Por Armando Tejeda
Paco de Lucía, el pescador de Algeciras que revolucionó el arte del
flamenco, falleció el martes tras sufrir un infarto mientras jugaba con sus
nietos en un playa de la Rivera Maya, donde pasaba largas temporadas descansando,
ensayando, disfrutando de lo que él llamaba el “paraíso” y perfeccionando cada
día su virtuosismo.
Murió en la sala de urgencias de un hospital de Playa del Carmen. Tenía una
casa en Tulum. España, gran parte del mundo y todos los amantes del arte
flamenco y de la música lloraron su partida.
El nombre de Paco de Lucía se puede equiparar por importancia y ascendencia
en la historia del arte del siglo XX con figuras españolas de la talla de
Federico García Lorca, Camarón de la Isla, Rafael Alberti, Pablo Picasso o Pau
Casals. Era, según todos los críticos, flamencólogos y aficionados del arte
flamenco, el guitarrista “más grande” que jamás haya existido, el que cambió
para siempre la forma de entender un arte encerrado en sí mismo y, al mismo tiempo,
degradado por una sociedad displicente con su condición de arte “folclórico” y
encima “gitano”. Él, junto a Camarón de la Isla, lo fusionaron con otros
géneros y músicas –como el jazz, el bossa nova o la de concierto–, además de
incorporar nuevos instrumentos y una nueva forma de llevar con orgullo su
esencia.
Profundo
arraigo a las costumbres
Paco de
Lucía se llamaba en realidad Francisco Sánchez Gómez. Nació en un pueblo de
pescadores del sur de España, Algeciras, en 1947. Era hijo de una familia
pobre, con profundo arraigo a las costumbres de la localidad, que se distinguía
por la dedicación a la pesca desde temprana edad y, también, a dejarse llevar
por el influjo del arte flamenco.
Cádiz es una de las regiones más fértiles de España en cuanto a genios del
arte flamenco, pero Paco de Lucía se dedicó primero a la pesca, para ayudar a
la familia a cubrir las necesidades más básicas de alimentación, ropa y cobijo.
Creció en una “barriada” típica de Algeciras, de gente humilde, de
pescadores, en la que además abundaban los niños y jóvenes con el nombre de
Francisco o Paco. Así que a él, por ser hijo de Lucía “la portuguesa”, le
comenzaron a llamar desde niño Paco el de Lucía. Con el tiempo su nombre artístico
se quedaría simplemente en Paco de Lucía.
Sus primeras enseñanzas en la guitarra se las dio su propio padre, un
hombre obsesionado con la perfección y muy exigente, lo que, según explicó en
diversas entrevistas durante su vida, eso lo marcó para siempre y lo hizo
asumir su condición de guitarrista con una dedicación enfermiza y severa, que
lo llevaba a buscar en todo momento la perfección total. Y así lo hizo a lo
largo de toda su carrera, en la que tocó con los más grandes flamencos del
siglo XX, pero también con otros genios de la música.
Fue en Madrid donde surgió la mítica pareja El Camarón-De Lucía, tan
virtuosa y purista como renovadora del flamenco y que se tradujo en más de 10
discos de estudio, como El duende flamenco (1972) y Fuente y caudal
(1973). En 1981 fundó su Sexteto, con Ramón de Algeciras (segunda guitarra),
Pepe de Lucía (cante y palmas), Jorge Pardo (saxo y flauta), Rubén Dantas
(percusión) y Carles Benavent (bajo), lo que le permitió crear el concepto
actual de grupo flamenco.
Paco de Lucía es el guitarrista flamenco más elogiado, celebrado, grabado y
premiado en la historia. Su arte sólo es equiparable, para los expertos y los
críticos, a la huella que dejó Camarón de la Isla. Ambos lucharon por
dignificar a la guitarra flamenca hasta convertirla en arte “de categoría” sin
que perdiera su esencia popular. Su irrupción en el mundo del flamenco estuvo
plagada de adversidades, en gran parte porque durante el llamado
“tardofranquismo” –la última etapa de la dictadura fascista de Francisco
Franco–, en la sociedad seguía instalada la idea de que el flamenco era
sinónimo de folclor “barato” y “vulgar” y sus ejecutores, los artistas, unos
“maleantes” a los que se tenía que “mantener lejos”, según cuenta José Manuel
Gamboa en su Historia del flamenco.
Paco de Lucía, que popularizó como nadie el mítico Concierto de
Aranjuez, del compositor español Joaquín Rodrigo, fue de hecho uno de los
primeros artistas flamencos en tocar en los teatros reservados entonces a la
música culta, como el Teatro Real, centro de la ópera española.
