jueves, 31 de diciembre de 2020

No es posible esperar a que los prejuicios se conviertan en consignas

No siempre resulta correctamente entendida la condición del intelectual y su tarea y responsabilidades en la sociedad. Esto suele provocar incomprensiones y aislamientos, agrios juicios y fáciles conclusiones. Para algunos se trata de un representante tardío de la burguesía o de sus concepciones y costumbres, para otros el prototipo de la amoralidad, y no faltan los que le consideran tácitamente un mal necesario, personaje siempre propenso al liberalismo en el orden ideológico, a la excentricidad en el de las relaciones sociales, y sospechoso por todas estas razones.

Las relaciones entre el intelectual y sus contemporáneos no pueden basarse en la sospecha. Solo hay un modo adecuado de abordar los problemas que le conciernen, y de resolverlos, no desde fuera, sino en el marco del respeto que todo ciudadano merece. Ese “modo” no es ni nuevo, ni inaccesible. Es muy simple y puede ser muy fácilmente resumido: hay que tratar de comprender. Y es evidente que esto no es imposible. Pero puede serlo también. Todo depende de la actitud que adoptemos y de la autenticidad de nuestro espíritu revolucionario. No es extraño encontrar compañeros que saben usar grandes palabras, repetir fórmulas y remitirse en última instancia a los intereses de la clase obrera y sus objetivos históricos. En algunas ocasiones las grandes frases y fórmulas encubren la más completa indigencia ideológica, y no deben faltar los casos —y no han faltado—, en que semejante oropel oculta el oportunismo, las actitudes amplificadoras o sectarias, o cuando menos una gran falta de humildad. Y son precisamente estas posiciones y actitudes, y la conducta y fraseología que de ellos se desprende, elementos que inciden para crear o sostener el clima menos propicio a la comprensión.

El revolucionario verdadero, o que siéndolo ha alcanzado un cierto nivel de desarrollo ideológico, se planteará los problemas que conciernen al trabajo creador, o debe aprender a hacerlo de muy diversa manera. Sería muy cómodo y tranquilizador abrir alguno de esos diccionarios de lugares comunes de la filosofía o la cultura —y ni la filosofía ni la cultura en su conjunto resultan del lugar común—, buscar en una página cualesquiera definiciones y recomendaciones, y aprobar de una vez por todas caminos que nos resultarían un tanto áridos abordados de otro modo. Pero el comodismo y los tranquilizadores no son propios de los revolucionarios, y mucho menos de su vanguardia. Por eso se hace necesario estudiar y conocer, discutir y profundizar, rechazar la sospecha como método y evitar las descripciones facilistas y caricaturescas, las excomuniones y en general una inútil batalla sin principios, que ya bastante daño ha hecho —y la historia contemporánea se encarga de probarlo— al desarrollo de la cultura y, particularmente, de sus manifestaciones artísticas en los países socialistas.

No debemos olvidar tampoco el grotesco y triste espectáculo que ofreció la filosofía marxista —centro de nuestra ideología—, exudada por la repetición durante los años del stalinismo cultural.

La primera cruzada, en el terreno de la ideología, debe librarse contra los papagayos y hay dos modos de hacerlo: denunciando el papagayismo, y desterrándolo de nosotros mismos. La experiencia viva, inmediata, de la revolución cubana, y nuestra condición de protagonistas nos arma excepcionalmente para ello. Nuestra revolución es en esencia, y por su presencia, una lección de antipapagayismo. Pero su objetivo no se define por ser anti. Se define por ser creativa, por buscar y desarrollar nuevas iniciativas incesantemente, y por hacerlo en estrecha conexión con el mundo real y transformándolo. También la revolución ha resultado para algunos demasiado excéntrica al salirse de ciertos cánones “clásicos”; no han faltado quienes confunden el valor y la audacia, consecuencias de una justa valoración de las circunstancias internacionales, con el aventurerismo hasta se da el caso de quienes dejan entrever sospechas de una floración liberal.

La creación es siempre una fuente de riesgos y exige un valor y una audacia especiales, y ese valor y esa audacia son parte de la condición misma de sus personeros, no importa que se trate de un investigador científico o de un explorador, de un militante revolucionario, o simplemente de un artista. La voluntad de enriquecer el mundo ampliando y haciendo más compleja su realidad, descubriendo internas conexiones y rompiéndolas y recreándolas, está presente en todos los casos. Y en todos la aceptación del riesgo es denominador común. Nada hay más parecido que un revolucionario y un intelectual, o lo que sería más exacto, el revolucionario es, según mi modo de ver, la más alta floración de la condición intelectual.

¿Por qué entonces este divorcio práctico, tanta ceguera y tan poca comprensión, y hasta hoy, voluntad de entender? ¿Por qué la sospecha se hace fácilmente ley en algunos ambientes y sectores, y es adoptada sin mayor reflexión, y se convierte en fuente de nuevas confusiones y prejuicios, de distancia, agresividad e incomunicación?

Los procesos revolucionarios no son cuentos de hadas, novelas rosa o fórmulas matemáticas. Ni la magia ni el folletín o el cálculo exacto y cronometrado tienen nada que hacer en ellos. La revolución derrumba altares, deja que otros se desplomen, y levanta los que puede y sabe construir, pero debe aprender nuevas técnicas, vivir convulsos períodos, quemar sus manos en la experiencia y crecer y alcanzar la dimensión y la profundidad que exigen sus búsquedas. No se trata sin embargo de sentarse a esperar, o de contribuir silenciosamente con el ejemplo y el tacto, en tanto los prejuicios crecen, los preconceptos campean por sus respetos. Es necesario abordar los problemas cuando estos se plantean como tales y hacer un esfuerzo y una contribución que se traduzca en lucidez. No es posible esperar a que los prejuicios se conviertan en consignas. Hay que saber decir no a tiempo, y hay que decirlo.

Una larga y nefasta tradición de simplificaciones teóricas está en la base de prejuicios y malentendidos. Y una penosa historia de abusos burocráticos justificados mediante elaborados sofismas y francos disparates, exigió explicaciones publicitarias, comentarios y acusaciones, trabajos críticos más o menos deshonestos y añadió en definitiva confusión y oscuridad a problemas ya de por si complejos, paralizando el pensamiento crítico o aplastándolo en la gazmoñería apologética. Esta tupida selva de ignorancia y mentira, de falsas teorías pseudorevolucionarias, palabrería y demagogia, se interpone entre muchos honestos militantes revolucionarios y los intelectuales dedicados a la creación artística. Estos no pueden satisfacer la demanda de los militantes que pretenden, obtener peras del olmo y quedan de este modo defraudados. El intelectual pasa a ser considerado a partir de entonces, indiferente o apático, marginal e inaccesible, y por lo tanto inútil socialmente.

