jueves, 28 de septiembre de 2023

Medir, vaya problema no resuelto

Por Antonio Díaz Medina

Nunca me interesaron las notas, las evaluaciones, cómo me miden. Siempre lo he sabido, pero no he hurgado en el porqué. No lo tomen a mal, es simplemente como cada cual es. Recuerdo haber jugado con otros compañeros del Preuniversitario a ver quien llegaba primero a la Cafetería en día de examen final. Éramos más de mil estudiantes y solo sacaban unos 20 panes con perro caliente, mostaza y lechuga incluida. No importaba qué nota sacábamos, jugábamos con el suspenso incluso, ganaba quien alcanzara la merienda mejor.

No obstante, el tema ha sido recurrente en mi vida. De hecho, fue de los primeros asuntos que me hicieron pensar, investigar. Comenzó cuando terminé el Preuniversitario e inicié un curso de nivel medio aún, especializado en un tema que no viene al caso y en el que tuve una discusión con un profesor, que no duró mucho, pues me di cuenta (habría que poder conversar con el profesor para ver la opinión de la otra parte) que no valía la pena. Era un diálogo absurdo: me habían quitado 2 puntos por lo que a los demás le habían quitado solo medio.

Ya trabajando, el problema volvió a surgir. Para no dilatar la exposición, se quería hacer equivalente mucha información a conocimiento. A menudo se hacía evidente que sobre algunos temas no sabíamos nada, a pesar de tener cientos de informaciones.

Estudiando Economía en la Universidad, principios de los años 70 del pasado siglo, me sentí más complacido, más tranquilo con lo que vi. Algunas anécdotas son esclarecedoras.

En el primer examen de Cálculo –lo que se da en llamar Cálculo 1– aquello fue tremendo, por el número de suspensos. Pero la historia interesante apareció haciendo el propio examen, cuando un alumno le hizo notar al profesor que otro alumno estaba utilizando la libreta y el libro de texto para resolver el problema del examen. El profesor se paró, fue a ver lo que estaba haciendo el estudiante, revisó el papel donde estaba escribiendo y llamó al alumno que le había venido a contar el asunto, y le dijo: “No te preocupes; él puede abrir todos los libros que quiera, incluso traer al Dr. Thomas, el autor del libro, para que lo ayude, porque ni con toda esa ayuda tendrá una idea de lo que debe hacer para resolver el ejercicio”.

La segunda historia fue más tremenda. Tiene que ver con los resultados desastrosos que tuvimos en este y otros exámenes. Finalizando el año académico, la situación de alumnos desaprobados era muy mala; nos reunimos los estudiantes y acordamos pedirle una reunión al Decano, para analizar el asunto, el que accedió enseguida. Mi curso era de estudiantes de lo que en aquella época se denominaba C.P.T. (Curso para Trabajadores); teníamos clases un fin de semana cada 21 días: viernes en la noche, sábado todo el día y domingo en la mañana. Pero los exámenes, como el mencionado de Cálculo 1, eran el mismo día y a la misma hora que el de C.R.D. (Curso Regular Diurno), para los estudiantes más jóvenes procedentes directamente del Preuniversitario, que tenían clases a diario.

La ¨demanda¨ que llevábamos los alumnos era sencilla y para nosotros tenía una lógica, una fundamentación aplastante. Solicitábamos que, por tener condiciones muy distintas de estudio con relación al C.R.D., que estaba dedicado enteramente al estudio y no tenían que trabajar a diario como nosotros, nuestros exámenes debían ser otro día, para que pudieran ser ¨adecuados¨ a nuestras condiciones.

La reunión fue más breve de lo que suponíamos. El Decano nos explicó que consideraba la solicitud muy atinada, pero que carecía de una segunda parte que dijera el título que se nos entregaría al terminar la carrera. Por ejemplo –nos dijo–, pudiera ser el de ¨calafateador de barcos¨ o ¨empinador de chiringas¨, pero no el de Licenciado en Economía. Para este último había que hacer los exámenes que todo graduado de la carrera hacía. Nos explicó después la necesidad de que esto fuera así.

Al final de los casi 6 años de carrera, de 127 alumnos al inicio, se graduaron 11, de los cuales 5 eran de cursos anteriores. La calidad, en los años 70, era lo primero todavía, al menos en la educación superior.

