La polémica desatada tras la intervención del diputado Emilio Interián Rodríguez en la Asamblea Nacional del Poder Popular no puede leerse como un simple desacuerdo económico ni como una reyerta ideológica entre “buenos” y “malos” revolucionarios. Lo que está en juego es mucho más serio: la relación real entre poder, verdad y crítica dentro del proyecto político cubano, y las condiciones —objetivas y subjetivas— que hoy limitan su capacidad de reproducirse como Revolución.
Interián no habló desde la abstracción. Habló desde la experiencia productiva, desde la práctica agrícola, desde la contradicción cotidiana entre plan, normas y realidad. Esa localización de la palabra importa. No es lo mismo opinar desde un despacho que desde el surco. Tampoco es lo mismo cuestionar por oportunismo que hacerlo con la autoridad moral que otorgan años de trabajo y resultados concretos. Por eso resulta intelectualmente deshonesto reducir su intervención a una defensa del capitalismo o del pasado prerrevolucionario.
Sin embargo, tampoco basta con reivindicar la “sinceridad” del discurso. El rigor revolucionario exige ir más allá de la anécdota y analizar las causas estructurales que hacen posible tanto su intervención como las reacciones que provocó.
El punto de partida es ineludible: la economía cubana atraviesa una crisis profunda y prolongada, con especial gravedad en la agricultura. Bajos niveles de productividad, desestimulación crónica al productor, distorsiones de precios, ruptura de encadenamientos productivos, tierra ociosa y una empresa estatal que, en muchos casos, no logra cumplir eficazmente su función social.
Nada de eso es resultado del “mercado” ni de las mipymes. Es consecuencia de decisiones políticas acumuladas: hipercentralización, desconfianza histórica hacia la autonomía, burocratización de la planificación y una separación creciente entre quienes deciden y quienes producen. Cuando el Estado fija precios que no cubren costos, cuando penaliza el éxito productivo, cuando impide escalar a quienes demuestran eficiencia, está produciendo su propia ineficiencia.
En ese contexto, que actores no estatales resuelvan problemas concretos no es una victoria ideológica del capitalismo, sino una señal de fracaso del diseño institucional socialista. El problema no es reconocerlo; el problema es no preguntarse por qué ocurre.
Lo más revelador de este episodio no fue el contenido de la intervención, sino el modo en que se respondió. En lugar de discutir datos, estructuras, incentivos o modelos de gestión, el debate se desplazó rápidamente al terreno de la pureza ideológica. Se juzgó la intención antes que el argumento. Se acusó de “burgués” antes de refutar. Se sustituyó el análisis por la sospecha.
Este desplazamiento no es casual. Responde a una cultura política que ha aprendido a gestionar la crisis cerrando filas simbólicas en lugar de abrir debates reales. Cuando el socialismo deja de defenderse con resultados y comienza a protegerse con etiquetas, algo esencial se ha erosionado.
La lealtad revolucionaria no puede medirse por la obediencia discursiva. Esa lógica conduce inevitablemente a la falsa unanimidad: parlamentos que aplauden, informes que maquillan, diagnósticos que no transforman. La historia del socialismo —incluida la cubana— demuestra que ese camino no conduce a la fortaleza, sino al estancamiento.
Defender la Empresa Estatal Socialista como sujeto principal de la economía no significa convertirla en un dogma intocable. Significa exigirle eficiencia, control popular, transparencia y capacidad real de satisfacer necesidades. Cuando la empresa estatal pierde esas cualidades, deja de ser socialista en la práctica, aunque lo sea en el discurso.
El error más grave del debate actual es plantear una oposición mecánica entre propiedad estatal y propiedad privada, sin analizar las relaciones sociales que las atraviesan. La pregunta marxista no es quién administra formalmente, sino quién decide, quién se apropia del excedente, quién controla y para quién se produce.
Si hoy existen procesos de concentración de riqueza, opacidad del capital y reproducción de desigualdades, la responsabilidad no es de quien lo señala, sino de un sistema de regulación que no ha sabido —o no ha querido— establecer límites claros, contrapesos efectivos y control social real.
Hay una verdad que incomoda a muchos: sin crítica interna no hay socialismo posible. La Revolución cubana avanzó cuando fue capaz de cuestionarse, de rectificar errores, de escuchar a su pueblo y de actuar en consecuencia. Retrocedió cuando confundió disciplina con silencio y unidad con uniformidad.
Atacar a quienes dicen lo que piensan desde dentro del proceso, con argumentos y desde la experiencia concreta, no es defensa ideológica: es empobrecimiento político. Es cerrar las válvulas de corrección en un sistema que ya enfrenta presiones externas enormes.
El caso Interián no trata, en última instancia, de leche, mipymes o hectáreas. Trata de si Cuba será capaz de construir un socialismo con pensamiento crítico, participación real y diversidad de criterios, o si se refugiará en un modelo defensivo donde pensar diferente se castiga y repetir se premia.
