Fue en la calle Calzada, cerca de la sede de Teatro Estudio, supongo que a mediados de los 60, en uno de los escasos pases que conseguía -o me tomaba- durante mi servicio militar. Oscurecía y de un local salían las voces de un coro, interpretando un son, no recuerdo si de Matamoros o de Ñico Saquito. Entre estrofa y estrofa aparecían las improvisaciones, que estaban a cargo de una voz que llamó mi atención. Era un timbre entre mezzo y contralto de un color atractivo, diferente, que se me quedó por su singularidad y afinación. Desde la puerta, que estaba abierta y me asomé, pude distinguir que aquella voz venía de una muchacha delgada y joven, aunque con ya con algunas canas.
Después supe quien era, por supuesto, y la vida nos deparó diversas y hermosas coincidencias musicales. Viéndolo en perspectiva, puedo agregar que toda su trayectoria profesional ha sido de una ejemplar coherencia. Leo que en su primer recital fue acompañada nada menos que por aquel fabuloso pianista llamado Frank Emilio; y recuerdo que uno de sus más recientes trabajos discográficos, con Ernán López-Nussa, es toda una lección de buen gusto interpretativo y repertorio. Paso revista y afirmo que ninguna de sus diversas proyecciones han sido caprichosas y mucho menos arbitrarias. Siempre, tanto como intérprete que como gestora y presentadora de programas, o como actriz, el trabajo de Miriam Ramos ha estado guiado por un sólido concepto cultural.
Lo único que lamento es que su obra como compositora no haya sido debidamente divulgada, porque todas las canciones que le conozco son preciosas.
Felicidades, querida Miriam.
2 comentarios:
Madeleine Sautié: Se llama Miriam Ramos, y es Premio Nacional de Música 2024
Jaime Masó Torres: Miriam Ramos, más allá de la canción
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