Donde trabajo ahora como profesor, en la Universidad, se exige la publicación de artículos en revistas científicas. Hay, al menos, 3 niveles de estas y el objetivo es de tener el máximo de artículos y la mayor cantidad posible en el nivel 1. Ese nivel se supone que sea el ¨superior¨, el más exigente, donde hay ¨mas conocimiento¨, más rigor científico, más conocimiento científico.

Los primeros años –llevo ya más de 13–, me pareció bien el asunto. Tenía lógica. Pero andando el tiempo ¨me cayó carcoma¨, esa sensación inquietante que te trae la preocupación: ¿Esos niveles son realmente así? ¿Se publica lo mejor? ¿En qué se basa la aceptación de un artículo para publicarlo por una revista científica?

Pero esto no era lo principal que me preocupaba, sino ¿es la cantidad de artículos la medida de los resultados en investigación y ciencia? ¿Cómo medir resultados en general, y en ciencia en particular?

No creo que en los tiempos de Einstein se midiera la ciencia por cantidad de artículos; el que escribió sobre la Teoría General de la Relatividad, vale por muchos. Y no es que haga falta publicar todo lo que pueda ser útil científicamente; es que utilicemos mejores patrones para medir la ciencia.

De trabajos anteriores tenía formada la convicción, o conclusión empírica, de que es endémico lo endeble del sistema de medir entre los humanos, en casi todos los confines de la vida:

· Cantidad de informes contra verdad del asunto.

· Palabras bellas contra verdadero amor.

· Muchos policías, jueces y abogados contra justicia.

· Número de empleados contra producción.

· Exceso de palabras contra claridad de expresión.

Sé que estoy incluido en este último punto, me lo han hecho saber varias veces, pero sigo intentándolo.

Volviendo al tema que nos ocupa, parece que la calidad es difícil de medir, a pesar de ser lo que más importa, como regla.

La cantidad es parte de la calidad, es una de las leyes de la dialéctica; cambios cuantitativos en cualitativos. Por ejemplo, en la agricultura cubana, cuando se analizan las inversiones en los últimos 30 años, sin priorizar las inversiones en el campo cubano es imposible tener mejores resultados en productos agrícolas, en parar el éxodo del campo a la ciudad, en la motivación de los trabajadores del campo.

En mi facultad tenemos un problema muy parecido. Cada vez entran más estudiantes; esto, que parece muy bueno, tiene otra cara bien distinta. Más alumnos, en condiciones similares de cantidad de profesores en el claustro, cantidad y dimensiones de las aulas y, lo más importante, demanda real de profesionales en el sector del turismo, significan calidad disminuida en la docencia y, por tanto, en los graduados, amén de la frustración al llegar a la vida laboral. Solo agregar que el % de los que ingresan a la Facultad y se gradúan hoy es muy superior a aquellos tiempos.

No tengo información del resto de la educación superior. Puede ser resultado de una pedagogía superior. De hecho, ahora los estudiantes de CPT, tienen clases un día a la semana, cuentan además con un sistema complementario de estudio a distancia, el EVEA, pero creo que vale la pena indagar sobre el rigor actual en nuestras universidades.

En todos estos casos, hipotéticos o reales como estos dos últimos, se trata de cómo y con qué patrón medimos lo que estamos haciendo, los resultados que queremos lograr. Utilizar un termómetro para medir el alto de una persona, o una regla para tomarle la temperatura a un niño, arrojan el mismo resultado. Es un problema endémico en nuestra sociedad, y creo que en otras muchas igualmente.

Cada vez escucho a más personas en la calle, y a varios de los que ocupan cargos públicos, decir algo así como que ¨hablar menos y hacer más¨. Tal vez están cometiendo el mismo error al decirlo en general, sin ponerle nombre y apellidos a los que vienen llenándonos de palabras sin hechos, discursos sin involucrarse, llamados sin acciones, supuesto trabajo sin resultados concretos.

Como suelo decir, en Física las cosas son más claras: Trabajo es igual a Fuerza por Desplazamiento: T = F x D. Es un concepto sencillo. Si usted se pasa 8 horas, o días, empujando el Muro del Malecón y este no se mueve ni un milímetro, pues no ha trabajado en lo absoluto, sólo ha sudado al sol perdiendo su tiempo y el nuestro. Esto, suponiendo que lo que hacía debía tributar a nuestro bienestar. He leído y escuchado sobre varios métodos de dirección, pero no he encontrado uno mejor que el de Dirigir por Resultados.

