Por Jorge Fuentes
Después de más de un año de la memorable asamblea del cine Chaplin, la Asamblea de Cineastas se pronuncia, a propósito del nuevo año, no sólo con lucidez, sino con una serenidad que tengo que aplaudir. La Asamblea está sembrando la posibilidad de una cultura del diálogo y tendrá que seguir haciéndolo, porque tal cultura no existe entre nosotros.
Nos es más fácil, llegado el momento, dialogar hacia afuera que hacia dentro. Esto viene dado porque empezamos por creer que adentro no pasa nada , o lo disimulamos, o cuando pasa lo convertimos en una versión triunfalista, también inmovilista. Entendamos que no se puede ejercer la dictadura del pensamiento. Con el pensamiento no hay medida de fuerza que valga.
Creo que la Asamblea ha aprendido más que sus interlocutores. Al final lo que se necesita son muchas asambleas que ejerzan la democracia popular, directa y partícipativa. Una democracia que sólo tenga como límites la constitución y las leyes, aún cuando estas pudieran ser variadas dentro de la legalidad, si así fuera necesario.
¿Es eso contrarrevolucionaro? ¿Afecta eso a la Revolución? ¿Es este solamente un asunto de los cineastas? ¿Se puede hacer arte sin la más mínima seguridad espiritual, legal y material? Estoy convencido de que nuestra actual situación económica, dificulta las posibilidades de entendimiento que produzcan un diálogo sectorial progresista, incluso aquellos intercambios e incorporación de ideas decisivos, como sucede con el plan económico.
Lo que piden los cineastas (y otros sectores) al margen de esta o aquella cosa, es participación en las decisiones. Están en su derecho y el socialismo que se los enseñó, porque así no es en casi ningún lugar del mundo, debiera sentirse feliz con lo que pudo sembrar.
Felicidades a la Asamblea, y a los jóvenes que no me canso de conocer, por la Navidad y por el nuevo año, aniversario 66 del triunfo de nuestra revolución.
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