Por José Adrián Vitier Rodríguez
Damas y caballeros:
Cuando la gran filósofa María Zambrano llegó a nuestra isla, durante su exilio a raíz de la guerra civil española, tuvo la alegría de conocer a unos muchachos, de veinte y treinta años, que se llamaban Lezama, Gastón, Agustín, Cintio, Fina, Eliseo y Octavio, y entablar con ellos una amistad perdurable. Algo sorprendida de cuán desconocidos eran en su propio país, María Zambrano escribió sobre ellos un artículo titulado “La Cuba secreta”, donde da testimonio de la impresión que le causaron, y de la revelación que a través de ellos recibió de Cuba. Cerca de ochenta años después, ese mismo artículo inspiraría el nombre de un grupo de teatro, “La isla secreta”, cuyos integrantes son los actores que hoy nos acompañan. Se llaman Eduardo Martínez y Lola Amores. Hace poco descubrimos que andamos juntos, sin saberlo, desde hace mucho.
Aquellos jóvenes que vio María Zambrano no tardaron en inaugurar una edad de oro de nuestras letras, encarnando —y no sólo postulando— su premisa de la “pobreza irradiante”; o sea, sin dejar de vivir de sus modestos trabajos y pequeños sueldos. Si fieles a las premisas de sus vidas y obras, hubieran podido fundar un centro cultural, ¿cómo hubiera sido este?, y ¿qué esplendores hubiera irradiado hacia su indiferente entorno, y el resto de la sociedad?
La respuesta a esa pregunta se encuentra tal vez demasiado dispersa. Hace unos días me pareció vislumbrarla, en un poema que Lezama escribió en 1953, y que Cintio encontró entre sus papeles inéditos en 1985. En él Lezama comienza diciendo en la lengua del sueño y de la profecía:
“Respondedme, ¿está reciente, recién sacudida y recién nacida la casa del alibi?”
Es un lugar que es también el que penetra en ella. Es un sitio, un estado, un espejismo, y simultáneamente es José Martí, alguienconcreto que fue y que será. La casa del alibi está en la séptima luna de las mareas, donde la imaginación engendra el sucedido. En la casa del alibi se enciende la serenidad de los encuentros para el proyecto de una luz desconocida. Su mera alusión nos revela, como de pasada, que la cultura y la identidad no pueden heredarse exteriormente, pues su encontronazo cegador consiste casi por entero en el peso misterioso de un deseo.
¿Podemos imaginar hecha de bloques, vigas y cemento, la casa del alibi? ¿Puede tener plantilla, custodio, dirección postal? ¿Puede la isla secreta ser otra cosa que un soplo clandestino?
Y lo que alienta en el secreto, en la fugacidad, en la intensidad, en el espíritu de lo errante, ¿puede tener casa duradera, habitable, cuyo enigma recorra como una descarga a los que tocan su aldaba?
¿Seríamos capaces, en definitiva, de crear tal organismo poético desde sus cimientos? ¿O será esta casa uno más de los tantos sueños incompletos que se ha intentado fundar sobre nuestras arenas movedizas?
Todos vivimos hoy, bien lo sabemos, en los sueños incompletos de otros. Cada acto fundacional se yergue sobre un campo de sueños olvidados. Si dolorosos son los sueños que no se cumplen, más lo son los que casi llegan a ser. Hay tantos de estos a nuestro alrededor, que uno piensa: tal vez sea siempre así. Pero hace veinte años grabamos en la luceta de nuestra puerta esta línea de Petrarca: “in rena fondo e scribo in vento” (“En la arena fundo y escribo en el viento”) Este verso, adoptado por Enrique José Varona como divisa existencial, también lo podría haber firmado, por ejemplo, Eusebio Leal, pues también él supo enarbolar un estandarte capaz de convocar a optimistas y pesimistas al cumplimiento del sueño irrenunciable de, en la arena, fundar, y en el viento, escribir. Refugiados instintivamente bajo la intemperie de ese verso, hacíamos la revista La Isla Infinita, y años después comenzamos a hacer la Casa Vitier García-Marruz. Aunque parezcan labores diferentes, en realidad son el mismo sueño; ahondada su fe, y diversificado su afán como queriendo alcanzar a todos. No en balde nos acuden ahora, una vez más, las palabras fundacionales de aquella revista, La Isla Infinita, como acabadas de escribir:
“Donde haya un espacio de gracia, de imaginación, de belleza, está la Patria y está su defensa. De tal seguridad partimos al levar el ancla de esta navecilla que quiere ser metáfora del destino de Cuba en el mundo, y del mundo en Cuba”.
