sábado, 24 de febrero de 2018

El liberalismo oligárquico latinoamericano

Por Emir Sader

En el debate con Andrés Manuel López Obrador, uno de los más conocidos teóricos del
liberalismo latinoamericano, Enrique Krauze, protesta por haber sido calificado de conservador. Los liberales latinoamericanos siempre creen que la defensa de las libertades es lo que los define.

Se reivindica la filiación al liberalismo europeo, que fue la ideología de la burguesía ascendente en la lucha en contra el feudalismo. Trasfieren mecánicamente el rol del liberalismo en Europa a América Latina, sin darse cuenta de cómo los marcos históricos de los dos continentes son muy distintos, definiendo naturalezas radicalmente diferentes para el liberalismo.

En América Latina el liberalismo fue la ideología de los modelos primario- exportadores, es decir, de la derecha oligárquica, con su defensa de la apertura de los mercados. Estuvo asociada a los regímenes políticos de derecha, entre ellos las dictaduras militares.

Se opone al Estado, a los liderazgos populares, a sus políticas –tildadas de “populistas”– de distribución de renta, de reconocimiento de los derechos sociales de todos. El liberalismo en América Latina nunca se ha identificado con la defensa de la “libertad”, salvo que consideremos que la “libertad de prensa” de los medios represente ello.

El liberalismo por acá, oponiéndose al Estado, se ha identificado con el mercado, por lo tanto con el gran empresariado y sus políticas económicas liberales y neoliberales. Ha sido siempre de derecha.

La derecha, en Europa, se ha identificado con la defensa del Estado y de la nación. Pero bajo la concepción chovinista, según la cual un Estado es siempre mejor que el otro. No hay dominación externa.

En América Latina es la izquierda la que asume la defensa del Estado y de las cuestiones nacionales, en contra de la explotación externa. El liberalismo fue siempre apropiado por la derecha en América Latina.

En la era neoliberal, la conexión entre liberalismo y mercado se ha vuelto estructural. Se ha dado la convergencia entre el liberalismo económico y el liberalismo político. En México, la llegada de los gobiernos del PAN a la presidencia en el 2000 fue saludada como la democratización de México. Claro que, después de los fracasos de los gobiernos de ese partido, los liberales no han hecho ningún balance de sus ilusiones y siguen apoyando candidatos de los partidos tradicionales, para evitar lo que para ellos es el mal más grande: la alternativa de izquierda.

Así en toda América Latina. Fernando Henrique Cardoso, supuestamente socialdemócrata, incorporó a los liberales a su gobierno, para realizar un gobierno neoliberal. En todos lados los liberales se han acomodado a los intereses del mercado, peleando contra el Estado y su capacidad de inducir el desarrollo económico, de garantizar los derechos sociales a la masa siempre postergada de la población, de poner en práctica políticas externas soberanas.

Es que los liberales latinoamericanos confunden combate contra el Estado como combate por las libertades. No se dan cuenta de que quien expropia los derechos de la gran mayoría de la población no es el Estado, sino el mercado, que ellos añoran como supuesto espacio de libertad. Libertad del capital, del gran empresariado, que expropia derechos, concentra renta: eso es lo que hace el mercado, frente al Estado mínimo que propugnan los liberales.

Los ricos no necesitan del Estado. Tienen los bancos privados, tienen trasporte privado, tienen educación privada, tienen planes privados de salud. Los que necesitan del Estado son los más frágiles, los más desvalidos, los excluidos, siempre que sea un Estado que deje ser instrumento de los poderosos y de los millonarios.

Los liberales no entienden a América Latina porque no se dan cuenta de que vivimos en sociedades capitalistas, en la era neoliberal. Que vivimos en sociedades oprimidas por el imperialismo. Son categorías esenciales –capitalismo, neoliberalismo, imperialismo– que ellos desconocen.

