A Virgilio Piñera se le pudiera nominar como el Dramaturgo Mayor del siglo XX cubano. Y esa condición máxima le fue dada porque supo trasladar a la obra teatral de asunto nacional, como nadie, el ambiente cultural de la época; inauguró esa hazaña artística con “Electra Garrigó”, en el año 1941. Pero cuando se leen sus declaraciones al respecto y se conoce que concibió ese texto antes de ser publicado el de “Las Moscas” de Jean Paul Sartre, o que su “Falsa alarma” vio la luz con anterioridad a “La soprano calva” de George Ionesco, de modo que los espectáculos suyos proponían exponer tempranamente en la escena el existencialismo y el absurdo, hay que admirar tanto su talento como su olfato.
Siendo un escritor que abarcó, también con logros significativos, la narrativa, la poesía, la traducción y la crítica, queda explicado que en este año 2012 se celebre institucionalmente en Cuba, con creces, el centenario, no obstante que, en cualquier tiempo y lugar, algún lector común haya sentido admiración al apreciar la carga nacional -emotiva y testimonial- de toda su obra.
Cuando él mismo calificó los ardides literarios utilizados hasta 1960, autoevaluó su personalidad como “altamente teatral”, capaz de sublimar la timidez personal en el hecho textual, identificando la idiosincrasia cubana por el rasgo de romper “la seriedad entre comillas” (…) al ser “trágicos y cómicos a la vez”, y por aspirar a los logros sólo desde el esfuerzo personal, a sabiendas de que esa posición individualista era una reducción que solamente se justificaba viviendo en “una Cuba existencialista por defecto y absurda por exceso”; manifestó poseer, además, el “poder de la sinceridad, de reconocernos como negación, como nostalgia, como frustración”, o la responsabilidad de “pasar por cínico o por escéptico” antes que “por mendaz o por amable componedor”.
Piñera optó porque sus vivencias se trasladaran a la creación literaria, confesando que “como no podía acudir al psiquiatra ni al confesor, me refugiaba en la madre literatura”, y aseguró estar alerta para no perder “lo fundamental por lo accesorio”. No obstante toda esa convicción de sí y de su producción, se consideró un “escritor anti-profético”. Recalcó siempre, sobre todo, la autoría de un teatro netamente cubano -por los asuntos y por las experiencias generadoras-, detalle que quedó exhibido dentro del parlamento terminante de Electra Garrigó, cuando, después de haberse quedado sola en su reino, enfatiza: “He ahí mi puerta, la puerta de no partir”.
Tales premisas éticas se exhiben también en sus versos, en especial en dos de los poemas que asumen explícitamente al territorio insular: “La isla en peso” (1943) e “Isla” (1979), textos matizados de una atmósfera ya observada por María Zambrano, cuando le comunicara: “Y de su poesía he recogido el silencio en que va envuelta, del que parece haber brotado.” Es sobrecogedor constatar que esa elipsis no fuera sino la manifestación de una permanente y visceral soledad.
Aunque en aquel primer poema reconocía el peso de una isla en el amor de un pueblo, a pesar de ello, comenzó lamentando una adversidad: la maldita circunstancia del agua por todas partes, lo cual conminaba a que, dentro de ella, hubiera que morder, gritar, arañar, con la consciencia de que allí nadie piensa en implorar, en dar gracias, en agradecer, en testimoniar, porque La santidad se desinfla en una carcajada; en el segundo, plasmó su fusión espiritual definitiva con el territorio desde el que preveía, para sí, una estancia permanente hasta la muerte y, por eso, vaticinó: mis piernas se irán haciendo tierra y mar.
Precisamente desde su poesía accedió -el hombre que él fue, en el país natal- a un tiempo dividido en cuatro partes. Aun atendiendo a su determinación sobre la falta de facultad profética, después de repasar la obra que dejó escrita, para un lector cualquiera es casi imposible rechazar la tentación de hacer coincidir cada “momento caótico” -así los llamó Piñera- con etapas de su propia vida, por la poderosa evidencia de una Madrugada iniciada con el nacimiento y culminada por la definición de la vocación de escritor, un Mediodía abarcador de la época de estudios universitarios, vínculos con revistas literarias, actividad de escritor que incluyó algunos viajes al exterior, un Crepúsculo que ocupara su labor como traductor y una Noche delimitada dentro de los últimos seis años. De manera que, leyendo “La isla en peso” -el texto que contiene tal estructura- desde esa perspectiva, puede considerarse que el origen fuera una alborada similar a:
un carnaval que empieza
con el canto del gallo
derivado luego en el cenit, cuando:
la claridad mueve las lenguas,
la claridad mueve los brazos,
(…)
la claridad se precipita sobre los negros y los blancos,
la claridad se golpea a sí misma,
(…)
empieza a estallar, a reventar, a rajarse,
la claridad empieza el alumbramiento más horroroso,
la claridad empieza a parir claridad
hasta convertirse, dentro de la etapa de madurez, en:
la hora única para mirar la realidad de esta tierra
Y culminando con el resultado de una vigilia capaz, apta para apreciar:
Bajo la lluvia, bajo el olor, bajo todo lo que es una realidad,
un pueblo se hace y se deshace dejando los testimonios.
