jueves, 30 de noviembre de 2017

30 de noviembre

Por René Rodríguez Rivera

Silvio: ya pasó el 11 de noviembre y se aproxima el 30, dos fechas importantes en mi vida. Esta anécdota la encontré en mi diario de Angola, te la envío por si estimas que vale la pena compartirla. Aunque tiene un enfoque personal, indudablemente, lo de Cabinda es un hecho histórico, pues la llegada de nuestra Unidad impidió que se realizara el segundo ataque y allí estuvimos hasta que llegó un Regimiento por vía marítima a fines de Diciembre, y en Enero partimos para abrir el Frente del Este. Abrazo. René.

Siempre, después de aquellos sucesos, me quedó una culpa, una especie de angustia sorda, por no haber podido participar en el alzamiento del 30 de noviembre de 1956 en Santiago de Cuba, en apoyo al desembarco del Granma, a pesar de haberme preparado como todos, realizando prácticas de tiro en una finca próxima a la carretera que conduce al Santuario del Cobre. La precipitación de los acontecimientos, por la llegada del telegrama famoso que decía “Obra pedida agotada” a la calle San Fermín número 358, donde residía el miembro del movimiento Arturo Duque de Estrada, y disponer solo de 48 horas para preparar la acción, le impidió a los compañeros enviarme el esperado aviso a La Habana, donde me encontraba en aquel momento. Después vinieron otras tareas y avatares que no lograron hacer desaparecer aquel sentimiento y que ahora no vienen al caso. Pero, como “la vida te da sorpresas”, 19 años después empecé a liberarme del remanente de aquella culpa que me asaltaba cuando llegaba la fecha.

Comenzó cuando me vi en el entonces aeropuerto militar de Boyeros, subiendo a un avión IL 18 de fabricación soviética con la ultima parte de mi Compañía Especial de 289 hombres y un pelotón de morteros de 120 milímetros. La otra parte de mi Unidad ya había salido en cuatro vuelos anteriores, con un día de diferencia. Era el 28 de noviembre de 1975 y serían aproximadamente las cuatro de la tarde.

La primera escala la hicimos en Barbados, para reabastecer el aparato, el cual no estaba diseñado para el “salto” que íbamos a dar en el océano atlántico. Uno de los pilotos me dijo que llegaríamos a África con el “ultimo suspiro de combustible”. Hubo amagos de registros, las armas iban en el espacio para el equipaje, en el vientre del avión, incluyendo los morteros y sus proyectiles. El Jefe del pelotón del 120 “metió” tremenda arenga y dijo que había que matarnos a todos para registrar. La sangre no llego´ al rio, porque un sobrecargo bajó del avión, mientras lo reabastecían, y le regaló un estuche de ron Havana-Club, con tres botellas, al jefe de los policías barbadenses del aeropuerto. Después me dijo que eso ya lo había hecho varias veces. Viajábamos vestidos de civil, los uniformes iban en nuestras mochilas junto con las armas.

Tras volar toda la noche, llegamos en horas de la mañana a Guinea Conakri. Reabastecieron el avión, y continuamos viaje hacia el Congo Brazzaville, en total 30 horas de vuelo. Al sobrevolar Brazzaville, ya de noche, vimos elevarse desde el otro lado del rio Congo las luces de un avión a reacción del entonces dictador del Congo Léopoldville (que ya había cambiado su nombre por el de Zaire), Mobutu Sese Seko. Nos vigilaba, le llamaba la atención la llegada de tantos vuelos a Brazzaville y según leí después en un libro, la CIA le había informado ya sobre el movimiento de tropas cubanas hacia el Congo.

Mobutu estaba preparando un segundo ataque a la provincia angolana de Cabinda, con una División Elite de sus tropas. El primer ataque, realizado el 11 de noviembre, precisamente el día de la independencia de Angola, había sido rechazado por los cubanos y angolanos que estaban allí, tras varios días de fuertes combates. Nosotros íbamos para ayudar a rechazar el próximo ataque, éramos el refuerzo.

De Brazzaville fuimos en otro aparato a Punta Negra, en el sur del país. Mas al sur quedaba  la ansiada frontera con Cabinda. Previamente habíamos recogido nuestras armas y mochilas. En Punta Negra nos vestimos de verde olivo, nuestro histórico uniforme. En camiones cruzamos la frontera entre el Congo y Cabinda. Los soldados angolanos de la frontera, muy contentos, nos hacían la señal de la “V” de la victoria con sus manos. Era el amanecer del 30 de noviembre de 1975. La vida lo había querido así, eran mis “causas y azares”.

