos el día 20. A la OEA le hubiera convenido algo menos brutal que lo que ha sucedido, una maniobra en la que funcionaran las instituciones, decisiones del parlamento, que Evo se hubiera mantenido en su mandato constitucional hasta enero, etc. Pero Camacho y sus tropas fascistas le sacaron el show del guión del golpe. Los racistas burgueses han encendido el país y pasado por encima de quien han tenido que pasar. Evo pidió que se reunieran todos los partidos que en las elecciones del día veinte obtuvieron los votos para sus parlamentarios y encontrar una solución negociada que terminara con la violencia. Se negaron, porque lo que querían era hacerse del poder que no han podido ganar en las elecciones en más de diez años.
El gobierno de Evo Morales no sólo dio a los indígenas bolivianos, que son mayoría, la dignidad que merecen; también hizo crecer al país como ningún otro de la región y ese crecimiento se convirtió en desarrollo, que no siempre sucede. El gobierno del MAS hizo justicia a los siempre olvidados y dio bienestar al resto de los sectores, incluidos los burgueses y oligarcas de las regiones agrícolas más favorecidas.
Bolivia lleva más de diez años, en términos de crecimiento, al frente de América Latina y a pesar de todos los esfuerzos de desestabilización, que no empezaron con estas elecciones, ha gozado de una estabilidad ejemplar. Pero impera en algunos la idea “democrática” (no de un cambio social, una revolución, un empoderamiento de las masas obreras y campesinas) de que no importa cuál sea el gobierno que surja de las elecciones, porque lo importante es que cambien las caras, lo cual es de una irresponsabilidad absoluta.
El pueblo volvió a elegir al candidato del MAS, Evo Morales, con el peso contundente del voto indígena, esa mayoría campesina que no se ha dejado llevar por cuentos de camino. Quien piense que con Carlos Mesa, con Camacho o cualquier otro reaccionario las cosas estarán mejor (¿para quién?) es un ingenuo o un canalla.
La contrarrevolución está en las calles de Bolivia imponiéndose, no va a tener piedad y ha puesto al país al borde de una guerra civil. El presidente Evo Morales ha sido depuesto por un golpe de estado que lo obligó a renunciar. Poco a poco, en la medida que avanzaba la violencia, lo iban abandonando ministros, alcaldes, gobernadores y diputados, amenazados con las golpizas, el secuestro y la muerte de sus familiares más queridos, que fue el método de última hora de los fascistas.
Después de verlo con Álvaro en la televisión, solo e indefenso, la tristeza y la indignación me acompañaron durante todo el día y empecé a preocuparme por la vida de ambos, que sin duda está en peligro. El guión llevaba mucho tiempo hecho y había llegado la oportunidad de quitarse de encima al indio; entonces le dieron el golpe de estado que lleva varios días desarrollándose y que ahora están consolidando con la participación de la policía y la traición del ejército (a la Constitución) que no hizo absolutamente nada por cuidar los bienes, las personas y restablecer el orden. Los jefes del ejército y la policía le sugirieron al presidente que renunciara, revelando su papel en el golpe.
Dar una lucha ahora contra los fanáticos y paramilitares fascistas, sería desgastar a las fuerzas revolucionarias que podrían actuar en mejores momentos, perder cuadros muy jóvenes, pero con gran futuro, y hacer responsable al presidente de la sangre que se derrame, que sería mucha.
Evo Morales hizo esa lectura y tomó una decisión muy valiente. Estuvo en El Chapare, en su mundo, con sus hermanos del movimiento campesino indígena que van a dar la vida por él y por Bolivia si hace falta. La policía tuvo órdenes de aprehenderlo y Camacho, que es quien manda desde un lujoso hotel del exclusivo barrio del sur de La Paz, lo ratificó, en contra de lo que dijo el jefe de la policía, que demostró con su actuación que le rinde cuentas.
El presidente de México le ofreció asilo al presidente de Bolivia, con una embajada donde todavía se encuentran muchos de sus colaboradores cercanos. Evo, primer presidente indígena de la historia de América del Sur, tuvo que huir de un país que convirtió en paradigma de Latinoamérica. Pero este no es el final. No sabemos cuándo, pero el pueblo boliviano volverá a tener la palabra y el poder.
La Habana, 11 de noviembre