Por Ricardo Hinojosa Lizárraga
La voz de Silvio Rodríguez discurre natural por el paisaje musical de Latinoamérica como una brisa cálida que despeina y acaricia, un sol que se pregunta y una sombra que cuestiona. Un rabo de nube que viene desde la era que está pariendo un corazón. Esto sucede desde hace más de 50 años, por lo que es fácil deducir que al menos tres generaciones familiares podrían discutir en una mesa sobre cuál es el mejor de sus discos, o su canción favorita, o criticar o solidarizarse con su militancia. Silvio es el unicornio encontrado, el ojalá con el que caminan los idealistas, la maza que forja a la masa, el sueño con serpientes en la canción del elegido. Enumerando los títulos de sus cancioneses posible construir una nueva canción, empezar a tararearla y ponerle música, arreglos, percusión para marchar, enamorarse o soñar con ella.
El artista nacido en San Antonio de los Baños en 1946, nos ha brindado una enorme colección de momentos importantes desde que formara parte de la Nueva Trova cubana, junto a Pablo Milanés, Vicente Feliú o Noel Nicola. Gracias a su talento natural para convertir sus canciones en cuadros expresionistas de su tiempo, se convirtió en el más insigne representante de lo que aún llamamos en Latinoamérica un “trovador”.
El 2024 lanzó el álbum “Quería saber”. “Aunque quizá debería llamarse Quiero saber, porque eso es lo que me mueve”, comentó sobre aquel disco, cuyos temas fueron casi todos compuestos en distintos años de este siglo XXI y tocados por él en sus giras por los barrios de Cuba antes de ser plasmados en una grabación. Temas como “América”, “Danzón para la espera”, “Para no botar el sofá” o “De pronto la Tatagua” son de esas melodías que se convierten en clásicos inmediatos desde la primera escucha. “Y creo que son como este joven y maltrecho siglo, al que espero que un buen día le crezcan las alas”, agregó Silvio en las notas sobre el disco.
Este año ha participado en un homenaje al trovador cubano Ángel Quintero –fallecido en abril del 2024- con Canción sin pedrigree/Mi gallo pinto, tema que puede disfrutarse en Spotify, como el resto de sus más de 20 grabaciones en estudio o en vivo, lo que confirma que es un artista que no seguiría en pie… Si no creyera en la locura.
Creyendo en esa misma la locura, hace unas semanas buscamos un contacto con Silvio Rodríguez antes de su llegada a Lima, conseguimos milagrosamente su correo electrónico, le enviamos unas preguntas y obtuvimos de él estas generosas respuestas.
— Se cumplen 50 años de Días y Flores, su primer disco. Y lleva mucho más tiempo aún sumergido en la música, ¿Qué lo motiva a seguir creando canciones? ¿Cuál es hoy la cantera de su maza?
Supongo que, en cierta medida, a estas alturas compongo también por hábito, continuando una práctica que me acompaña desde muy joven. La cantera de mi maza fue y sigue siendo lo que percibo, lo que despierta mi interés, lo que aprendo, lo que me provoca.
— Usted tiene una relación especial con cada país latinoamericano que ha visitado. En el caso del Perú, ¿Qué es lo que más lo une? ¿Qué es lo que más lo asombra?
Leí bastante sobre la historia del Perú mucho antes de visitarlo por primera vez. Así que llegué sabiendo que estaba en uno de los países de nuestra América que es cuna de culturas precolombinas con gran desarrollo, como la Inca, la Mochica y otras. Simpatizo con el carácter afable de los peruanos, que he tenido el gusto de conocer no solo en su propia tierra, sino en diversos lugares del mundo. Supongo que no es lo que más, aunque sí me asombra lo buena que me resulta la cocina peruana.
— “Yo no sería lo que soy si alguna vez no hubiera querido parecerme al Che y a Yupanqui”, dijo hace muchos años. ¿Hoy sigue pensando lo mismo? ¿Hay gente en el presente a la que quisiera parecerse?
Al Che y a Don Ata los sigo admirando y queriendo, aunque en este justo instante podría agregar que me gustaría parecerme a Confucio y a Ravel.
— Se ha comentado que en el inicio de su carrera fue influenciado por músicos como Leadbelly, Woody Guthrie, Dylan o los Beatles. ¿Qué música lo influencia en el presente?
