Por Juan Carlos Monedero
Que no dimita el presidente Mazón pese a 216 fallecidos por la DANA (en Cuba, un país pobre, con huracanes no muere nadie), igual que no lo hizo Isabel Díaz Ayuso con 7291 ancianos sin seguro privado abandonados a su mala suerte en las residencias durante el COVID; que la política española vuelva a ser un "y tú más" entre el bipartidismo, en ambos casos tocados por casos de corrupción; que un ministro del ala militante dura del PSOE como Óscar Puente sea mencionado como el sustituto de Pedro Sánchez sólo por una eficaz gestión de la red X; que un delirado como Milei pueda ser presidente de un país culto como Argentina, que le ve hacer el ridículo cada día mientras condena al hambre, la enfermedad y la marginación a una parte importante del país; que Donald Trump elija a un antivacunas descerebrado enemigo de la ciencia, Robert Kennedy, como Secretario de Sanidad, o que le encargue la reforma del Estado al multimillonario que se compró Twitter para hacer política; que le de igual al mundo el genocidio en Gaza o la falta de respuesta al calentamiento global; o que las redes sociales construyan una esfera pública a golpe de talonario con bulos y odio (hay una huida de X a Bluesky, como si esa red estuviera libre de trolls, lo que no es cierto) son alguna señales, entre miles, de que las democracias de corte occidental están agonizando vaciadas y mutadas en oligarquías de partido. Con el agravante, como hemos visto en EEUU, de que empresarios millonarios o gente famosa pueden comprarse los partidos, como ha hecho Trump con el Partido Republicano o hizo Beppe Grillo con 5 Estrellas.
Lo que llamamos hoy "democracias" son en verdad "gobiernos representativos". La palabra demokratiaa (poder del pueblo, en el original griego) nació hace unos 2500 años, motivado principalmente por el aumento de la ciudadanía -y por tanto de su consciencia organizada-, impulsado a su vez por la necesidad de contar con marinos en las aventuras imperiales atenienses, lo que obligó a la contraprestación de hacerles ciudadanos (no tenían armas ni escudo pero tenían brazos para los remos). No olvidemos que no lo serían ni los esclavos ni las mujeres ni los metecos -los inmigrantes radicados en Atenas-. El mito, resucitado con tardías traducciones de Aristóteles, fue más allá de la realidad.
Cada vez hay más estudios que demuestran que alguna forma de democracia ha sido la constante en la historia, hasta el punto de definirse como algo "natural" (véase el trabajo de David Stasavage, Caída y ascenso de la democracia. Una historia del mundo desde la Antigüedad hasta hoy, Madrid, Turner, 2021, o el de David Graeber y David Wengrow, El amanecer de todo, Barcelona, Ariel, 2022). Es lógico, especialmente en sociedades nómadas donde el costo de desobedecer era muy bajo y bastaba marcharse para librarse de la opresión. La facilidad de irse a otro sitio siempre es una garantía de libertad, sea en una relación política, económica, sentimental o del tipo que sea. Es importante recordarlo porque, muy al contrario, lo que parece hoy "natural" es algún tipo de acatamiento y sumisión, como si obedecer hubiera sido la norma en la historia del homo sapiens. La confederación iroquesa, los hurones, los tlastaltecas y otros pueblos americanos previo a la conquista, el mundo griego, las asambleas germánicas, la experiencia de consejos y asambleas de algunas ciudades italianas del norte y en Castilla y Aragón bajo los Austrias, los levellers y los diggers, entre otras muchas, fueron formas de democracia (algunos la llaman democracia temprana) que desmienten esa mirada resignada de la jerarquía política. La falta de libertad y las desigualdades siempre terminan con levantamientos populares.
Con la pérdida de la sociedad esclavista, que financiaba la democracia en Grecia, fue también perdiéndose esa voluntad democrática de que corresopondía a las mayorías dictar la marcha de la sociedad. Los rasgos de la democracia griega, que, de una manera u otra, aparecen en cualquier sociedad que quiera llamarse democrática, eran elementos que conviene reconsiderar: el sorteo (que reafirmaba el "nosotros" -el demos- cada vez que había una votación), el derecho a defender los propios intereses en el ágora pública -la isegoría, acompañada de la igualdad ante la ley, la isonomía-; la limitación de mandatos; la revocación de mandatos; y la exigencia de responsabilidades por la mala gestión (que podían llevar hasta la ejecución, por ejemplo cuando la mala gestión costaba la vida de conciudadanos).
