miércoles, 27 de junio de 2018

El río Ariguanabo: soluciones y realidades*

En el concierto 78 “por los barrios” del ariguanabense y trovador Silvio Rodríguez, junto al
Área urbana del río Ariguanabo (foto de junio de 2018)
Grupo Yawar, realizado en el anfiteatro de San Antonio de los Baños el
 26 de Diciembre de 2016,  leímos el siguiente texto:

Hace aproximadamente un millón de años comenzaron a correr las aguas del Río Ariguanabo. En esa época aún nuestra especie (sapiens) no existía, faltaban casi 750 mil años para establecerse.
Río y bosques, desde aquellas tempranas edades formaban una unidad indisoluble.
Hace 250 años hacheros traídos de México comenzaron a talar aquellos bosques para usar estas tierras en la ganadería y agricultura y utilizar las maderas para construir barcos, casas y hasta palacios.
Nuestros propios desechos fueron contaminando al Río Ariguanabo y ya en nuestra época sus aguas no corren cristalinas y limpias.
Aquella unidad de bosque y Río se ve amenazada y resquebrajada.
Se ha dicho que el Río no tiene dueño, pero hoy estamos en este concierto para expresar, entre otras cosas, que el Río Ariguanabo está en los corazones y en la voluntad de los Ariguanabenses de nacimiento y adopción y de que vamos a luchar por devolverle su limpieza y su salud.

El Río Ariguanabo, de San Antonio de los Baños, el cual es  responsable de nuestro gentilicio de ariguanabenses, se encuentra sobre la Cuenca del mismo nombre --declarada priorizada en el país por abastecer a numerosos municipios--, es  considerado ecológicamente como un lago pues está presado en ambos extremos y corre superficialmente durante casi 14 kilómetros para luego penetrar bajo tierra, en la misma Villa, en un lugar llamado ¨La Cueva del Sumidero¨. Posee una parte urbana y otra rural y ambas se encuentran en estado crítico por diferentes causas, pero todas provocadas por el impacto negativo del ser humano.

La zona urbana posee en sus aguas numerosos desechos sólidos, así como aguas albañales procedentes de viviendas y centros estatales. Su cauce es muy estrecho por la presencia de hierbas y de restos de concreto, dejados por el huracán Charley en su paso por la localidad. Estos derrumbes que acortan el ancho del río, llevan ahí 14 años sin que se haya hecho lo más mínimo por extraerlos.

La aplicación de la Ley de Protección de las aguas superficiales con las consecuentes multas a la población y a las instituciones estatales que la violen, así como una adecuada Educación Ambiental consciente, practicada de forma constante a todos los grupos etáreos, más la consolidación de una Brigada de limpieza del río que se dedique a chapear las orillas, recoger los desechos sólidos y ensanchar el cauce, podrían ser parte de la solución a nivel urbano, unido todo esto al encausamiento adecuado de los albañales existentes. En estos momentos decimos contar con una brigada de este tipo, pero todos los que vivimos aquí sabemos que el trabajo realizado es sumamente deficiente y peor  controlado, por lo cual los resultados positivos no se pueden apreciar. En el Parque de La Alameda está el derrumbe provocado por el ciclón Charley. Ahí se encuentran, en el medio del río, los pedazos de lo que fue parte del muro y bancos del parque. Solucionar esto no implica solamente ideas, esfuerzo y deseos de trabajar, sino también un proyecto civil que debe garantizar la forma de poder introducir, en lo que queda de esa calle, equipos pesados capaces de extraer los escombros. Se pudiera realizar una convocatoria para elegir el mejor y más adecuado proyecto, pues se cuenta con especialistas capaces de realizarlo.

