domingo, 30 de agosto de 2015

Temores

Por Cristina Pacheco

En la familia hay preocupación por el comportamiento de la abuela Guillermina. Se ha vuelto muy susceptible, hace cosas raras y ha cambiado sus hábitos: sale menos cada día, no contesta el teléfono y si lo hace pide toda clase de informes para cerciorarse de que le habla una persona conocida. Mina, como le decimos de cariño, desconfía de todo el mundo, hasta de mí que soy su nieta.

Procuro visitarla cada quince días, pero antes la llamo por si tiene algún compromiso. Un martes, Mina no me contestó y, sin decir mi nombre, le dejé un mensaje pidiéndole que se comunicara conmigo. Esperé hasta la noche y la abuela no me llamó. Entonces marqué su número. “¿Quién habla?” No reconocí la voz al otro lado del teléfono y pregunté lo mismo: “¿Quién habla?” En vez de responder me pidió el nombre. Creí haberme equivocado y volví a preguntar: “¿Es Mina?” “¿Qué Mina? ¿Quién eres?” “Karla”. Después de una pausa escuché un suspiro de alivio: “Niña, por ahí hubieras empezado”, dijo mi abuela con su tono grave de siempre. Al día siguiente me ofreció disculpas: “Perdona, hija, pero es que a cada rato llaman desconocidos que me ofrecen cosas y me preguntan datos... Para deshacerme de ellos finjo la voz y digo que la señora, o sea yo, no está en la casa.”

II

Todo el mundo dictamina. Mi madre piensa que los cambios en el comportamiento de la abuela son consecuencia de su edad. Mi tía Delfina coincide con ella y dice que es hora de recurrir a un geriatra para que le recete alguna pastilla. Por Eduardo, su segundo marido, sabe que pueden aliviarlo todo: desde insomnio, ansiedad, inapetencia, migraña, taquicardia, desmemoria, hasta falta de vigor.

Mi primo Rafael considera que mi mamá y la tía Delfi se preocupan demasiado y están viendo moros con tranchetes: en estos tiempos, ¿quién no es desconfiado? Por otra parte, ¿qué tiene de malo que la abuela salga menos que antes? ¡Nada! Es su gusto y punto. Hay que respetarla. Como siempre, mi hermana Yareli suscribe lo que dice Rafael. Emita, la pedicurista que atiende a Mina desde hace años, recomienda que le demos vitamina B12, que tanto fortalece el cerebro y los nervios.

A mí, como soy la menor, jamás me piden opinión. Si lo hicieran les diría que las personas cambian. No podemos pretender que Mina sea la misma de antes ahora que está a punto de cumplir un montón de años. La tía Josefina tiene un punto de vista mucho más drástico: ve en las actitudes de la abuela señales de un mal aterrador: demencia senil.

III

Según mi tía, a qué otra cosa puede atribuirse el hecho de que el domingo pasado, cuando le preguntaron qué deseaba como regalo para su cumpleaños, Mina haya pedido lo que menos imaginamos y nos hizo reír tanto que hasta lloramos.

Todo habría seguido en paz si a mi hermana Yareli no se le hubiera ocurrido decirle a Mina: “Ay, bebé lindo, si mi abuelo Mateo supiera lo que se te antojó para tu cumpleaños diría que estás bien, pero bien loquita.” Por el cambio en la expresión de la abuela era evidente que Yareli acababa de meter la pata. Rafael fingió disgustarse con mi hermana, le preguntó qué clase de bromitas eran esas y la amenazó con darle pamba.

Comprendí que el intento de mi primo por salvar la situación había sido inútil cuando vi que a Mina se le llenaban los ojos de lágrimas. Sin decir nada, se levantó de la mesa y fue por la bolsa que había dejado en la sala. Aunque imaginé lo que iba a decir, le pregunté qué estaba haciendo. “Me voy. No pienso quedarme en una casa donde creen que estoy loca”. Eduardo, con su tonito pegajoso de siempre, la previno: “Señora, cálmense; no vaya siendo que se nos ponga mala”. Mi tía Josefina le lanzó una mirada reprobatoria a mi hermana y el primo Ángel, que nunca dice nada, abrió la boca para empeorar las cosas: “Yareli: ¿ves lo que hiciste?”

