miércoles, 31 de octubre de 2018

El futuro de los cincuentones de hoy

Por Lourdes de Armas

Los nacidos en la década del sesenta ya pasamos los cincuenta años y dentro de poco entraremos en la clasificación de la “tercera edad”. No niego que me crispa los nervios tal denominación. Sobre todo cuando se trata de mi misma. No tengo la idea de cuántos quedamos en la isla, entre los que han emigrado y los que perdieron la vida en África, se redujo notoriamente el número de la explosión generacional sucedida en esta década con relación al nacimiento y también al envejecimiento.

No soy un genio en las estadísticas, los números no son mi fuerte. Lo supe porque trabajé en el Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, precisamente en el área de jubilación y tuvimos que lidiar con la explosión de envejecimiento de los ochenta, etapa en que se jubilaban los nacidos en la década del veinte, al notar que el número de jubilados ascendió vertiginosamente, se realizaron algunas estrategias, entre las que se previó que en el año 2020 sucedería algo similar.

En aquel entonces, sacábamos cálculos y nos reíamos de la distancia en años que faltaba para llegar a ese día. En aquella época los cincuentones de hoy no pasábamos de los treinta años. Aún no teníamos canas y nuestros cuerpos se mantenían firmes, y casi todos éramos delgados. Tendríamos entre 6 o 7 años de graduados. O quizás estudiábamos y trabajamos a la vez, motivados por la superación profesional, el cumplimiento del deber y ofrecer nuestros servicios a la sociedad que estábamos construyendo. Pensar de manera colectiva, jamás individual.

Hacernos profesionales sería alcanzar una meta que sería compensada con el futuro que estábamos creando para nuestros hijos. Ellos tendrían el resultado de nuestro esfuerzo. Me encantaba esa idea. No voy a negarlo.

Algunos ostentábamos la condición de Jóvenes Comunistas, conquistada a golpe de trabajo, inhibiciones religiosas y sexuales. Hacíamos 120 horas de trabajo voluntario al mes, largas jornadas en la agricultura, recogimos papa, tomate, hojas de tabaco, dimos pico y pala abriendo túneles para estar preparados cuando viniera el enemigo y más tarde tuvimos que palear más duro para cerrarlos.

Recuerdo que a pesar de tantos inconvenientes, nos alegraba, formar parte de algo saber que entre todos construíamos algo bueno que repercutiría en la sociedad y la sociedad involucraba a nuestra familia. Creo que de ahí viene ese sentido de colectividad que todavía nos corre por la sangre a muchos de nuestra generación. Estos encauces ideológicos formaban parte del discurso cotidiano. Dándonos la dimensión de la importancia de nuestra posición en el momento histórico en que vivíamos. Y por ello dedicábamos gustosamente una gran parte de nuestro tiempo al arreglo de los murales, la Emulación Individual y Colectiva, la asistencia a las Asambleas de Servicios, y un buen número de actividades que nos mantenía muy ocupados y contentos. Y de las que nunca recibimos retribución monetaria, sin embargo, sí reconocimiento moral que era en realidad lo que más nos importaba. Como los diplomas de Vanguardias y otras distinciones, medallas otorgadas por las Milicias de Tropas Territoriales por cumplir con la Defensa de la Patria. Y otros premios y condecoraciones que avalaban la conducta ejemplar de los jóvenes comunistas. Dieron a nuestro día a día una intensa jornada de labor, pero también una motivación, una esperanza y en medio de esta vorágine nos casamos, tuvimos hijos. Que intentamos educar dentro de estos mismos principios.

Sin embargo, la ruta de nuestros destinos dio un giro de ciento ochenta grados con la caída del campo socialista y como resultante, el eufemísticamente denominado Periodo Especial. Exhaustos pero entusiasmados aún, vimos cómo el “Período Especial” parecía declinar con la novedad de las empresas mixtas. Las nuevas corporaciones con capital extranjero.

Y muchos de nosotros encontramos en esta asociación un respiro. Calificados la mayoría, gracias a nuestra preparación en las universidades, y por supuesto, lo más importante, incluso más que la calificación, la trayectoria política. Algo que, a ninguno nos faltó, ni aunque hubiéramos querido. La estructura nos mantenía a raya, y era imposible un buen empleo sin participación en Comité de Defensa, Trabajos Voluntarios, Jornadas a la Agricultura. Por solo mencionar algunas, y con todos esos adornos pudimos formar parte no solo como empleados también de la dirección de estas corporaciones.  

Se optó por un pago en divisa paralelo al salario. No contado dentro del Snc1-25, documento que acredita los salarios para el momento de la jubilación. Por lo que queda fuera del cálculo y como consiguiente, será un pago ignorado que no implica nada para el futuro jubilado.

El tiempo ha transcurrido a prisa, como casi siempre suele suceder cuando no queremos envejecer. La crisis económica de los noventa parece lejana. Nuestros destinos  iníciales cambiaron su ruta y jamás volvieron a reanudarla.  

Ahora cansados no solo del arduo trabajo que no condujo a nada. También de pensar en el futuro próximo. Sin encontrar vía rentable. Abrumados de tanto  buscar un camino hacia un poco del confort bien merecido en la vejez que se aproxima. Estamos en ascuas. Atorados en la incertidumbre cuando pensamos en lo que sucederá en los próximos cinco años si se mantienen los salarios actuales y la legislación vigente.  Los galardones y premios obtenidos, tampoco significan nada en la vida del futuro jubilado. Aquellas medallas, los diplomas y cuanto reconcomiendo obtuvimos por nuestra conducta ejemplar no llegará a convertirse en un acicate práctico cuando llegue el momento más vulnerable de nuestras existencias.

Pongamos el caso de un médico, uno de los profesionales, ante los cuales hay que quitarse el sombrero, ya que han tenido y aún tienen, una larga trayectoria de sacrificio.

Teniendo en cuenta que se les incrementó el salario. Reciben un salario mensual aproximado de 1000 pesos cubanos, si se jubila con 25 años de servicios, tendría una jubilación de 600 pesos cubanos más o menos.  No voy a hablar de los profesionales, aunque tengan doctorados y maestrías, perciben 500 cup. Esos tendrían un retiro de 250 o 300 cup. Y aquellos que hoy trabajan en las empresas mixtas y reciben un salario 800 mensuales. Su jubilación ascenderá a 400.00 aproximadamente. Jamás recibirán el pago en divisa por concepto de almuerzo o por el cumplimiento del plan. Estos incrementos salariales no son tenidos en cuenta para los cálculos de la jubilación.