Nos gustaría decir algo que aún  llena de orgullo a los ariguanabenses, a los oriundos, a los nacidos en esta villa: desde finales de la década del 40 y toda la del 50 del pasado siglo, varias personas de la villa se agruparon en una suerte de brigada voluntaria, dedicada a limpiar y embellecer las márgenes del río y cortar la vegetación acuática. Estos grupos incluían a personas muy interesadas en la conservación de este hermoso espejo de agua para el goce de todos los habitantes y visitantes, que venían con el objetivo de poder disfrutar de sus aguas. Entre ellos podemos citar a Carlos Muñiz, desde su lancha La Capitana; Juan Sánchez (Clavelito); Alfredo Valdés (El Cabo); el cirujano Jesús Diéguez, así como a los hermanos Posada Medio, uno de los cuales (José Luís) resultó ser un famoso pintor que puso muy alto, a nivel internacional, el nombre de nuestro pueblo y país. No podemos olvidar  a Manuel Leal (Tiñosa), que durante muchos años mantuvo la Cueva del Sumidero limpia. Con el paso del tiempo y a finales de la década de los 60, durante todos los 70 y 80, tuvimos otras muchas personas, que contaron con el apoyo de las autoridades municipales del momento, como, Mario Musibay (Macambolo), Roberto Larrinaga, Víctor Arencibia, José A. Bravo (Pepe), Lorenzo Sánchez, Nelson Izquierdo (el Conejo), Fernando Ortega Albízar, Ibio de la Osa, César Castro (el Carpito), Alberto Cortés, Edel Calvo, Ramiro Coro, quienes no sólo limpiaban la zona urbana sino que sacaban, cómo podían, gran parte de la vegetación que yacía  en las aguas del río y todo esto tan solo por el placer de poder disfrutar de su navegación y sentir que el río se encontraba en perfecto estado de salud. Estaba también Agustín Castro (el Carpo), quien además se dedicaba calladamente a sembrar plantas en el bosque, y cada mañana, después de darse un chapuzón en el río, a pesar de su avanzada edad, tomaba un saco lleno de semillas y recorría largos tramos con él a cuestas, hasta que lo vaciaba totalmente. Creo que es obligatorio recordarlos a todos, como los últimos que hicieron algo con un gran sentido de pertenencia y amor.

Varias instituciones y lugares constituyeron sitios de esparcimiento y diversión: La Quintica,  El Club ¨Amigos del Río¨ (Hueco), el Paso del Soldado, con su piscina, en la que los niños y adolescentes pasaban las vacaciones bañándose, entre risas y juegos, con la confianza de que lo estaban haciendo en un lugar saludable;  el Ojo de Agua de Nico, con su puente colgante, cafetería, cueva y una exuberante y bella vegetación natural, eran parte del complejo turístico del que cada año venían a visitar muchas personas de la capital. Cuando estabas en La Habana y decías que eras de SAB, todas las personas  mencionaban a La Quintica. Ahora rogamos porque nadie lo haga.

Con relación a la zona rural del río, existen factores de otra índole que provocan su deterioro, así como de las muchas especies que viven ahí o dependen de él. La erosión edáfica, provocada por la tala en las márgenes o por la siembra inadecuada, da lugar a la enorme colmatación que ya se hace evidente en varios tramos, pudiéndose, en ellos, atravesar caminando; los motores que extraen agua para regar, disminuyen su caudal, y  la sobreexplotación del manto, mucho más en épocas de sequía; la gran cantidad de vegetación acuática disminuye los niveles adecuados de oxígeno, necesarios para la vida en el río. Esto último, unido a la gran cantidad de materia orgánica vertida, sea sólida o líquida, posibilita la eutrofización, proceso éste bien peligroso hasta para la vida humana, sobre todo teniendo en cuenta que nuestro suelo es de roca caliza. La introducción de especies exóticas como la Claria, disminuye las poblaciones de especies naturales del lugar.

Solucionar los problemas en el tramo rural no es tan difícil pues ya existe la experiencia. Por ejemplo en los años 80, se introdujeron alevines de Amura, especie que es capaz de comer en un día el doble de su peso en vegetación acuática. Este pez no se reproduce, pues sólo lo hace en aguas mucho más frías que las de nuestro río, por lo cual no existe la posibilidad de una superpoblación y está demostrado que no hay competencia alguna con las especies propias del lugar. La solución al vertimiento de los desechos sólidos, que son muchos, estaría directamente relacionado con lo planteado anteriormente de la educación ambiental y la aplicación de las leyes existentes y vigentes. En cuanto a las aguas albañales, se deben hacer proyectos para desviarlas hacia una laguna de oxidación, tanto si provienen de centros estatales como de viviendas. En las márgenes del río existen lugares estatales, como el Motel ¨Las Yagrumas¨, que a pesar de poseer Laguna de Oxidación no funciona como tal. Esto se pudiera solucionar perfectamente mediante la evaluación por especialistas, con el consiguiente diagnóstico, así como con la reparación y labores de mantenimiento de la misma.

