miércoles, 29 de agosto de 2012

Antonio Conte: la poesía, la hermandad, las dedicatorias, la vida


Fue a través del Villa, del Chino Héctor Villaverde, amigo común y casi ancestral, que llegó hace unos días la noticia de que Conte, el hermano Antonio Conte, había fallecido de un ataque cardíaco en Miami.

Quiero reunir en esta nota algunas referencias de su poesía, recuerdos comunes, homenajes a la amistad persistente y compartir esta noticia que todavía no ha tenido espacio en ningún medio de comunicación de la Isla, hasta donde sé. En algunos medios –sobre todo digitales– de otros lugares ha aparecido la noticia, muchas veces manipulada a favor de los desencuentros y las obsesiones a veces patológicas que viven algunos sectores en relación con la Isla.

Por eso me pongo a hilvanar estas líneas, tomando, montando textos que reuní rápidamente en estos días, entre la nostalgia y la tristeza, para recordar a alguien que fue un hermano –por las coincidencias de origen de clase, por la obra que escribimos desde la misma poética, por las ideas que compartimos sobre la vida, la historia, la revolución– aunque viviéramos los últimos 20 años en lugares distintos y las coincidencias se redujeran.

Quiero hacerlo para que no sólo se encuentren ahora en internet –y después en la memoria– las notas que he estado viendo, y para que se conozcan, también y sobre todo aquí, estas palabras de recordación y de homenaje para un poeta cuya obra pertenece a la cultura cubana –haya muerto donde haya muerto. Y para que se hable algo de su vida –con sus contradicciones, fulgores, tristezas y alegrías: como toda vida. Para que comiencen a aparecer con esta nota urgente, entre la manipulación y el silencio, otras aproximaciones que le hagan justicia –compleja: como toda justicia– a su obra y a su vida.

No quería ni quiero hacer una de esas notas necrológicas al uso, que casi siempre detesto por las concesiones que a veces hacen al formalismo y a las coyunturas y porque generalmente son textos en los que no caben el afecto o la pasión, ni los matices. Por eso quiero, en todo caso, ofrecer aquí las informaciones imprescindibles, pero desde el ángulo de este montaje de referencias, recuerdos e imágenes.

Conte es uno de los poetas de la llamada generación del Caimán porque allí publicamos nuestra presentación de credenciales, en el primer número, en el Opus 1, de 1966. En aquel temprano y apasionado manifiesto titulado “Nos pronunciamos” confesábamos que “no renunciamos a los llamados temas no sociales porque no creemos en temas no sociales. El amor, el conflicto del hombre con la muerte, son circunstancias que afectan a todos, como es íntimo, personal, el auténtico fervor revolucionario” y “consideramos que toda palabra cabe en la poesía, ya sea carajo o corazón”.

Tres años después, en 1969, apareció el primer libro de Conte, Afiche rojo, en la Colección David de la UNEAC, que se había iniciado en 1967 con un texto ganador en la primera edición del concurso homónimo, Cabeza de zanahoria, también el libro iniciático de otro poeta del Caimán, Luis Rogelio Nogueras, Wichy. Entre los años 67 y 68 aparecerían en esa misma colección las primeras obras de otros poetas de aquella generación: Félix Contreras, Sigifredo Alvarez Conesa y José Yanes, este último recientemente fallecido fuera de la Isla.

Reuniendo y releyendo al paso los textos para compartir en esta nota encontré el ejemplar de aquel Afiche rojo, con esta dedicatoria: “Antonio Conte cuelga de los cuernos de “diablito” de Victorino (la hermanada) este afichazo con la esperanza en que después del cielo Víctor me quiera un poco más, un cosmos de amor. Octubre. Año lunar”. En aquel Afiche estaba su poesía vallejiana e inquietante, amorosa y aguda. Ahí nos traía los poemas que había escrito para las diversas mujeres que había amado o amaba, junto a declaraciones de principio que la época convulsa y transformadora  nos solicitaba todos los días:


REVOLUCION

disparato inclusive las trastiendas.
el amor es un tango, me dijeron dos vírgenes
creadas por la imaginación.

que nadie crea que mañana estaremos complacidos
de tener lo que sea.
cuando se piensa en ti, suave es el sueño, y el pensar
ambiciona la ternura más honda; pero escucha:
nunca te vayas a creer que el mundo
se puede componer sembrando panes.

La amistad que la dedicatoria anterior delata había comenzado a nacer un poco antes, en la redacción de la revista Mella, junto a Villaverde, Silvio Rodriguez, Virgilio Martínez, Guillermo Rosales y otros periodistas jóvenes de entonces. Además de la poesía, el periodismo y después el cine serían terrenos de la creación en que coincidiríamos de una manera u otra en los años siguientes cuando Conte fue sucesivamente reportero de la revista Cuba, guionista de documentales en la Sección Fílmica del MINFAR y jefe de redacción de la revista Cine Cubano, en el ICAIC: cargo que había ejercido hasta 1985 Wichy Nogueras.

En esos años Conte fue combatiente internacionalista en Angola. De allá trajo, sobre todo, la experiencia cruda de la guerra y un libro de poemas con el que ganaría primera mención en el concurso de la UNEAC en 1979: Con la prisa del fuego, que sería publicado dos años más tarde por la Editorial Letras Cubanas. La dedicatoria del ejemplar que tengo aquí ahora está fechada en 1983 y dice: “Antonio Conte dona estos versos de amor y combate a Víctor y su familia de ternura, y los ama hoy, mañana y siempre”.

Los poemas de ese libro son sobre todo documentos de aquella experiencia vivida por el poeta en tierras africanas: de las gentes y los contextos y los paisajes que conoció, vivió y sufrió. Son por lo
general textos sin métricas ni rimas evidentes, dentro de esa línea de tono conversacional que
define su poesía escrita en esos años. Pero también hay ejemplos de poemas medidos con destreza y sabiduría, como el soneto que dedica a Nicolás Guillén y este otro, “para Eliseo Diego, innumerable”:

HACE CALOR AQUÍ

Vivo callando en juego con las balas,
cañones de dos filos, aguaceros;
y tantos, tantos besos prisioneros
como versos habitan en sus salas.

Vivo al sol, al insomnio, a las galas
de ser sin ser yo mismo, franco y fiero,
empuñando la noche en el acero
de un fusil y un recuerdo con dos alas

para volar a donde usted responde
por las cosas ocultas y habituales;
para hablar con usted, que se me esconde

en tiernos laberintos tan amables,
que estamos, usted y yo, quién sabe dónde,
peleando con mis armas y sus sables.