Así que si no sucede un milagro y nuestra sociedad da un giro favorable, nos quedaremos con los deseos de disfrutar de aquello que en su momento llamamos aporte a la sociedad. Quedándonos con el desconsuelo de que nuestra participación en cada una de las tareas mencionadas, o convocadas, como se solía decir, se extravió por algún sitio y no tuvo repercusión alguna ni en nuestras familias ni en cada uno de nosotros (fíjense que aun hablo desde una voz colectiva).

Y aun con mayor desánimo al pensar en el pasado. Imbuida como estaba en mi rol de madre trabajadora, militante de conducta ejemplar no podía vislumbrar que me perdía algo jamás recuperaría.

Recuerdo con tristeza el impacto provocado por mi hija una tarde, ya casi de noche, hora habitual en que la recogía en el círculo infantil, cuando llegué coincidí con un padre que cortésmente me dejó pasar antes que él. Se me saltaron las lágrimas al verla saltando de alegría y cantando: fui la penúltima, fui la penúltima.

Siempre era la última en irse y la primera en llegar al círculo. No tenía alternativa, debía  desplazarme de Alamar al Vedado.

Cuando pienso en la infancia de mis hijos, no puedo evitar ese sentimiento de culpa que brota no solo por mis largas ausencias, por no haber disfrutado a plenitud su crecimiento, su compañía. También por la promesa incumplida por no haberles ofrecido ese futuro mejor que siempre les ofrecí.

Si ahora me preocupa el futuro de los cincuentones de hoy, no es solo por la terrible imagen de los ancianos que vemos a diario vendiendo jabas en los Agromercado, caramelitos o caldos de pollos.  Hay también  desconsuelo, temor al futuro, vergüenza de no haber sido una madre mejor.

domingo, 28 de octubre de 2018

Desde Avellaneda NO AL BLOQUEO





Jorge Reyes, Niurka González, yo, Rachid López, Maykel Elizalde, Jorge Aragón, Emilio Vega, Oliver Valdés (todas las fotos son de Daniel Mordzinski)

martes, 23 de octubre de 2018

Noventa años de los 7 ensayos de Mariátegui

En los días 18 y 19 de octubre, con motivo de cumplirse ese mes noventa años de la aparición inicial del libro 7 ensayos de interpretación de la realidad peruana, de José Carlos Mariátegui, tuvo lugar en Lima, Perú, el Simposio Internacional sobre Mariátegui auspiciado por la Universidad de Valparaíso, el Centro de Estudios del Pensamiento Iberoamericano, el Instituto de Ciencia Alejandro Lipschutz y la Cátedra Mariátegui. Los organizadores le solicitaron a Roberto Fernández Retamar una carta para ser leída al inicio del Simposio, y la Directora de la Cátedra Mariátegui, tras concluir dicho Simposio, le envió otra. A continuación publicamos ambas cartas.

La Habana, 1 de octubre de 2018
Año 60 de la Revolución

Compañera Sara Beatriz Guardia
Directora de la Cátedra Mariátegui

Estimada compañera:

En atención a su honrosa solicitud, le envío esta carta para ser leída al inicio del Simposio Internacional en Conmemoración del 90º Aniversario de 7 Ensayos de Interpretación de la Realidad Peruana, de José Carlos Mariátegui.

Aunque el hecho es infrecuente, voy a dedicar esta carta a la memoria del compañero Antonio Melis, quien de estar vivo hubiera participado brillantemente en este Simposio. Él era muy joven, y yo no lo conocía aún personalmente, cuando leí su excelente ensayo «Mariátegui, primer marxista de América», que incluí en el número 48 (mayo-junio de 1968) de la revista Casa de las Américas: un número destacado también porque en él apareció el primer texto literario que, después de publicada la trepidante novela Cien años de soledad, su autor, Gabriel García Márquez escribiera y me enviara, siendo su colaboración inicial en la revista. Melis, uno de los mejores estudiosos de Mariátegui, llegó, como se sabe, a dirigir el notable Anuario Mariateguiano. Además integró el jurado del Premio Literario Casa de las Américas y, hecho ya un amigo fraterno, prologó un libro mío aparecido en Italia que fue traducido por su compañera.

He dicho en otras ocasiones, y me complace reiterar, que creo firmemente que la Revolución Cubana no solo es, como se proclama, martiana, marxista, leninista yfidelista, sino también mariateguiana. Asimismo he dicho, y repito, que nuestro socialismo ha sido y es, como Mariátegui quiso que fuera en nuestra América, creación heroica, aunque en raros momentos, infelices, incurriera en calco y copia.

No puedo imaginar siquiera que lectores tan voraces y omnívoros como Fidel y el Che no hayan leído a Mariátegui, al menos sus imperecederos 7 ensayos, que por cierto la Casa de las Américas publicó, como segundo título de su Colección Literatura Latinoamericana, en 1963, es decir, cuando el Che se encontraba aún en Cuba, y reeditó después en varias ocasiones. Luego publicó, en la Colección Pensamiento de nuestra América (que se inició con una vasta antología de textos del Che que compilé), una selección en dos tomos de Obras (1982) de Mariátegui, escogidas por Francisco Baeza y prologadas por Enrique de la Osa. Mariátegui es presencia constante en la Casa de las Américas, como lo ratifican no pocos textos relativos a él que ha editado. Y en la conmemoración de su centenario, la Casa realizó el Coloquio Internacional Mariátegui en el pensamiento actual de nuestra América, que tuvo lugar en la sala Che Guevara de la institución, del 18 al 21 de julio de 1994. En él participó el doctor Javier Mariátegui Chiappe, el más joven de los hijos del Amauta, quien ya había estado antes en Cuba, ocasión en que, a solitud suya, nos reunimos en vísperas de su muerte con el destacado intelectual cubano Juan Marinello, quien se había carteado con su padre. Dicho Coloquio se realizó cuando Cuba vivía la durísima experiencia del llamado Periodo Especial en Tiempo de Paz, lo que implicaba una gran escasez material. Por ello no pudimos costear la publicación de los materiales presentados en el Coloquio, y la Empresa Editora Amauta S.A. lo hizo en Lima, indicando que era una coedición con la Casa de las Américas; ni pudimos costear el pasaje de los invitados, a lo que el doctor Javier Mariátegui aludió con delicadeza pero con claridad en sus palabras de clausura al decir, refiriéndose a nuestra institución, que «[c]on escasos recursos, tuvo su invitación tal fuerza de convocatoria que fue generosamente acatada por los participantes, principalmente por los venidos de fuera». En aquel Coloquio intervinieron, entre otros, Antonio Melis, Antonio Cornejo Polar, Mabel Moraña, Jorge Ruffinelli, Edgar Montiel, Roberto Armijo, Guillermo Mariaca Iturri, Tomás. Escajadillo, Neil Larsen, Harry E. Vanden, Javier Bernal Vence y un grupo de pensadores cubanos, jóvenes la mayoría.

