5 que (NO) se nos fue el Santi

Doris dijo...

Hoy quiero traer un recuerdo:

12 de febrero de 2014

Santy

Suena el teléfono a las cuatro de la mañana y pienso que ojalá sea un equivocado. Desde una
conciencia adormecida el instinto de conservación lanza ese pensamiento. Si esa llamada no es error ¿qué buena noticia te pueden dar a las cuatro de la mañana? El instinto no traiciona, no miente, viene de un lugar ignoto pero corta como navaja, porque cuando escucho Aurora y después “cuándo fue”, ya la cabeza está en Vicente, que está en Guatemala, en algún accidente de avión o carretera, en un atentado loco.

Pero no es avión ni carretera ni atentado ni Vicente. Es Santiago, el más joven, a quien hace una hora se lo llevó un infarto.

Ayer mismo borré la carpeta donde le puse una selección de fotos de su boda. ¿Por qué llevaba días pensando en él?

Muchas malas palabras se me ocurren. Muchas. “Son tantas, que se atropellan”.

A cinco años de aquel día, de aquellas palabras, recordamos a Santi, que se fue a enseñar a los de arriba a tocar guitarra al revés. Siempre lo recordaremos. 

12 de febrero de 2019, 10:16 

esperanza dijo...

Ariel Diaz en FB

Hace cinco años que nos falta el Santi. Aquella mañana terrible escribí este texto y lo vuelvo a enseñar para recordarlo siempre. Hace tres días fué que le pude hacer una canción con el nudo en la garganta y la guitarra rígida. Esta noche la estreno en La bombilla. Santi...siempre.
El espíritu Santi
por Ariel Díaz
Qué mañana tan extraña en esta no-ciudad de este casi-país que defendías tan rabiosamente. Es como si el mundo de repente pusiera sus cuerdas al revés. Mi corazón es un iceberg y mi barba empieza a desdentarse apenas en un día muy largo en que todos tratamos de procesar, sin éxito, que no te veremos más. Ese que dormía no eras tú, estaba demasiado quieto, sin aquella electricidad que nos pasabas como un electroshock contra nuestra pereza endémica. Una amiga dijo: “como vamos a extrañar que se equivoque y empiece de nuevo las canciones” y es cierto, nos acostumbraste al ser humano desnudo, no a la pose, ni a la foto preparada. Eres el mago de la vida toda, qué más nos pudieras tú decir de ella.
Ahora recuerdo una vez que te vi en la más tierna escena posible, corrías por el patio de aquella casa en Ginebra detrás de tu hijo, muy pequeño entonces, cucharita en mano y muy paciente tratando de que se comiera un yogurt. Yo te miraba haciendo la alegoría inevitable: Este hombre se ha pasado la vida persiguiéndonos tratando de alimentarnos por la fuerza pero con paciencia. Y de esta forma tragamos tu papilla a veces dulce, otras veces amarga y aprendimos, para vivir.
Hoy hemos sufrido algo que parece ser tu muerte a la que le quedaba sólo un tiro, pero no hay oscuridad al ver a tantos amigos reunidos, a tantos cantores que son tus padres, tus hijos y tus nietos. Esa es la verdadera luz, no la de los fatuos mercenarios del arte, la de los mesías adormecedores que usurpan el espacio de este canto guerrillero y pobre, como el verdadero hombre. “Mucha tienda, poca alma”, dijo Martí el certero.
Es categóricamente imposible que esta sea una despedida, de ti no se despide nadie y no porque acostumbres a volver siempre sino, porque no te acabas de ir nunca. Sé que me susurrarás nuevas canciones como siempre, que mis dedos tratarán de aprender, de seguir los tuyos en vano, que mi voz tendrá como siempre tuvo, de tu grito irrepetible. Mi verso está hecho de tanto verso tuyo que llovía sobre el suelo en tus conciertos, sin escampar.
Anoche nos reunimos, te cantamos. A lo mejor ni nos escuchaste distraído en otra cosa o sordo de esa falsa vanidad que te precedía. A pesar de ser tan rojo como tú me gusta imaginar la fiesta que te vas a mandar junto a Noel, Jorge, el Plátano, Sara y Teresita, por favor tengan piedad y brinden por los que nos quedamos aquí encerrados en la vida.
Librar esta batalla sobre nosotros sin ti va a ser muy duro, pero estamos poseídos por esa especie de fuerza invisible que nos lega tu canto. Seguiremos adelante en nombre del hijo, del padre…y del espíritu Santi. ¡Amén!

besos

12 de febrero de 2019, 12:08 

esperanza dijo...

Aparte de que las redes y mis propias publicaciones recuerdan este día yo no podría olvidarme porque coincidió que los 12 de febrero es el santo de las Laia

Kaloian Santos Cabrera en FB

Hace cinco años desperté con la fatal noticia de la muerte de Santiago Feliú. Salté de la cama y quedé en shock. Comencé a llorar con una mezcla de rabia y dolor.
Nunca me pasó de llorar y sentir la ausencia de una persona como si hubiese sido un familiar cercano o un amigo intenso. Teníamos una relación pero ni por asomo era su amigo. Yo era/soy uno de esos sinnúmero de fans que me arropo en sus canciones y su personalidad y tuve la extraordinaria oportunidad de coincidir en tiempo, espacio, descargas, conversaciones, conciertos, rones y madrugadas con él. Hay que vivir y aferrarse al Santy con la intensidad de sus canciones y su credo, aunque este mundo de mierda no sea el mismo desde hace un lustro.