Las personas que poseen tierras que colindan con el río, deben saber que la siembra de al menos 250 metros a cada lado de él, debe hacerse de árboles maderables o frutales que garanticen, con sus raíces, la conservación del suelo, evitando así la erosión y por ende la colmatación de las aguas; además, los surcos de sembradío deben ser siempre paralelos al río, por la misma causa.

El Bosque no existiría sin el río, ni el río sin él, por lo que el cuidado de ambos debe ser el mismo, si queremos mantener saludable nuestro Ecosistema. La tala indiscriminada, la cacería de aves en jaula, la introducción de especies exóticas, la casi inexistencia de guardabosques adecuados, así como la toma ilegal de porciones de tierra por personas que sin previo consentimiento ni conocimiento proyectan viviendas,  albañales y pozos de agua potable de forma inadecuada, contamina el manto y hasta posibilita que se contaminen ellos mismos, quizás haciendo beber a sus propios hijos, por puro desconocimiento, aguas insalubres.

El hecho de que se tale, se cace y se establezcan en el bosque personas, recae totalmente en el deficiente trabajo de los guardabosques, que son pocos, deambulan por el pueblo casi todo el día y no poseen condiciones de seguridad para enfrentar a los autores de esos hechos. Si a esto le sumamos el que aparentemente no exista sentido de pertenencia por su parte, pues no son de SAB, o que la información de que disponen no es la mejor sobre nuestra realidad natural, completa su incapacidad para realizar este trabajo con la eficiencia que requiere.

Si tenemos en cuenta que el 28 de Marzo de 1998, la Asamblea Municipal del Poder Popular en su acuerdo # 33 del IX Mandato, acuerda ¨Incorporar la Cuenca del Río Ariguanabo en el Sistema Nacional de Áreas Protegidas, declarando su cauce superficial y áreas comprendidas dentro del territorio como ¨Paisaje Natural Protegido¨, 20 años después podemos darnos cuenta de que nada se ha hecho aún y de que no se ha trabajado en función del río, pues en estos momentos se encuentra mucho peor que lo que estaba entonces. Seguimos esperando por la declaración de Area Protegida, aunque vemos que una declaración meramente burocrática no resuelve el problema, sino poner en práctica todo lo que la medida de protección conlleva. Los acuerdos y las palabras no resuelven nada si no hay interés y acciones concretas de los implicados.

Nuestro país se encuentra inmerso en salvar y proteger las Cuencas de Interés Nacional o Priorizadas, dentro de las cuales se incluye la Cuenca Ariguanabo, por lo que no se concibe lo que ocurre en este municipio. Por otra parte en la Cumbre de Río de Janeiro, en el año 1992, fuimos firmantes de la Agenda 21, comprometiéndonos, como país, a hacer todo lo que estuviera a nuestro alcance para mejorar el medio ambiente del planeta. San Antonio es parte de él, nuestro río también, y debemos, como postula el pensamiento ecologista en todas las investigaciones medioambientales ¨Pensar Globalmente y actuar localmente¨. Queda claro que es éste y no otro nuestro campo de acción y es nuestro deber trabajar en función de lo que tenemos y no debemos perder. Si lo dejamos para mañana quizás sea ya demasiado tarde. Por otra parte Ramón Folch, en su libro ¨Ambiente, Emoción y Etica, plantea  que el ecologismo es oportuno y actual, no oportunista y de moda, por lo que no podemos estar elaborando planes e informes con el sólo objetivo de tener en papeles lo que debe estar hecho.

Al final podemos decir que los problemas del río son muy serios, pero las soluciones son posibles si hay interés, algo de recursos, personal capacitado y dejando de lado las arrogancias de quienes creen poder resolver sin poseer los conocimientos necesarios. Afortunadamente, en el Ariguanabo vive una buena parte del personal adecuado para esta tarea; además contamos con un Atlas Geográfico digital, desde el año 2003, donde nuestra fauna y flora más conspicuas están  inventariadas, así como descritos clima, suelo, demografía, geografía y geología del lugar. Todo esto ha sido realizado por especialistas de varias prestigiosas instituciones científicas del CITMA, instrumento científico y de trabajo que funciona en la mayoría de nuestros municipios en el País.

