El pasado jueves 7, la fiscal general estadunidense, Pam Bondi, acusó sin pruebas al presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, de colaborar con grupos como el Tren de Aragua y el cártel de Sinaloa, y anunció que la Casa Blanca elevó a 50 millones de dólares (más de 900 millones de pesos) la recompensa por información que conduzca al arresto del mandatario bolivariano. Al día siguiente, The New York Times reveló que Donald Trump instruyó en secreto al Pentágono para empezar a usar la fuerza militar contra los ocho cárteles de la droga que su gobierno clasificó como organizaciones terroristas en febrero de este año, entre los cuales están los dos a los que presuntamente ayuda Maduro. Debe recordarse que la legislación estadunidense faculta al mandatario a usar las fuerzas armadas contra cualquier persona o institución a la que arbitrariamente acuse de terrorismo, sin solicitar autorización del Congreso y sin responsabilidad penal ni administrativa por la muerte de civiles y los daños materiales provocados en el transcurso de sus agresiones bélicas.
Ante el historial de intentonas de Washington para derrocar al gobierno venezolano e instalar en Caracas un régimen títere, sería ingenuo pensar que estos hechos no están relacionados. Con una cabal comprensión de las intenciones injerencistas del trumpismo, el presidente de Colombia, Gustavo Petro, denunció que cualquier operación militar que no tenga aprobación de los países hermanos es una agresión contra Latinoamérica y el Caribe, así como una contradicción fundamental a nuestro principio de libertad, y recordó el llamado del libertador Simón Bolívar, ¡Libertad o muerte! Petro también reafirmó la hermandad entre Colombia y Venezuela, a los que consideró el mismo pueblo, la misma bandera, la misma historia, a la vez que ratificó su solidaridad con la república bolivariana.
El primer jefe del Ejecutivo de pensamiento izquierdista en la historia de Colombia tiene razón al denunciar las motivaciones injerencistas detrás de los embates contra Maduro. De la misma manera, acierta cuando reclama que la destrucción de la economía venezolana, organizada desde Washington y respaldada por la Unión Europea y la ultraderecha latinoamericana, beneficia a los grupos criminales que pretende combatir, pues deja a millones de personas sin otra alternativa que la carrera delincuencial, mientras priva al Estado de los recursos urgentes para satisfacer las necesidades de sus habitantes y combatir a los poderosos cárteles.
También resultaría de un peligroso optimismo creer que las ansias imperialistas del trumpismo se limitan a los esfuerzos de los inquilinos de la Casa Blanca del último cuarto de siglo para poner fin al chavismo con el propósito último de apoderarse de las reservas de petróleo más abundantes del planeta. Por el contrario, está claro que la designación de los cárteles como organizaciones terroristas y las directrices para emprender operaciones militares en su contra son una amenaza contra todo todo país que defienda su soberanía frente al injerencismo estadunidense en particular y occidental en general. Por ello, la unidad latinoamericana y caribeña se revela como imperativo para la protección mutua y el rechazo a la obcecación de Washington en regir los destinos de la región.
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* Editorial de La Jornada / https://www.jornada.com.mx/noticia/2025/08/11/editorial/injerencismo-y-unidad-latinoamericana
5 comentarios:
American curios
David Brooks
El pasado 6 de agosto, el mundo marcó el 80 aniversario del primer, y hasta hoy único, uso de un arma de destrucción masiva en la historia, la bomba atómica que Washington arrojó sobre Hiroshima. Tres días después lanzó un segundo obús de plutonio sobre Nagasaki. Cinco días antes de este aniversario que inauguró la era nuclear, ese gran avance de la humanidad donde se inventaron los medios para aniquilar a la humanidad, el presidente estadunidense decidió jugar con su botón atómico. Anunció por sus redes sociales que había ordenado colocar dos submarinos nucleares en lugares apropiados, en respuesta a un tuit de un ex presidente ruso, y con ello tomar un primer paso posiblemente a un apocalipsis mundial. Los analistas, comentaristas, expertos, académicos y especialistas respondieron como lo hacen casi cada día, tratando de evaluar si la más reciente declaración de Trump era en serio o sólo otro berrinche más –o las dos cosas–. Pero casi todos decidieron que no había nada demasiado grave en que el comandante en jefe estaba jugando con una guerra nuclear, o sea, la respuesta general al mensaje irresponsable, el cual debería de ser inaceptable, fue casi igual de irresponsable, e igual, debería de ser inaceptable. La memoria de la muerte de unos 350 mil civiles en Japón hace 80 años parecía no provocar una acción en el presente.
En esa misma guerra en Europa, la muerte sistemática de 6 millones de judíos, comunistas y anarquistas, entre otros, por el régimen nazi –como también las vidas de quienes resistieron el franquismo y al fascismo italiano– son parte central de esa historia. El Holocausto judío es parte de la justificación para crear el Estado de Israel, pero esa memoria ahora es usada por sionistas y derechistas para justificar un genocidio contra otro pueblo, el palestino. Gaza se convirtió en algo entre lo que eran los guetos judíos en Europa y un campo de concentración gigantesco. Desde organizaciones judías progresistas en Estados Unidos, hasta los activistas de Jewish Voice for Peace (los estudiantes judíos que ayudaron a encabezar las protestas masivas en las universidades), sobrevivientes del Holocausto judío, rabinos en acciones de desobediencia civil, junto con la condena de la guerra de Israel –y la complicidad estadunidense– por intelectuales, artistas y actores judíos que rehúsan permitir el uso de esa memoria para justificar la ofensiva de Israel contra los palestinos, son parte de un coro que una y otra vez retoma la frase Nunca más, en referencia a luchar contra todo intento para repetir ese magno crimen, no sólo contra ellos, sino contra cualquier pueblo.
American ... (2 y fin)
La amnesia histórica es fundamental para el ejercicio del poder aquí. Eso permite continuar con barbaridades actuales, desde amenazas de guerra nuclear hasta complicidad con un genocidio, entre otras cosas. Por ello es tan esencial, y tan peligroso para el poder, que los historiadores, filósofos, novelistas, cineastas y músicos hagan presente a la memoria.
Es clave que un intelectual como Jeffrey Sachs afirme que Estados Unidos ha sido el país mas violento del mundo desde 1950, recordando que entre 1945 a 1989 realizó más de 70 operaciones de cambio de régimen. La obra de Howard Zinn y sus herederos, la de Noam Chomsky y tantos más, para hacer presente la memoria son el antídoto necesario contra esa amnesia dentro del país más poderoso del planeta.
El cómico George Carlin hace varios años ofreció un telegráfico resumen de la historia estadunidense: “este país está fundado sobre la doble moral, es nuestra historia. Fue fundado por esclavistas que querían ser libres… Para ello mataron a un montón de ingleses blancos y poder continuar siendo dueños de africanos negros, para entonces continuar aniquilando al resto del pueblo indígena rojo y proceder al oeste para robarse el resto de la tierra del pueblo mexicano moreno, para así tener un lugar donde despegar con sus armas nucleares para aventarlas sobre el pueblo japonés amarillo”. Tal vez se necesitan más historiadores cómicos.
Hacer que la memoria esté presente permite cambiar el futuro.
https://www.jornada.com.mx/noticia/2025/08/11/columnas/american-curios-42814
Reuters: Murió Miguel Uribe precandidato presidencial de Colombia baleado en un mitin
Ministerio de la Agricultura alerta sobre la ocurrencia de accidentes asociados a la existencia de animales sueltos en la vía
Lied Lorain: Festival de Verano Pa´Cuba: un intento posible para la familia cubana
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