La canción y yo
(Santiago Feliú)

Vieja luz, me enamora versos en mi voz.
Nueva quietud, amanéceme
desde mí hasta donde quiera que no está
la claridad, la mismísima verdad.
Un nuevo cantar,
un ser del azar,
una libertad,
una canción milagrosa
que en mi voz se queja.
Una demente paz,
una obsesionada cruz,
un eclipse de ira,
una canción que no nace
y otra que se me muere.
Nueva luz, desamora versos del adiós.
Vieja quietud, anochéceme
sin final, imaginándolo,
pura canción, que me encuentra, que me olvida.
Ningún dolor supo terminar
la fatalidad, la sincera subida.
Ningún dolor se quedó sin amor:
lejos de doler, me devolvió el corazón.
Ningún dolor supo terminar
la fatalidad de los sueños perdidos.
Ningún dolor se quedó sin morir:
me volvió en canciones la razón de vivir.

Sin duda Santi era un genio

besos

12 de febrero de 2019, 12:40 

esperanza dijo...

Y otro testimonio :

Rita del Prado
2 horas
12 de febrero de 2019

El dolor de la noticia con la que amanecimos hace 5 años, hoy está enlazado a otro duelo personal, del cual apenas he hablado en público.
Hoy pudiera compartir muchos sentimientos sobre Santiago Feliú, ligados al universo trovadoresco, a la fuerza de sus canciones, a su inseparable tartamudez añadiendo gracia a sus ocurrencias…en cambio, voy a hacerlo a través del recuerdo de unas de las mujeres que lo amó alguna vez, y que tristemente tampoco está ya.
El Santi, como todos los seres luminosos que dejan huella en los demás, cruzó por la vida de mi entrañable amiga Rosaida Irizar cuando unos cuantos andábamos en los deliciosos veintipocos años.( Santiago ni llegaba aún a los 20)
Creo que fue –disculpando la posible imprecisión- en algún tramillo del año 81.
La delgadita, tímida muchacha, de ojos azulísimos, voz insegura y ternura desbordada, que solía pasar algo inadvertida entre el público de peñas de trovadores y grupos de jóvenes de energía arrasadora, la que a los 21 años se había leído ya un montón de clásicos de la literatura, había visto el mejor cine, atesoraba los discos que nadie tenía, que a veces dejaba escapar comentarios aderezados de erudición, (los cuales no la ayudaban mucho) y en consecuencia esperaba de la vida un estallido amoroso así como de película o de libro, acertó a alinear los astros y compartir un romance de… tal vez algunas semanas, tal vez unos meses íntimos y hermosos junto al Santi.
Rosaida anduvo un tiempo públicamente enamorada de la espontaneidad de aquel joven trovador que ya por aquel entonces tenía un curioso aire de leyenda viva, de personaje romántico; amaba cada una de sus frases, su irreverencia, sus canciones de imágenes osadas y repetía orgullosamente los cuentos de las vivencias junto a él, haciéndonos parte a todos los amigos de ese episodio de su vida.
Me asombra como ahora mismo recuerdo palabras exactas de esas anécdotas que han trascendido a tantos años…puede ser porque las escuché varias veces, o puede ser porque se fijaron con mucha fuerza en la memoria, en aquella época donde todos esperábamos también de la vida- o más bien exigíamos a la vida- una intensidad que solía aferrarse a cada signo de poesía posible de la cotidianidad.
Elijo entre aquellos recuerdos uno en especial y voy a tomar dictado de mi memoria a partir de una de las confidencias de Rosaida, allá en aquellos tempranísimos 80:
“El otro día yo andaba ,como tú sabes, “pletórica” de felicidad, caminando con Santiago por el Vedado, y el atardecer estaba lindísimo; cuando se lo enseñé , él se quedó mirándolo un rato y luego me dijo: “Allá el matiz con sus pro-problemas”…
Junto con esas palabras, recuerdo vívidamente la sensación de olor a libertad sin amarras de tiempo, ni de cordura, ni de pragmatismo, que muchos tuvimos la suerte de libar a aquella época. Algunos sabrán de lo que estoy hablando.
Santi no está entre nosotros hace 5 años y Rosaida se fue hace 5 meses… eran dos personas muy distintas que luego continuaron con sus vidas también muy distintas y que en distintos momentos tuvieron un desconcertante y desgarrador final de sus días sobre el mundo, pero hoy quiero pensar solamente que se cruzaron en una dimensión real de nuestra amada Habana y allí dejaron flotando el estallido del amor, que como suele decirse, es eterno mientras dure, así sea poco.
Donde quiera que estén, ojalá se hayan vuelto a cruzar en esa otra dimensión donde ya no hay tiempo, ni cordura, ni pragmatismo y le estén ofrendando su gratitud - cada cual en su lenguaje- a un estremecedor atardecer habanero.

Besos

12 de febrero de 2019, 13:07