viernes, 5 de abril de 2024

Pablo y Silvio en Argentina, evocación a la vuelta de cuarenta años

 Por Kaloian Santos

Hace cuarenta años, Argentina apenas emergía de las sombras de una dictadura que había dejado heridas profundas y 30 mil desaparecidos.

 

En aquellos albores, en los últimos días de marzo de 1984 la ciudad de Buenos Aires amaneció empapelada con afiches que anunciaban una serie de conciertos de Silvio Rodríguez y Pablo Milanés, dos nombres icónicos del Movimiento de la Nueva Trova Cubana. 

 

El 2 de abril de 1984 los trovadores pisaron suelo argentino. Silvio tenía 36 años; Pablo, 39. La comitiva cubana estaba integrada, entre otros, por los músicos Frank Bejerano, Jorge Aragón, Eduardo Ramos y el sonidista Tony López.

 

Venían de Quito, Ecuador, donde se habían presentado el 30 y el 31 de marzo ante 16 mil personas. La noche en que aterrizaron en el aeropuerto internacional de Ezeiza, los esperaba la sorpresa de ser recibidos por cientos de personas con banderas, carteles y mucha música.

 

A la periodista Sibila Camps le encomendaron desde el diario Clarín cubrir la llegada. “Silvio y Pablo, más que un suceso cultural, en Argentina era un suceso social y hasta histórico de gran envergadura”, me contó años después Camps, quien desde entonces no les perdió ni pie ni pisada.

 

De esa noche la periodista conserva una reliquia. Se trata de una foto en blanco y negro tomada por Carlos Roberto Bairo. En la instantánea aparecen Silvio, Pablo y Sibila, distendidos y sonrientes. Los trovadores no lucen agotados tras el viaje. Todo lo contrario.

 

Para esta fecha, Silvio y Pablo ya gozaban de gran popularidad en varios países. Cada uno por su lado había realizado conciertos multitudinarios en plazas de México y España, por ejemplo. Pero Argentina era diferente.

 

“Era una circunstancia muy especial —me contó Silvio a propósito del tema. Cuando llegamos, acababan de salir de la dictadura. A la mañana siguiente lo primero que tuvimos que hacer fue ir a la policía. Nos tomaron las huellas, nos fotografiaron, nos quitaron el pasaporte y nos dieron un documento. Todavía ese mecanismo policial existía. Era una realidad estremecedora. La gente veía un Ford Falcon verde y se ponía a temblar porque eran los carros que usaba la policía para secuestrar. Era una situación muy crítica. El sentimiento de opresión y persecución no se había disipado”.


Foto: Carlos Roberto Bairo

Melodías y voces prohibidas

A pesar de que sus canciones estuvieron censuradas durante la dictadura, la voz de los trovadores había trascendido los límites y fronteras impuestos. En Argentina, los casetes con canciones de Silvio y Pablo circulaban clandestinamente de mano en mano. 

Estas copias, generalmente mal grabadas, entraban al país de manera subrepticia; muchas veces a través de exiliados argentinos que regresaban procedentes de España y México, donde se editaban y vendían los primeros discos de los cubanos como solistas. 

 

El periodista e investigador argentino Víctor Pintos cubrió uno de los conciertos en Obras Sanitarias, Buenos Aires. Fue una experiencia reveladora ver y escuchar desde sus propias gargantas a los autores de canciones hasta entonces perseguidas.

 

“Los argentinos nos aprendimos las canciones de Silvio Rodríguez y Pablo Milanés por casetes que nos procuramos como podíamos. Como aquellas eran grabaciones analógicas, en cada copia se perdía calidad. Así que si nos tocaba una séptima copia, digamos, lo que se escuchaba era fundamentalmente un soplido y atrás una voz con una guitarra y una canción de la que no siempre sabíamos el nombre. Menos aún si era una canción nueva o vieja. O a qué disco pertenecía y en qué año se había publicado”, me cuenta Pintos.

 

Hubo que esperar a 1983 para poder adquirir en Argentina, y sin esconderse, los discos de Silvio y Pablo, gracias a un acuerdo entre el sello Polygram y la Egrem. De este modo vieron la luz ediciones argentinas de los álbumes Mujeres, Sueño con serpientes y Unicornio, de Silvio Rodríguez; así como Años, Comienzo y final de una verde mañana yAniversario, de Pablo Milanés.

 

En 1982 Mercedes Sosa había regresado del exilio. Para el reencuentro con su público “La Negra” cantó una decena de conciertos en el Teatro Ópera de Buenos Aires. Entre el repertorio de canciones que ofreció estuvieron “Años”, de Pablo Milanes y “Sueño con serpientes» de Silvio. Ambos temas formaron parte de un disco doble titulado Mercedes Sosa en Argentina, que salió a la venta a mitad de ese año.

