Por Cristina Fallarás
Lorca sigue bajo tierra, asesinado, escondido por alguien. Mataron al poeta y cada día se nos olvida, porque cada día deberíamos recordar que asesinaron a Lorca y que sus huesos permanecen ahí. Ahí donde lo dejaron caer, ahí después del tiro. Era agosto en el barranco de Víznar, qué calor. Lo prendieron como al Camborio, como habiéndose narrado antes, muerta moneda.
Siempre pensamos que no volverán, que no sucederá, que todo ha avanzado mucho. No aprendemos nada. Lorca sigue ahí.
Pero somos Cultura, eso somos. El Cuento de la criada ha hecho más por describir y nombrar las violencias institucionales contra las mujeres que todas las explicaciones de todos los eruditos. El Cuento de la criada es novela y es también serie. Después de leerla se podía ver a las mujeres en las manifestaciones con la túnica roja y la caperuza blanca. "Parece del cuento de la criada", decían las chavalas ante ciertas prácticas, ciertas servidumbres.
20.000 especies de abejas hizo más por el movimiento trans que todas las manifestaciones. La niña ganó el oso de oro en Berlín y con su rabia fuimos y en esa rabia la de todas todes todos los trans. Eso somos.
La primera vez que escuché a Patti Smith arrancando su Gloria con "Jesus died for somebody's sins but not mine" me largué a vivir a Barcelona, entendí algo, pude decirlo, maté la culpa, lo grité, lo bailé por la noche.
Llegué a la escultura Elogio del horizonte, de Chillida, en Gijón trepando el senderillo del brazo del poeta Joan Margarit. Subimos en silencio, permanecimos allí en silencio mirando al mar y en silencio regresamos al hotel de la Semana Negra. La elevación es ese fenómeno por el que una pierde todo lastre físico, todo barro, toda roña y se acerca al éxtasis.
La belleza no existe. La belleza es un estado de ánimo. Bigas Luna dijo "repítelo, repite eso" y aquella mujer marroquí la de la danza supo de qué estaba hablando. Eso somos. Quien ha visto la belleza no la olvida, y es mayor, mejor, más valiente.
Somos Cultura, somos la Danza, somos belleza, somos la Música, la escultura frente al mar, la mirada del poeta.
La mirada del poeta siembra en ti y te conoces: "Y helaste mi corazón, encendido en deseo" escribió Safo, y te miraba. "De todos modos soy valiente", le respondió la Masha de Chéjov. "He tomado una decisión: arrancaré de mi alma este amor, lo arrancaré de cuajo".
Siempre llegan los bárbaros, siempre muere un imperio, siempre te decapitan, siempre la decadencia, siempre brillas de clímax. Cada época tiene su Attila, pónganse Novecento, vean el Saló de Pasolini. Siempre somos Cultura. Ay de la sociedad que decide ignorarlo, ay de nosotras, de nosotros, sin memoria, imaginación, deseo, belleza, pasado y futuros. En esta España donde Lorca sigue bajo tierra, vuelven los del dolor a afilar sus garras para arrancarnos labios, manos, pies, para decapitarnos la Cultura.
Han de saber que, si es necesario, uno a una, verso a nota, cuerda a ladrillo, la haremos nuestra, la llevaremos dentro y la iremos contando para siempre jamás amén.
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A LA SOMBRA DE UN LIBRO
Por Kaloian Santos (foto debajo de la entrada)
De haberse cruzado en tiempo y espacio Víctor Hugo con Jorge Alberto, un cubano común y corriente de los que salen a lucharla cada día, quizá el padre de la literatura francesa lo hubiese incluido en su novela más famosa.
Es lo que pensé después de compartir una breve charla con Jorge. Llamó mi atención porque, en medio de una pequeña cola en La Habana, mientras la gente miraba celulares o conversaba haciendo tiempo, Jorge estaba apartado unos metros, sentado en la acera bajo la sombra de un árbol y absorto en la lectura de Los miserables.
Imposible no detenerse en la escena. Jorge no era un lector más. Su piel estaba curtida y sus manos, las que sostenían con delicadeza el ejemplar de hojas amarillentas de ediciones Huracán, estaban sucias y revelaban el mapa de cicatrices de a quien la vida no le ha sonreído. A sus pies, una bolsa negra llena de latas vacías eran, junto al libro, aparentemente sus únicas pertenencias.
La cola era para trámites y reclamos en la Dirección Provincial de Trabajo y Seguridad Social de La Habana. Jorge, según me contó, por problemas de salud y ser “un caso social” recibe una pensión de 1543 pesos. Por algún contratiempo que ignoraba, este mes aún no había cobrado. Estaba en la fila, a la espera de que abrieran la oficina. Mientras, leía.
Jorge se la rebusca en el día a día para subsistir. Trabaja en lo que aparezca. Sobre todo zapatea las calles recolectando latas vacías para luego venderlas como materia prima. Chapea patios, pinta casas y hasta se las ingenia con la albañilería. Eso me cuenta.
Hace unos días, buscando en una montaña de basura en una esquina de El Vedado habanero, halló el libro. “Me tiene atrapado”, dice, y añade que fue un día de suerte para él y no precisamente por haber encontrado muchas latas que vender, sino “por el libro”.
