Debo aclarar que no invité a Robertico Carcassés a mis
conciertos en los barrios. De la misma forma que no he querido hacer “un show”
de esos conciertos, asumiéndolos como parte de la función natural de un músico,
tampoco he invitado a otros, sino que he preferido tomar nota de los colegas
que voluntariamente se han ido ofreciendo. En este caso está Robertico, desde
hace mucho.
Tomé la decisión de que fuera precisamente en los próximos
dos conciertos, al enterarme de que había sido sancionado a una separación
indefinida de su función social.
Creo que Robertico cometió una gran torpeza al escoger el
acto por la liberación de Los Cinco para lanzar su pliego de reclamaciones.
Hubiera preferido que lo hiciera en otro concierto, en un disco, en otro
ámbito, porque considero que la lucha por la libertad de Los Cinco es una
bandera sagrada del pueblo de Cuba, muy por encima de otras consideraciones.
Lamentablemente, a la torpeza de mi compañero siguió otra
por parte de la institución que rige el trabajo de los profesionales de la
música en Cuba.
Por repudio a prácticas de este tipo en otros tiempos, por
rechazo a la idea de que volvieran a instaurarse, tomé la decisión de invitar a mis
próximos conciertos al músico sancionado, porque un error no debe
conducir a otro, pero sobre todo porque me parece espantoso que la causa de Los Cinco pueda usarse como pretexto para un acto de represión.
Como ciudadano cubano, Robertico tiene derecho a manifestar
en su país lo que piensa. Me parece un error lamentable que lo haya hecho en el
acto por nuestros héroes atiterroristas, que han sacrificado sus vidas por la
seguridad del pueblo. Asimismo tampoco estoy de acuerdo con la sanción desmedida de
prohibirle a un músico realizar su función.
Cuando una persona pública se expresa controversialmente, le
corresponde a la opinión pública ponderarlo. Espero que más temprano que tarde
comprendamos esto y actuemos en consecuencia.
Vivan Gerardo, Ramón, Fernando, Antonio y René.
NOTICIA: La Habana, martes 17 de septiembre de 2013, 17:45 hs.
Autoridades del Ministerio de Cultura se reunieron hoy con Robertico Carcassés y las conversaciones fueron tan positivas que han decidido dejar sin efecto la sanción.
Dicen que la gente hablando se entiende. Ojalá así sea siempre.
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La Habana, 18 de septiembre de 2013, 08:47
No he tenido noticias de que cuando Robertico Carcassés terminara su actuación, la noche del 12 de septiembre, hubiera espectadores del concierto ofendidos.
Ni siquiera eso pasó temprano, a la mañana siguiente.
¿Por qué?
Porque si alguien logró escuchar lo que dijo, en medio del caos visual y sonoro que caracterizó la escena durante toda la noche, lo más probable es que no le diera tanta importancia (que fue lo que a mi me sucedió).
Por otra parte, el elenco que pasó por allí era tan dispar y asombroso como para que se cantara o dijera cualquier cosa, además de los esperados reclamos a favor de Los Cinco.
La octogenaria Juana Bacallao, ser que amo, se despidió pidiendo que regresaran los cinco “porque estaban muy buenos”, nada raro dentro del estilo que la hace una gloriosa singularidad de nuestra cultura.
Las reacciones adversas aparecieron a media mañana del día siguiente, cuando empezaron a llegar cables exaltando un supuesto “revire” de Robertico en las mismas narices de un “régimen” que esa prensa suele calificar de dictatorial y persecutorio.
La prensa provocadora de siempre estaba marcando un guión que algunos en Cuba se creyeron y empezaron a seguir a pie juntillas.
A mi modo de ver, eso es lo que más daño nos ha hecho.
Y nos puede seguir destrozando, si no comprendemos que debemos escribir nuestro propio guión y no seguirnos portando como los perros de Iván Pavlov ante ciertos estímulos.
Llegar a nuestras propias conclusiones, no esperar a lo que dice el de enfrente para una interpretación de la realidad, yo lo considero parte de ese cambio de mentalidad que nos ha pedido nuestro Presidente. Esa evolución nos convertiría en ciudadanos de una era en que algunos viejos asuntos pueden tratarse de una nueva manera, lo que nos permitiría, incluso, dejar atrás un poco de enajenación.
Yo creo que si logramos ser ese tilín mejores, hasta nuestros hijos van a vernos más cercanos y menos aburridos.