Durante su primera etapa como renovador de la guitarra flamenca, cuando
España empezaba a disfrutar de la libertad tras la caída de la dictadura, De
Lucía fue entrevistado en Televisión Española (TVE) y ahí ofreció una de las
versiones más sinceras y profundas del guitarrista: “El ridículo se puede
evitar; la muerte, no; es inevitable... Lo peor de todo sería una muerte
ridícula. Por ejemplo, morir en una guerra”.
Era una época de enorme crispación y convulsión política en España, hasta
el punto de que esas palabras fueron el motivo de que un militante de Fuerza
Nueva –la organización fascista creada para enaltecer al dictador Franco– lo
insultó y lo golpeó en la calle. Así lo contó el propio De Lucía: “Unos días
después un chico de Fuerza Nueva me llamó chulo (prepotente) y me golpeó,
diciéndome que a él le habían matado un hermano en la guerra y que no
consideraba que su muerte hubiera sido ridícula, sino heroica”.
Entre los numerosos galardones y reconocimientos que recibió De Lucía
destacan el Premio Príncipe de Asturias de las Artes, un Grammy al mejor álbum
flamenco, en 2004; el Premio Nacional de Guitarra de Arte Flamenco; la Medalla
de Oro al Mérito de las Bellas Artes 1992; el Premio Pastora Pavón La Niña de
los Peines 2002, y el honorífico de los Premios de la Música en ese año.
Duelo de
un pueblo
Las banderas
en Algeciras, el pueblo natal del guitarrista, ondearon a media asta todo el
día. Era la señal de duelo de un pueblo que lloró su muerte nada más conocer la
noticia. De inmediato centenares de personas fueron a la sede del Ayuntamiento
para escribir algo, unas palabras de despedida, al “maestro” en el libro de
condolencias. Y a esperar, en compañía, el traslado de su cuerpo para darle la
última despedida.
Entre las primeras reacciones a su muerte la más destacada fue la de su
propia familia, que difundió un pequeño pensamiento sobre su fallecimiento:
“Miércoles 26 de febrero de 2014... el dolor ya tiene fecha para nuestra
familia. Anoche se nos fue el padre, el hermano, el tío, el amigo y se nos fue
el genio Paco de Lucía. No hay consuelo para los que lo queremos y conocemos,
pero sabemos que para los que lo quieren sin conocerlo tampoco. Por eso,
queremos compartir con todos ustedes un abrazo y una lágrima, pero también
nuestra convicción de que Paco vivió como quiso y murió jugando con sus hijos
al lado del mar. La vida nos lo prestó unos maravillosos años en los que llenó
este mundo de belleza y ahora se lo lleva... Gracias por tanto... y buen viaje
amado nuestro”.
“Marcó un
antes y un después”
José Mercé,
otra figura del arte flamenco, expresó su profundo dolor ante la partida de un
“monstruo de la guitarra que nadie podrá ni siquiera igualar en los próximos
200 años. Más de lo que ha hecho Paco por el flamenco no lo ha hecho nadie”.
El crítico y productor Enrique Montiel, biógrafo de Camarón de la Isla, con
el que Paco tuvo una gran amistad, explicó que ha sido una figura “gigantesca”
que marcó “un antes y un después” en el flamenco y que, con su “virtuosismo
absoluto”, traspasó “la barrera del sonido”. “Es imposible sobreponerse a la
impresión de la noticia de su muerte, un mazazo totalmente inesperado”, señaló
Montiel.
El ministro de Educación, José Ignacio Wert, afirmó que Paco de Lucía y
Camarón de la Isla “construyeron el flamenco contemporáneo. Fueron dos jóvenes
que se encontraron y se enamoraron. Eran dos músicos con los papeles cambiados,
porque a Camarón le encantaba la guitarra y a Paco el cante. Tuvieron una
relación personal extraordinaria en una época extraordinaria. Vivieron en una
burbuja de creatividad y buen rollo”.
Juan Gómez Chicuelo, guitarrista flamenco, dijo, por su parte, que
“Paco de Lucía ha sido una persona determinante en mis inicios, por su magia y
por su fuerza. Ha sido la persona más importante, la más influyente, la que ha
puesto el flamenco donde está. Tenía una técnica y una creatividad fuera de lo
normal. Irrepetible. Era un genio irrepetible”.
El adiós de todo el mundo de cultura, de la música, del arte, de la poesía
y hasta de la política fue unánime. Había muerto, por sorpresa el “pescador de
Algeciras” que revolucionó el arte flamenco, el hombre que gracias a su
guitarra se convirtió en una leyenda viva y en una de las figuras más
importantes del arte flamenco en el siglo XX.
Fuente: http://www.jornada.unam.mx/2014/02/27/espectaculos/a02n1esp