Si alguien se sienta al final de una cadena ensambladora de refrigeradores con la esperanza de recibir como culminación del proceso mecánico un par de zapatos, seguramente no obtendrá su objetivo por apremiante que este le resulte y, o marchará discretamente o armará una protesta que le conducirá sin duda al más cercano manicomio. Esto no invalida su necesidad de zapatos, pero hay un juicio claro y coherente sobre el producto que una ensambladora de refrigeradores debe rendir. En cambio, cuando un militante revolucionario, o una organización de masas, o zonas de la opinión pública marcados por los aparatos de publicidad o divulgación, reclaman del escritor del artista plástico, del compositor musical o del director cinematográfico, la apología al minuto de los sucesos de la actualidad nacional o internacional, las puertas del manicomio se entreabren como una amenaza, no para los que esperan convertir a los artistas en “traganickeles-ideológico-agitativos”, sino para los creadores que estupefactos se inhiben o rebelan. Tampoco en este caso resulta artificial la necesidad del comentario apologético o crítico y seguramente incluso muchos creadores pueden dar en ese sentido una cierta contribución por virtud de su disposición militante y dominio del oficio. Pero esta no es la regla de oro, y falso sería pretender aplicarla sin antes detenerse a valorar la situación y disponibilidad de cada artista, el sentido y orientación de su trabajo, su formación y la dirección de sus búsquedas, la significación que estas tienen para el movimiento cultural y no solo inmediata sino también mediatamente.

Si somos capaces de un grado mínimo de curiosidad y estarán prestos a penetrar ese mundo en el que lentamente surgen nuevas dimensiones de la realidad o se revelan sentidos hasta entonces ocultos, podremos también tender un puente de comprensión, desarrollar el grado de confianza y colaboración que acerca el artista al militante, y permite razonable y serenamente el aprovechamiento mutuo de igualmente valiosas experiencias vitales. Descubriremos cuánta falsedad y daño encierran los manoseados manuales sobre el arte y la literatura, sus retóricas y abstractas clasificaciones, el juego de las categorías y nomenclaturas que sustituyen el pensamiento crítico, la exaltación de las corrientes populistas y los casi reglamentos y “esbozos de decretos” sobre los deberes y función social del artista, elaborados burocrática y a veces inquisitorialmente, y propagados como modernas biblias. El arte y el trabajo artístico no pueden ser manejados con decretos y palabras de orden a según preceptivas. Su vitalidad y significación, el grado de complejidad que suponen, escapa a los manuales y catecismos, incluyendo a los que repiten citas de Marx o Engels cada veinticinco líneas. El estudio, la exploración, y las provisionales conclusiones que van sacándose alrededor del trabajo artístico solo tienen real validez cuando resultan producto de una in­vestigación estética y sociológica serena y seria, fundamentada en hechos y análisis, y sujeta a las variantes que el desarrollo social, y el aporte de los creadores suponen. La verdad revelada es tema de las religiones, no del espíritu científico. Seguramente por eso Louis de Aragón señala con gran agudeza al referirse a los que esgrimieron impunemente el análisis de Engels sobre la obra de Balzac, convir­tiéndolo en dogma, que “no comprendían que en este caso el ejemplo de Engels no está en el texto, en la frase sobre Balzac, sino en la conducta de Engels ante Balzac, y que seguir ese ejemplo no consiste en recitar una oración, sino en ser capaz, frente a otro hecho, de abordarlo con la inteligencia de Engels o de Marx”.

De todo esto puede inferirse, aun cuando andemos tras la verdad de “perogrullo”, que el trabajo artístico comporta un alto grado de elaboración y la capacidad, imaginación, sensibilidad y formación necesarios para producirlo. O lo que es lo mismo socialmente hablando, que los artistas y su trabajo merecen el respeto y la consideración de sus conciudadanosy la atención de la sociedad, y de la revolución de que son parte. Es una pena que no pueda ahorrarme enunciar esta otra verdad perogrullesca. Y que deba empeñarme en subrayarla. No debe entenderse, sin embargo, que calculamos al artista intocable y marginal, o a todos los creadores en la misma posición y actitud o dueños del mismo nivel ideológico. Esto sería simplificar la situación y redu­cir a su absurdo un esbozo que pretende sobre todo fijar el grado de la complejidad que precisa reconocer a los problemas de la cultura artística y su tratamiento. Es en ese sentido en el que consideramos necesario establecer, y hasta promover, un respeto activo que supone la polémica y la crítica, y evita al mismo tiempo, la presión y el insulto.

No se trata pues de reclamar un silencio y serenidad beatíficos. Se trata de abrir y aun de ahondar el debate ideológico sin temores y sin límites, de hacerlo coherente y seriamente, buscando en extensión y profundidad las líneas más justas y los análisis más completos. Y de armarse para este proceso con una adecuada formación, que ha de comenzar por una información igualmente adecuada. De otro modo la tentación de la fuerza puede hacerse inevitable y causar incalcula­bles daños, temporal silencio e irrecuperable empobrecimiento espiritual. En el terreno de la cultura no cabe expresarse por consignas, o hacer el juego a la provisional ignorancia de las masas, desencadenando reacciones de las que tarde o temprano ellas mismas pedirían cuentas. El riesgo es inevitable. Bastaría fijar algunos puntos con extrema claridad: 1) el arte y el trabajo artístico constituyen una especialidad; 2) la crítica de esa manifestación del trabajo humano, de su valor estético e importancia social, no debe ser abordada sino desde posiciones calificadas, y en consecuencia exigirá de sí misma un elevado nivel de información y densidad ideológica.

