Por Antonio Pita, Trinidad Deiros Bronte y Luis De Vega
Tras una semana de tregua, la guerra ha vuelto. Pese a los esfuerzos de última hora de los mediadores, el alto el fuego entre Israel y Hamás ha expirado este viernes a las siete de la mañana (una hora menos en la España peninsular) sin anuncio de ampliación. Poco antes, sonaron las alarmas antiaéreas cerca de Gaza por el lanzamiento de un cohete, interceptado por el escudo antimisiles, según el ejército israelí. Los aviones israelíes han retomado con fuerza los bombardeos, causando, según el Ministerio de Sanidad de la Franja, al menos 178 muertos y alrededor de 600 heridos, tanto en el norte como en el sur de Gaza, en el que se hacinan la gran mayoría de sus habitantes tras el desplazamiento forzoso desde el norte, la parte más castigada. Las milicias palestinas han lanzado medio centenar de proyectiles contra el sur y el centro de Israel.
Las columnas de humo en Gaza son visibles desde la ciudad israelí de Sderot, a solo un kilómetro de la Franja. El ejército de Israel ataca por el aire y con tanques. Además de los F-16 y los helicópteros de combate, vuelan por encima de la zona los drones. Al mismo tiempo, los proyectiles que forman parte del sistema de defensa aérea israelí conocido como Cúpula de Hierro surcan el cielo sobre Sderot para interceptar los misiles que salen de la Franja. Además de reanudar sus ataques, Israel ha prohibido “hasta nuevo aviso” la entrada de toda ayuda humanitaria por el paso de Rafah, ha denunciado este viernes por la tarde la Media Luna Roja Palestina.
Poco después del fin de la tregua, el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, ha emitido un comunicado en el que acusa a “la organización terrorista Hamás-ISIS” de haber incumplido el acuerdo. “No ha cumplido su obligación de liberar a todas las mujeres hoy y ha lanzado cohetes contra los ciudadanos israelíes”, ha asegurado antes de subrayar su “compromiso” con los tres objetivos de la guerra: “liberar a los rehenes, eliminar a Hamás y asegurarse de que Gaza nunca vuelva a suponer una amenaza para los residentes de Israel”.
Hamás rechaza la acusación. Jalil Al Hayya, uno de sus dirigentes, ha asegurado a la cadena Al Jazeera que Israel hizo llegar a los mediadores “una lista de nombres de mujeres que resultaron ser soldadas” y rechazó “debatir la liberación de presos adultos [hombres] por rehenes adultos [hombres]”. Un miembro de su rama política, Ezzat Al Rashq, ha lanzado además un mensaje desafiante en la página web del grupo: “Lo que no logró Israel en los 50 días antes de la tregua no lo logrará continuando su agresión después de la tregua”.
Desde Líbano, el partido-milicia chií Hezbolá ha asumido la responsabilidad de un ataque contra soldados israelíes en solidaridad con Hamás, el primero desde que entró en vigor la tregua que ahora ha expirado en Gaza, el 24 de noviembre. Israel respondió con un ataque de su artillería contra la ciudad de Hula, en el que murieron una madre y su hijo, según Reuters.
Apoyo de EE UU
Pocas horas antes, en la noche del jueves, el secretario de Estado de Estados Unidos, Antony Blinken, había lanzado una advertencia con tintes de reprimenda a su aliado israelí ante la posibilidad de que se rompiera el acuerdo. Mientras los otros dos mediadores, Qatar y Egipto, trataban de arañar dos días más de tregua, el jefe de la diplomacia estadounidense consideró “imprescindible que Israel actúe de acuerdo con las leyes humanitarias internacionales y las leyes de la guerra” y subrayó que “no puede repetirse” en el sur las “perdidas masivas de vidas de civiles” ni el “desplazamiento de la escala” que se produjo en el norte. La parte norte de la Franja ha quedado convertida en escombros y la mayoría de sus 1,1 millones de habitantes —del total de 2,3 millones de todo el territorio— han huido hacia el sur del enclave, siguiendo las órdenes israelíes y ante la intensidad de los bombardeos y posterior invasión.
Blinken ha abandonado este viernes Israel, poniendo fin a su cuarta visita desde que comenzó la guerra. Horas más tarde, el jefe de la diplomacia de Estados Unidos ha culpado a Hamás de la ruptura de la tregua y afirmado que Israel ha tomado medidas “para proteger a los civiles gazatíes en áreas de seguridad”.