 

A finales de 1983 el disco Mercedes Sosa abrió con “La Maza” de Silvio e incluyó  una versión de “Unicornio” con arreglo de Charly García, ícono del rock argentino. 

 

Los temas de Silvio y Pablo en la voz de Mercedes Sosa rápidamente alcanzaron gran popularidad no solo en Argentina, sino en el mundo. Con el tiempo formaron parte de los grandes éxitos de la cantora.

 

¡Por fin en Argentina!

Con tales antecedentes no era de extrañar que, cuando se anunció la llegada de Pablo Milanés y Silvio Rodríguez en 1984, las entradas de la veintena de conciertos programados para la gira argentina se agotaran en un abrir y cerrar de ojos.

Silvia Salcedo tenía entonces 20 años. Todavía hoy guarda la entrada del 29 de abril, cuando asistió al último de los conciertos en Obras Sanitarias. Desde aquella noche el pedazo de papel, hoy amarillento por el paso del tiempo pero muy bien conservado, representa para ella un pasaje hacia uno de los grandes momentos de su vida. 

 

“Cuando nos enteramos de que Pablo Milanés y Silvio Rodríguez por fin venían a la Argentina mi pareja y yo no dudamos en comprar las entradas para uno de los recitales. Había terminado la dictadura, nuestros artistas regresaban del exilio y todo era bullicio y euforia. Había libertad para ver, escuchar, cantar y gritar todo lo que nos habían obligado a callar durante años”, evoca.

 

Catorce de las presentaciones estuvieron fechadas en Buenos Aires, en el célebre Estadio de Obras Sanitarias, con capacidad para más de 4500 espectadores. La cantidad de shows de los mismos artistas marcó récord en el emblemático recinto, conocido como el templo del rock en Argentina.

En la capital estuvieron 5, 6, 7 y 8 de abril. De ahí partieron para Córdoba, donde ofrecieron dos conciertos los días 10 y 11. Volvieron a Obras Sanitarias 12, 13, 14 y 15. De nuevo viaje. El 16, ciudad de La Plata, en el Polideportivo de Gimnasia y Esgrima. El 17 desembarcaron en Santa Fe. El 18 tocaron en Rosario. El 19 en Mendoza y el 21 en Tucumán. Hasta ahí era el programa previsto. 

 

Sin embargo, ante la demanda, volvieron a Obras, donde realizaron 6 conciertos más. Todo a lleno total. Entre una presentación y otra, Silvio y Pablo permanecieron todo abril en Argentina. Se calcula que los vieron en vivo y directo más de 150 mil personas. 

 

Era tanta la expectativa y la emoción que, antes de arrancar con la seguidilla de recitales, se había organizado una conferencia de prensa. Más de 150 periodistas de medios televisivos, gráficos y radiales nacionales y extranjeros, durante casi 3 horas, indagaron sobre la vida en Cuba y su sistema político; la libertad para la creación artística; el Movimiento de la Nueva Trova; cómo veían desde la isla el proceso de recuperación de la democracia en Argentina.

 

Parte de esa conferencia de prensa aparece en un amplio reportaje que hizo Estela Bravo para la Televisión cubana. 

 

La cineasta estadounidense radicada en la isla se encontraba en Buenos Aires filmando ¿Quién soy yo?, un documental sobre la lucha de las Abuelas de Plaza de Mayo en la búsqueda y recuperación de la identidad de niños y niñas secuestrados por los militares o bajo su amparo. 

 

Bravo no desaprovechó la oportunidad de documentar el impacto que tuvieron Silvio y Pablo en Argentina, con fragmentos de uno de los conciertos en Obras, y valiosos testimonios de algunos asistentes.

 

La guitarra

Todo estaba listo para el esperado debut; o casi todo, ya que la guitarra que había acompañado a Silvio durante tantos años sufrió roturas durante el viaje. Urgía encontrar una nueva.

 

Aunque había varias tiendas de instrumentos musicales en la ciudad, todas las referencias apuntaban a Miguel Ángel “Cacho” Onorato, propietario de la tienda de música Daiam, ubicada en la calle Talcahuano, centro de Buenos Aires. 

 

“Cacho” Onorato era muy querido en el ámbito musical, no solo por tener instrumentos de calidad, sino además por su generosidad.

 

Mercedes Onorato, hija de Don Cacho, recuerda cada detalle de aquel día en que Silvio apareció en busca de una guitarra. En un intercambio de mensajes, Mercedes amablemente me regaló detalles del encuentro.  