Mi madre nos pidió calma y se acercó a la abuela: “Por favor, no te vayas. Necesitamos que estés con nosotros porque vamos a darte una sorpresa que ni te imaginas”. La abuela apretó su bolsa contra el pecho y se encaminó a la puerta: “Mientras no sea que van a llevarme a un manicomio...” Sus palabras me dolieron y le reclamé: “No es justo que nos hables así. Además, ¿de dónde sacas eso?” La abuela se volvió hacia Yareli: “Pregúntaselo a ella”.

Desconcertada, Yareli nos hizo testigos de que su intención no había sido ofenderla y se echó a llorar. Esperanza, la mayor de mis tías, intervino: “Madre: no te vayas. Urge que hagamos planes para tu cumpleaños. Falta muy poco. Queremos celebrártelo como cuando vivía papá Mateo, ¿te acuerdas?” Mi abuela se puso a la defensiva: “Claro que sí, o qué ¿también piensas que estoy loca?”

Rafael dijo que la situación era insoportable y que mejor se iba. Mi tía Delfi le pidió ayuda a su esposo Eduardo y él le gritó a mi primo que se largara de una vez. Rafael lo llamó imbécil pendejo. Estaban a punto de los golpes, pero mi madre lo impidió diciéndoles que si querían pelear se fueran a la calle, porque en su casa no toleraba escándalos. A partir de ese momento todo fue confusión.

Yareli, histérica, tomó a la abuela de las manos y la obligó a mirarla: “Bebé, no vas a ofenderte sólo porque dije que si mi abuelo te hubiera escuchado decirnos: ‘de regalo quiero una pistola y una computadora’, habría creído que te volviste loquita.”

Mina, sonriente, negó con la cabeza: “Te equivocas. Mateo habría pensado otra cosa: que tengo miedo por cuanto está sucediendo en el mundo y que deseo conocer, aunque sea a través de la pantalla, los lugares a donde soñábamos con ir y en los que jamás estaremos.”

Fuente: http://www.jornada.unam.mx/2015/08/30/sociedad/032o1soc

viernes, 21 de agosto de 2015

La epopeya de la humanidad

                                          Por Rolando López del Amo

De ser el más tardío en aparecer en la evolución de las especies animales y, probablemente, el más vulnerable y dependiente entre los mamíferos, el ser humano pasó a ser el amo del planeta, hasta donde la madre naturaleza se lo permite.

De las selvas, bosques y cavernas en las que se alojaron nuestros antecesores, irguiéndose y liberando sus manos, el hombre comenzó a utilizar trozos de ramas y piedras como objetos útiles para su defensa y obtención de alimentos.

Un día descubrió, por azar, las virtudes del fuego y su empleo en usos diversos. Los griegos antiguos valoraban tanto el fuego que lo presentaban como algo para uso exclusivo de los dioses que imaginaron. Y, ciertamente, el uso del fuego dio a los seres humanos un poder que cambió sus condiciones de existencia.

De la comunicación por señas y gruñidos, gritos y susurros, los seres humanos fueron creando un lenguaje hablado que les permitiera comunicarse mejor entre sí y a conservar sus conocimientos en la memoria colectiva. Más tarde buscarían representación gráfica convencional a sus fonemas y crearon el lenguaje escrito. De esa forma, la memoria histórica obtuvo un mayor poder de conservación y difusión.

El ser humano fue aumentando su lenguaje con la obra que salía de sus manos; y, con el lenguaje, aumentaba su experiencia, conocimiento e inteligencia. Pensamiento y lenguaje marchan siempre unidos.

De simple recolector de los alimentos que la naturaleza le proporcionaba, el ser humano aprendió a cazar y, después, a domesticar y criar animales útiles y a cultivar la tierra para obtener alimentos. Y todo esto, claro está, se hacía en sociedad. Las familias de machos y hembras con sus crías se agruparon en grupos, clanes y tribus. Los unían lazos sanguíneos, modo de vida, costumbres, tradiciones, territorio.