No podría afirmar que tuve influencia de Leadbelly o de Guthrie. Lo que pasaba es que, en los tiempos de mis comienzos, si aparecía un autor interesado en las letras automáticamente se le comparaba con Dylan. Yo mencionaba a Leadbelly y a Guthrie para puntualizar que en el mundo trovadoresco norteamericano había antecedentes muy importantes. La cultura anglosajona tiene un trasfondo económico muy fuerte, por lo que es conocida e influye en todas partes. Yo realmente empecé muy conectado con mis raíces: la trova tradicional y el bolero era lo que se escuchaba y cantaba en mi casa; al mismo tiempo me llegaba el rock primigenio, el de los años 50, de cuando yo era niño. Cuando empecé a componer sistemáticamente, durante mi servicio militar, se escuchaban en la radio baladas italianas y francesas, compositores como Sergio Endrigo y Charles Aznavour. The Beatles llamaron mi atención a partir de su álbum Rubber Soul. En el presente, como siempre me ha pasado, me influye todo: hasta las entrevistas.
— “Cuando en el proceso de creación intervienen elementos ajenos a la intención artística, cuando se compone para gustar, para caer bien, para que pegue, para estar “en la onda”, entonces estamos en presencia de una manipulación mercantilista de la canción, del arte y del artista”, ha dicho usted hace algunos años. ¿Ve así el panorama general de la música actual?
Más que el panorama de la música actual, lo que veo así es la tendencia de la difusión comercial y las preferencias de la industria del espectáculo. Los comerciantes de la música han existido siempre. Como también los músicos honestos, de los que hay muchos y estoy seguro que seguirán existiendo, a pesar del comercio.
— Su más reciente lanzamiento en plataformas musicales es Canción sin pedigree/Mi gallo pinto. “Esa que dijo sí, cuando todo era no”, dice en la letra. ¿Es una especie de homenaje al poder de la composición o de la canción libre, “hija del alma”?
“Canción sin pedigrí”, que está enlazada con “Mi gallo pinto”, son obras de un gran trovador cubano que acaba de fallecer: Ángel Quintero. Él compuso todas las canciones del álbum Canción de luz, en el que colaboramos muchos artistas compañeros y admiradores de él. Es un disco que recomiendo especialmente, para que se conozca el talento extraordinario del gran compositor que fue, que sigue siendo Ángel Quintero. Escúchenlo completo. Estoy seguro de que les va a encantar.
— Su más reciente disco, “Quería saber” (2024), suena ya a clásico, con momentos como De pronto la Tatagua, Para no botar el sofá o Quería saber. ¿Qué representa el “querer saber” en su vida?
Querer saber es lo que representa la incógnita para la consciencia, o sea: todo.
— ¿Qué es lo que más disfruta al grabar un disco, ya con la experiencia de cinco décadas haciéndolo en más de 20 álbumes propios?
Lo que más se disfruta es ver aparecer lo concebido, ver cómo lo que tienes en mente va cobrando forma. A veces incluso hay sorpresas que iluminan lo que pensabas. Esto ocurre lo mismo estando solo que con otros músicos (yo he tenido la suerte de trabajar con compañeros muy talentosos). Podría decir que el proceso de grabar es tan interesante como el de componer, una suerte de complemento. Es una fase creativa en la que aparecen ideas, opciones. Es aconsejable disponer de tiempo para dedicarlo a esta etapa de la creación.
— El 2010 inició el proyecto Gira por los barrios de Cuba, un periplo que ha calificado como “interminable”. ¿Qué le dejaron sus más recientes presentaciones, considerando el momento difícil actual, con las protestas, los apagones y otras carencias? ¿Cómo ha sentido el espíritu de su gente? En un documental sobre las giras, usted dijo: “Empezamos con los ojos cerrados, pero los hemos ido abriendo poco a poco”.
Estuvimos recorriendo los barrios durante más de 10 años. Hicimos más de 100 conciertos. La pandemia nos detuvo. Y los problemas económicos, la falta de petróleo, la inseguridad energética no nos ha permitido continuar. Todos los que lo hacíamos sentimos nostalgia por aquello.
— Juan Padrón, Marcos Mundstock, Luis Sepúlveda, Luis Eduardo Aute fueron amigos que lamentablemente perdió en tiempos de pandemia. “Para la espera” fue un disco dedicado a ellos. ¿Qué significó para usted ese trabajo?
Para la espera es un disco de urgencia, sin más pretensión que lanzar una señal en un momento de tensión para el mundo. Son temas que estaba desarrollando cuando los publiqué (y lo advertí en la nota). Un par de ellos los trabajé más profundamente en Quería saber.
