domingo, 31 de octubre de 2021

Blanquísima gaviota

Conocí a Alí Primera (hombre de un aura incandescente) en febrero de 1972, en Berlín. Augusto Blanca, Eduardo Ramos y yo estábamos descubriendo la nieve gracias al Festival de la Canción Política que la Juventud Libre Alemana hacía en aquellas fechas. Alí era militante del Partido Comunista Venezolano y, según nos dijo, estaba en la RDA cursando una suerte de escuela política. Por aquellos días, liberado de estudios, participaba del Festival como el fogoso cantor que era. Verlo subirse al escenario, con guitarra o con cuatro, era una estremecedora experiencia de lucha. Ni antes ni después he conocido a un cantor de barricadas que merezca más el calificativo.

Discutíamos mucho. Él, acaso estimulado por sus estudios recientes y en consonancia con su conciencia clasista, era un guerrero en cuerpo y alma, y desconfiaba de lenguajes demasiado elaborados para su gusto. Había que hacer canciones con letras directas, que llegaran al corazón de un pueblo en ocasiones analfabeto. Ahí saltaba yo a preguntar qué podíamos hacernos los que teníamos a un pueblo alfabetizado y aspirando a la enseñanza media. 

 

Apasionadas discusiones sobre el papel de la canción, sobre qué era lo correcto y por lo tanto sobre qué nos hacía más dignos de llamarnos cantores del pueblo.

 

El portugués Luis Cilia, músico exquisito, se rascaba la barba y arqueaba las cejas. Los que no entendían español ponían caras de qué se le va a hacer con estos latinoamericanos.

 

Pero siempre hubo afecto entre aquel cantor guerrero y yo. Incluso en aquel primer encuentro, donde constatamos que se podía coincidir en unas cosas y en otras no. En definitiva veníamos de países parecidos, pero también distintos; teníamos principios y prácticas semejantes, pero también diferenciadas. 

 

Alí Primera defendía la sustancia de su poética; palabras y lenguaje que le enseñó su vida, su incansable batalla. Por eso no me extrañó escuchar después sus delicadas canciones de amor, como esta memorable que les traigo hoy, día en que Alí hubiera cumplido 80 años, como nos recordó Benito ayer. 


Me la estoy aprendiendo:

 
 

Bienvenida a mi alma,

bienvenida a mi costa;

bendita sea tu sed

que te trajo hasta mí,

después de la tormenta.

 

Viento Sur de mi vida

que, si llegaste herida,

te curé en mi remanso.

Blanquísima gaviota,

quiero ser agua clara

para tu sed oceánica.

          

Cuando sanen tus alas

aumentará mi miedo

que al conjuro del viento

y añorando tu vuelo

partas a medianoche.

No voy a detenerte.

Sólo quiero rogarte

que esperes la alborada,

para verte más blanca,

blanquísima gaviota,

novia del mar y el cielo.


Mis ojos llenaré

con el cálido azul,

cuando tú te hayas ido.

Y aunque no vuelvas nunca

sé que te esperaré,

blanquísima gaviota.

Con agua dulce, gaviota,

con agua dulce.

Te esperaré, gaviota,

con agua dulce.

viernes, 29 de octubre de 2021

Lo que sé de las Auras

Tuve un amigo neurocirujano brillante, Víctor Junco, uno de los introductores en Cuba del mínimo acceso para operar la hipófisis. Una noche, en casa de Silvia García Sierra, Víctor me contó que un compañero de él, también médico del hospital Calixto García, tuvo un accidente de tránsito en el que se dio un golpe muy fuerte en la frente. El accidentado era también cirujano y, una vez recuperado, continuó con sus actividades. Pero sucedió que en medio de una operación empezó a ver unas franjas de luces en torno a la cabeza del paciente y tuvo que pedir que lo sustituyeran en el quirófano.

 

Después de aquel día continuó viendo luces en torno a otras personas. No era algo voluntario sino unas aparentes alucinaciones que le ocurrían de repente y, por precaución, tuvo que dejar de operar y de conducir. 