Es curioso que debamos detenernos en estas reflexiones y proposiciones. En general no aparecen espontáneas vocaciones críticas respecto de la ciencia y de sus manifestaciones, o del trabajo de investigación técnica en general. El arte debe afrontarlas, en cambio, independientemente del desarrollo cultural e inclusive de la instrucción de sus apologistas o detractores, y en la mayor parte de las discusiones de orden teórico alrededor de su naturaleza y supuestos deberes aparecen siempre ingredientes de ignorancia y confusión. Esto se explica por dos razones. Las manifestaciones artísticas se dirigen generalmente a todos los posibles espectadores, o en el caso de la literatura a cuantos saben leer y pueden adquirir un libro. La gente de cine sabe que cada espectador es un crítico potencial. Los tratados de matemáticas, los experimentos de física o las búsquedas que se ayudan en las calculadoras electrónicas pueden igualmente afectar la vida de todos los hombres, pero lo hacen indirecta y medianamente a través de objetos y productos, de nuevas condiciones de vida, y posibilidades de muerte. El consumidor puede rechazar la calidad del producto o lamentar la escasez de otro, y el ciudadano enterado y activo conoce de la importancia del átomo, de los peligros que comporta de las posibilidades que abre. Pero en general no se juzga a los científicos desde la ignorancia sobre su especialidad. A un lego no se le ocurrirá jamás opinar sobre la física cuántica. En cambio, la literatura y el cine, la música y la arquitectura y escultura, la danza o el teatro llegan en forma más directa y provocadora. No solo expresan enriquecen el mundo de imágenes e ideas, desencadenan, cuando resultan logradas, nuevas reflexiones o experiencias, y resultan, de hecho, un choque con la propia imagen o el descubrimiento de lo desconocido. Estas características fijan la ilusión de que la cultura artística puede y debe ser discutida exhaustiva y productivamente a todos los niveles, sin necesidad de tomar en cuenta, previamente, la especificidad de su elaboración o la complejidad del producto terminado, no solo como motivo de satisfacción inmediata, sino, sobre todo, como aporte, o simplemente como testimonio. Esa es también la clave de prejuicios que, en no pocas ocasiones, se confunda el gusto propio y a veces prejuicios y conformaciones ideológicas primarias con leyes de la es­tética marxista. El sociologismo hace su aparición: y a falta de un análisis en profundidad se cubre el vacío teórico con las fórmulas manidas que ofrecen manuales y supuestos divulgadores. Reader’s Digest tiene sus representantes en el socialismo. La obra de arte debe reflejar la realidad inmediata y su problemática, aportar soluciones colectivamente elaboradas y discutidas; quedar estructurada clara y orgánicamente con un criterio definidamente pedagógico, de modo tal que pueda ser asimilada sin mayor esfuerzo; exaltar “el héroe po­sitivo”, evitar toda valoración de su contrapartida, y de ser posible explorarla; y reservar un capítulo, varias escenas, o el mejor ángulo del lienzo para alguna consigna de agitación y actualidad. Es así, en una mayor o menor medida, como llega a entenderse la significación social del arte: el artista debe ser reportero de prensa y pedagogo, orientador de la juventud y agitador político. El artista y su obra que­dan de este modo comprometidos con la actualidad. Y si no la abordan de inmediato y sistemáticamente no parecen revolucionarios y pue­den ser rechazados como extraños a nuestra época.

En realidad, el artista y su obra están comprometidos con su época, y en nuestro caso muy concretamente con la revolución. No pueden ser indiferentes a ella, y no solo porque no deban. La neutralidad es ajena a los períodos revolucionarios, y ni siquiera es posible en otros momentos. Pero el trabajo artístico supone una larga, paciente y compleja elaboración, y un proceso de asimilación y sedimentación que puede ser inclusive el único resultado del esfuerzo de toda una corriente o tendencia y hasta de una generación. El experimento y las búsquedas, inclusive formales —la esencia de una búsqueda es siempre expresar clara, o más profunda y penetrantemente—, la confrontación y el sistemático trabajo crítico, no le son ajenos. Es necesario comprender esto. No para llenarnos de benevolencia sino para partir, en el análisis crítico, de posiciones justas y sobre todo reales. La crítica podrá entonces encontrar sus canales y promover discusiones constructivas. Y por este camino contribuir a superar situaciones, y muy puntualmente la ausencia de diálogo.

Ese diálogo y las condiciones en que debe producirse debe ser motivo de cuidadosa y sistemática atención. Estas notas pretenden de algún modo destacar su importancia y los riesgos y perjuicios que se desprenden de su ausencia, o los que traería una torcida concep­ción del método de trabajo en un terreno tan complejo como el que supone la preocupación por el desarrollo de un movimiento cultural digno de nuestra época y de las hazañas de nuestro pueblo.

¿Debe entenderse entonces que solo el prejuicio y la falta de in­formación, o falsificaciones teóricas largamente divulgadas, resultan la causa de que un diálogo necesario y deseado permanezca como proyecto, o de que ni siquiera se plantee?

No son pocos ni leves los errores cometidos por las organizaciones profesionales, ni creo también poco que podamos o debamos “idealizar” o “barnizar” la situación del movimiento cultural cubano contemporáneo. Esto no sería una bue­na y ni siquiera una honesta contribución a la apertura del diálogo, a asegurar su valor y utilidad práctica. Pero no es posible tampoco analizar una muy concreta situación a base de generalizaciones, o borrando la historia y las características de un proceso cultural que ha dado y ofrece importantes aportes a la formación de nuestra nacio­nalidad, y que con sus armas específicas, y en la medida de su significación, fue capaz también de movilizarse y alinearse en la lucha por el triunfo de la revolución. Y esto es lo que considero urgente subrayar. Porque no son limitados comprimidos ideológico-caricaturesco al estilo comics los vehículos adecuados para analizar críticamente los problemas de la cultura o las realizaciones de los creadores. Y mucho menos para iniciar procesos de intención. La utilización de estos métodos supone penosas subestimaciones. Y prueba una vez más que el diálogo es necesario, y que necesario es abrir la posibilidad de que este se produzca en un clima adecuado.

(Tomado de Alfredo Guevara, Revolución es lucidez, Ediciones ICAIC, La Habana, 1998, pp.167-174.)

Fuente: http://habanafilmfestival.com/no-es-posible-esperar-a-que-los-prejuicios-se-conviertan-en-consignas/

martes, 29 de diciembre de 2020

Te cuento como pasó

Por Laidi Fernández de Juan

Además de que envejecemos a la par del crecimiento de nuestros hijos, otras muchas cosas suceden con el paso del tiempo. Los padres debemos mostrar la madurez que no alcanzamos, la paciencia que hemos perdido, la sabiduría que nunca tuvimos y, sobre todo, la tolerancia que jamás recibimos. Fuimos criados bajo una rigidez tan grande, nos educaron con tan alto sentido del altruismo y del cumplimiento del deber, que cuando empezamos a tener hijos pactamos con ellos una forma radicalmente opuesta de crianza. Desde que los vimos por primera vez en la pantalla del ultrasonido que nos hizo la genetista del área de salud, les prometimos que la vida iba a ser una fiesta permanente. 

