martes, 6 de agosto de 2024

Entrevista para Página 12: "Hay canciones que logran acompañar toda una vida"

En diálogo exclusivo con Página/12, el músico revela detalles de las canciones de su nuevo trabajo, recuerda la experiencia del Grupo de Experimentación Sonora del ICAIC, repasa los orígenes de la Nueva Trova Cubana, reflexiona sobre la crisis política, social y económica de Cuba, y analiza el fenómeno libertario en el gobierno argentino.

Por Sergio Sánchez

"Cuando se van los hijos, los nietos, el futuro/ nos dejan acertijos, nos mira el lado oscuro/ ¿Qué memoria tendrá nuestro después?/ ¿Qué abandonos sabrá nuestro después? ¿Y cuán fuerte será nuestro después en su suerte?", canta Silvio Rodríguez en "Nuestro después", una de las canciones de su nuevo disco, Quería saber, estrenado hace dos meses. En esta canción, el trovador cubano despliega esa fórmula tan personal que construyó con el tiempo: una mezcla de melancolía, existencialismo y sensibilidad social. La poesía siempre al servicio de la canción. “¿Y cuán fuerte será nuestro después”, se pregunta el músico de 77 años, tal vez uno de los artistas más relevantes de la canción en habla hispana. La pregunta, como en aquel “Escaramujo”, está nuevamente por delante. ¿Qué es lo que todavía quiere saber Silvio Rodríguez?

En diálogo exclusivo con Página/12 –único medio argentino con el que habló sobre su nuevo disco-, Rodríguez revela detalles de las canciones, recuerda la experiencia del Grupo de Experimentación Sonora del ICAIC, repasa los orígenes de la Nueva Trova Cubana –y su legado en la actualidad-, y analiza el fenómeno libertario en el gobierno argentino. Reflexiona también sobre la delicada crisis política, social, energética y económica que atraviesa actualmente Cuba, tal vez comparable con la ocurrida durante el llamado "Periodo Especial", a comienzos de la década del '90. Según datos oficiales, la economía cubana se contrajo un 2% en 2023, en tanto que la inflación alcanzó el 30%. “En Cuba ha pesado mucho un pensamiento ortodoxo conservador que, en mi criterio, ha contribuido a toda esta crisis. El año y medio de pandemia, obviamente, también nos hizo daño, como al resto del mundo”, le dice Rodríguez a este diario.

La última visita del cubano a la Argentina fue en 2018. En esa oportunidad, se presentó en el Luna Park y brindó un concierto gratuito en Avellaneda. Su disco anterior, Para la espera (2020) –a guitarra y voz-, no tuvo gira de presentación debido a la crisis sanitaria provocada por la pandemia. Por lo pronto, Rodríguez confiesa que no tiene ninguna gira programada para presentar Quería saber, un disco en el que vuelve a grabar en formato banda y regala nuevas versiones, más bailables y variadas en instrumentación, de “Danzón para la espera” y “Viene la cosa”. “Tengo recuerdos, tengo amigos y amigas entrañables en la Argentina. Ha sido hermoso lo que nos ha pasado en esa tierra”, resalta. “Lo que sucede es que a mí la Covid me hizo ver lo que había ido posponiendo por las giras. Por eso estoy inmerso en el estudio, terminando proyectos y empezando a materializar otros nuevos. No sé cuando termine esta etapa, que en parte es de rescate y en parte creativa. Cuando eso suceda, espero que volvamos a abrazarnos”.

-En relación al título del nuevo disco, ¿la inquietud sigue siendo el motor para escribir canciones? ¿Qué es aquello que quería -o todavía quiere- saber?

-Escribir canciones ha resultado un oficio que, al menos en mí, fue apareciendo de una curiosidad por distintas zonas de las artes como la literatura, la pintura, la música, etcétera. Cuando era niño, quería saber qué había en la ribera opuesta del río de mi pueblo, el Ariguanabo. Cuando aprendí a nadar, me vi andando por aquella otra orilla. Después, cuando nos mudamos a La Habana, quería saber qué había más allá de la línea del horizonte. Con 22 años conseguí subir a un barco de pesca y comenzar a averiguarlo. Hoy por hoy son demasiadas las cosas que desearía saber. La ciencia, los descubrimientos y el día a día de la humanidad han echado por tierra muchas cosas que se tenían por verdaderas. Y, más allá de que los humanos tenemos el hábito de petrificar y hasta sacralizar lo que adoptamos como cierto, me gustaría saber, por ejemplo, si toda esta construcción que se ha hecho y que es llamada civilización tiene sentido. Porque si este planeta es finito, como desde hace tanto se reconoce, dónde nos vamos a meter cuando lo acabemos. Esta pregunta crece prácticamente a diario al ver la prisa por extinguir lo que nos ha dado la naturaleza y, además, por el entusiasmo con que nos matamos, en vez de emplear lo que sabemos para mejorarlo todo.