 

Como no había una causa, un diagnóstico, empezó a investigar por su cuenta el fenómeno de las auras. Leyendo sobre esto llegó al Himalaya y al mundo de los Lama. Entonces se enteró de que, a los escogidos para ese tipo de sacerdocio, en la niñez, se les clavaba una pequeña astilla de madera entre las cejas.

 

Como el golpe más fuerte de su accidente había sido precisamente en esa zona de la cabeza, llegó a la conclusión de que lo que estaba viendo eran auras, como los Lama.

 

Hasta aquí lo que sé de las Auras.

miércoles, 27 de octubre de 2021

Para Juan Valdés Paz, carta inconclusa de despedida, hasta siempre!

Por Julio Carranza

La tierra se llama Juan,
solías decir cuando querías burlarte de todo, hasta de tu propio nombre.
Juan Jorge Salomón Valdés Paz, Salomón cuando querías pasar “subuso”, de la Paz “idea de la vieja para levantar el Valdés”, decías.
Donde estarás ahora?, ayer apenas estabas aquí, deshaciendo entuertos.
Alguien, hace 12 años, descubrió que padecías de una enfermedad difícil, pero de muy larga evolución 
La noticia nos estremeció a todos, entonces hubo una tristeza adelantada.
Me dijiste: tengo 70, dicen que algo me puede matar en 10 años más, cuál es el drama?, de algo hay que morirse a los 80!
Ahí tú, burlándote también de la muerte!, sin quererlo 
dejabas claro que era difícil llegar a tu estatura.
Tuviste una vida dura y luminosa, llegaste a Cuba (a la vida) allá por junio de 1938, suponías un origen judío que nunca fue confirmado bien.
Desde temprano llegaron padecimientos que te hicieron desde niño luchar por tu vida como un hombre, aislado en salas de hospital, quizás de allí nació tu tremenda voluntad y también tu odio por los vegetales que fueron tu dieta terapéutica entonces
Había que trabajar, la cosa estaba dura y adolescente aún recorrías las calles de Centro Habana para recoger la ropa sucia que debías llevar diariamente, uno y otro día, por las mismas calles a la lavandería “El buen gusto”,
la del gallego aquel que si te veía parado, descansando algo, asumía que le estabas robando!
Ya desde entonces un lector empedernido, devorando libros, de lo simple a lo complejo.
Tu estatus social “subió” de la lavandería a la famosa tienda Indochina, la del judío Lichy; cargo: ascensorista y multioficio.
Trabajo duro y mil travesuras de las útiles, intentaste organizar sindicatos y el colmo, tu participación en la huelga de abril, la breve, pero terrible, detención en la cárcel de Ventura con tu querido hermano Tony, te hicieron faltar algunos días a tu deber de ascensorista, para el judío era inaceptable, despedido!
Con mil trabajos y poco tiempo asistías a la Escuela de Oficios, no era tu vocación, era lo que había y 
había que estudiar algo, el resto de los conocimientos estarían en tus manos autodidactas, recorriendo desde entonces bibliotecas y librerías, todas las que existían, desde entonces hasta ayer!.
20 años en enero de 1959, la Revolución entró en la historia y tú entraste en la Revolución, de manera definitiva, sin asomo de ambiciones personales, tú material genético era incompatible con las ambiciones.
El primer espacio para un joven de 20 años: maestro voluntario, y ahí estaba Juan Jorge Salomón, siempre quisiste ser maestro!, y lo fuiste siempre, empezaste en el momento más difícil, en el lugar más difícil, la Sierra Maestra!, en aquellas brigadas que decían “somos la vanguardia de la Revolución” y lo eran!
Alguien paso diciendo que aquellos muchachos maestros con alguna formación debían ocupar mayores responsabilidades, las circunstancias así lo exigían!, hubo una reunión, en el salón estaban todos, los sentados a un lado serían diplomáticos, los del otro administradores de centrales azucareros, ahí estabas tú, “me senté en el lugar equivocado”, me dijiste entre risas muchas veces!