Tal vez porque nuestras madres no tuvieron la oportunidad de vernos dentro de ellas, fetoides aún, chupándonos el dedo gordo en medio de un líquido viscoso y sobrenadando en un saco, fueron tan exigentes. Quién sabe. Hay que reconocerles a nuestros progenitores (al menos) que nos hicieron más fuertes que el bronce, listos para cualquier adversidad. Ellos, con sus entregas a causas nobles casi sobrehumanas,  y el momento histórico de entonces, contribuyeron a que una generación entera se comportara como un imbatible ejército de ninjas. El resultado es bien interesante: quienes ahora rondamos o pasamos la media rueda, participamos en tal cantidad de campañas, nos entregamos tanto a todo, y pasamos tan largos períodos fuera del hogar, que nos acostumbramos a cosas que ahora a nuestros hijos les resultan no solo exageradas, sino inverosímiles. Cuando pienso que mi hijo mayor se acerca a la edad que yo tenía cuando partí de Cuba para trabajar  en otro continente, me estremezco de pies a cabeza, lo confieso. Acuden a mi memoria los bellos momentos que viví, todo lo que aprendí fuera de nuestras fronteras, y también las amarguras, las incomprensiones y las sorprendentes traiciones. Y me prometo que ni él ni mis otros hijos sufrirán lo mismo, aun a costa de perderse la parte linda del sacrificio.  

Quienes estuvimos becados nos creemos una especie en extinción, y tal vez lo seamos. Eso de tener doce años, y ser despertado al amanecer con himnos; marchar con botas rudimentarias, sembrar tomates y pepinos en un campo árido; estudiar y hacer tareas a las diez de la noche, bañarse con una mínima, infecta  y congelada agua; y ser feliz al mismo tiempo, hoy resulta imposible de creer. Nuestros padres, también consagrados a lo que había que construir, nos veían de sábado en sábado. Deben haberse sorprendido un día con nuestros pechos, con los bigotes de los varones, con el cambio de nuestras voces y con el repentino envejecimiento que les vino encima. De pronto eran ancianos, y nosotros no estábamos. 

Entonces las paredes se agrietaron, los suelos perdieron firmeza, los techos dejaron pasar la lluvia, las luces se apagaron y de nuevo volvimos al cuarto donde había estado nuestra cuna. Allí depositamos uno a uno los bebés que nos iban naciendo, a quienes les hicimos creer que la vida sería una fiesta nombrable a pesar del estropicio reinante. Los acomodamos con algodones, les dimos miel, y les susurramos cachito, cachito mío mientras pasábamos más hambre que un ratón en una ferretería, y más trabajo que forro de catre. Ahora son hombres y mujeres que nos miran con misericordia, incapaces de entendernos. ¡Déjame vivir! reclaman, y nosotros, claro está, no les decimos nada. Pobrecitos, pensamos. Son los hijos de la crisis, y nos toca mostrar la madurez que no tenemos, la paciencia que hemos perdido, la sabiduría que nunca tuvimos y, sobre todo, la tolerancia que jamás recibimos.

domingo, 27 de diciembre de 2020

Libertad de expresión en Cuba, en los 60 y siguientes años: El Caimán Barbudo y Pensamiento Crítico*

Si cierras todas las ventanas no podrán entrar los insectos y otras alimañas, 

pero tampoco entrará el sol sin el cual no se puede vivir. 

Combatamos insectos y alimañas pero dejando entrar los rayos del astro rey.

 Frase atribuida a Armando Hart Dávalos .

Por Ricardo J. Machado

Los últimos acontecimientos han colocado en el centro del debate el tema de la libertad de expresión en el país. Alguien sugirió revisar el pasado y describir como se manifestó el asunto en momentos anteriores del proceso revolucionario. Segunda Cita ha convocado a volver sobre la historia pasada. Cada uno por su lado: lo que le tocó vivir. A mi lo que me corresponde es revivir las experiencias de dos publicaciones que en los primeros años de la Revolución fueron conflictivas y objeto de limitaciones en la libertad de expresión. Trataré de explicar, impulsado por esta divisa; no estoy seguro de ser objetivo, pero sí garantizo ser sincero. Me toca, porque fui fundador de ambas y mi memoria me alcanza aún para reconstruir acontecimientos claves que se produjeron antes y después de los hechos que aquí narraré. Hubo procesos comunes a las dos, pero también diferencias. Han pasado mas de 50 años. Trataré de reconstruir la cadena de acontecimientos vinculados al surgimiento de ambas que en alguna medida fue común. Un origen similar pero un desenlace diferente. El Caimán sobrevivió pero Pensamiento Crítico no. Explicaré los porqués y las diferencias.

Me apoyo en una tesis familiar a casi todos los investigadores de las ciencias del comportamiento; toda diferencia implica un conflicto. A mayor diferencia mas intenso el conflicto. La naturaleza humana es conflictiva y contradictoria. Hay que arrancar de ahí.

Muchos años mas tarde encontré en la ciencia los instrumentos para interpretar mejor algunos aspectos –no todos– de los acontecimientos de aquella –y también de esta– época. Los que selecciono se encuentran en las fronteras entre la sicología clínica y la sociología del grupo humano. Ante la base conceptual para comprender mejor el tema es necesario mencionar primero el papel del modelo mental con el que cada persona interpreta lo que pasa. Este modelo siempre tiene defectos que en ocasiones no permiten ver con claridad las causas de los problemas. Estas deficiencias son conocidas por la psicología como trastornos cognitivos, los que se definen de esta manera: son distorsiones exageradas e inadecuadas que se realizan sobre hechos o situaciones que derivan en alteraciones emocionales o pensamientos incongruentes. Errores de razonamiento causados por operaciones cognitivas deficientes, cuando se intenta resolver un problema, sea individual o colectivo. Las personas que los sufren –prácticamente todo el mundo– pueden recibir daños emocionales o infligirlos a otras de manera desproporcionada y a menudo de forma inconsciente e involuntaria. Eso fue lo que pasó entonces y puede pasar ahora. 

En mi opinión, por ejemplo, la resolución 349 del MINCULT es resultado de algunos de estos errores de razonamiento, así como también las medidas que han emitido otros ministerios. Los sicólogos han identificado 22 tipos diferentes de este tipo de trastornos.

Tengo una investigación, que he presentado en eventos donde expongo los resultados de un proyecto, donde analicé a mas de 200 personas, todas ellas dirigentes. Mujeres y hombres. Cada una de ellas sufría de uno o mas trastornos. De los 22 tipos de trastornos identifiqué 7 como los mas comunes. Todos tienen un efecto sobre la forma de relacionarse con los demás, sobre el estilo de dirección que ejercen y sobre su propia vida. Son claves para entender el asunto y alcanzar una explicación basada en la ciencia sobre los problemas de la libertad de expresión, sea en la familia, la organización o la sociedad misma. Disculpen el espacio que dedico a detenerme en ellas, pero esto hay que explicarlo bien. Menciono a continuación los 7 trastornos típicamente cubanos, entre los que encontré dos que aparecen con mayor intensidad y otros de menos frecuencia. Los de menos frecuencia son los 5 siguientes (añado muy breve definición):

1-EJECUCIÓN: observable en personas muy centradas en el trabajo, sensibles a situaciones que consideran fracasos, subestimando otros aspectos de la vida como la familia y la amistad. Incapaces de realizar un balance entre vida laboral y personal.