Como ocurre con otros mamíferos, siempre hay algún miembro del grupo que juega un papel dirigente. En principio, el más fuerte. Pero la fuerza sin inteligencia es débil. Y los seres humanos encontraron fórmulas de combinar la fuerza superior de los jóvenes con la experiencia de los mayores y tuvieron consejos de ancianos de la tribu para consultar las decisiones de los jefes.

Junto al jefe guerrero y los ancianos existió otra categoría: el que tenía conocimientos para curar enfermedades. Esto les daba una jerarquía que los convirtió en seres de autoridad y privilegio que expandieron su oficio al contacto con las fuerzas de la naturaleza. Estos médicos primitivos se convirtieron en sacerdotes capaces de relacionarse con las fuerzas ocultas de la naturaleza que nos crea y nos mata.

Y con el paso del tiempo, la sociedad  humana se fue dividiendo en clases distintas, en castas. Unos eran jefes y guerreros, otros sacerdotes, otros trabajaban la tierra o pastoreaban el ganado o se dedicaban a la artesanía más variada para la producción de artículos de la vida cotidiana: armas, Instrumentos de labranza, vestidos, calzado, vasijas, etc.

Los seres humanos, como otros mamíferos, fijamos  un territorio de asentamiento que no estamos dispuestos a compartir con otros grupos humanos distintos del nuestro. Pero hay territorios más favorables por abundancia de agua, fertilidad del suelo y disponibilidad de recursos naturales. Y en esa puja por establecerse en el lugar más favorable, o dominarlo para su beneficio, surgieron los conflictos que desembocan en guerras.

Según la Biblia, los judíos, originarios de la península arábiga, proclamaron que su dios, el único Dios, les había prometido las tierras del Cercano Oriente para su asentamiento definitivo. Y hacia allí se fueron a desplazar a quienes ya residían en esa zona. Ahí la raíz del conflicto de Palestina que pervive hasta nuestros días.

En Cuba, los historiadores hablan de tres grupos indígenas que se fueron desplazando de este a oeste: los guanahatabeyes fueron empujados al occidente por los siboneyes y estos por los taínos quienes, a su vez, recibían ya ataques de los caribes, hasta que llegaron los españoles.

Lo que quiero destacar es que junto a nuestra historia fabulosa del desarrollo del conocimiento científico y de la tecnología y de salvadoras ideas humanistas, todavía persiste la naturaleza animal que alimenta el egoísmo y las guerras. Pero ahora, los medios  de destrucción son apocalípticos. El recuerdo de las bombas lanzadas sobre Hiroshima y Nagasaki hace setenta años es apenas una muestra del entonces poder destructivo de esas armas, multiplicadas hoy en número y potencia y en países que las poseen. Súmesele a eso la contaminación de nuestro planeta por la acción humana y concluiremos en que la advertencia dramática de que nuestra especie está en peligro de extinción hecha por Fidel hace no tantos años, es un llamado urgente a una sensata cordura universal. Ya entonces había dicho: cese la filosofía del despojo y cesará la filosofía de la guerra.

La maravillosa epopeya humana de cara al cosmos del que somos parte minúscula y, a la vez, grandiosa, tiene la disyuntiva de amar y fundar, o de odiar y destruir.

José Martí escribió: Es hora ya de que las fuerzas de construcción venzan en la colosal batalla humana a las fuerzas de destrucción. La guerra, que era antes el primero de los recursos, es ya hoy el último: mañana (que es ya hoy N.B.) será un crimen (14-331)

También nos propuso una fórmula para alcanzar eso que todo ser humano desea: la felicidad: La felicidad existe sobre la tierra; y se la conquista con el ejercicio prudente de la razón, el conocimiento de la armonía del universo, y la practica constante de la generosidad (8-289) La fraternidad no es una concesión, es un deber (6-227)

Cuando Fidel nos convocó a una batalla de ideas, que son las que dan forma a la conciencia, lo hacía con la convicción martiana de que una idea justa que aparece, vence (5-105) He aquí la ley suprema, legislador de legisladores, y juez de jueces:- la conciencia humana (9-26) La conciencia es la ciudadanía del universo (6-363)

miércoles, 19 de agosto de 2015

Qué calor

Esta es una foto de hoy, 19 de agosto de 2015. El cuadro es de Alejandro Aróstegui, excelente pintor nicaragüense de quien soy amigo a través  de su esposa, la poeta y narradora Mercedes Gordillo. A Mercedes la conocí hace unos años, en la FIL de Guadalajara, y mantenemos una correspondencia de brevedades generalmente muy amables, sobre todo de su parte.