Luciano Zaccara, profesor e investigador en el Centro de Estudios del Golfo de la Universidad de Qatar, recalca por WhatsApp desde Doha: “Blinken le pidió a Netanyahu que, antes de reiniciar los ataques, se asegurara de que no iban a matar a tanta gente como antes de la tregua, pero no le dijo en ningún momento que no atacaran Gaza”.
El secretario de Estado, prosigue este experto, le comunicó al primer ministro israelí que la guerra “se tenía que resolver en semanas, no en meses. Pero Netanyahu respondió claramente que él va a tomarse el tiempo que precise para eliminar política y militarmente a Hamás, algo que no se sabe cómo puede llegar a lograr si no es eliminando a prácticamente toda la población de Gaza. Y no parece que, en este sentido, Netanyahu esté dispuesto a negociar nada ni a hacer ninguna concesión. Sobre todo porque Hamás ya no tiene ninguna moneda de cambio. Mientras tenía a tantos rehenes, creo que era posible pensar en que se podía extender esta trueque [por los presos palestinos] y la tregua”.
“Egipto y Qatar siguen diciendo que es posible reanudar la tregua, pero si Estados Unidos no presiona [a Israel], eso no va a suceder. La cuestión, prosigue el profesor, “es que [el presidente Joe] Biden está también bajo presión porque se encuentra en plena campaña. Aunque la opinión pública estadounidense en general es mayoritariamente proisraelí, los votantes demócratas y los jóvenes se inclinan cada vez más a una postura algo más neutral. Biden puede perder votos por este asunto por un lado y por el otro, y no va a actuar en función de los intereses palestinos, sino en función de sus propios intereses políticos”, analiza el experto de la Universidad de Qatar.
Aún quedan en la Franja 137 rehenes
Israel consiguió traer de vuelta el jueves en el séptimo de los canjes a ocho rehenes, mientras que puso en libertad a 30 prisioneros palestinos: 22 menores y ocho mujeres. De esta forma quedan en la Franja en torno a 137 secuestrados, aunque en las últimas horas se anunció la muerte de cinco de ellos, entre los que ―según Hamás― se encuentra Shiri Bibas, de 32 años, madre de Ariel, de cuatro, y Kfir, de 10 meses. Hamás había anunciado el miércoles la muerte de los tres a causa de un bombardeo. Yarden, el marido de Shiri y padre de los niños, permanece con vida en manos de Hamás. Ha aparecido en un vídeo pidiendo a su país que acepte los tres cuerpos que el movimiento fundamentalista quiere entregarle para que sean enterrados en Israel. Las autoridades de este país tratan de verificar si están muertos o no.
Las 24 horas de tregua conseguidas in extremis en la madrugada del jueves no solo sirvieron para llevar a cabo un nuevo canje de rehenes por prisioneros y para que la población de Gaza dispusiera de algo más de tiempo para abastecerse ante la posibilidad de la vuelta de los bombardeos. También para que los equipos negociadores, casi siempre entre bambalinas, empujasen a las partes en conflicto hacia una nueva prórroga, esta vez de dos días, para no tener que negociar de nuevo contra el reloj durante el viernes, jornada festiva para los musulmanes y comienzo al caer el sol del sabbat judío. Este esfuerzo finalmente no dio fruto.
Pese al alivio de la semana transcurrida sin los ataques israelíes en Gaza que ahora se han reanudado, Naciones Unidas ha alertado de que los 2,3 millones de habitantes de la Franja necesitan mucha más atención sanitaria que antes de la guerra, que ha reducido la capacidad hospitalaria del enclave palestino a un tercio de la que tenía, según el director de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Tedros Adhanom Ghebreyesus.
2 comentarios:
Adios, Kissinger
Por Ariel Dorfman
Es extrañamente apropiado que Henry Kissinger haya muerto en el año en que se conmemora el aniversario del golpe militar de 1973 que derrocó al presidente Salvador Allende y puso fin a la fascinante tentativa chilena de crear, por primera vez en la historia, una sociedad socialista sin recurrir a la violencia. Como asesor de Seguridad Nacional de Richard Nixon, Kissinger se opuso ferozmente a Allende y desestabilizó a su Gobierno democráticamente electo, por todos los medios posibles, porque consideraba que, si nuestra revolución pacífica tenía éxito, se vería afectada la hegemonía norteamericana. Temía, dijo, que el ejemplo se extendiera y afectara el equilibrio mundial del poder.