Creemos que lo que ahora ocurre es un total desarraigo de los valores y tradiciones de lo que antes fuera nuestro querido San Antonio de los Baños, nuestra Villa, aquella que se fundó gracias a la presencia de ese río que ahora importa a pocos, pues ya somos pocos los reales ariguanabenses que aún vivimos aquí y que nos sentimos muy mal al comprobar que no interesa a nadie nuestra historia. A pesar de lo cual esperamos trasmitir este amor a nuestros descendientes, aunque para ello tengamos que dibujarles el río en un papel. Todos estamos desencantados y no nos sentimos representados en nuestros deseos de ver realizados nuestros sueños.

Entonces la pregunta final es ¿Cuál es la razón para que nos encontremos en esta encrucijada que nunca termina y que no nos lleva nada más que a mirar y a no hacer, a decir que haremos pero sin resultado alguno? Las personas del pueblo tienen la obligación de cuidar, no sólo de criticar, pero las autoridades son las únicas que pueden revertir esta situación. Entonces, comencemos de una vez a hacer lo que debemos, antes de que nuestro querido Río Ariguanabo se convierta en una de esas lagunas de oxidación inoperantes y se lleve con él al bosque, su flora, su fauna y ¿por qué no?, quizás arrastre también al pueblo en una oleada de desechos y desidia.

Giraldo Alayón García, Aimé Posada García
y Los Amigos del Río.

San Antonio de los Baños, 5 de Junio de 2018.

*El lunes pasado, 25 de junio de 2018, se entregaron copias de este escrito al Secretario del PCC Municipal, a la Presidenta de la Asamblea Municipal, al Jefe del Consejo de Administración y al Delegado de la circunscripción donde vivo. No se pudo entregar a la Jefa de Recursos Hidráulicos del Municipio ni a la delegada del CITMA pues ambas oficinas estaban cerradas. Rolando Mendez envió copia digital al Ministro de Cultura, Abel Prieto.
Giraldo Alayón García

viernes, 22 de junio de 2018

Alipio Rodríguez Rivera, profesor y amigo.

Por el Dr. Julio Manuel Suárez

De derecha a izquierda: Alipio, René, yo
(detrás de Alipio asoman los ojazos de Zoe Álvarez)
Querido Ramón. Con placer comparto contigo y con los colegas del Servicio de Psiquiatría del Hospital Calixto García, mi servicio y mi hospital, algunos recuerdos que guardo con mucho cariño del Profesor Alipio Rodríguez Rivera. Espero que mi memoria, ya en parte ocupada por el implacable “alemán”, no me traicione mucho.

Me vinculé al servicio de psiquiatría del Calixto en 1976, inicialmente como interno y posteriormente como residente hasta 1983 cuando obtuve el título de especialista en psiquiatría. Entre 1978 y 1981 pasé un período en Angola cumpliendo misión internacionalista, por lo que estuve temporalmente separado del servicio, aunque nunca “alejado”. En esos años el claustro de profesores era de lujo. Tuve el privilegio de aprender con José Ángel Bustamante, José Galigarcía, Miguel Valdés Mier, Carlos Acosta Nodal, Hiram Castro-López y Alipio Rodríguez Rivera, sin mencionar a los excelentes compañeros de residencia y labor, algunos presentes aún en el servicio trabajando y enseñando entre ustedes. Pero esta vez debo hablar de Alipio y a él dedicaré los próximos párrafos, sin pretender ser exhaustivo ni agotarles la paciencia.

El Dr. Alipio Rodríguez Rivera fue un excelente psiquiatra. Se destacó por el dominio de la clínica y la neurología como parte del abordaje integral de la mente humana y sus desvaríos, algo que nunca debemos subestimar. Pero al mismo tiempo, su lado artístico le permitía entender los problemas de la mente de forma integral, con la subjetividad atada íntimamente al cuerpo.

De derecha a izquierda: Luis, Alipio (con guitarra), Guillermo, René
y el guitarrista Joel San Martín.
Junto a su habilidades en la clínica general, Alipio era un maestro en la conducción de la entrevista psiquiátrica, la exploración de la dimensión psicológica del paciente y su entorno familiar y social, para elaborar la hipótesis diagnóstica y consecuentemente proponer una línea terapéutica siempre sometida a escrutinio y modificaciones según la evolución. En esencia, eso es buena psiquiatría. Algo que lo distinguía es el manejo del electroencefalograma y su uso en el diagnostico psiquiátrico para detectar o descartar trastornos orgánicos que expliquen el trastorno mental o sean parte de su “back ground”.

