Una de las maravillas de Martí es que
desde tan joven hubiera sentido a su Patria como algo legítimo arrebatado por
lo espurio; su tajante diferenciación entre lo puro propio y la mácula de la
imposición externa; opuestos que cobran una significación aún más dramática al
ser sus padres un valenciano y una tinerfeña. Pero tampoco era un milagro la
Patria que él figuró en Abdala. Aquel
sentimiento del Martí adolescente, aquellas razones indignadas, de muchas
maneras estaban bullendo en las calles de La Habana cuando nuestro Pepe era un
niño. El despertar de una conciencia de Nación venía creciendo en Cuba desde
las ideas del Padre Félix Varela. Martí había conocido el pensamiento de Valera
por su maestro Rafael María de Mendive, que en sus viajes se había encontrado con
el clérigo desterrado. Y Mendive, a su vez, había sido discípulo de José de la
Luz y Caballero, que compartió años con Varela en el seminario de San Carlos y
allí fue ganado por sus ideas renovadoras.
Aquella noción de Patria pudo surgir de
aquella forma cuando éramos territorios colonizados, sujetos férreamente a los
vaivenes de las rivalidades y supremacías de los imperios europeos. Bajo aquel
sometimiento, asfixiante para las emergentes generaciones de criollos, empezaron a dibujarse nuestras naciones y con
ellas nuestros primeros sentimientos de dignidad ultrajada. Después se vio que
las guerras de liberación fueron tan necesarias para el crecimiento físico como para el espiritual.
Que Cuba pasara de las manos de un
Imperio a otro, en una negociación a espaldas del pueblo cubano, desdeñando los
enormes sacrificios de 30 años de luchas, de cierta forma acabó de marcarnos el
destino. Nos hizo conscientes de que nos faltaba por aportar aún más dolor para
llegar a la sangrada y soñada emancipación. No se puede entender a Cuba ni a sus
vanguardias sin saber que ese ha sido nuestro sello de Caín y que las
circunstancias históricas actuales parecen alargar ese empeño en nosotros.
Por eso una de nuestras armas
estratégicas es el compromiso con nuestra Historia. Entenderla y enseñarla con
veracidad nos ayuda a fraguar la unidad que nos es imprescindible para
sobrevivir como pueblo, para hacer sostenible, en cualquier circunstancia,
nuestro legítimo ideal de soberanía. Y por supuesto, jamás renunciar a Martí
como “misterio” acompañante.
Quien sinceramente quiera ser nuestro
amigo, por más diferente que piense, tiene que empezar por comprender –y
respetar– esta circunstancia vital de los cubanos.
Por otra parte, saber que un lugar del
mundo, un lugar que es patria de otras personas, puede desaparecer tragado por
las aguas, hace volar la mente.
¿De cuántas formas influye lo
circunstancial en la noción –y en la razón– de patria?
Sé que van a traer muchas citas hermosas, de grandes pensadores. Pero me gustaría que ustedes, abejas de Segunda cita, también contribuyeran con sus propias palabras al Universo de cuestiones que la variedad de lo vital circunstancial nos abre.
Sé que van a traer muchas citas hermosas, de grandes pensadores. Pero me gustaría que ustedes, abejas de Segunda cita, también contribuyeran con sus propias palabras al Universo de cuestiones que la variedad de lo vital circunstancial nos abre.
* A propósito de un aporte martiano de Lectora.