2- FILTRAJE: Se selecciona un solo aspecto de una situación, con lo que se forma una “visión de túnel” que tiñe toda la interpretación de la fracción de la realidad examinada. Otros aspectos se subestiman, aunque la contradigan. Se filtra solo lo negativo o también lo positivo. A menudo funciona sobra la actuación de un directivo o el comportamiento de una organización o gobierno.  Se vincula frecuentemente con la cultura de vigilar para castigar. 

3-LOS “DEBERÍA”: consiste en mantener reglas rígidas e inflexibles sobre como tienen que suceder las cosas. Las desviaciones de estas reglas se consideran intolerables. No pocos expertos han comprobado que esta distorsión está en la base de la mayoría de los trastornos emocionales. Cuando los padece un cuadro de dirección producen frustración y daños sico-ideológicos en los subordinados. Dirigen apoyándose solo en reglamentos y textos burocráticos. Generan crisis de confianza de forma continua en los colectivos laborales. 

5-FALACIA DE LA RECOMPENSA “DIVINA”: Atribuye o espera la solución de cualquier problema a la influencia externa de factores extraterrenales o mágicos. Es frecuente en personas inseguras o temerosas sea por problemas de salud o prácticas ilegales en su actividad laboral. Aparece en cualquier tipo de religión, aunque es muy frecuente en los cultos sincréticos de origen africano. Opera como una especie de talismán o “resguardo”. En el sector de la gastronomía, por ejemplo, se hizo evidente el aumento de del número de personas que decidió “hacerse santo”, impulsados por la ingenua creencia de que Changó podría protegerlos contra alguna auditoria sorpresiva.   

Pero las dos distorsiones que aparecieron con mayor frecuencia fueron: DERECHO SOBRE OTROS y OMNIPOTENCIA. 

En la primera de ellas se manifiesta una conducta egocéntrica: algunos se creen con derechos sobre otros a los que los demás deben atenerse e ignoran los del resto de las personas. Se consideran los mas capacitados para tomar las decisiones que les conviene a todos. 

La segunda es muy afín a la anterior, al considerarse responsables de las conductas y sentimientos de otros, como si aquellos no tuvieran capacidad para tomar decisiones por sí mismos. Los que son así, cuando pueden, anulan las capacidades de decisión ajenas. Al ocupar cargos de dirección centralizan todas las actividades e impiden que otros las hagan; generan errores continuos y cuellos de botella en los procesos de trabajo. 

Pienso que un sistema social fuertemente centralizado, de rígida estructura vertical, crea una cultura que tiende a promover el ascenso social de los que padecen estas características. Considero esencial tomar en cuenta estas formas de comportamiento humano –que prácticamente todos padecemos en alguna medida– si queremos explicarnos a cabalidad el fenómeno de las restricciones y obstáculos a la libre expresión del pensamiento, tanto entonces como ahora. 

Alguien podría señalarme, con razón, que intento ofrecer una interpretación  demasiado sicologizante, restringiéndome al plano individual. 

Reconozco que esta es solo una parte de la verdad, es decir, los microprocesos que se producen a escala individual. Quedan otros procesos mas amplios –como los relativos a las organizaciones donde se integran las personas– que son algo mas amplios. Finalmente, los llamados macroprocesos, que se producen a escala de toda la sociedad y que se derivan principalmente de las formas de actuación de los gobiernos y los de alcance internacional, que no pueden dejar de mencionarse hoy, en un mundo tan interconectado. Los tendré en cuenta mas adelante, cuando explique la historia y desenlace de las dos publicaciones de las que voy a hablar.

 Entrando en el tema del Caimán y Pensamiento Crítico

Ambos se fundaron con muy pocos años de diferencia, pero en los que se produjeron cambios muy rápidos en el clima sociopolítico del país. Ambos tienen un origen común que los vinculan al departamento de Filosofía de la Universidad de La Habana y los contactos del comandante Fidel Castro con este. Se inicia así una cadena de acontecimientos que crearon las condiciones para la aparición de las dos publicaciones. Un evento clave fue que Jesús Díaz ganara el premio de cuento de Casa de las Américas. Fidel lo supo en una de sus visitas al departamento y un poco mas tarde se apareció con la propuesta de que Jesús asumiera la dirección de lo que después se llamaría el Instituto del Libro. Cuando Jesús no acepta, se crea una situación difícil para el colectivo del departamento, que se resuelve cuando el compañero Rolando Rodríguez –hoy destacado historiador– decide asumir la responsabilidad.

Hasta ese momento el departamento era visto con buenos ojos, incluso por el Comité Nacional de la UJC que dirigía el inolvidable compañero Jaime Crombet. El caso es que la sección de cultura de la organización contacta a Jesús para asumir la dirección de un mensuario cultural que intentaba patrocinar la UJC, a través de su periódico Juventud Rebelde. Como Jesús era estudiante de la facultad de letras, reunió a algunos de sus amigos como Luis Rogelio Nogueras y Guillermo Rodríguez Rivera –y creo que también Víctor Casaus–, para integrar el consejo de dirección. Me llamó a mí para los temas de filosofía y sociología. El diseñador fue “el gallego” José Luis Posada. 

Recuerdo la discusión para ponerle nombre, que terminó siendo Caimán Barbudo gracias a una sólida fundamentación de Posada. Creo que cuando el grupo de poetas publicó el manifiesto Nos Pronunciamos fue cuando los dirigentes de la juventud y del partido –principalmente los procedentes del viejo partido comunista– comenzaron a fijarse en nosotros. 

Los poetas fueron los que hicieron el primer disparo, que hizo mucho ruido. Después se produjeron otros eventos que mencionaré mas adelante. 

Hasta aquí por hoy. 

Continuará.

* Si la ciencia pudiera explicarlo.

jueves, 24 de diciembre de 2020

Una buena noche (y día) para tod@s

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domingo, 20 de diciembre de 2020

El orgullo de María

Por Diego Sztulwark


El testimonio de María Santucho en el juicio contra el mayor Españadero


“Con orgullo debo decir que mi padre nos había preparado para la clandestinidad”, declara la “Negra” María Santucho, sobrina de Mario Roberto, ante el Tribunal Oral Federal N° 6 en el juicio Españadero Puente 12 II.


A sus sesenta años, María es abuela, y su vida transcurre entre Buenos Aires y La Habana, ciudad en la que reside hace décadas y donde desempeña una intensa actividad como productora cultural en el Centro Cultural Pablo de la Torriente Brau. En su testimonio, realizado el día 11 de diciembre de 2020 de manera virtual, retornan los días de horror vividos por parte de su familia y por ella misma hace exactamente 45 años.


