Tomado del fb de Christian Arbolaez
Hace unos días tuve el honor de entrevistar a Luis Llaguno y a Loly Mar, pilares del grupo Nuestra America . De esa conversación nació esta crónica que hoy comparto con ustedes. Es la síntesis fiel de lo que ellos mismos me contaron sobre la historia, el presente y el futuro de esta agrupación cardenense.
Corría el año 1972 en Cárdenas, y un joven con una pasión por la música decidió darle vida a un sueño que hoy supera los 50 años: fundar el grupo Nuestra América. Luis Llaguno, con apenas experiencia en coros escolares y sus primeros ensayos en guitarra, ya mostraba una vocación musical que nadie podía ignorar. Influenciado por la música española, latinoamericana y los sonidos de la Nueva Canción, su talento se consolidó desde muy joven en Varadero, entre coros parroquiales, cuartetos y los primeros grupos de rock y trova que lo formaron como músico y compositor.
Los primeros ensayos de lo que sería Nuestra América nacieron del entusiasmo de un grupo de estudiantes universitarios que compartían algo más que la música: la amistad, la disciplina y la pasión por transmitir un mensaje de paz, justicia y amor. Con ensayos rigurosos y un toque de humor —como la multa de 50 centavos a quien llegara tarde— el grupo empezó a destacarse en festivales provinciales y nacionales, ganando premios y reconocimientos que impulsaron su desarrollo.
El proceso de selección de integrantes no se limitó al talento musical: Luis buscaba calidad humana. La armonía vocal y la inclusión de voces femeninas fueron desde el inicio parte de la identidad sonora del grupo, algo poco común en la época y que les permitió diferenciarse dentro del movimiento de la Nueva Trova. Así, Nuestra América se convirtió en una familia artística donde todos aportaban lo mejor de su creatividad y energía.
El grupo creció en medio de la efervescencia cultural de los años 70, combinando dramatismo, lirismo y cubanía en cada presentación. Su repertorio variado incluía desde baladas y sones hasta música latinoamericana, siempre con un sello propio: el trabajo vocal, el tesoro que ha distinguido a Nuestra América por generaciones. La colaboración con grandes músicos, como Frank Fernández, y el respaldo de figuras como Silvio Rodríguez, fortalecieron su camino y abrieron puertas que parecían cerradas por prejuicios de la época.
En 1984, Nuestra América dio un salto decisivo: se profesionalizó. La orquestación se volvió más compleja, se incorporaron nuevos instrumentos y los integrantes estudiaron formalmente música, consolidando un proyecto artístico que ya contaba con décadas de historia. A lo largo de los años compartieron escenario con figuras nacionales e internacionales, desde Omara Portuondo hasta Mercedes Sosa y Pablo Milanés, dejando una huella en cada concierto y festival.
Cárdenas, su ciudad natal, ha sido siempre un pilar en la identidad del grupo. A pesar de las dificultades de no radicarse en La Habana, decidieron quedarse, promoviendo la música local y formando nuevas generaciones a través de la Peña en el Museo Óscar María de Rojas y, más recientemente, en el Bar-Mirador El Eclipse de Varadero. Allí, la música de Nuestra América sigue acercando a amigos y familias, consolidando un público fiel que aprecia la calidad artística y el cariño con que se entrega cada interpretación.
Hoy, más de medio siglo después, Nuestra América continúa creciendo con nuevos integrantes, pero con la misma esencia de siempre: trabajo vocal, respeto por la música y un mensaje positivo que trasciende generaciones. Su mayor reconocimiento sigue siendo el cariño y la admiración del público, que ha acompañado cada acorde y cada armonía a lo largo de los años.
Nuestra América no solo es un grupo musical; es un legado de pasión, amistad y amor por la música que comenzó con un joven estudiante en Cárdenas y que hoy sigue iluminando escenarios dentro y fuera de Cuba.
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