lunes, 8 de mayo de 2023

Utopías

Por Santiago Alba Rico

Como sabemos, una de las batallas fundamentales de los trabajadores bajo el capitalismo ha sido siempre la de la reducción de la jornada laboral. Establecida en Inglaterra hace un siglo en ocho horas, la Europa más progresista, con más o menos resistencias, quiere acortarla ahora a treinta y dos horas semanales, y ello a partir de la convicción, bastante realista, de que la mayor parte de los ciudadanos no disfrutan de su actividad laboral y de que, frente a ella, la verdadera ciudadanía se construye en el tiempo libre. Ahora bien, si la reducción de la jornada laboral es importante, no debemos olvidar que el capitalismo, sobre todo a partir de los años 50 del siglo XX, ha pasado a explotar económicamente, y de manera sofisticada y obsesiva, el tiempo de ocio. Esa ha sido la verdadera revolución (que a veces llamamos neoliberalismo) producida en nuestras vidas en las últimas décadas. De manera que, incluso liberados o aliviados del trabajo, una pregunta acuciante permanecería: ¿qué hacemos con nuestro tiempo libre? ¿No deberíamos cuestionar, junto a la explotación laboral, también las condiciones colectivas, tecnológicas, de nuestro ocio? En 1958, cuando aún no existía internet, Hannah Arendt criticaba en La condición humana el optimismo "griego" de Marx, quien habría confiado en el carácter emancipatorio del tiempo libre, olvidando -dice la filósofa alemana- que "el tiempo de ocio del animal laborans siempre se gasta en el consumo y que, cuando más tiempo le queda libre, más ávidos y vehementes son sus apetitos".

Hannah Arendt vivía los albores de una transformación decisiva que, casi setenta años después, tras sucesivas revoluciones tecnológicas, parece revelarse cada vez más totalitaria. Las nuevas tecnologías, quiero decir, han introducido al menos dos efectos nuevos en nuestro horizonte existencial. Por un lado han borrado la frontera entre tiempo y trabajo. Por otro, han proletarizado el ocio, según la conocida expresión de Bernard Stiegler, sincronizando de forma industrial los placeres del animal laborans. Así que la lucha antropológica contra el capitalismo tiene ahora tres frentes: uno, la reducción de la jornada laboral, otro la recomposición de la frontera trabajo/ocio y otro, por último y no menos importante, la desproletarización del ocio.

Junto a la diferencia entre el tiempo laboral y el tiempo de ocio, me gustaría mencionar otra de la que me he ocupado a menudo: me refiero a la que opone la fantasía a la imaginación. La fantasía no tiene límites o fantasea con la ausencia de límites mientras que la imaginación trabaja -es, sí, un trabajo- representándose pasajes horizontales de una cosa a otra cosa, de una existencia particular a otra existencia particular. La fantasía vuela sin alas; la imaginación construye en el suelo un pequeño aeroplano de madera. En términos subjetivos, privados, la fantasía es legítima y a veces necesaria. En términos políticos, no. El capitalismo, por ejemplo, es una gran fantasía que se representa a sí misma creciendo sin chocar jamás con nada, en un espacio vacío en el que cada criatura, cada cuerpo, cada montaña, es solo un medio para ir más lejos. Frente a la fantasía necesitamos, pues, la imaginación, que opera en cambio (trabajosamente, insisto) a partir de límites, rugosidades y confines, tropezando desde el cuerpo en otros cuerpos que, porque tropieza con ellos, no puede sencillamente ignorar.