Hoy la Casa Vitier García-Marruz es una realidad, aunque aún no estén terminadas las obras en la esquina habanera de San Ignacio y O’Reilly. A diferencia de su sede, la Casa Vitier García-Marruz ha sido levantada en silencio, sin ruido de concreteras ni martillos neumáticos, como se dice que fue construido el templo del rey Salomón. “En lo alto de las columnas había trabajo de lirios”, leemos en el bello pasaje bíblico sobre la construcción de este templo. Las columnas, en nuestro caso, son un grupo de amigos y familiares que han puesto sus fuerzas en una obra común; pues nunca luce mejor la fuerza que al servicio de la delicadeza. Y a la vez la delicadeza premia como nadie y corona a la fuerza que la sirve; para entre ambas levantar, silenciosamente, el templo de la sabiduría. “En lo alto de las columnas había trabajo de lirios”. Eso justamente hemos venido a mostrarles.
En los primeros años de la Revolución, Cintio Vitier dijo al Estado: “No halagues mi vanidad, busca mi fuerza, que es la tuya. No me pidas falsas colaboraciones. Vamos a hacer un mundo de verdad.” Y treinta años después lanzó el proyecto de los Cuadernos martianos. Las fechas de estos dos actos —tan distantes entre sí— evidencian que Cintio nunca se cansó de invitar a las instituciones a soñar, sabedor de que el icárico intento de lo imposible es lo que defiende verdaderamente nuestra identidad cultural, y no el catálogo de nuestros logros y conquistas. Culturalmente, la utopía nos es más necesaria que la consagración.
En la misma lengua atemporal que Lezama, Cintio advierte:
“Aunque no asista el invitado al sueño, ni se duda, se vive del dulce valimiento de que siempre nacerá el almendro”.
¿Cuál es ese sueño al que él invita? ¿Cuál es el mundo de verdad del que habla? Es el ideal de la justicia poética, el mundo que la poesía anuncia, el sueño que marca a quienes lo sirven con una antigua frescura.
Tan sólo el legado de Orígenes y el magisterio de Martí ya deberían habernos convencido de que la poesía es una forma de conocimiento; que la vida y la cultura no son campos distintos, sino que forman una unidad; que hay, por tanto, una forma poética de vivir, de construir, de administrar, de guerrear, de trabajar, de comerciar, de hacer cualquier cosa. O más bien, casi cualquier cosa: por ejemplo, la poesía resulta inútil para entronizar una tiranía de cualquier tamaño, o para gobernar un gran imperio. La tiranía, pese a todo su poder, y el imperio, pese a todo su esplendor, son cosas desproporcionadas y prosaicas, por eso no pueden gobernarse poéticamente. La poesía huye de la desproporción en todas sus formas, y no busca imponerse, mas es irreductible en sus “caprichos”. Sin ella no puede construirse nada fecundo y perdurable. Cuando vengan a notar su ausencia quienes la ignoran o desprecian, habrán ellos mismos tocado a su fin.
El propósito fundamental de la Casa Vitier García-Marruz es preservar un tesoro intangible. Tan vasto, que nos llevará la vida entera crecer hasta él, ordenarlo, incorporarlo. Cuando hablamos de preservar este acervo increíble, hablamos de acrecentarlo, y de hacerlo accesible, pues ambas cosas son el único modo de preservar lo cualitativo e intangible.
Entendemos que el tránsito de lo cuantitativo hacia lo cualitativo es la clave de toda evolución social: el viaje de las cantidades (pequeño, grande, mucho, poco) hacia lo infinito, hacia lo sin tamaño, hacia esa enorme minucia que cabe en un grano de maíz, o debajo del ala de un colibrí. En Cuba, mientras se pensó en pequeño, nuestros gobernantes fueron lacayos y malversaron el erario público; cuando se pensó en grande el Estado emprendió generosos proyectos para dicha del pueblo, y hubo gestas heroicas y vibrantes; pero la dignidad del individuo sólo resplandece cuando se piensa en infinito. Porque una multitud puede ser más numerosa que un hombre, pero no más infinita. Eusebio Leal pensaba así; por eso alentaba un enjambre de proyectos individuales dentro del conjunto de su obra magna: proyectos pequeños donde la fuerza del Estado se fundía naturalmente con la de cada individuo.
Al igual que Cintio y Fina, Eusebio bebió de la tradición martiana del conocimiento poético; por eso la Casa Vitier García-Marruz fue el último mandato de su cruzada en favor de la Ciudad y la Nación. Alguien pudiera preguntar, este centro cultural, ¿es un proyecto del Estado, o es un proyecto personal? Confiamos en que sea las dos cosas; como lo es, por ejemplo, la revista Opus Habana, y muchos otros sitios de esa Habana de Eusebio que convergen alegremente hacia lo desconocido del proyecto infinito que es Cuba,
No nos gusta invocar en vano lo infinito, esa cantidad que no existe en la naturaleza porque es sólo una apetencia de nuestra alma; esa palabra que rebasa y contradice nuestro entendimiento, pero colma y serena nuestro corazón. Lo infinito , ya lo hemos dicho, no es una cantidad inalcanzable: es una cualidad alcanzable.
