Por Liena María Nieves
«Si continúo comprando dólares, ahorita Biden me da la ciudadanía americana». Martes 18 de mayo, en Facebook. El post generó más de 520 reacciones. Comentarios resentidos, sarcásticos, amargos o preocupados; a algunos les divirtió la «ocurrencia», otros hablaron de la boca negra de la inequidad social —apenas disimulable, como los moretones en un ojo, que se le ocultan al espejo bajo cinco capas de maquillaje pero que, no obstante, continúan doliendo—, y unos pocos, agobiados, dejaron colar su frustración en un espacio donde la empatía es más falaz que Judas.
Veinticuatro horas antes, al amanecer del lunes 17, cientos y cientos de personas habían ocupado varias cuadras de las calles Martí, Villuendas y Juan Bruno Zayas. ¿La misión?, acceder a Variedades Siboney, el establecimiento más amplio del boulevard santaclareño, reabierto hacía unos pocos días para ¡también! comercializar en MLC. Lo del escaneo previo del carné de identidad —una medida implementada por las fuerzas del orden para intentar acortarles la correa a los revendedores—, le dio cierta seguridad a quienes, simplemente, querían comprar productos para el consumo familiar. Error.
Fue un secreto a gritos que la lista ya había sido organizada, ¡desde el fin de semana!, por la red subterránea de siempre: los omnipresentes de la cabeza de la fila, «padres» de los combos que se proponían en las redes sociales a la media hora de abrir la tienda, y esperanza de los impacientes con bolsillo generoso, dispuestos a abonar 500 pesos por alguno de los primeros 30 números. ¿El control?, solo en teoría y, desafortunadamente, incapaz de trascender más allá de las buenas intenciones .
¿Qué queda entonces para los que no pueden dedicar las noches a aguardar hasta la mañana, en una acera u ocultos tras un poste, con tal de ser el uno en la entrada de la tienda? ¿Qué dejarían las hordas para el cliente 460, que debía comprar el viernes? ¿Y los que dependen únicamente de un salario o una jubilación, y tienen que dividir sus ingresos entre 60, 62, 65, porque nunca se sabe cuál será la tasa informal de cambio? O sea, ¿qué podemos esperar los que no lucramos con la necesidad generalizada?
La apertura de los establecimientos que venden en MLC coincidió con los que, pensábamos, serían los peores meses de la crisis sanitaria y económica, por lo que demonizar el dólar como el causante de una profunda brecha en la capacidad adquisitiva de la población, resultó una suerte de grito de Munch con el que muchos exteriorizaron sus ansiedades. Sin embargo, miles de familias cubanas se han beneficiado durante décadas con el auxilio monetario proporcionado por hijos, padres, hermanos y amigos residentes fuera de la isla, sobre todo, en los Estados Unidos, el país en el que vive más del 90% de los emisores de remesas hacia Cuba, ya sea por vías formales o no. Según los informes anuales del Banco Mundial y de varias consultoras privadas, entre el 2012 y el 2018 el monto en efectivo expedido se mantuvo en un rango ascendente que, al cierre del 2019 —incluyendo mercancías y cash— casi se había triplicado. De hecho, estas ayudas traspasaron el marco de lo estrictamente parental y se constituyeron como la principal fuente de financiamiento de varias de las más de 2000 actividades del trabajo por cuenta propia aprobadas por el Estado cubano.
Es decir, que el dólar (o su valor al cambio en CUC o CUP) ha campeado entre el Cabo de San Antonio y la Punta de Maisí desde hace mucho tiempo, solo que la economía nacional andaba como mula de seis patas con dos caminos a escoger. Hoy, ya Cuba unificó su moneda, pero entre los gastos e inversiones de toda índole generados por el azote de la pandemia, el cierre casi absoluto de las operaciones turísticas con el mercado foráneo, el colapso productivo, más las restricciones del gobierno de Trump, quien antes de que lo sacaran de la Casa Blanca con un puntapié histórico «amordazó» a la Western Union y dejó en apenas un goteo los vuelos comerciales regulares y chárters —de más de 12 980 operaciones en el 2019 a poco menos de 3000 en 2020—, la liquidez de divisas anda sedienta.