Pero Kissinger no solo fomentó activamente el derrocamiento violento de un líder extranjero elegido por una nación soberana y un pueblo libre, sino que también apoyó posteriormente al régimen homicida del general Augusto Pinochet, una adhesión que no tomó en cuenta que la dictadura violaba masivamente los derechos humanos de sus ciudadanos, cuya manifestación más brutal fue la práctica cruel y aterradora de “desaparecer” a los opositores.
Es en aquellos “desaparecidos” en los que pienso ahora, mientras a Kissinger lo agasajan la desvergonzada élite bipartidista de Washington. Cincuenta años después del golpe de Estado en Chile, todavía no sabemos el paradero final de 1.162 hombres y mujeres, todavía sus cuerpos no han sido velados por sus familiares. El contraste es revelador y significativo: mientras que Kissinger tendrá un funeral memorable, probablemente majestuoso, muchas víctimas de su realpolitik aún no encuentran un pequeño sitio en la tierra donde puedan ser enterradas.
Si mis primeros pensamientos, cuando escuché la noticia de la partida de Kissinger del planeta que despojó y deshonró, se llenaron de las memorias de mis compatriotas chilenos desaparecidos —varios de ellos, queridos amigos—, pronto me vino a la mente un aluvión de otros damnificados: innumerables difuntos, heridos y desaparecidos, en Vietnam y Camboya, en Timor Oriental y Chipre, en Uruguay y Argentina. Y recordé también a los kurdos que Kissinger traicionó, y al régimen del apartheid en Sudáfrica que robusteció, y a los muertos de Bangladés a los que menospreció.
Siempre soñé que llegaría un día en que Kissinger tendría que comparecer ante un tribunal de justicia y responder por sus crímenes contra la humanidad.
Adios, Kissinger... (2 y fin)
Estuvo a punto de suceder. En mayo del 2001, estando alojado en el Hotel Ritz de París, Kissinger fue citado a comparecer ante el juez francés Roger Le Loire para que respondiera a preguntas relativas a cinco ciudadanos galos que “desaparecieron” durante la dictadura de Pinochet. Sin embargo, en vez de aprovechar esa ocasión para limpiar su nombre y reputación, Kissinger huyó inmediatamente de Francia. Y París no fue la única ciudad de la que se fugó en ese año 2001. También escapó de Londres cuando Baltasar Garzón solicitó que la Interpol detuviera al ex secretario de Estado de Estados Unidos para que declarara en el proceso a Pinochet (bajo arresto domiciliario en esa misma ciudad). Tampoco Kissinger se dignó a responder al juez argentino Rodolfo Corral acerca de su participación en la tristemente célebre Operación Cóndor o al juez chileno Juan Guzmán sobre el conocimiento que este “anciano estadista” podría tener sobre el asesinato del ciudadano estadounidense Charles Horman por los secuaces de Pinochet en los días inmediatamente posteriores al golpe (un caso que inspiró la película de Costa Gavras, Missing).
Y, sin embargo, seguí alimentando ese sueño imposible: Kissinger en el banquillo de los acusados, Kissinger rindiendo cuentas por tanto sufrimiento. Un sueño que, inevitablemente, debe desvanecerse con su muerte.
Razón de más para que ese juicio ocurra en el tribunal de la opinión pública, adentro de estas palabras llenas de pena que ahora mismo estoy escribiendo. Los desaparecidos de Chile, los muertos olvidados de todas esas naciones que Kissinger devastó con sus estrategias despiadadas claman por justicia o al menos por ese simulacro de justicia que se llama memoria.
Y por eso, a pesar de cómo se supone que uno debe reaccionar cuando alguien muere, no deseo que Kissinger descanse en paz. Espero, por el contrario, que los fantasmas de esas multitudes a las que dañó irremediablemente perturben su funeral y ronden su futuro. Que ocurra esa perturbación espectral depende, por supuesto, de nosotros, los vivos, depende de la voluntad de la humanidad de escuchar las remotas voces silenciadas de las víctimas de Kissinger en medio del estruendo y el diluvio de alabanzas y elogios, depende de nosotros nunca olvidar.
https://elpais.com/opinion/2023-12-01/adios-kissinger.html
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