Llegaste con tus 22 años al central Abel Santamaría, no habías visto una caña ni en fotografía, pero había que hacerlo y hacerlo bien, debías imponer autoridad, tratar de demostrar que sabias. La caña de este año está un poco delgada, le dijiste a un compañero, sorprendido te miro diciendo “eso no es caña Jefe, eso es hierba”!
Creciste, lo hiciste bien, muy bien, aprendiste de la industria del azúcar todo, me lo explicaste en detalle muchas veces!
Inevitablemente, tus méritos e inteligencia hacían que las responsabilidades fueran creciendo y tu compromiso también, ya casado de primer matrimonio, dos hijos, todo en medio del torrente de la época épica.
Así llegaste a las estructuras de dirección del INRA, allí aprendiste de las sabias ironías del Viejo Padrón que de aquello sabía mucho desde antes y con espanto observaba las improvisaciones.
A principios de los setenta, mientras poco a poco terminabas tu carrera de sociología, solicitaste ir de profesor a la Universidad de La Habana, al Departamento de Filosofía, el de la Revista Pensamiento Crítico, fuiste sin dudas uno de sus personajes emblemáticos, entre tanta gente valiosa allí.
Surgieron amistades que te duraron toda la vida, subir montañas hermana hombres, se ha dicho y vaya si hubo que subirlas allí, y después también en el CEA, fuimos alpinistas por fuerza!
Desde aquel Departamento se dejó una huella imborrable, seguida luego por generaciones, a pesar de que los dogmas, incomprensiones  y mezquindades de la época acabaron con aquello, hasta la casa derrumbaron, me decías con ironía.
Volviste a la Agricultura, tanto que hasta Viceministro paraste.
Ayudaste a tus compañeros, muchos de ellos sin lugar después de salir del Departamento, pero con las convicciones de siempre, los llevaste contigo a la Agricultura.
Allí brilló de nuevo tú inteligencia, reconocida por una dirección y denostada por otra cuando la cambiaron. La discusión fue de nuevo dura, la batalla allí estaba perdida me dijiste con ironía, sólo me quedaba tratar de sacar mi cadaver intacto, permítanme volver a la academia dijiste, concedido.
Surgía entonces el CEA, reunía a viejos compañeros del Departamento de Filosofía, allí reencontraste tu lugar, un lugar!
Lo expresé en un verso satírico en 1984, Juan Valdés un jornalero, filósofo agricultor, llegó a hacerse investigador, en este nuevo cantero”!
Allí te conocí en 1980, serías el tutor de mi tesis de licenciatura, fue una coincidencia que cambió mi vida, no lo sabía y estaba ganando no un tutor, un hermano mayor, un segundo padre!
Ve a ver al hippie, me dijo el gordo Santiago, el Director, así te decía, no sé por qué. Estabas en tu oficina con aquella irrompible camisa McGregor de tres colores, azul, gris y verde.
Hice la tesis, fue hasta premiada y me hizo ganar la entrada al Centro de Estudios sobre America, el CEA, 16 años fecundos y felices, los más fecundos, los más felices. Fuiste mi jefe y después propusiste que yo fuera el tuyo, solo te interesaba estudiar, escribir, aportar, no soportabas los dogmas, tampoco a la burocracia, eras como dijiste “un caballo ensillado”, pero que sabía “relinchar” con fuerza.
Nunca tuviste dos verdades, solo una fundamentada y recta, quizás porque tu voz te lo impedía, todos te escuchaban siempre, desde la sala hasta la cocina.
Supiste y enseñaste a distinguir y combinar la reflexión académica, científica con la acción militante, la segunda con disciplina, la primera con total independencia, sin admitir ataduras ni dogmas, yo he tratado de asumir esa herencia, hasta donde sea posible, claro.