-A diferencia del disco anterior, Para la espera (2020), que era más austero en el plano sonoro, en este nuevo álbum participa la banda y aparecen más colores instrumentales (cuerdas, percusiones, piano). ¿Por qué sintió la necesidad de grabar las canciones en un formato banda?

-Para la espera fue el resultado del aislamiento por la Covid; fue un disco provocado por la urgencia. En medio de aquella incertidumbre, publiqué los temas en los que estaba trabajando como estaban justo en aquel momento. Por eso en las notas advertí que era posible que más adelante salieran versiones más terminadas de algunas canciones (y era que ya mi mente andaba en eso). Cuando terminó el aislamiento, pude volver a reunirme con mis compañeros y entonces aparecieron las nuevas versiones de “Viene la cosa” y “Danzón para la espera”, además de los otros temas.

-"América" cuenta la historia de un amor de juventud pero a la vez parece una metáfora de estos tiempos. “La luz me guarde del abrazo de América, de su mirada, de su hechizo de amor/ De madrugada se oye el llanto de América, y se parece al dolor”, dice una parte de la letra. ¿Hubo una intención de contar algo más que un amorío de juventud?

-Lo que cuenta “América” no es un amor sino un destello, la atmósfera de incógnita y misterio que implica lo atractivo distante. No niego que puede tener otras lecturas. Me di cuenta mientras la escribía, aunque continué siguiendo el aura de encanto y tragedia que rodeaba a aquella muchacha de mi barrio.

-¿En qué contexto fue escrita la canción "Para no botar en el sofá" (canción editorial), que publicó originalmente en su blog en 2016? ¿Podría contarnos algunos acontecimientos que hayan inspirado la letra de esta canción?

-Comencé Segunda Cita (el blog) a principios de 2010. No es un sitio contemplativo ni descafeinado. Sus páginas están llenas de opiniones de todo tipo sobre la realidad universal y sobre la cubana en particular. Evidentemente, ciertas opiniones aparecidas en el blog han merecido respuestas de algunos autores de nuestra prensa política. A raíz de uno de esos debates apareció “Para no botar el sofá”, que tiene como subtítulo “canción editorial”, ironizando sobre una supuesta oficialidad. “Para no botar el sofá” es una especie de rosario de tonterías y desgracias –sin duda humanas- que se han cometido en nombre de algo supuestamente superior.

-La única canción que no fue escrita en este siglo, como señala en su página web, es "Tonada para dos poemas de Rubén Martínez Villena". ¿Por qué decidió recuperar esta vieja canción que compuso a principios de los '70? ¿La canción también busca rescatar la figura del poeta y revolucionario Rubén Martínez Villena? La frase "ya dormiré mañana con el párpado abierto" parece hablar de la importancia de no bajar la guardia ni rendirse...

-Decidí recuperar aquella canción, además de porque no estaba en disco, por lo hermoso y complejo que logró plasmar sobre la vida y las aspiraciones humanas aquel poeta a sus 22 años. Rubén Martínez Villena murió todavía muy joven, consumido por la tuberculosis y el esfuerzo por organizar una huelga que sacó del poder a un odioso presidente.

-¿Cómo recuerda hoy la experiencia del Grupo de Experimentación Sonora del ICAIC (GES) en la década del '70?

