La Nación cubana hoy

Toda tragedia no asumida corre el riego de repetirse. 

Proverbio africano

 Por Gisela Arandia Covarrubias*

La nación cubana está urgida hoy de alcanzar un consenso que permita encontrar caminos para garantizar la estabilidad social, como un asunto de extrema prioridad. Porque sin pánico pero con precaución, Estados Unidos sigue avanzando en su sueño de “América para los americanos”, es decir, para Norteamérica, un escenario donde la isla del Caribe cercana a solo 90 millas de sus costas, está viviendo por diferentes causas un estado de inestabilidad.  Tal vez como nunca antes, el país se encuentra en una de las peores crisis de su historia donde los disensos legendarios han ido ganando espacio. Una acción que en mi modesta opinión contribuiría a la necesaria recuperación de zonas en conflictos, sería asumir con serenidad aquellos errores del pasado, pero sobre todo las equivocaciones del presente, dada la existencia de un cúmulo notables logros sociales. 

No creo necesario recalcar que en esta sociedad tan politizada –tal vez en extremo– el imperialismo, ya denunciado por Martí y Maceo, no solo no nos quiere, sino que impone continuamente su arrogancia hegemónica –salvo momentos excepciones–, tal vez no aprovechados suficientemente. La más reciente arremetida del Bloqueo contra Cuba ha llegado en la etapa actual a límites inimaginables, colocando al país en situación de vulnerabilidad extrema, ni siquiera aplicado en tiempos de guerra. Una situación vista desde una polarización que ha puesto en riesgo al consenso nacional. Mientras que la lentitud e inoperancia para encontrar soluciones a problemas relativamente sencillos como cultivar la tierra no encuentra una solución definitiva. A pesar de tratarse de un oficio ancestral, paradigma ancestral de la sobrevivencia alimentaria de la humanidad, desde que el homo sapiens alcanzó la posición erecta para separarse de sus parientes cercanos quienes siguieron en posición cuádrupla.

Algunas preguntas como punto de partida: ¿Cuándo comenzó la evolución lenta pero significativa de los disensos?  Aunque hubo algunos casos lógicos políticamente durante la primera década, me referiré al bautizado como el “Quinquenio gris”, cuando un grupo de artistas e intelectuales fueron excluidos de manera inadecuada, lo cual dio por resultado un disenso incipiente.  El Quinquenio fue un momento significativo no solo por las arbitrariedades a las que fue sometido un grupo importante de creadores que defendían simplemente la posibilidad de hacer su propia obra. Se trataba de manifestaciones a veces con influencias artísticas internacionales, que colocaron en el escenario del patio metáforas filosóficas que apuntaban a una crítica que anticipaba conflictos que tuvieron más tarde una repercusión política dañina. Ese período doloroso tuvo la oportunidad de ser analizado ya en los años 1990´s de la mano de Desiderio Navarro y Fernando Martínez Heredia.

Pero como ha sucedido con lamentable sistematicidad, el debate comenzó pero fue interrumpido y no tuvo la evolución dialéctica que le correspondía. La influencia “invisible” de signos de tipo estalinistas prevaleció y quedó trunca la oportunidad de un debate necesario como mecanismo insuperable para la sanación de las injusticias, pero sobre todo para fortalecer la nación como espacio compartido.  

Otro fenómeno donde el consenso fue fragmentado, se produjo cuando el Mariel, que como siempre –no hay que repetirlo– con la argucia del gobierno de Estados Unidos, siempre agrediendo al país de manera directa o solapada, porque nunca se recuperó de la victoria de Playa Girón en 72 horas, donde Fidel dio muestras de su capacidad de estratega excepcional, no solo para la victoria militar sino tambien para resultados políticos. El Mariel como asunto historiográfico fue la antesala de un disenso, de magnitud mayor después de 1959, porque involucró a la vida familiar como nunca antes. La propuesta o inspiración personal para hacer mítines de repudio a quienes decidían abandonar la isla fue, en mi opinión, un procedimiento desafortunado que dañó el consenso. 

