Por Jorge Fuentes
El "cine sumergido" fue siempre cine independiente, desde la posición icaiccentrista de confundir la institución con el oficio. El talento con un edificio del Vedado. De ese modo la falta de aceptación o comprensión del actual cine independiente, como hecho de producción y alternativa creativa, es resultado de una vieja práctica que incluye discriminación y visión aristocrática, desligada de una perspectiva revolucionaria. A la Revolución cubana se le debe agradecer la creación de la institución y el movimiento del cine. La creación del ICAIC fue un acto de lucidez, como le gustaría decir a Alfredo Guevara, y debemos sentirnos orgullosos de aquella existencia que, como ha recordado el amigo Juan Antonio García Borrero, creó un monopolio de interés popular, que violentó y transformó la producción (que era débil), la distribución (que estaba en buena medida en manos extranjeras), la exhibición (donde se observaba la división de clases en cines de lujo con todas las condiciones y de barrio con algunas, sin negar que ello posibilitaba la asistencia a la sala de cine de personas de todos los ingresos). Hoy estamos obligados a poner bajo juicio crítico esta relación que incluye financiamiento estatal, mixto y privado-PRODUCCIÓN-multi DISTRIBUCIÓN nacional e internacional-EXHIBICIÓN en teatros estatales y privados-consumo nacional y exportación. En algunas de las reuniones a las que he sido invitado por la nueva dirección del ICAIC, lo cual agradezco, he tratado de explicar, entre otras cosas, la necesidad de discernir colegiadamente, si el ICAIC puede y si puede qué forma adoptaría, la relación referida y que ha funcionado durante más de 60 años. El país no tiene hoy las posibilidades de 1959, ni las de la era soviética. Hoy, con menos recursos que antes de la Revolución, seguimos obstaculizados por el país más poderoso del mundo y peor, el mayor mercado del universo. Del que todos quieren ser amigos o al menos tener buenas o llevaderas relaciones. La conexión que se desprende de la trinidad señalada es, a mi modo de ver, el principal asunto a resolver. De ello dimana qué y cómo va a ser el ICAIC que deseamos, funcionarios, artistas, técnicos, obreros y empleados, en el futuro. Me atrevo a decir que otros problemas de carácter filosófico, ideológicos y de política cultural, se subordinan a la solución de esta problemática. Pretender que el debate termine con la búsqueda y solución de lo que puedan parecer o sean, las causas del mismo, es no creer en la necesidad constante del debate, en su beneficio y eternidad. La revolución, si como la nuestra, persigue la justicia social, está obligada a ser debate, cruce de ideas y opiniones, valoración de diversos puntos de vista. No para exhibir democracia sino para enriquecerse y poder seguir adelante. De cualquier manera los dirigentes y funcionarios hoy están más claros de la situación del movimiento cinematográfico y su industria, como resultado del movimiento democrático y juvenil que hay en su seno. También revolucionario, lo he dicho otras veces, aún con las respuestas y ataques viscerales demostrativos de inexperiencia, los insultos fuera de lugar y cualquier otra equivocación. Lo que no puede suceder es que ni una parte ni la otra tenga voluntad de diálogo, ni que pensemos que puede haber solución a largo plazo posponiendo el diálogo eternamente. Los jóvenes cineastas que con su empuje y esfuerzo lograron la existencia de un Fondo cinematográfico y un Registro de escritores y artistas del cine, así como los funcionarios que trabajaron y ayudaron a poner en práctica estas medidas, dieron un paso de suma importancia al convertir al ICAIC en lo que debe ser. Es lo más inclusivo que ha sucedido allí en los últimos 65 años y debe ser, como creo que sea, motivo de celebración y de fiesta. Tales medidas podrían ayudar a esclarecer que el ICAIC no existe para dirigir a los artistas ni decir cómo deben ser las películas. El cine "es una actitud ante la vida", los artistas son fábricas inteligentes que reciben el impulso de la realidad y en ocasiones su castigo. La situación de los 60 no es la misma de hoy y debiéramos crear un movimiento artístico que muestre la realidad y que al mismo tiempo colabore con el progreso del país que también los artistas quieren. Aquellos que no entienden o que no quieren entender o que sus posibilidades o privilegios no les permite entender, han echo correr la idea de que hay quien no desea felicitar al ICAIC en su día. Los oportunistas existirán siempre, también los tontos. El ICAIC ha cumplido 65 años y acumulado una obra reflejo de un país que, como costumbre, no ha dejado de luchar nunca. Merece todos las felicitaciones y honores, así como también lo merecen los compañeros que han recibido diferentes condecoraciones por su vida, su obra y su trabajo. Creo que todos los creadores y trabajadores del audiovisual apoyamos lo que han llamado La Fiesta por el 65 aniversario. Es decir que se reconozca lo que se ha hecho en la cinematografía por iniciativa de la Revolución cubana. Sólo se trata de, en justicia, reconocer lo que han hecho otros artistas en otras instituciones y darnos cuenta de que el movimiento del audiovisual, diverso y multitemático, pero también único, es el presente y el futuro. El objetivo consiste en no quedarnos en el pasado, entre otras cosas porque no es posible. Consiste en que la Fiesta sea la de todos los creadores de la imagen y el sonido y el ICAIC, la institución que garantice la existencia del audiovisual que hacen los cubanos.
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