A comienzos de diciembre del ’75 un allanamiento a cargo de un grupo de tareas secuestró a María, que entonces tenía 15 años, junto a su madre, Ofelia, a sus hermanas menores Susana (14), Silvia (13) y Emilia (10) y a sus tres primas Ana (14), Marcela (13) y Gabriela (11), también menores —hijas de Mario Roberto y Ana María Villarreal—, a Mario Antonio Santucho, bebé de 9 meses (hijo de Mario Roberto y de Liliana Delfino) y a Esteban Abdón, de 4 años (hijo de Esteban Abdón y Elba Balestri). Todos ellos llevaban nombres falsos y se encontraban en una casa de seguridad del PRT-ERP.

María recuerda perfectamente el momento en que escuchó decir a uno de los secuestradores: “Estos son Santucho”. Luego vinieron los golpes, los insultos y los traslados. Primero al Centro de Detención Clandestino llamado Protobanco, Cuatrerismo, hoy reconocido como Puente 12, donde fueron sometidxs a golpes, toqueteos e interrogatorios. Luego a una comisaría de Quilmes (Pozo de Quilmes), y a un hotel de la zona de Flores antes de ir a parar a la Embajada de Cuba, para salir, un año después, del país.

Entre sus recuerdos de aquella tenebrosa madrugada en Puente 12, hay un hombre que le baja la bombacha [1]. Otro que le dice con voz serena: “Yo la atendí personalmente a tu prima Graciela Santucho y ahora te voy a atender a vos”. Luego otra voz le grita: “Vos sos hija de Santucho”, y de inmediato recibe una patada en la boca del estómago. Su mente piensa aceleradamente, “esto hasta ahora es soportable”. Pero de inmediato alguien la toquetea y le advierte “te van a coger todos los soldados”. Recuerda la capucha, la venda, el pavor.

Pero sobre todo recuerda el trayecto que debió recorrer hasta entrar al despacho de alguien que se presentó como el mayor Peirano, quien luego de un breve interrogatorio, quedó a cargo de la supervisión de todos los traslados del grupo hasta la salida del país. Años después María se enteraría de que el mayor Peña o Peirano era en realidad uno de los jefes del Batallón de Inteligencia 601, llamado Carlos Antonio Españadero, a cargo de varias infiltraciones en las organizaciones guerrilleras de la época.

Hace unos pocos años, a instancias de amigxs y familiares, María obtuvo el domicilio de Españadero. ¿Qué hacer? Había sido formada en la idea de que con el enemigo no se habla, pero creía que saber le haría bien, quería la verdad y necesitaba sanar. Dejó en manos de los jueces lo relativo a la determinación de responsabilidades y penas y redactó una carta que dejó en la casa del represor. A los pocos días recibió una respuesta del agente de inteligencia, lo que dio lugar a un intercambio de correos electrónicos. María quería averiguar qué había pasado con tantos militantes y combatientes, quería información concreta. Al relatar este intercambio le dice al tribunal: “No alcanza con lo que se ha hecho, me voy a morir sin saber dónde están los restos de mi padre y de tantos seres queridos”.

Pero el intercambio no sólo no la sanó, sino que la hundió en una angustia aún mayor, puesto que Españadero negó haberla interrogado en Puente 12, y se dedicó a manipularla todo lo que puedo (“qué pensarán los tuyo de este intercambio”). En su notable libro Bombo el reaparecido, Mario Antonio Santucho, aquel primo de María secuestrado con sólo nueve meses, relata una entrevista con Españadero, a quien llama “El Embustero”. Españadero se negó a romper el pacto de silencio, no dio muestra alguna de arrepentimiento, ni ofreció pista alguna sobre los restos de sus familiares. En una entrevista reciente, a propósito de su libro, Mario reflexiona sobre esta actitud de Españadero con las siguientes palabras: “Mi impresión es que no pueden asumir realmente sus actos. No pueden hacer justicia con sus actos, no pueden sincerarse con lo que hicieron, compartirlo. Porque no estaban a la altura ética, y un poco mi experiencia fue esa, intentar hacerle unas preguntas a este personaje y claramente lo que encontré fue un modo de esquivarlas, no responder. Decir que no saben nada, un pacto de silencio que permanece. Esto me parece muy importante, porque hay un elemento fundamental en toda esta historia reciente y en toda esta discusión, que sigue viva, que sigue abierta, que es que no somos lo mismo, que hay una asimetría entre los que dieron su vida, que lucharon por cambiar la sociedad y los que entregaron su mano de obra y su ferocidad para defender un orden injusto y para servir y hacer servilismo al poder constituido”.

Pocos contactos con las palabras transmiten el poder de la verdad como los testimonios que quieren hacer algo con un pasado ominoso, del que es imposible escapar. De allí la pregunta que María no deja de formular a Españadero, al Tribunal, a la sociedad argentina: “¿Qué pasó con los que dejamos atrás?”. Hay un desgarro del sobreviviente, un dolor que no es culpa, pero sí es una lucha interminable por contar lo que pasó sin poder responder a la pregunta imposible sobre por qué se sobrevivió.

En 2016 María visitó a Ofelia, su madre —a quien tuve la suerte de conocer en el barrio de Alamar, en La Habana—, en un geriátrico de Buenos Aires. Su memoria había dejado escapar el pasado, sólo retenía aquel horror: “Mirá Negrita, me volvieron a atar las manos”, le dijo. Es que el “horror vuelve”, reflexiona María. Vuelve con el miedo de que le pueda ocurrir algo semejante a lxs hijxs, a lxs nietxs. Sanar, en cambio, hacer algo con el desgarramiento, dice María al tribunal con su pañuelo verde en la muñeca, es una forma de la dignidad que no alcanzan los perpetradores del terrorismo de Estado, a quien María dirige una última pregunta: “¿Dónde están nuestras muertitas y nuestros muertitos? Son nuestros”.

Fuente: https://www.elcohetealaluna.com/el-orgullo-de-maria/

viernes, 18 de diciembre de 2020

Escuela cubana de piano multipremiada en certámenes onlines

Por Daiana García

La escuela cubana de piano se viste de gala por estos días. Diez estudiantes de los diferentes niveles de nuestra enseñanza artística resultaron laureados en tres certámenes de modalidad online que tuvieron lugar los primeros días de diciembre.

En el Primer Concurso Latinoamericano de Piano América Para Todos, que organiza la Sociedad de Pianistas y Profesores de Latinoamérica y el Caribe, se alzaron con el Primer y Segundo Premio, en la Categoría Pequeño Pianista, las hermanas Adriana y Andrea López-Gavilán, quienes también compartieron el Premio Especial de la Interpretación de la Música Latinoamericana, así como Daniela Santiesteban fue acreedora de la Mención Honorífica que otorga el Jurado. En las Categorías Joven Pianista y Joven Virtuoso del mismo certamen se otorgaron los Segundos Premios a Malva Rodríguez y  Maikol Pérez, respectivamente.