Conte distribuyó amistad y amor en las dedicatorias de sus libros y de sus poemas y en la cotidianidad inaplazable de la vida. Por eso seguramente encontré hace muy pocos días este comentario escrito por Silvio en su blog en evolución Segunda cita (www.segundacita.blogspot.com):

Ayer se nos fue Antonio Conte, uno de los poetas que menciono en la notita que dejé en la tumba de Vallejo, la segunda vez que estuve en París. Conte fue mi amigo y quiero creer que lo fue hasta el día de ayer, porque desde hace años vivía fuera de Cuba y hacía mucho que no nos comunicábamos. Yo nunca he dejado de sentirme su amigo y así continuaré. Antonio era una persona maravillosa, un gran admirador de Vallejo, por quien le puso César a su hijo. Siempre lo recuerdo cuando vivía con Macucha y su hijito, en el apartamento de 84, a una cuadra de 5ta Avenida. Verde amor expansivo a la eternidad de Antonio Conte.
1 de agosto de 2012 08:32


En el momento en que leía ese comentario de Silvio probablemente comenzó a escribirse esta crónica de la amistad para Conte. Allí escribí: “Conte fue un hermanito querido entre los poetas de nuestra generación, la del Caimán Barbudo, vallejiano de raíz, ingenuo, sonriente y sufridor. (…) Ahora, buscando rápidamente cosas de Conte aquí en la compu para compartirlas con ustedes, encontré la lista de canciones y poemas del concierto Sivio y nosotros, con el que recordamos en el patio del Centro Pablo el primer concierto público de Silvio, Teresita y nosotros, organizado por los poetas del Caimán en Bellas Artes, en julio del 67”. En Silvio y nosotros, el actor Jorge Perugorría leyó textos de los poetas de nuestra generación, en un montaje que alternaba la poesía escrita con la poesía cantada de las obras de Silvio. Allí se escuchó este poema vallejiano de Conte:

INFANCIA

los niños, allá afuera
gritan, despedazan el césped,
ambicionan la esfera musculosa para patearla;
se escurren entre cercas, se golpean,
se abrazan fuera del tiempo
como si con eso entrelazaran los continentes.

los niños, allá afuera
les van creciendo el corazón a travesuras,
a rasguños, a reírse de los mayores,
y se sienten felices de tirotear los pájaros.

El poema recordaba una de las temáticas presentes en la obra poética de Conte y de sus compañeros de generación, la visión cercana y crítica de la infancia, y a mí me recordó ahora la mención que hace Silvio de la familia de Conte, de Macuchita, y los hijos de ambos, con nombres-homenajes a Vallejo: César Abraham y Trilce.

Trilce Editores se llama precisamente la casa que publicó el otro libro de Conte que tengo aquí ahora. Se titula Ausencias y peldaños y su publicación está fechada en Santa Fe de Bogotá en el mes de junio de 1996. Se trata de un inusual volumen dúplex, que incluye en realidad dos libros inversamente yustapuestos: el de Conte y el de Luz Helena Cordero, su compañera de entonces, titulado Óyeme con los ojos. Conte dedicó así el volumen que tengo aquí el 17 de octubre del 96: “Hermano Víctor, hermana María: siempre, siempre con Ausencias y peldaños los llevo lejos de los ojos, muy cerca del corazón”.

En esa contradictoria mezcla de lejanías y cercanías estuvimos todos los años restantes, hasta ahora. Sólo nos vimos en una ocasión, pocos años después, en Miami, después que Conte se moviera hacia aquella ciudad desde Bogotá, donde se le uniría su compañera colombiana. Ese pasó no se concretó, al menos de manera estable, y Conte quedó viviendo allí hasta el 31 de julio pasado. En aquel momento no hubo nuevos libros dedicados, pero sí la alegría de un reencuentro cercano en una tercera fase diferente, mutuamente respetada, en la que la amistad sobrevivía –vive– entre las lejanías y las cercanías.

Nunca hablamos de su decisión de quedar viviendo en Bogotá en los 90 (¡ah, esos 90!) y tampoco de su decisión posterior de trasladar su lugar de residencia a Miami. Siempre pensé que aquel movimiento tuvo que ver con necesidades de estabilidad económica, porque tenía familiares viviendo allí desde muchos años atrás. Lo vi entonces en un momento difícil, porque acababa de llegar y vivía todavía en la casa de un familiar. La continuidad de la relación amorosa no se produciría, según supe. Probablemente el aspecto económico se resolvió poco después. No sé cómo le fue posteriormente en el importante terreno de los amores y los afectos, que fue una necesidad y una práctica constante en la vida de Conte. Triste y vallejiano, amante mundial (para robar un verso de un hermano común, Juan Gelman) y practicante y creyente de la amistad, sobre todo la que se afinca en las coincidencias (aunque éstas se reduzcan, a veces dramáticamente) y entre las lejanías y las cercanías: las memorables y las jodidas.

No sé si en los años posteriores, en esta década pasada de los 2000, publicó algún libro de poemas. Ahora, en las noticias breves de estos días, he visto un título que no conozco. Busqué en los magníficos archivos oceánicos, inabarcables –a veces confusos– de internet, pero no encontré mucho, después de navegar espesamente en la avalancha de información sobre una persona con el mismo nombre y apellido que tiene al parecer notoriedad en aspectos del deporte y de los negocios no transparentes. Recordé el título del primer libro de Conte, Grises, inédito en aquellos años, y que no sé si incluiría en alguna recopilación posterior.

Profesionalmente Conte se dedicó durante estos años al periodismo, hasta su jubilación hace poco tiempo. Trabajó como redactor y corrector, según leí en estos días, en una agencia de noticias radicada en Miami. Conozco las características de la  producción periodística de esa entidad porque he recibido, durante años, sus boletines enviados a través del correo electrónico. Nunca vi trabajos de Conte incluidos en ellos, al menos hasta que comencé a borrarlos sin leerlos para no ocupar el tiempo en mensajes que no rebasaban la chismografía política de tercer orden y la persistencia de noticias risibles sobre la realidad de la Isla en la que yo vivía.

Ahora una amiga ha enviado al blog Segunda Cita una crónica de Conte del año 2009 que ella encontró en estos días en internet. No sé dónde se publicaría inicialmente. Quisiera encontrar otros textos como ese, homenaje a la memoria personal y a la memoria cultural de aquellos años que he estado recordando en esta crónica. En la suya, titulada “De donde son los poetas”, Conte recuerda el día en que se preparó, en el patio de la casa de Guillermo Rodríguez Rivera, una foto en la que aparecerían, sentados junto a César Vallejo algunos de los poetas de la generación del Caimán: el propio Guillermo, Wichy, Silvio, Raúl Rivero, Conte y el que ahora teclea.

Voy a publicar en estos días esa crónica, con una pequeña introducción sobre la foto generacional-vallejiana que después ha tenido momentos importantes de difusión, como su inclusión en el disco Érase que se era, de Silvio.

Y voy a enviar ahora, para publicarla en los lugares publicables, esta crónica que aquí termina dedicada a Conte y, con él, a la poesía, la hermandad, las dedicatorias y la vida.

Víctor Casaus

viernes, 24 de agosto de 2012

Los problemas de la democracia (II y fin)

Por Guillermo Rodríguez Rivera

El propio Rafael Correa ha precisado con claridad que en Latinoamérica estamos viviendo no una época de cambios, sino un cambio de época.