— “Te conocí pegado en la pared/ Del cielo un día/ Ibas llevando entonces/ Bajo el brazo una guajira”,decía la canción que le dedicó a Pablo Milanés tras su fallecimiento. ¿Pudieron hacer las paces antes? ¿Qué le viene a la mente cuando lo recuerda?
Siempre que pienso en Pablo me viene a la mente su sonrisa, su voz incomparable, su magisterio musical.
— Hoy vemos un mundo aterrado por Gaza, por el Congo, por Sudán, por las redadas en Estados Unidos y casi no se escuchan canciones que hablen de eso. O, en todo caso, no tienen la repercusión que sí tuvo la llamada “trova” o “canción de protesta” en los 70 u 80. ¿Por qué cree que ocurre? ¿Qué esperanza tiene en la música?
Estoy seguro de que hay canciones y poemas sobre todas esas tragedias. Lo que pasa es que no se difunden. Las grandes industrias están muy comprometidas con los mensajes que interesan a los que tienen el mundo así.
— ¿Cómo afrontar el mundo de hoy? Por las mismas razones de la anterior pregunta, el clima global se siente mucho más tenso de lo habitual. ¿Dónde vive hoy la rabia simple del hombre sensible?, como cantó en Días y flores…
Hay una crisis universal de valores, una crisis moral. Los más poderosos, que deberían ser los más comprensivos y piadosos, son vulgares egoístas llenos de codicia. Vivimos tiempos que han puesto en crisis el tradicional respeto que se les debía a los que se veían como “nuestros mayores”. La era parece estar pariendo otro corazón.
— Vivo en un país libre/ Cual solamente puede ser libre/ En esta tierra, en este instante/ Y soy feliz porque soy gigante, cantó hace 50 años en Pequeña Serenata Diurna. ¿Es Cuba libre? ¿Se puede seguir siendo revolucionario y criticar el presente de su país? ¿Cómo es la Cuba con la que sueña hoy Silvio Rodríguez?
Cuba es todo lo libre que ha podido ser en medio de circunstancias generalmente adversas: un país pequeño, subdesarrollado, a 90 millas del imperio mayor, soportando su rencor y arrogancia, mientras trata de estar a la altura de los momentos más felices de su historia libertaria.
Cuando Estados Unidos nos quitó la cuota azucarera y rompió con la Cuba rebelde, por necesidad, por la imposibilidad de estar solos, adoptamos un modelo muy cercano al soviético, a pesar de que se conocían sus contradicciones. El Che habló sobre eso. Y ya se sabe en qué acabó el campo socialista europeo. Justo entonces empezó una cadena de dificultades que se han ido acrecentando hasta llegar a las enormes de hoy día. A esto se suman aspectos muy contradictorios del modelo socialista que adoptamos, una burocracia sumisa e insensible, que espero superemos cuanto antes.
Por suerte Cuba tiene admiradores en el mundo por sus logros, por su postura digna, por la ayuda que ha prestado a tantos países a pesar de sus propios problemas, y gracias a la solidaridad amiga hemos podido sobrevivir. Pero es obvio que un país que no tiene soberanía alimentaria no puede ser verdaderamente libre; necesariamente tiene que depender de otros. Y ese es nuestro caso, lo sabe todo el mundo, incluso nuestros implacables enemigos, que por un lado nos bloquean y por otro nos venden pollo y otros alimentos. O sea, en cierto sentido dependemos de ellos. Han ido perfeccionando una suerte de tortura: nos limitan, por un lado, al punto de no poder adquirir nada que esté hecho en Estados Unidos, ni siquiera para salvar vidas, y por otro nos venden alimentos que debemos pagar al contado, con maletas de dinero (ya que el bloqueo no nos permite usar sus bancos).
Puede que pudiéramos tener una apariencia más libre, sobre todo para la prensa occidental, si la revolución no se hubiera enfrentado radicalmente al imperio, o sea, si Cuba fuera “uno más”. Pero escogimos “la estrella que ilumina y mata”, como enseñó nuestro Martí. Por eso nuestra libertad es como solamente puede ser “en esta tierra, en este instante”; por eso le canto a nuestra libertad imperfecta y sigo trabajando cada día porque se agrande, para seguir cantándole.
— Algunos pueden criticarle que su apoyo ha sido sin fisuras a la Revolución; otros, al contrario, que no ha sido consecuente entre sus críticas y seguir defendiendo ideales de izquierda o comunistas. ¿Qué tan difícil es ser consecuente durante toda una vida?