Lo que McPherson llamó el individualismo posesivo, esto es, nuestra condición creciente de propietarios, fue matando a la democracia. Porque el propietario ya no quería hacer personalmente política, sino simplemente autorizar al gobernante para que la hiciera él (el papel de las mujeres en la política, salvo en el caso de algunas reinas, no entraría en escena hasta el siglo XX). En los gobiernos representativos, quien no era propietario, tampoco era ciudadano. Hasta finales de los 70, en España las mujeres no podían tener una cuenta en el banco.
En las discusiones en la Inglaterra de Cromwell, en la constituyente norteamericana de 1787 o en la Revolución Francesa, la idea de la representación fue expulsando a la idea de democracia. De hecho, los políticos burgueses que hicieron las leyes y las constituciones de esos países, renegaban de la democracia y exaltaban como superior al gobierno representativo. Como sostiene Bernard Manin (Los principios del gobierno representativo, Madrid, Alianza, 1998), la elección, a diferencia del sorteo, siempre implica alguna suerte de aristocracia, pues la persona electa lo es por alguna cualidad que se ve como superior por parte de los votantes. La burguesía como clase proscribió el mandato imperativo -prohibido en la Constitución francesa de 1791, igual que en el artículo 67.2 de la Constitución Española de 1978- como una forma de que el pueblo no entorpeciera las tareas de los políticos.
Cuando los gobiernos representativos se empezaron a articular como Estados de partidos, especialmente al comienzo del siglo XX, el último aliento democrático desaparece, como bien vio desde posiciones de ultraderecha Carl Schmitt. El Parlamento debiera representar al conjunto, pero nadie ha explicado convincentemente cómo de la discusión entre partidos que representan intereses contrapuestos -por ejemplo, los del capital y los del trabajo- va a salir el interés colectivo. Hoy es muy evidente que de esa lucha social salen ganadores y perdedores. Y la van ganando las clases poderosas.Cuando el liberalismo político se pone al servicio del liberalismo económico, el edifico se derrumba. Y salvo un corto periodo de la historia después de la Segunda Guerra Mundial, siempre lo ha hecho.
En el entorno de Trump, igual que ocurre con la extrema derecha europea, hay gente que viene de los estratos más bajos de la sociedad, que han prosperado -mucho o poco- y se han vuelto enemigos de la clase, la raza y el género del que proceden. En una lectura simple: si yo he salido del agujero, los demás también pueden, y si no, que arreen. Es lo que se conoce como "patear la escalera" por donde has subido. Con el correlato de "clase aspiracional", dondemucha gente asume su condición subalterna esperando que alguna vez cambie su suerte. Son pobres, trabajadores precarios o emigrantes votando en contra de servicios públicos de sanidad, educación o de políticas migratorias más humanas. Puedes ser migrante, haber trabajado limpiando los retretes de un McDonald y terminar en el partido conservador inglés defendiendo la justicia y la felicidad solo para unos pocos, como la nueva líder del partido conservador inglés, la inglesa de origen nigeriano Olukemi Olufunto Badenoch. Volverá la lucha de clases.
Como dice un amigo bonaerense, hay que "entender qué pasa en el mundo (y en Argentina) con las y los luchadores por la igualdad. Por qué nos va tan mal. Y por qué a los defensores de la injusticia, de la prepotencia del poder económico, del racismo y de las violencias contra los más desamparados y vulnerables, los portavoces de las oligarquías, del privilegio, del secuestro del futuro como un bien común; por qué, decía, a estos monstruos les va tan pero tan bien y a nosotros tan pero tan mal".
Seguramente porque lo llamamos democracia y no lo es. Y porque nadie ya, en nuestras sociedades, se encarga de la armonía del conjunto. Es evidente que los parlamentos no lo hacen y las constituciones, en manos a menudo de jueces prevaricadores-ninguno manda detener a nadie por aumentar desigualdades en nuestros países, por abusar de los beneficios o por negar el derecho a la vivienda como dice la Constitución-, tampoco.