Todos estos representantes de los nuevos gobiernos de la región, reconocen que el antecedente de ese cambio es la Revolución Cubana de 1959, encabezada por el comandante Fidel Castro.

El momento de la violencia revolucionaria contra el imperialismo y las oligarquías no fructificó. El continente lloró sus muertos, los muertos del pueblo. Es un rosario de nombres: Fabricio Ojeda, Luis Augusto Turcios Lima, Javier Heraud, Carlos Fonseca Amador, Camilo Torres, Jorge Ricardo Masetti, Francisco Caamaño, Roque Dalton, y cuyo epítome es la figura de Ernesto Che Guevara.  

Esos muertos, los héroes de aquellas luchas que parecían acabadas, han emergido en este nuevo momento de la historia americana. Es curioso y es hermoso como se mueve la historia. Tengo un amigo que dice, ironizando que, hoy por hoy, todos estos nuevos gobernantes de izquierda se quitan el sombrero ante Cuba, pero que ninguno se pone el sombrero de Cuba. Y es cierto. Ninguno ha seguido el modelo socioeconómico del gobierno cubano.

El de la Revolución Cubana fue el primer gobierno latinoamericano que logró iniciar una transformación de la vida de su país a despecho de la voluntad del poderoso vecino del norte.

Cuba empezó llevando a cabo una radical reforma agraria que estaba estipulada en la Constitución de 1940 en la que un artículo establece que “se proscribe el latifundio”, pero ningún gobierno se había atrevido a implementar la ley que complementara el precepto constitucional, porque el principal latifundista en Cuba eran los Estados Unidos. El gobierno del general Eisenhower, el mismo bajo cuya égida la CIA, dirigida por Allen Dulles, organizó el derrocamiento del gobierno reformista de Jacobo Árbenz en Guatemala, hizo repetir minuciosamente aquel esquema contra Cuba. La acusación de “comunista” que, en medio de la guerra fría se esgrimió contra el presidente guatemalteco, fue esgrimida otra vez, ahora contra una revolución popular que acababa de derrocar una dictadura militar y en cuyo país subsistía plenamente el capitalismo.

No es este el sitio para volver a contar la sabida historia de la invasión de Bahía de Cochinos, derrotada en menos de 72 horas por los combatientes revolucionarios cubanos.

Al año siguiente a la invasión, Cuba fue expulsada de la OEA por desarrollar una alianza con una potencia extracontinental, empezó a funcionar el llamado plan “Mangosta”, la nueva alternativa violenta contra la Isla. Se decretó, oficialmente, el embargo económico contra Cuba. Desde 1960, la burguesía cubana había cerrado filas junto a los Estados Unidos contra el gobierno de su país y lo abandonó, acaso confiando en que un gobierno enfrentado por los norteamericanos, no podía sobrevivir en Cuba, como nunca había sobrevivido en América Latina. A excepción de México, todos los países de América Latina rompieron sus vínculos diplomáticos y comerciales con Cuba. 

Cuba no tuvo entonces, entidades como son hoy el ALBA o la CELAC en la que encontrar amparo político, económico y militar. Sólo la Unión Soviética decidió venderle el petróleo para que el país no se paralizara, y las armas con las que defenderse. Era la Unión Soviética que había sido regida por Stalin, que había dejado su huella en el modelo socialista que se conocía, pero era la única tabla a la que la Revolución Cubana consiguió aferrarse para salvarse.

Los gobiernos de la nueva izquierda latinoamericana, no son en ningún caso regímenes que hayan puesto fin al régimen de democracia representativa con que ascendieran al poder.
       
Venezuela había nacionalizado su petróleo bajo el gobierno de Carlos Andrés Pérez, pero PDVSA, la entidad estatal que asumió su control y administración, devino casi un coto privado. El gobierno de Chávez tuvo que renacionalizar PDVSA, para convertirla en el poderoso instrumento para el desarrollo de Venezuela. La oligarquía venezolana se resintió ante un gobierno que se apoyaba en los de abajo y creaba en ellos su gran masa sostenedora.

Liquidado el sambenito de “comunista”, el nuevo mote lanzado contra el presidente fue el de “populista”. El “populismo” chavista consistió en usar los recursos de la nación para favorecer a los sectores venezolanos más humildes. Cuba le prestó una ayuda enorme en la conformación de un sistema de salud que favoreciera y amparara a esos sectores, y en la eliminación del analfabetismo.

Quizá aleccionada por la experiencia de su homóloga cubana, la burguesía venezolana ha preferido permanecer en su país y el impulso económico del estado coexiste con el régimen capitalista venezolano, acaso moderado por las leyes implementadas. Chávez ha ganado todas las elecciones que se han efectuado desde su arribo a la presidencia, en 1999.

En Venezuela, como en otros países de esta nueva izquierda, el descrédito de los partidos tradicionales ha hecho que los periódicos burgueses y los grandes canales de televisión privados, casi se convirtieran en los nuevos partidos de oposición: hacían una agresiva campaña contra los nuevos regímenes que, sin embargo, no lograba convencer a la mayoría que apoyaba al gobierno.

Me parece importantísimo que, sustituyendo la idea leninista de dictadura del proletariado[1], estos gobiernos de izquierda hayan preservado la existencia de la democracia representativa, pero hayan acentuado el desarrollo de lo que cabría llamar una “democracia participativa”, en la que otros mecanismos complementan la voluntad expresada en las urnas. No es rasgo sin importancia de esta participación que, cuando fuerzas de la reacción antidemocrática hayan actuado para aplastar la voluntad popular, los propios ciudadanos que habían dado el voto a sus gobernantes, salieran a las calles para motivar su regreso al gobierno, como en el caso de Chávez, o la liberación del presidente, como en el secuestro policial de Rafael Correa.

El pueblo no solo expresa su voluntad, sino que la defiende en las calles, si es necesario.

Venezuela ha introducido un elemento novedoso y esencial: el  referendo revocatorio, que a la mitad del mandato del dirigente electo puede traerlo nuevamente a las urnas, si se considera que no debe seguir ocupando el cargo para el que se le eligió.

No hay financiamientos millonarios a las campañas electorales, que comprometen de antemano a los políticos. Las elecciones son “observadas” como nunca lo han sido, por ejemplo, las de México o de los propios Estados Unidos.

A mí me parece que esa vigilante preservación de la democracia es un rasgo importantísimo del que algunos líderes han llamado “socialismo del siglo XXI”, que es un socialismo que coexiste con un capitalismo que en estos casos, ya no avanza libremente por un camino depredador, sino que tiene el control del estado popular.

De alguna manera, parece empezar a conseguirse la definición que el notable pensador de la izquierda brasileña, Buenaventura de Sousa Santos,  da de la sociedad socialista:
             
                     Una sociedad socialista no es aquella en la que
                     todos los mecanismos e instituciones que existen
                     son socialistas, sino en la que todos son
                    dirigidos a contribuir a los intereses socialistas
                    de la sociedad.