Conversando años más tarde con familias en Miami, puedo decir que esas acciones crearon cismas profundos en algunas personas sencillas, que recibieron expresiones insultantes de rechazo, lo cual amplió otro tramo de la distancia que incidió en el consenso nacional a partir de un supuesto efecto propagandístico, que pretendía profundizar ideas revolucionarias, pero que ideológicamente tuvo un resultado desfavorable.  Porque cuando vinieron de visita,  pocos años más tarde, quienes salieron como “gusanos”  y regresaron convertidos en “mariposas” con sus presentes en mano, la repercusión fue negativa para la isla a corto y largo plazo.

Así las cosas, el cambio de sistema de los países de Europa de Este, aliados de la Isla,  con la URSS, encabezando la lista, con un efecto demoledor para la sociedad cubana, que pudo recuperase, a partir de cambios que hicieron posible revertir los males más sensibles y pudo avanzar sobre todo en una  perspectiva económica. En ese momento una lucecita roja, poco visible aun, dio una señal de alerta acerca de quiénes eran las personas con mayores desigualdades sociales en el país –barrios marginalizados– compuesto en su mayoría por familias no blancas. 

Habría que recordar también el impacto funesto del llamado Período Especial,  en el ámbito familiar, además del grupo de penurias y escasez; el abandono del país de grupos de personas, pero en este caso con el predominio de jóvenes que en su mayoría sentían que no podían satisfacer sus aspiraciones en el país que les vio nacer. A pesar de la gravedad de esos acontecimientos que iban incidiendo en la construcción del consenso nacional, siguió la rima de “mutis por el foro”, pero la procesión seguía por dentro. ¿Para quienes?  Una vez más, familias separadas, no solo emocionalmente sino también políticamente. En el mundo contemporáneo es normal que jóvenes vayan en busca de otras oportunidades, pero ese distanciamiento no es político, es solo afectivo y por tanto es relativamente superable con un pasaje de avión o de un largo viaje por carretera. Pero ese no fue el caso de Cuba, las razones no creo necesario comentarlas ahora. En fecha cercana existió el intento de un dialogo con un grupo de jóvenes artistas, como parte del necesario debate nacional, pero ese ensayo tampoco pudo contribuir plenamente a propiciar una raigal y necesaria apertura, como preámbulo del necesario debate nacional. Ese intento avanzó hasta donde fue posible y mostró de nuevo la falta de preparación para fortalecer el necesario consenso nacional cubano, sin esperar “consejos foráneos”, no siempre bien intencionados.

Omito detalles acerca del análisis de la constitución en el año 2019, donde la intelectualidad cubana no tuvo oportunidad de expresar su aporte teórico. La ausencia de ese segmento de la población empobreció el debate, limitado solo a espacios barriales o laborales, porque desaprovechó la oportunidad de incorporar al documento experiencias culturales y de una producción de conocimiento derivado de las ciencias sociales. Si bien fue un amplio y saludable ejercicio del consenso social, tuvo también limitaciones donde se repitieron, dependiendo de los barrios, esquema mimético del poder popular, donde los comentarios en ocasiones fueron exiguos y breves, resumidos con la clásica pregunta: “los que estén de acuerdo, que levanten la mano, en contra, se abstienen …”

Pero, como suele suceder, los conflictos casi nunca aparecen solos. Así en el barrio de San Isidro, la parte fea y no recuperada de la carismática Habana Vieja, un territorio con  situaciones de desventajas sociales, se convirtió por “azar” y también por mala fe en un síntoma inequívoco de conflictos sociales en construcción.  Paralelamente, a pesar de grandes avances en materia de salud pública, la llegada del covid 19, calificado de pandemia transitó con buenas respuestas hasta que aparecieron otras cepas del virus, haciendo que las respuestas del sistema no pudieran ser tan favorables como anteriormente. La creación de vacunas cubanas, marcó una diferencia notable que ha podido en cierto modo contrarrestar el avance del contagio. 

