SI EUROPA QUIERE PAZ, NO DEBE PREPARAR LA GUERRA Por Enrique Santiago
“Si quieres paz, prepárate para la paz, no para la guerra” decía don Federico Mayor Zaragoza, recordando que los avances tecnológicos nos permiten vivir con seguridad alimentaria, educación y atención sanitaria, además de proteger los ecosistemas y reforzar la seguridad climática. Esta es la seguridad que necesitamos. Una “seguridad humana” que destine los recursos a desarrollo social y ambiental, además de garantizar la paz. Esto es incompatible con un modelo de (in)seguridad basada en la carrera armamentística, en la guerra como forma de resolución de conflictos y en la aplicación asimétrica del derecho internacional, con trágicas consecuencias como las que sufre el pueblo palestino.
El fin de la guerra fría trajo la oportunidad de construir ese nuevo modelo de seguridad humana, pero la potencia vencedora, Estados Unidos, opta a menudo por la unilateralidad e ignora el derecho internacional cada vez que considera que su respeto no le favorece. En consecuencia, se han debilitado las instituciones multilaterales como Naciones Unidas o la Organización para la Seguridad y Cooperación en Europa (OSCE), ambas ausentes en las recientes crisis internacionales de Ucrania o Palestina.
La permanente expansión de la OTAN hacia el este, en contra de lo acordado entre EE.UU. y la Unión Soviética con ocasión de la unificación alemana, ha sido un factor de desestabilización estratégica, una amenaza a la paz y a la seguridad en Europa. La decisión de la OTAN de incorporar a Ucrania ya hace más de quince años, fue vista por Rusia como un paso más en la vieja aspiración europea de bloquear su salida al Mar Negro y al Mediterráneo oriental. Recordemos que franceses, británicos, estadounidenses y alemanes han invadido Rusia en algún momento en los últimos 200 años. Actualmente no existe un sistema de tratados sobre control de armas nucleares en vigor. EE.UU. abandonó unilateralmente el Tratado de Misiles Antibalísticos (ABM) en 2002, mientras aceleraba la ampliación de la OTAN en el este. A partir de 2010 comenzó a instalar sistemas de misiles Aegis en Polonia y más tarde en Rumanía. En 2019 se retiró del Tratado de Fuerzas Nucleares de Alcance Intermedio (INF), procediendo a continuación Rusia de la misma forma. El nacionalismo ruso arguye así motivos para sentirse acosado por la permanente expansión de una alianza militar que le negó la entrada cuando ya había perdido su razón de ser tras desaparecer la Unión Soviética. Añadamos a esta suma de riesgos que la calidad democrática es cada vez más baja en los Estados Unidos, en Rusia o en muchos países de la Unión Europea (UE).
Todas las partes en el actual conflicto argumentan sobre la justicia de sus planteamientos, pero serán los historiadores quienes más adelante determinen quién tenía la razón. Ahora, ante un conflicto internacional que puede derivar en una guerra generalizada e incluso nuclear, los dirigentes políticos lo que deben hacer es tomar medidas para garantizar seguridad en Europa evitando la catástrofe, y esas medidas son incompatibles con una carrera armamentística.
Europa está hoy en una difícil situación. Ha renunciado a tener política exterior propia desde el fin de la guerra fría –quizás con la excepción de cuando en 2003 Francia y Alemania no apoyaron que EE.UU. eludiera el Consejo de Seguridad de la ONU e iniciara la invasión de Irak- y es notorio que la OTAN ha perdido su razón de ser y se ha convertido en un factor de inseguridad y amenaza a la paz. Sus socios no pueden confiar su seguridad a una organización militar dirigida por los EE.UU., país que ha convertido a la UE y a Canadá en dianas de sus ataques: guerra arancelaria, amenazas a la soberanía e integridad territorial de Canadá o Dinamarca y sabotaje económico a Alemania, al volar el Nord Stream.
Los países de la UE, Canadá y Turquía deberían haber aprovechado la reciente reunión de Londres para poner en marcha una política exterior propia, que garantizara paz, seguridad y progreso a toda Europa y a la comunidad internacional. Y para acabar una guerra que era evitable y se ha prolongado masacrando a miles de jóvenes soldados ucranianos y rusos -nadie se atreve a dar cifras aproximadas-, y provocando innumerables víctimas civiles. Europa no va a ganar en solitario una guerra que no ha podido ganar junto a EE.UU. en tres años. A pesar de todo lo anterior nos sorprende con decisiones absurdamente belicistas, que no tiene capacidad de aplicar.