El capitalismo (y no digamos el libertarismo neoliberal) es, lo he dicho, muy fantasioso. ¿Y la izquierda? La izquierda ha sido a veces imaginativa y a veces fantasiosa. Existen, por así decirlo, utopías de la fantasía y utopías de la imaginación. Una utopía de la fantasía es la Unidad; otra, muy bien denunciada por Castoriadis en 1960, es la de la Transparencia; la utopía -escribe el filósofo griego- de "una sociedad transparente a sí misma en la que los deseos de todos se satisfarían espontáneamente o en la que, para satisfacerlos, bastaría un diálogo alado jamás contaminado por el simbolismo". Y añade: "una sociedad que descubriría, formularía y realizaría la propia voluntad colectiva sin pasar a través de las instituciones o una sociedad cuyas instituciones nunca tendrían nada de problemático". Se trata de una advertencia a la que se ha solido hacer poco caso. La traslación de la utopía de la transparencia al ámbito laboral, por otro lado, sería la de la abolición del trabajo, incluido el de la imaginación y sus meandros. La transparencia, zanjemos, no puede ser; no debemos ni siquiera desearla. El cuerpo es oscuro, el lenguaje es oscuro, la naturaleza es oscura, los objetos exosomáticos introducidos en el mundo por los humanos (máquinas y herramientas) son oscuros. En el mejor de los mundos posibles, en el más sencillo de los mundos posibles, la relación entre todas estas instancias mantendrá un resto de opacidad que será irremediable y hasta bueno conservar. Toda dictadura, decía el ensayista italiano Alberto Savinio, es una forma de idealismo o, enunciado en mis propios términos, una utopía de la fantasía, pues los dictadores tratan el mundo como debería ser y no como realmente es: por eso el estalinismo fue también -y de ahí sus espantosos costes humanos y mentales- una fantasía devastadora.

Pues bien, una señal de la crisis actual (de la ausencia de futuro descrita por Fischer) es la de que, allí donde el capitalismo altamente tecnologizado ha borrado la frontera entre trabajo y ocio y ha proletarizado además el tiempo de ocio, nuestra imaginación sigue circunscrita al ámbito "antiguo" del trabajo, de manera que podemos imaginar y reclamar y conquistar (¡felizmente!) una semana laboral reducida, mientras que el nuevo ámbito del ocio proletarizado, encadenado a las nuevas tecnologías, es pasto de la fantasía, cuyo despotismo sin límites nos impide imaginar un uso verdaderamente libre del tiempo libre. Ha sido y sigue siendo muy dura la batalla por los derechos laborales; pero es más fácil luchar contra un patrón que nos hace sufrir a todos juntos que contra un ocio proletarizado que nos hace gozar por separado. Es siempre más fácil, sí, huir del dolor que del placer; rebelarse contra la miseria económica que contra la miseria simbólica y vital. En un libro reciente, el sociólogo estadounidense Johann Hari describe de un modo inquietante y vivaz los efectos devastadores del ocio proletarizado sobre la atención y, más allá, sobre la inteligencia misma: expone cruelmente lo que significa para nuestra consistencia ética y antropológica cambiar de tarea mental cada sesenta y cinco segundos, pasar trece horas al día delante de una pantalla o leer en diagonal noticias que desaparecen del mundo en menos de once horas. El libro es narrativamente apasionante, informativamente escalofriante y, si se quiere, maravillosamente yanqui, en el sentido de que no inhibe su ingenuidad a la hora de movilizar la esperanza de los lectores. Hari insiste en que las victorias históricas, no completas pero decisivas, contra el machismo y la homofobia nos permiten imaginar y anticipar una lucha colectiva no menos exitosa en favor de la atención secuestrada por el capitalismo. Me gusta mucho ser sacudido en mi placentero pesimismo por precedentes luminosos y, desde luego, habrá que dar la batalla, con independencia del resultado. Solo amortiguaría un poco el entusiasmo del lector (que es el mío propio) recordando la diferencia que existe entre una estructura de poder que mata, excluye, reprime y humilla y otra que nos divierte y nos distrae: la fuerza del capitalismo, lo he dicho otras veces, no reside en su capacidad infinita de hacer daño sino en su capacidad infinita de producir placer, en sus horas libres, a los mismos que maltrata en sus horas de trabajo.