“Desde chiquito me gustó mucho leer. Me encanta la literatura. A veces encuentro libros tirados en la calle o en la basura y siempre me los llevo. Los leo y después los regalo por ahí”, confiesa con una dulce media sonrisa.
Tiene más que decir sobre los tesoros que encuentra tirados entre los latones de basura. “El otro día ‘pesqué’ uno de poetas líricos. Me interesa mucho la poesía. Había cosas de José Martí en ese librito. Me encantó. Oye, ¡ese si era tremendo loco! Tira lo que tira. Ese sí la sabía echar buena…”.
Jorge está por cumplir 59 años. A esta altura de su vida ha enfrentado embates de los que prefiere no hablar. Sólo dice que “la cosa está dura; [pero] por todo lo que yo he pasado estoy listo para la pelea”.
A la sombra... (2 y fin)
Publicada en 1862, Los miserables cuenta la historia de Jean Valjean, ex convicto que había sufrido largos años de encierro y todo tipo de vejámenes por haber robado un pedazo de pan para dar de comer a su familia. La novela pone el foco en las víctimas de la injusticia social. Es además un canto profundo a la tenacidad.
Víctor Hugo denomina miserables a sus personajes no con un tono despectivo sino aludiendo a la situación de carencia y necesidades. Son los pobres, oprimidos y estigmatizados de una sociedad. Así lo explica el autor en una parte de la novela:
El humano sometido a la necesidad extrema es conducido hasta el límite de sus recursos y al infortunio para todos los que transitan por este camino (…) Trabajo y salario, comida y cobijo, coraje y voluntad, para ellos todo está perdido.
Solo un rato conversé con Jorge, quien me hizo lugar a su lado, sobre el tronco en el que estaba sentado. Al despedirnos, sus ojos azules enfilaron hacia la gorra que yo traía puesta. Reparó en la estampa y me soltó:
—Es Maradona, ¿verdad? Ese era otro artista pero del deporte.
—Se la regalo —le digo mientras me quito la prenda que cubre mi cabeza.
Jorge no la acepta.
—No, no, no amigo, le agradezco, yo ya tengo una. Además, si me da la suya, ¿usted con qué se queda? Mire el sol y el calor que hay.
Si Víctor Hugo hace de Los miserables la instantánea de una época convulsa de la sociedad francesa de la primera mitad del siglo XX, Jorge, su lector cubano doscientos años después, también es una foto de su país. De la aspereza de estos tiempos. Jorge, que tiene apenas lo puesto y carga el peso de la sobrevivencia, aferrado a la posibilidad de hallar una historia.
https://oncubanews.com/canaldigital/galerias/por-el-camino/a-la-sombra-de-un-libro/
Felicidades a las argentinas (y a los también)
De Carlos Tablada (me adhiero):
Hoy la familia Ruth festeja los 87 años de unos de sus autores: Raúl Roa Kourí, un hombre que logró algo difícil, brillar por sí mismo a pesar de ser hijo de Raúl Roa García y de una madre excepcional.
Hace poco les sugerimos "Roa que roe”, obra escrita por este autor que se encuentra disponible en el enlace https://ruthtienda.com/editoriales/124-roa-que-roe.html para Cuba o cualquier país.
Aunque el peso de su padre y su madre pudiese eclipsar su ser, no lo ha hecho. Su labor ha sido realmente maravillosa, su contribución en la defensa de nuestro pueblo en el exterior, ha sido vital. Ha sido un leal alumno de las enseñanzas de su padre -sin dejar de ser él mismo- y un fiel exponente de la diplomacia revolucionaria cubana.
¡Felicidades!
Raúl Roa Kourí, La Habana, 1936. Diplomático y escritor. Ha colaborado en los diarios habaneros El Mundo y Revolución, en las revistas Humanismo y Cuadernos Americanos de México, y en Bohemia, Casa de Las Américas, Revolución y Cultura, La Gaceta de Cuba, Opus Habana y La Siempre Viva. Miembro del Jurado Casa de Las Américas para literatura brasileña. Ha impartido conferencias en Columbia University, Nueva York, en Yale University, en el Centro de Relaciones Internacionales de la Universidad Johns Hopkins, la New School for Social Research, la Universidad de La Habana, el Centro de Altos Estudios Latinoamericanos de París, y otros. Ha impartido cursos sobre historia de Cuba y de la Revolución a alumnos de la American University, de Washington, D.C., organizados por la Casa de las Américas. Autor de La Batalla en Ginebra, Editora Política, La Habana, 1989; ORCALC, cincuenta años de acción, Unesco, La Habana, 2000; Bolero y Otras Prosas, La Habana, 2000; Roa x Roa, Editorial Capiro, Santa Clara, 2000; En el Torrente, Casa, 2004 (Premio Casa 1999, Mención en la categoría de testimonio); Memoria de Mundos Varios, Editorial Unión, La Habana, 2012; Roa que Roe, Ruth Casa Editorial (edición digital), 2014. En preparación, Papelería de Raúl Roa.
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