Trump va reventar el Estado en un país que difícilmente va a poder seguir llamándose EEUU. La mayor eficiencia que van a inyectarle con la Inteligencia Artificial se la van a repartir los que quieren financiarse el viaje a Marte. Ya hay una guerra civil entre pobres y ricos, aunque ahora nadie repare porque solo mueren pobres. Si fuéramos inteligentes, nos adelantaríamos a los tiempos y buscaríamos soluciones antes de que todo salte hecho pedazos. Y podríamos empezar asumiendo que hay que inyectarle formas democráticas a nuestros gobiernos representativos. Lo prometió Claudia Sheimbaum en su toma de posesión y acaba de reafirmarlo Nicolás Maduro insistiendo en la necesidad en Venezuela de construir un Estado comunal que les permita salir de las ineficiencias históricas de ese Estado. Igual en Sri Lanka, donde acaba de ganar un marxista, Anura Kumara Dissanayake, por abrumadora mayoría, igual que lo ha hecho en Senegal el panafricanista de izquierdas Bassirou Diomaye Faye. En pocos años podremos preguntar al pueblo si prefieren el modelo chino o el estadounidense.
Europa va en la dirección contraria a la democracia. Quizá por eso tenemos de nuevo guerra en el continente europeo. Dormíamos, despertamos y nos volvimos a dormir. Y la razón dormida produce monstruos.
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Trump abraza a Milei y adelanta su postura agresiva hacia Latinoamérica
Por Marco Teruggi
Javier Milei volvió exultante de Estados Unidos. Logró una foto con los habituales pulgares hacia arriba junto a Donald Trump en su mansión de Mar-a-Lago, y que éste le dedicara unas palabras: "Javier, te quiero felicitar por el trabajo que has hecho, de hacer la Argentina grande de nuevo. Es increíble cómo la estás arreglando y es un honor que estés aquí".
El recibimiento ocurrió en el evento organizado por el think tank conservadorAmerica First Policy, donde acudieron empresarios y parte del recién nombrado gabinete de Trump. Varios saludaron informalmente al presidente argentino, como el vicepresidente y posible sucesor J.D Vance, el asesor de Seguridad Nacional, Mike Waltz, o el ahora responsable del departamento de Eficiencia Gubernamental, Elon Musk, con quien Milei ya tiene varias fotos.
Milei, único mandatario invitado, tomó la palabra en la mansión convertida en Casa Blanca ad hoc desde la victoria de Trump el 5 de noviembre. "Hoy el mundo es mucho mejor porque soplan vientos de libertad que son muchísimo más fuertes. Un verdadero milagro y prueba fehaciente de que las fuerzas del cielo están de nuestro lado", dijo, visiblemente emocionado, antes de que le fuera cortado el micrófono sin preaviso ante la llegada de Trump.
El viaje de Milei, el séptimo a Estados Unidos en menos de un año de gobierno, le sirvió para mostrarse reconocido por el próximo presidente a quien admira de forma abierta, anunciar una subordinación aún mayor de Argentina a la órbita de Washington, y autopublicitarse como un liderazgo que crece internacionalmente.
Para Trump, quien prepara su regreso triunfal a la Casa Blanca en enero con un gabinete marcado por la hostilidad contra el gobierno chino, se trató de otra señal que anticipa cuál será su política hacia América Latina.
El factor Marco Rubio
La designación al frente del departamento de Estado de Marco Rubio ratificó por un lado la política agresiva hacia Beijing, y por otro una importancia hacia América Latina en vista del propio recorrido político de Rubio. El hijo de cubanos nacido en Florida, bastión político republicano, se caracteriza por su fuerte confrontación con varios gobiernos latinoamericanos, especialmente los de Cuba, Nicaragua y Venezuela.
Trump abraza... (2)
Rubio protagonizó episodios claves en los años recientes, como en 2019 cuando Estados Unidos reconoció a Juan Guaidó como "presidente encargado" de Venezuela. Rubio visitó entonces el Comando Sur y la frontera entre Colombia y Venezuela al frente de lo que resultó finalmente una derrota política de Guaidó y del equipo encargado de la misión en Washington.
Su hostilidad hacia la izquierda en la región se expande por ejemplo hacia Colombia, donde mantuvo varios idas y vueltas con el presidente Gustavo Petro. Éste afirmaba en 2019 que Rubio era "expresión de los sectores más retardatarios de la política estadounidense y ha ayudado a construir una política exterior violenta", mientras que el próximo secretario de Estado acusó este año a Petro de ser "portavoz de asesinos y criminales" por su posición ante el gobierno de Israel, y "poner en peligro dos décadas de progreso en Colombia".