Es imprescindible que mencione lo mucho que mi modesta tarea intelectual debe a Mariátegui: no solo a sus 7 ensayos, sino también a otras de sus obras. Lo proclaman mi texto más conocido, «Caliban», y al menos dos de mis libros: Para una teoría de la literatura hispanoamericana y Algunos usos de civilización y barbarie, que han conocido varias ediciones.

El notable estudioso Michael Löwy, en su valiosa antología del marxismo en la América Latina (1980), señaló en él tres períodos durante el siglo XX. Al primero lo llamó «período revolucionario», y lo consideró desde los años veinte hasta mediados de los años treinta. Cuba estuvo presente, en la ocasión, gracias a figuras como Julio Antonio Mella y Rubén Martínez Villena. Pero sin duda la criatura solar de ese momento fue José Carlos Mariátegui, de pensamiento pasmosamente amplio y audaz, acompañado de una praxis formidable. Para Löwy, el segundo período del marxismo latinoamericano del siglo XX, comprendido entre mediados de los años treinta y 1959, fue el «período estalinista». Significativamente, se discutió entonces el valor de los extraordinarios aportes de Mariátegui, como se vio en artículos aparecidos en varios números de la revista cubana Dialéctica. Y un tercer y «nuevo período revolucionario» del marxismo latinoamericano, según Löwy, se abrió con la victoria en 1959 de la Revolución cubana. De manera significativa, Mariátegui volvió a ser figura estelar. Melis, entrados los años sesenta del siglo pasado, lo comentó así: «El pensamiento de Mariátegui ha conocido en los últimos años una fortuna renovada, sobre todo a raíz del despertar político de la América Latina. Es significativo que la Cuba socialista haya promovido una edición popular de los Siete ensayos, y que el debate sobre la experiencia de Mariátegui se desenvuelva con más intensidad donde más viva es la lucha política.»

Pero la Revolución cubana está a punto de cumplir sesenta años, y es explicable que Marco Álvarez, en reciente entrevista a Löwy, le preguntara cómo denominaría él la etapa del marxismo en la América Latina durante los últimos veinticinco años, y cuáles serían sus principales características. Löwy le respondió sin sugerir nombre para la etapa y aduciendo distintas conjeturas. Por otra parte, se trata de una interrogación ante la cual no es posible la violenta derechización actual del mundo, con un capitalismo particularmente depredador, renacidas guerras coloniales, brutal xenofobia e incluso amagos fascistas. Al frente del imperio se halla quien he llamado Calígula atómico, mientras el politólogo John Saxe-Fernández se ha referido al nacionaltrumpismo. Y en estas condiciones, indudablemente, el pensamiento y la acción de Mariátegui son tan necesarios como siempre: y quizá mucho más aún. De ahí que tengan tanta importancia reuniones como el Simposio presente. No se trata de salvar a Mariátegui, sino de que sus lecciones y sus batallas contribuyan a salvar la humanidad. Se sabe bien que la gran Rosa Luxemburgo consideró que si el capitalismo no era sucedido por el socialismo, podía serlo por la barbarie. Tal es la dramática opción en todo el planeta.

Así como inicié esta carta de modo no convencional, voy a concluirla de manera similar, que creo que no hubiera disgustado a quien, como el peruano universal, evocó tan conmovedoramente su amor con Ana Chiappe, la preciosa muchacha que conoció en Italia cuando ella tenía diecisiete años. Terminaré citando versos del último poema que escribí a mi inolvidable compañera, Adelaida de Juan, desaparecida hace pocos meses tras más de sesenta y cinco años de unión que solo la muerte, como preví en otros poemas, pudo romper:

Casi imposible recordar algo
​​Sin recordarte a ti también.
​​​Al principio, tenías diecisiete años,
​​​Un traje sastre color arena,
​Un foulard verde,
​​​La sonrisa, los ojos tristes.
​​​Luego, un pañuelo en la cabeza,
​​​Sandalias,
​​​Caminando por la carretera bajo el sol. […]

Han pasado los años como olas​
​​​Del mar sobre la orilla,
​​​Tranquilas o encrespadas. 

Ya lo dijo Mariátegui:
La vida
Que te falta
Es la vida
Que me diste.​​​.​​​​


Fraternalmente,
Roberto Fernández Retamar

++++

[Lima], 20 de octubre de 2018​​

Estimado compañero Roberto Fernández Retamar:

Ayer concluyó el Simposio Internacional 7 ensayos noventa años. Treinta ponencias estudiadas, analizadas, bien documentadas. Dos intensos días de análisis, propuestas, ideas, voluntad de luchar y pensar. Todo lo cual empezó con la lectura de su carta, escuchada con atención y respeto. Pero no sé qué ocurrió. Cuando llegué al final se me quebró la voz:

​​​Han pasado los años como olas
Del mar sobre la orilla,
Tranquilas o encrespadas
​​Ya lo dijo Mariátegui:
​​​ La vida
​​ Que te falta
​​ ​Es la vida
​​ ​Que me diste.

Apenas musité: Fraternalmente, Roberto Fernández Retamar.
Y un estruendoso aplauso expresó nuestro inmenso afecto por usted.

Fraternalmente,
Sara Beatriz.

viernes, 19 de octubre de 2018

El papel de los jóvenes

Por: Miguel Alejandro Hayes

No se puede negar el papel de los jóvenes en la historia. Hemos estado activamente en cada revolución de la sociedad y el pensamiento. Parece esto, un misión histórica innegable.

