martes, 22 de abril de 2025

La muerte del Papa

Por Jorge Fuentes

Acaba de morir Jorge Mario Bergoglio, el Papa Francisco, a los 88 años. Para quienes estuvimos al tanto de su precario estado de salud, situación que parecía superada la semana pasada con esperanzadores partes médicos, pero sobre todo para aquellos que lo vieron pasear por San Pedro, el Domingo de Resurrección, saludando y deseando una buena Pascua, grande ha sido la sorpresa y el pesar terrible. 

El que llevaba el revelador nombre del franciscano que fundó la orden donde la pobreza era virtud, El Papa argentino, El Jesuita, acabado el día de la Resurrección de Jesús, como si ya no hiciera falta su mandato por la presencia del otro, había muerto. 

Mientras esté insepulto y los cardenales no elijan su sustituto, será la noticia más importante en la prensa mundial y su recuerdo asunto de la memoria de los pobladores de su tiempo que conocieron sus actos. Porque El Jesuita no sólo promovió la mística de una iglesia instalada en el espíritu humano por medios validados e invalidados por la historia, también divulgó y se aferró con su vida, al Cristo histórico, líder popular que se puso al frente de los pobres de la tierra y presagió su futuro. 

Francisco enseñó, a la poderosa institución de la que era centro y figura, a pedir perdón y a arrodillarse ante la víctima. No es poco para quien, por tradición, tuvo tan de cerca la arrogancia y la opulencia. El Jesuita se levantó de verdad, contra la injusticia, con los pobres maltratados por el capitalismo neoliberal y el mundo neocolonial, con los discriminados por el color de la piel, el género y caminó al lado de los emigrantes maltratados y abominados. 

Sacudió, con el látigo de su voluntad, a burócratas, corruptos y pedófilos. 

Fue ecuménico y salvador de la idea de que todos somos iguales ante Dios, pero sobre todo ante nosotros mismos. 

Fue intenso en su defensa de la libertad de pensamiento y de tal manera se apartó de una actitud opresora y sectaria. 

Entendió la libertad como el mayor derecho de los seres humanos y superó la idea que la separa de necesidad e inevitabilidad del dogma. 

Fue un jefe de estado serio, con el que las personas de a pie pudieron contar, en su anhelo de vivir mejor y hacerlo en paz y con justicia. No fue un mártir que sacrificó su vida, pero creo que estaba dispuesto a hacerlo y que ello formaba parte sincera de sus creencias. 

Vivió en amor y nos ofreció esa vida, lástima que pocas veces podamos hacerlo. Ni las buenas intenciones, ni la religión, sea el credo que sea, han podido contra la ganancia desmedida, la inequidad y la explotación, que es la religión de los capitalistas. 

El jesuita, que hoy también es llorado por los comunistas que creen y por los que no creen, por los partidarios de nuevas corrientes revolucionarias cristianas, por los grandes sectores de población que sufren la imposición de un mundo en estado fatal para el desarrollo de la vida, yace cadáver. 

No tengo la menor idea de lo que pensaba sobre la muerte y los caminos que nos depara. Los simples mortales reaccionamos con un miedo terrible o la intranquilidad impaciente de una nueva vida. Pero un Papa sabe mucho.

3 comentarios:

silvio dijo...

FRANCISCO NO SE FUE, QUEDA SU LEGADO PARA SIEMPRE COMO COLOFÓN DE SU PARTIDA ANUNCIADA
Por Félix Sautié Mederos

No quiero que falte mi modesto homenaje público ante la partida de Francisco. No tengo otra cosa que ofrecer a una muerte que no es verdad, porque cumplió plenamente con la obra de su vida y con su alta responsabilidad religiosa y humana.

El mundo entero se ha conmovido; y mi voz es muy pequeña para manifestarme, pero lo hago con emoción y con la fe que en Credo que los cristianos anunciamos, en favor de la vida del mundo futuro en la cual todos nos insertaremos un día y que Francisco se nos adelantó.

Así es que asumo la noticia sobre su partida física y rechazo el silencio, porque Francisco asumió siempre su responsabilidad de seguidor de Jesús de Nazaret ante los pobres y la justicia social, de la que sin dudas fue un alto referente y un ejemplo vivo que no se podrá olvidar con el paso de los años, que nos quedan por delante.

No hacen falta muchas palabras de dolor porque su vida ha sido una dinámica de amor en un mundo de guerras e injusticias en el que siempre nos acompañó con su rechazo ejemplarizante.

Así lo pienso y así lo expreso con fervor y sumo mi voz al mundo que lo aclama.

silvio dijo...

Los ultraconservadores que trataron de tumbar al papa Francisco aguardan su momento en el cónclave
Por Daniel Verdú

La mañana del 26 de agosto de 2018, mientras el Papa visitaba Irlanda con el séquito habitual de periodistas y equipo del Vaticano, explotó la bomba. El arzobispo Carlo Maria Viganò, exnuncio en Washington entre 2011 y 2016 y peso pesado de la curia, acusaba a Francisco en una carta de 11 páginas de haber encubierto los abusos del cardenal Theodore McCarrick y exigía su renuncia. La violencia de aquella carta y de la acusación eran el colofón a una campaña que había comenzado algunos años antes en el seno de la Santa Sede para tumbar a un papa que consideraban demasiado progresista, incluso un hereje. El conato de cisma estaba dirigido y financiado por Estados Unidos, donde Donald Trump consumía su primer mandato en la Casa Blanca en busca de un relato cultural e ideológico capaz de florecer sobre las raíces judeocristianas de Occidente. Y el Vaticano, desde esa óptica, no podía estar gobernado por un papa ecologista, tolerante con la homosexualidad, anticapitalista y, sobre todo, extremadamente beligerante con las políticas antimigratorias que caracterizaron la primera era del actual presidente estadounidense.