Por otra parte, en el Concurso Latinoamericano Vivace-Finale 2020, patrocinado por Vivace Studio de México junto al prestigioso software de música Finale, resultaron premiados en la Categoría A hasta 12 años Andrea López-Gavilán con el Primer Premio, Patricia Dot con el Segundo y Adriana López-Gavilán con el Tercero, en tanto Emanuel Leiva obtuvo la Mención Honorífica. En cuanto a la Categoría B hasta 16 años el Tercer Premio recayó sobre Laura Victoria Areán, y en la Categoría C hasta 21 años fueron galardonados Aaron Pérez con el Primer Lugar, Sofía Iraola con el Segundo y Maikol Pérez con el Tercer Premio.

Por último, en el Concurso Internacional de Piano Villahermosa 2020, que auspicia la Fundación Irina Samodaeva en México y donde participaron pianistas de todas las latitudes, obtuvieron Tercer Premio Laura Victoria Arean en la Categoría de 15 a 17 años, Maikol Pérez en la de 18 a 21, y en la Categoría de 22 a 26 años Rodrigo García Ameneiro.

Digno es también enaltecer el trabajo de los maestros de nuestros concursantes, sin los cuales hoy no serían posibles estos lauros. Tal es el caso de Hortensia Upmann, María Teresa Pita, Rosalía Capote, Miriam Cruz, Danae Ulacia, Caridad Laferté, Liana Fernández y Aldo López-Gavilán.

Llegue a participantes, laureados y profesores de las cátedras de piano nuestra felicitación, con el reconocimiento por su continua e incansable labor, aún más en estos tiempos en que los hogares han devenido aulas y escenarios. A todos ellos el merecido aplauso.

martes, 15 de diciembre de 2020

Los opinadores

En el circo de los opinadores

yo soy el elefante.

Ocupo mucho espacio

pero soy tan lento

que los demás opinadores sobresalen.

En el circo de los opinadores

es lo de menos tener opinión.

Lo importante es estar.

Posar.

Lucirse.

Que hables sobre.

Que alguien se haga la foto contigo.

Con fanfarria final o sin ella.

Con aplausos o no.

No importa.

Así el espectáculo es redondo.

Si opinas porque opinas.

Si no opinas porque no lo haces.

Que opines.

Que no opines.

Opinas mal.

Opinas tarde.

Opinas en un tono de voz demasiado débil.

Para qué opinas.

Por qué opinas.

¿Estás seguro de que era tu turno de opinar?

En el circo de los opinadores

lo más importante es la estructura de la carpa

su redondez perfecta y llena de luces.

Y la falta de barreras entre el opinador y el público.

Nos confundimos.

Nos mezclamos.

Qué risa.

Gente que paga la entrada para ver opinar

y termina opinando.

Gente que hace carrera de opinador profesional

y termina aplaudiendo.

Opinadores jóvenes subiendo al podio.

Opinadores experimentados en silencio.

Gente interesada en saber

dónde se estudia para opinador.

Niños que sueñan con ser opinadores cuando crezcan.

Pero no es tan fácil.

Yo vine con currículum de opinador-payaso

y ahora soy elefante.

Aquella tenía vocación de domadora de opinadores

y ahora aplaude.

Cosas del circo, dicen.

El circo es la única estructura circular

que es a la vez horizontal y vertical

con diagonales blandas.

Aplausos.

Un opinador acaba de caerse desde lo alto

y se ha hecho literalmente mierda delante de todos.

Aplausos.

Otro opinador se ha tragado el sable de una opinión ajena

y le ha salido mal: ha muerto estando de servicio.

Aplausos.

Un tercer opinador hace reír o intenta hacer reír

a los que lloran por el tragaopiniones fallecido.

Más aplausos.

Un opinador sobre dos zancos

quiere mirar por debajo del hombro a los demás opinadores

pero se deprime.

Aplausos.

Un opinador contorsionista dice que él

y solamente él puede opinar desde todos los ángulos.

Rechiflas.

El público está lleno de opinadores lentos.

Rechiflas.

El público está lleno de infiltrados.

Más rechiflas.

El público está lleno de policías de opinión

haciéndose pasar por civiles con opinión propia.

Aplausos y rechiflas.

Entre el público el embarazador de opinadoras

ofrece píldoras para el día después.

Opinen.

Vamos, opinen.

Opinar es tan fácil que a partir de esta noche

quienes no tenga opinión serán considerados enemigos.

Opinen en voz baja o en voz alta, 

Pero opinen.

Hagamos que los inspectores de opinión

se ganen su salario.

Tener mala opinión.

Tener buena opinión.

Entrar en el catálogo de opiniones ajenas.

Perderse en el marasmo de eso que llaman la Opinión Pública.

Todo vale menos no ser opinador

en estos tiempos de circo y cebolla.

Opinen.

Opinemos.

Vamos, opina.

Necesitamos opiniones.

Háganle caso al elefante, coño.

Que no pasará nada. No.

Que cuando acabe la función todo será distinto.

Cuando un opinador se quita el maquillaje

sus opiniones se borran de la base de datos

y a la próxima función todos llegamos vírgenes.

En el circo de los opinadores

está garantizada la continuidad.

Recuerden el eslogan: “¡Que siga la función!”.

Y el último en salir que apague, porfa.

 

                                                                  Alexis Díaz Pimienta

viernes, 11 de diciembre de 2020

Verdad o mentira

 Por Ernesto Padrón 

Nunca llegué a imaginar que la torcida concepción de Goebbels, el ministro de propaganda de Hitler, cuando dijo: "una mentira repetida mil veces se convierte en una verdad", se mantuviera tan actual en estos días. Ahora la mentira tiene hasta nombre y apellido en inglés: fake news. Y no hace falta que el mentiroso la repita mil veces cuando la hace pública, ya que los propios receptores le facilitarán ese trabajo al replicarla en cadena por numerosos sitios y medios de comunicación.

La forma funciona lo mismo sobre una medicina que cura milagrosamente una enfermedad, declarar fraudulentas unas elecciones, denigrar y desacreditar políticos, instituciones, países; o convertir mediocres en grandes artistas, y delincuentes en héroes. 

Los países que tienen gobiernos progresistas en América Latina son blancos actuales de esa vergonzosa campaña de mentiras. En especial Venezuela y Cuba son los más atacados. Palos porque bogan y palos porque no bogan, no importa; siempre son regímenes dictatoriales por antonomasia. Es una especie de linchamiento mediático.