Sin embargo, el mayor aporte que llevo de Alipio fue su comprensión de la relación entre la mente y el arte, entre la música y la salud mental o la locura. ¿Será  que es siempre tan loca la locura, o una cierta dosis de locura es parte de lo mejor de nuestras vidas?. Alipio no lo decía así, pero así interpreto sus ideas mezcladas en clases y tertulias.

Alipio integraba el “contingente” de los Rodríguez Rivera, cuatro hermanos santiagueros de pura cepa reasentados en La Habana por los cauces de la Revolución, tres de ellos médicos: Luis el mayor, un extraordinario clínico quien seguramente contaminó a Alipio de su buena clínica, después Alipio el segundo, René el tercero, médico militar quien actualmente trabaja en el policlínico de su barrio Alamar, el único que sobrevive, y Guillermo, el menor, quien falleció hace sólo un año y fue un brillante poeta, escritor y profesor de literatura. Los cuatro unos locos-cuerdos de los que siempre necesitaremos para que la vida sea linda y en colores. Como buenos santiagueros, los cuatro soneros de raíz y cultores de la trova tradicional cubana.

Cuando Alipio supo de mi gusto por la música, de mi lado trovadoresco, de mi alter ego farandulero, nació un vinculo que superó rápidamente la relación maestro discípulo hasta consolidarse en amistad, que es un estadio superior de la sociedad. A partir de entonces crecieron las complicidades y “descargas” conjuntas.

Muchas veces participé en “saraos” en la casa de Guillermo, al final de la calle 19 al borde del precipicio que desde allí cae al Parque Almendares. Eran las fiestas de trova viva más impresionantes que viví, y eso que caminé muchos caminos de ese tipo. Allí aparecían viejos cultores del género como Cotán y el Albino, junto a los entonces jóvenes Pablo Milanés y Silvio Rodríguez, por solo mencionar los mas conocidos.  Alipio tocaba la guitarra con excelencia y de tu a tú con aquellos monstruos de la trova, y cantaba con voz queda pero afinada. Recuerdo que le pedía a Silvio que cantara “La Gaviota”, una de sus preferidas. La imagen del soldado que regresa intacto de la guerra y se derrumba ante la belleza de una gaviota en su vuelo sereno, le parecía de una fuerza poética telúrica y sublime a la vez.

Alipio Rodríguez Rivera me enseñó que el alma humana es hermosa pero confusa, liviana pero esquiva, y que no cabe en fríos diagnósticos académicos ni en frascos de antipsicóticos, que la mente es mucho mas que neuronas y sinapsis aunque sepamos que ellas son su soporte físico, y que la salud mental es algo bien diferente a la ausencia de enfermedad, aunque sea esta última quien nos agobia. En resumen, que cultura y arte son compañeros imprescindibles de la psicología humana y del quehacer de la psiquiatría.

Para terminar, les dejo una curiosidad que atesoro desde mis tiempos de residente en el Calixto García.  Se trata de una letra para canción original de “Ramón”, obrero agrícola, cortador de caña, con apenas enseñanza primaria, quien fue mi paciente en el Hospital de Día alrededor de 1982, a mi regreso de Angola. Cada vez que iba a un sarao de los Rodríguez Rivera, mas tarde o mas temprano Alipio y Guillermo me pedían que cantara “El Bacalao Yaguaplano”. Mis amigos de aquellos tiempos recuerdan muy bien la canción que dice así:

“Oyó decir Don Pilar
que muchísimos cristianos
volaban en aeroplano
y él también quiso volar.
Fue y se buscó en un palmar
dos yaguas, las amoldó
a una guásima subió
a buscar unos palitos
y dijo: los necesito
para mi aparato yo.

De un cajón de bacalao
su armamento el formó
y de cola le pegó
la mansera de un arado
dos yaguas a cada lado
iban formando las alas
el asiento era un pala
la hélice penca de coco
y le había puesto por foco
la lámpara de una casa.

De una falda de montar
se hizo un paracaídas
y se dispuso enseguida
un gran vuelo realizar.
Sobre una palma real
su armamento el subió
y se dispuso a volar
cuando lo empujara el viento,
pero a los pocos momentos
le hizo un viento regular
y ha lanzado a Don Pilar
y su armamento de arriba
derechito al suelo iba
y dijo: “voy a aterrizar”.