Hay que sacudir la mata, pero para que se caigan los frutos en mal estado, las hojas secas, todo lo que no sirve. Porque si no cae nada, no se está trabajando por la Cuba que necesitamos y el árbol continuará enfermo, improductivo.

2 comentarios:

silvio dijo...

Las Mipymes.. (2 y fin)

Siendo realistas, el desempeño de las micros, pequeñas y medianas empresas (mipymes) ha permitido tener una mayor oferta de bienes o servicios respecto a períodos anteriores, pero debido al poco apoyo estatal para acceder a divisas extranjeras destinadas a pagar importaciones, han tenido que acudir al mercado informal para adquirirlas. En consecuencia, esa alta tasa de cambio después se incorpora a los precios minoristas, lo cual ha conllevado, entre otros factores, a la alta inflación. Pero la causa de la inflación en Cuba no es resultado de la creación de las mipymes, sino de un conjunto de decisiones asociadas a la tarea Ordenamiento y del estado actual de la economía nacional.

En este momento hay ciertas posiciones críticas hacia el giro que han dado algunas mipymes en sus labores de comercialización más que de producción, y es cierto. Pero la mayor presencia de productos importados —para solo poner un ejemplo, las cervezas—, ha permitido que sus precios bajen. El reto es que esas empresas entiendan que un producto hecho en el país deberá, en teoría, ser más barato que el importado si las autoridades crean el entorno legal que las favorezca, y desatan los nudos que las frenan.

Otra alternativa es que el Estado incentive y favorezca legalmente la presencia de franquicias extranjeras en el país.

Es evidente que, si el problema cubano es de oferta de bienes, una de las reservas productivas en la que pudiera incrementarse, es en el papel de producir o importar por parte de las empresas privadas.
Por ende, debe mejorarse aún más el entorno institucional en que se desarrollan.

Precisamente una de las mayores dificultades por la que atraviesan los emprendimientos privados en Cuba es no contar con instituciones nacionales que les garanticen un préstamo para hacer compras en el exterior. En esa reunión de empresarios de ambas orillas, este fue uno de los temas expuestos por los abogados del bufete Akerman, desde el punto de vista legal.

Sería muy útil poder cubrir la falta de recursos financieros con capital externo, sobre todo de la diáspora cubana, que cuenta con ellos, además de habilidades gerenciales. Pero para eso debe cambiarse o concretarse la posición del Estado y Gobierno cubanos sobre esa parte de la población que vive en otras latitudes, y que no es homogénea. Sería provechoso también que en la próxima reunión de la Nación y la Emigración, a celebrarse en noviembre en La Habana, se discuta o se aprueben medidas en ese sentido, que ya fueron esbozadas en la visita reciente del presidente cubano a Nueva York, en el encuentro con un grupo de emigrados.

En fin, la situación tensa y compleja por la que atraviesa la economía cubana debe hacer reflexionar a los hacedores de política, tanto de Cuba como de Estados Unidos. Precisamente el enviado del departamento de Estado a esa reunión, Zack Haas, expresó la voluntad de la actual administración de respaldar al empresariado privado cubano, donde se estudian posibles cambios en las regulaciones vigentes.

Es hora de pensar que la economía no puede estar al margen de las decisiones ideológicas y políticas, y esto no significa ceder soberanía ni poder. Los vietnamitas ya enseñaron un camino donde no se ha afectado la senda que emprendieron hacia el socialismo.

silvio dijo...

Antes que termine el día doy fe de dos tristes noticias: el fallecimiento de Ángel Guerra (Guerrita) y de Jon Fausty.

Guerrita fue dirigente de la UJC en los tiempos en que mi generación de trovadores comenzaba. Desde hacía años vivía en México, desde donde siguió defendiendo sus ideas de siempre con artículos en La Jornada. Varias veces puse materiales de él en Segunda cita. Descanse en paz el compañero.

Jon Fausty fue un formidable ingeniero de sonido neoyorkino, muy vinculado al proyecto Fania. Grabó discos que son clásicos y ganó muchos premios. A principios de los 90, cuando empezamos a construir los estudios Abdala, estuvo en Cuba y muy fraternalmente nos dio consejos útiles. Descanse en paz el buen amigo.