La camiseta que llevo puesta la compré en Galápagos, la única vez que estuve. Había hecho varios conciertos, el último en Guayaquil, ciudad que siempre había visto desde el aire y que algunos decían que era como La Habana. Se parecen en que son costeras, salvo que La Habana mira al Atlántico y Guayaquil al Pacífico.

Adentrándonos en ese mar más bien inquieto y que nombraron al revés, llegamos a las islas. Todavía vivía el viejo George, la enorme tortuga que dicen que Darwin conoció, y sin falta la fuimos a saludar. Yo iba con Malva y Niurka, y con Giraldo Alayón, mi amigo más viejo, que es  entomólogo, y con su esposa Aimé. Fuimos en lancha a varias de las islas y caminamos como locos, una de las veces hasta un feo monumento al científico inglés, desde donde se ve la Roca del León y, si miras abajo, descubres unos extraños alcatraces con las patas de un azul brillante, como si Disney se las hubiera pintado.

Las islas están llenas de pájaros, tortugas, iguanas y leones marinos. Estos últimos caminan a tu lado por las calles y toman el sol y se bañan contigo en las playas. Muy fría el agua de las islas, especialmente para los del trópico. Una tarde vinieron a invitarnos a bañarnos con unos 200 tiburones cabeza de martillo, que también son comunes por allí. Me parecieron demasiado pocos y no me molesté.

Ayer comimos un sabroso ceviche de pescado en casa de Julio e Iskra, en Baracoa. Hablamos de René, siempre presente, y de Pucha y de Iván. Fuimos con Leovigildo e Isabelle, y vimos el atardecer. Mucho que nos reímos.

Por cierto, escriban de lo que les parezca. Qué calor.

domingo, 16 de agosto de 2015

Deseo

Escucharle decir a John Kerry que ya no somos rivales ni enemigos, sino simplemente vecinos, es fuerte. Juro que quisiera verlo así. Quisiera que Gandalf el blanco esgrimiera su bastón y de un golpe encantado borrara tantas oscuridades hechas y dichas, algunas demasiado recientemente. Pero no hay magos a la vista. Sólo la tierra yerma que medio siglo de fuego y demonios más bien han secado.

Quienes construyeron el cuidado discurso de Kerry saben que mis hijos sólo sabrán de Conrado Benítez y de Manuel Ascunce por las  fotografías. O de Rolandito Valdivia y su cuatrobocas en Girón. Y no lo digo para caldear los ánimos o para encender algo que ya no brille con luz propia. Aquellos jóvenes que no pudieron llegar a mi edad, y muchos otros, están en mi memoria. Una memoria que se apagará conmigo, como tantas del siglo anterior, según la ley.

Quiero dejar escrito que fui un hombre de paz; que fui de los que quisieron que, más que vecinos, fuéramos amigos. La verdad es que siempre me sentí cercano al pueblo del norte, a sus escritores, a sus canciones, a su cine, a sus trabajadores; me indigné con su sur injusto y celebré todos sus progresos. A pesar de que, siendo casi un niño, tuve que aprender a manejar las armas para defenderme de sus políticos y de sus militares.

En mi país fui de los inconformes, de los que entendieron el compromiso con su Nación no siempre acatando, sino ejerciendo el derecho a expresar el parecer. Es lo que hago todavía.

Los pasos de acercamiento entre las dos naciones nos colocan ante un nuevo escenario y, además, la historia no se puede borrar. Tenemos cicatrices. Hay que reconocerlo. Todavía sangramos por algunas heridas abiertas que requieren sutura y tratamientos. Todo lo que hagamos en lo adelante, abrirá o cerrará esas lesiones. Todo lo que digamos provocará dolor o alivio.