-El Grupo de Experimentación Sonora fue un elemento significativo en medio de la lucha de criterios que por entonces había en la superestructura cubana. Lo creó Alfredo Guevara en el ICAIC, con todo el apoyo moral de Haydeé Santamaría desde Casa de las Américas. Varios de sus fundadores no eran muy bien vistos por instituciones culturales, empezando por Leo Brouwer, por raro e independiente, y seguido por Pablo Milanés, quien había pasado por los campos de trabajo de las UMAP. Yo había sido expulsado de la radio y la televisión, de donde seguía marginado. El GES inicial, además, estaba integrado por jóvenes instrumentistas que fueron dejando importantes señales en la historia de nuestra cultura. Entre estos destacan Emiliano Salvador, Sergio Vitier, Eduardo Ramos, Leonardo Acosta, Carlos Averof y Pablo Menéndez. Nuestra música no se escuchaba en la radio ni en la televisión, pero aparecía en películas y documentales, y todas las semanas en el noticiero ICAIC Latinoamericano, dirigido por Santiago Álvarez.

-¿Fue un germen, también, para el inicio de la Nueva Trova Cubana?

-La impresión de aquel trabajo colectivo en el gusto, sobre todo de los jóvenes, fue haciendo ceder criterios discriminatorios con matices políticos. En medio de un oficialismo antirockero, hicimos rocanrol para el documentalista inglés Félix Green, cantando “Cuba va!”. Sin duda, el trabajo del grupo también influyó en la creación del Movimiento de la Nueva Trova, que se fundó en diciembre de 1972, en la ciudad de Manzanillo. Pero al menos cinco años antes ya existía cierta cohesión en nuestra generación de trovadores. La editorial Ojalá acaba de publicar un libro que lo prueba, llamado La Habana, día de un año (2024), escrito por Patricia Ballote Álvarez. Creo que también fueron de mucha importancia los trabajos que compartieron con el GES artistas de gran prestigio como Isabel Parra, Daniel Viglietti y Soledad Bravo. Y documentalistas como Pino Solanas, que puso nuestra música en su film La hora de los hornos.

-¿Qué reflexión le amerita la actual crisis económica que atraviesa Cuba? En otras palabras, ¿cuáles son los desafíos sociales y políticos de su país en el presente?

-No me siento capacitado para hablar a cabalidad de temas económicos. Por eso mi blog, desde hace años, ha dado voz a especialistas en la materia y a intelectuales que hacen análisis críticos sobre nuestra realidad. Es obvio que el bloqueo norteamericano nos ha venido haciendo mucho daño. Las más de 200 medidas extras de Trump lo profundizaron. Incluirnos en la lista de países patrocinadores del terrorismo ha sido de una maldad inconcebible. Pero hay que recordar que, al principio del diferendo, hubo un subsecretario de Estado norteamericano que expresó con toda claridad que el bloqueo era, sobre todo, para que el pueblo, cansado de sufrir, se virara contra el gobierno. Por otra parte, es muy cierto que el llamado socialismo real colapsó hace más de tres décadas y que desde entonces debimos adecuarnos mejor a la nueva realidad. Se intentaron medidas que fracasaron y también hubo otras a las que, lamentablemente, se les tuvo miedo. En Cuba ha pesado mucho un pensamiento ortodoxo conservador que, en mi criterio, ha contribuido a toda esta crisis. El año y medio de pandemia, obviamente, también nos hizo daño, como al resto del mundo. Algunos efectos se pueden leer en la prensa actual de muchos países, incluso en los de más recursos; y también se ve cómo ha servido de pretexto para el surgimiento de una especie de neofascismo. Ahora en Cuba estamos sufriendo el resultado de un conjunto de factores, propios y universales, y creo que nos corresponde a nosotros encontrar la forma de enfrentarlos para sobrevivir.

-En 2020, le decía a este diario que las canciones tenían la función de "acompañar a las personas". ¿No cree que muchas de sus canciones (como "El necio", por ejemplo) han dado un claro testimonio de un tiempo y una época ? Entonces, ¿una canción puede transformar un pensamiento, una mirada, o una canción simplemente acompaña un momento?

-Hay canciones que, más que un momento, consiguen acompañar toda una vida. Lo digo porque me pasa con melodías que escuché en la niñez. Por otra parte, en los mismos tiempos de “El necio”, que es una canción de reafirmación cuando vimos hundirse el campo socialista, compuse y grabé “La desilusión”, “Reino de Todavía”, “Tocando fondo”, “El problema”, “Hacia el porvenir”, “En busca de un sueño” y seguramente otras que ahora se me escapan. Todas son facetas del mismo asunto. Pero estas, que también caracterizaban a aquellos tiempos, no tuvieron la suerte –o las razones– para acompañar igualmente. Sin duda tengo responsabilidad, aunque sospecho que no es sólo mía. Es como si fuéramos más dados a lo épico que a lo autocrítico.