Éramos un buen grupo allí, todos amigos entonces, todos amigos hoy (pocas excepciones), viajamos medio mundo en los más disímiles eventos y circunstancias, mil anécdotas, declaraciones incómodas que provocaban reclamaciones políticas en Cuba, y si eran incómodas, pero incuestionablemente revolucionarias, no era fácil discutir contigo, tampoco con nosotros, es la verdad!
Llegaron las horas “oscuras 
y luminosas” del 1996, el “caso CEA”, el problema de esto no es lo que nos afecte a nosotros, dijiste, es que es un error político que afecta a la Revolución!, cuanta razón tenías, quizá hoy aquellos lo entiendan y si no lo entienden poco importa, tú estás ya en la gloria. Eras, como ha dicho con certeza Rafael, el mejor de todos nosotros!
Nos dispersaron, se rompió el grupo, a ti al Instituto de Historia, allá lejano, cerca del Parque de la Fraternidad,  
“Me han alejado de mi tema y de mi casa!”, aquella humilde de Pogolotti, donde viviste feliz por décadas con tu segunda familia y tu tercera hija. Allí donde tantas, tantas veces te fui a ver, cómo aquella noche de 1986, donde con razón y con argumentos que contigo comprendí, expresaste tu preocupación por el giro que daba la política nacional, pocos te entendían entonces, la vida te ha dado la razón y a mi contigo, creo.
En el CEA hicimos muchas cosas, aprendimos muchas cosas, tantas que “derramaron el vaso” y pasó lo qué pasó.
Lo tomaste como siempre, con entereza, con sabiduría, con humor, sin resentimientos y con las convicciones y los compromisos intactos.
No se pudieron impedir los reconocimientos a ti, eran incuestionables, mismos que no perseguías pero que merecías como nadie hasta el Premio Nacional de Ciencias Sociales, ahí está tu obra!, lo recibiste con un discurso impecable, sabio, revolucionario y provocador, como siempre, allí estábamos tus hermanos, orgullosos de ti!, aplaudiéndote!
A pesar de todo, de tu vida ejemplar, de tu actitud de revolucionario inclaudicable, hay cosas que la burocracia conservadora no puede asimilar, hace poco supimos que trataron de impedir la publicación de una entrevista tuya en un medio español de izquierda, irónicamente les molesta que fueras tan revolucionario, iconoclasta como son los de verdad!
Vinieron años de actividades diversas, en la UNEAC y en tantas partes, recorrimos juntos el sur y el norte del mundo, aparecieron nuevos hermanos como Manolo allá en los “madriles”, las horas memorables en la terraza de Papito, donde te llevé por primera vez y a mi Paquito.
Durante el tiempo vimos muchas cosas malas y buenas, para ti la peor era cuando había alguna traición grosera y oportunista, lo puedo entender todo menos la traición, me dijiste muchas veces, yo tampoco y no solo te referías a la política. Tu ética enorme no te lo permitía.
La relación entre nuestras familias y entre nosotros se fortaleció, fuimos más hermanos que nunca, en todos los momentos, los felices y los difíciles
hoy mis hijas y mi esposa te lloran como yo, nos cuesta admitir esto!. 
Nunca tomé una decisión importante sin consultarte antes, era tanta la confianza!, lo voy a extrañar Juancho!, cuando como a un piloto lo dejan solo en el avión, solear creo que le dicen, va a ser duro, hace apenas 24 horas que te fuiste mi querido hermano y ya estoy sintiendo tu ausencia en el alma, el vacío es enorme, no solo para mi, para Cuba y para tanta gente que te admira, ojalá pudieras ver las cosas que en pocas horas sobre ti se han escrito, tu vida fecunda no admite ni un solo cuestionamiento. Ya tengo nuevas cosas que consultarte que contarte, cómo hasta apenas ayer!
Cuando recibí la noticia dije y ahora te repito a ti: seré fiel a las ideas que compartimos por décadas!
Hasta siempre!!!!!!
July.
Octubre 27 2021.