Hay varias formas de entender la consecuencia. La mía es simple; la aprendí de un cubano del siglo XIX, hijo de un soldado y de una señora de su casa: Ser y hacer en pro de todos, no de uno mismo. Por eso canto aquello de “vivir sin tener precio”.
— Aunque a veces parece que no, porque dedica muchas al amor o a temas lúdicos, ha dicho que “todas las canciones, hablen de lo que hablen, son políticas”. ¿Sigue pensando así? Por ejemplo, ¿“Unicornio” puede ser también una canción política? ¿“O Danzón para la espera”?
¿No es político lamentar la pérdida de un amigo virtuoso? ¿No es político admirar a un sinsonte, disfrutar un aguacero, bailar un danzón?
— Tomando en cuenta los últimos sucesos de la poesía, ¿Dónde cree que se quedó el espíritu revolucionario que, en general, pareció mover al mundo en los 60 o 70?
Ante este mundo movido por los interesases del complejo militar industrial de un imperio en decadencia, prefiero abrazar la compasión, el altruismo, la solidaridad humana. Si hay salvación, creo que vendrá de ahí.
— ¿Es difícil mantenerse idealista con los años? ¿Qué se acaba, por ejemplo, con el fallecimiento de Pepe Mujica?
Yo diría que, tras la muerte de Pepe, no sólo continúa, sino que posiblemente se multiplica su ejemplar manera de interactuar con el mundo.
— A la lucha contra la xenofobia, el racismo, el machismo, la homofobia se le ha etiquetado despectivamente como “Ideología Woke” para atacarla. Paralelamente, hay un empoderamiento de la ultraderecha en el mundo. ¿Siente al fascismo nuevamente como una amenaza importante?
Hay discusiones teóricas sobre si es fascismo u otra cosa; lo que me recuerda aquella fábula, creo que de Esopo, en que dos conejos discuten si los perros que corren hacia ellos son galgos o podencos… Para mí es egoísmo, abuso, impiedad, deshumanización pura y dura. En términos históricos parece ser una suerte de involución que acaso haya comenzado con la desaparición del campo socialista (sin obviar sus defectos) y que últimamente ha condimentado la decadencia de un imperio monstruoso.
— Antes le preguntaba por cómo iba el espíritu de su gente. Ahora, antes de terminar, le pregunto ¿Cómo va el suyo? Poco tiempo antes de cumplir 80 años, en noviembre del próximo año. ¿Prepara algo especial?
Qué bueno que me pregunta eso. Probablemente haga una edición en vinilo de mi discografía; algo para coleccionistas. Supongo que no muchos ejemplares.
6 comentarios:
De Victoria Cabrales:
NIÑO DE GAZA
Pequeño niño, con una olla vacía en las manos,
tus ojos confunden el frío con el llanto,
tus pupilas son lagunas desbordadas,
en tu alma llueven preguntas sin espanto.
Las explosiones corren en tu cabeza,
el terror es fiel compañero hace años,
en el frío camino se perdieron tus juguetes,
las manos que te abrigaron ya partieron.
Pequeño niño, no vuelvas a mirar atrás,
tu mascota no te cobijará en las oraciones,
has perdido el derecho a dormir en paz,
ya no se escucha el latir de otros corazones.
Tus pies van descalzos sobre cimientos,
eres el blanco del odio ancestral,
un proyectil te busca con precisión,
dejando tu cuerpo en un silencio sepulcral.
Angelito, regresa pronto a tu casa,
vuelve sobre los escombros a sembrar,
un cuaderno en tu colegio de Gaza,
una flor entre el húmedo lodazal.
Marta Palau y los caminos celestes
Por Bea Espejo
Dicen que no son buenos tiempos para la crítica, pero me atrevería a decir que sería todo lo contrario. Son los mejores, los más urgentes y los más proclives, porque el panorama no puede ser más preocupante, de lo social a lo institucional pasando por lo político. Momento que demanda una crítica fuerte, feroz y contundente, una posición firme que analice los matices, que se aleje de la queja y que se acerque a ese pensamiento crítico que, eso sí, muchas veces parece un espejismo. Es tan difuso como esa crítica cultural que sustituye cada vez más a la crítica de arte, musical o literaria, ese crítico periodista convertido en agente cultural subordinado tantas veces a la máquina de la promoción tan alejada de una lectura independiente, una voz especializada y unas vinculaciones intelectuales. Una posición que conlleva más estudio y disciplina, y menos lobbys y cotas de poder. Faltan medios, dinero, apoyo y espacio, sí, pero urge alzar la voz y poner el foco en esas preguntas clave que muchas veces pasan por alto: ¿es buena esta exposición? y ¿qué es una buena exposición?