En “Isla”, poema escrito a punto de morir, quizás resumía todas esas ideas, cuando se preguntara:
y lejos ya de la inquietud,
diré muy bajito:
¿así que era verdad?
No fue un desliz de Piñera escribir en la autobiografía incompleta: “No bien tuve la edad exigida para que el pensamiento se traduzca en algo más que soltar la baba y agitar los bracitos, me enteré de tres cosas lo bastante sucias como para no poderme lavar jamás de las mismas. Aprendí que era pobre, que era homosexual y que me gustaba el arte”. Por las tres, tuvo que padecer de frente a sus compatriotas, aun sabiendo que “el sacrifico de la vida radica en sufrir mil y una privaciones desde el hambre hasta el exilio voluntario, a fin de defender las ideas, de mantener una línea de conducta inquebrantable.” La clara eticidad de su obra -que fue cuidada incluso para que aquellas condiciones “reprobables” no lastraran su literatura- pasó de largo, sin ser debidamente apreciada por algunos. Una muestra de ese desencuentro es la carta que, en 1944, enviara al Lyceum de La Habana, para dejar establecida su posición ante una línea cultural para él cultivadora de apariencias, en la cual subrayaba: “Quien trabaja a conciencia su arte, quien estima la cultura, no como entretenimiento elegante sino como destino dignamente recibido, no puede aceptar tales comedias.”
Piñera permaneció en Argentina desde 1946 hasta 1958, con breves etapas intermedias en Cuba, donde se hubo de relacionar con la intelectualidad de ese país. Vinculado con escritores de la talla de Jorge Luis Borges -quien le distinguió con la selección de trabajos críticos para “Anales de Buenos Aires” y la entrega de los suyos para “Ciclón”-, de Macedonio Fernández, José Bianco o Ernesto Sábato, respiró los aires de una literatura tomada en serio, aun cuando mantuviera con ella el distanciamiento crítico como para evaluarla de tantálica o devoradora de sus propias esencias. Allí publicó libros y artículos, en variadas editoriales, en revistas y periódicos. Fue el traductor principal de la novela Ferdydurke del polaco Witold Gombrowicz. Pudo medir con otros su quehacer literario y el de los creadores cubanos.
Vino de regreso al país, definitivamente, en 1958. Quiso activar el mundo literario en momentos de fervor revolucionario. Y siendo leal a las aspiraciones de su pueblo -tanto que confesó públicamente, en franca vinculación con el cambio social, su falta de contribución a la causa insurreccional- se dispuso a trabajar para denunciar un pasado de frustraciones y un nuevo orden de venturas. Muestra de ello son los pronunciamientos en el “Encuentro de los intelectuales” con Fidel Castro, el 16 de junio de 1961, y los esgrimidos en una carta personal a la dirigencia política, fechada en 1959, donde plasmó sus preocupaciones: “Nosotros los escritores tenemos el propósito de celebrar en días próximos una mesa redonda por CMQ televisión. El tema a debatir: Posición del escritor en Cuba. Sabemos que el Gobierno Revolucionario tiene fundados motivos para tenernos entre ojos; sabemos que nos cruzamos de brazos en el momento de la lucha y sabemos que hemos cometido una falta. Pretendemos en la celebración de dicha mesa redonda, poner de manifiesto que si no cooperamos con ustedes fue debido a que no constituimos, como los periodistas y profesores, una clase. Tomado en su proyección social el escritor cubano, hasta el momento presente, es tan sólo un proyecto (…) Queremos cooperar hombro con hombro con la Revolución, mas para ello es preciso que se nos saque del estado miserable en que nos debatimos (…) es preciso nos saque de la menesterosidad en que nos debatimos y nos ponga a trabajar”.