Lo sé, estas no son explicaciones de sobremesa para contentar el ambiente. No todos lo pueden entender, pero es la verdad. Agraviados, muchos hemos accedido a re-re-recomprar las mercancías que únicamente en una de esas tiendas se podrían encontrar. Un gel de baño para un niño con psoriasis no resulta un gasto superfluo, como tampoco lo son los culeros desechables para un anciano senil, la gelatina por la que clama un paciente bajo los efectos de la quimioterapia, el aseo, o una confitura para regalarle a un pequeño que cumple años. Es una cuestión de dignidad.
Y hablando de esos temas, tampoco la moneda nacional en que se nos paga podría tirar la primera piedra. Al ver, a mediados de la pasada semana, la tablilla de productos y precios de la carnicería del mercado La Pelota, en el Sandino de Santa Clara, hice mis cuentas y comprobé que entre un kilogramo de masa para hamburguesa de cerdo (390 pesos), la misma cantidad de chuleta de lomo ahumado (455 pesos) y poco más de dos libras de picadillo mixto condimentado (298 pesos), la abuela jubilada de un amiguito de mi hijo, único sostén económico en una casa con dos menores, dejaría sobre el mostrador el 75% de su pensión mensual. Lo restante tendría que distribuirlo entre el pago de la cuota, la electricidad y el servicio de acueducto. La pandemia, dice, la ha librado al menos de las meriendas diarias para la escuela. «Hija, del lobo, un pelo».
La vida, caray. Fácil, fácil, nunca la hemos tenido, pero ese refrán de los pescadores y el río revuelto se ha hiperbolizado hasta límites insoportables, llegando, incluso, a marginar a demasiados de nuestros conciudadanos. Desde mediados de abril, en la vox populi se ha mantenido el tema del módulo de canastilla que se vendió en la tienda La Muralla, de la cadena Caribe, para las santaclareñas que cumplieron las 26 semanas de embarazo o que dieron a luz después de enero. En las redes sociales, el asunto tuvo sus momentos pico, de furor, estabilidad y depresión. Yo misma llamé a la Oficoda, mientras preparaba este trabajo, con el objetivo de acudir a la fuente primaria de información y evitar así el «trapicheo» de rumores. «Sí, es verdad, preséntate en la tienda con tu tarjeta de embarazada, pero apúrate, que lo “bueno” está volando».
Volando, sí, alto, altísimo, en grupos de venta en Facebook, Whatsapp y Telegram, bajo perfiles falsos y también con nombres reales. El módulo completo costaba cerca de 7000 pesos, aunque las mujeres podían elegir qué productos adquirir y cuáles no, en dependencia de sus posibilidades y necesidades reales.
Sin embargo, lo que se suponía fuera un beneficio largamente demandado por las gestantes temerosas a enfermar con la COVID-19 en alguna de las colas interminables que suelen acompañar las ventas de cualquier artículo de canastilla —desde enero y hasta el 26 de mayo, se contabilizaban en el país más de 1000 embarazadas positivas al coronavirus, de las cuales tres fallecieron y decenas fueron reportadas de graves—, degeneró, una vez más, en oportunidad para engordar la inflación. Aparecieron las propuestas de revendedoras dispuestas a pagar ¡10 000 pesos! por el derecho de compra, a las que se unieron muchas de las propias beneficiarias que, sin pizca de consideración o solidaridad hacia las demás mujeres que quedaron fuera de la distribución del módulo, lo revendieron, pieza a pieza, a cuatro o cinco veces su valor original. Coches en 14 000 pesos, bañaderas en 2500, tres pomos en 600, baberos en 125 cada uno… Como lobos, despedazándonos.
No me resigno a la idea de que nos hayamos dejado envilecer hasta el punto de pisotear lo sagrado, ni creo que hagan falta 100 comisiones estatales para, primero, percatarse de lo que está mal y, luego, reunirse, pensar y después generar transformaciones.
Quisiera ver el día en que la abundancia, como receta divina y mil veces preconizada, nos cure la miseria del corazón, aunque sospecho que ese es el tipo de hambre más difícil de saciar.
«Venceremos en la medida en que el horizonte de cuanto hagamos siempre sea la mayor felicidad posible de las cubanas y los cubanos»: lo dijo un hombre que sueña, en el nombre de Cuba, y con los pies en la tierra.
213 comentarios:
«El más antiguo ‹Más antiguo 201 – 213 de 213Coincido con Giordan, Patricia y otros en que los partes médicos de Alcántara "no cierran". Son descriptivos fin ser precisos y facilitan hacer conjeturas, no coherencia en el curso de la historia.
Deja abierta la posibilidad de que necesito y fue tratado de otras cosas que por ética médica son privadas, tal vez desintoxicación u otra cosa. En cualquier caso creo se perdió más que lo que se ganó con la forma que esto se trató.
Patricia te entiendo, tenemos igual entrenamiento mental,
COVID imparable: El parte de hoy reportó al cierre de jornada 715 personas contagiadas y 22 fallecidas en la provincia del Neuquén. El Hospital Regional tuvo al menos 3 niños con COVID intubados; disponibilidad de camas en la unidad de terapia intensiva en todo el sistema sanitario al 100% y contando en listas de espera.
NEUQUÉN
El peor mes: mayo dejó el 19 % de las muertes por COVID en Neuquén
En los últimos 31 días se registraron 299 fallecimientos. También tuvo la mayor cantidad de contagios registrados en lo que va de la pandemia.
https://www.lmneuquen.com/el-peor-mes-mayo-dejo-el-19-las-muertes-covid-neuquen-n802414
Un día como hoy nació el colosal Walt Whitman a quien Martí admiró profundamente de lo que dejó constancia en el siguiente artículo de La Nación: https://www.google.com/url?sa=t&source=web&rct=j&url=http://www.josemarti.cu/wp-content/uploads/2014/06/El_poeta_Walt_Whitman.pdf&ved=2ahUKEwiZm9rMtvXwAhVymuAKHe3eDs8QFjAiegQIQRAC&usg=AOvVaw2A6MLzu1xfviujiECZQjRd
Y destaco cuando Martí dice:
"La libertad es la religión definitiva. Y la poesía de la libertad el culto nuevo. Ella aquieta y hermosea lo presente, deduce e ilumina lo futuro, y explica el propósito inefable y seductora bondad del universo. Oíd lo que canta este pueblo trabajador y satisfecho, oíd a Walt Whitman. El ejercicio de sí lo encumbra a la majestad, la tolerancia a la justicia, y el orden a la dicha. El que vive en un credo autocrático es lo mismo que una ostra en su concha, que sólo ve la prisión que la encierra y cree en la oscuridad, que aquello es el mundo: la libertad pone alas a la ostra. Y lo que oído en lo interior de la concha parecía portentosa contienda, resulta a la luz del aire ser el natural movimiento de la savia en el pulso enérgico del mundo. El mundo para Walt Whitman, fue siempre como es hoy. Basta con que una cosa sea para que haya debido ser, y cuando ya no deba ser, no será. Lo que ya no es, lo que no se ve, se prueba por lo que es y se está viendo; porque todo está en todo, y lo uno explica lo otro, y cuando lo que es ahora no sea, se probará a su vez por lo que esté siendo entonces. Lo infinitésimo colabora para lo infinito, y todo está en su puesto, la tortuga, el buey, los pájaros, "propósitos alados". Tanta fortuna es morir como nacer, porque los muertos están vivos: "¡nadie puede decir lo tranquilo que está él sobre Dios y la muerte!". Se ríe de lo que llaman disolución, y conoce la amplitud del tiempo: él acepta absolutamente el tiempo. En su persona se contiene todo: todo él está en todo: donde uno se degrada, él se degrada: él es la marea, el flujo y reflujo: ¿cómo no ha de tener orgullo en sí, si se siente parte viva e inteligente de la naturaleza? ¿Qué le importa a él volver al seno de donde partió, y convertirse, al amor de la tierra húmeda, en vegetal útil, en flor bella? Nutrirá a los hombres, después de haberlos amado. Su deber es crear: el átomo que crea es de esencia divina: el acto en que se crea es exquisito y sagrado. Convencido de la identidad del universo, entona el Canto de mí mismo. De todo teje el canto de sí:�de los credos que contienden y pasan, del hombre que procrea y labora, de los animales que le ayudan, ¡ah! de los animales, entre quienes "ninguno se arrodilla ante otro, ni es superior al otro, ni se queja". Él se ve como heredero del mundo. Nada le es extraño, y lo toma en cuenta todo, el caracol que se arrastra, el buey que con sus ojos misteriosos lo mira, el sacerdote que defiende una parte de la verdad como si fuese la verdad entera. El hombre debe abrir los brazos, y apretarlo todo contra su corazón, la virtud lo mismo que el delito, la suciedad lo mismo que la limpieza, la ignorancia lo mismo que la sabiduría: todo debe fundirlo en su corazón, como en un horno: sobre todo debe dejar caer la barba blanca. Pero, eso sí: "ya se ha denunciado y tonteado bastante”; regaña a los incrédulos, a los sofistas, a los habladores; ¡procreen en vez de querellarse y añadan al mundo! ¡Créese con aquel respeto con que una devota besa la escalera del altar!"
Y mi hija Pauli sigue disfrutando escribir💙. .a sus 13 años (pido permiso para compartir aquí.)
*Las Notas de una Historia*
Tocaron a mi puerta en un día gris, húmedo e inquietantemente tranquilo. Eso era exactamente lo que veía reflejado en los rostros pequeños e infantiles de aquellos niños que vacilaban en la entrada de mi casa. Llevaban maletas en sus manos y uniformes en perfecto estado, pero sus rostros demacrados por la angustia opacaban la perfección de su vestuario.
Contemplaba sus ojos tímidos y azules, tan azules como un cielo despejado, pero ahora algo nublados por una tristeza que intentaban contener para no dañar sus cielos con una tormentosa lluvia que no cesaría por más que quisieran.
La niña de largas trenzas negras se aferraba fuertemente al brazo de su hermano, buscando protección. El otro, se mantenía firme, aunque por como tragaba saliva a cada rato y sus ojos escurridizos que negaban mirarme correctamente notaba que tenía miedo de derrumbarse en cualquier momento, y fracasar en su misión de defender a su delicada hermana.
Les sonreí de oreja a oreja, y a pesar de que ellos no respondieran a ella, extendí mis brazos y los envolví en un cálido abrazo. Los sentía tan fríos bajo mi tacto que por un momento sentí que las lágrimas comenzarían a brotar de mis ojos, pero me contuve, no puedo flaquear.
Ya que, al fin y al cabo, soy lo único que les queda a esos niños.
Ellos se instalaron en mi casa con rapidez y en silencio, como una suave brisa que entra por las ventanas y hace balancear levemente las cortinas. No tardaron en acostumbrarse a su nuevo hogar, pero, a pesar de tener nuevos miembros, no parecía que hubiera un gran cambio desde que vivía sola hasta ahora.
Eran obedientes y no rechistaban en ningún momento. Respetaban los horarios y no hacían ruido. Cualquiera pensaría que me habían bendecido al tener a dos niños tan disciplinados, pero yo no lo veía así.
Muchas veces durante las comidas intentaba entablar un tema de conversación ameno, mas ellos se limitaban a responder con monosílabos y la mayoría del tiempo me quedaba hablando sola. Quería verlos jugar, sonreír y hacer desastre como unos niños normales, pero nada, lo único que conseguía ver todo los días eran sus rostros inexpresivos que repetían la misma monótona rutina día tras día.
Y entonces cuando cada noche iba a sus habitaciones para comprobar que estaban dormidos, me partía el alma en pedazos oír sus gimoteos y sollozos a través de la puerta, repitiendo la misma palabra como si fuera lo único que supieran decir.
«Mamá»
No lo soporté más, no podía dejar a aquellos pobres diablos sufrir tanto a tan corta edad.
Luego del almuerzo los llevé a rastras hacia el ático de mi casa. Ellos no se resistieron ni pusieron fuerza, pero podía ver la confusión en sus aniñados rostros mientras me preguntaban una y otra vez:
—¿Adónde vamos, tía?
Yo no contesté en ninguna de las ocasiones y me digné a llevarlos hacia el ático. Cuando llegamos, inspeccionaron con ojos curiosos el lugar, tenía algo de polvo por el poco uso pero no le dí demasiadas vueltas a ese hecho. Tomé unos cuantos cojines que encontré en unas cajas y los esparcí por el suelo.
—Sentaos —ordené con un tono suave. Al instante acataron mi orden, pero la confusión seguía instalada en sus facciones.
Rebusqué en una caja vieja y polvorienta hasta que dí con el objetivo de mi búsqueda. Levanté la antigua guitarra y le quité un poco del polvo que la cubría con la mano, luego me senté frente a mis sobrinos y empecé a afinarla, sin alterar mi expresión calmada.
....continúa
—¿Qué estás haciendo, tía? —inquirió esta vez la niña de largas trenzas con un deje de inseguridad. Tenía recogidas las piernas sobre el pecho y me observaba con ojos de corderito.
Le dediqué una sonrisa de boca cerrada acompañada de un suspiro, y dejé que mis ojos recorrieran las cuerdas ya tensas y afinadas de la guitarra con nostalgia.
—Os voy a contar la historia de vuestra madre —contesté por fin.
Ambos me dedicaron una mirada de profundo desconcierto, mas me limité a concentrarme en el instrumento en mis manos y en rebuscar en mi memoria aquella melodía que había aprendido hace tanto tiempo. Cerré los ojos.
Finalmente los primeros acordes empezaron a surgir al toque de mis dedos en las cuerdas, las notas daban paso a otras sin vacilar ante vigencia de mi memoria.
Y mientras la melodía iba tomando forma, imágenes iban apareciendo en mi cabeza.
Dos niñas de casi la misma edad corrían por un campo verde, reían y jugaban sin importarles nada ni nadie, solo ellas mismas.
Luego de un rato, ambas se tumban sobre el brillante césped, cansadas a causa de su propia diversión, y observan el inmenso cielo azul que se cierne sobre ellas.
_—Los pájaros tienen tanta suerte..._ —había dicho la niña de expresión viva y rizos castaños totalmente desordenados.
_—¿Eh? ¿Por qué?_ —preguntó después la otra niña.
_—Porque ellos pueden volar tan alto que consiguen ver el cielo siempre azul. Las puestas de sol deben ser increíbles desde allí. Además que por la noche seguro que se recuestan sobre las nubes y se pasan horas observando las estrellas. Que envidia... ¿No crees?_ —se giró hacia la otra niña, la cual no supo qué decir hasta que volvió a observar el cielo que estaba sobre ellas.
_—Sí... Supongo._
Nuevas notas van apareciendo, desmoronando aquella infantil escena y los intervalos van marcando el comienzo de otra. En esta ocasión no puedo controlarme y tatarareos sin letra emergen de mi garganta.
El recuerdo va surgiendo otra vez de entre mi enredada mente. Esta vez entran en escena dos chicas jóvenes que van en un tren, hablan sobre cosas banales en un intento de entretenerse hasta llegar a su parada correspondiente. Pero un joven de cabellos oscuros interrumpe accidentalmente su conversación al equivocarse de vagón, pide un montón de disculpas antes de volver a irse en búsqueda del vagón correcto.
....continúa
Se nota que a la chica de rostro avivado le ha interesado la presencia del gracioso desconocido, porque no vuelve a concentrarse otra vez en el tema que estaban abordando. La chica que parece más calmada empieza a molestarla haciéndole preguntas al respecto, hasta que ella al fin dice:
_—Será el futuro padre de mis hijos._
La otra queda en un momento desconcertada, pero vuelve a la conversación enarcando una ceja.
_—No lo creo._
_—Pues sí lo creerás, ya verás. Tendré dos hermosos hijos con él o me cambio el nombre_ —y luego de haber dicho esas palabras, la joven había salido del compartimiento en busca del joven que hacía poco había irrumpido en su habitación.
Suelto una risita mientas la melodía sigue relatando la historia. Aquellos niños que me estaban escuchando en ese momento eran el claro ejemplo de aquella convicción de acero.
El recuerdo parece quemarse en mi mente para dar paso a otro, otro que me cuesta interpretar. Mis dedos sudan cuando intentan que las notas empiecen a transportanos al momento del accidente.
La melodía llega a mis oídos como un sonido hueco y mis tarareos se pierden en cuanto me empieza a fallar la voz.
El accidente. Los autos, el humo, el sonido de los cristales bajo mis zapatos, mi aliento jadeante que se representaba con burbujas de vapor gracias al glaciar invierno. Las sirenas de la ambulancia, el llanto, la desesperación, la sala de espera, el doctor negando con la cabeza, y, finalmente, los rostros horrorizados de los niños que tengo en frente.
Siento que poco a poco, la melodía va muriendo y nada más que sonidos vacíos son reproducidos por mis tensos dedos. Pero cuando siento que va a terminar, un nuevo recuerdo ataca mi mente.
Esta vez, de nuevo las dos chicas, en un ático, con una guitarra.
_—¿Qué haces?_ —inquirió la que se veía más tranquila de las dos, al ver como la otra vacilaba y tocaba cosas sin aparente sentido con el instrumento. La de rizos revoltosos dejó de observar por un momento la guitarra y miró a su hermana esbozando una sonrisa.
_—¿Sabes? Siempre he pensado que en una buena canción siempre puede llevar una historia consigo. Estoy intentando crear la mía._
_—¿Para qué?_
La de mirada avivada desplazó nuevamente su vista hacia el instrumento.
_—No lo sé, he pensado que en una melodía podría vivir eternamente una persona, y que si entonces yo dejo mi historia grabada en una, podré revivir como una bonita canción y no moriré si dejó impregnada en la memoria de alguien las notas de una historia._
...continúa
La melodía vuelve a resurgir como Fénix y sus llamas son tan cálidas que queman mi corazón y me dejan expulsar hasta el último de mis sentimientos en la melodía que estoy tocando. En la historia que estoy contando.
Así es como debe terminar su melodía, su historia. Resurgiendo en la calidez de la sonrisa que siempre le brindaba a todos. En la calidez que siempre tendrá al ser recordada por sus hijos. Porque si es una canción nunca se olvidará, las palabras suelen olvidarse y perder significado con el tiempo, y la mayoría de los hechos se va extraviando en la memoria hasta que no queda más que lo más importante.
Pero una canción nunca puede ser olvidada, porque tan solo por olvidar una estrofa, sientes que has olvidado la canción por completo.
Termino los últimos acordes sintiendo la presencia de mi hermana en los últimos sonidos que se meten en mis oídos, hasta que finalmente ya no llega ninguna nota. Se ha terminado la canción, y abro por fin los ojos.
Cuando los abro me encuentro con los rostros empapados de lágrimas de los niños que me ha dejado ella para que cuide. Están sin habla, con lágrimas que no dejan de caer por sus mejillas. Pero a pesar de su expresión triste, veo como sus ojos celestes brillan con emoción.
No dicen nada por un rato, hasta finalmente el niño suelta el primer comentario con un hilillo de voz:
—Es... hermosa...
—¡Tócala otra vez! —me suplica lloriqueando la niña, inmediatamente.
Sonrió con los ojos vidriosos, y la vuelvo a tocar. La toco cuantas veces quieren hasta que caen dormidos sobre los cojines, relajados por la calma que les brindó su madre gracias a la melodía.
Acaricio sus cabellos color ébano sin dejar de sonreír, dejando libre una lágrima que ha querido escapar de mis ojos durante mucho tiempo.
Me inclino sobre ellos con la boca bastante cercana a sus diminutos oídos para susurrarles entre sueños.
—Vamos, niños míos. Empezad ahora a cantar vuestras propias melodías y a encerrar vuestras historias en ellas. Cantadlas a viva voz, para que todos consigan oírlas. Estoy segura que se quedarán en la memoria de alguien que no dudará en reviviros para que alguien más sepa quienes habéis sido.
💙(fin)
Lindo lo de tu hijita, Yamirys.
Hay una nueva entrada.
Gracias, silvio.💙
Buenos días, hoy rumbo a la segunda dosis de Soberana 02..
Según el parte médico el Señor LMOA, recupero y peso y esta con dieta libre. Solo una observación al respecto: Fui ingresado hace unos años por un desastre dietético que estaba haciendo que me provocó un desbalance electrolítico que casi me cuesta estirar la pata..estuve 4 días en terapia intensiva con un catéter puesto en el cuello y no podía ni hablar, perdí como 20 libras de peso antes y en proceso..días de ingreso: 6 (4 en terapia y dos en sala).
Si van a ingresar a cada mortal que pierda un par de libras un mes para que "se recupere" entonces van a tener que habilitar estadios para meter a todos los que en estos tiempos han adelgazado.
Aclaro que no estoy en ese caso, el aislamiento y la fractura del pie me han provocado una pequeña hinchazón abdominal, que puede remediarse con unas caminatas y control de la apertura del refrigerador.
Pero bueno me queda la duda del porqué esas vacaciones del susodicho casi un mes...
Hermoso relato el de Paula, Yamirys. Besos.
Que maravilla tu hija, Yami.
Pauli tiene pasta, que no deje de escribir.
Qué lindo, Yami, lo que escribe la Pauli y lo bien que lo hace! Felicidades para ella y para ti! 🥰😍😘
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