Para el receptor inteligente la primera sospecha de estar en presencia de una fake news vestida de imparcialidad, es que no se menciona la fuente de la información; o se escamotea diciendo "una persona que quiere mantenerse en el anonimato por problemas de seguridad", o "personas bien informadas afirman..."; o citan al medio que dio la noticia sin verificar si su fuente es veraz. Con los videos falsos ya es más complejo, porque no se sabe si realmente corresponden a la fecha o al país del suceso,  o están editados y sacados de contexto; o hasta montados como parte del propio acontecimiento noticioso. Incluso sobre una imagen real van narrando sucesos que no se ven y que se dan por ciertos.

El resto de las fake news son descarnadas y se descubren solitas, porque emplean terminologías como “el régimen castro-comunista”, “las hordas castristas”, “la prensa oficialista” y otros epítetos que revelan sus malvadas intenciones.  

El coro funciona a las mil maravillas. Incluso cuando no se puede mentir descaradamente, porque la realidad es testaruda, se le da un enfoque a la noticia para restarle importancia a lo esencial y centrarse en la parte más conveniente del asunto. Los titulares son la expresión más venenosa y sensacionalista del proceso. Así el show mediático va creando una matriz de opinión que les mete el diablo en el cuerpo a muchas personas, incluso en algunos que tienen dos dedos de frente. 

Llegado a este punto ustedes dirán ¿entonces cuáles noticias creer? Creo que la mejor vacuna contra esta epidemia es la duda-sospecha: ¿quién, cómo y porqué lo dice? ¿Qué dicen los acusados? Está claro que los grandes medios masivos, propiedad de las empresas trasnacionales, van a defender a capa y espada los intereses de la clase a las cuales representan. De ellos no se puede esperar imparcialidad. Lo han demostrado. Y los llamados “medios alternativos” en las redes sociales, no por ser una nueva opción dejan de representar igualmente una concepción ideológica, para bien y para mal. Y, en general, replicar la mentira que lanzaron otros medios, como que los absuelve de ir al infierno mediático.

No digo que no haya excepciones y que en algunos medios capitalistas prime el buen periodismo, el honesto, por sobre los intereses políticos. También, es cierto, se publican muchas noticias que descubren y critican los males de esas sociedades. Pero el veneno en pequeñas dosis no le hace daño al sistema. Cuando se trata de señalamientos o revelaciones que lo ponen en riesgo, ahí mismo se muere la libertad de expresión.

Lo que planteo no quita tampoco que nuestro socialismo sea criticable. Claro que lo es. Y los cubanos somos los primeros que lo hacemos a diario, sistemáticamente. Es cierto que la prensa cubana no es reflejo recíproco de esa crítica del pueblo a lo mal hecho, a la burocracia, a la lentitud para resolver los problemas, a la desidia o mediocridad de algunos funcionarios, a los problemas que tiene nuestra economía... Pero eso no justifica la sarta de mentiras, ni meterse en donde nadie los llamó, ni a emplear raseros desproporcionados, o la doble moral,  o desconocer a ultranza los logros del socialismo, y no condenar jamás el bloqueo y las sanciones de EEUU, incluso durante la pandemia de la Covid19.  Eso es vergonzoso.

¿Cómo defenderse de esta avalancha de mentiras? Creo que haciendo un periodismo veraz, ágil, inteligente; que odie el panfleto fuera de lugar, que no haga propaganda, que deteste el silencio como respuesta, y el lenguaje de frases hechas y consignas. Un periodismo que critique lo mal hecho, venga de donde venga. Recuerdo la frase de Fidel en la entrevista que le hizo Gianni Miná: “…cualesquiera que sean las consecuencias, todos los errores que se puedan cometer son preferibles a la ausencia de críticas”.

No se puede ser timorato, conservador y temeroso de errar en esta batalla por la verdad. No podemos estar a la defensiva todo el tiempo. La mejor defensa es estar a la altura de los sucesos noticiosos y llegar a ellos desprejuiciados, y sin que medie la espera de una larga o lenta cadena de aprobación.

Sé que muchos de estos acontecimientos son extremadamente delicados, pero si no confiamos en una prensa que esté en la primera línea, estamos perdiendo un precioso espacio para nuestra verdad; un espacio que será ocupado con inmediatez por los medios anticubanos. No nos puede dar temor entrevistar a cualquiera de los revolucionarios que piensen diferente, o a las personas que se oponen abiertamente a nuestro sistema socialista. Las opiniones del primero pueden ser esclarecedoras de un problema, y las del segundo un retrato de sus intenciones y el mejor antídoto contra las campañas de mentiras. 

La inmediatez no quita la evaluación posterior de la noticia. Pero la lentitud, el silencio y no ejercer la crítica oportuna son pecados que no nos podemos permitir. La creatividad, el humor político, los argumentos que convenzan y los emisores que también lo hagan, la unión de talentos para concebir esa batalla, y sobre todo la voluntad política de acabar de hacer el periodismo tan propuesto en los Congresos de la UPEC, son la clave del éxito.

Como decía Martí: “De pensamiento es la guerra mayor que se nos hace: ganémosla a pensamiento”.

martes, 8 de diciembre de 2020

Tiempo de diálogos

Cuando se pierde 

la capacidad de diálogo

lo más curioso 

es que cada una de las partes 

cree que la otra es la que la ha perdido.

Y entonces nace

un nuevo modelo de incomunicación:

el monólogo sordo bidireccional.

Un tipo de monólogo que no lo parece

y del que salen ambas partes 

diciendo que la otra

no sabe

o no quiere

o no puede 

o no lo dejan dialogar.

Hace tiempo que las palabras 

están siendo víctimas de sus prefijos.

Y las personas víctimas de

esas palabras ya victimizadas

Diálogo.

Diálogo.

Diálogo.

Por qué se ha vuelto tan difícil la palabra diálogo.

Repitan conmigo.

Diálogo.

Diálogo.

Diálogo.

Como cuando éramos niños.

Diálogo.

Diálogo.

Diálogo.

Como si fuéramos a ganarnos algo.

Diálogo.

Diálogo.

Diálogo..

Sentados en el suelo 

Diálogo.

Diálogo.

Diálogo.

Detrás de las rejas.

Diálogo.

Diálogo.

Diálogo.

Detrás de los burós.

Diálogo.

Diálogo.

Diálogo.

No es tan difícil, bróder,

asere, compañero.

Diálogo.

Diálogo.

Diálogo.

Con razón.

Sin razón.

Con carné.

Sin carné.

Con micrófono.

Sin micrófono.

Cuando cuente hasta tres.

Diálogo.

Diálogo.

Diálogo.

¿Ya ven que no era tan difícil?

Pues eso.

Ahora que sigan los aplausos.


                                                   Alexis Díaz Pimienta