Resumiendo: en la segunda década del siglo XXI, en pleno cambio climático y plena desdemocratización, las utopías de nuestra imaginación son cada vez más modestas (más socialdemócratas) mientras que nuestra fantasía solo produce distopías. Nos movemos, pues, entre la "socialdemocracia de guerra", en acertada expresión de Xan López, y la fantasía de la catástrofe. El reto, en definitiva, es el de frenar la fantasía tecnológica colectiva y extender la imaginación, más allá del necesario reformismo económico-social, a la construcción de un ocio nuevo. Un reto enorme, pues ese ocio nuevo es paradójicamente la condición misma para el ejercicio de la imaginación cuyo espacio ha sido enteramente ocupado por la fantasía.

¿Enteramente? No. Ninguna fantasía es capaz de acabar con la opacidad de los cuerpos, que siguen amando, reproduciéndose, muriendo en otro lado; que están siempre en riesgo de recaer, sí, en los trabajos de la imaginación, para los que debemos reivindicar jornadas cada vez más largas y recompensas humanas cada vez más altas.

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https://blogs.publico.es/dominiopublico/52373/utopias/#md=modulo-portada-fila-de-modulos:4x15-t1;mm=mobile-big

6 comentarios:

silvio dijo...

OMS declara fin de la emergencia sanitaria mundial por COVID-19
Tedros Adhanom Ghebreyesus, director general de la Organización Mundial de Salud (OMS), alertó que esto no significa que la COVID-19 haya terminado como una amenaza para la salud mundial

silvio dijo...

Esteban Mercatante: Kohei Saito y la crítica ecológica de Karl Marx

silvio dijo...

Roberto Chile: poesía en imágenes y palabras
Por Marilyn Bobes

Pocos libros tan bellos como Donde anida la poesía (Ediciones Bachiller) en el que el notable fotógrafo y realizador audiovisual Roberto Chile ha convocado a 20 poetas cubanos para maridar imagen y palabra con un resultado al que solo puede calificarse de sugerente y estremecedor.

Con prólogo del poeta y ensayista Rafael Acosta de Arriba, este volumen nos muestra a un Chile un poco diferente, que enfatiza en lo experimental y nos ofrece una cosmovisión marcada por la originalidad y lo inusitado, haciendo de sus fotografías un arte poético que luego los escritores convocados interpretan con lenguaje dialógico; en lo que lo visual se complementa y se amplifica.

Esta muestra de trabajo interdisciplinario posee una sobresaliente dosis de aliento lírico que nos transporta a una suerte de otredad, en la que abundan instantes emotivos y sorprendentes.

Roberto Chile, quien también se nos muestra aquí, en un texto inicial como un excelente cultor de la poesía escrita, prioriza con sus fotos todo un mundo caracterizado por lo subjetivo, pero nunca en detrimento de lo que ha sido un leitmotiv de su obra: una peculiar mirada testimonial.

Voces como las de Miguel Barnet, Nancy Morejón, Waldo Leyva, Víctor Fowler, Basilia Papastamatiu y Alexis Díaz Pimienta, entre otros reconocidos poetas nuestros, y otras menos conocidas, pero también excelentes poetas, de diversas generaciones y estilos, realizan una interpretación libérrima de las imágenes que Chile les presenta.

Donde anida la poesía es una muestra de empeño colectivo a la que Roberto Chile nos convoca y que nos ha seducido por la fuerza de la obra que cada uno de los poetas coronó desde su propio estilo con absoluta libertad.

Los poemas no son meras ilustraciones de las imágenes y esto les otorga un valor añadido que sobrepasa cualquier atisbo de sometimiento del receptor a su propia lectura de estas fotos polisémicas en las que se respira identidad y transgresión, siempre desde una postura de amor a Cuba y a su gente, y desde una perspectiva de infinito amor.

Las reproducciones que contiene este libro son de inmejorable calidad, de manera que quienes no tuvieron la oportunidad de asistir a la exposición, en la cual se mostraron los originales, podrán disfrutar ahora de imágenes signadas por la fidelidad y la limpieza.