El Manifiesto Comunista es un texto casi sagrado para el revolucionario desde hace más de 150 años. Su lectura ha inspirado generaciones. Los autores fueron dos jóvenes -de apenas 30 años el mayor de ellos- que soñaban con una revolución. El texto, representaba una ruptura con las prácticas y el ideario tradicional, impuesto por la longevidad de la dirección de la Liga de los Justos.

La Ciencia de la Lógica es el texto supremo de la dialéctica, y el tratado de lógica más complejo jamás escrito. Su entrada al mundo del pensamiento, marcó la historia de la ciencia, incluso a aquel joven que escribió el Manifiesto. Su autor, un Hegel que apenas superaba los 30 años, desafiaba las antinomias del sabio Kant, y las lecciones de su maestro Schelling.

La física no hubiese sido la sólida ciencia que es hoy sin las leyes de la mecánica. Estas fueron enunciadas por un joven Isaac Newton que no llegaba a los 24 años. Con ello, rompía la idea del caos del universo y otros mitos que más de una autoridad científica defendía en la época.

La revolución cubana, en su triunfo, la lideraba un Fidel que no cumplía los 33 años. Seguido de un ejercito de casi niños, los mismos que defendieron la playa y comenzaron a dirigir empresas. Todos, habían preferido hacer su propio camino, que continuar -a pesar de la salida reglamentaria de Batista de la presidencia por elecciones-, al de la viciada República existente hasta entonces.

Mucho antes, la revolución del 30 decidió poner fin a la camada de presidentes corruptos, sin importar que fueran una generación legitimada por la historia independentista, muchos de ellos provenientes de la manigua. Y tales cosas, las perpetraron jóvenes conocidos por todos.

También hubo un joven José Martí, que señaló con el dedo los planes militarizados de liberar la Isla y con mucho respeto, supo cortar y trazar su plano para la Revolución.

Sin ser necesarios más ejemplos, parece ser que la historia muestra nuestro rol protagónico. No como conservadores del orden existente, sino como agentes revolucionarios que apuestan por transformar sustancialmente la realidad. Hecho que lleva implícito una acción de cambio y de supeditación al tiempo propio, no al de los antecesores. No es regla obligatoria o principio metafísico del cambio por el cambio. Sino que cuando se entiende que debe haber cambios, se lucha por su implementación, sin compromiso ciego y abstracto con lo anterior, sin importar la opinión de quien impone su mando en la sociedad.

Ese es nuestro papel y nuestra misión. No se nos intente convencer de algo diferente. Basta ya de paternalismos, de decir “es joven todavía“, que lejos de ser una limitación, es nuestra mejor arma.

Si cada uno de los jóvenes mencionados no hubiese pensado así, el mundo y Cuba, hoy estarían rezagados. Después de todo, lo revolucionario es cambiar lo que se tenga- incluyendo a quien se tenga- que cambiar en aras de mejorar. Ese es nuestro papel y nuestra misión, y no precisamente porque yo lo diga. Pero no se nos intente convencer de algo diferente.

Fuente: https://jovencuba.com/2018/10/19/el-papel-de-los-jovenes/

miércoles, 17 de octubre de 2018

Un debate surrealista

Por Jorge Gómez Barata

Cuba es un espacio caribeño donde lo real maravilloso, al mezclarse con la política y la acción social, hace que todo sea posible.

Es el único país occidental donde el enriquecimiento lícito es imposible. No existe lotería, los salarios y las pensiones son de lágrimas, nadie puede tener más de una casa ni más de dos carros, las tierras ociosas se distribuyen en micro-parcelas, y hay ex generales, ex ministros y ex embajadores jubilados o cesados que alquilan cuartos para sobrevivir.

A ello se suman el bloqueo de Estados Unidos y las insólitas restricciones aduaneras que afectan a los nacionales en la isla cuando viajan al exterior, y a los que residen en el extranjero cuando visitan el país.

En un entorno económico, donde a pesar de los extraordinarios avances y épicos esfuerzos de la Revolución, la pobreza gana espacios, aunque atenuada porque no se expresa en materia de salud y educación, los líderes políticos, parlamentarios y parte de la ciudadanía se empeñan en encontrar fórmulas para evitar que la gente se enriquezca. De hecho, al impedir que la riqueza se concentre, se impide que sea creada y que circule.

Las alarmas se dispararon cuando, ante la convicción de que el modelo económico vigente desde los años sesenta no era funcional, se autorizó el ejercicio de más de 150 oficios y labores del denominado trabajo por cuenta propia.

Entre las ocupaciones originalmente nominalizadas estuvieron algunas tan exóticas y poco lucrativas como aguador, arriero, parqueador, amolador, payaso, mago, conductor de coche infantil tirado por animales, boyero, desmochador de palmas, forrador de botones, reparador de paraguas, llenador de fosforeras, cartomántica, y transporte de pasajeros en vehículos de tracción animal y humana.

Creer que alguien pueda enriquecerse alquilando cuartos o su única vivienda, así como ejerciendo como albañil, barbero, chofer de alquiler, dueño de pequeños restaurantes y cafeterías, reta la imaginación. Si hubiera alguno que lo lograra y se probara que lo hizo dentro de las reglas, debería ser exaltado como antes se hizo con los stajanovistas.

Los mismos que reflexionan acerca de cómo impedir que los trabajadores no estatales acumulen lucros, creen poder desarrollar la economía a partir de conceptos superados por la práctica, cosa probada por el desastre de esa orientación en la Unión Soviética y Europa Oriental.

Según Marx, el valor de las mercancías se determina por el tiempo de trabajo socialmente necesario para producirlas. La riqueza es pues, tiempo y trabajo acumulado, pero no es sólo eso, sino también el resultado de proyectos económicos viables en cuya ejecución están presentes, además de las energías físicas y mentales de los trabajadores, la iniciativa, la capacidad gerencial y las ambiciones legítimas de quienes los concibieron, y asumiendo riesgos los fomentaron y los administraron.

Los empresarios, un estamento social sin los cuales los proletarios no pudieran existir, son también trabajadores. Según la experiencia vigente donde quiera que se les ha suprimido, a la larga, la economía se ha estancado. Ningún ejemplo más válido que el de la Unión Soviética, donde el heroísmo laboral masivo y el ejemplar sacrificio del consumo y el bienestar de cientos de millones de personas durante setenta años, no pudieron contrarrestar la ineficacia de un modelo económico fallido.