"Marco Rubio expresa el sector hispano, latino de Florida, fuertemente conservador, tiene una mirada fundamental sobre América Latina, afirmar su subordinación a Estados Unidos, la hegemonía de Estados Unidos en el hemisferio occidental. Encarna esa política que combina la intención trumpista de avanzar contra China como eje central, y le agrega este punto muy importante de una asertividad mucho más fuerte de mantener la primacía continental que se ve amenazada por la presencia de China y otras potencias", explica Gabriel Merino, profesor e investigador del Conicet de Argentina, en diálogo con Público.
Esa "amenaza" de China para la hegemonía estadounidense se vio por ejemplo materializada este jueves 14 de noviembre, con la inauguración del megapuerto de Chancay, en Perú, construido con capitales chinos. El presidente Xi Jinping estuvo en la inauguración de lo que será el mayor puerto del Pacífico sur, clave en el comercio entre ambos continentes.
Pero la preocupación de Washington y en particular de Rubio en el continente proviene también de lo que Merino califica de "procesos más autonomistas", como en el caso del presidente brasilero Lula da Silva, actor clave en la política de los BRICS y en la perspectiva de una potencial (re)integración latinoamericana.
Trump abraza... (3 y fin)
Armas, presiones y aranceles
"Creo que va a haber un gran avance y una militarización de la política hacia América Latina, es decir un reforzamiento de la Doctrina Monroe, plantear áreas de influencia a nivel global, repliegue relativo en otros lugares, y reforzamiento del intento de control sobre América Latina. Milei es muy funcional a eso, casi no pidiendo nada", afirma por su lado Leandro Morgenfeld, docente universitario, especialista en las relaciones entre Estados Unidos y Argentina, en diálogo con Público.
"La importancia que puede tener la Argentina para Trump es únicamente del punto de vista geopolítico y de afinidad político-ideológica con el gobierno de Milei, en el sentido que le va a permitir poner una cuña entre los países de la región, atacar todos los gobiernos no alineados. La propuesta de Milei de un acuerdo de libre comercio con Estados Unidos sería directamente dinamitar el Mercosur, va a ser parte de la ofensiva encabezada por Rubio", explica.
Sin embargo, "la gran duda es cuánto de esa evidente afinidad se puede traducir en ayuda económica. Creo sí que puede interceder ante el departamento del Tesoro para que tenga una posición favorable en una renegociación del FMI con Argentina y en ese sentido puede replicar la política de Trump 2018 con Mauricio Macri, un acuerdo con el FMI en función de la necesidad geopolítica de Estados Unidos".
La pregunta por la economía toma particular importancia en el marco de un presidente que asumirá bajo promesa de elevar en 10% los aranceles al conjunto de importaciones, y 60% en el caso de las chinas. El hombre encargado de llevar adelante las riendas de la economía será Robert Lighthizer, quien comenzó con Ronald Reagan, fue representante de Comercio de Estados Unidos entre 2017 y 2021, es un ferviente adversario de la globalización, y defensor de la necesidad de que EEUU vuelva a ser una economía de producción.
Lighthizer sostiene no solamente la necesidad de una fuerte política arancelaria contra China, algo continuado por la administración saliente de Joe Biden, sino separar las dos economías en los sectores más importantes. La profundización de lo iniciado por Trump.
¿Cuál será el lugar económico de América Latina ante esa política de aumento arancelario anunciada? Se trata de una pregunta particularmente crítica para países que mantienen un gran flujo comercial con Estados Unidos, como el caso de México, con más de 3.000 kilómetros de frontera común, donde asumió Claudia Sheinbaum como presidenta a principio de octubre.
Faltan aún dos meses para que Trump ingrese nuevamente por la puerta grande de la Casa Blanca, con más votos, poder, y experiencia que la primera vez. Y, según deja ver su gabinete, también una mayor radicalidad que durante su primera temporada en Washington.
https://www.publico.es/internacional/trump-abraza-milei-adelanta-postura-agresiva-latinoamerica.html#md=modulo-portada-fila-de-modulos:4x15-t1;mm=mobile-medium
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