Más allá de las tumbas sin nombre,
cavadas de prisa en ásperas llanuras,
con manos sangrantes, por hombres y mujeres
cuyas tumbas otros abrieron después,
alguien, tal vez, podrá ver
los pálidos latidos de la nueva vida,
la fuerza limpia del río de las generaciones que vendrán;
alguien, tal vez, alcanzará a respirar sin miedo
entre el maligno, fétido olor de la muerte,
el tierno aroma de la vida;
alguien, tal vez; alguien,
como esos marinos que, tras el cielo oscuro,
tras el ojo del ciclón,
ven el parpadeo calmo, acompasado de las estrellas;
como esos marinos a cuyos oídos llega, por sobre el terrible
bramido del mar,
el canto mudo de la calma;
como esos marinos;
alguien, tal vez.
Luis Rogelio Nogueras
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