Siempre hubo tensiones, luchas internas en la historia de la Iglesia. La unidad, evitar el cisma, fueron una obsesión. Pero nunca en la historia contemporánea se había puesto en la diana a un papa de una forma tan violenta. Y, sobre todo, era completamente insólito que los enemigos del Pontífice procediesen del sector tradicionalista, de la supuesta esencia del catolicismo. Hasta entonces ese tipo de batallas las habían librado solo grupúsculos ultra como la Fraternidad de San Pío X, fundada por el arzobispo rebelde francés Marcel Lefebvre, excomulgado en 1988 después de que este ordenara a cuatro sacerdotes sin el permiso de Roma.
Los síntomas hacía tiempo que eran claros. Steve Bannon, principal asesor de Donald Trump antes de caer en desgracia, un Elon Musk avant la lettre, se instaló en el ático del hotel De Russie en la lujosa vía del Babuino. Desde ahí comenzó a recibir a líderes italianos y europeos que veían con malos ojos a Francisco: desde Salvini hasta Trump. Bannon intentó abrir una suerte de escuela del populismo a las afueras de Roma, acentuó la presión a través de medios afines. El cardenal estadounidense Raymond Burke se convirtió en el brazo político dentro del Vaticano de esa nueva corriente, y junto a otros purpurados como el excelente teólogo Gerhard Müller, comenzaron a urdir un plan para poner en evidencia una supuesta falta de preparación intelectual de Francisco.

“Comenzó pronto, en verano de 2013, cuando ya estaba claro que muchos obispos de Estados Unidos no lo reconocían como uno de los suyos”, señala Massimo Faggioli, profesor del Departamento de Teología y Ciencias Religiosas de la Villanova University, en Filadelfia, Estados Unidos. “Los conservadores estadounidenses pensaron que después de Juan Pablo II y Benedicto XVI el destino estaba marcado para siempre por el neoconservadurismo. Y el Papa no lo permitió. Ese fue su pecado”, añade.

En Estados Unidos hay alrededor de 72,3 millones de bautizados, casi una cuarta parte de la población. Pero la influencia de los católicos ha crecido en los últimos años. Un tercio de los congresistas practican esa fe, según un estudio de Pew Research Centre. Las vocaciones de la iglesia más rica del mundo —junto a la alemana— han caído más que en ningún lugar y los escándalos de pederastia, con el ya famoso caso de Boston, causaron estragos. Sin embargo, la obsesión de los nuevos inquilinos de la Casa Blanca y de los círculos de poder neoconservadores con el Vaticano no ha dejado de aumentar.

silvio dijo...

Los ultraconservadores... (2 y fin)

Una de las impresiones que siempre persiguió a Bergoglio fue que la renuncia de Benedicto XVI en 2013, pese a haber sido un gesto de generosidad y humildad, había abierto una brecha en la Iglesia a la que se agarró el sector conservador para plantear su lucha. La ficción que se estableció fue que si había dos hombres vestidos de blanco paseando por los jardines vaticanos, por qué no cerrar filas en torno al más conservador. Ratzinger, un excelente teólogo, aunque poco hábil para las relaciones personales, nunca aceptó ese papel. Pero algunos despistes y la influencia de su secretario personal, Georg Gänswein, enfrentado a Francisco, provocaron algún resbalón.

El punto máximo de tensión llegó hace cinco años, con la publicación de un libro que, teóricamente, el Papa emérito firmaba junto al cardenal ultraconservador Robert Sarah y en el que se oponía frontalmente al celibato opcional y, sobre todo, a la ordenación de hombres casados (Desde lo más hondo de nuestros corazones. Palabra, 2020). Un tema sobre el que debía pronunciarse Francisco en el sínodo sobre la Amazonia y que convirtió la publicación en una injerencia.

Bergoglio resistió hasta el final en esta lucha. El pasado 10 de febrero, de hecho, mandó una carta a los obispos estadounidenses (195 diócesis) denunciando el programa de deportaciones masivas de la Administración de Trump. La misiva enfureció a Tom Homan, conocido como el zar de la frontera, y el hombre elegido por Trump para desarrollar su política migratoria. “El Vaticano tiene un muro alrededor, ¿no? Más vale que se ocupe de los asuntos de la Iglesia”, le respondió. “Nunca se dejó intimidar. Respondió durante todos esos años con nombramientos, viajes, documentos. Y los asuntos que no llevó a cabo, como el nombramiento de sacerdotisas, fue porque no creía en ello”, defiende Faggioli.

El mandato del demócrata Joe Biden fue un alivio transitorio, pero la propia Iglesia estadounidense se encontraba ya profundamente dividida. “Son universos culturales y sociales crecidos en un modo distinto. Es un catolicismo que se basa más en la identidad. Por eso ahora nos encontramos en un punto crítico con este cónclave. Hay un movimiento neoconservador que empieza en los años ochenta. Y el vicepresidente de Estados Unidos, J. D. Vance, es uno de sus exponentes. Tienen una estrategia de largo plazo para volver a un cierto tradicionalismo que no se terminará con el cónclave, pase lo que pase”. La ironía, quizá su manera de afrontar esta lucha, quiso que Francisco dedicase parte del último día su vida a recibir al propio Vance en el Vaticano.

https://elpais.com/internacional/2025-04-23/los-tradicionalistas-que-trataron-de-tumbar-al-papa-francisco-aguardan-su-momento-en-el-conclave.html