-En líneas generales, la Argentina está atravesando una crisis cultural que pone en el centro al mercado por encima del humano y la naturaleza. ¿Cómo ve a la distancia la situación social y política argentina con esta nueva experiencia de la derecha en el gobierno?

-No hace mucho me preguntaron sobre la realidad de la Argentina y dije que, para empezar, respetaba la decisión de una mayoría. Eso, por respeto, lo mantengo, aunque no quiere decir que esté de acuerdo. A veces pasan esas cosas. Por qué puede imponerse algo que no concebimos es un tema siempre desconcertante. Cuando hablábamos de Cuba mencioné los efectos de la Covid en las economías. Quizá me faltó mencionar que también pudo haber influido en la política, acaso como pretexto, según el país, según la circunstancia. A mí me parece que algunos políticos hábiles han utilizado efectos adversos del aislamiento para atribuírselo a corrientes, a gobiernos (sin con esto pretender negar ineficiencias y otras complejidades). Algo que he comentado últimamente con amigos es que no me identifico con la vulgaridad ni con los insultos. Creo que las personas de altas responsabilidades y visibles deben dar ejemplo y enseñar a convencer, no a ofender. Cultivar conscientemente la antipatía, en vez de la empatía, es atraso. Ojalá consigamos superarlo porque no conduce a nada bueno. Respecto a contenido, soy el mismo: justicia social sin igualitarismo, la ciencia como guía y corazón autocrítico.

“Hay de todo en la canción cubana actual. Me identifico con la que hace resistencia a corrientes tribales y efectistas; en fin, al comercio”, sostiene Silvio Rodríguez cuando se le pregunta si está al tanto de lo que ocurre con sensibilidad y las inquietudes de los jóvenes cantautores y creadores de la isla. “En la ciudad de Santa Clara, desde hace años, viene desarrollándose un movimiento trovadoresco de altos kilates que bautizó el fabuloso trío En Serie como La Trovuntivitis”, precisa el músico. Se trata de un colectivo de trovadores y trovadoras que se puso en marcha en 1997, y todos los jueves del año se reúne en El Mejunje de Silverio para compartir con el público nuevas canciones y miradas.

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 La Trovuntivitis Colectivo de trovadores y trovadoras

De este modo, surgió un movimiento espontáneo y dinámico que se fue convirtiendo en una escuela donde crece y se desarrolla la joven trova cubana. "La Trovuntivitis no está ajena a todos los procesos sociales que suceden en el país. Y entre ellos, está la inmigración. Entonces, algunos de nuestros miembros, de nuestros trovadores y compañeros, se han visto en la necesidad de moverse de una forma u otra, y abandonar por un tiempo determinado el país”, explica el músico Roly Berrío, uno de los fundadores de La Trovuntivitis junto a Raúl Cabrera y Levys Aliaga. “Vamos dialogando desde nuestra música con los tiempos, con lo que va sucediendo dentro y fuera de la Isla, con todos los cambios fuertes a nivel económico. Creo que todo lo que sucede en la sociedad impacta en la cultural. La Trovuntivitis es un lugar donde nos hemos enfocado en defender la variedad de pensamientos y formas de hacer música”, explica Berrío, desde La Habana.

“Hemos intentado enfocarnos en el respeto del uno al otro, porque el mismo tiempo nos influyó a todos. La manera que hemos encontrado para mimetizarnos los unos con los otros es defendiendo nuestras diferencias y ayudándonos a crecer en los caminos más independientes. Nada de esto puede existir sin los de afuera”, dice sobre los integrantes que viven afuera de la isla: Karen Fleites se encuentra en la Argentina, Diego Gutiérrez emigró hacia Estados Unidos, Yunior Navarrete e Irina González están en Francia, Yaíma Orozco y Miguel Ángel de la Rosa en el País Vasco, y Raúl Marchena en España. “No existe separación, aunque la vida nos vaya llevando por caminos diversos. En lo espiritual, eso nos ayuda a enriquecernos en cada decisión y más teniendo en cuenta cómo está ahora el país: convertido en ramas”, completa Berrío, quien se encuentra en Cuba con los trovadores Yordan Romero, Leonardo García, Michel Portela, Alain Garrido y Pedrito Borrelli.

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