Tratemos de hacernos el bien. Intentémoslo siempre.

A principios de los 70 garabateé unas palabritas. Después he vuelto a ellas, queriéndolas bien claras, pero todavía no sé si dicen todo lo que

Deseo

Deseo sobre todo
una quebrada
donde la tierra
cure espíritus,
un panteón natural
para sembrar los huesos.

Deseo una quebrada
donde los hijos corran,
como si retozaran
por estrellas.

Deseo ese lugar
sólo hasta el último momento
en que sea necesario.

Al segundo siguiente
podría empezar
                el primer día del futuro.

miércoles, 12 de agosto de 2015

Una manera de sonar en Cuba

                                           por Guillermo Rodríguez Rivera

El cubano ha cantado siempre. Uno los ve, los oye en la calle cantando sin temor de que los sorprendan entonando la canción que tienen en la punta de la lengua. Hemos tenido cantantes desde siempre: del montón, buenos, y aquellos especiales que recordamos en una especie de ensueño y nos viene a la memoria la canción aquella que escuchamos siempre con tanto gusto y que para tantas cosas buenas nos sirvió. Pero siempre necesitamos otros cantantes, más cantantes.

En los tiempos heroicos, cuando las cosas había que hacerlas –al decir de Silvio– “a mano y sin permiso”, Miguel Matamoros se encontró, cantando en un bar habanero a un mulato prieto con una voz transparente como el agua más clara. Se llamaba Bartolomé, y la sabiduría del viejo sonero  sabía que aquella voz era un diamante. Pero no siempre tiene que ser así, no siempre va a ocurrir que todas las casualidades se organicen para que un talento legítimo salte al escenario donde todos puedan oírlo, disfrutarlo. Por eso, desde hace tiempo hemos tenido programas donde los aficionados concursan para que algunos de ellos puedan saltar al  profesionalismo y realizar el sueño, ellos que viven para cantar, de vivir de cantar.

Todavía quedan algunos que asistieron a la famosa Corte Suprema, en la que un adusto jurado podía hacerte sonar la implacable campana que ponía fin a tus sueños con un estruendo. Todavía lo hizo, en los años cincuenta del pasado siglo, “El programa de José Antonio Alonso”. Ya “Todo el mundo canta”, en los tiempos de la Revolución hizo mucha más benigna la derrota para el concursante que era rechazado:  ni campana ni los más moderados –pero igual de agresivos para el que concursa– timbre o interrupción.

Ahora ha aparecido “Sonando en Cuba”, concurso televisivo con gran despliegue de recursos, al menos para su realización. Están allí los directores de algunas de nuestras más conocidas orquestas de baile: José Luis Cortés, Adalberto Álvarez, Samuel Formell, Giraldo Piloto, Manolito Simoné. Me pregunto: ¿por qué escoger únicamente el formato de la jazz band y prescindir de otros?  En el primer programa alguien proclamó que allí iba a sonar “la música cubana de los años noventa? ¿Por qué esa precisión cuando tenemos más de un siglo de gran música popular.

A mí me gustaría que allí pudieran estar todos los géneros y que los jóvenes los vieran en acción porque, hoy por hoy, más que la creación de nuevos géneros, puede funcionar la actualización y fusión de todos los que tenemos. Por lo pronto, extraño algunas agrupaciones de primerísima calidad, como es el Cabildo del Son, de ese extraordinario músico que es Pancho Amat; o el Juego de Manos, que tan profesionalmente dirige David Álvarez, uno de nuestros mejores cantantes.

De la agresión de “la campana” podemos pasar al paternalismo. El concursante tiene como padrino a un músico importante y generalmente canta una canción suya, desconocida o poco conocida. El padrino también está en el jurado calificador. Pero el trabajo de un joven cantante se valora mejor cuando interpreta temas que han cantado otros y existe entonces la posibilidad de comparar.