___________________________________

Foto: Chinolope


domingo, 24 de octubre de 2021

Tres del lunes

Pasa el lunes


Pasa el lunes y pasa el martes

y pasa el miércoles y el jueves y el viernes

y el sábado y el domingo,

y otra vez el lunes y el martes

y la gotera de los días sobre la cama donde se quiere dormir,

la estúpida gota del tiempo cayendo sobre el corazón aturdido,

la vida pasando como estas palabras:

lunes, martes, miércoles,

enero, febrero, diciembre, otro año, otra vida.

La vida yéndose sin sentido, entre la borrachera y la conciencia,

entre la lujuria y el remordimiento y el cansancio.


Encontrarse, de pronto, con las manos vacías,

con el corazón vacío,

con la memoria como una ventana hacia la obscuridad,

y preguntarse: ¿qué hice?, ¿qué fui?, ¿en dónde estuve?

Sombra perdida entre las sombras,

¿cómo recuperarte, rehacerte, vida?


Nadie puede vivir de cara a la verdad

sin caer enfermo o dolerse hasta los huesos.

Porque la verdad es que somos débiles y miserables

y necesitamos amar, ampararnos, esperar, creer y afirmar.

No podemos vivir a la intemperie

en el solo minuto que nos es dado.


¡Qué hermosa palabra "Dios", larga

y útil al miedo, salvadora!

Aprendamos a cerrar los labios del corazón

cuando quiera decirla,

y enseñémosle a vivir en su sangre,

a revolcarse en su sangre limitada.


No hay más que esta ternura que siento hacia ti, engañado,

porque algún día vas a abrir los ojos

y mirarás tus ojos cerrados para siempre.

No hay más que esta ternura de mí mismo

que estoy abierto como un árbol, recorriéndolo todo.


He aquí la verdad: hacer las máscaras,

recitar las voces, elaborar los sueños.

Ponerse el rostro del enamorado,

la cara del que sufre,

la faz del que sonríe,

el lunes, y el martes, y el mes de marzo

y el año de la solidaridad humana,

y comer a las horas lo mejor que se pueda,

y dormir y ayuntar,

y seguirse entrenando ocultamente para el evento final

del que no habrá testigos.


                          Jaime Sabines



Lunes


Las seis de la mañana

partiendo a gritos del reloj: de nuevo

la catedral de luz derribará sus muros

sobre mi caminante corazón

que descansaba.

Odio como a un burgués la fuga de las sábanas.


No es por el frío, que no existe.

No es por el miedo al ojo agazapado

donde el farol,

anoche,

crucificó la sombra.

Ni siquiera es por ti,

ni por tu sexo que estalla en las manos,

tu descubierta gruta

recién muerta en el agua.


Es

oh indeterminación

que un año azul y roto se merece

la sensación antigua como mi puño izquierdo

o mi añorada comprensión de los pájaros:

el ojo junto al hombro, sin suplicar siquiera,

la mano hacia la cara de nueva piedra que alzo,

la vida que me pide,

la miserable savia que reconozco en mí.


Habría tenido, digo yo, que venir,

—no al mundo de los títeres, costureros de seda,

rudas botellas de ginebra como hospitales de la sed,

no al mundo que me das o al te doy,

pan deleznable, campo

para el cuchillo de la mermelada

habría tenido que venir, repito,

como un desnudo incendio

hasta el reseco bosque donde me aterro sin gritar,

como un rudo torrente para la arena débil,

como aquel árbol que exige sangre de la tierra dormida,

reclamo de preñez contra la fuga,

contra la inmóvil lágrima

y la potente desesperación


Pero, tempranamente,

vine como soy,

con manos desangrables,

con miedo,

con amor,

con cuatro lunes cada mes.

Y creo

que de no ser por este corazón,

por este palpitante planeta musical,

ya me habría marchado a tratar de morir.

Con todo,

no querría olvidarme de la risa


                   Roque Dalton



Lunes

 

Volvió el noble trabajo

pucha qué triste

que nos brinda el pan nuestro

pucha qué triste

me meto en el atraso

hastacuandodiosmío

como un vicio tornillo

como cualquier gusano

me meto en el atraso

y el atraso me asfixia,

dos veinte, cinco quince,

me aplasta, me golpea,

once setenta, mil

trescientos veintiuno,

se me perdió una cifra

estaba aquí y ahora

tres falsos contrasientos

gotean de mi bolsillo

alguien llama alguien manda

pucha qué triste

alguien

se metió en el atraso

desordenó las pistas

y en cada diferencia

añadió tres centésimos.


Volvió el noble trabajo

aleluya

qué peste

faltan para cl domingo

como siete semanas.

 

                  Mario Benedetti