Las reformas económicas en Cuba son lentas y son limitadas. Audaz sería entregar algún central azucarero a una cooperativa formada por obreros y directivos avanzados del sector, encargar una gran obra a una cooperativa de constructores, y poner algunas de las fábricas quebradas como las de conservas agrícolas y lácteos recién visitadas por el Presidente, en manos de sus trabajadores, y realizar otros muchos proyectos con apoyo, aunque sin tutela estatal.

Para distribuir con equidad, el socialismo necesita producir con eficiencia. Nadie puede repartir ni disfrutar la riqueza que no ha sido creada.

jueves, 11 de octubre de 2018

Sima Funk

Por Luis Alberto García

Realmente no tenía pensado comentar nada de lo que viene a continuación, pero viendo en el Noticiero Nacional de Televisión la noticia sobre el último gran accidente de tránsito en el cual un autobús se volcó, dejando un saldo de 20 personas heridas y escuchando las vivencias de los implicados en el mismo, comenzando por las del propio chofer que dijo en cámara que evadió dos baches infernales y cuando se decidía a sortear un tercero perdió el control del vehículo, decidí compartir mi historia acerca del accidente que tuve el pasado viernes 5 de Octubre. Con suerte, puedo contarlo.

7:30 pm. A esa hora más nocturna que diurna porque ya se acerca el cambio de horario, salí con mi novia Deymi (estamos casados pero odia las palabras esposa y cónyuge y “señora” le provoca arqueadas), nuestras dos niñas Vida y Viola, de 6 y 7 años y hasta nuestra perrita Pelusa, hacia San Antonio de los Baños, pueblito en el que reside mi suegra y lugar de nacimiento del Ayatollah Rodríguez, en mi “poderoso” Peugeot de 1990, al que mimo con el sobrenombre de Compay Tercero, porque siempre está roto y lleno de achaques. Padece de la presión, del corazón, tiene problemas digestivos y ortopédicos, leucemia, Alzheimer (se le olvida que los autos deben arrancar) y lidia con una polineuritis crónica. La obsolecencia tecnológica tiene en él un ejemplo de culto. No es un auto. Es un hijo de la gran puta. Un amoroso regalo que me han hecho por mis inestimables servicios a la cultura nacional. ¿Por qué tengo un auto así ? Bueno… porque esto es bonito, lo que hay es que entenderlo. Necesitaría páginas y páginas de amarguras y desaires y ninguneos y no estoy pa´eso. Además de que, en comparación con la gran mayoría de los ciudadanos de a pie, puedo darme con un canto en el pecho por tener en qué moverme. 

El camino a la que un día fue Villa del Humor (me encanta ese pueblo y su gente) lo conozco de sobra porque lo recorro con asiduidad. O eso creía yo hasta la semana pasada. Siempre ha sido oscuro. Tenebrosamente oscuro. Negro como teléfono Kellog. No hay un puto poste con una farola que valga la pena desde que uno atraviesa el puente del antiguo Autocine Novia del Mediodía hasta la entrada a San Antonio de los Baños. Y las señales en el asfalto, que no son retrorreflectantes y si lo fueran no tendrían luces que reflejar, se desdibujan en muchos trechos. El único sitio con algo de iluminación es el Punto de Control de la Policía cercano al pueblo. 

Tiene esa vía los peores baches que haya visto jamás. Tres años atrás haciendo el viaje a la inversa, del Ariguanabo a La Habana en una tarde de lluvia, pasando por delante del Hotel La Mariposa se reventaron los dos neumáticos izquierdos de Compay al caer en un pozo que parecía un inofensivo charco en medio de la carretera, justo dónde comienza el puente sobre la autopista a Pinar del Río. Sí. Leyó bien. UN POZO. También escapé de la muerte ese día. Y me tocó confraternizar y echar pestes de todo lo humano y lo divino y hasta del gobierno con otros tres choferes con sus autos tan averiados como el mío. Todo un drama dentro de una tragedia mayor, porque aquella tarde llevaba a mi suegro al Hospital Oncológico para la que sería su última consulta antes de “convertirse en estrella” y  para añadir más estrés teníamos que buscar a las niñas en su escuela y no llegamos a tiempo.

Sigo. Salimos de casa por toda la calle 25, anocheció y comenzó la tensión y mi atención. Pasamos por delante de la UCI (Universidad de las Ciencias Informáticas) relativamente despacio (70 km por hora) porque no se ve un burro a tres pasos y tienes que tener en cuenta varias cosas:

- Viajas con las personas que amas y quieres cuidarlas.

- Ya dije que a Compay no puede exigírsele mucho. No es coche de dirigente ni nada que se le parezca. Es un carro “matungo” de un artista que no está considerado entre los de La Gran Escena y el pobre, hace como que va rápido.

- Muy pocos choferes de los autos, camiones y autobuses que se te vienen de frente hacen los cambios de luces pertinentes porque ellos tampoco ven bien, sumergidos en tanta negrura.

- Los hay que no te quitan la luz larga, cegándote literalmente, porque no les da la gana o porque le han cogido el gusto a ese jueguito tenebroso, infantil, estúpido, absurdo, delincuencial y “reguetoneril”, de poner a competir sus poderosos faros con los tuyos. A ver quién tiene la larga más larga. Quién es el Rocco Sifredi de los bombillos. Porque sus halógenos o sus “led” son el último grito de la moda y ellos se gastaron “un melón” en comprarlos la semana pasada y por tanto hay que cegar al imbécil que viene por ahí. Lo más grande. La estulticia con guadaña.

- Ocasionalmente descubres en medio de la penumbra peatones que van por el borde de la carretera o esperan, alzando una mano con un billete en medio de la noche, a un alma caritativa que los recoja o personas que van en bicicleta sin un solo plastiquito que refleje las luces de los autos y no está bien arrollarlos.  

- Transitan jinetes y las famosas “arañitas”o hay ganado suelto pastando cerca o atravesando la vía. Entrarle a una vaca de frente es de lo más peligroso que hay (vale lo de peligroso para todas las variantes de “entrarle”) y Compay NO ESTÁ NI ESTARÁ ASEGURADO. Soy enemigo jurado de la ESEN (estuve pagándoles durante más de 25 años la más alta de las pólizas y un buen día me dijeron alegremente que mi auto estaba en tan mal estado que ya no les interesaba seguir asegurándolo. En todos ese tiempo nunca tuve accidentes, por lo cual jamás tuvieron que sacar ni un centavo de sus arcas. Luego supe que la única manera de conseguir que “el Seguro” te cambie tu vehículo es que quede destrozado en un accidente y tú, milagrosamente vivo, luego de un largo proceso en el que serás un culpable que debe demostrar su inocencia y no al revés. Para mí, son ladrones de cuello blanco).