 

“Era común que cada día fueran músicos a probar guitarras con cuerdas de nailon a nuestro local. Recuerdo haber escuchado a muchos de ellos interpretar acordes de canciones de la Nueva Trova cubana, como “Sueño con serpientes”, “Yolanda” y “Años”. El amor por Silvio y Pablo estaba en el aire, especialmente cerca de sus primeros conciertos en Argentina en abril de 1984.

 

“En esa época se vendían muchas partituras de todas las canciones y géneros musicales. En la tienda teníamos una gran sección editorial. Y como la demanda de las partituras de Pablo y Silvio era alta, todas sus partituras estaban expuestas en un lugar destacado.

 

“Un día, mientras subía del depósito del subsuelo de nuestro local, escuché a alguien tocando los acordes de ‘Ojalá’. El sonido era diferente, no era como los anteriores que había escuchado en otros músicos. Me apresuré a subir las escaleras y era el mismísimo Silvio Rodríguez. No puedo describir mi sorpresa y emoción. El querido Negro Rada, músico uruguayo, cliente y amigo de siempre, lo había traído hasta nuestro negocio para que comprara una guitarra con cuerdas de nailon”.

 

Después de una minuciosa prueba, Silvio eligió una guitarra y preguntó el precio para pagarla. Mercedes fue por un estuche para el instrumento. En ese momento, en un aparte a solas con su padre, hablando bajito para que los visitantes no se dieran cuenta, le propuso regalarle la guitarra a Silvio. El gran Cacho Onorato, sonriendo ante la emoción de su hija, le hizo un guiño y asintió con la cabeza.


“Le mostré a Silvio cómo quedaba la guitarra elegida en el estuche rígido de la mejor calidad que teníamos, ya que sabía que después de Argentina seguirían de gira y era necesario proteger el instrumento. Silvio insistió en conocer el precio total para pagar. Fue entonces cuando le dijimos que era nuestro regalo y que, por favor, lo aceptara. No era una cuestión de dinero, sino una forma de darle la bienvenida a un país que los amaba a Pablo y a él, a Cuba”.

 

“Nos agradeció y se negó a aceptar semejante regalo. ‘De ninguna manera. Muchas gracias, pero…’, dijo con absoluta convicción y honestidad. Nosotros insistimos tanto que, resignado e inmensamente agradecido, no le quedó otra opción que aceptar”.

 

Antes de irse, Silvio observó la gran cantidad de partituras de sus canciones y las de Pablo que estaban a la venta en uno de los mostradores, recuerda Mercedes.

 

“En un gesto espontáneo y de absoluta generosidad, se detuvo, sacó un marcador indeleble negro de su abrigo y comenzó a firmar intempestivamente no recuerdo cuántas de aquellas partituras con sus canciones. Mientras firmaba y firmaba, nos dijo con una sonrisa pícara: ‘Bueno, esto es lo menos que puedo hacer. A ver si al menos pueden venderlas más caras’. Todos nos reímos mucho y nos despedimos con un gran abrazo”.

 

En el primer concierto en Obras, en una de las primeras filas del estadio, Mercedes y Don Cacho disfrutaron de Pablo y Silvio, conmovidos por aquellas canciones y aquella guitarra que tan bien conocían. Mercedes, además, tiene el récord absoluto de haber asistido a todas las fechas programadas en Buenos Aires.

Sobre el escenario

El programa del recital estaba organizado de la siguiente manera: Silvio, a guitarra limpia, era el encargado de abrir la primera parte. Durante una hora brindaba un manojo de canciones; entre las que estaban “Por quien merece amor”, “Canción del elegido”, “El vigía”, “Ojalá”, “El tiempo está a favor de los pequeños”, “La maza”, “Unicornio” y “Te doy una canción”. 

 

“Que un hombre solitario con su guitarra genere un clima de atención, de silencio en torno suyo, habla de la capacidad expresiva no solo del intérprete sino básicamente de su propuesta. Silvio demostró de ese modo, cantando en un extremo de la sencillez, que quien pasa a través de la canción es la vida, que se puede jugar con sus objetos propios, letra, música, arreglos e historia”, publicó Alejandro C. Tarruella en la revista Humor después de la primera presentación.

 

Luego llegaba Pablo, a quien lo secundaba el formidable trío compuesto por Frank Bejerano en la batería, Jorge Aragón (padre) al piano y coros, y Eduardo Ramos en el bajo y en las voces. Su repertorio estaba compuesto por “Te quiero porque te quiero”, “Amor”, “Comienzo y final de una verde mañana”, “Años”, «Para vivir”, “Yo pisaré las calles nuevamente”, “La vida no vale nada” y “Yo no te pido”. 