Esta vez Roberto Chile nos sorprende de nuevo y nos deja entrar en el misterioso mundo de su creación y en el de otros, todos comprometidos con el afán de descubrir la poesía más allá de sus contextos habituales, donde verdaderamente anida.

https://www.granma.cu/cultura/2023-05-08/roberto-chile-poesia-en-imagenes-y-palabras-08-05-2023-20-05-28

silvio dijo...

AP: Barbara Kingsolver y Hernán Díaz ganan Premio Pulitzer

Nueva York. Dos novelas con conciencia de clase ganaron el lunes el Premio Pulitzer de ficción: Demon Copperhead, la versión moderna de Barbara Kingsolver al clásico de Dickens David Copperfield, y Trust (Fortuna) del argentino Hernán Díaz, una narración innovadora sobre la riqueza y el engaño ambientada en Nueva York en la década de 1920.

Díaz (Buenos Aires, 1973) es un escritor y profesor afincado en Nueva York. Trust es su segunda novela tras In the Distance (A lo lejos) de 2017 la cual fue finalista de los Pulitzer.

G-Man de Beverly Gage, un aclamado libro sobre el líder del FBI J. Edgar Hoover, recibió el Pulitzer de biografía. His Name Is George Floyd: One Man’s Life and the Struggle for Racial Justice (su nombre es George Floyd: la vida de un hombre y la lucha por la justicia racial), de Robert Samuels y Toluse Olorunnipa, ganó el premio general de no ficción.

La obra de la dramaturga de origen iraní Sanaz Toossi English ganó en la categoría de drama y Freedom’s Dominion: A Saga of White Resistance to Federal Power de Jefferson Cowie fue galardonada en historia.

Los directivos del Pulitzer elogiaron a English como “una obra de teatro silenciosamente poderosa sobre cuatro adultos iraníes que se preparan para un examen de inglés en una escuela cerca de Teherán, donde las separaciones familiares y las restricciones de viaje los impulsan a aprender un nuevo idioma que puede alterar sus identidades y también representan una nueva vida”.

Los finalistas incluyeron a On Sugarland, de Aleshea Harris, “un drama ambicioso inspirado en Sófocles sobre una comunidad moldeada por el trauma de una guerra sin nombre” y The Far Country, de Lloyd Suh, “un relato sobre inmigrantes que viajaron desde China a San Francisco y sufrieron en las sombras de un mundo nuevo y extraño”.

“English”, una obra de un acto, se estrenó en el circuito off-Broadway en Atlantic Theatre Company. Toossi nació en el condado de Orange, California. Se graduó con una maestría de la Universidad de Nueva York. Sus obras anteriores incluyen Wish You Were Here.

El Pulitzer de memorias o autobiografía fue para la historia sobre el paso a la edad adulta de Hua Hsu, Stay True. Uno de los poetas más respetados del país, Carl Phillips, ganó el premio de poesía por Then the War: And Selected Poems, 2007-2020.

La ópera Omar, de Rhiannon Giddens y Michael Abels, ganó el Pulitzer de música.

https://www.jornada.com.mx/notas/2023/05/08/cultura/barbara-kingsolver-y-hernan-diaz-ganan-premio-pulitzer/?from=homeonline&block=cultura&opt=articlelink

silvio dijo...

De Patricia Modarelli:

Felicidades x los 13 años de la querida Segunda Cita! Feliz curiosidad y capacidad de asombro, Silvio! cuídalas Silvio!

Un abrazo enorme y un beso, querido amigo
Patricia

silvio dijo...

De Arlen Jahoska Cuadra Núñez:

Querido Silvio. Desde que el reloj marcó el día 9 de mayo sentí que "había algo", ya sabés, esa sensación de cuando un recuerdo está atrapado pero sabés que está allí.

Me alegró Mimí quién justo hace un rato se percató del hecho de nuestra pequeña historia de Amor segundacitero

Felicidades en nuestro Aniversario, querido Amigo.
Es mucho lo vivido, mucho lo soñado, mucho lo compartido, albergado en memoria y corazón.

Con los APAPACHOS de siempre, me despido en modo celebración y recordando cada hermoso momento vivido entre tod@s.

Feliz cumpleaños segundacitero.

Arlen

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