Eran más o menos las 5 de la tarde y estaba en la sala, viendo la película Magnolia, en la que acababa de ocurrir una lluvia de sapos, como en las plagas del Egipto bíblico. Entonces una voz femenina –supongo que Aimee Mann–, empezó a entonar una canción que más o menos decía: “Te has pasado la vida criticando los defectos del mundo. Y ¿qué me dices de los tuyos?” … Confieso que no recuerdo si eran exactamente esas palabras o eso fue lo que mi cabeza interpretó. El caso es que llevaba mucho tiempo inconforme por continuar con aquel vicio y en aquel momento estaba fumando. Mi primo Héctor ya me había dicho que fuera inteligente y lo dejara antes que un médico me lo pidiera, porque cuando eso pasaba el daño solía ser irreparable.
Empecé a fumar a los catorce, en la campaña de alfabetización. Primera vez que me alejaba lo suficiente de mi familia como para empezar a asesinarme sin ser interrumpido. Después continué en la escuela secundaria, en los trabajos voluntarios, los acuartelamientos, las guardias de milicia. Mi madre me sentía el olor, me preguntaba si estaba fumando y yo me escabullía diciendo que estaba rodeado de fumadores (lo que no dejaba de ser cierto).
Los tres años de servicio militar me hicieron un fumador consumado. Cuando empecé a tocar guitarra mis dedos pasaron de amarillentos a violáceos, por la mezcla de nicotina con las ampollas que me salían. Desde entonces hasta el 30 de marzo del 2000, todas las personas que se me acercaron, todo el que entró a mi cuarto, olió mi ropa o siquiera leyó un libro mío supo que mis humores olían a tabaco quemado. Algo de lo que sólo nos damos cuenta cuando dejamos de fumar.
La tarde en que lo dejé sabía que no iba a ser fácil; por eso no me dio por envalentonarme sino por hacer como si no hubiera decidido nada. Apagué el cigarrillo y me dije: “Ahorita prendo otro”. Cuando llegó “ahorita”, lo pospuse para después de la comida. Pero después de cenar dije: “Me fumo el próximo a la hora de dormir”. Ya sabía que al acostarme lo iba a posponer para después del desayuno… Así me fui engañando hora tras hora, día tras día, semana tras semana, mes tras mes. Nunca me atreví a decirme que estaba dejando de fumar. Si alguien me preguntaba: “¡Eh!, ¿ya tú no fumas?”, respondía que cómo no, lo que en ese momento no quería. Incluso mucho tiempo después no me atreví a decir que había dejado fumar; siempre cambiaba el tema. Me cuidé mucho de alardear, de escupir para arriba. Nunca subestimé el poder de mi enemigo.
Lo cierto es que aquel paso lo di en un momento táctico bastante inapropiado: la mañana siguiente empezaba a grabar Expedición. Llevaba un año trabajando en las canciones que lo conformarían, sobre todo en las orquestaciones. Era un viejo deseo, hacer un trabajo con arreglos sinfónicos escritos por mi: todo un reto. Le había pedido a Andrés Alén que me revisara las partituras y él, al verlas, pronunció aquellas memorables palabras: “¿Y dónde están los segundos violines?” … Yo respondí que los había omitido, pero: “¿Quién ha visto una orquesta sinfónica sin segundos violines?” … Así que tuve que revisar toda la música, en algunos casos volver a repartir las voces y en otros escribir las que no existían. O sea, aquel 30 de marzo del 2000, yo llevaba un año fumando toneladas de cigarrillos, mientras trabajaba en mi amado proyecto y, justo el día anterior de empezar a grabarlo, se me ocurrió enfrentar las tensiones propias de una grabación en estado de total desamparo, sin el “apoyo” de mi íntimo amigo: el tabaco. No recomiendo semejante imprudencia al que decida dejar de fumar, aunque doy fe de que tampoco es imposible.
Mi última caja de cigarrillos quedó abandonada en el mismo rincón de la mesa en que la había dejado. Pasaban meses y ahí seguía. Después de un tiempo, una tarde en que estaba solo, encendí uno y le di una calada. Con mucha vergüenza lo apagué enseguida. Más que por fumar lo hice por curiosidad, por aquello de cruzar la raya (otro vicio peligroso, aunque más infantil). Después guardé la cajetilla, que estaba casi llena. Allí se mantuvo años hasta que un día, buscando otra cosa, apareció. La abrí, vi que el papel se había oxidado y que todo parecía una especie de reliquia de la antigüedad. Creo que había un amigo en casa y que se la mostré, antes de echarla a la basura.
Y hasta hoy.
Fue impresionante el regreso de olores y sabores que no recordaba. Pensaba que eran cuentos de la gente, pero es cierto. Los despertares nunca más volvieron a ser lentos, con aquellas sombras cariñosas, como para que no saliera a la luz. Fue notable el aumento de mi capacidad respiratoria y el vigor general. Incluso un amigo pintor (gente que sabe de colores y texturas), un día me dice: "Compadre, ¿qué cremita Ud se está echando que le ha cambiado el tono de la piel?"...
Creo que es bueno tratar a nuestro cuerpo con la misma consideración que deseamos ser tratados. ¿No será ese un derecho humano a cumplir con nosotros mismos? Bueno, ojalá sea así, con pandemia y sin ella.