Pero la prolongación de la guerra -en territorio y cuerpo ajeno- es la manera de justificar un inmenso negocio de 800.000 millones de euros destinados a la industria militar, en su mayoría a la de EE.UU., principal suministrador de la OTAN y único conglomerado industrial en condiciones de producir armamento por tan astronómica cifra. Es más dinero que los 700.000 millones que la UE destinó a fondos de recuperación tras la pandemia del COVID. Dicho más claramente, Europa pretende entregar inmensos recursos económicos al principal complejo industrial de los EE.UU. No es procedente financiar a la potencia que hoy amenaza la soberanía de países europeos y a otros países amigos del continente americano, a la vez que desata guerras comerciales contra todos, incluyendo la Unión Europea.
Para realizar ese inmenso gasto en armamento habrá que incrementar recaudación subiendo impuestos y desviando recursos de gasto social a gasto militar. El pasado diciembre, el nuevo secretario general de la OTAN, Mark Rutte – quien en 2012 utilizaba el término PIGS para dirigirse a los países del sur de Europa- advirtió a los países de la OTAN que debíamos “aceptar sacrificios" tales como recortes en las pensiones, la sanidad, educación o seguridad social.
Los países de la UE no pueden poner obstáculos a un alto el fuego o armisticio inmediato en Ucrania, paso previo a una negociación de paz que lleve a un acuerdo justo y estable, que garantice la seguridad de todos los países de la región. También de Rusia, un extensísimo país con apenas 146 millones de habitantes, una bajísima densidad de 9 habitantes por km2 y un PIB inferior al de Italia, lo que hace difícil de creer que tenga intención o capacidad de invadir Europa. El necesario proceso de paz podría retomar lo avanzado con la mediación de Turquía a los pocos días de iniciada la guerra, cuando Rusia y Ucrania estuvieron a punto de alcanzar un acuerdo sobre su neutralidad que fue impedido por el Reino Unido. Los esfuerzos de Turquía fueron después complementados por otro de China y Brasil, proponiendo el cese de hostilidades, celebración de una conferencia de paz internacional, medidas para finalizar la crisis humanitaria, prevención de proliferación nuclear y protección de instalaciones nucleares civiles.
En lugar de prodigarse en proclamas belicistas, Von der Layen debería centrarse en proponer una solución que diera garantías políticas de seguridad a largo plazo tanto a Ucrania como a Rusia, más allá de un inicial acuerdo de paz. Esto permitiría destinar los 800.000 millones de euros a la reconstrucción de los territorios devastados por la guerra en Ucrania, y al desarrollo y bienestar de todos los pueblos de Europa.
La construcción de una política exterior propia de la Unión Europea puede empezar con la celebración de una Conferencia de Seguridad europea de la que salga un modelo de seguridad y cooperación colectivo, que genere estabilidad y confianza a largo plazo a todos los países europeos, hasta los Urales. Un sistema compartido de seguridad humana, democracia y desmilitarización, sobre la base de la Carta de las Naciones Unidas.
Europa debe regresar al acta final de Helsinki de 1975 y la Carta de Paris de 1990, que establecían la resolución pacífica de controversias a través de la OSCE, renunciando al uso de la fuerza; garantizaba la soberanía y la inviolabilidad de las fronteras; fomentaba la cooperación y el desarme mediante la reducción del gasto en armamento, facilitando un aumento del gasto social y de la ayuda al desarrollo; y proclamaba el respeto a los derechos humanos y las libertades fundamentales. Es la manera mas coherente de fortalecer los valores democráticos en los que se asienta la unidad europea.