 

En aquella crónica de Tarruella decía: “Pablo fue una sorpresa. No solo su carácter afable, su emoción de cada noche (en una ocasión se levantó de su silla, fue a un costado del escenario y lloró). Pablo iluminó las noches con su fresca espontaneidad, con sus canciones populares que golpean la indiferencia”.


Para el cierre, a dúo Silvio y Pablo acompañados por la banda, cantaban nada menos que “Óleo de mujer con sombrero”, “Rabo de nube”, “Yolanda” y “Hoy la vi”.

 

El primer recital estuvo cargado de emociones y, también, de algunos dolores de cabeza. Según reportes de la prensa, el público accedió a la sala incluso habiendo comenzado el recital y hubo algunos problemas de sonido. Sin embargo, nada eclipsó la noche. En la nota publicada en Clarín, la reportera Sibila Camps apuntó: 

 

“A diferencia de la mayoría de los autores del nuevo cancionero de nuestro continente, ambos cubanos han fundado una nueva épica latinoamericanista ni broncínea ni marmórea, sino terrenal y palpable”. 

 

Por su parte, el diario La Nación dedicó un buen espacio a reseñar lo sucedido en Obras Sanitarias: “La fantasía y el talento de Silvio, pergeñan imágenes luminosas como rayos, que apuntan siempre hacia la calidad”. Sobre Pablo se dice que “tiene un timbre y un vibrato excepcionales. Domina sus ímpetus con sentido de la proporción y el buen gusto”.

 

La crítica se rindió, además, ante el talento de los músicos acompañantes. En la nota de La Nación puede leerse: “El trío no es algo que se escucha todos los días (…). Eduardo Ramos construye excelentes soportes para la armonía, en su bajo, mientras la batería de Frank Bejerano tiene la sal de la síncopa a flor de palillo. Pero quien ejerce con mayor soltura la inventiva es el pianista Jorge Aragón. Allí está el arrebato, los estiletes del ritmo, el oxígeno que rescata de todo sopor tropical”.

 

También para los trovadores aquellos conciertos fueron impactantes. “¡Lo que ha sucedido aquí es increíble!”, dijo Pablo Milanés al periodista Alejandro C. Tarruella la segunda noche de presentaciones. En su artículo para Humor, Tarruella relata que el autor de “Yolanda” estaba impresionado por la gran conexión con el público, que cantaba sus canciones aun cuando era la primera vez que se presentaban allí.

Grabaciones

Uno de aquellos conciertos fue grabado por la Televisión pública argentina y días después fue transmitido. Se estima que lo vieron alrededor de 8 millones de televidentes de todo el país. 

 

Gracias a la existencia de este material, podemos disfrutar de momentos realmente especiales del recital y ser testigos al cabo del tiempo de cómo el fervor del público teje una conexión emocional con los artistas. A la vez, nos pone ante los ojos la complicidad entre Silvio y Pablo sobre el escenario, en especial cuando se unen para cantar “Óleo de mujer con sombrero” y “Yolanda”. 

 

Y como la vida y la historia dan vueltas, en “Óleo de mujer con sombrero”, Jorge Aragón Oropesa se distingue al piano con un fraseo sublime en un momento crucial de la canción. Treinta y un años más tarde, en 2015, Silvio presentó su disco Amoríos en Argentina. Entre los temas que integran el álbum se encuentra una nueva grabación de la canción (como parte de la tetralogía original). Quien grabó el piano para el disco y tocó en su lanzamiento en tierras gauchas, es Jorge Aragón Brito, hijo de aquel genio musical que acompañó a Silvio y Pablo en su visita a Argentina en 1984.

 

Otro hito del 84 sucedió en el tercer concierto en Obras, el del día 7 de abril, cuando los cubanos invitaron a compartir el escenario a colegas argentinos. La invitación se repitió en uno de los últimos shows. Desfilaron León Gieco, Víctor Heredia, Piero, César Isella, Antonio Tarragó Ros y el Cuarteto Zupay. Algunos de ellos, como Gieco y Heredia, habían estado exiliados y prohibidos durante la dictadura militar.

 

Hay una foto hermosa, tomada pocos minutos antes de salir a escena, en la que se ven en el camerino Gieco, Silvio, Heredia y Pablo. Victor Heredia la tiene encuadrada y colgada en su casa, donde me recibió para conversar sobre aquel acontecimiento. 