Desde entonces, colaboró sistemáticamente en el periódico Revolución, publicó su Teatro Completo y la novela Presiones y Diamantes, dirigió las Ediciones R, estrenó Aire frío, integró los jurados Casa de las Américas y UNEAC -de novela y cuento-, ganó el premio teatral de Casa de las Américas 1968 con Dos viejos pánicos. Pero, por aquello de las potencias del Absurdo, en 1962 Piñera dormiría en un calabozo del Castillo del Príncipe, al ser apresado en una redada callejera cuando iba desde su casa al establecimiento de barrio para buscar la cuota de pan. No resulta incongruente un poema que escribiera después de esos días:
Yo, un ciudadano cualquiera del mundo,
que habito en la casa sita en N
número 375, Habana, Cuba
sentado en la cama
en plena posesión de mis facultades mentales
tengo a bien declarar
que me he vuelto loco.
A pesar de que en la década tuviera una actitud consecuente con el proceso social cubano, y de que la obra teatral fuera representada con éxito en varios países, en su patio se le fue marginando poco a poco, se le restringieron las funciones de editor, se prohibieron futuras publicaciones o puestas en escena y se le facilitaron, con limitaciones, trabajos como traductor. Una colega húngara ha declarado: “Supe así que como traductor del Instituto Cubano de Libro tenía una norma que a mí, que también soy traductora, me pareció bastante alta. Estaba obligado a traducir seis páginas diarias y, en el caso de textos más complejos, como era La tragedia del Hombre, que está escrita en verso, cuatro páginas. Yo le pregunté: “Virgilio ¿y cómo es capaz usted de traducir tantas páginas al día?” Y él, usando una expresión muy cubana de los años sesenta y setenta, me respondió. “Yo siempre sobrecumplo la norma”. Algunos fueron solidarios con él, en tal situación; en este sentido, Ana María Muñoz Bachs comentó: “Pienso que los compañeros que trabajamos con él en la Editorial lo ayudamos a sobrellevar aquel período de marginación tan difícil para él. Y le hicimos bien, tanto como él a nosotros”.
No obstante, su actividad creativa fue intensa también en esa temporada. Recuerda Antón Arrufat cómo: “Gracias a su intensa labor como traductor conoció el lector cubano a varios escritores africanos de habla francesa. De una versión francesa tradujo La tragedia del hombre, del húngaro Imre Madách, desconocida en castellano (…) Si a esta labor unimos las piezas póstumas (El No, Una caja de zapatos vacía, Las escapatorias de Laura y Oscar, Un arropamiento sartorial en la cueva platónica), una buena cantidad de poemas inéditos, cuentos, relatos y artículos, podremos tener una idea del trabajo ingente que realizó en sus años postreros”. No constituye extravagancia que confesara entonces: “No me han dejado ni un huequito para respirar”, ni que concibiera un texto como el siguiente:
(…) en un mundo en el que ni siquiera
la tristeza es un consuelo,
y hasta un placer estético,
porque toda tristeza proviene de
una alegría perdida, y en ese mundo
de que te hablo la alegría
ha sido desterrada a perpetuidad,
¿qué hacer? ¿qué hacer?
Por ello, su última producción está signada de un modo uniforme; ha explicado Abilio Estévez que: “Se sentía anacrónico, y prueba de ello es que la mayoría de sus proyectos de la última etapa se refieren a hombres convertidos en fantasmas que deambulan por una ciudad de seres vivientes, sin que los demás adviertan su presencia”. Lamentablemente, la fuerte denuncia social de su obra completa fue relegada junto con ella. Según Eva Toth: “Antes y después de su muerte, hice algunas gestiones para que en Hungría se estrenara alguna pieza suya en el teatro o en la radio. Mas en todos los casos, cuando algún director se interesó por montar una de las piezas de Virgilio yo consulté en la Embajada de Cuba si se podía representar y la respuesta fue siempre: “No, Eva, no ha llegado aún el tiempo para que se pueda estrenar a Virgilio Piñera en Hungría”. Yo argumentaba, como sigo diciendo hoy, que El filántropo es la obra más anticapitalista que yo he leído, pero pese a ello, mantuvieron su postura”.
Ahora, resultan mayormente adivinatorias -a pesar de su resuelta negativa para augurar profecías- las ideas contenidas en una despedida -¡escrita en el año 1942!- al amigo, a otro grande de las letras cubanas, colocadas dentro de una carta: “Adiós, amigo Lezama. Qué sereno tiempo cuando este libro y tu libro; tus libros y mis libros se encuentren en una librería cualquiera en un precioso tiempo que formen 100 años sobre tu muerte y la mía.” En esa aspiración, sólo no acertó al suponer la serenidad de otra época. Olvidó la marca isleña del propio tiempo y de sus compatriotas, que accionábamos igual que un andante chopiniano, escamoteando el momento preciso para verle crecer con árboles en los brazos, rosas en los ojos y arena en el pecho.
