miércoles, 28 de agosto de 2024

Claudia Aranda, desde Chile

Querido Silvio:

Ahora que soy una segundacitera de lectura, te quiero compartir mi opinión y sentir de la situación entre Chile y Venezuela y la postura de nuestro gobierno, que me avergüenza e indigna. Espero que al menos los de mi generación no compartan una actitud tan infame, con el pueblo venezolano, que alguna vez les tendió la mano. Porque no puedo dejar de sostener que la historia la hacen los pueblos, aunque a nuestros políticos se les olvide.


La respuesta de Chile debiera estar a la altura de su Historia. Pero la política exterior no la hacen los pueblos, a nuestro pesar.

Para alguien como yo, que vivió de punta a cabo la dictadura militar en Chile, sin haber sido víctima directa de la infamia que se apoderó de la política chilena, resulta paradojal la situación que se ha generado en Chile respecto a Venezuela.

Para alguien que vivió la confabulación de la prensa y el poder económico, ya como víctima, porque lo fuimos gran parte de chilenas y chilenos, como niños o adultos, resulta aún más paradojal.

Sí, como niños y niñas vivimos un planificado engaño. Se nos exhibió un mundo de mentira, recordarán el documental El diario de Agustín, que trata justamente de la manipulación de la prensa para justificar el golpe de Estado y encubrir crímenes políticos con titulares como “Los mataron  como ratones”. Recordaran también los desclasificados archivos de la CIA y tantas otras pruebas.

Cuando volvió la democracia -la transición a la Democracia, para ser más precisos-, se iniciaron procesos de búsqueda de la verdad y la justicia, que aunque no fueron lo suficientemente exitosos y profundos, abrieron una puerta donde a mucha gente que vivió la dictadura, se le devela la crueldad del régimen militar. Hasta el día de hoy, el proceso no termina.

Pero hasta el día de hoy, la prensa no es un espacio democrático, que represente todas las visiones y sentires, ni trabaja en búsqueda de la verdad, la justicia, ni la democracia. Basta con ver a cualquier hora del día la televisión o la prensa digital y todos al unísonos hablan de lo mismo, muestran lo mismo y salvo contadas excepciones dicen lo mismo.

Todos al unísonos, diciendo qué es moral, qué es ético y cómo debemos  hablar respecto a lo que sucede fuera de nuestras viviendas, en nuestras calles, en Gaza, en Israel, en Venezuela.

No importa que gran parte del pueblo chileno tenga una alta escolaridad, tenga acceso a la información  y tenga la posibilidad de estudiar y pensar. Porque cada día insisten en que seamos unos ignorantes del acontecer del mundo, sin mostrar las pruebas de lo que declaran o denuncian.

Nos invitan a pinche el enlace y encontraremos las actas que rescató supuestamente la oposición venezolana, pinche el video y verá la represión. Pero el enlace, el video nunca muestra eso que dicen es una prueba irrefutable.

Siguiendo la escuela de don Agustín, los años de Universidad de sus periodistas, se van a la basura e insisten en hacernos ver, una imagen borrosa de los hechos, que hoy día me resisto a convertirlo en Verdades. Porque la otredad corre para algunos.

Para alguien que vivió de punta a cabo la Dictadura, sin ser víctima directa de los crímenes, me resisto a creerles sin pruebas irrefutables, porque viví ya sus mentiras, viví ya el desencanto de sentirse engañada, de sentir que ese fraude fue el alimento de tantos crímenes.

Respecto a la casta política. Si pusieramos en revisión nuestra Democracia, sólo basta con decir que nuestra Constitución fue el producto de un acto ilegítimo, para demostrar que se sostiene sobre un abismo. Que fuimos a las urnas para pedir una nueva y sólo por no aprobar la propuesta, se cerró el proceso y se retrocedió una vez más a la política de las cúpulas. Pero mientras no tengamos una Constitución soberana, que sea el producto de un acto soberano, esta Constitución que nos rige es ilegítima, porque en las urnas ya pedimos soberanamente cambiarla.

Lo que sucede en Venezuela es grave y complejo, inevitablemente me abre recuerdos, quisiera que como chilenas y chilenos coherentes con nuestra historia, actuemos a partir de nuestra memoria, que seamos más  responsables en nuestra política exterior, tendiendo puentes, no muros y que contribuyamos a procesos de verdadera paz, de verdadera justicia. No con posturas de manoseados principios morales. De esas supremas autoridades morales que creen ser, manoseando la dignidad. Porque la verdadera ética se vive en la calle, en la vida misma, en la complejidad de la vida.

Por todas y todos los que murieron en Chile, me rehúso a condenar a otro pueblo que lucha.

Otros caminos de Paz se deben abrir en nuestra América.

Un abrazo

Claudia Aranda

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