 

“El año 83 transcurrió con mucha zozobra y, de golpe, surgió la posibilidad extraordinaria de tener a Silvio y Pablo en Argentina. Se concretó en abril del 84 y llegaron bajo una ley que, si mal no recuerdo, había emanado de la dictadura. La norma decía que todo aquel extranjero que llegara de un país comunista tenía que presentarse a la policía y certificar que no iba a generar o cometer ningún acto insurreccional. ¡Una locura! Yo era parte del sindicato de músicos y enseguida nos opusimos.

 

“Silvio y Pablo —continúa el cantautor— nos sorprendieron a varios cantantes argentinos con la propuesta de unir nuestras voces a las de ellos. Imaginate, enseguida dijimos que sí. Sabíamos de memoria sus canciones. Le propuse a Silvio cantar una de las suyas y me respondió: ‘No, hermano, vamos a cantar una tuya, Todavía cantamos, que tiene mucho sentido’”.

 

Pablo hizo lo mismo con León Gieco, con quien interpretó “Canción para Carito”. Así que todos se encerraron en una habitación del hotel en el que se hospedaban los cubanos en el centro de Buenos Aires y comenzaron a ensayar para el concierto que darían unas pocas horas después. 

 

“Ellos tenían un repertorio armado —recuerda Heredia—, con un concepto del concierto ya determinado y, de momento, rompieron con todo eso para incorporar no solo a los compañeros argentinos si no el repertorio de los compañeros argentinos. Fue un gran gesto que hablaba de la belleza y la sensibilidad de Silvio y de Pablo, además de lo grandes artistas que son”.

 

Ese concierto fue grabado por Estudios del Cielito. Su dueño, el ingeniero de sonido Gustavo Gauvry, fue el encargado de mezclar un LP doble titulado Silvio Rodríguez – Pablo Milanés: En vivo en Argentina, unos meses después, bajo el sello Polydor.

 

El disco fue un rotundo éxito de ventas. Cruzó la Cordillera de Los Andes y el sello Alerce lo publicó en Chile. También navegó hasta el otro lado del Río de La Plata para encontrar una versión en Uruguay con el sello Orfeo. 

 

Durante meses las canciones de Silvio y Pablo se mantuvieron entre los primeros puestos de preferencia entre los argentinos. En agosto de 1984, el Centro Cultural del Disco en Buenos Aires publicó un ranking nacional en el que el álbum de los cubanos compartía el podio entre los más escuchados junto a Thriller, de Michael Jackson y Can’t Slow Down, de Lionel Richie.

 

Ante el éxito del disco, en 1985, lanzan un volumen 2, también formato vinilo, con algunas de las canciones que no habían sido incluidas en la primera edición. Conforman ese fonograma, de Silvio, los temas “Playa Girón”, “Canción del elegido», “Pequeña serenata diurna”, “El vigía” y “Llover sobre mojado”. De Pablo están “Amor”, “Comienzo y final de una verde mañana”, “Amo esta isla” y “Yo me quedo”.

 

Las grabaciones se volvieron célebres. Los ya conocidos discos de vinilo tuvieron sus publicaciones en casete y, llegados los 90, en CD. En 2008, bajo el sello Lucio Alfiz Producciones y distribuido por la multinacional Sony BMG, apareció una reedición de dos CD con sonido remasterizado, fotos inéditas tomadas por Antonio Massa (autor de la foto de portada de aquel primer LP), la letra de las canciones y dos temas que no habían sido incluidos en ninguno de los discos anteriores: “El tiempo está a favor de los pequeños”, de Silvio Rodríguez y “Acto de fe (Creo en ti)”, de Pablo Milanés. 

 

De aquellos primeros encuentros entre los trovadores y el público argentino quedó un eco que aún resuena a través de generaciones, a pesar del paso del tiempo. 

 

Silvia Salcedo lo recuerda con sobrecogimiento. “Viví aquel concierto como un delirio indescriptible. Las lágrimas brotaban de emoción. Era como si volviera a respirar después de una etapa horrible. De repente, todo se iluminó. A cuarenta años de ese recital, lo recuerdo con nostalgia. En aquel tiempo éramos idealistas de nuevo, creíamos que los tiempos oscuros no regresarían; pero hoy, en el presente, veo que no fue suficiente; que los ideales de justicia social que soñábamos no se materializaron por completo. Por suerte, nos quedan las canciones”.

 

Los primeros conciertos de Silvio y Pablo en Argentina, hace hoy cuatro décadas, fueron un hito que trascendió canciones, discos y videos. Aquellas noches de abril de 1984 se convirtieron en testimonio y catalizador de una nueva época para un país que comenzaba a experimentar la libertad, cuando aún le pisaba los talones el horror que acababa de dejar atrás y que marcaría su historia para siempre.


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