El incidente está explicado en: Virgilio Piñera en persona, pp. 229-232. Se le llamó como la “Noche de las tres Pes”, nombre que denota un especial sentido del humor. El día siguiente, fue narrado allí por Antón Arrufat: “Uno de los recuerdos más impresionantes que conservo de mi amistad con Piñera es el momento en que la puerta del apartamento se abrió y entró él, vestido con su ropa playera, despeinado y con cara de no haber dormido en muchas horas. Nos fue abrazando a todos y después comenzó a sollozar. Se recostó luego a la pared, lentamente se fue derrumbando, rodó hasta el piso y quedó tendido en el suelo”. Eva Toth: Virgilio Piñera en persona, ob. cit., pp. 347-8. La traductora húngara se refería al libro La tragedia del hombre de Imre Madách. Declaró también: “Le pedí que tradujera dos fragmentos de otro importante drama del siglo XIX, el ban Bánk, de Jósezf Katona, para incluirlo en la antología de poesía húngara. Me hacía ilusión que su nombre apareciera en el libro. Un poeta cubano, cuyo nombre prefiero no mencionar, protestó por la inclusión de aquel texto y llegó a decirme que hasta la traducción era mala, lo cual era incierto. La dicción dramática de Virgilio le hizo interpretar excelentemente tanto las emociones fuertes pero contendidas de Katona, como esa especial capacidad para expresar sensiblemente concepciones abstractas de Madách. La verdadera causa no era, pues, la calidad de la traducción, sino que para ese señor, Virgilio, como se dice ahora, no era políticamente correcto. Yo aún no lo sabía bien y un día pregunté en la Editorial qué había realmente con Virgilio, pues me di cuenta de que había algo que yo no alcanzaba a entender. Me contestaron. “Ya Salvador Bueno te lo explicará”. Hice a este la misma pregunta y su respuesta fue: “Virgilio es evidentemente homosexual”. Al decirle yo que bien, yo no tengo intenciones de casarme con él, así que eso no me interesa, Salvador me contó las razones políticas que habían llevado a Virgilio a caer en desgracia. Durante aquella primera estancia mía en Cuba, en la Editorial me advirtieron que mi amistad con Virgilio no podía concretarse en la publicación de textos suyos en Hungría, ya que no sería oportuno. Yo les dije: “Pues en buena hora me lo vienen a decir, porque yo le he pedido a Virgilio que escriba un ensayo sobre Imre Madách”. “Bueno”, me contestaron, “eso puede ser, no es tan grave”. V.: pp. 348-9. Ana María Muñoz Bachs: Ibíd., p. 282. Antón Arrufat: Ibíd., p. 350. Ibíd., p. 286. Dice Arrufat: “En su conversación había una constante, una expresión dolorosa que aludía a su situación social como escritor”.
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Síntesis curricular de Emilia María Sánchez Herrera.
Es miembro de la UNEAC.
Estudios cursados:
2003
Doctorado Curricular (Universidad de Oriente, Cuba/Universidad de Valencia, España)
1999
Maestría en Cultura Latinoamericana (Universidad de Camagüey/Centro Cultural “Nicolás Guillén”, Camagüey)
1996
Diplomado en Metodología de la investigación cultural (Universidad de Camagüey/Centro Cultural “Nicolás Guillén, Camagüey)
1971
Licenciatura en Letras (Facultad de Filología-Universidad Central de Las Villas, Cuba)
Libros publicados:
Ballagas: cantor del aire y escritor en tierra. Segunda edición (ampliada y corregida). Ed. Ácana, Camagüey, Cuba, 2008.
Cuando la morriña se hizo musa. Ed. Ácana, Camagüey, Cuba, 2007.
“Glosas de identidad en De donde son los cantantes”, en: Severo Sarduy. Escrito sobre un rostro. (Compilación), Ed. Ácana, Camagüey, Cuba, 2003.
Ballagas: cantor del aire y escritor en tierra. Editorial Ácana, Camagüey, Cuba, 2001.
Curso de Idioma Español para turistas. Ed. Universitaria. Universidad de Camagüey, Cuba, 1990.
Idioma español para extranjeros de Facultades Preparatorias. 2 Tomos. Ed. ENPRES, La Habana, Cuba, 1989.
