viernes, 30 de agosto de 2024

La esquina

 Por Jorge Fuentes

Se me ocurre que entre las cosas desaparecidas de La Habana de mi infancia y adolescencia, hay algo que se mantiene en mi vida, como en mi vida late esta ciudad fantasma imposible de olvidar, a prueba de lejanías y depauperaciones. Me acuerdo del tranvía, Marianao- calle Aguila o Luyanó-Malecón, haciendo chispas en la vida de mi abuela, sentado en sus piernas huesudas en la noche de la ciudad. Ella pensaba y yo miraba las nuevas calles desconocidas. Ella reproducía la vida de la casa centavo a centavo y yo aprendía el movimiento de la urbe del mismo modo que su madre, la negra Agripina Serra, hija de esclavos, y su padre, el español Justo Clavel, se lo habían enseñado a ella misma en un tiempo del que ya no tenía memoria. Pero lo que he sentido como algo inseparablemente eterno y perdido es aquello que todos conocimos por La esquina. Ese descubrimiento había que hacerlo solo y con los amigos, esos seres que el destino inventa, testigos y protagonistas de la vida y la muerte. La esquina no era sólo el lugar donde se cruzan dos calles, era en realidad lo que hoy llamamos una institución cultural. La cultura popular tenía en la esquina su mejor aliado. El paseo del pobre era hacia allí. En la noche del sábado, que siempre ha sido un dia muy masculino, las esquinas de La Habana convertían la ciudad en una fiesta. La bodega bar, el café y el cafetín, la caficola, el puesto de frutas y helados de los chinos, el fritero y el friturero, la fonda, todo junto uno frente al otro. Los cafés de mesas de mármol con sillas viena, el café con leche presidiendo las conversaciones. A ese lugar íbamos a buscar a los abuelos. Ve al café a buscarlo -le decían a uno- cuando al abuelo se necesitaba. Debe estar en la misma discusión de siempre -uno lo sabía. Esos establecimientos no eran en lo absoluto impersonales, se llamaban la bodega de Pancho o el café de Tata. Las costumbres yanquis comenzaban a poner de moda los supermercados y los lugares de comida rápida, pero no había cubilete, saladito, ni victrola donde escuchar la última de Benny Moré, La Aragón. No había la posibilidad de que en el mismo momento en que pasara Yoya, lo mejor del barrio, rodara el níquel por la canalita y se oyera, en ese aparato asesinado por el olvido, el bolero de Vicentico que decía, a Yoya misma, "no intentes el regreso lo nuestro ha terminado". Los sábados la gente se vestía para ir a la esquina, poner un disco, tomarse una cerveza, hablar con los amigos, también se dirimían problemas de honor y a veces corría la sangre que nunca llegaba al rìo. No te quiero ver parado en la esquina -decía mamá con su habitual rectitud- porque también había los habituales de la esquina, los profesionales de la esquina. Pero la esquina de los cafés de día y el bar de los sábados era de los trabajadores. Nadie regresaba directamente a su casa un sábado después del trabajo, había que tomarse un traguito no en cualquier esquina sino en la de uno. De ese modo las esquinas y los establecimientos iban tomando el nombre de sus clientes más famosos, los más antiguos, los que más gastaban o los que más debían.

La bodega de Galiano y Animas, de la que queda todavía la sombra, yo la conocí como la bodega de Rogelio, que no era el dueño sino mi abuelo, quien durante treinta años compró allí los mandados de la familia, a la que mandaba a comprar a su nombre a quien lo necesitara, en la que algunos compraban de su cuenta sin que él los mandara y a la que sábado tras sábado, cuando llegaba la hora en que mi abuela consideraba que ya debía estar en la casa, lo iban a buscar con un recado que ya no había que decirle.

Había muchas esquinas famosas y de referencia obligada para no perderse en La Habana. La esquina de Tejas. Concha y Luyanó. La esquina de Toyo. Zanja y Belacoín, la esquina del bar OK donde vendían como en ningún lugar, el mejor invento de los norteamericanos al decir de José Luciano Franco, el sandwich. Neptuno y Belascoaín, la esquina del Siglo XX. Manrique y Maloja, donde estaba La fonda fría, tres batidos por diez centavos. Monte y San Joaquín. Consulado y Neptuno, una de las esquinas más fabulosas de La Habana. Consulado y Virtudes, donde se encontraba El anón de Virtudes, la heladería de chinos donde se produjo el gran descubrimiento del frozen de mamey, algo que no puedo describir. San Lázaro e Infanta, la cuna del ostión. 23 y 12 que ha probado seguir siendo una institución de la cultura. Monte y Factoría donde regalan la mercancía y Trocadero y Crespo, la esquina del pecado. Cada cual podrá armar su genealogía de esquinas con buena memoria, con buen amor y aparecerán los rostros, perdidos y olvidados de sus pobladores, aquellos seres que se enamoraron, aprendieron, divirtieron, conspiraron y a veces murieron en La esquina. Un amigo poeta, a quien estimo mucho, ha escrito unos versos donde dice que La Habana es pasado y tiene razón. ¿Pero qué fuerza puede impedirme creer que mañana, en Galiano y Animas, al pasar por la bodega de Rogelio, mi abuelo al verme se ponga serio y piense que ya han mandado a buscarlo?