Al llegar a las edificaciones de un antiguo cuartel portugués, próximo a la capital de Cabinda, que sería nuestro campamento, se me acercó el entonces Comandante Wilfredo Colas Coello (Patifino), santiaguero del reparto Madre Vieja que falleció hace unos meses, entonces  Jefe de la Compañía, y que había llegado en uno de los vuelos anteriores. Me preguntó si todo marchaba bien, le dije que si y agregue: “Comandante, hoy es un gran día para todos los santiagueros”, me respondió: “Sí, y nosotros aquí estamos cumpliendo con ellos, con los que cayeron, y con los que están”.

Desde ese día desapareció mi sentimiento de culpa. Lo que vino después es otra historia. 

sábado, 25 de noviembre de 2017

Hoy, hace 22 años

(De mi Diario) 25 de noviembre 1995:

        Hoy estuvo Fidel en Ojalá. Me avisó Felipe a las cuatro, mientras hacía sobremesa con Giraldo Alayón y Aimeé, su esposa, quienes habían ido a almorzar a casa. Salí corriendo y al poco rato se aparecieron los carros, armando el revolico en la cuadrita minúscula en que estamos. Cuando se bajaba dijo “Buenas”, como se hace en el campo, y luego irguió su estatura y, mirando a todas partes, murmuró: “Vamos a ver los estudios”. 

        Hizo preguntas de todo tipo: para qué servía cada cosa, y puso especial interés en la mesa, cuando se enteró de que allí se transformaban los sonidos. Jurek (Jerzy Belc) le hizo alguna demostración con mi voz, la que sonó primero gorda y luego flaca. Creo que lo que más le maravilló fue enterarse de que existían los sintetizadores y lo que eran capaces de hacer.

        Preguntó cuántos trabajadores teníamos y arqueó las cejas al saber que tan pocos. Se preocupó por si otros, además de los que ya se estaban familiarizando, iban a conocer los secretos de aquella tecnología, nueva en Cuba. Indagó acerca de las técnicas de grabación, hizo bromas sobre posibles inconformes eternos que quisieran repetir una y otra vez, en busca de la perfección. Hubo sonrisas cuando me puse colorado.


         Afuera nos esperaba el barrio, mientras el atardecer nos caía encima. Hubo ovación de despedida.

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Recuerdo que Fidel comentó que en una casa tan pequeña lográramos construir un proyecto de relativa complejidad. Le enseñamos el hueco que hubo que abrir en una pared de la cabina del estudio, para introducir el piano y la mesa de sonido. Aunque Ojalá llevaba ya algunos meses funcionando, por aquella visita decidimos dejar el 25 de noviembre como nuestra fecha inaugural. Así que hoy Ojalá está cumpliendo 22 añitos.

Aquel día el Jefe de la Revolución pasó más tiempo del previsto en nuestro centro --iba para una reunión--. Pocos días después supimos que, cuando llegó a donde le esperaban, Fidel preguntó a los presentes: "A ver... ¿quién de ustedes sabe lo que es una multipista?"

Cedalia, Joseíto, Fidel, yo y Felipe
La multipista
Fidel, Núñez y Jurek


domingo, 19 de noviembre de 2017

Escaramujo

¿Por qué la tierra es mi casa?
¿Por qué la noche es oscura?
¿Por qué la luna es blancura
que engorda como adelgaza?
¿Por qué una estrella se enlaza
con otra, como un dibujo?
Y ¿por qué el escaramujo
es de la rosa y del mar?
Yo vivo de preguntar,
saber no puede ser lujo.

El agua hirviente en puchero
suelta un ánima que sube
a disolverse en la nube
que luego será aguacero.
Niño soy tan preguntero,
tan comilón del acervo,
que marchito si le pierdo
una contesta a mi pecho.
Si saber no es un derecho,
seguro será un izquierdo.

Yo vine para preguntar
flor y reflujo.
Soy de la rosa y de la mar,
como el escaramujo.

                                 Soy aria, endecha, tonada,
soy Mahoma, soy Lao-Tsé,
soy Jesucristo y Yahvéh,
soy la serpiente emplumada,
soy la pupila asombrada
que descubre como apunta,
soy todo lo que se junta
para vivir y soñar,
soy el destino del mar,
soy un niño que pregunta.

Yo vine para preguntar
flor y reflujo.
Soy de la rosa y de la mar,
                                 como el escaramujo.