Acaso estos países de nuestra América, estén llamados a conformar la posibilidad – no me gusta llamarle “modelo”, porque da la idea de esquema, de receta – de una renovada y más completa democracia.

Cuba fue el inicio de este “cambio de época”, de esta segunda independencia que está conmoviendo al continente. Cuba fue la que educó a muchos países de nuestra América y a sus líderes, cuando la realidad que hoy está ante nosotros parecía imposible de conseguir. Creo que está llegando el momento en que tengamos que aprender de ellos. Me parece que es ese el camino que se abre ante Cuba.



[1]  Hay que recordar que Lenin muere en 1924, en plena guerra civil. En su testamento había pedido sustituir a Stalin como primer secretario del partido. No vivió para tomar otras determinaciones sobre el gobierno soviético.

lunes, 20 de agosto de 2012

Los problemas de la democracia (I)

Por Guillermo Rodríguez Rivera

El nombre del régimen seguramente se remonta a la Atenas del siglo VI a. d. C., cuando el aristocrático gobierno de los eupátridas fue reemplazado por el de los ciudadanos de Atenas. Clístenes, de origen aristocrático, se enfrenta al tirano Pisístrato, a quien apoyaban los nobles y eso le hace buscar apoyo en los ciudadanos comunes, en lo que se llamaba el demos. Aparece entonces el gobierno del pueblo, del demos: la democracia.

Tanto Clístenes como su gran sucesor, Pericles, que gobernó casi todo el siglo siguiente, que se conoce en su honor como siglo de Pericles, buscaron la mayor participación posible de los ciudadanos. Una y otra vez, Pericles fue reelegido como estratega, que era el ateniense que guiaba los destinos de la ciudad-estado.

La democracia ateniense fue una democracia esclavista que, además, discriminó a las mujeres. Atenas aumentó su poder a partir de la opresión a otras ciudades.

Los Estados Unidos reclaman ser los fundadores de la primera democracia moderna pero, en verdad, su democracia se ha parecido mucho a la antigua democracia esclavista e imperial.

La Declaración de Independencias de las trece colonias proclamó que “all men are created equal”, pero debió especificar “all white men are created equal”, porque esa democracia mantuvo la esclavitud de los negros por casi un siglo y hubo que librar, para abolirla, una asoladora guerra que devastó la nación.

Como los antiguos atenienses que tuvieron entre ellos a grandes escritores como Esquilo, Sófocles, Heródoto, Eurípides, Aristófanes, los norteamericanos vieron florecer el genio de Mark Twain, Walt Whitman, Theodre Dreiser, Scott Fitzgerald, Eugene O’Neill, John Dos Passos, William Faulkner, Ernest Hemingway.

Como los atenienses, los Estados Unidos, se enriquecieron explotando a sus vecinos más débiles que, como en Grecia, se convirtieron en sus súbditos.

América Latina fue el gran campo de saqueo de los Estados Unidos. Los recursos naturales de nuestros países se convirtieron en propiedades estadounidenses y cuando aparecieron gobiernos que quisieron recuperar lo que le pertenecía a su tierra, fueron simplemente derrocados.

Los gobernantes norteamericanos promovieron en América Latina todas las dictaduras militares que saquearon y ensangrentaron a  nuestros pueblos: fueron férreas defensoras de los intereses norteamericanos, y arrasaron cualquier vestigio de democracia, que los Estados Unidos reclamaban para sí pero que eliminaron en una multitud de países.

En Latinoamérica fueron promovidos y/o sostenidos por los Estados Unidos, gobernantes como Rafael Leónidas Trujillo, Anastasio Somoza y su descendencia, Juan Vicente Gómez. Jorge Ubico, Castelo Branco, Marcos Pérez Jiménez, Fulgencio Batista, François Duvalier, Augusto Pinochet, Rafael Videla, Alfredo Stroessner, Carlos Castillo Armas, Efraín Ríos Montt, que de pronto recuerde. 

El demócrata Franklin Delano Roosevelt tuvo la sinceridad de hacer claro que a los Estados Unidos – al menos con respecto a América Latina – no los movía la moral, sino sus intereses materiales. Cuando le preguntaron por qué apoyaba a Anastasio Somoza que era un hijo de puta, fue meridianamente claro: “Yes, he’s a son of a bitch” – dijo –, “but he’s ours”.

Lo que fue pasando en una sociedad como la norteamericana, donde el valor central es la riqueza, fue que ella fue, poco a poco, secuestrando la democracia.

Ya los candidatos electos no responden a quienes los eligen, sino a los grandes bancos, las grandes corporaciones que financian las multimillonarias campañas electorales que les permiten ser electos. Cada vez, las elecciones son más costosas en los Estados Unidos.

La existencia de la URSS y el campo socialista conformado tras la II Guerra Mundial, hizo a los grandes países capitalistas de occidente, generar una estrategia que quiso demostrar que el socialismo no era necesario, que en el capitalismo vivían mejor no solo los burgueses, sino los mismos trabajadores.

A partir de las teorías del economista inglés John Maynard Keynes y de la inteligente política de Roosevelt, se generó lo que luego ha sido llamado el “estado de bienestar”, que estableció altos impuestos a los ricos y garantizo a los que menos tenían, empleo y subsidio por desempleo, pensiones por vejez e incapacidad y atención médica en todos los órdenes.

La primera vitrina del “bienestar” fue Berlín occidental, en frontera directa con la RDA. Pero el “estado de bienestar” se fue extendiendo en toda Europa.

Desde los años ochenta la línea dura del capitalismo, que representaban entonces los gobiernos de Ronald Reagan y Margaret Thatcher optaron por – y promovieron – una linea económica antikeynesiana, generada por el economista norteamericno Milton Friedman, lo que se ha llamado después “neoliberalismo”, que cree en la suficiencia del mercado como entidad reguladora de la vida económica, por lo que la intervención del estado en la economía ha de minimizarse. Los impuestos han de cobrarse al ciudadano común y desgravarse las grandes fortunas.

Una vez desaparecida la Unión Soviética y el socialismo en Europa oriental, a lo cual acompañó un debilitamiento enorme de la izquierda radical y una movida  a la derecha de las socialdemocracias, la doctrina neoliberal ha promovido una sistemática liquidación del llamado “estado de bienestar”, que se considera el fruto de una intromisión del estado en la dinámica del mercado. Como ya no hay socialismo que enfrentar, se vuelve a los tiempos del capitalismo puro y duro, prerooseveltiano y prekeynesiano, en el que los ricos no pagan grandes impuestos y se grava mucho más el consumo popular. Se reducen los puestos de trabajo, lo que crea un ejército juvenil de desempleados. La normativa de eliminar el déficit fiscal – abultado porque las grandes fortunas no pagan impuestos – conduce a la liquidación de múltiples programas sociales y la reducción de beneficios como son la educación y la salud gratuitas.