Me he visto los dos primeros programas de “Sonando en Cuba”, que seguramente dará que hablar en el país y nos dejará algunas nuevas voces profesionales. Ojalá pueda ir mejorando algunas cosas que lo necesitan.

sábado, 8 de agosto de 2015

Socialismo comunitario

Por Fidel Vascós González

El socialismo comunitario que se impulsa actualmente en Latinoamérica constituye una enriquecedora fuente de información y experiencias para la transición socialista que se está desarrollando en Cuba. Junto a las investigaciones en países como China y Vietnam, también se debe prestar especial atención a las experiencias socialistas de la región en la que estamos incluidos y por cuya integración empeñamos nuestros mayores anhelos.

La editorial CAMINOS del Centro Memorial Martin Luther King Jr. publicó en el No. 6 de sus Cuadernos de Solidaridad un artículo del Profesor de la Universidad de La Habana Luis del Castillo Sánchez en el cual aborda la economía solidaria que se desarrolla en América Latina, así como  las posibilidades que ésta ofrece para impulsar el desarrollo local en nuestro país. Basándose en la Ley de Economía Popular y Solidaria promulgada en Ecuador en el año 2011, del Castillo identifica, entre sus principios, la búsqueda del bien común, la prevalencia del trabajo sobre el capital y del interés colectivo sobre  el individual, la responsabilidad social y la distribución equitativa de los excedentes.

Fuerzas de izquierda en Latinoamérica impulsan este tipo de economía como respuesta a las políticas neoliberales que se aplican en la región, con su secuela de pobreza y exclusión social. En Cuba, donde no existen políticas neoliberales, la situación es diferente. No obstante, estas experiencias latinoamericanas resultan útiles para el desarrollo del municipio y la comunidad dentro del actual perfeccionamiento de la planificación económica que se lleva a cabo en la Isla Caribeña.

Al abordar el desarrollo económico de Cuba en los territorios, Del Castillo identifica algunos problemas que conspiran en la exitosa aplicación de los métodos de la economía comunitaria. Entre ellos incluye la verticalidad de las decisiones desde los niveles superiores que limitan el protagonismo de las autoridades locales; insuficiente liderazgo de los gobiernos locales; falta de confianza de los productores locales en la estabilidad de los suministros de insumos para la producción; insuficientes recursos financieros y de alternativas para gestionarlos.

Y concluye el contenido de su artículo subrayando que “existen múltiples formas de combinación del plan central y el territorial, por vías directas e indirectas, sin que implique que todos los proyectos e iniciativas de desarrollo local deban estar obligatoriamente incluidos en el plan central”.

En la misma publicación de la editorial CAMINOS, el sociólogo argentino y profesor de la Universidad Nacional de La Plata, Mariano Féliz, concentra su artículo en los fundamentos del proyecto emancipatorio del buen vivir que se utiliza en varios países latinoamericanos como alternativa al desarrollo del capital. Este proyecto es conocido como sumak kawsay entre los pueblos de lengua quechua y suma qumaña entre los aymaras. El profesor argentino destaca que en el concepto del buen vivir se incluyen “las formas comunitarias y cooperativas de producción y reproducción social (de economía popular) con base en la cooperación, la solidaridad y el respeto a la naturaleza”.

El programa de transición para la construcción del buen vivir que propone Mariano Féliz se apoya en el uso de las riquezas naturales evitando el saqueo de los bienes comunes; la promoción de prácticas democráticas tanto en torno a las políticas del Estado como en el sindicato, las cooperativas y otras formas organizativas populares; la implementación de nuevas modalidades de intercambio y distribución junto con nuevos patrones de consumo de valores de uso.


Gran parte de los métodos del socialismo comunitario que toma fuerza en Latinoamérica pueden tomarse en cuenta, con la debida adecuación, en el proceso de transición socialista que experimenta nuestro país.

martes, 4 de agosto de 2015

Hacer es la mejor manera de decir

Por Rolando López del Amo 

Surgen en estos días voces preocupadas por la penetración ideológica que pudiera venir de los EEUU después del restablecimiento de relaciones diplomáticas y olvidan que esa penetración siempre ha estado presente.