Ahora los liberales se concentran en México, en atacar a la candidatura que puede rescatar a México de las desgracias que los gobiernos neoliberales y el Tratado de Libre Comercio con EEUU han traído para el país. Su pánico es que un gobierno que defienda los intereses de la gran mayoría de la población mexicana, que defienda los intereses nacionales de México, que acerque México a América Latina, triunfe. Pero esa es la esperanza de la mayoría del pueblo mexicano y también de América Latina. Derrotar al neoliberalismo y a la subordinación a EEUU, para afirmar un México justo y soberano.

Fuente: https://www.alainet.org/es/articulo/191136

domingo, 18 de febrero de 2018

Posteridad de Mella

Rosario Alfonso Parodi


La generación que luchó contra Batista en la década del 50 conoció a Julio Antonio Mella a través de papeles y discursos dispersos. Su aprendizaje acerca del intelectual Mella y del revolucionario Mella provino de los espacios informales, de hacer preguntas, hablar, indagar EN la vivencia y la palabra de sus contemporáneos; fuentes primordiales, salvaguardas persistentes, albaceas incansables, que lograron traer su leyenda (la más peligrosa leyenda) para convertirla en el símbolo combativo en que se convirtió.

El recuerdo de la vida e ideas mellistas era peligroso y confrontaba en Cuba, infinidad de intereses; confrontaba a todo el status quo, al modelo de capitalismo subdesarrollado, a los nacionalistas conservadores de corbata, yugo y escaño, a sus viejos enemigos de la FEU, algunos consolidados representantes de la burguesía industrial cubana, a Batista, el mayordomo amantísimo de los Rockefeller, que había tiroteado el entierro de Mella, bajo mandato vejaminoso del embajador Jefferson Caffery.

El orden político identificaba lo más peligroso a su hegemonía en materia simbólica y lo anulaba con relativa facilidad dentro del campo notable y consistente de la libertad de expresión en Cuba. Pero el mito Mella tuvo siempre fuerza inusual. Y sin poder eclipsarlo, se encargaron de reservarle una posteridad difícil.

Con sus estrategias criollas de anticomunismo visceral, intentaron gangrenar su memoria con meriendas conmemorativas de sustantivo sin verbo, con señoritas que advierten en Mella la beldad malograda, con reportajes especiales para Bohemia de Mella el atleta, el remero, el leader (en inglés), con varias síntesis noveleras de la historia universitaria, para la prensa y para la obediencia, donde Mella era llamado “colaborador estudiantil de las luchas del proletariado”. Inclusive optaron por mostrar al Mella protagonista de una heroica huelga de hambre, para destacar el meritorio desempeño a su lado, del querido Eddy Chibás.

Si el orden político mentaba su vínculo con el Partido Comunista, del que (“lamentablemente”) resultaba Mella fundador, entonces era el disidente, víctima del agente Vittorio Vidali, de la amante Modotti y del padrecito Stalin. Nunca, Mella el comunista radical, identificado totalmente con la universalización del marxismo y el comunismo.

Sin embargo, y a pesar del silencio represivo de la post revolución del 30, la leyenda Mella pervivió. La vanguardia revolucionaria de la nueva época halló sus puentes hacia él, de creativa y variada manera, e hizo lo que Mella quería, lo único honrado. Lucharon a muerte y triunfaron.

Fundaron una Revolución Socialista que barría con todos los esquemas, entregaba el país a sus ciudadanos, que ya no eran solo algunos, sino todos los cubanos. La Revolución reivindicaba los grandes debates y la libertad para formular infinidad de preguntas, incluida la pregunta de para qué; producía pensamiento para armarse como poder, resistir y avanzar hacia horizontes inestimables de radicalidad. Y Mella se convertía naturalmente en bandera dorada, paradigma innegable y fuente nutricia. Había que estudiarlo y leerlo: época, palabra, vida.

Mella era un ejemplo no solo de gran revolucionario marxista, fundador del PC de su país, sino del militante radical que chocaba muy pronto y polemizaba con directrices partidistas homogeneizadoras, que exigían actitudes de inmovilidad, conformismo y a veces enajenación de la necesidad revolucionaria de su contexto; grave dicotomía que era necesario atender y destruir en la nueva experiencia de organización unitaria de la Revolución.