206 comentarios:
«El más antiguo ‹Más antiguo 201 – 206 de 206Querido Silvio y amigos segundaciter@s:
Leyendo esta entrada, me detengo a releerla y volverla a leer una vez más. Y ahorita saco la cuenta y caigo en cuenta de que llevo 22 años con nicotina en el cuerpo. Intenté dejarlo cuando mi hija Olivia nació hace casi nueve años... Solo pude reducir el consumo por algún tiempo, pero ese enemigo silencioso (más silencioso que yo mismo) me ha enviciado.
Hoy estoy cumpliendo 40 años y espero que este cambio de década logre cambiar también mis hábitos con respecto al cigarrillo.
Me viene a la mente tu canción La verdadera dimensión de las cosas, donde se aborda el tema de los vicios... "Ella no es buena amante para un hombre".
Saludos y cariños para todos.
johan
Querido Silvio, qué buena historia de superación sobre el dejar de fumar. Vicio difícil. No fumo, aunque siempre me gustó fumar. Lo hacía hace mucho, pero en realidad no era una fumadora habitual. Recuerdo que mi papá un día, siendo yo una adolescente, se me acercó a darme un besito y descubrió por mi olor que había fumado. Me dijo, no sé cómo una persona inteligente decide fumar, a sabiendas del daño que le hace al cuerpo. Te recomiendo que no empieces a hacerlo porque luego es difícil dejar ese vicio. Yo no me di por enterada, como él tampoco, que lo estaba diciendo por mí. Como a mí me gustaba mucho correr distancias, sabía que el cigarrillo, aunque me gustaba, sería perjudicial a mi desempeño como corredora. Aún así, solía fumar en ocasiones, cuando salía a bailar y darme el trago, o cuando me escabullía a la tranquilidad del patio de la casa a leer un libro interesante. Luego volvía a la disciplina de no hacerlo a conciencia. Y así, discurría entre fumar y no fumar. Cuando mi hijo murió, confieso que el primer año más o menos después de esa desgracia, me la pasaba fumando. Me servía como distracción a los pensamientos obsesivos, me ayudaba a controlar la ansiedad y no estallar y llorar descontroladamente, no sé, me calmaba el desespero de saberme sin él. Yo digo que mi cuerpo no agarra la nicotina. En algún lugar leí que algunas personas están predispuestas más que otras físicamente a volverse adictos y parece que soy de las que no, porque un buen día sin pensarlo ni decidirlo a conciencia, nunca más toqué un cigarrillo. Aunque confieso que por estos días de coronavirus y encierros, he tenido nostalgia de uno. Amigos, mejor es no fumar, pero sobre todo, mejor es mantenerse en casa por estos días, hasta que esta pesadilla pase. Punto y aparte de esta historia, Silvio, mis condolencias por la partida física de Aute. Un gran trovador a quien admiro mucho. Los quiero y cuídense mucho.
Hermanos y hermanas, comparto con ustedes una opinión diferente de una investigadora de MIT. Puede que no sea suficiente los 6 pies de distanciamiento para mantenerse a salvo del virus. Interesante. Hay tantas cosas que no sabemos sobre esta pesadilla. Precaución amigos. https://www.usatoday.com/story/news/health/2020/03/30/coronavirus-social-distancing-mit-researcher-lydia-bourouiba-27-feet/5091526002/
Hola Silvio, llevo 3 meses y días sin fumar, y como vos decís no alardeo, la mayoría no sabe. Pero justo empieza este encierro por la pandemia y pensé que no era el momento indicado como vos con la grabación, pero continuo. No mentiré que extraño ese momento íntimo con el amiguito humeante pero no volví a tener ganas de fumar. Y me atrevo a escribir porque esta mañana puse Expedición para escucharlo con los primeros mates y ponerme al día con algunas lecturas web, así encontré esta entrada sobre tu aniversario de no fumador y de fondo tengo tu disco sonando, justo ese disco. Abrazo
Silvio, no sabes cuánto me alegra saber que ya no más, y que además hace de eso 20 años...tus pulmones ya estarán limpitos de nuevo y como a estrenar...no caigas en la tentación en este tiempo tan duro...yo tomé la determinación de dejar de fumar justo cuando más muerte nos salpicó en Madrid, el día de los atentados del 11M, me dije: tanta gente que quería vivir y yo matándome poco a poco...y nunca más...y no será porque a veces no piense, qué más da...pero ese momento, ese día, me enseñó que la vida y lo que te mantiene, sea lo que sea, no es para ser tomado en vano...
Otra cosa quería decirte, si es que acaso te da para leer los cientos de mensajes diarios que recibes, y es el orgullo ajeno, subes que se puede llamar así, de ver los equipos de médicos y médicas cubanos que están viniendo a Europa a ayudarnos, en la vanguardia, como siempre, de la generosidad, de la solidaridad y de la ciencia. Viva Cuba!!!!!!!
Querido silvio.
Qué bien que dejaras el cigarro, por tus cuerdas vocales y el resto de los órganos.
Para ello es necesaria una gran motivación.
Coincide con tu unión a Niurka, me imagino que ella fue el empujón certero para resistir la tentación.
Gracias por existir, aunque no dependa de tí.
Gimena de Chile.
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