Y, en efecto, aterrizó:
el avión se hizo pedazos,
Don Pilar se ha dao un pedrazo
que casi se reventó.
La gente le preguntó
que qué tal era volar
y contestó Don Pilar
muriéndose de dolor:
¡Ay, volar es lo mejor!
¡Malo es el aterrizar!”

Alipio moría de la risa imaginando a Don Pilar tratando de aterrizar su armatoste hasta clavarse en la tierra campesina cubana ganándose un buen chichón.
Esos son algunos de mis recuerdos de Alipio, gran psiquiatra, gran amigo, gran maestro, gran cubano.

Brasilia, 14 de mayo de 2018

jueves, 14 de junio de 2018

Era un tiempo

Por Rolando López del Amo                                          

                                                                                 A Che

Era un tiempo de lluvias y  ciclones,
aunque en el Sur, quizás, de primavera.
Era un tiempo de sueños y traiciones,
de acción postrera y , a la vez, primera.
Era un tiempo de graves decisiones
y de hacer, de una vida, una bandera.
Era un tiempo de alzar los corazones
para que la esperanza no muriera.


martes, 12 de junio de 2018

Horror! Perdemos a Ravsberg!!

Laidi:
fernando: qué manera de gustarme no solo tu texto sobre la mierda acústica, sino tu forma de ripostar, de defender criterios sin perder la cordura. De verdad, de verdad, te admiro mucho. Un abrazo, Laidi
hace 11 horas ·
Fernando Ravsberg 
Me honra que aprecies mi trabajo sobre todo hoy, cuando le acaban de dar el tiro de gracia a Cartas.
Me han retirado la credencial de prensa y por ende pierdo mi residencia.
El jueves cuento todo con detalle.
Ganaron pero como dijo Unamuno a los fascistas
 "vencereis pero no convencereis". Un besote


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Esta entrada se llama como el encabezamiento del correo que me mandó esta mañana Laidi Fernández de Juan. El intercambio de mensajes con que comienza ocurrió en las últimas horas entre ella y Fernando Ravsberg... Pues parece que al fin los Cazabrujas de Dores se sienten lo suficientemente fuertes y desatados; tanto, que parecen capaces de hacer lo que no hicieron Fidel ni Raúl... Si esto se concreta, si se le retira la credencial de prensa en Cuba y empujan a Ravsberg a emigrar con su familia cubana de 30 años, puede significar un parteaguas en esta Revolución que tantos hemos amado, defendido y construido. ¿A quién se le ocurrió hacer esto ahora, con tantos riesgos en el mundo, en América Latina, en Nicaragua y Venezuela?

Yo no estoy de acuerdo con cada cosa que haya escrito Ravsberg; no tengo que estarlo para respetar su periodismo, que en buena medida ha sido el que necesitamos, por inteligente, desafiante y revolucionario. Consumar la amenaza que desde hace años vienen construyendo, expresada en múltiples ataques de izquierdismo infantil, es la peor propaganda que en estos momentos pudiéramos hacer a nuestro Gobierno.

De ser cierta esta lamentable noticia, sólo me queda invitar a Fernando a publicar en Segunda cita... Es decir, mientras existamos.

lunes, 4 de junio de 2018

Honestidad de la censura

Por: Alina B. López Hernández



He disfrutado siempre la lectura de los epistolarios; cartas cruzadas por personas que seguramente no imaginaban que, siglos más tarde, su intimidad sería develada ante otros que no eran los destinatarios originales. Las cartas tienden a develar ese sentido de época que suele desaparecer con rapidez: ambientes, conflictos, aspiraciones individuales y de grupo. Cuánto me apenan los historiadores del futuro, pues la costumbre de escribirlas se ha perdido en tiempos de Internet.

¿Y a qué vienen estos comentarios, pensarán con razón los lectores de LJC? Es que no puedo dejar de compartir con ustedes las opiniones que me ha suscitado una excelente selección de cartas –cuya edición realizo– que fueran enviadas y recibidas por el poeta, ensayista y dramaturgo matancero José Jacinto Milanés (1814-1863)

Sus interlocutores eran Domingo del Monte, José Antonio Echeverría, Ramón de Palma, Anselmo Suárez y Romero, los hermanos José Zacarías y Manuel González del Valle, Cirilo Villaverde… en fin, una generación intelectual que, en el siglo XIX, gestó la literatura y la historiografía que pueden ser denominadas genuinamente cubanas. Pero lo que llamó mi atención es el modo en que se referían al mecanismo de censura habitual en la etapa.