Añado dos preguntas más al hilo de la muestra de Marta Palau en el Museu Tàpies: ¿por qué una exposición como ésta, en un momento como el actual y en un lugar como ese? Empiezo por decir que Mis caminos son terrestres es una buena exposición porque conecta con los tiempos a la vez que rehúye de las modas, con los recursos propios del buen comisariado, esta vez el de Imma Prieto, también directora del museo: el rigor de la investigación, la imaginación y la capacidad discursiva, y ese acento en la denuncia y la dimensión social del arte. Por su trayectoria como directora de Es Baluard, en Palma, sabemos que esa mirada política define mucho de su trabajo curatorial, que sienta las bases de su proyecto ahora en Barcelona.
Marta Palau (Albesa, Lleida, 1934 – México, 2022) es una artista no muy conocida en el contexto artístico, pese a que se considere una de las primeras artistas visuales en México que hicieron explícitas ciertas preocupaciones en torno a los cuerpos femeninos, las cosmologías indígenas o la idea de nomadismo. Lo hizo desde su condición de exiliada, que llegó cuando apenas tenía siete años y sus padres se instalaron en Tijuana huyeron del franquismo. Tres elementos marcaron siempre su trabajo: la migración, la memoria y la tierra, simbolizados a través de la representación del ojo, la mano y los pies que, a su vez, conecta con las cosmologías del cielo, la tierra y las raíces. Hay varias obras especialmente relevantes. Una es Cascada (1978), descrita como escultura textil, a la vez terrestre y aérea, está considerada la obra más emblemática de la artista por su monumentalidad suave y por la ruptura que plantea en términos artísticos con la producción de México en aquella época. Otra de las obras es Ilerda V (1973), un tapiz que le hace un guiño a su ciudad natal, pero especialmente a la idea de origen, para ella, tierra sagrada.
Marta Palau ... (2 y fin)
Otras obras son mucho más políticas, como Doble muro (2006), que representa la figura de una persona inmigrante muerta envuelta de escaleras que no puede ascender. Aunque la obra que me llevo en la memoria es Nómadas II (1998): instalación de pies de cerámica que apuntan a los rastros de los movimientos de tantas personas buscando un lugar mejor en el que vivir. Esta obra, leída en el contexto de la guerra de Gaza, provoca escalofríos. Pies petrificados intentando avanzar. El momento no puede ser más pertinente para colocarnos en ese brete. Organizada conjuntamente con el Museo Universitario de Arte Contemporáneo de Ciudad de México, donde se instalará en noviembre, coge allí nuevos ecos, de otro tipo y de otra idea de diáspora.
¿Por qué en el Museu Tàpies? Marta Palau conecta con el artista en varias cosas, aunque hay una de especial alcance, que es su investigación de la materia, no sólo como elemento maleable, orgánico y sensual, sino también como el lugar donde canalizar y trascender su relación con el cuerpo y, por ende, con la potencia del deseo femenino. Digo trascender con toda intención, acercándome a otro link común: lo telúrico y lo mágico. De hecho, hace apenas un año, la galería Prats Nogueras Blanchard presentó, de la mano de Joaquín García, una exposición titulada Tàpies y la magia. Pro interpretatio, enfocada en la etapa final de su carrera, cuando ya no tenían tanto peso las preocupaciones materiales, sino el anhelo de alcanzar lo sobrenatural. También la obra de Palau es una consecución de deseos y conjuros, materializados por sus Naualli-Guardianas (1991), cuerpos vegetales de mujeres magas que defienden y protegen la vida. O más bien, cuerpos celestes.
Escribe T. S. Eliot en su famoso ensayo que un buen libro es el que perdura a través del tiempo y sigue siendo relevante para nuevas generaciones, el que ofrece tanto descubrimiento como reflexión. Lo mismo podría decirse de esta exposición.