Redacción y Ortografía. 2 Tomos. Ed. Universitaria, Universidad de Camagüey, Cuba, 1988.
Español para extranjeros. 3 Tomos, Ed. Universitaria, Universidad de Camagüey, Cuba, 1985.
Algunos artículos y monografías publicados:
2012
(En proceso de impresión) “Carmen Zayas Bazán: ¿furtiva destinataria de Isamelillo?, en Senderos, Revista de la Of. del Historiador de la Ciudad de Camagüey.
2010
“Ballagas y Lezama: barroquismo a dos voces”, en: Antenas, Camagüey, no. 29, septiembre-diciembre.
“¿Es aquí el Modernismo catalán una marca de identidad?, en: Antenas, Camagüey, no. 28, enero-agosto.
2008
“Emilio Ballagas, retratista de sí”, en: Senderos, Revista de la Of. del Historiador de la Ciudad de Camagüey, número 8, julio-diciembre, Camagüey, Cuba.
2005
“Mieles evanescentes”, en: Revista Morada Internacional, número 10, Copenhague, Dinamarca.
“Piernas de fango y fuego”, en: Revista Morada Internacional, número 9, Copenhague, Dinamarca.
“El Santo Sepulcro de Camagüey”, en: Revista Morada Internacional, número 7, Copenhague, Dinamarca.
“El Ingenioso Hidalgo en América”, en: Revista Morada Internacional, número 7, Copenhague, Dinamarca.
2004
“Convertidos en sal”, en Revista Morada Internacional, número 5, Copenhague, Dinamarca
“La ardua marcha de la literatura infantil en América Latina”, en: Revista Morada internacional, número 4, Copenhague, Dinamarca.
“Lygia Bojunga: Un libro es vida”, en: Revista Morada Internacional, número 4, Copenhague, Dinamarca.
“11-M. Un recordatorio”, en: Revista Morada Internacional, número 4, Copenhague, Dinamarca.
“La literatura argentina como Aleph para Latinoamérica”, en: Revista Morada internacional, número 3, Copenhague, Dinamarca.
“Esculturas vivas para pueblos vivos”, en: Revista Morada internacional, número 3, Copenhague, Dinamarca.
“Taurus, sencillamente”, en: Revista Morada Internacional, número 3, Copenhague, Dinamarca.
2003
“¿Hacia dónde va la literatura latinoamericana?”, en: Revista Morada internacional, número 2, Copenhague, Dinamarca.
2002
“Poéticas en Sabor eterno”. CD-XI Conferencia Internacional Lingüístico-Literaria. Universidad de Oriente, Cuba.
1999
“Coherencia de las poéticas implícita y explícita en la obra de Emilio Ballagas”. CD-IV Conferencia Internacional CECEDUC-99, Universidad de Camagüey, Cuba.
“Fundamentos de un texto de Idioma Español”. CD-IV Conferencia Internacional CECEDUD-99, Universidad de Camagüey, Cuba.
“La clase de Idioma: Diez principios fundamentales”. CD, Conferencia Internacional, Universidad de Camagüey, Cuba.
“Signos y mitos de un alma migratoria”, en: Catálogo sobre obras del pintor Joel Jovert, Mallorca, España.
1998
“De la metáfora a la simple imagen”, en: Catálogo sobre las obras del pintor Gabriel Gutiérrez, Lisboa, Portugal.
1997
“Con Roberto Manzano, por los caminos que propone”, en: Revista Antenas, número 10, Camagüey, Cuba.
1994
“Dos poetas camagüeyanos”, en: Revista Antenas, número 7, Camagüey, Cuba.
1989
“Las formas complementarias del idioma español”, en Folleto de ejercicios. Ed. Universitaria, Universidad de Camagüey, Cuba.
1985
“La síntesis en el estilo narrativo de José Soler Puig”, en: Revista Islas, número 82, septiembre-diciembre, Universidad de Las Villas, Cuba.
1982
“Fundamentos de un texto de idioma español para el aprendizaje de estructuras básicas”, en: Revista Cubana de Educación Superior, Volumen 2, número 2.
1981
“Metodología para la aplicación de nuevos textos en la enseñanza del idioma español para extranjeros”, en: Revista Cubana de Educación Superior, Volumen 1, número 4.
1975
“La improvisación popular”, en Revista Islas, mayo-junio.
Sus actividades profesionales se relacionan con:
- la docencia universitaria en materias filológicas
- investigaciones en las esferas de la Literatura y la Lingüística
- asesoría radial, televisiva y teatral
- el trabajo editorial