miércoles, 20 de marzo de 2024

El mundo tal y como lo conocemos

Por Leonardo Padura

Casi todos los años de mi existencia los he gastado en un país que, luego de promover un cataclismo histórico llamado revolución, ha pretendido, contra toda lógica dialéctica, que sigamos viviendo para siempre en una especie de lapso histórico detenido o, al menos, que se debe mover hacia el fin de los tiempos por un carril ya determinado. Y es que en Cuba, a través de una continuidad legal y constitucionalmente establecida, se ha refrendando que el sistema socialista llegó al país para quedarse, por los siglos de los siglos.

Nunca he podido olvidar, sin embargo, aquella mañana de 1989, cuando mi madre, al comentarle la noticia de la caída del Muro de Berlín me dijo: “Yo no pensé que viviría para ver eso”. Y es que ella, nacida tres décadas antes de que se levantara el Muro y de que la revolución cubana se declarara socialista, a la altura de sus sesenta años había asumido que el mundo que conocía era el que existía y existiría. Pero la Historia solo es una disciplina de contenidos inalterables cuando está en los libros —y ni siquiera así su inalterabilidad está garantizada. La Historia es una espiral indetenible que avanza y retrocede, se revuelve y nos asombra, y no permite que el mundo (ni siquiera el mejor de los mundos posibles) sea siempre ese estadio específico que hemos conocido y cuyos códigos asimilado. Y es esa condición evolutiva (o involutiva) de la Historia la que ahora mismo nos debería advertir de la necesidad de encender luces de alarma.


No resulta ocioso recordar que la posibilidad de nacer en una época y morir en otra, y tener por ello una conciencia de la movilidad de la Historia, es una condición reciente para la humanidad. Hasta los siglos XVII y XVIII la mayoría de las personas nacían y morían en sociedades apenas transformadas en el trance de una vida. Acontecimientos históricos más recientes, como la Revolución Francesa de 1789, permitió a muchos individuos nacer en una monarquía, vivir en una república y luego en un imperio para morir en una restauración o quizás hasta en una Segunda República si llegaba a los sesenta años. El movimiento de las sociedades, el flujo del tiempo se habían acelerado con los motores de la revolución industrial y social y la posibilidad de adquirir semejante conciencia de la Historia fue uno de los hallazgos que cristalizó, por ejemplo, en el nacimiento de la hoy tan popular novela histórica, un género inexistente hasta la llegada de Walter Scott y Waverley, su novela de 1814.


El desarrollo económico, científico, político de las sociedades contemporáneas ha provocado una desbocada aceleración en el devenir del tiempo. Las generaciones que hemos asistido al cambio de siglo y de milenio hemos tenido el extraño privilegio de aprender que el mundo, tal como lo conocimos en un determinado momento, no será el mismo por mucho tiempo.


La desaparición del socialismo en la extinta Unión Soviética y el este europeo, el fin de la Guerra Fría y el triunfo económico y político de los modelos liberales fueron procesos tan radicales y profundos en la evolución social que incluso llevaron a profetizar el fin de la Historia, la llegada de un estadio socio-político que, luego de haberse impuesto, no sufriría otras grandes alteraciones.


Pero aquel mundo de fin del siglo XX era, entre otras peculiaridades, un universo con una telefonía celular primitiva, sin otra red social masiva que no fuese el correo electrónico y en el cual, anotemos otras insignificancias, se podía subir a los aviones con una botella de whisky y, además, fumar cigarrillos en casi todo el viaje. El atentado a las Torres Gemelas de Nueva York, en 2001 y la guerra contra el terrorismo –y las repuestas del terrorismo- han alterado nuestra realidad, mientras los avances tecnológicos han transformado los ritmos sociales, económicos y políticos gracias a los potentes cambios ocurridos en el universo digital con manifestaciones hoy tan influyentes como las redes sociales.


Un proceso histórico revulsivo como lo fue la pandemia de coronavirus, iniciada en 2019, que prácticamente paralizaría el mundo por dos años, resultó ser un evento que, al despertar el miedo a la muerte, cambió muchas de nuestras perspectivas de la realidad que conocíamos mientras colocaba el devenir social en una especie de meandro por el que las aguas corrían a otro ritmo. Pero pensemos en el hecho de que las vacunas contra el virus se pudieron crear en poco más de un año porque antes se habían producido hallazgos científicos que ya cambiaban el mundo y nuestra relación con él, y entre otros estuvo la posibilidad de diseñar el mapa genético de las personas con la decodificación del genoma humano. Sin la misma espectacularidad visual de la demolición del Muro de Berlín, el ataque a las Torres Gemelas o las alteraciones políticas en el Medio Oriente, con guerras incluidas y dictadores que parecían perpetuos removidos, los avances científicos y tecnológicos han tenido una decisiva presencia en las alteraciones del mundo que conocíamos para conducirnos a otro, que poco y mal conocemos —al menos yo.