- Y por último que, huyéndole a los baches, no se respetan las sendas y tienes que estar muy atento para jugar “a las trencitas”. El que viene de frente o marcha delante de ti esquivándolos, pasa a la derecha, tú a la izquierda, él a la izquierda y entonces tú a la derecha. Un vacilón.

En fin, que justo en un momento en que no había ningún otro vehículo por todo aquello, yendo por mi senda izquierda, un poco más allá de la UCI, Compay se encajó en una furnia por el costado opuesto al mío, se escuchó un estruendo indescriptible, un trueno que vino desde abajo, vi cómo dejaba tras de mi una estela de chispas y sentí que el timón era una burla. En segundos, todo el horror del reino de este mundo, el esfínter a punto de abrirse y un subidón de adrenalina incontrolable. El cerebro humano es la hostia. Y los reflejos una cosa esplendorosa. Que no le pasara nada a mis niñas y a Deymi fue lo único que tuve en mente. Conseguí a duras penas, no me pregunten cómo porque nunca he sido Fangio ni Vin Diesel, mantener el control de Compay y con él cojeando ya, me arrimé a la derecha sin frenarlo a sabiendas de que el pobre estaba fuera de combate y tenía que alejarme del Superbache para evitar que otro vehículo tratando de evadirlo me embistiera. Cuando finalmente mi viejito paró y yo atiné a abrir mi puerta y salir a la calle y supe que todos estábamos bien me entraron unos deseos imperiosos de escupir, estornudar, toser, vomitar, orinar y defecar al unísono. Todo a la vez. Hasta los pensamientos se me salían por los oídos. Fue una sensación que no se la deseo ni a mi peor enemigo.

Miren: si desde un auto en marcha esa carretera o autopista parece negra, cuando estás en ella parado en tus piernas todavía temblorosas y sobreviene el silencio, es la orfandad total. Sientes que eres José Tejedor. Viene otro pánico: que no te vean a tiempo los que vienen a toda leche (rastras enormes con luces como carrozas o sin ellas, camiones de toda clase, almendrones, motocicletas de las buenas y de las malas) y hagan de ti y de los tuyos polvo enamorado. Un desastre peor aún. No sabía si mantener a salvo a las niñas dentro de Compay o sacarlas al negro andén con unos mosquitos de la NBA que ya estaban dándose banquete de sangre citadina. Cualquiera de las opciones era tan peligrosa como la otra. Desde que me dispuse a cambiar el neumático intuí que Compay no caminaría. Vi hierros fuera de su lugar o torcidos. Aún así logré poner el de repuesto, encendí el carro y no avanzaba ni retrocedía. Trancado. Tetrapléjico. Llamé enloquecido a Benny mi mecánico y a mi suegra, que en 30 minutos ya estaba en el lugar de los “desechos” con un buen amigo ariguanabense, le contesté a Violeta Rodríguez que me preguntaba en un mensaje a qué hora y en qué canal pasaban “Diecisiete Instantes De Una Primavera” y de paso le eché el cuento, a Dania Fleites que andaba por Güira, a medio San Antonio de los Baños, a Frank Delgado y Mildrey Ruíz, a mis más que hermanos David Y Dina que solidariamente acudieron desde La Habana para llevar a mi familia a buen recaudo, a dos “grueros” y a una cooperativa que tiene una “escandolina” (gracias Juan Carlos) de las que tienen güinche para levantar autos por delante y hasta a Arasay la gerente de El Sauce. Me tosté. Por poco llamo a Radio Reloj y a Marino Luzardo. Uno se comporta muy raro cuando de milagro no se muere. Sobreviene una euforia diarreica aguda.

Me quedé solo en medio de la nada, esperando la grúa durante tres mosquiteras horas, encendiendo a ratos el motor de Compay para no quedarme sin la ayuda vital de los intermitentes. Y de pronto pensé que debía ver al causante de toda aquella “cagástrofe”. Al BACHE. Y fui con la luz de mi móvil desandando mi recorrido. Hasta que apareció el hijoeputa. En esa carretera se abren unos baches rarísimos. Parecen hechos por extraterrestres porque son divinamente redondos. Círculos rotundos. Y no son hondos, son abismales. El que me tocó tiene fácilmente 40 o 50 centímetros de la sima a la cima. Un asesino. El Luca Brassi de los baches. Tan profundo y perfecto que estoy pensando en volver allá, “azulejearlo” y usarlo de “minijacuzzi”. El que caiga en sus fauces a más de 100 kilómetros por hora (esa es una vía rápida) puede y debe matarse. Acaba de contarme un amigo, que allí mismo su primo cayó manejando una moto y en el encontronazo perdió un riñón y el bazo.

AT LAST: afortunadamente vivos todos, Pelusa incluida. Pero Compay Tercero perdió para siempre un neumático que me “costó un huevo” y cuatro meses de espera para importarlo, una llanta de Peugeot (que supondrán están regaladas en el mercado negro), la parrilla, el muñón que asegura la rueda y el amortiguador derecho. Casi nada para un auto que no se fabrica desde el pasado siglo en un país que deja importar de todo y en cantidades. Lleno “hasta la cocorotina” de tiendas de repuestos automotrices y a precios más que módicos. ¿Verdad que sí? Un carnal, cómplice de mil batallas, me dijo dos días después del “bachericidio” que debería pedirle al gobierno que me indemnizara por los daños, que le pasara la FACTURA. No lo escuché porque me entra una sordera terrible en momentos en que me dicen esas ingenuidades. Lo miré con la misma cara que un buey mira a un piano. Cuando me lo repitió ayudándose de lenguaje de señas y caí en la cuenta de su propuesta, pensé más bien, en FRACTURAS.

Y ahora voy al pollo del arroz con pollo. 