Pero un nuevo conflicto irrumpió en la cotidianidad de la sociedad cubana donde en medio de una situación de confinamiento y carencias. Las redes sociales, “sueltas y sin vacunar” como dice una frase popular, inaugurarían una etapa desconocida para la población cubana actual en los sucesos del 11 de julio. Fue domingo cuando algunos barrios y ciudades de la Isla se convirtieron en escenarios de manifestaciones de protestas, las que contaron también con un sesgo del proyecto de subversión, que tenía como intención suplantar el orden social. Pero no todas las personas que compartieron esa marcha eran enemigas del proyecto social, lo que mostró la existencia de un consenso social incoherente y confuso ante un acontecimiento nuevo que puso en evidencia, también, un trabajo ideológico deficiente en determinadas áreas de la geografía cubana.

En materia de debates abiertos había una experiencia positiva a propósito del IV Congreso del Partido. Recuerdo una nota del periódico Granma que mencionaba el número de instituciones y personas que formularon sus críticas a determinados temas.  Podría decir que ese análisis colectivo auguraba la oportunidad de continuar las discusiones más allá del evento mismo, porque ahí estaba una oportunidad de encontrar nuevos consensos a diversas cuestiones pendientes de la realidad cubana.  

En esa conjunción de acontecimientos habría que reconocer que el Bloqueo, a pesar de su impacto devastador en la actualidad, no es la única razón de muchos problemas de la nación cubana hoy. Lo que implica también la idea de no culpar otras causas sin el reconocimiento de los errores propios. Hoy, después del 11 de julio, asistimos a un estado de opinión pública con muchas preguntas que deberían ser aclaradas más allá del formato comunicacional habitual de la TV cubana, donde con frecuencia se repiten las mismas ideas, que solo describen los problemas. Haría falta, con urgencia, desde mi modesto punto de vista, incorporar en los espacios mediáticos nuevas argumentaciones ofrecidas por especialistas de las ciencias sociales, donde puedan ser explicados los orígenes de los conflictos con la profundidad requerida y posibles soluciones.  

Entonces una pregunta más: ¿Por qué hace falta un debate nacional?  Para escuchar a los jóvenes, que no vivieron la épica inicial y a los que nacieron ya en los albores del siglo XXI con más dudas aun, como es lógico, quienes necesitan construir su propia narrativa de la historia y la realidad cubana actual. En el debate está un gran desafío pero también una oportunidad  para, de ser posible, recuperar la imprescindible fe en determinados sectores sociales, para seguir luchando por tiempos mejores de prosperidad, para recobrar un clima de la confianza en la nación como la base social y cultural de la cubanidad. 

Esta propuesta de hipótesis, plantea también que es posible que durante el debate se mantenga la confirmación de discrepancias y desacuerdos de determinadas personas o grupos,  pero eso no significa necesariamente que se trate de aptitudes anti-cubanas, enemigas o de mercenarios asalariados. Es importante tener presente que el debate es parte intrínseca  de “la unidad y lucha de contrarios” como base de la dialéctica marxista y al mismo tiempo un derecho inalienable de las personas de pensar diferente.

Reafirmando la pregunta inicial, el debate nacional es necesario para escuchar aquellas voces que representan las raíces de la nacionalidad. Sería oportuno recordar que fue en la sociedad griega, donde proliferó el debate que tuvo su génesis en un propósito político claro, alcanzar consensus, porque ofrece un camino para liberar al pensamiento de aquellas dudas que producen pena, rabia y alejamiento. Como ha demostrado la psicología, liberar las angustias a través de la palabra es parte del proceso de sanación.  Pero sobre todo en el debate está también el medio para encontrar entendimientos en tareas que corresponden en primer lugar a esta sociedad. Un asunto imprescindible para poder vivir en paz, centrados sobre todo en la nación cubana, desde mi punto de vista, amenazada actualmente, inspirados una vez más en la idea martiana de “con todos y para el bien de todos…” 

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* Gisela Arandia Covarrubias es doctora en filosofía, periodista y activista social.