Nuestra televisión nacional transmite una gran cantidad de material fílmico variado de factura norteamericana, incluyendo videos musicales. Y lo que no se transmite en el país la gente lo busca con antenas clandestinas o lo compra en los famosos paquetes para videos. A ello hay que sumar todo lo que está en la Internet  y la presencia de tres millones de turistas del mundo capitalista cada año a lo largo y ancho de nuestro país. Añádase a esto que hay una colonia cubana en los EEUU cercana a los dos millones de personas.

No se puede vivir dentro de una campana neumática o una torre de marfil. La vida tiene que desarrollarse dentro del mundo real. Históricamente, las ideas han circulado por el mundo, legal o clandestinamente, y las naciones interactúan modos de pensar y de ser y se influencian mutuamente. Esto es un fenómeno natural.

Sabemos bien que los grupos de poder mundial, desde el siglo XX, trataron de controlar la difusión de informaciones y presentar una versión o imagen de las cosas de acuerdo con su conveniencia. El jefe de la propaganda nazi afirmaba que una mentira repetida  constantemente se convertía en una verdad. El siglo XX fue el siglo del gran desarrollo de la publicidad comercial, bien cercana, en su esencia, al mencionado dicho goebbeliano: embellecer lo anunciado para hacerlo deseable.

Los que nacimos en Cuba en el segundo tercio del siglo pasado, antes de 1959, nos criamos bajo una enorme influencia y penetración cultural de los EEUU. En primer lugar, casi el cien por ciento  de las películas que se exhibían eran norteamericanas. Los niños crecimos viendo las creaciones de Walt Disney y el resto de los otros productores de muñequitos estadounidenses. Admirábamos a Tarzán, el blanco rey de la selva que imponía el orden y la justicia a los salvajes  africanos. O deseábamos ser como El llanero solitario, con su caballo Plata. O como El Fantasma, otro justiciero. Y qué decir de Supermán, el heroico extraterrestre venido del destruido planeta Krypton. No era solamente el cine, sino las tiras de muñequitos que venían como suplementos de los grandes periódicos una vez por semana y, posteriormente, en folletos separados a todo color.

Toda la información internacional que se difundía provenía de dos agencias de EEUU, la AP y la UPI. La incipiente televisión cubana transmitía numerosos programas filmados en EEUU. La música era una presencia constante, ya fuera Elvis Presley con su rock and roll, o las bandas de Glenn Miller y Benny Goodman, o las voces de Frank Sinatra y Nat King Cole, o The Platters, o Louis Armstrong. Y qué decir de nuestro deporte nacional, importado de los EEUU y con sus Ligas Mayores como si fueran las nuestras. O el boxeo profesional en el que descolló el campeón Joe Louis.

En la economía  el 85% de nuestro comercio exterior era con los EEUU y las empresas de electricidad y teléfonos eran norteamericanas, al igual que la mayoría de los bancos, las refinerías de petróleo, la planta niquelífera; prácticamente todo el transporte automotor y todo el combustible se importaban de los EEUU y la mayor parte de la industria azucarera pertenecía a empresas de ese país. Sería interminable la lista, incluyendo escuelas privadas y clubes de recreo. Sólo agreguemos a esto que la moda turística para la clase media era ir de vacaciones a los EEUU, aunque fuera solamente un fin de semana a Miami.

La idea del comunismo predominante en el país era la de un verdadero infierno. Cabe preguntarse entonces cómo fue posible que en poco más de dos años este pueblo sumergido en tamaña inundación ideológica se convirtiera, mayoritariamente, en un pueblo antiimperialista y socialista. 

Permítaseme una referencia bíblica: Por sus obras los conoceréis.

El pueblo es sabio y conoce y distingue entre lo que es bueno para él y lo que no lo es. La tiranía de Batista, que tomó el poder mediante un golpe militar apoyado por los EEUU y estableció un gobierno más de ladrones y corruptos y reprimió a los campesinos, a los obreros y a los jóvenes estudiantes no podía ser popular. De ahí que la vanguardia juvenil que encabezó la lucha contra ese régimen de ladrones, torturadores y asesinos, recibiera el respaldo de más del 90% de la población y la tiranía fuera derrotada. Pero con ello solamente comenzaba la revolución. Así lo advirtió Fidel entonces, a pocos días del triunfo revolucionario.