La realidad ha ido demostrando los evidentes agujeros  de los postulados neoliberales. Se ha hablado de la gran crisis del año 2007. La imprudente conducta de los bancos hizo quebrar a muchos de ellos. El mercado no fue capaz de autorregularse y fue el intruso estado quien debió acudir a rescatar los bancos con miles de millones de dólares de los contribuyentes.  La depresión del empleo deprimió a su vez el consumo: la economía no salía de la crisis. 

En el último año los Indignados se han lanzado hacia el centro del poder: han ido a “ocupar Wall Street”, a acosar el aparato del capital que está detrás de los políticos que se eligen, pero que no responden a sus electores sino al gran capital. Inundan las calles de New York, de Atenas, de Madrid, de Londres, protestando contra el programa económico de sus gobernantes.

Porque la democracia está padeciendo como una mal formación, una especie de tara de la que no está siendo posible prescindir: los políticos que aspiran a ser electos tienen un programa que cumplir antes de que se sepa la votación en las urnas. Es el compromiso con el sistema, con los que los financian, pero como sus votantes quieren lo opuesto a lo que quieren los hombres del dinero, sólo queda la posibilidad de mentir.

Mariano Rajoy acaba de ser electo con un programa que sabía que no iba a cumplir; en realidad, iba a hacer lo opuesto a lo que prometió en la campaña electoral, pero necesitaba esos votos, que implicaban el imprescindible sostén democrático para su gobierno. Unos años antes, el presidente de la gran potencia había dado la clase magistral. Barack Obama prometió un cambio que no podía hacer, al menos sin serias consecuencias. No lo hizo.

Quizás porque fue la apertura de la estafa electoral, la primera de este ciclo, fue más sutil que su discípulo: Rajoy ha hecho lo contrario de lo que prometió, Obama únicamente ha dejado de hacer lo que prometió.

En un Perú donde los electores, después de los impopulares gobiernos de Alejandro Toledo y Alan García votaron por un cambio hacia la izquierda, Ollanta Humala ha desconocido públicamente el programa por el que lo eligieron presidente.

Hay otro grave problema que tiempos atrás no parecía existir en los países serios sino en las que se motejaban, con desdén, como “repúblicas bananeras”: el fraude electoral.

Cuando yo era niño o adolescente, el día de noviembre en que tenían lugar las elecciones en los Estados Unidos, uno podía, sobre las nueve de la noche de ese mismo día, sintonizar con toda confianza  The Voice of America y enterarse cual de los candidatos había sido electo. Eso, hasta las elecciones del año 2000, en las que contendían Al Gore y George W. Bush. 

Pasó un mes y no había resultados de las elecciones. El vicepresidente había obtenido más votos que su rival que, decían, había obtenido mas compromisarios que Gore. El estado de Florida había decidido las elecciones a favor del aspirante republicano pero había acusaciones de urnas robadas en West Palm Beach, de votantes demócratas negros que fueron impedidos de votar en varias ciudades del estado. Se impugnaron los resultados electorales en Florida, favorables por una minimez a George W. Bush en un estado en el que, además, el gobernador era su hermano Jeb. Semanas después, fue la Corte Suprema, por la mayoría de un voto de uno de los jueces republicanos, la que sancionó la elección de George W. Bush.

El entonces presidente en funciones de México, Miguel de la Madrid, ha confesado que en las elecciones de 1988, en las que se declaró presidente electo a Carlos Salinas de Gortari, el verdadero ganador había sido el candidato de la izquierda, Cuauthémoc Cárdenas. En el año 2006, el también candidato de la izquierda, Andrés Manuel López Obrador, impugnó los resultados que, a contrapelo de todos los sondeos, proclamaron presidente al candidato del derechista PAN, Felipe Calderón.

Cuando las dictaduras militares acababan de asolar América Latina y habían asesinado y desaparecido decenas de miles de jóvenes izquierdistas en Chile, en Argentina, en Uruguay, en Guatemala, en El Salvador, el buen gobierno de James Carter inauguró una era de respeto a los derechos humanos y de repudio a los golpes de estado militares. Parecía que, como ya no había izquierda, podía renacer la democracia.

Pero he aquí que el ave Fénix de la izquierda renació de sus cenizas y empezó a triunfar en las elecciones pluripartidistas que antes siempre ganaban los partidos burgueses. Sucesivamente, Venezuela, Bolivia, Ecuador, Argentina, Uruguay, Brasil, Paraguay, elegían gobiernos con diversos matices en su inclinación a la izquierda, pero todos desmarcados de la tradicional subordinación latinoamericana a los Estados Unidos.

Se daban casos interesantísimos: el hondureño Manuel Zelaya, electo presidente bajo los emblemas del partido liberal, de pronto desarrollaba una política de corte popular e ingresaba en la Alternativa Bolivariana para los pueblos de América (ALBA), integrada por Cuba, Bolivia, Venezuela, Ecuador, Nicaragua y varias islas del Caribe anglófono. Era el colmo: los jefes del ejército hondureño fueron a buscar una madrugada al presidente Zelaya a su casa, lo sacaron de ella en pijama y lo depositaron en otro país centroamericano, tras una breve escala en la base norteamericana de Palmerola. Fernado Lugo, un exobispo electo presidente en Paraguay, fue depuesto por un congreso integrado por militantes de los partidos tradicionales, los que sostuvieron la tiranía de Strossner.

Tanto el golpe militar hondureño como el legislativo paraguayo han tenido la aquiescencia de los Estados Unidos. Pero no han sido los únicos casos: previamente, se intentó el fallido golpe de estado contra Chávez, el intento secesionista en Bolivia y el golpe policial contra Correa.

Rafael Correa, en un gesto insólito unas décadas atrás, ha concedido asilo político en la embajada ecuatoriana en Londres al australiano Julian Assange, a quien la Gran Bretaña iba a extraditar a Suecia para ventilar una acusación de acoso sexual presentada por una ciudadana sueca que acababa de acostarse con él[1]. La mujer – más coincidencias – había visitado Cuba años atrás, acompàñando a Aron Modig, el dirigente de la juventud demócratacristiana sueca que acaba de protagonizar junto Angel Carromero (uno de los cachorros de Aznar y Esperanza Aguirre, en la más ultraderechista vertiente del Partido Popular español) el accidente de tránsito que costara la vida a los opositores cubanos Oswaldo Payá  y Harold Cepera. Modig vino a entregarle a Payá una donación de 4 mil euros destinados al Movimiento Cristiano de Liberación, que él dirigía, y a asesorarlo en la constitución del movimiento juvenil de esa organización.   


[1]  La mujer que hizo la acusación contra  Assange, es Anna Ardin,  una exiliada cubana vinculada a la contrarrevolución y presumiblemente a la CIA, nacionalizada en Suecia. 

lunes, 13 de agosto de 2012

La perla de Martí

por Guillermo Rodríguez Rivera

Los que hemos vivido los ya largos años de la Revolución Cubana, fuimos educados considerando la modestia como una virtud y, en consecuencia, aprendimos a repudiar a los que demostraban ser autosuficientes.