3 comentarios:

silvio dijo...

Trovador antiguo

Sin brillantes conclusiones
ni versículos de fuego;
sin palabras que hagan juego
con grandes decoraciones;
sin humos o presunciones,
más bien con talante exiguo
me declaro trovador antiguo.

Soy de donde los patriotas
daban nombres a las calles.
Soy de un río, soy de un valle
y de una familia rota.
Soy de un pueblo en bancarrota,
de un San Antonio fiestero
donde hoy sólo el viento sopla entero.

El nuevo trovador antiguo
se acerca a la procesión.
Le dice adiós al mundo ambiguo
y pone pie en el caracol.
Escena sucedida tanto,
anónimo el compositor.
El horizonte es el espanto;
la miniatura, el amor.

También nací en Centrohabana,
rumba de supervivencia,
son de perdida inocencia
en clamor de pena urbana;
venerable afrocubana
de existencia fabulosa,
hembra sobrenatural y diosa.

Recorriendo sus esquinas
vuelvo a sentir la fragancia
de una calle de mi infancia
barrial y capitalina:
San Miguel, ángel en ruinas
de inmaculada bandera,
luz vitral de mi canción primera.

El nuevo trovador antiguo
se alinea con la procesión.
Le dice adiós al mundo ambiguo
y pone pie en el caracol.
Escena sucedida tanto,
anónimo el compositor.
El horizonte es el espanto;
la miniatura, el amor.

Ahora soy de la memoria,
ahora pertenezco al viento;
otro dirá en su momento
si fui más pena que gloria.
Lo que fue nuevo es historia
y lo que nace alza vuelo
con el sueño de tocar el cielo.

Partero fui de un futuro
escurridizo, inasible,
seguramente posible
si no le ponemos muros.
El amor es el más puro
néctar contra la tristeza.
Bienvenida su naturaleza.

El nuevo trovador antiguo
se alinea con la procesión.
Le dice adiós al mundo ambiguo
y pone pie en el caracol.
Escena sucedida tanto,
anónimo el compositor.
El horizonte es el espanto;
la miniatura, el amor.

(2009)

silvio dijo...

De RenéRR:

Esta noche La esquina y El Trovador antiguo me han "arrugado" el corazón. Gracias a los dos. R3.

silvio dijo...

Renuncian ministro y diputado, emparentados con Xiomara Castro
Europa Press

Madrid. El ministro de Defensa de Honduras, José Manuel Zelaya, renunció este domingo a su cargo, después de que su padre, el secretario del Parlamento, Carlos Zelaya, anunció su dimisión, tras admitir un encuentro en 2013 con varios narcotraficantes que le ofrecieron dinero para su campaña.

“La misión del Partido Libre y de la Resistencia está por encima del ejercicio de un cargo público, por ello, y para que se investigue con toda libertad, he presentado mi renuncia como ministro de Defensa ante la presidenta Xiomara Castro”, declaró José Manuel Zelaya en X, al defender la “integridad y el honor de (su) padre”.

Estas declaraciones se producen luego de que el diputado oficialista y cuñado de la presidenta hondureña, Carlos Zelaya Rosales, anunció que renunciaría a la Secretaría del Parlamento para “despejarse de cualquier blindajes para que se le investigue”, tras ser citado en el juicio que se lleva a cabo en Nueva York contra el ex presidente Juan Orlando Hernández por diferentes cargos, entre ellos, el de narcotráfico.

La decisión fue dada a conocer después de que Zelaya Rosales compareció, según su hijo “voluntariamente”, ante la Fiscalía, donde reconoció que hace once años estuvo “en una reunión donde estaban el Cachiro, Ramón Mata, Adán Funes, entre otras personas” - acusadas de narcotráfico- y en la que “hubo ofrecimiento de aportaciones” para su campaña política.

Durante una sesión que duró cinco horas, el secretario del Parlamento defendió que fue víctima de una “trampa”, al alegar que “ahora sé que esa reunión fue grabada”, según las declaraciones del diario La Prensa.

Por otra parte, Zelaya afirmó que “si mañana Estados Unidos dice que se me extradite, estoy listo”, al descartar que su renuncia esté relacionada con la reciente decisión de la presidenta Castro de romper el tratado de extradición con Estados Unidos.

El diputado pidió “disculpas públicamente” a su hermano, el ex presidente y marido de Castro, Manuel Zelaya -quien convocó una reunión de “emergencia” del Partido Libre para este domingo- y a la mandataria, por participar en la reunión de la que, dice “existe un vídeo”, sin su “aval ni acompañamiento”.

https://www.jornada.com.mx/noticia/2024/08/31/mundo/renuncian-ministro-y-diputado-emparentados-con-xiomara-castro-7667