Lo que vino después lo mencionaré no en orden riguroso: reforma agraria, que entregó la tierra a quienes la trabajaban, ya fuera como arrendatarios, sub-arrendatarios, aparceros o precaristas y puso fin al latifundio, principalmente de propiedad extranjera mal habida. Recuperación de los bienes malversados por los gobernantes corruptos. Rebaja de las tarifas de electricidad y teléfonos, de los precios de los medicamentos, de alquileres, y después reforma urbana, que convirtió en propietarios a los inquilinos mediante el pago del alquiler. Eliminación de lacras como el juego y la prostitución, alfabetización de todos los analfabetos adultos. Educación y salud pública gratuitas. Liquidación del desempleo e inicio de la industrialización mayor del país en ramas básicas. Desarrollo de la enseñanza artística gratuita y del deporte. Impulso a la investigación científica.

El conjunto de cosas mencionadas anteriormente, en lo que habría que incluir la eliminación de los barrios de indigentes y la construcción de nuevas viviendas para el pueblo trabajador y la garantía de pensiones para todos los empleados en edad de retiro y la lucha abierta contra todas las formas de discriminación social, eran cosas que se podían palpar. No era palabrería hueca, sino acción social. Y a los que decían que esas medidas eran comunistas, un joven colombiano que visitó Cuba para un encuentro latinoamericano compuso un tema que en una de sus partes expresaba:

Si las cosas de Fidel
son cosas de comunista,
que me pongan en la lista,
que estoy de acuerdo con él.

El ejemplo personal y los hechos son el discurso más elocuente, y no hay Tarzán ni Supermán que los resistan.

La propaganda revolucionaria tiene ejemplos fabulosos de los tiempos en los que casi todos los medios de comunicación eran privados y no simpatizantes de la revolución. Lo que hacía la revista Mella en 1959 y la coletilla disidente que le añadían los trabajadores  de la prensa a los artículos contrarrevolucionarios que esta publicaba, son valiosos ejemplos.

En la defensa de nuestra nacionalidad hay que evitar caer en errores dogmáticos simplistas como los que llevaron en los años sesenta y setenta del siglo pasado a prohibir la difusión de la música de los Beatles, que hoy son homenajeados con  la escultura de John Lennon a tamaño natural hecha por Villa, y que está sentada en un banco de un parque del barrio de El Vedado en La Habana.

Al triunfo de la revolución de Octubre, en Rusia surgió un grupo llamado Cultura Proletaria que enarbolaba posiciones absurdas, como la negación de todo el arte anterior. Lenin le salió al paso con toda fuerza y derrotó semejante disparate. León Tolstoi dividía el arte en dos categorías: bueno y malo, según su factura. Carlos Marx, refiriéndose a La Iliada, decía que lo importante no era explicar el tipo de sociedad que produjo esa obra, sino como todavía seguía deleitándonos.

La nación cubana es el resultado de muchas mezclas étnicas y culturales, y es, como todo en la vida, algo siempre en desarrollo que no puede congelarse en el tiempo. Somos un pueblo internacionalista que cree que la Patria es la Humanidad. Pero un árbol sin raíces no se sostiene. La clave nos la dio José Martí: “injértese en nuestras repúblicas el mundo, pero el tronco ha de ser el de nuestras repúblicas”.

La ideología es superestructura que depende, en última instancia, de su base económica. Y es en la realidad económica y política que se consolida la ideología.

Creo que fue el compañero Díaz Canel quien dijo –y no estoy citando textualmente, sino de memoria- que el mejor trabajo ideológico era hacer las cosas bien. Es la idea martiana: hacer es la mejor manera de decir.

Si somos ejemplo de lo que predicamos, si hacemos las cosas bien, tendremos el respeto y el apoyo necesarios para seguir adelante con nuestra obra, con el concurso de todos y para el bien de todos.

Martí nos recordaba: El pensamiento se ha de ver en las obras. El hombre ha de escribir con las obras. El hombre sólo cree en las obras (1-424)

Los sentidos de la justicia y el bien común son lámpara siempre encendida en el corazón de cada ser humano.