martes, 29 de agosto de 2023

La obra de Ireno es un manifiesto insoslayable

Por Guille Vilar

Cuando se hable del legado de un trovador de pura cepa, como es el caso de Ireno García, fallecido ayer a los 68 años de edad, bastará con evocar aquellos sentimientos nacidos de su inclinación natural por lo bello de la vida.

Aclamado como la imagen referencial de un auténtico juglar venido del Medioevo, pero en su versión caribeña, del canto de Ireno no podía brotar nada ajeno a una cohesionada prosa del mayor lirismo. Ya lo había demostrado en su colaboración para la canción tema del XI Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes, que tuvo lugar en nuestra capital en 1978. Al poco tiempo, se alzó con el primer premio de la vii edición del Concurso Adolfo Guzmán de Música Cubana, en 1984, con Canción para recordar a María, pieza defendida por Silvio Rodríguez, con arreglo del maestro Frank Fernández.

En talentos como el suyo nos apoyamos para reverenciar a quienes no se dejan extraviar por la banalidad y la alabanza a lo grotesco, como si fuera el oportuno paradigma para seguir en la canción contemporánea. A diferencia de los que abogan por los beneficios económicos que implica vivir desaforadamente del arte, la obra de Ireno es un manifiesto insoslayable de lo que es vivir para el arte. A finales de los 90, la Radio cubana se inundó de una de sus composiciones, Si nos damos las manos. Amaury Pérez y Silvio lo acompañaban.

Inolvidable es su tema Andar La Habana, al final del espacio televisivo homónimo, conducido por nuestro Eusebio Leal. Se trata de una serena pieza dedicada a la capital de todos los cubanos, otra poderosa razón para recordarlo desde nuestro amor a La Habana.

1 comentario:

silvio dijo...

No pude reaccionar antes a esta sensible pérdida de nuestra cultura, de nuestra trova, de nuestra vida.
Ireno siempre será un hermano querido y admirado. Mi apretado abrazo a su familia.