Quisiera, para terminar, resumir algunas de las actividades que venimos realizando.
En primer lugar esta la esfera de la conservación. Ahí nuestra misión está siendo salvaguardar la ingente y diversa papelería de Medardo Vitier, Cintio Vitier, Fina García-Marruz, Sergio Vitier y José María Vitier. En conjunto, este archivo equivale a aproximadamente un siglo de valiosos papeles y partituras, grabaciones, y otros objetos. Maya Pomares, nuestra desarrolladora de contenido web, es quien está a cargo de la digitalización de los fondos. Por otra parte, Fidel Hechevarría, que a continuación tomará la palabra, es nuestro conservador, editor principal, y archivo viviente de la Casa.
En segundo lugar está la creación, la perenne actualización del legado artístico familiar. En esta esfera la lista de nuestros colaboradores es mayor y se vuelve internacional. Incluye a familiares cercanos y a hermanos muy queridos. Voy a mencionar aquí tan sólo a los que estuvieron presentes a la hora de iniciar la Colección La Isla Infinita. Pudimos contar desde los comienzos con el generoso apoyo de la pintora y grabadora Nara Miranda, y del artista Osmany Cuevas, quien es nuestro jefe de taller, y el mes pasado dictó un seminario sobre la encuadernación de nuestros libros artesanales.
En tercer lugar, y último, está el programa de eventos culturales y pedagógicos, del cual la tarde de hoy es un ejemplo. La coordinación y promoción corren a cargo de Gretchen Lima y Araisa Doeste. Nuestro programa cultural, con el tiempo, incluirá más cosas de las que podemos comentar ahora. Pero su propósito será siempre aquello a que aludió José de la Luz cuando previno sobre “no sentarse a hacer libros, que son cosa fácil, porque la inquietud intranquiliza y devora, y falta el tiempo para lo más difícil, que es hacer hombres”. En realidad siempre ha faltado tiempo para esto. Los resultados de esa omisión están a la vista. Y el primer paso que hemos dado hacia lo pedagógico es el sitio web de la Casa Vitier García-Marruz, del que a continuación hablará su compilador Fidel Hechevarría.
Cierta vez Eusebio Leal me dijo que el sentido de fundar este centro cultural era que pudiésemos, en él, ser libres. Quiero aprovechar esta tarde que nos ha reunido para hacer votos porque la burocracia no constriña nuestra sede una vez terminada, ni se empeñe en cuantificar nuestra modesta ofrenda, desconociendo cuanto hay en ella de constante. Cuando Martí afirma que la cultura es el único camino hacia la libertad, no se refiere tan sólo a las libertades elementales, los derechos civiles que dignifican la vida humana, sino que habla, en primer lugar, de esa Libertad con mayúscula, que entronca con el amor, y que puede definirse sencillamente como la capacidad de hacer cosas por amor. Eso venimos a hacer aquí: a ejercer nuestra capacidad de hacer cosas por amor. A calentarnos al fuego de esa libertad que nos exalta, y que nadie puede darnos ni quitarnos, pues cada quien a sí mismo se la otorga. Hacer cosas por amor es lo único que ha podido liberarnos, y lo único que puede restaurar, en cualquier momento de nuestra vida, la llama íntegra de nuestra juventud.
De pegar largamente la boca a los manantiales del misterio, algo siempre se nos pega. Por eso quiero terminar diciendo, yo también, algo en la lengua del sueño:
Del Azar y el Instinto alianza es tiempo
cuando el Espacio ha de ser recobrado.
Ni ganancia ni pérdida son hado:
augures nos serán los pasatiempos.
(2021)
205 comentarios:
«El más antiguo ‹Más antiguo 201 – 205 de 205Mira Guajira, como no des un agradecimiento al corral, y a las abejas a quienes perseguiste por años para q te publicáramos cada vez q te quedabas temporadas sin conexión te daré un patolazo desde Argentina que tu grito lo escuchará la rusa y todo el mundo.
¡He bicho!
Ya voy, ya voy pa'llá a leer.
Voy a usar algunos de mis 227 520 minutos, aunq ya consumí algunos 🤪
AMADO TROVADOR:GRACIAS,INTERMINABLES GRACIAS🙏🙏🙏💜💚
EL monstruo cuyas entrañas conoció y calificó José Martí, se está debilitando.
Muy interesante el artículo de Atilio Borón publicado hoy en Cubadebate: http://www.cubadebate.cu/opinion/2021/09/29/el-declive-de-estados-unidos-la-vision-de-un-academico-convencional/
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