La censura era obligatoria, y se ejercía tanto para representaciones teatrales como para obras literarias, la denominada censura de imprenta. Una vez censurados los textos, sus autores debían eliminar de aquellos todo lo que el censor considerara “subterfugios políticos” o “supuestas amoralidades”. En época de Milanés, ejercían como tales en La Habana, Ramón Medina –preferido por su mayor flexibilidad– y el implacable José Antonio Olañeta. Además, las capitales de provincia tenían sus propios censores para las representaciones teatrales, los cuales muchas veces eran más recalcitrantes que los habaneros.

Se quejaban los intelectuales, pero ello no los amilanaba. Aun en aquellas condiciones seguían creando. En carta a José Antonio Echeverría de septiembre 3 de 1838, dice Milanés: “he visto las cercenaduras que hizo la pluma censoril en el acto segundo y tercero de mi conde Alarcos. (…) Paciencia y barajar: quiero decir que no desmayemos por tan poca cosa y adelante con la idea”.

La censura de imprenta, sin embargo, fue menos estricta con el mencionado drama El Conde Alarcos. Así confirmaba Domingo del Monte: “el suave Medina Rodrigo, no le ha quitado más que aquellos dos versos «Maldiga Dios a los reyes»” (4 de septiembre de 1838).

Se referían a ella como la Señora Censura. Pero de manera práctica consideraban, como lo hacía Milanés: “conformémonos con lo que da el tiempo y no queramos estirar tanto la libertad que reviente”. (Carta de Milanés a del Monte, agosto 30 de 1838)

Luchando con los inconvenientes de la censura, batallando con tachaduras y mutilaciones, esa generación intelectual le mostró a la monarquía española que entre la península y la Isla existía una barrera cultural que, a su debido tiempo, se tornaría una barrera política y generaría el inicio de un proceso independentista. Lo que le permitió hacerlo fue, además de sus convicciones y valores, el propio proceso que aparentemente existía para impedirlo. Al saber exactamente qué era lo censurado, lo prohibido, se podían llegar a decir muchas cosas, quizás con rodeos, es cierto, pero al final esos intelectuales cumplieron con su rol como conciencia crítica de su época.

No deberían existir límites a la creación y la expresión. Pero en el caso de que existan es lo correcto saber, con honestidad, cuáles son. Cuando se conoce qué es lo que no puede decirse es lógico asumir que todo lo demás es permitido. Las indefiniciones suelen conllevar a la cómoda postura de: ante la duda, abstente. Esa actitud acrítica, tan propia en nuestro medio, es absolutamente impropia de un sector que, por su preparación, debe servir de alerta a los políticos y a toda la sociedad.

La falta de transparencia que existe entre nosotros respecto a qué temas pueden ser abordados, dónde, quiénes, en qué momento; provoca en mí cierta nostalgia y hasta una sana envidia hacia aquellos creadores. Ante la  falta de la honesta censura, pero cercados por todo tipo de prohibiciones, obstáculos y barreras indefinidas, hemos asumido la peor forma de censura, la que ejercemos contra nosotros mismos, la que conduce a la mutilación de nuestra capacidad para reaccionar.

Corremos el riesgo de convertirnos en personas que deshonran su formación e inteligencia y de llegar a una condición que pocos como Juan Marinello describieran con tanto realismo, cuando en 1930 escribe su ensayo Sobre la inquietud cubana. Ante la gestación estalinista, a este intelectual le preocupaba el problema de la libertad de creación bajo el socialismo; ese tema, tan caro a la intelectualidad, fue el que generó las siguientes interrogantes:

“Y, llegados a ese falansterio de nuevas proporciones y de nuevo tipo, ¿tendremos la libertad esencial, la que nos movió desde su encierro a echar abajo las dominaciones dolorosas? ¿No habremos entrado, queriendo salir de ella, en una cárcel de hierros invencibles porque todos seremos hierros en nosotros mismos?”.

Quizás con una censura honesta, o en su defecto con una ley de medios, logremos evitar ser hierros en nosotros mismos y podamos romper, de una vez por todas, esa cárcel de hierros invencibles que es la autocensura.

Fuente: https://jovencuba.com/2018/06/04/la-honestidad-de-la-censura/