Realmente, creer que uno tiene permanentemente la verdad y que nadie puede esgrimir válidamente un criterio contra lo que pensamos, es fea cualidad del ser humano que siempre anda equivocada. Presumir de infalibilidad, casi siempre se da en quienes fallan.

Pero habría que decir, también, que existen también mentes superiores – que no son muchas – y que resultan capaces de calibrar su valor. Esas mentes superiores que saben lo que valen, son incapaces de proclamarlo allí donde todo el mundo pueda oírlo. No obstante, en alguna dura circunstancia de la vida, cuando ese valor parece ignorado e incluso humillado, el gran hombre (o la gran mujer) pueden comentarlo con ellos mismos y, si lo escriben, casi siempre lo harán en clave.

José Martí manifestó ese pudor en uno de sus hermosísimos Versos sencillos que, además de sencillos, porque su autor escogió para ellos una forma estrófica popular, resultan bien complejos por lo que dicen y por el enorme talento de su autor para colocar complicadas reflexiones en esos octosílabos que parecen escritos como jugando. En uno de ellos cuenta la pena callada que puede encerrar el verso:

Vierte, corazón, tu pena
Donde no se llegue a ver.
Por soberbia y por no ser
Motivo de pena ajena.

La sana soberbia de un hombre superior, rehuye siempre la lástima.

Pero Martí tuvo momentos en su vida – voy a referirme ahora a su vida privada – en que casi se sintió digno de lástima, como pueden sentirse alguna vez todos los hombres. Uno de esos momentos fue la ruptura de su matrimonio con Carmen Zayas Bazán que le hizo perder además la compañía de su hijo.

Carmen no fue capaz de ser la compañera que Martí necesitaba, la compañera de un hombre que había echado sobre sus hombros la tarea de conseguir la independencia de Cuba como condición esencial para la de la que siempre consideró la patria mayor: esa que el mismo llamó “nuestra América”.

En disculpa de Carmen, que era una buena mujer, habría que decir que habría deseado y quizás necesitado un hombre más común. Quería que el hombre talentosísimo que era su esposo, dedicase ese talento al bienestar de su mujer y de su hijo y no al logro de la hipotética felicidad de una patria que no existía. Martí amaba a Carmen: optó por el de ella, frente al amor que por él tuvo María García Granados, a quien glorificó y lloró años después, en los versos en los que la llamó “la Niña de Guatemala”, cuando ya había comprendido que hizo la elección equivocada a la hora de casarse.

Martí sufrió enormemente el abandono de Carmen. En esa indirecta y hermosísima autobiografía que son los Versos sencillos, aparecen estos, numerados en romanos como todos. Llevan el número XLII:

En el extraño bazar
Del amor, junto a la mar,
La perla triste y sin par
Le tocó por suerte a Agar.

Agar, de tanto tenerla
Al pecho, de tanto verla
Agar, llegó a aborrecerla:
Majó, tiró al mar la perla.

Y cuando Agar venenosa
De inútil furia, y llorosa,
Pidió al mar la perla hermosa,
Dijo la mar borrascosa:

¿Qué hiciste, torpe, qué hiciste
De la perla que tuviste?
La majaste, me la diste:
Yo guardo la perla triste.

Es una fábula, como hay tantas, pero tiene un código para ser comprendida.

Si uno va a la Biblia, el gran libro de la tradición judeo-cristiana, que Martí conocía perfectamente, y busca en el Antiguo Testamento, hallará que Agar es la madre de Ismael.

Agar es pues su esposa Carmen. La perla – triste y sin par – es el propio Martí. El Martí roto, perdido, extraviado en el mar donde ella lo arrojó. Todavía en los versos de La Edad de Oro, revista excepcional que dedicara a los niños de América, reaparece el tema que, tratado como alegoría, podría tener diversas interpretaciones. La más general es que a muchas veces no valoramos las bondades de lo que tenemos y nos lamentamos cuando lo perdemos::

Una mora de Trípoli tenía
Una perla rosada, una gran perla
Y la echó con desdén al mar un día:
“Siempre la misma: ya me cansé de verla”.

Pocos años después, junto a la roca
De Trípoli – la gente llora al verla –
Así le grita al mar la mora loca:
“¡Oh mar, oh mar, devuélveme mi perla!”.

Es la historia de un doloroso episodio que el poeta, que el gran hombre, supo convertir en estos objetos de belleza, y nos entregó esa reflexión, brotada de una dura experiencia de la vida.

jueves, 9 de agosto de 2012

A veces la prisa

A veces la prisa no me permite asimilarles como es debido. Fíjense que por andar corriendo me perdí el beso que me mandó Catalina junto al de Samanta. Beso mágico y maravilloso, que leí hoy y me ha transformado el día en cumpleaños. También de vez en cuando me puedo dar el gusto de detenerme en los detalles de cada uno y siempre aprendo mucho. Quiero decirles que les creo a todos. Y aquí no hablo de argumentos, palabras o habilidades gramaticales, sino de intensidad. Somos una colmena que ha trascendido lo virtual, pero no la virtud.

Impresionante la letra de la canción “Se va la vida”, de León Chávez Texeiro. La pusieron dos veces. Otra referencia también está repetida. Sería bueno que miráramos si --al menos-- en la misma entrada ya existe lo que vamos a proponer. Es autocrítica, porque a mi también me pasa.

Kinka y Carmina coinciden en reservas respecto al huerto que se queda cuidando la amada de “El dulce abismo”. La voz que canta esa canción no es la mía. Es la del capitán San Luis, cuando partía con el Che hacia Bolivia. Alguien me habló de la carta que el capitán le dejó a su esposa (que nunca leí), y lo que me contaron me sirvió para escribir la canción. Era para un acto que se iba a celebrar en unos días y la verdad es que no imaginé que algo dicho en una despedida como esa se pudiera tomar por machismo. Sólo puedo decir que  también éramos así, en los tiempos en que unos partían a inmolarse y otros escribían las canciones.

Lo mismo me pasó otra vez, en 1970, cuando volví del recorrido con los pescadores, con una canción llamada “Cuando digo futuro”. Antes de montarme en el barco, Rogelio París me la había pedido para un documental sobre la Cuba que se estaba construyendo. Después que la grabé, Pablo Menéndez me dijo que encontraba machista aquello de “el hombre y su mujer”. Me di cuenta de que era literalmente cierto (por más que mi intención no era aquella). Por eso en la versión que hice años después, con Afrocuba, canté: “el hombre y LA mujer”… No me parece que vaya a volver a grabar “El dulce abismo”, así que les convido a cantar ese verso como lo prefieran.

Felicidades muy atrasadas pero muy sinceras a la bella Lorena, por su cumpleaños. Y a Arlen, conocida como el ciclón-terremoto-tsunami del Caribe, por haber llegado a conocer “la mayoría” de los Segundaciter@s… (¿será posible?)