¿Por qué? ¿Por qué los ciudadanos de este país, peatones, pasajeros y choferes tenemos que estar expuestos a semejantes peligros en carreteras y calles que están en paupérrimo estado sin mínimas condiciones de seguridad para nuestras vidas? Por todo aquel monte no había un cartel de alerta, un mechón, una vela. ¿Por qué la familia cubana tiene que sufrir con más frecuencia de lo normal la pérdida o la mutilación de sus seres queridos en accidentes de tránsito? Un país que tiene una salud pública gratuita, en el que cualquier hijo de cubanos comunes puede operarse a corazón abierto o tener un implante cloquear, hacerse una tomografía axial computarizada o consumir medicamentos costosísimos sorteando miles de impedimentos para acceder a ellos, no debería permitirse eso. No quisiera creer que la gratuidad de los servicios médicos trae aparejada cierto grado de indolencia en el cuidado de las vidas humanas. ¿No es la vida humana lo más preciado, según escuchamos y leemos a diario? ¿Cuántos recursos costosísimos y escasos emplea el sistema de salud cada vez que ocurre un accidente múltiple o individual provocado por el estado deplorable de la red vial? ¿Cuánto le cuesta al erario público movilizar dirigentes, militares, representantes de organizaciones de masas y familiares de los damnificados cada vez que acontece uno de esos grandes accidentes? ¿Alguien o alguna entidad ha investigado seriamente cuánto invierte Cuba en piezas de repuesto para el parque automotriz nacional o cuánto en tener que sustituir gran parte de ese parque porque no hay vehículo que soporte el mal estado de nuestras calles? Cuando se sucedían uno tras otro los accidentes de ferrocaril, se tomaron las medidas pertinentes y se solucionó el problemas de las líneas férreas. Luego de la lamentable caída del avión de Cubana con destino a Holguín, dicen que el gobierno tomó y sigue tomando medidas de todo tipo para que no vuelva a ocurrir algo parecido. ¿Y las calles y carreteras para cuándo?

No siempre y no todos los choferes manejan en estado de ebriedad. La culpa no es solo del alcoholismo. ¿Me dirán que el gran culpable es el “bloqueo imperialista”? ¿Otra vez? Arránquenme la cabeza si quieren, pero opino humildemente que bien podrían dejar de edificarse unos cuántos hoteles y campos de golf y otras chucherías por el estilo y darnos calles y caminos más decentes ahora, no en el 2030. Nos los merecemos. Seguimos aquí. Debe ser una decisión gubernamental.

San Antonio de los Baños se habría salvado si Michelle Obama o uno de los tres Papas  hubiese insistido en visitar la EICTV. ¿Hay que esperar visitas de altos dignatarios para pavimentar bien y de forma duradera las calles que éstos incluyen en sus recorridos? ¿Todo el pavimento se lo llevan las obras que con carácter estratégico se levantan hoy? ¿Vale más la impresión que se lleva un turista que la mala impresión de un nativo que ve durante años el mismo bache frente a la puerta de su casa con heces y orinas dándole al panorama un toque de color y aroma? ¿Saben el costo político de ver la calle en que vives, desbaratada, sin que pase algo renovador? ¿Que un joven de veintitantos años le diga a su novia; “mira, ese bache es de cuando yo estaba en cuarto grado”? Lo peor que le puede suceder a una utopía es que cada vez más parezca una utopía. Nunca nos dijeron que el Socialismo tenía que ser feo, descascarado, fétido. Tenemos baches por nuestros campos y ciudades que duran decenios, que nunca cierran, inmortales, inamovibles. Y muchos de los que reparan deben estar rellenados con leche en polvo y saliva o con migajón de pan de flauta porque a la semana de darlos por tapados resurgen como aves fénix. Tiene que existir en el mundo algún tipo de chapapote o resina que sea duradero. ¿Los chinos? ¿Los vietnamitas?

¿Hay materiales para las bellas carreteras que conducen a los turistas hasta sus lugares de estadía temporal y no para nosotros? La prensa extranjera agudiza más sus críticas contra Cuba cuando el muerto lo pone un foráneo. ¡Cuidado! Hay una escuela internacional de cine, televisión y video en San Antonio de los Baños llena “hasta el gollete” de extranjeros. Alumnos y profesores de tres continentes que a diario hacen el mismo camino que yo hice el viernes pasado y también de noche cuando regresan de festivales, estrenos, conciertos, etc. ¿Qué pasaría si…? ¿Tiene que esperar una provincia a ganar la sede del acto nacional de alguna efemérides histórica importante para que sus calles sean entonces remozadas o reconstruídas? ¿No puede adquirir el país suficientes fábricas de materiales para pavimentar todo el año y en muchos sitios a la vez? Si el Estado no puede asumir toda la red vial del archipiélago no pudiera pensarse en licitar el arreglo de buena parte de la misma con cooperativas o cuentapropistas? ¿Por barrios, por municipios? 

Si la noche del 5 de Octubre pasaba lo que no quiero pensar ni escribir y hubiera quedado vivo, hoy estaría loco de remate, pensando en suicidarme por la culpa o caminando de un lado a otro de la Plaza de la Revolución con una dura pancarta en las manos. O las tres cosas a la vez.

Quien dude de lo que digo, lléguese cerca de la UCI y busque el foso que intentó cobrármela. Háblele, explíquele, retrátelo, fílmelo, deposítele un ramito de flores. Luego póngase en mi lugar. Sustituya a su familia por la mía. Haga entonces la película en su cabeza con esos protagonistas. Y verá que difícil se le hará venir a decirme que aireo estas cosas porque estoy añorando que “el árbol se caiga” para hacer leña de él, porque quiero “darle armas al enemigo”, hacerme a la carrera de un pedigrí de contestatario o alguna mierda de ésas. Soy un cubano que ama a Cuba y a mis cubanos. Mis hijas están primero que TODO. Y estuve a un punto de perderlo TODO. Es la verdad pura. Monda y lironda. Sufrió el padre de ellas el “padre” de todos los sustos. Tengo testigos. Y eso sí, que no se los perdono, pues si se los perdono, seguro que lo olvido.