El Partido Socialista Popular, el partido comunista histórico, integrado por sus méritos a la Revolución Cubana y al proceso de la Unidad, se encargaría en el Poder de coordinar, no solo la integración de las Organizaciones, sino una parte del mundo de la divulgación de las ideas revolucionarias.

Contribuyó con la cohesión ideológica entorno a la lucha contra el imperialismo y en pos de un modelo de socialismo, pero también logró intervenir la relación de la Revolución con una parte de su pasado, encubrir errores propios, neutralizar y proscribir.

A Mella lo habían metabolizado después de su muerte, como fundador y estandarte, y los conflictos relacionados con su suspensión de las filas del Partido, y un número no pequeño de iniciativas negativas para coartarlo y coartar su futuro como revolucionario, habían sido resueltas desde el ocultamiento.

Cuando la Revolución vivió un tremendo recorte de ideales y se afianzó una lectura de la historia en forma de catecismo, Mella, muy respetable, integrado a la identidad y la visualidad de la Juventud del Partido de la Revolución, era más indiscutible, pero más indiscutido.

En 1975, con el Primer Congreso, Fidel Castro, quien es junto al Che Guevara el revolucionario más incómodo al dogmatismo después de 1959, consideró imprescindible la compilación de los textos mellistas, como gran oportunidad de leerlo y dialogar con él, desde la cultura acumulada y la posición privilegiada de vivir en Revolución. A la vez aparecía Julio Antonio Mella, biografía por Erasmo Dumpierre, donde Juan Marinello el prologuista, recordaba, muy enfático el momento en que presenció la exhumación del cuerpo de Mella y vio sus cabellos crecidos después de la muerte.

Con estas y otras intermitencias, algunas desafiantes pero aisladas, Mella volvió a la niebla de los sin tacha, a la retórica adjetivada de las escuelas y los libros de texto; volvió al reino de lo anecdótico; se le reacomodaron tópicos entre los que figura muy destacada su vinculación con Tina Modotti, de efímero romance sensual hacia la gran historia de amor entre dos compañeros de lucha.

Múltiples intervenciones han tratado de transformar esa realidad limitada y limitante, para que Mella pueda trascender los sesgos de su propia trascendencia, y mucho se ha logrado acumular gracias a tantos historiadores e investigadores muy serios, acuciosos y honestos que intentan una visión totalizadora de las revoluciones en Cuba, sus personalidades y sus conflictos. Pero aun este libro que presentamos hoy lleva a cuestas la carga de la necesidad que tenemos los cubanos de LEER A MELLA.

La palabra de Mella será en definitiva la que rete a las simplificaciones, las mistificaciones y las tergiversaciones enquistadas. Ayudará inclusive a descaracterizar inclemente a algunos timadores en busca de notoriedad, que se dicen apologetas del héroe de carne y hueso y no hacen otra cosa que sustituir lugar común por lugar común y estereotipo por estereotipo.

Hacer ídolos de carne y hueso es algo sumamente complejo, porque si bien, aquellos a los que llamamos héroes, tienen conflictos cotidianos, viven de diversa manera el dolor físico, el deseo sexual, la violencia, el apego o desapego a la familia, pueden ser arbitrarios, egoístas, obstinados, son seres en uno o más sentido FUERA DE LA NORMA, actores insertados en el tejido INMENSO de las relaciones sociales donde protagonizan iniciativas NOTABLES, rodeados de amigos, adversarios, compañeros, admiradores, detractores, grupos, instituciones, que los limitan o los compulsan.

En el caso de Mella, su complejidad y la de su época son parte esencial de su belleza y de su grandeza, y rescatarlo indemne, impone percibir que su formación toda fue de orden polémico, que tuvo vocación fundadora perenne, una inteligencia rotunda CON fundamento marxista, una portentosa imaginación siempre en despliegue y un antidogmatismo que le permitió añorar la revolución mundial y también plantearse la insurrección en Cuba, tomando en cuenta a los representantes del nacionalismo rancio, como elementos circunstanciales decisivos.

