Bestiario*

Por Rolando López del Amo

La abeja

Corola por corola estiba el polvo menudísimo y regresa a su celda de artesana. Entonces, alquimista, transmuta en miel el polen milagroso.

El agua organizada

Un filósofo antiguo te dedujo causante de la vida. Te evaporas y das lugar al aire que, enrarecido, deviene ardiente fuego. ¿Pero cómo ser tierra? Quizás así, animada, convertida en moviente ser primario generador de faunas y de floras, de minerales en tránsito a la vida. Tú, magnífica síntesis, compones variadas formas, obras complicadas. Pero dime, sustancia benemérita, ¿Dónde tomaste tu binaria esencia?, ¿Qué te hizo decidir organizarte y disponerte a andar por vez primera?

El albatros

A sol y viento, noche y luna, vuela sin reposo. ¡Qué afanes de distancias! ¡Qué sucesión de mares para calmar su ansia de fatigas! 

El alcatraz

Desafía las olas con audacia, con la temeridad de los que creen que la vida es volver y despedirse, despedirse y volver, no estar tranquilos, porque la paz es cosa de la muerte. El mar todo, ¿Qué es?, ¿Qué son las aguas?, ¿Qué los giros del viento? Decidido y solo, arremete y estallan, blancas y suaves, las espumas. 

El almiquí

Nadie te sabe, apenas la memoria. ¿Qué decían de ti los siboneyes, los guanajatabeyes, los taínos? Nadie lo sabe, apenas la memoria, el recuerdo de ser, de haber estado.

La araña

En su rincón de techo y de paredes viene y va con su rueca la hilandera. Fino hilillo de muerte para los fatigados de remontar el aire denso de los recintos. Quien se detiene, se pierde sin remedio, a pesar de las alas promisorias y el deseo de volver a casa. 

La ardilla

Asustada, como si el temblor fuera el vivir y el huir fuera el andar, pasa la ardilla. Le gustaría, en tiempos amables, lucir la cola hermosa y recibir lisonjas. ¡Y bien que las merecería! Pero ni el contemplar ni el admirar son atributos de las criaturas de los bosques. Si el pelear, pelear a muerte. Y el no perdonar que vayan juntas la mansedumbre y la hermosura. 

La ballena

Pastar en los océanos, embestir olas y navíos, bojear los continentes: oficios cotidianos para nuestra señora de las aguas. 

El camello

Flexible y cansino, se le ve cruzar los enormes arenales y las calles bulliciosas de mercaderes. Giboso y obediente, carga resignado los grandes bultos. Quizás alegoría de la paciencia. Tal vez símbolo de los caminos primeros del hombre. Transporte de magos, sujeto de parábolas, antiguo personaje literario que aprendimos a conocer en rústicas figuritas de yeso. 

El cangrejo

Natural ingeniero de las playas, ¿Qué pasión hurgadora, qué acendrada conciencia de minero mueve tu obsesión de túneles? ¿Qué mundo de sorpresas guardas allí, donde la luz no llega y se escucha, más fuerte, el latido profundo de la tierra?

El caracol

Asido a la roca, como si él mismo fuera también roca, desentendido de todo lo que ocurre afuera, el caracol hace retiro de asceta. A veces, despacioso y blando, repta protegido por su escudo calcáreo. Si presiente peligro, se adentra, cauteloso, por las galerías de su claustro. La salvación, intuye, no es otra cosa que encerrarse en sí mismo. Y permanece, inmóvil, adherido a la roca, hasta volverse él mismo, definitivamente, también roca. 

El castor

Constructor laborioso, tala pinos del bosque y modifica el curso del arroyo. Infatigable obrero de los diques. Extraña voluntad de permanencia. 

El ciervo

Enorme debe parecerle el bosque y enorme la llanura, aunque ligero y breve vuele el ciervo de cornamenta dura y enramada. El bosque y la llanura son el mundo todo y también el arroyo leve. Como de fiesta son las primaveras luminosas y los veranos cálidos. Pero los inviernos presagian violencia temible. Las feroces jaurías acechan. La muerte ronda, aulladora, el bosque y la llanura. 

El coral

Saludo en ti, arquitecto, la magna obra de un autor diminuto: los grandes edificios que desplazan el agua; esas ciudades gráciles que se entrecruzan como bosques simétricos; esas colonias de incesantes trajines que, luego, el tiempo convierte en cementerios escultóricos para que, al fin, asomados al aire, nazca la tierra.

El cuervo

En la rama nevada del sauce agita sus potentes alas negras. De salto en salto llega hasta la copa y su contorno esplende sobre el fondo blanco de la mañana. El no ha escapado. Permanece arrogante en los sitios de costumbre. Y si el viento helado sopla y amenaza, él le devuelve un duro graznido que hace dudar al propio viento. Y continúa allí, tozudo y firme, dispuesto a desafiar la muerte misma. 

El elefante

Alto y gris, duro y rugoso, balancea la dúctil trompa. A veces, como un niño, da volteretas en la tierra o se sumerge, pesado y lento, en el río. Nunca va solo el elefante de colmillos curvos y afilados. La manada parécele más segura contra la violencia de otras fieras, siempre amenazantes. Dicen que es buen amigo, de los que no echan a olvido los favores. Pero cuídese quien le daña, porque tampoco olvida el elefante al enemigo. Y entonces es mejor huirle lejos, porque terrible es la cólera de los mansos. 

El erizo de mar

Impresionante es verlo, desafiante, enristrar sus adargas heridoras. Terrible máquina de guerra su esfera blindada. Múltiple mosquetero de duelos submarinos, estirpe belicosa de piratas. 