Pero este presente estadio histórico postpandémico, que ha recuperado el fragor de las guerras (que siguen siendo más o menos como antes, o como siempre, pues implican muerte y destrucción para materializar conquistas de territorios), se asoma en estos momentos a posibles convulsiones que podrían cambiar nuestra percepción del mundo tal como ahora mismo lo conocemos.


A pasos firmes el cambio climático sigue alterando las geografías a pesar de tantas cumbres y conferencias que no concretan medidas urgentes y efectivas para frenar el deterioro del planeta. A un ritmo más acelerado la Inteligencia Artificial está transformando paradigmas de todo tipo, desde académicos y artísticos (se le puede pedir que escriba tesis doctorales y novelas) hasta médicos, económicos y políticos.


Mientras, las posibles mutaciones de las relaciones internacionales podrían hacernos vivir, dentro de poco, en otro mundo. El populismo y los tirones hacia la derecha pueden alterar muchas realidades presentes. En ese contexto, las elecciones europeas de junio deben influir en el destino a largo e incluso a corto plazo del proyecto socio-político-económico que, con todas sus imperfecciones, ha demostrado ser el más racional y factible para las sociedades contemporáneas. Al otro lado del mundo, en unos comicios en los que, como ha dicho Fernando Vallespín, se enfrentarán la senilidad y la insanía, la posible reelección de Donald Trump derivaría en revulsivas consecuencias de todo tipo al interior de la sociedad estadounidense, en la relación política con Europa y con la Rusia del casi seguro reelecto Putin, en la posición de Estados Unidos ante guerras presentes y futuras, en un mundo en que —Trump mediante—, hasta deje de existir la OTAN –algo que jamás pensé que viviría para ver.


La humanidad en pleno se encuentra hoy en el filo de una navaja histórica, social, medioambiental e, incluso, ética. El mundo, tal como lo conocemos pronto podrá ser una página más de un tránsito de una movilidad de la Historia que ha perdido los frenos. Por ello, desde mi percepción doméstica de vivir en una sociedad que se pretende inalterable y desde una lectura de los procesos políticos internacionales, de los progresos científicos, de los peligros de una economía global inestable y casi siempre en crisis, el panorama que oteo me llena de incertidumbre. Es un pesimismo histórico que, ojalá, no tenga más y mejores condiciones para concretarse en ese mundo predecible al que nos abocamos, que aun no podemos fijar, pero que quizás incluso nos haga añorar este otro de hoy, tan imperfecto, pero tal y como lo conocemos.

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Fuente: https://elpais.com/opinion/2024-03-17/el-mundo-tal-y-como-lo-conocemos.html#?rel=mas

5 comentarios:

silvio dijo...

De Pepe Sulaimán:

La nueva era

La anunciada nueva era nos tiene postrados en el limbo, en penosa añoranza del pasado
y la incertidumbre pesimista del futuro. La nueva era viene con la sempiterna práctica
de conquistar y borrar todo vestigio del ayer.
Con ánimo antropológico, estoy recolectando vivencias de mi mundo,
que dispongo en orden cronológico con la pasión de un filatelista.
Cada imagen es un paso dado, son las migajas que dejé en el camino que me ayudan a tocar base.
La tierra se transforma en silicio y lo que toco está perdiendo materia.
Mueren mis amigos chamanes y de esa luz, veo que sólo queda un pabilo cortito
que mantiene el fuego de ésta práctica milenaria. Mueren mis hermanos chamanes dejando en su lugar
a brujos y diableros, hoy convertidos en líderes de opinión.
Por ahora guardo en mi morral las migajas que me quedan porque necesito regresar en mi camino
a una bifurcación involuntaria y desde ahí, reclamar el diseño original de mi curso por esta vida.

20 de Marzo, 2024

silvio dijo...