Es fácil alcanzar consenso sobre que los recursos para la defensa de los países de la UE no pueden transferirse a los EE.UU., porque el inquilino de la Casa Blanca es un grave peligro global. También debe haber consenso en la necesidad de reforzar las Naciones Unidas y democratizar su funcionamiento avanzando en el multilateralismo. Europa requiere plena autonomía estratégica y horizontalidad en las relaciones entre países si aspira a ser una potencia en la defensa de la democracia y los derechos humanos, solo posible construyendo una multilateralidad colaborativa, que refuerce los lazos de cooperación entre los pueblos como mecanismo de disuasión y prevención de conflictos. Esta forma de entender la multilateralidad ha sido la que ha practicado China y los resultados han sido muy positivos, tanto para el país asiático como para quienes han sabido consolidarse como sus socios comerciales.
Mientras los europeos seguimos creyéndonos el centro del mundo, éste ha desplazado su eje a la región Asia-Pacífico y los denominados BRICS llevan camino de convertirse en la mayor alianza política, comercial y económica mundial, con el objetivo de cooperar en beneficio mutuo. Hoy son 10 países, entre ellos Brasil, Sudáfrica o China. También Rusia, a la que no le faltan aliados en el mundo a pesar de que la propaganda de guerra diga lo contrario. Los BRICS generan más de un tercio del PIB mundial y son la mitad de la población del planeta. Forman parte de la alianza tres de los cuatro mayores productores de alimentos, y producen el 42% del petróleo mundial. 20 países más han pedido formalmente ser admitidos y 40 han expresado su interés en unirse. Europa debe darse cuenta del desastre al que está abocada mientras continúe supeditada a los intereses de la Casa Blanca o se deje arrastrar al precipicio del gasto armamentístico, en lugar de optar por una posición estratégica propia que le permita ser partícipe de las nuevas alianzas multilaterales y colaborativas que ya están construyéndose.
En cuanto a España, es el único país gobernado por una alianza de fuerzas de izquierda en una UE con 23 de sus 27 gobiernos nacionales en manos de la derecha o de la extrema derecha. Con una mayoría contraria a la defensa de los derechos humanos y de la democracia en el Consejo de la Unión, nuestro principal reto es conseguir que nuestro país sea capaz de hacer avanzar las propuestas de paz y seguridad humana, frente a quienes buscan prolongar la guerra para justificar un desmesurado gasto en armamento.
4 comentarios:
SI EUROPA QUIERE PAZ, NO DEBE PREPARAR LA GUERRA
Por Enrique Santiago
“Si quieres paz, prepárate para la paz, no para la guerra” decía don Federico Mayor Zaragoza, recordando que los avances tecnológicos nos permiten vivir con seguridad alimentaria, educación y atención sanitaria, además de proteger los ecosistemas y reforzar la seguridad climática. Esta es la seguridad que necesitamos. Una “seguridad humana” que destine los recursos a desarrollo social y ambiental, además de garantizar la paz. Esto es incompatible con un modelo de (in)seguridad basada en la carrera armamentística, en la guerra como forma de resolución de conflictos y en la aplicación asimétrica del derecho internacional, con trágicas consecuencias como las que sufre el pueblo palestino.
El fin de la guerra fría trajo la oportunidad de construir ese nuevo modelo de seguridad humana, pero la potencia vencedora, Estados Unidos, opta a menudo por la unilateralidad e ignora el derecho internacional cada vez que considera que su respeto no le favorece. En consecuencia, se han debilitado las instituciones multilaterales como Naciones Unidas o la Organización para la Seguridad y Cooperación en Europa (OSCE), ambas ausentes en las recientes crisis internacionales de Ucrania o Palestina.
La permanente expansión de la OTAN hacia el este, en contra de lo acordado entre EE.UU. y la Unión Soviética con ocasión de la unificación alemana, ha sido un factor de desestabilización estratégica, una amenaza a la paz y a la seguridad en Europa. La decisión de la OTAN de incorporar a Ucrania ya hace más de quince años, fue vista por Rusia como un paso más en la vieja aspiración europea de bloquear su salida al Mar Negro y al Mediterráneo oriental. Recordemos que franceses, británicos, estadounidenses y alemanes han invadido Rusia en algún momento en los últimos 200 años. Actualmente no existe un sistema de tratados sobre control de armas nucleares en vigor. EE.UU. abandonó unilateralmente el Tratado de Misiles Antibalísticos (ABM) en 2002, mientras aceleraba la ampliación de la OTAN en el este. A partir de 2010 comenzó a instalar sistemas de misiles Aegis en Polonia y más tarde en Rumanía. En 2019 se retiró del Tratado de Fuerzas Nucleares de Alcance Intermedio (INF), procediendo a continuación Rusia de la misma forma. El nacionalismo ruso arguye así motivos para sentirse acosado por la permanente expansión de una alianza militar que le negó la entrada cuando ya había perdido su razón de ser tras desaparecer la Unión Soviética. Añadamos a esta suma de riesgos que la calidad democrática es cada vez más baja en los Estados Unidos, en Rusia o en muchos países de la Unión Europea (UE).
Todas las partes en el actual conflicto argumentan sobre la justicia de sus planteamientos, pero serán los historiadores quienes más adelante determinen quién tenía la razón. Ahora, ante un conflicto internacional que puede derivar en una guerra generalizada e incluso nuclear, los dirigentes políticos lo que deben hacer es tomar medidas para garantizar seguridad en Europa evitando la catástrofe, y esas medidas son incompatibles con una carrera armamentística.
Europa está hoy en una difícil situación. Ha renunciado a tener política exterior propia desde el fin de la guerra fría –quizás con la excepción de cuando en 2003 Francia y Alemania no apoyaron que EE.UU. eludiera el Consejo de Seguridad de la ONU e iniciara la invasión de Irak- y es notorio que la OTAN ha perdido su razón de ser y se ha convertido en un factor de inseguridad y amenaza a la paz. Sus socios no pueden confiar su seguridad a una organización militar dirigida por los EE.UU., país que ha convertido a la UE y a Canadá en dianas de sus ataques: guerra arancelaria, amenazas a la soberanía e integridad territorial de Canadá o Dinamarca y sabotaje económico a Alemania, al volar el Nord Stream.
Si Europa quiere paz... (2)
Los países de la UE, Canadá y Turquía deberían haber aprovechado la reciente reunión de Londres para poner en marcha una política exterior propia, que garantizara paz, seguridad y progreso a toda Europa y a la comunidad internacional. Y para acabar una guerra que era evitable y se ha prolongado masacrando a miles de jóvenes soldados ucranianos y rusos -nadie se atreve a dar cifras aproximadas-, y provocando innumerables víctimas civiles. Europa no va a ganar en solitario una guerra que no ha podido ganar junto a EE.UU. en tres años. A pesar de todo lo anterior nos sorprende con decisiones absurdamente belicistas, que no tiene capacidad de aplicar.
Pero la prolongación de la guerra -en territorio y cuerpo ajeno- es la manera de justificar un inmenso negocio de 800.000 millones de euros destinados a la industria militar, en su mayoría a la de EE.UU., principal suministrador de la OTAN y único conglomerado industrial en condiciones de producir armamento por tan astronómica cifra. Es más dinero que los 700.000 millones que la UE destinó a fondos de recuperación tras la pandemia del COVID. Dicho más claramente, Europa pretende entregar inmensos recursos económicos al principal complejo industrial de los EE.UU. No es procedente financiar a la potencia que hoy amenaza la soberanía de países europeos y a otros países amigos del continente americano, a la vez que desata guerras comerciales contra todos, incluyendo la Unión Europea.
Para realizar ese inmenso gasto en armamento habrá que incrementar recaudación subiendo impuestos y desviando recursos de gasto social a gasto militar. El pasado diciembre, el nuevo secretario general de la OTAN, Mark Rutte – quien en 2012 utilizaba el término PIGS para dirigirse a los países del sur de Europa- advirtió a los países de la OTAN que debíamos “aceptar sacrificios" tales como recortes en las pensiones, la sanidad, educación o seguridad social.
Los países de la UE no pueden poner obstáculos a un alto el fuego o armisticio inmediato en Ucrania, paso previo a una negociación de paz que lleve a un acuerdo justo y estable, que garantice la seguridad de todos los países de la región. También de Rusia, un extensísimo país con apenas 146 millones de habitantes, una bajísima densidad de 9 habitantes por km2 y un PIB inferior al de Italia, lo que hace difícil de creer que tenga intención o capacidad de invadir Europa. El necesario proceso de paz podría retomar lo avanzado con la mediación de Turquía a los pocos días de iniciada la guerra, cuando Rusia y Ucrania estuvieron a punto de alcanzar un acuerdo sobre su neutralidad que fue impedido por el Reino Unido. Los esfuerzos de Turquía fueron después complementados por otro de China y Brasil, proponiendo el cese de hostilidades, celebración de una conferencia de paz internacional, medidas para finalizar la crisis humanitaria, prevención de proliferación nuclear y protección de instalaciones nucleares civiles.