Este libro contribuirá a revelárnoslo mejor. Nos mostrará además, cuánto de valentía personal requiere ser mellista; cómo algunos que dicen serlo no lo son, cómo algunos que han dicho serlo no lo fueron. Prefirieron guardarlo (obra y ceniza) en anaqueles como un adorno.

Y las ideas revolucionarias no pueden ser un adorno, tienen que estar en primera fila siempre, más hoy, cuando hay que combatir formas de explotación y desigualdad toleradas y en vías de ser asimiladas, con pragmatismo y como solución, para liberar al Estado de sacrificios irrentables. Este libro, colocado ante ese escenario, no solo mueve a pensar otra vez en el debate inagotable entre teoría y práctica, sino que demuestra, a través de Mella, como el intelectual revolucionario no se debe al podio y a la pauta estilística, tiene, para ser, que plantearse el deber de repercutir constructivamente en el conjunto de la sociedad.

Este libro será necesario, en definitiva, para ser tercos y seguir tratando, guevarianamente, de convertir la sociedad en una gran escuela. Ser tercos y seguir defendiendo como Mella, al internacionalismo como la política exterior de las revoluciones, y la mejor vocación de los revolucionarios. Qué hermoso fue aquel enorme mitin de exiliados en el Madison Square Garden en homenaje al recién asesinado Julio Antonio Mella, en el que el primer mensaje que se leyó, llevaba la firma de Augusto César Sandino.

Este libro será necesario para ser tercos y seguir hilvanando con hilos fuertes nuestra identidad de cubanos con experiencia histórica. Ser tercos y revalorizar la palabra comunista, desaparecida del argot político oficial; palabra que tiene historia, una parte muy dura, pero otra tan edificante como fue el ansia de entrega completa de tantos hombres y mujeres honrados del mundo a la brega por la liberación integral de las personas.

Si la rescatamos en su sentido genuino, creador y mellista, la palabra comunista es verdadero antónimo de individualismo, dogmatismo, reformismo, conciliación y entreguismo. Por eso, gracias a Guanche y al Centro Pablo, gracias por reafirmarnos: Julio Antonio Mella era un comunista, un militante revolucionario radical por la emancipación de la humanidad, y por ella, SOLO-SIGUE-SIENDO honrado luchar.  Muchas gracias.
 

martes, 13 de febrero de 2018

Enhorabuena

Por Fidel Vascós González

Saludo la nueva línea editorial de la revista cuatrimestral Cuba Socialista en su IV Época (iniciada en enero – abril de 2016), que incluye un Dossier de debates acerca de temas de importancia para el desarrollo de nuestra Revolución Socialista. El director de la revista Enrique Ubieta Gómez presentó el pasado viernes 9 de febrero en la Casa del Alba Cultural y como parte de la Feria Internacional del Libro de La Habana, los cinco números que hasta ahora han visto la luz.

Incluir criterios discrepantes en una misma edición de un órgano editado por el Comité Central del Partido Comunista de Cuba se enmarca dentro de la herencia intelectual de Ernesto Che Guevara en su concepción y ejercicio de la cultura del debate. El Che defendía sus ideas con firmeza y fundamentados argumentos; pero respetaba las consideraciones de los demás aunque discreparan de las suyas. Y lo hacía sin proferir ataques personales ni convertir la polémica en un torneo literario.

La transición socialista en la que nos encontramos y la complejidad del mundo contemporáneo requieren del concurso de diferentes ideas para encontrar el camino más adecuado para el desarrollo económico y social del país. El debate de ideas está a la orden del día en nuestro proceso revolucionario y el tratamiento respetuoso en la polémica es una de las enseñanzas que en este campo debemos asumir del Che.

Como una muestra de lo dicho deseo destacar el No. 5 de la publicación, correspondiente al período mayo – agosto de 2017, en el cual se recogen planteamientos de miembros del Consejo Editorial de Cuba Socialista, así como de autores que escriben en La Pupila Insomne, en Cuba Posible y en otras publicaciones impresas o difundidas por medios electrónicos. También un debate en Facebook entre Arturo López – Levy y Enrique Ubieta y el intercambio entre Aurelio Alonso y el propio Ubieta. No coincido con algunas denominaciones con las cuales la dirección de la revista califica a determinados participantes en el debate, aunque reconozco su derecho a hacerlo. Pero el momento no es para exponer mis discrepancias, sino para apoyar el empeño iniciado.