De Fidel Vascós:

Silvio:
Ya había leído el artículo “Quien siembra vientos recoge tempestades”, de Michael Vázquez. Numerosos economistas, entre ellos Michael, hemos estado publicando nuestros análisis acerca de la difícil situación económica por la que atraviesa el país, así como formulando propuestas para encaminar soluciones al respecto. Para mí está claro que la causa principal de nuestros problemas es el bloqueo recrudecido que el gobierno de EE.UU. nos tiene impuesto, a lo que se suma haber incorporado a Cuba en la lista de países que no combaten el terrorismo. A su vez, también existen causas internas que frenan el desarrollo de las fuerzas productivas en nuestro país. La traba principal, en mi criterio, es la organización y funcionamiento del actual sistema de dirección y planificación de la economía altamente centralizado que se aplica en Cuba heredado del CAME, el cual se caracteriza por decisiones administrativas verticales de ordeno y mando, dejando muy poco espacio a la autonomía empresarial en su actuación en el mercado. En el caso que nos ocupa, Michael caracteriza parte de los problemas y plantea algunas soluciones que, en mi opinión, se refieren a la relación entre el plan estatal que administra el Estado, incluyendo a las empresas estatales, y la libre actuación de los actores económicos en el mercado. Es válido categorizar los productos para el abastecimiento de la población en esenciales y no esenciales. En lo que no estoy de acuerdo es en encargarle los esenciales exclusivamente al plan administrativo del Estado y los no esenciales, a las MIPYMES. En mi opinión, todos los bienes deben poder ser producidos y comercializados tanto por las empresas estatales como las no estatales, lo que debe ocurrir en ambos casos en base a las leyes objetivas del mercado y la leal competencia interempresarial. Al respecto, la principal función del Estado sería velar porque los ciudadanos no se vean lesionados en el abastecimiento de los bienes que se consideren esenciales para su nivel de vida, lo que puede resolverse aplicando subsidios estatales a esos bienes, tanto a empresas estatales como no estatales, para reducir los precios minoristas sin afectar las utilidades de las empresas. También habría que introducir un aumento del salario mínimo y las jubilaciones en correspondencia con la tasa anual de inflación, así como ingresos adicionales a las personas específicamente vulnerables. En un orden mas general, hay muchas otras medidas que deberían tomarse para ir solucionando los problemas de nuestra economía. Opino que el mejor método sería diseñar, mediante una amplia consulta popular, un Plan integral de modificaciones al sistema de dirección y planificación económica vigente, en el cual se identifiquen para su aplicación, dentro de un cronograma, las medidas antecedentes y consecuentes de cada una de ellas. Quizás esta propuesta podría acometerse con el anunciado Programa de Estabilización Macroeconómica para así evitar en el futuro un nuevo fracaso como el de la mal llamada Tarea Ordenamiento. Un abrazo.
Fidel Vascós González

silvio dijo...

De Joaquin Benavides:

Vascos:
Estoy de acuerdo con tu opinion y puntos de vista. Pero sin una reforma cambiaria que establezca una tasa oficial de cambio para todos los actores de la economia y la poblacion, no creo que sea posible ni siquiera intentar reorganizar la actividad economica. Cuba tiene una de las economías más abiertas del mundo, y no se puede pensar seriamente en producir sin importar. Y la importación para producir no debe estar sujeta a que un funcionario del estado decida distribuir las divisas según su opinion. Por supuesto que la direccion del estado tiene que tener reservas, como siempre tuvo aun en las peores circunstancias, recordar la Caja Central, pero el resto de las divisas deben poderse comprar en las oficinas de cambio, a la tasa del día, tanto por las empresas estatales, como privadas y poblacion en pesos. Lo otro sería continuar inventando. Todas las empresas que operen en el mercado nacional necesitan divisas para importar insumos, maquinarias, etc, para producir. Deben vender su produccion en moneda nacional y con ella comprar en el banco las divisas que requieren para importar y continuar su ciclo productivo. Sin resolver esto, todo lo demás no pasa de ser teoría desvinculada de la práctica real. Las Mipymes han logrado abrirse paso en medio de muchas dificultades, porque han encontrado (inventado) la forma de importar, pagar las importaciones, vender en el mercado nacional, y con el resultado en pesos de sus ventas, reiniciar el proceso, e incrementarlo, y seguir produciendo y vendiendo. No veo otro camino.
Un abrazo,
Benavides

silvio dijo...

De Vascós:

Excelente artículo de Padura en Segunda Cita. Ratifica que la historia humana es un proceso espontáneo, dialéctico y no gobernable administrativamente. También destaca la creciente influencia de los avances científicos y tecnológicos en el desarrollo económico, político y social que nos llevará a un mundo hoy desconocido. Saludos.

silvio dijo...

De Ileana Yarza: