Crónica de una mesa redonda, sin redondear ideas…

Por Gisela Arandia Covarrubias

Las personas seleccionadas para hablar al día siguiente de la puesta en el canal Cubavisión de la Televisión Cubana como un gesto político muy positivo al presentar el documental CANCIÓN DE BARRIO, filmado en los años 2010-2012, una realidad que lamentablemente mantiene vigencia en la actualidad. El filme, dirigido por Alejandro Ramírez Anderson, recoge aproximadamente los primeros treinta conciertos del trovador Silvio Rodríguez, quien por cierto recibió el premio comunitario del presente año.  La propuesta de la Mesa Redonda trasmitida el martes 12 de octubre incurrió, según mi punto de vista, en varios errores de quienes asistieron como panelistas, a pesar de la buena intensión de Randy Alonso de dar un giro al tono de las personas invitadas, al preguntar ¿Por qué no se hizo antes?  

Para quienes debían al menos intentar explicar la búsqueda de soluciones a los problemas mostrados el día antes en el filme, no como un fenómeno de ficción sino como una realidad de la sociedad cubana actual, no pudieron satisfacer las expectativas. Sucedió que para quienes estábamos mirando el programa, los comentaristas pasaron por alto que los funcionarios, como servidores del pueblo, debían haber mostrado algo de humildad, compasión o al menos solidaridad con aquellas voces que explicaron de modo directo sus problemáticas desde un contexto cuidadoso sin ofender a nadie. 

Sin embargo, las explicaciones obviaron el impacto del documental y se colocaron más bien en un tono administrativo impúdico pero sobre todo justificativo, donde faltó la sensibilidad humanista para dar fortaleza a un enfoque donde quedó oculta las implicaciones del trauma social provocado el pasado el 11 de Julio. Donde tampoco fueron comentadas las desigualdades sociales expuestas en el documental, en un momento en que las autoridades buscan encontrarle solución a estos añejos problemas. En ese sentido faltó además un acercamiento para compartir esa realidad con quienes padecen esas carencias.  

Convendría tal vez estudiar sobre todo a quienes hablan en los medios de comunicación,  el vacío que deja en un pueblo cualquiera –en este caso el cubano- la pérdida del líder carismático.  El compañero Raúl Castro cuando tuvo que ocupar el espacio de Fidel, además su hermano querido, tuvo a bien aclarar que la ausencia de un personaje como Fidel Castro deja un vacío profundo que no es sustituible. Sin embargo, sabemos que la vida sigue, por lo cual la continuidad debe tener en consideración sobre todo los aspectos emocionales de una tradición como la dejada por  Fidel, una personalidad que dominó en gran escala la trasmisión de aquellas emociones y sentimientos que contribuyen a sembrar al unísono, las ideas políticas. 

El sentido carismático de Fidel Castro es uno de esos “delitos” que Estados Unidos NO perdona, porque él demostró incluso en el propio corazón neoyorkino de los Estados Unidos como lo que diríamos en el término cubano “convertir el revés en victoria”. 

Su presencia en el Hotel Teresa del barrio de Harlem, o su inmediata llegada a lo que fue nombrado el “Maleconazo” del 1994, por solo citar algunos momentos claves. Una acción que venía de una tradición independentista cuando Antonio Maceo dijo a Martínez Campos: no hay acuerdo, un hecho histórico conocido como la protesta de Baraguá. No es pedirle a nadie que sustituya a Fidel, porque sabemos, eso es imposible, pero es importante que en el diálogo de continuidad no falte la visión cultural, de esas expresiones que hablan sobre todo de sentimientos, más que de tareas. 

Ahora bien, el tono frio, hierático, no caribeño, no cubano de quienes formaron parte del panel supuestamente para completar la necesaria explicación que produjo en el pueblo el filme “Canción de Barrio”, los panelistas debieron abandonar el tono administrativo y situarse en una posición más social, diría humanista, no tecnicista.  Incluso hubiera sido adecuado pedir disculpas aunque por causas ajenas a su voluntad, en la postergación del tema de las desigualdades sociales, un asunto que era prácticamente decisivo en esa mesa redonda y que simplemente fue ignorado.  Las comparecencias mostraron un vacío cultural que dejó un malestar en quienes veíamos esa mesa redonda, un enfoque que sin proponérselo,  por el alejamiento a esa realidad, puso en tela de juicio la credibilidad de las propuestas… Algo peligroso porque es ahí justamente donde radica la esencia de la fortaleza de la revolución, dígase la nación cubana, hoy más amenazada que nunca antes.

La colocación del tornado no fue una idea feliz, porque puso al descubierto un menosprecio de la sensibilidad popular. No porque las acciones del tornado no fueran importantes, sino porque desconoció la aguda percepción de la cubanía. La evasión a realizar un análisis integral dejó un vacío inexplicable, donde necesariamente deberían estar presentes los sentimientos de quienes hablaban de la búsqueda de soluciones a las carencias sociales, un tema que había tenido como preámbulo del día anterior las desigualdades sociales, por cierto, un conflicto de larga data. 

Como protagonista del Proyecto Comunitario La California, recuerdo que en el año 1995, según información del municipio de Centro Habana, existían por esa época unas 1,400 ciudadelas en mal estado. En el libro “Los horrores del solar habanero” de Juan M. Chailloux, reeditado en el año 2005 ya se hablaba de la crisis de la vivienda en los años 1940´s del siglo pasado. Pues bien, no se trata de tirarle los perros a nadie, es conocida una historia heredada de la época colonial y el impacto de la esclavitud africana que, por cierto, tiene una connotación geopolítica en su fundamentación como legado del sistema capitalista. 

De lo que se trata en este acercamiento al programa de la Mesa Redonda es la ausencia de un enfoque que mostrara los rasgos de esa solidaridad donde la cubanidad brota casi natural. Un espacio televisivo que hubiera merecido un agradecimiento a esas poblaciones que hablaron con sinceridad de sus problemas, como protagonistas de un documental, que sin ofender a nadie y sin abandonar a la revolución explicaron desde el corazón sus dificultades y dolores. 

Porque abordar las desigualdades sociales demandaba al mismo tiempo aprovechar la oportunidad para acercarse a esas comunidades y hablarles además de sus identidades, porque no por casualidad la mayoría de quienes sufren esas carencias son personas de origen africano. Una pregunta tal vez capciosa es qué pasó con la Batalla de Ideas, donde las desigualdades sociales ocuparon una prioridad, pero en un momento dado y al parecer una de las deficiencias ha sido que los proyectos comienzan, pero en ocasiones sus ejecuciones quedan inconclusas.

Reitero la pregunta de Randy al panel: ¿Por qué no se hicieron antes estas acciones? El tema de las discriminaciones ya había sido mencionado en su relación con las desigualdades en lo referente a lo que se conoce como “el color de la piel”. Recuerdo que en la propuesta de la Batalla de Ideas ya estaba incluido también el papel de las identidades como artífices esenciales para incidir en la búsqueda transformadora de esas, las comunidades, dando prioridad a la Educación, a la Municipalización de la Universidad, como un camino de inclusión para quienes no pudieron acceder a la educación superior. Los comentarios más recientes acerca de las urgencias de la vida en comunidades con desigualdades, en particular en la ciudad de la Habana, compensan los vacíos conceptuales de aquel programa. Concluyo al estilo de un dramatizado con un final abierto: ¿Qué pasó entonces? …