Preocupante lo que nos trajo Yoel. Muchos de nosotros debemos estar graves, aunque juro que jamás ingiero alimentos cerca de este aparato. Me gusta comer en la mesa, con toda mi familia y, si estoy solo, de pie, en la cocina.

Me resulta difícil meter en el mismo saco terrorismo de Estado y estado de derecho.  La primera acepción de estado me parece que refiere nación, gobierno, y el segundo a un estadio, momento, condición legal. También me resulta difícil asimilar que fue el Estado argentino el que desapareció y torturó a miles de personas. Para mi que habían sido los militares, apoyados por la oligarquía e inspirados por la Operación Cóndor, creación universalmente reconocida como de Nixon, Kissinger y la Agencia Central de Inteligencia (CIA). Pero puede que esté equivocado, no me considero infalible.

El condicionamiento negativo de algunas mujeres, tan bien planteado por Carmina, es común a todos los discriminados y explotados, sea por lo que sea.

Me sorprendió que Carmen hablara de la influencia de las canciones de la nueva trova en las muchachas de su generación. Yo considero que nuestras canciones estaban influidas por lo que pasaba en el país, no al revés. Pero claro que lo entiendo: era que respirábamos al unísono, sístole y diástole, vida y canción. Hacíamos el amor y teníamos orgasmos más largos que las puercas (según lo dicho en la entrada anterior).

A mi modo de ver, lo que ha provocado discrepancias con Kcho es que su discurso fue ahora, cuando se están planteando cambios de pensamiento en lo económico. La idea del trabajo sin remuneración está vinculada a los años mozos de la Revolución, en los que hubo ímpetus que a la larga no resultaron. Un ejemplo: la “ofensiva revolucionaria”, que fue la estatalización de todo, hasta de los limpiabotas de las esquinas. Aquella idea de que el Estado asumía la vida nacional y pagaba el sueldo de todo el mundo, cosa idílica y hermosa, la realidad nos la ha sustituido por una flexibilización que incluye la gestión privada. Liberar las fuerzas productivas ordenadamente está resultando casi una epopeya, porque gobierno y gobernados hemos estado regidos durante medio siglo por prácticas distintas.

Para algunos, lo que dijo Kcho significa un retroceso que contradice avances económicos que han conseguido algunos artistas, afines a lo que ahora se plantea.

Puede que no exista, como dice Carmen, una contradicción real. “Uno puede ser zurdo y de Matanzas”, decía un amigo. El derecho a ganar más, si se trabaja más, no debiera porfiar que el bien público siga siendo esencial. Es justísimo que los que ganen más aporten más. Que la gestión privada propicie que algunos no lo sientan así y empiece el forcejeo, es uno de los riesgos que se corren. Para luchar por lo correcto deben estar las leyes. Yo sigo pensado que podemos y debemos seguir por donde vamos.

martes, 7 de agosto de 2012

La mujer, dos canciones...

Me fui a dormir con el tema de las madres --en realidad de la mujer-- dándome vueltas, y caí en cuenta de que estoy oyendo hablar de esto desde que era niño. Se comprende porque yo tenía 12 años en 1959, y el tema de la inserción social de la mujer empezó a plantearse y a tratar de resolverse desde aquellos tempranos años.  Era lógico, porque no hay sociedad que pueda aspirar a la plenitud sin la participación de la mujer, y  lo cierto es que la mujer ha estado históricamente tan sometida que su emancipación es todavía una necesidad planetaria.

Siempre recuerdo una entrevista en que Lennon, citando a Yoko-Ono, dice que “la mujer es el negro de la humanidad”. El hecho de que John tuviera que hacer trascender lo que dijera su esposa quizá revela una faceta de la complejidad del asunto.

El proceso de concientización es lento porque somos el fruto de una vieja “educación”, por haber asimilado que ciertas injusticias eran socialmente “naturales”, porque resulta incómodo mirarse al espejo, verse lo feo y mejorar. Algunas sociedades tratan de solucionar este problema con leyes. Pero a ciertas leyes les cuesta trabajo funcionar porque el peso de la costumbre, esa densa parte de la cultura humana, tiende a petrificar.

Yo creo que en todas partes las mujeres de más amplias miras debieran unirse y crear fuerzas movilizadoras. Es lo que vi hacer en mi país, que ha conseguido una amplia participación femenina, la que empieza por el derecho a la vida, y también al estudio y al trabajo. Aquí cabe agregar el derecho a ser madres, porque las sociedades tienen el deber de ayudar a sus mujeres a continuar participando, después de la maternidad. Para fomentar esto, en Cuba se creó una enorme red de Círculos Infantiles que ha permitido la incorporación de la mujer prácticamente en todos los espacios sociales.

También hicimos un Código de familia que en 1975 declaró los derechos y deberes de los componentes de la célula social. Pero aún las malas costumbres y otros factores como la pobreza --que en los últimos años ha vuelto a avanzar-- tratan de mantener frenada la emancipación femenina.

No puedo terminar sin admitir que una de las características de la llamada nueva trova fue que abordó el tema de la pareja, y la presencia de la mujer, con otra dignidad. Quiero aclarar que para los trovadores escribir sobre esto no sólo significaba ser revolucionarios en el arte sino enfrentarnos a nosotros mismos. Debíamos partir de una actitud personal mejorada, de una moral, para cantar así. Era el reflejo de una “nueva mujer” prefigurada, pero que también veíamos surgir, y había que estar a esa altura. Estas dos canciones son buenos ejemplos.


Para Una Imaginaria María Del Carmen

María del Carmen debió haber nacido

en Vertientes, aquí, hace veinte años y pico.

María del Carmen atraviesa el parque

y todos los ojos le halan el vestido.

María del Carmen revuelve la tarde

del pueblo pequeño que ve como pasa.

María del Carmen, el recién llegado

descubre en seguida lo mucho que faltas.

A María del Carmen la envuelven los ruidos

que salen del tándem inglés del central.

A María del Carmen el pelo y la piel

de seguro le huelen a miel residual.

María del Carmen, tan limpia y tan libre,

limpia de ser virgen, libre de prejuicios.

María del Carmen, tu entrega es total

porque a ti los misterios te sacan de quicio.

María del Carmen puede conversar

sobre la economía y sus ojos son anchos.

María del Carmen me mira el anillo

en la mano derecha y sonríe despacio.

María del Carmen no piensa en los trapos,

ni en lazos, ni en cintas, ni en viejas muñecas.

María del Carmen olvida a los novios,

la patria es quien toca de noche en su puerta.

María del Carmen conoce la iglesia,

sabe donde está, pero no la visita.

María del Carmen se asombra con todo,

pero si la miran no baja la vista.

María del Carmen, aunque no te he visto

podría pintarte en todos tus detalles.

María del Carmen, será inevitable

que un día tropiece contigo en la calle.

María del Carmen, si llego a encontrarte,

tendré, de seguro, que amarte
y amarte y amarte.