Con la nueva línea editorial, Cuba Socialista se ha constituido en un ejemplo a seguir por la prensa plana (periódicos y revistas) en nuestro país. Es un buen augurio para los debates que se desarrollarán en el Congreso de la Unión de Periodistas de Cuba (UPEC) a celebrarse este año 2018.

¡Enhorabuena, Cuba Socialista!

La Habana, 13 de febrero de 2018

“Año 60 de la Revolución”

domingo, 11 de febrero de 2018

Rosita Fornés en sus 95 años

Por Miguel Barnet
¿Cómo hablar del arte en Cuba sin mencionar a Rosita Fornés? ¿Cómo hacer un recuento de la vida cultural del país entre los siglos XX y XXI sin hablar de Rosita Fornés?
¿Cómo ser cubanos y contemporáneos si no contemplamos en nuestro imaginario y nuestra memoria colectiva la figura de Rosita Fornés?
¿Cómo decir que tenemos un arte lírico, una comedia musical, un teatro vernáculo, un teatro dramático, una canción nacional, un cine, un cabaret rutilante y universal y una vedette única e insustituible sin mencionar el nombre glamuroso y universal de Rosita Fornés?
¿Cómo antologar a las figuras más prominentes del siglo XX sin incluir el nombre de ella? Imposible.
¡Qué explosión de arte y alegría, de vocación cosmopolita y nacional se produjo en La Corte Suprema del Arte, de Monte y Prado, cuando aquella adolescente subió al escenario a entonar una canción española en el lejano 1938!
A partir de ese día, grande para el arte interpretativo en Cuba, las cosas se empezaron a definir antes y después de ella en el mundo del espectáculo.
Porque ella le supo imprimir a la música española ese ingrediente transculturado que la hacía sonar ibérica y tropical, sensual y colmada de salero.
Ella se inscribió en el hall de las estrellas cuando las otras pasaron fugaces, cuando no inadvertidas. Porque ella tuvo ese don especial y supremo que le dio la vida y que se consagró con la aprobación del más exigente y sensible gusto de su público.
¿Y cuál es su público? Fuenteovejuna, podríamos  gritar. Porque ella ha tenido el don de ponernos a todos de acuerdo en calificarla entre las más completas y talentosas artistas de nuestra época. Seamos honestos, estamos todos orgullosos de ser sus contemporáneos.
Porque ella nos ha dado una inmensa lección de arte, disciplina y permanencia, de calidad humana y resistencia frente a cualquier obstáculo que se le haya puesto en el camino. Estoy seguro de que cuando sintió que una piedra se interponía en su vida, la tomó en sus manos, la besó y dibujó en ella un arcoiris. Ella es una artista a prueba de fuego, como Alicia Alonso, con esas bridas tensas que la han llevado a cabalgar hacia el infinito y la posteridad.
Rosita Fornés se casó con su pueblo cuando era ya la novia de México; su corazón noble y resonante fue fiel a nosotros y nunca nos abandonó, ni aun en los tiempos difíciles, cuando se le cuestionaba por llevar en el pecho una cruz de diamantes.
Porque su refulgencia no radicaba en esa cruz, sino en su corazón de terrestre alegría, en su espíritu amoroso con su Patria.
No voy a decir aquí lo que ya todos saben. Que ella inauguró en Cuba la comedia musical con Mario Martínez Casado, el teatro lírico y la zarzuela con Antonio Palacios, el espectáculo de la noche habanera con la presea de su talento y su belleza sin par que la convirtieron en un símbolo de la mujer cubana de nuestra época.
Solo quiero decir que ella ocupará siempre un lugar único ahí donde la historia se tiene que rendir a la poesía: en la leyenda.
Y como a una leyenda viva, de carne y hueso, la homenajeamos a pocas horas del 11 de febrero, fecha de su nacimiento, con el repique de los atabales llegados de África, las castañuelas andaluzas y los pianos europeos con los que ella deleitó y seguirá deleitándonos a los públicos de Cuba y del mundo. Sea para ti, Rosita, este homenaje una muestra de nuestro respeto y cariño incondicional en tus 95 años de acumulación de juventud y talento.