lunes, 8 de octubre de 2018

A raíz de la destitución de un Ministro

Por Charles Romeo

La gentil compañera que era hasta recientemente Ministra de la Industria de la Alimentación… y de la Pesca (¿a quién se le pudo ocurrir la idea surrealista de que las actividades pesqueras son similares a las de la industrialización de  la producción agropecuaria?), fue destituida de su cargo, supongo yo, que por el impacto que tuvieron las noticias publicadas por Cubadebate y por el Granma, de las 1700 toneladas de frutas mal conservadas y perdidas en La Conchita y por los miles de litros de leche que usualmente pierde el Combinado Lácteo en Villa Clara. Si las cosas siguen igual como hasta ahora, se puede pronosticar que su misma  suerte correrá la nueva Ministra que la sustituyó. Porque ¿qué tiene que ver según una lógica organizativa racional, una fábrica determinada con un Ministro? Es como si se considerara directamente responsable al general a cargo de un ejército compuesto por decenas de miles de soldados por los errores que ha cometido uno de sus numerosos batallones conformado por algunos centenares. En buena lógica militar, en ese caso el responsable seria el jefe del batallón al que muy posiblemente habría que sustituir POR NO DOMINAR LOS PRINCIPIOS Y NORMAS PROPIOS DEL MANDO DE UN BATALLON.

Desde este punto de vista lo sucedido en las dos empresas señaladas es responsabilidad indiscutible de los respectivos administradores que se supone concentran todo el poder necesarios para dirigirlas. Por consiguiente ya hemos determinado quienes han sido los verdaderos responsables de las barbaridades que se cometieron con esos recursos propiedad de todos los cubanos.

La siguiente cuestión a despejar es por qué  tuvo que llegarse a ese nivel de comportamiento irracional desde el punto de vista de la finalidad de esas empresas, para que se detectara la incompetencia de sus administradores. Ello plantea dos preguntas:

-       Ante quienes respondían esos administradores por la actividad de las empresas que dirigían
-       y como eran controlados durante su gestión por quienes los habían nombrado por su condición de  representantes de los propietarios de esas empresas, el pueblo de Cuba.

Con relación a la primera pregunta, por encima de los administradores jerárquicamente hay dos niveles, uno provincial y otro nacional. Con relación a la segunda se supone que la administración de cada empresa debe informar periódicamente de su marcha mediante un informe objetivo de lo sucedido. Esa información es doble. Por una parte, debe informar sobre el cumplimiento de su plan y por otra parte, sobre el resultado económico de la gestión empresarial, que hasta donde se sepa, solo puede ser expresada mediante un informe contable que se llama balance de activo y de pasivo, y balance de ingresos y gastos, cuyo resultado debe ser que los ingresos superen a los gastos. Según el contenido de ese doble conjunto de informaciones, las instancias superiores a nivel de provincia y nacional deben enjuiciar la marcha de las empresas y actuar en consecuencia, obviamente mucho antes de que se llegue a un nivel de crisis como sucedió en los dos casos señalados.

De la manera como los Ministros encargados de actividades económicas suelen informar ante la Asamblea Nacional del Poder Popular, según se puede observar en la prensa escrita y en la televisión, la expresión fundamental de la calificación de lo logrado se mide por el porcentaje de cumplimiento del plan de producción de empresas y sectores de la economía. Nada se dice de sí fue  rentable o no, y raras veces  de la eficiencia con que se  logró la producción y en esos casos se reduce al nivel de conversión de insumos productivos fundamentales en los productos obtenidos, tradición que como sabemos viene desde los tiempos remotos, años sesenta del pasado siglo, cuando se puso en duda la existencia del valor como medida de la actividad económica.

Si así son las cosas, de las informaciones que periódicamente las empresas elevan a los niveles superiores de dirección las que se toman en cuenta son las que se refieren al cumplimiento del plan, porque por ese criterio se juzga el cumplimento de las funciones administrativas de los encargados de las empresas. Por tanto, en el caso de la Conchita, mientras lograba justificar el nivel de cumplimiento alcanzado de su plan de producción, podían estar pasando cualquier tipo de irracionalidades en su actividad de acopio y de conservación de las frutas que adquiría para su elaboración, y lo mismo en el caso de la leche en el Combinado Lácteo. Sobre el resultado económico de sus gestiones, de enviar estados contables fidedignos, calificación que puede ponerse en duda, su análisis e interpretación al parecer no ocasionaban ninguna preocupación en los mandos superiores, conclusión lógica que desgraciadamente es confirmada por el desastroso manejo de lo que acopiaban que ocasionó, al parecer, la remoción del Ministro correspondiente.

Todo ello, lo que sucede a nivel de las empresas como de los mandos superiores, es expresión concreta de lo que se puede denominar como la cultura económica imperante en el sector estatal de la economía. De la misma manera que un escritor debe conocer las reglas del idioma en que escribe o un pintor la técnica necesaria para expresarse en esa modalidad artística, así también un administrador de empresa debe conocer las reglas y principios que rigen esa actividad y ante todo el método de acopiar informaciones imprescindibles para ello, que solamente se logra mediante una técnica que se llama contabilidad. Sin esas informaciones el administrador es como un piloto que vuela sin instrumentos, vuela a ciegas, a pesar de que la observación de las nubes y eventualmente del terreno que sobrevuela pareciera que le permiten saber  dónde está y hacia donde va. Y como los hombres solo saben reproducir día a día su manera de vivir, de pensar y de actuar, esos administradores y jefes superiores solo saben reproducir la manera como han sido formados en esa práctica para hacer su trabajo.

Cuando se inició esta Revolución, para nombrar a un cuadro dirigente se anteponía la fidelidad política al conocimiento técnico para desempeñar esa labor. Pero era la época en que se llevaba a cabo la batalla política entre clases sociales que condujo Cuba al socialismo. Ahora y desde hace ya buen rato el socialismo está consolidado en Cuba. ¿Cuántos administradores de empresa se han graduado en una escuela de estudios empresariales? ¿Cuántos administradores de empresa saben contabilidad y exigen balances mensuales del estado de su empresa para poder dirigir? Eso mismo se puede preguntar con respecto a los cuadros de niveles superiores que los controlan y supuestamente dirigen. La fidelidad política ya no es una condición necesaria y suficiente para dirigir.

No es por decreto que se resuelve esta problemática diciendo que se ha separado la administración de las empresas estatales concediéndoles independencia operativa con respecto al órgano ministerial del cual dependen. Eso no es más que cambiar la fachada de la realidad subyacente.


 Y que me perdonen los administradores y dirigentes de la economía nacional por decir lo que estoy diciendo. No es nada personal, es solo economía política revolucionaria.