Por David Brooks
Hace unos días, un quinteto
presidencial se reunió en Texas para celebrar la inauguración de una biblioteca
con el nombre de uno de ellos, y con ello, rehabilitar a uno de los peores
presidentes, según la opinión pública, de la era moderna.
La Biblioteca
Presidencial George W. Bush fue inaugurada con la presencia de ex presidentes
de este país, y el actual, Barack Obama: el de la biblioteca estrenada, Bill
Clinton, George H.W. Bush (el padre del festejado) y Jimmy Carter. En el
discurso de Obama (quien aseguró que Bush “es un buen hombre”) como en todos
los demás de este exclusivo club, lo más notable fue la ausencia de referencias
al tema de las guerras de Irak, la respuesta al desastre natural del huracán Katrina
y la peor crisis económica desde la Gran Depresión; o sea, los principales
“logros” de la gestión de Bush.
Y es que, como todos en
el planeta saben, el gran logro de Bush fue llevar a su país a las dos guerras
ahora más largas de su historia, con justificaciones falsas, inauguró el campo
de concentración de Guantánamo, autorizó el uso de la tortura y la desaparición
como instrumentos oficiales de la “guerra contra el terror”, e impulsó una de
las mayores ampliaciones del gobierno para administrar esta nueva “guerra”
infinita, que incluyo toda una serie de medidas sin precedente para espiar al
mundo, incluyendo a su propio pueblo; todo esto denunciado por organizaciones
de derechos humanos y de libertades civiles como violaciones a la Constitución
y al derecho internacional.
Por si fuera poco, Bush
y su gente llevaron al país al “precipicio” del caos económico. Eso con el
costo de millones de desempleados y el incremento de la población con hambre,
sin casa y sin acceso a servicios de salud. La lista de consecuencias es
extensa. Pero también fue parte de una política económica que se ha extendido
con Obama, quien, en los hechos, ha resultado en uno de los traslados de
riqueza de las mayorías al 1 por ciento más rico y más dramático de la historia
contemporánea. La desigualdad económica desde los años de Bush hasta ahora se
ha vuelto la más aguda desde justo antes de que estalló la Gran Depresión.
Nada de esto se mencionó
en el gran festejo, lo cual lleva a preguntar qué hay dentro de esa biblioteca,
o más bien, qué no hay.
Por ejemplo, seguro no
está la carta abierta que le envió un veterano de guerra de Irak llamado Tomas
Young el mes pasado al celebrarse el décimo aniversario de esa guerra. “En todo
los niveles –moral, estratégico, militar y económico– Irak fue un fracaso… Y
fueron ustedes, Sr. Bush y Sr. Cheney, quienes iniciaron esta guerra. Son
ustedes quienes deberían de pagar las consecuencias”, escribió en lo que llamó
“La última carta”, porque Young ha tomado la decisión de suicidarse en las
próximas semanas porque ya no aguanta el dolor y deterioro físico de su
existencia después de quedar paralizado en esa guerra.
Young escribe que
enviaba esta carta a Bush y Cheney “no porque pienso que entienden las
terribles consecuencias humanas y morales de sus mentiras, manipulación y sed
por riqueza y poder. Escribo esta carta porque, antes de mi propia muerte,
quiero dejar claro que yo, y cientos de miles de mis compañeros veteranos, con
millones de compañeros ciudadanos, y cientos de millones más en Irak y Medio
Oriente, sabemos plenamente quiénes son ustedes y qué han hecho. Ustedes podrán
evadir la justicia, pero a nuestros ojos cada uno es culpable de crímenes de
guerra severos, de pillaje, y de asesinato, incluyendo el de miles de jóvenes
estadunidenses, mis compañeros veteranos cuyo futuro usted robo”. (La carta
completa se puede consultar en: truthdig).
Seguro tampoco están en
esa biblioteca los detalles de uno de los mayores fraudes en la historia
mundial, donde los principales bancos, aseguradoras y casas de inversión
engañaron y manipularon a tal grado de avaricia que lograron detonar una crisis
gigantesca que puso en riesgo la viabilidad económica del país. Fueron
rescatados por el estado, con el tesoro del pueblo, para poco después regresar
a una prosperidad récord hoy día.
Y ahora sigue la fiesta
para los afortunados: durante los dos primeros años de la recuperación
económica, el valor neto de los hogares del 7 por ciento más rico del país se
incrementó aproximadamente 28 por ciento; para el restante 93 por ciento se
desplomó 4 por ciento, según un análisis difundido la semana pasada por el
Centro de Investigación Pew. Con ello se incrementó la desigualdad: el 7 por
ciento más rico ahora concentra 63 por ciento de la riqueza de los hogares; dos
años antes tenía 56 por ciento.
Bush afirmó en la
celebración que las generaciones futuras “se enterarán de que nos mantuvimos
fieles a nuestras convicciones”.
Tanto las guerras como
la política financiera y económica han sido un gran negocio para unos cuantos.
Todo esto producto de un consenso entre las cúpulas políticas y económicas a lo
largo de esta última década.
John LeCarre, el gran
escritor británico, ha sido un crítico de la creciente interrelación entre las
cúpulas políticas y económicas, señalando con alarma hasta la cada vez mayor
privatización de las operaciones bélicas y de inteligencia del Estado. Comentó
recientemente al New York Times que “Mussolini dijo que la definición
del fascismo era cuando uno no podía colocar un papel de cigarro entre el poder
empresarial y el poder gubernamental”.
Pero nada de esto está
en esa biblioteca, y menos que Bush continúa ocupando el segundo lugar de los
presidentes más desaprobados por la opinión pública en la era moderna, a pesar
de este tipo de ceremonias y otros esfuerzos para intentar rehabilitar a quien
formaba parte de lo que Gore Vidal llamaba la “junta Cheney/Bush” (en ese
orden).
Tal vez se debería de
abrir una biblioteca sólo con lo que no está en esa.
Tomado de: http://www.jornada.unam.mx/2013/04/29/opinion/033o1mun