Una Revolución que no soporta la verdad termina temiéndole a su propio pueblo. Y una Revolución que teme al debate ha empezado a perder la brújula. Decir la verdad no es traición. Callarla, sí puede serlo.
4 comentarios:
EL ASUNTO Y OTROS ASUNTOS
Por Jorge Fuentes
El asunto de la alimentación de la gente y de los "vulnerables" (que son muchos, incluidos los de más altos salarios), hay que resolverlo a como de lugar (incluidos otros asuntos) y no hay que ponerle adjetivo a la solución. La reticencia a incorporar a la economía socialista el sector privado, es una forma del extremismo de izquierda, inadmisible en un país en las condiciones de pobreza del nuestro. Para que el socialismo sea irrevocable, primero tiene que existir. Ya que apelamos a Marx: no sólo se trata de la propiedad privada, sino de la plusvalía. A dónde va a parar la plusvalía. Ese es uno de sus grandes descubrimientos. Los puristas de un socialismo inexistente y de un modelo desaparecido (sin regreso a la manera en que lo conocimos) tienen que dar paso a la existencia de un modelo factible que solucione (mañana mismo) y con garantía en el futuro, el camino hacia el país de trabajadores libres que tanto amamos. Enfocado, en primer lugar, en la realización de una política "de los humildes, para los humildes" y también, sin igualitarismos que nada tienen que ver
con el socialismo y sí con su anulación, para aquellos que con sus esfuerzos y su iniciativa, logren crear empleo y beneficio social. Si el sector privado se enriquece sin control y ese enriquecimiento es superior a lo que aporta es, efectivamente, responsabilidad del esta¹do socialista y no un defecto de su propio desarrollo. Los impuestos (que no inventó el socialismo), deben regular los ingresos y convertirse en importante impulso para el crecimiento de la economía y la solución de los problemas. La comprensión de estos asuntos, implica salir de la presión y también de los absurdos producidos por el bloqueo y una manera de vivir con él y seguir adelante, en medio de una situación económica, axiológica y geopolítica que pone en peligro las conquistas y puede hacer revocable lo mejor de lo que precariamente conservamos. Al mismo tiempo, el éxito de algunas entidades privadas, debe advertirnos de la obsolescencia de nuestras empresas estatales. Crear (para mañana) los procedimientos y darles libertades tan efectivas como la de los privados, bajo el el control de sus trabajadores. Si en algo hay que tener en cuentas a Fidel y al marxismo, es en aquello de: "Tener sentido del momento histórico".
Del fb de Rita del Prado:
Porque las personas de trabajo me resultan confiables,
porque admiro y agradezco a quienes desempeñan la ruda labor del campo,
porque respeto mucho a la gente que corre el riesgo de equivocarse o acertar públicamente, que no le teme a las palabras y no da vueltas para decir sus ideas, donde las tiene que decir,
porque me gusta el sentido común, tanto como me gusta la poesía, con su licencia para el delirio,
porque quien habla de rescatar lo que funcionaba bien antes del 59 en Cuba, no está diciendo automáticamente que hay que retroceder socialmente,
porque las distintas fórmulas de mercado, tipos de propiedad y progreso social pueden tener rendijas cuestionables, en todas partes, pero la que se está aplicando ahora mismo en esta isla, está claro que es un desastre,
porque el retroceso social en realidad ya está ocurriendo hace rato y no es un secreto por nadie,
porque cuando se trata de proponer soluciones para la crisis alimentaria del pueblo, me convencen más los argumentos basados en la experiencia práctica y el conocimiento, que los discursos huecos y sesgados ideológicamente...
Por todas estas razones, el DIPUTADO EMILIO INTERIÁN, médico veterinario, de larga trayectoria en la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños, experto en temas de ganadería, sabio como los campesinos de las fábulas, y tan real como los patriotas concretos que quieren lo mejor para esta tierra ,
A Mí ME REPRESENTA EN EL PARLAMENTO CUBANO.
Ojalá que sea más escuchado, lo mismo que sean más escuchados tantos otros expertos desoidos.
Ojalá sea menos juzgado, y no más convertido en blanco de comparaciones desproporcionadas.
Invito a los detractores de la intervención de este diputado y a los que satanizan al sector privado, que en lugar de arengas exaltadas y ofensas gratuitas a quienes lo apoyan, más bien propongan serenamente, a través del parlamento, y con la misma claridad, soluciones estatales reales que exterminen el absurdo, la ineficiencia, y la desconexión con la vida real, para que el estado conviva en armonía con todos los actores económicos, y tome las riendas de la protección pública, que es lo que le toca hacer, a ver si salimos del pozo algún día.
Rita del Prado
De René RR:
En mi opinión los que le "han caído encima" con sus críticas al diputado Emilio Interian Rodríguez son los que no quieren democracia ni cambios necesarios. R3
René:
Los impunes escalan las alturas
donde fundan capillas, parapetos.
Y en la piel de armaduras
van tatuando amuletos
contra el paso del tiempo que satura
los secretos.
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