‘Marta Palau. Mis caminos son terrestres’. Museu Tàpies. Barcelona. Hasta el 17 de agosto.
https://elpais.com/babelia/2025-07-28/marta-palau-y-los-caminos-celestes.html
Editorial de El País (España):
FRACASO MORAL INTERNACIONAL
A estas alturas resulta muy difícil seguir hablando del hambre en Gaza como de una “catástrofe humanitaria”, la expresión que acaban de utilizar los Gobiernos del Reino Unido, Francia y Alemania en el comunicado emitido el pasado viernes contra la brutal ofensiva militar israelí. Lo que se vive en la Franja no es una mera falta de suministros ni un efecto colateral de la desproporcionada acción bélica desencadenada a raíz del ataque terrorista de Hamás el 7 de octubre de 2023. El castigo de hambre al que se encuentra sometida la población civil palestina responde a una estrategia deliberada del Gobierno de Benjamín Netanyahu. Es una verdadera planificación inhumana del sufrimiento y uno de los fracasos morales internacionales más grandes de nuestro tiempo.
Miles de camiones cargados de alimentos y medicinas —6.000, según la UNRWA, la Agencia de Naciones Unidas para los refugiados palestinos— esperan bloqueados en Egipto y Jordania el permiso israelí, que nunca llega, para penetrar en el devastado territorio de la Franja, donde cientos de miles de personas sobreviven en condiciones infrahumanas, consumiéndose lentamente, reducidos a lo que un cooperante ha descrito como “cadáveres andantes”. Mientras tanto, la comunidad internacional observa con una mezcla tóxica de indignación retórica y parálisis práctica casi absoluta.
Netanyahu ha convertido el hambre en un arma de guerra. Y este es un hecho por el que deberá responder algún día ante un tribunal. Todo se ha desarrollado mediante un despiadado proceso gradual. Primero, las ONG internacionales fueron blanco deliberado de ataques: desde la criminalización de la UNRWA hasta el bombardeo de convoyes como el de World Central Kitchen, del chef español José Andrés, donde murieron varios trabajadores, entre ellos ciudadanos estadounidenses. El siguiente paso ha sido aún más escandaloso: la creación por parte de Israel y EE UU de una supuesta ONG cuya letal seguridad privada militariza el reparto de comida. Un millar de civiles ya han muerto tiroteados cuando trataban de obtener alimento. El mensaje de Netanyahu es claro. Morir de hambre o morir en las colas del hambre. El control total de la vida y de la muerte de los civiles palestinos dentro de Gaza pasa por las manos de su Gobierno.
Los hechos demuestran que el primer ministro israelí pretende hacer de la Franja un territorio inhabitable. No se trata solo de castigar al pueblo palestino, sino de forzar su emigración masiva. Se trata de un plan de desposesión y desplazamiento colectivos que recuerda a los episodios más trágicos del siglo XX.
Entre tanto, la retórica de la indignación ha sustituido a la acción diplomática de antaño, basada por supuesto en la negociación, pero también en la presión por la vía de las sanciones. Desde 2023 casi todos los actores internacionales se han limitado a expresar su condena mientras la arquitectura global que debía garantizar el respeto a los derechos humanos se derrumba.
Fracaso moral ... (2 y fin)
En la carta que el martes pasado firmaron 25 países, entre ellos los principales de la Unión Europea, para exigir el fin de la guerra y de la “muerte inhumana de niños”, Alemania brilló por su ausencia. En el nuevo comunicado suscrito este mismo viernes junto a Londres y París para tratar de detener la ofensiva israelí en Gaza, Berlín parece haberse liberado de sus propios fantasmas históricos y finalmente ha levantado la voz contra un Gobierno, el de Netanyahu, que ha perdido todo anclaje moral y legal. Aun así, hasta ahora todo se sigue moviendo exclusivamente en el plano del lenguaje y la UE no sale del bloqueo que le impide siquiera revisar los términos de su Acuerdo de Asociación con Israel.
Una nueva prueba de la intransigente impunidad del primer ministro israelí, cobijado por el ciego respaldo de Washington, es la reacción ante el anuncio hecho el jueves por Emmanuel Macron de que Francia reconocerá en septiembre al Estado palestino. Las acusaciones de connivencia con la organización terrorista Hamás vertidas por el secretario de Estado de EE UU, Marco Rubio, no solo son infundadas sino que permiten a Benjamín Netanyahu no moverse ni un milímetro de una estrategia que ha convertido la tragedia palestina en un fracaso moral de la comunidad internacional, en una vergüenza colectiva.
https://elpais.com/opinion/2025-07-27/fracaso-moral-internacional.html
Afp, Ap y The Independent: Repudio a Trump en Escocia
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