Noel Nicola


Acuéstate y hazme sentir

Acuéstate y hazme sentir

y derramarme en cada poro de tu cuerpo.

Levántate a compartir

todas las cosas que aún nos quedan por vivir.



En posición horizontal

hay pocas cosas que inventar:

se puede amar,

dar rienda suelta al sexo.



Puedes llegar hasta a soñar

montar en centauros, en nubes, volar,

y cuando tierra has de pisar te vas a dar cuenta

que aún quedan veintitrés partes del día para andar.



Acuéstate y hazme sentir

y derramarme en cada poro de tu cuerpo.

Levántate a compartir

todas las cosas que aún nos quedan por vivir.

Pablo Milanés

jueves, 2 de agosto de 2012

La obra pictórica de Osmar Yero como ilusión de perpetuidad

Por Emilia Sánchez

La última producción de Osmar Yero insiste recurrentemente en motivos que obligan a visualizar ideas sobre el destino del hombre, cuando la redondez del planeta, el ambiente irregular de las ciudades, la figura humana acompañada sólo de peces y aves, la presencia inmanente del mar y la geometría de unos mosaicos invasivos sirven de apoyo a la acción que aquel realiza desde el absurdo y la inconformidad. Porque un ser solitario rodeado de tiburones y objetos a la deriva, o flotando ingrávido como gaviota, o sentado a horcajadas sobre su isla, o asido al minutero de un reloj gigante, o colgado de una mariposa, proyecta imágenes de una existencia estremecida,  pretendidamente superada con el pretexto de la  poetización.



La figura humana preside cada cuadro, porque en ellos se debaten sus dramas, aunque la representación sea un individuo aislado de sus semejantes, con la faz encubierta, como un ente que espera semi-escondido de sí mismo a que ocurra algo que le movilice. Y está ahí el mensaje proclamado por el pintor, para quien el fondo dibujado no implica un simple decorado, al formar parte activa de las estampas centrales y  adjudicarle en su concepción -llena de eticidad- las huellas de aquel desventurado estatismo. Pudiéramos pensar que estamos ante lienzos afiliados al naturalismo mágico a la manera del  arte cretense antiguo, apegados también a una figuración expresionista, que no desprecian, tampoco, las tensiones del surrealismo cuando incursionan en la realidad del sueño. Pero el artista, buen conocedor de tales escuelas, ha querido borrar fronteras estilísticas, ubicado como dueño y señor de sus visiones, en un ámbito de perspectivas diversas, dando con ellas el resumen de su  conocimiento del arte y de sus complejas vivencias.

¿Qué le podría deber la pintura de Yero, en el año 2012, al arte minoico, y a esas dos, ya lejanas, corrientes de vanguardia? En el primer caso, tal vez la señal antigua esté -por la captación de una modernidad entonces anticipada- en la anti-solemnidad,  en el dinamismo reminiscente dirigido hacia la  preferencia por lo profano y episódico, la omisión de  sombras o la yuxtaposición entre composición y colorido, aun cuando valdría la pena indagar, también, si el modelo cretense en el uso de la tablilla de loza fue asunto inspirador, tanto  como  el tema reiterado de los peces. Del expresionismo,  ha privilegiado la silueta del anti-héroe, consiguiendo la captación de su flujo psicológico sobre la superficie del cuadro, de modo que el creador quede incluido en el objeto artístico,  mostrando su rechazo para permanecer en la periferia, con el explícito propósito de exteriorizar creencias y burlas, de defender una actitud que mezcla juegos con verdades. Del surrealismo, ha escogido la ubicación en un punto mediador entre arte y sociedad,  mundo exterior e  interior, fantasía y realidad, sueño y vigilia; ha aprovechado la falta de divorcio que existe entre la acción y el acto inconsciente, por lo que pinta con la voluntad del abandono hacia una carga semántica de cosas reales -lo cual se traduce dentro de los cuadros en una subversión de las relaciones entre esas cosas-, posición que da riendas sueltas al arbitrio de la subjetividad, cuando la imagen altera las leyes del orden natural y social.  Esta pintura, por tanto, resulta cauce desinhibidor para la individual libertad expresiva, es autora de novedosos referentes.

Ante tal diversidad ¿se puede  inferir que esta obra  trata sobre problemas de un mundo imaginario o que el pintor  construyó un orbe  artístico basado sólo en la fabulación? Nada de eso. Y se manifiesta  esa negación cuando las escenas de estos cuadros  incitan a reflexionar sobre la cotidianidad y los conflictos deparados por el día a día, en nuestra época y nuestro país. Sólo que esas contradicciones,  captadas con maestría y dominio,  conmueven en más de un sentido, porque trasmiten la certeza de que en arte no vale brindar soluciones, sino provocar el impulso que obligue al espectador a identificar los problemas y encontrar sus propios remedios. De manera que estas obras  exponen el código estético  de Yero y confirman la fortaleza -nunca debilidad- que él atribuye al ser humano, en la medida que este es capaz de soportar cualquier arbitrariedad sin desaparecer. Ello nutre cada cuadro, bien sea por el abandono con que ese hombre representado se entrega a animales feroces, por la aceptación de un espacio que le distancia de su implícita actividad humana, porque establece el diálogo con su isla entera sobre sucesos que ocurren en dirección al norte o por defender personales valores, espada en mano, que le son iluminados cuando  duerme una especie de sueño eterno, recostado a la Estatua de la Libertad, o persiste insistentemente en detener el tiempo. Son obras que llevan la faz humana al  plano primero y desde ella pretenden trasmitir  un elemental mensaje sobre las ilusiones.

Cada cuadro de esta muestra contiene suficientes elementos objetivos tomados en el instante que violentan sus relaciones comunes con la realidad y, en este sentido, proyectan una imagen de fuerte carga lírica, muchas veces subrayada desde el título. Hay un elemento  en todas estas obras, sin embargo, que no debe pasarse por alto, la cual  tiene que ver con el recurso utilizado como ligazón para cada detalle: se trata de los mosaicos, que trascienden el aspecto meramente técnico; con ellos, la concepción geométrica queda fundida a la línea espontánea y ondulante, como si  artista y artesano se  unieran para discernir la nueva ritualidad de la vida. Ese sello  -quizás de máxima importancia por reinscribirse en el pasado y el presente cultural de la región natal de Yero, Camagüey, ciudad exhaustivamente delineada por él- da a los cuadros una tónica de buen oficio y contribuyen a la representación sobrepasadora de la existencia habitual.

Es estimulante  estar ante lienzos que proponen buscar la explicación de algunos “por qué” de este mundo, de frente a la labor de un artista empeñado en entender los dilemas generados por y contra el hombre, colocado él a favor  del afán de perpetuidad de la especie humana. Distendida la mirada hacia su universo -a la vez real y fabuloso-  vislumbraremos algunas de las  aspiraciones posibles e imposibles de nuestro  individual paso inmediato.