El gato

Los ojillos brillantes, el andar callado, el movimiento rápido y certero. Como ser de otro mundo, como sombra que roza apenas los objetos, leve que parece no gravitar, sale, bajo lunas y planetas, el dueño de la noche. ¿Qué dice entonces como lamentando, como niño que llora su miedo? ¿Por quién, triste, suspira, en grito como de dolor antiguo? 

La gaviota

¿Qué búsqueda ignorada mueve sus alas? Como un rayo de luz, como un soplo de aire, se desliza. No son las casas memorables, ni las antiguas calles conocidas. No son, tampoco, las anchas puertas barnizadas con llamadores de pulido bronce, ni los parques primeros de los juegos alegres, ni los azules quietos de las tardes, ni la deslumbrante claridad de las mañanas. ¿Adónde, pues, va la gaviota? ¿Adónde llega? 

Las golondrinas

Llegaron junto con las flores, cuando las últimas heladas eran ya parte del recuerdo. Anunciaba su vuelo el afanoso tiempo de la siembra. Se les veía entonces ir y venir de los aleros a las mentas o jugar, sorpresivamente, con los transeúntes. Después se volvieron cotidianas, parte misma del paisaje. Con los primeros vientos del otoño, al tiempo exacto de segar los granos, se dejaron de ver. Pero los viejos ciudadanos saben que cuando las próximas heladas sean parte ya de los nuevos recuerdos, estarán otra vez, ágiles y brillantes bajo el sol del verano, yendo y viniendo de los aleros a las mentas. 

Los gorriones

Estallan en las nubes los relámpagos. En los techos combados se forman lagunillas. De la ciudad se ven, bajo la lluvia, calles abandonadas en adusta intemperie, hieráticos perfiles tallados en las piedras. No es tiempo favorable al ruidoso piar de los gorriones. 

El grillo

Atleta saltador; músico monocorde, noctámbulo y bohemio. Artista trashumante, remedo de juglar que nunca se realiza. Aeda lamentable, inoportuno turbador del sueño. 

La hormiga

Avanza y se detiene, se detiene y avanza. Parece que no va, que se arrepiente, pero realmente sigue a donde iba. Llega, inspecciona, escruta, verifica y desanda el camino de memoria. Una por una avisa a sus amigas: está lista la cena. 

La jirafa

Elevada señora que puede, firme, apisonar el suelo mientras habla con pájaros y ardillas en las alejadas copas de los árboles. ¡Qué rara sensación, qué inexplicable goce andar la tierra así, con dimensión de vuelo! Pero, pobre jirafa, tan alta la cabeza, no puede oír las voces abajadas que la llaman allá, desde la hierba. 

La libélula

Brillante trazo el de su vuelo: ora fijo en el aire, ora movido, siempre reluciente. Nadie sospecharía ese regusto por lodosos charcos, tan poco semejantes a los pulcros jardines. Sin embargo, no sorprenden sus dotes de guerrera, su lucha singular con las arañas, su condición de amazona inobjetable. 

La llama

Suave y felpuda, alto el cuello rebelde y manso. Vieja compañera de los incas allá en el techo de América. Dicen que cuando sobre su lomo es mucha la carga, échase a tierra y no vuelve a andar hasta que el peso sea igualado a sus fuerzas. Y no se quiera violentarla, porque no entiende de temores y sabe que es inútil vivir  de golpe a golpe por huir de la muerte ineludible. 

El manjuari

Antiguo poblador de la vida. Sereno en el estanque, muestra la conversión de las edades. Geológica reliquia, mitológica historia, magia de la ciencia.

La mariposa

Existencia menuda, tiempo corto el de tus alas polvorientas. Papel de flor hecho a la brisa y el bajo sol de los veranos. Pequeño papalote sin cordeles. Color de luz que muere en el crepúsculo. 

La marmota

Puede la tierra helarse como el agua. Pueden los árboles volverse pálidos carámbanos y el aire todo, niebla. Puede la vida detenerse: ella seguirá, plácida y tibia, aguardando segura la nueva primavera. 

La paloma

Amiga muy difícil y tímida. Débil, desconfía. Conservadora, huye. No importa como le sea tendida la mano, recelará siempre. En cada gesto habrá de ver una amenaza. Al más leve ruido batirá sus alas defensivas para volar hacia el peligro mayor de la soledad. 

La serpiente

Deslizante y callada guarda largas vigilias. Oculta, selecciona la sorprendida víctima. Todo da vueltas: una vida se afirma en una muerte. 

La tortuga

¿Para qué las prisas? También, lento, se llega. También, despacio, cursa el tiempo. La carrera no acorta los propósitos: testigo es la liebre rapidísima. 

La vaca

Ancha y cadenciosa pasea su contorno de la sombra al pasto. Lenta y constante desempeña su oficio jardinero. Después, vuelve y se tiende en el lugar más fresco a dar cuenta final de su faena, a convertir la hierba en fuente de la vida. Madre inconsciente, no sabría por qué sabios lejanos, pueblos viejos, la presumen divina, venerable.

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*Querido Silvio:

En mi libro Los nombres y los días, publicado en 1977, incluí una sección titulada Bestiario, dedicada a mis hijos. Entonces escribí sobre el almiquí, que se consideraba extinguido.

Años despúes apareció en zona boscosa de las montañas orientales.Te adjunto

el texto del Bestiario tal como apareció, por si lo consideras útil para nuestros niños en días de obligada permanencia en casa.

Un abrazo

Rolando