Fuente: http://www.granma.cu/opinion/2018-02-09/rosita-fornes-en-sus-95-anos-09-02-2018-01-02-57

miércoles, 7 de febrero de 2018

La Canción en Cuba (a cinco voces)

Por Radamés Giro


Como diría Emilio Billillo en la Clave a Martí, "aquí falta señores una voz": la del poeta, ensayista, profesor y entrañable amigo Guillermo Rodríguez Rivera. Como todos nosotros hoy, él estaría de plácemes con la presentación de La canción en Cuba a cinco voces, la obra más completa e importante –a mi juicio-- que se haya escrito sobre el tema en nuestro país.

Estas cinco voces solistas, las de Dulcila Cañizares, Marta Valdés, Guillermo Rodríguez Rivera, Margarita (Maggie) Mateo y Joaquín Borges-Triana, sin embargo, lograron un acople digno del mejor de nuestros quintetos, pues trazaron con sus sellos personalísimos al ser reunidos en este hermoso libro, el panorama que ya nos resultaba imprescindible, con el que pudiéramos contar para obtener una visión abarcadora bien completa de un género variado y característico de la musicalidad cubana, pues lograron entre sus textos una secuencia lógica, apegada a la verdad histórica.

Pero hay una sexta voz en este libro, la de su diseñador Ernesto Niebla, quien a través  de su visualidad, la forma de colocar los títulos de las canciones, la ubicación de los manuscritos originales, asistido por Saidi Boza y todos los especialistas en el período asignados por él, demostró sabiduría, buen gusto y pasión sin cuento, y aquí está el resultado, del cual no podemos soslayar el cuidadoso trabajo de las editoras María Elena Vinueza y Carmen Souto, las que tuvieron el acierto de añadir un índice onomástico y referencias de imágenes, que facilita la búsqueda de uno y otro caso en el texto.

Profusamente ilustrado, en este plano las imágenes ofrecen una lectura, otra, de la historia que aquí se nos cuenta.

La canción en Cuba a cinco voces, insisto, es la obra más completa e importante escrita hasta hoy en Cuba sobre un tema nunca agotado. Como la música es su base, se transforma en un libro que seduce e invita a escuchar. ¿No sería bueno que se grabara cinco discos con una selección de las canciones analizadas o citadas en él?

Desde mi punto de vista, este libro pudiera servir de modelo de cómo podría escribirse una nueva historia de la música cubana con la participación de varios autores, siempre y cuando se haga una correcta periodización y se escoja a los autores capaces de desprenderse del yo, para actuar como nosotros.

La canción en Cuba ha sido creación de hombres y mujeres del pueblo, que supieron expresar, cada cual a su manera, a través de sus composiciones el sentir del momento en que les tocó vivir, y todo ello ha sido reflejado en este libro que hoy presentamos, precisamente en el año en que se celebran cincuenta años del Encuentro de la Canción Protesta, efectuado en este mismo recinto de la Casa de las Américas, en presencia de algunos de sus protagonistas, encuentro que contó con la participación de varias personalidades de otros países y con la adhesión de aquellos que no pudieron venir.

Heredera de una tradición, la nueva canción ha sabido mantener vivo el legado de los que la antecedieron, porque "...Una tradición verdadera no es el testimonio de un pasado muerto; es una fuerza viva que anima e informa el presente..." "Bien lejos de involucrar la repetición de lo pasado, la tradición supone la realidad de lo que dura..." "...una tradición se reanuda para hacer algo nuevo..." Todo este proceso se observa en el libro que estamos presentando.     Gracias, Silvio, por este regalo a los que vivimos por y para la música cubana, verdadero aporte a nuestra cultura.