En lugar de prodigarse en proclamas belicistas, Von der Layen debería centrarse en proponer una solución que diera garantías políticas de seguridad a largo plazo tanto a Ucrania como a Rusia, más allá de un inicial acuerdo de paz. Esto permitiría destinar los 800.000 millones de euros a la reconstrucción de los territorios devastados por la guerra en Ucrania, y al desarrollo y bienestar de todos los pueblos de Europa.
La construcción de una política exterior propia de la Unión Europea puede empezar con la celebración de una Conferencia de Seguridad europea de la que salga un modelo de seguridad y cooperación colectivo, que genere estabilidad y confianza a largo plazo a todos los países europeos, hasta los Urales. Un sistema compartido de seguridad humana, democracia y desmilitarización, sobre la base de la Carta de las Naciones Unidas.
Si Europa quiere paz... (3 y fin)
Europa debe regresar al acta final de Helsinki de 1975 y la Carta de Paris de 1990, que establecían la resolución pacífica de controversias a través de la OSCE, renunciando al uso de la fuerza; garantizaba la soberanía y la inviolabilidad de las fronteras; fomentaba la cooperación y el desarme mediante la reducción del gasto en armamento, facilitando un aumento del gasto social y de la ayuda al desarrollo; y proclamaba el respeto a los derechos humanos y las libertades fundamentales. Es la manera mas coherente de fortalecer los valores democráticos en los que se asienta la unidad europea.
Es fácil alcanzar consenso sobre que los recursos para la defensa de los países de la UE no pueden transferirse a los EE.UU., porque el inquilino de la Casa Blanca es un grave peligro global. También debe haber consenso en la necesidad de reforzar las Naciones Unidas y democratizar su funcionamiento avanzando en el multilateralismo. Europa requiere plena autonomía estratégica y horizontalidad en las relaciones entre países si aspira a ser una potencia en la defensa de la democracia y los derechos humanos, solo posible construyendo una multilateralidad colaborativa, que refuerce los lazos de cooperación entre los pueblos como mecanismo de disuasión y prevención de conflictos. Esta forma de entender la multilateralidad ha sido la que ha practicado China y los resultados han sido muy positivos, tanto para el país asiático como para quienes han sabido consolidarse como sus socios comerciales.
Mientras los europeos seguimos creyéndonos el centro del mundo, éste ha desplazado su eje a la región Asia-Pacífico y los denominados BRICS llevan camino de convertirse en la mayor alianza política, comercial y económica mundial, con el objetivo de cooperar en beneficio mutuo. Hoy son 10 países, entre ellos Brasil, Sudáfrica o China. También Rusia, a la que no le faltan aliados en el mundo a pesar de que la propaganda de guerra diga lo contrario. Los BRICS generan más de un tercio del PIB mundial y son la mitad de la población del planeta. Forman parte de la alianza tres de los cuatro mayores productores de alimentos, y producen el 42% del petróleo mundial. 20 países más han pedido formalmente ser admitidos y 40 han expresado su interés en unirse. Europa debe darse cuenta del desastre al que está abocada mientras continúe supeditada a los intereses de la Casa Blanca o se deje arrastrar al precipicio del gasto armamentístico, en lugar de optar por una posición estratégica propia que le permita ser partícipe de las nuevas alianzas multilaterales y colaborativas que ya están construyéndose.
En cuanto a España, es el único país gobernado por una alianza de fuerzas de izquierda en una UE con 23 de sus 27 gobiernos nacionales en manos de la derecha o de la extrema derecha. Con una mayoría contraria a la defensa de los derechos humanos y de la democracia en el Consejo de la Unión, nuestro principal reto es conseguir que nuestro país sea capaz de hacer avanzar las propuestas de paz y seguridad humana, frente a quienes buscan prolongar la guerra para justificar un desmesurado gasto en armamento.
https://www.publico.es/opinion/tribunas/europa-quiere-paz-debe-preparar-guerra.html
De René RR:
Feliz día pa' los(las) 3. R3.
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